Isekai Goumon Hime (NL)

Volumen 1

Capitulo 5: El Lugar De Nacimiento De La Torture Princess

Parte 1

 

 

Elisabeth sentada en su habitación habitual, una pierna sobre la otra.

Sobre el trono de barreta y esférico, miraba fijamente el sombrío y nublado cielo. Un orbe de luz pálida sobrevolaba frente a ella. A Kaito no le habían dicho los detalles, pero mientras el orbe rotaba lentamente, proyectaba la imagen de alguien que parecía bastante importante.


Sin embargo, a pesar de aparecer en la parte delantera del orbe, sin importar de qué manera se mirará, su rostro era tan borroso, parecía que estaba recubierto por una nube de neblina. Era difícil distinguir un solo rasgo distintivo.

La misteriosa figura habló en voz baja, fría como el hielo.

“Habíamos estado discutiendo la transferencia del Káiser a la capital, así que su sello estaba incompleto. Además, Clueless tenía un talento para ganarse el favor, y como tal fue capaz de deducir la ubicación estrictamente confidencial donde el Káiser estaba encarcelado, además del método para liberarlo, del oficial a cargo de la detención del Káiser. Además, gran parte del liderazgo de la Iglesia, yo mismo incluido, nos dirigimos a la capital para preparar el festival, dejando las defensas de la Iglesia insuficientes… Este incidente fue provocado por varias deficiencias e infortunios por nuestra parte.”

“Solo sal y di que era evitable, tonto. Ya basta de las relaciones públicas—sigue con los asuntos relevantes.”

“La Iglesia formalmente exige que tú, Elisabeth Le Fanu, asesines o captures al Káiser.”

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Elisabeth suspiró una victoria silenciosa por la declaración del orbe. Cruzó sus piernas y sonrió.

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“Así que me corresponder limpiar su desastre una vez más. y Así ha sido, una y otra vez. Una vez más su Dios se sienta ocioso, dejándolos a su suerte. Todo lo que tienen para protegerse es la autoridad que ejercen. Amarran perros en el nombre de su dios, luego se sientan y les dan latigazos.”

“Carecemos del poder para competir con esos monstruos. Por eso estamos forzados a depender de ti. Pero eso no es de ninguna manera contradictoria con el hecho de que Dios está constantemente de nuestro lado. Nos prueba, cierto, pero Sus bendiciones están con nosotros como lo están para todos Sus hijos.”

“¡Ha! ¡Tan atractivos tópicos que regurgitas, estafador! De acuerdo a su doctrina, ¿son esos hombres, reducidos a formas grotescas por su por sus contratos demoníacos, no también Sus creaciones? ¿Soy yo, la Torture Princess que soy, no una criatura de su Dios? ¿Dónde están Sus bendiciones para nosotros, puedo preguntar? ¡Tus palabras están plagadas de hipocresía!”

“Sus bendiciones siempre han estado contigo. Dios es eternamente misericordioso. Si tan sólo te dieras cuenta, incluso ahora, Él seguramente está derramando lágrimas de sangre incluso cuando te castiga, esperando que puedas expiar tus pecados. Te conozco desde que eras una niña, Elisabeth, hija de mi querido amigo…y tienes todas las razones para odiar a los demonios.”

El ceño de Elisabeth se retorció. Su expresión se volvió sombría, y juntó sus labios. Desde su lado, Kaito vio su expresión con precaución. Pero cuando se giró para mirarlo, rápidamente enderezó su postura.

Sin prestarle atención al silencio de Elisabeth, la voz continuó.

“Ten cuidado de no olvidar las palabras que inscribimos en tu espada. ‘Eres libre de actuar como desees. ‘Pero reza para que Dios sea tu salvación. Porque el principio, el medio, y el final yacen en la palma de Su mano.’ La Iglesia colocó varias limitaciones en Káiser, también. Las pusimos en marcha temprano hoy. Durarán siete días, así que ese es el tiempo que tienes para imponer su castigo.”

Su tono no cambió cuando le notificó su límite de tiempo. No llevaba el peso de una amenaza. Ese hecho fue lo que llevó el miedo a lo más profundo del corazón de Kaito. De pie junto a Elisabeth, su mente giraba.

Siete días, ¿huh? ¿Siquiera será capaz de hacer algo respecto al Káiser en ese poco tiempo?

¿Qué clases de calamidades le ocurrirían al mundo en tal caso?

Sin nada más que decir, la voz concluyó con una escalofriante orden final.

“Antes del día de tu muerte, intenta hacer algo bueno al menos.”

La luz en el orbe se desvaneció, y cayó al suelo con un delicado plop. Kaito se agachó y lo levantó. El orbe había sido hecho de papel delgado. No tenía ni idea de dónde había estado viniendo la luz.

Todavía confundido, levantó la vista hacia Elisabeth y preguntó:

“Entonces, ¿sobre qué fue eso?”

“Comunicaciones de Godot Deus, la cabeza de la Iglesia. Siempre la llamativa antigüedad, ese es.”

Sacudió su cabeza, sin decir nada más. Mientras miraba en el espacio, Kaito decidió comenzar por hacerle la pregunta que más pesaba en su mente.

“Entonces, ¿tienes alguna idea de a dónde fue el Káiser?”

“En efecto.”

Su respuesta fue inmediata. Enseguida, Kaito se llenó de alivio. La dificultad de su tarea variaba inmensamente dependiendo de si podían o no localizar la posición del Káiser.

Elisabeth entrecerró los ojos mientras miraba a través de un agujero en el muro colapsado, como si estuviera mirando algo lejano en la distancia. Ante ella se extendía una aparentemente extensión de árboles oscuros y nubes grises ligeramente tenues.

“El Káiser ha regresado a casa. A mi castillo, el lugar de mi nacimiento.”

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¿Por qué el Káiser había regresado al lugar de nacimiento de Elisabeth?

¿Por qué el Káiser había pronunciado su nombre tan afectuosamente?

Kaito esperó a que lo explicara. Pero Elisabeth no dijo nada más, y Kaito no preguntó.

Simplemente se quedaron ahí, mirando a través del agujero en el muro.

Su silencio continuó. El viento sopló dentro desde fuera, llevando consigo el aroma de la lluvia. Elisabeth finalmente inhaló profundamente y luego exhaló. Chasqueó su lengua, luego se puso de pie con suficiente fuerza para derribar su silla.

“…Vamos.”

“…Mm-hmm.”

Su voz estaba llena de ira, y Kaito asintió con la cabeza.

Al momento siguiente, sintió una fuerte patada en su pierna. Al parecer, su respuesta había sido impropia de un sirviente.

***

La ciudad natal de Elisabeth estaba más allá de un alto muro.

De todo el territorio que la noble casa de Le Fanu había poseído una vez, esta ciudad castillo era especial. Aquí fue donde la leyenda manchada de sangre de la Torture Princess había comenzado.

La ciudad estaba dispuesta como un abanico, con el espléndido castillo de paredes blancas Le Fanu en su centro y una empinada cadena montañosa formando su telón de fondo. Y hizo buen uso de su topografía única. El muro rodeándolo formaba una plataforma de invocación para bestias míticas y proveía una paca de defensa para emergencias. Pero ahora, ese muro servía para un propósito diferente.

Con su puerta cerrada firmemente, el muro acordonaba la ciudad. Si uno fuera a siquiera dar un paso más allá de ese umbral, se encontraría rodeado por la muerte.

Esa imponente barrera ahora servía como una enorme lápida para la ciudad.

Según el rumor, la Torture Princess misma, Elisabeth Le Fanu, había una vez sellada esa puerta, convocó dispositivos de tortura por toda la ciudad, y los puso sobre todos los residentes. El banquete de la matanza duró tres día y noches, durante ese periodo, incesantes gritos de angustia llenaron el aire como una gran sinfonía.

Había usado la matanza en esta ciudad como una oportunidad para superar la Plain of Skewers y la Dance Macabre* en la Aldea junto a las Montañas para dar a luz más cadáveres que nunca antes.

[Nt: Danza Macabra o Danza de la Muerte, que, por cierto, me recuerda a la composición de Camille Saint-Saëns y el trasfondo que se le atribuye.]

Cuanto más aprendo, pero se pone.

Toda esta información la había aprendido Kaito de Elisabeth misma.

Cuando le había preguntado acerca del lugar a donde iban, Elisabeth le arrojó un documento que la Iglesia había ensamblado, titulado Registros de la Torture Princess. Viendo su rostro consternado después de leer la anécdota de apertura, dio un “Humph.”

“¿Solo quién exactamente pensaste que era? Soy Elisabeth Le Fanu, la Torture Princess.

Puedo estar cazando demonios, pero sigo siendo la más grande criminal que posee este mundo, una que ni siquiera la muerte puede redimir.”

La tierra donde Elisabeth, Kaito, y Hina se encontraban era el lugar del cual todas esas macabras historias se originaban.

Una carbonizada ruina se extendía ante ellos.

Después de la matanza, aquellos a cargo de deshacerse de la enorme cantidad de cadáveres habían tenido dificultades respecto a qué hacer, y al final decidieron simplemente prender en llamas todo más allá de los muros. El fuego se había dejado arder durante siete días y siete noches. Después de que el infierno se había extinguido, sin embargo, no se hizo ningún intento de retirar los cuerpos. La ciudad simplemente fue marcada como “maldita” y bloqueada.

Kaito, al ver los montones de huesos humanos sobresaliendo entre las grietas de los escombros carbonizados, murmuró en voz baja.

“Bien, esa no es una linda vista.”

“No, en lo más mínimo. La Iglesia la declaró como haber sido ‘abandonada por Dios.’”

Elisabeth habló como si no tuviera que ver con ella, y Kaito dio un asentimiento brusco.

No había ninguna exageración en esa redacción. Las casas en descomposición, los dispositivos de tortura, y los incontables esqueletos tirados alrededor de los escombros invocaban imágenes de pinturas religiosas del Infierno. Los cimientos de ladrillo de las casas con sus techos quemados formaban el fondo, y los incontables esqueletos atravesados en las estacas de hierro prácticamente parecían ofrendas al Diablo.


En contraste con la mórbida escena, el castillo blanco seguía en pie alto y radiante. El Castillo permaneció sin ninguna degradación y sin rastro de hollín.

Se veía casi como un juguete, colocado sobre un montón de barro y ceniza.

Elisabeth, la persona responsable por el horroroso estado de este extraño panorama, brevemente chasqueó su lengua.

“Tch. Difícilmente estoy en una posición para quejarme, pero el aire aquí es desagradable. Tengan cuidado de no bajar la guardia. El Káiser ya se ha instalado. Ni siquiera yo tengo la menor idea de lo que nos aguarda, pero sea lo que sea, pueden estar seguros de que no será agradable.”

“Sí, ma’am*. Me mantendré lista para la batalla. Amo Kaito, te suplico que te quedes detrás de mí para que no salgas herido.”

[Nt: “Señora”, sólo que contraído en inglés y se usa para mostrar respeto (y suena mejor >:3).]

“Ah, cierto. Gracias.”

Kaito asintió con la cabeza, luego obedientemente se movió a la retaguardia de Hina. Hina sonrió mientras daba una reverencia.

“Quédate tranquilo. Sin importar el costo, te protegeré, Amo.”

Sus palabras goteaban con su habitual admiración, pero en sus brazos, blandía una enorme alabarda*.

[Nt: Arma medieval parecida a una lanza, cuya punta está atravesada por una cuchilla, aguda por un lado y con forma de media luna por el otro.]

El arma emitía una diabólica silueta, y era mucho más grande que ella. Su cabeza de lanza era inquietantemente gruesa, una voluminosa y curvada espada estaba adjunta a la cabeza del hacha. Debe haber sido tremendamente pesada, pero Hina la lleva con la misma gracia y dignidad que llevaría una tetera a una fiesta de té.

Kaito no podía decir si la escena ante él era una broma o una pesadilla. Se sintió mareado por el vértigo que el espectáculo inspiraba dentro de él.

Elisabeth había estado en lo cierto—el aire aquí era desagradable. La atmósfera, también, llevaba un incómodo calor. Casi se sentía como si ese fuego todavía estuviera ardiendo en algún lugar en las profundidades de la tierra. Todos los cuerpos debieron haberse deteriorado o convertido en polvo ya, pero Kaito ocasionalmente percibía un fuerte olor de algo pudriéndose. No podía evitar sentir que los sentimientos y los arrepentimientos de aquellos que habían muerto se estaban descomponiendo como su carne, acumulándose en un espeso fango.

Y el odio y la malicia que ese fango estaba arrojando era dirigía a una sola mujer.

¡Aborrecible Elisabeth, repugnante Elisabeth, cruel, espantosa Elisabeth!

¡Una maldición sobre ti, una maldición sobre ti, una maldición, una maldición, una maldición eterna sobre ti, Elisabeth!

Toda la ciudad se unió en un rugido sin voz. No fue un mero truco del oído.

Después de todo, este era un lugar de muerte. Era la ciudad natal de Elisabeth, el lugar donde la Torture Princess nació. Pero la mujer en cuestión ignoró la presión la aplastaba desde todas partes. Elisabeth caminaba con la compostura de un gobernante.

¿Qué está pasando por tu cabeza ahora mismo?

Kaito no podía empezar a imaginar cómo se sentía. Pero no tenía ni idea de qué preguntarle o cómo preguntarle. Ni siquiera estaba seguro de si había alguna razón para preguntar en primer lugar. Además, descifrar cómo lidiar con el Káiser tomó máxima prioridad.

Simplemente siguió a Elisabeth, caminando a través de caminos de fango endurecido y ceniza.

La ciudad estaba contaminada de recuerdos de las atrocidades que tuvieron lugar aquí. Cráneos medio quemados estaban alineados en hileras como una parcela de vegetales. Un gran árbol que había sobrevivido al fuego, y colgando de sus ramas estaban tres esqueletos humanos y el esqueleto de un perro atado con alambre. Sin duda había sido colocado para que cuando el canino luchara para liberarse, sus zarpas se clavaran en los sobrevivientes.

Kaito se enfurruño ante la espantosa escena. De repente, un cráneo lentamente levantó la vista de su pila.

“… ¿Huh?”

“¿Hmm? ¿Qué pasa, Kaito?”

“Mira allí.”

Un esqueleto estaba inclinando su cuello sin prisa, sus cavidades oculares vacías apuntaban directamente a Elisabeth. Kaito se frotó los ojos. Pero sin importar cuántas veces revisó, la pila de huesos que debería haber estado tendida estaba mirándolos fijamente. Ahí fue cuando ocurrió.

Click, click, clack.

Una banda de esqueletos aparecía desde detrás de una casa deteriorada, haciendo miserables y secos ruidos de chasquidos mientras saltaban a la calle principal. Lanzas habían sido clavadas hasta sus traseros y sobresalían de sus bocas, y sus columnas estaban agujereadas con astillas. Sus brazos y piernas estaban libres de grasa, bailaban en la calle, dando vueltas con lo que parecía ser júbilo.

Viendo cómo la inhumana tortura había deformado sus huesos, Kaito se quedó sin aliento. Notando su pausa, uno de los esqueletos se le acercó. Como si le suplicara, extendió lo que quedaba de su mano, y Kaito la agarró sin pensarlo. Cuando lo hizo, le tiró con fuerza su muñeca invertida. Pero entonces, con un ruido de fragor, se hizo añicos.

“¡No te atrevas a poner una mano sobre el Amo Kaito, lacayo!”

“Ah, ups.”

Kaito apresuradamente se escondió detrás de Hina de nuevo. Los esqueletos se lanzaron contra ellos, uno tras otro. Pero su objetivo principal, Elisabeth, ni siquiera les echó un vistazo.

“Cielos, qué ruidosos son.”

Bostezo, luego chocó sus tacones mientras seguía caminando. Cada vez que lo hacía, estacas de hierro salían despedidas del suelo en un baño de oscuridad y pétalos carmesí. Pero aun cuando fueron sembrados al suelo, los esqueletos simplemente se desplomaron en montones de huesos, luego se volvieron a formar de los ilesos para reanudar su cacería. Incluso con Hina balanceando su alabarda y Elisabeth alejando los, los cadáveres parecían inmortales.

Kaito pudo sentir su pecho congelarse cuando se dio cuenta de que todas estas personas habían sido asesinadas por Elisabeth.

Como si se unieran a un desfile, un grupo de esqueletos corrió hacia ellos. Finalmente, Elisabeth chasqueó su lengua.

“¿Solo cuánto tiempo pretendes mantener estos insignificantes, insignificantes, insignificantes, ataques pequeños? Venga. Seguramente te has dado cuenta de que, aunque pasara un siglo, estos esqueletos nunca serían capaces de siquiera de rasguñarme, ¿no es así? ¿Por qué no te muestras? No querrás decirme que no te quedan más cartas que jugar, ‘¿o sí? Qué patético sería eso.”

Los tres se desplazaron hacia el este, repeliendo esqueletos todo el tiempo. Llegaron a la calle principal que conduce al castillo.

La calle era amplia estaba hábilmente pavimentada con ladrillo, como si se hubiera considerado el tráfico de carruajes. Estaba flanqueado por señales de metal fundido, estructuras de casa una vez espléndidas, y tiendas cubiertas de polvo con sus techos de tejas intactos. Incluso en su estado actual de abandono, la calle principal todavía contenía rastros de la prosperidad perdida de la ciudad. Pero en este momento, de pie en la entrada al pasado trágico de este lugar estaba una figura de mal agüero.

Había una mujer alta, vistiendo un vestido de luto como si estuviera lamentándose por las incontables muertes.

Su rostro estaba escondido tras un encaje negro, y su lustroso cabello negro caía en cascada por su espalda mientras bajaba la cabeza. Todo lo que estaba vistiendo, desde sus guantes de seda y su falda larga hasta el cuello tortuga cubriendo su cuello, era negro. Era peculiarmente delgada, y su vestido conservador dejaba mucho a la imaginación. El único lugar que no era pequeño era su pecho, el cual era curiosamente seductor. Su sombrero de ala grande estaba decorado con una fragante colección de lirios blancos*.

[Nt: Los lirios blancos son usados para expresar momentos de transición, como una pérdida y así.]

Las flores eran lúgubres, como el tipo que se dejaría en una tumba, y su elegante luz tenue era la única anormalidad de su por lo contrario atuendo todo de negro.

Elisabeth se detuvo, luego le hizo una irritada pregunta a la mujer.

“Sospechosa mujer de negro, ¿eres tú la nigromante responsable por estos irritantes ataques?”

“… ¿Así que no duda, incluso cuando se enfrenta con las víctimas que atormentó, aquellos que deshonró, y aquellos que asesinó sin piedad?”

Su voz era profunda para la de una mujer, sin embargo, su voz reverberó en cierto modo bajo en el oído. Elisabeth frunció el ceño. Estrechó sus ojos carmesíes, como si buscara algo en su memoria.

Kaito, de pie detrás de ella, inclinó su cabeza también. No estaba acostumbrado que ella les mostrara a sus enemigos una emoción aparte de la ira o la frustración. La mujer siguió en una voz tan clara como el agua.

“¿Quizás está diciendo que después de que haya terminado su carne, no le importa lo que les pase a los huesos?”

“En efecto, eso es lo que estaba a punto de decir… Espera… Esa voz, esa manera de hablar… ¿No puedes ser…?”

La mujer no le ofreció ninguna respuesta a los murmullos de Elisabeth. En cambio, levantó el dobladillo de su falda larga de los montones de ceniza en el suelo, luego lo levantó lo suficientemente alto como para que sus muslos fueran visibles. No parecía que estuviera usando bragas, lo que hacía a la cantidad de piel que estaba revelando aún más peligrosa. Huesos cayeron de su falda, rozando su piel mientras caían.

Los huesos traqueteaban mientras volvían a sus formas originales. La mujer acarició el cráneo de uno de los esqueletos recientemente formados como si fuera un gato. Mirando a los esqueletos completamente formados, Kaito se encontró sin palabras.

Sus manos y sus pies estaban torcidos, y sus espaldas estaban estiradas en una formación de puente. Corrieron de prisa a cuatro patas. Cuando estaban vivos, sus cuerpos probablemente habían sido fijados en su lugar hace tanto tiempo que ya no podían caminar con normalmente.

Y los pequeños esqueletos todos les habían pertenecido a niños.

Los esqueletos retumbaron mientras corrían deprisa por el suelo hacia Elisabeth. Soltaron ruidos de los huecos entre sus dientes, casi como si estuvieran intentando gritar. Pero sin una pizca de duda o piedad, Elisabeth movió su pierna hacia un lado.

“¡Suficiente!”

Aplastó los cráneos de los niños bajo el talón de su pie. Sus huesos se dispersaron. Su patada le envió una ráfaga de viento a la mujer, y su sombrero voló limpio y cayó al suelo. El rostro de la mujer, ya no oculto por encaje negro, se hizo visible.

Sonrió. Era hermosa, pero sus lujosos labios, sus ovalados ojos, y el lunar en su mejilla le daban una impresión simple.

“No se ha mantenido en contacto, Madame Elisabeth.”

Sus ojos azul ceniciento se llenaron de lágrimas mientras se inclinaba profundamente. Después de recoger su sombrero y sacudir el polvo, levantó su cabeza y se volvió a poner el sombrero en diagonal de tal manera que ya no cubría su rostro. Mientras hablaba, entrecerró sus ojos con nostalgia.

“Veo que no ha cambiado ni un poco, joven señorita. A pesar de que le sugerí repetidas que podría ser para mejor si hiciera algo respecto a ese temperamento suyo.”

“Así que… ¿Eres Marianne, entonces?”

Por primera vez, la voz de Elisabeth tembló. La mujer asintió felizmente. Después de ver la rara reacción de Elisabeth, Kaito instintivamente preguntó:

“¿Marianne?”

“Ella una vez fue mi tutora. Ahora, ¿qué estás haciendo aquí? Por lo que recuerdo, eras una mujer ordinaria, una con una educación decente y apariencia pasable, pero una que era irritantemente fastidiosa y que perdió su oportunidad de casarse. Entonces, ¿por qué estás aquí, y por qué eres una nigromante?”

“¿Esa es una pregunta seria, joven señorita? ¿Cree usted seriamente que podría haber seguido siendo una mujer ordinaria después de ver ese brutal espectáculo?”

La mujer, Marianne, respondió en una cantarina voz. Sus delgadas manos, cubiertas con guantes de seda, comenzaron a moverse.

Cada vez que subía y bajaba sus manos, los esqueletos esparcidos por la calle saltaban en sincronía con ellas como si los estuvieran manipulando unos hilos. Marianne siguió hablando mientras dirigía su absurda y pequeña danza.

“Oh, por cualquier medio, debí simplemente haber huido después de ser ignorada por la infame Torture Princess. Debí haber huido de la ciudad, mudarme al campo, y pasar el resto de mis días en silencio. Pero no pude. No después de ver a mi propia alumna, adorablemente terca pero fundamentalmente mansa como era, convocar alegremente dispositivos de tortura y masacra a los inocentes. Después de ver el infierno que creó, joven señorita, pensé para mí misma…”

Marianne levantó la vista. La mirada que le dirigió a Elisabeth era una de remordimiento y pena.

“…Este calvario fue mi culpa. nacido de mis defectos. Si sólo hubiera sido una mejor tutora… Si sólo hubiera sido capaz de guiarla por un camino correcto, entonces aun cuando sus padres murieron, no se habría desviado tanto. La responsabilidad cayó sobre mis hombros. Fallé en salvarla, joven señorita.”

“Hablas tonterías. ¿Qué parte de esto es tu culpa? Piensas demasiado bien de ti misma, Marianne. La crueldad ha sido mi naturaleza desde la niñez, y tus enseñanzas influenciaron en nada eso, ni para bien o para mal. Cualquier cosa que podrías haber hecho habría sido similar a polvo en el viento. No habría tenido ningún significado y no habría dejado ningún rastro.”

Elisabeth levantó una uña. Kaito, anticipando la aparición de un dispositivo de tortura, tragó saliva. Pero Elisabeth no convocó nada. Simplemente señaló en la distancia.

“Vete. No sé por qué apareciste ante mí después de todo este tiempo, pero no tengo ganas de ver tu cara de nuevo. Hiciste mucho por mí en mi niñez, en los días que no podía aventurar afuera. Ignoraré nuestra reunión de hoy. Pero no te concederé una tercera oportunidad. Desaparece de mi vista. Vete ahora, y puede que aún tengas una muerte en paz.”

Después de ser atacada, ¿Elisabeth va a dejar ir a esta mujer?

La mandíbula de Kaito estaba en el suelo. Recordó la imagen de la juventud de Elisabeth que había visto. Intentó imaginar a esta exigente sin embargo amable mujer al lado de esa frágil niña.

Pudo imaginar esa escena, de una tortura y su terca alumna juntas, de manera sorprendentemente fácil.

El hecho de que tal escena se había desarrollado una vez en la realidad fue probablemente la fuente de la misericordia de Elisabeth. Pero Marianne no parecía probable que aceptara la oferta de Elisabeth.

Elisabeth agarró sus costados, abrazándose tan fuertemente, se podían ver los huesos en sus dedos.

“Es mi culpa… Es mi culpa que terminara tan retorcida… Tengo que—”

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“¡Contrólate, Marianne! Escucha cuando otras personas están—”

“¡Oh, joven señorita!”

Los huesos en los dedos de Marianne comenzaron a chirriar. Los esqueletos a sus pies comenzaron a saltar hacia arriba y hacia abajo como si fuera en respuesta a su violenta pasión. Luego se desplomaron, abandonando sus formas humanas, y todos se combinaron en una enorme torre. La corre se derrumbó sobre Elisabeth, crujiendo mientras caía.

Elisabeth se encogió de hombros. Pero al momento siguiente, una explosión sacudió los huesos y fueron mandados a volar desde dentro.


Un caballo pálido saltó libre de la torre.

“¡¿Qu—?!”

Los ojos de Elisabeth se abrieron de par en par. Kaito, también, se quedó sin palabras. El Caballero se suponía estaba muerto, sin embargo, había un Caballero sentado a horcajadas sobre el caballo foto luminiscente con gran pompa y circunstancia. A lo mejor, este no era realmente el Caballero.

El Caballero de pie ante ellos estaba hecho de carne en descomposición. El pecho de su caballo estaba disuelto para exponer sus costillas. En cuanto al Caballero, larvas y estiércol se filtraban de los agujeros en su yelmo. Incuso para alguien que había sido resucitado, su cuerpo estaba en mala forma. Pero justo como el original, los pasos de pezuña del caballo eran acompañados por relámpagos.

Mientras estimulaba a su corcel hacia delante, el jinete sacó su lanza de relámpagos de la nada.

“¡Bone Mill*!”

Elisabeth balanceo un martillo plano y con púas. Se estrelló contra la carne en descomposición del Caballero, aplastó sus huesos, y dispersó su cuerpo al viento. Pero justo antes de su destrucción, el Caballero golpeó su lanza contra el suelo. Su cuerpo en descomposición había sido débil, pero el poder de sus ataques no era nada de lo que reírse.

Marianne, que había estado mirando hacia abajo, levantó la vista con una sonrisa de absoluta devoción.

“¡Son cosas como esa las que me hacen quererla tanto, joven señorita!”

Gritó en éxtasis, sus mejillas enrojecidas. Su respiración era pesada, como si estuviera intentando contener su agitación, y estrujó sus flexibles pechos mientras se abrazaba.

Elisabeth dio un paso hacia atrás, su rostro visiblemente rígido. Kaito, igualmente incómodo, sintió una gota de sudor frío cayendo por su espalda. Marianne de pie ante ellos, sus ojos en llamas.

Claramente no estaba en su sano juicio.

Marianne murmuró con júbilo, agarrando su pecho aún más fuerte.

“Los pecados que lleva están más allá de su capacidad de expiar, joven señorita. Morirá poco apreciada, no amada, maldita, y despreciada. Soy la única que puede salvarla. Soy la única que se atrevería a intentarlo. Pero ese es mi deber, el que se me asignó en el momento en que fallé en detenerla. Ya me decidí, joven señorita.”

Marianne lamió sus gruesos labios. Baba se escurría hasta su barbilla.

“¡La, la mataré con mis propias dos manos!”

“El Caballero, ¿eh…? Has adquirido un talento bastante extraño. Aunque no logro comprender su intención, ese hombre indudablemente instigó esto. ¿Solo cuánto poder te concedió el Káiser?”

Elisabeth había ignorado su apasionada confesión, y Marianne simplemente sonrió en respuesta a la pregunta que hizo Elisabeth.

Con un ruido parecido al de un instrumento de percusión, los huesos se ensamblaron en una torre una vez más. Una flama azul parecida a una hoguera se arremolinó dentro de ella. La escena se parecía a un extraño ritual, y un nuevo y grotesco Caballero cayó de las llamas. La torre se elevó una y otra vez, cada vez produciendo una copia del Caballero.

Delante de ellos, la torre creó una hilera de cajas más pequeñas. De cada caja saltó una rana carnosa. Sus incontables manos y pies empapados golpearon contra la calle de ladrillo, llenando el área con veneno y estiércol.

A la vanguardia de este extraño ejército estaba Marianne, sus brazos extendidos como si diera un abrazo.

“¡Todo por el bien del amoooooooooooooooooooooooooooooor!”

“Tú… Te has vuelto loca.”

El grito de Marianne exudaba afecto, y mientras resonaba, Elisabeth habló en un susurro, su voz se tensó como si estuviera soportando un dolor de cabeza. Sea cual sea la razón, las mejillas de Marianne se pusieron aún más rojas en vergüenza mientras asentía con la cabeza.

Hina mantuvo su alabarda lista, sus ojos fijos en su enemigo. No bajó su guardia mientras hablaba.

“…Me repugna profundamente, sin embargo, siento que compartimos cierta afinidad. Me pregunto por qué es eso.”

“Te lo suplico, Hina—no sigas sus pasos.”

“¡Oh mí, no! ¡No me refería a eso en absoluto, Amo Kaito! Aunque puedo simpatizar con el dolor de ver al maestro de uno desviarse, y aunque comprendo la fuerza de las emociones que le causan tal locura, nunca soñaría con ser tan insolente como para matar a mi propio amo. Bajo tales circunstancias, es aún más importante para un sirviente servir a su amo con devoción sin restricciones, servir a su amo con cada fibra de su ser, y servir a su maestro incluso a costa de su propia vida. Porque amar es renunciar a uno mismo, y si fuera por el bien del Amo Kaito, abrazaría a la muerte con mucho gusto.”

“¡Hina, frente a ti!”

El ejército de ranas carnosas saltó al mismo tiempo. No le prestaron atención al hecho de que estaban aplastando la tierna carne en descomposición de otra mientras cargaban hacia Kaito y Hina. De repente, Hina se balanceo y desapareció. Apareció delante de las ranas carnosas, ondeando su alabarda.

“¡Cómo se atreven…”

El pecho de las ranas carnosas en la parte delantera estalló con un splorch. Vísceras y veneno diluviaron sobre las ranas carnosa detrás de ella. Hina salió como una bala hacia delante, casi bailando casi bailando sobre el cadáver mientras daba media vuelta y balanceaba su alabarda. Erradicó a cada rana a su alrededor.

Balanceo su alabarda de nuevo para tirar el veneno de su hoja,

“…bultos de carne a interferir…”

Hina bajó su centro de gravedad, luego estalló en una violenta carrera. Cuando pasó el caballo de un Caballero, estrelló su alabarda contra él, cortándolo en dos. El impulso envió la mitad inferior a volar a la distancia, pero al final cayó a la calle. La porción superior se desplomó dónde estaba, y el Caballero sobre él miró alrededor ansiosamente.

“…en mi conversación de tortolos con Amo Kaito!”

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Hina envió la cabeza del caballo a volar. Cuando el Caballero cayó y aterrizó con su cabeza a sus pies, lo pateó a la distancia.

Los elegantes pasos de Hina se parecían a un baile mientras regresaba a Kaito. Luego giró su alabarda, enviando trozos de carne a volar en el aire. Volvió a apretar su agarre sobre el mango y le sonrió a Kaito.

Su sonrisa era angelical.

“Mis disculpas. Para continuar nuestra conversación, si fuera por el bien del amo Kaito, abrazaría a la muerte con mucho gusto. Quédate tranquilo: No los dejaré poner ni un sólo dedo sobre tu precioso cuerpo.”

“Gra-Gracias. Eso es un gran alivio. Aho-Ahora que pienso en ello, ¿Elisabeth qué está—?”

Tartamudeando por la intensidad de Hina, Kaito inspeccionó el área.

Los demonios producidos en masa estaban cargando hacia Elisabeth como olas amenazantes. Sin embargo, no mostró signos de preocupación. Al contrario, hizo girar una bola de hierro con púas libremente, aplastando a los demonios a pedazos.

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“¿Exactamente qué son estos, Marianne?”

“Uno de los trece demonios, uno que ya derrotaste. Alternativamente, sus subordinados. Cuando estaba con vida, tomé una muestra de su sangre. Usando eso como un intermediario, puedo convocar una porción de su alma y duplicarla. Este es el resultado de poner sus retorcidas almas en cascarones temporales de carne.”

“Esto no es un acto de un nigromante amateur. Vlad seguramente está detrás de eso.”

“En efecto. Ha sido de enorme ayuda para mí. Tuve que sacrificar muchas personas para llegar tan lejos. Pero todo fue hecho por usted, joven señorita. ¿Qué opción tenía? Esos sacrificios fueron todos necesarios con el fin de que una débil y ordinaria mujer como yo se enfrentara con la Torture Princess.”

Mientras Marianne hablaba, Kaito vio al grupo de demonios reformándose. Su material base era probablemente carne humana. Aunque esta ciudad estaba llena de huesos, ni un solo fragmento de carne quedaba sobre ninguno de los cadáveres. ¿Marianne de dónde estaba obteniendo toda esa carne? Su estómago se revolvía sólo de pensar en la cantidad de materiales que su técnica única debe requerir.

Marianne juntó sus manos enguantadas con seda, como si estuviera rezando.

“Ah, en efecto. No tuve elección; no tuve elección; ¡no tuve elección no tuve elección no tuve elección! ¡No me quedaba otra opción! ¡Con el fin de ser como usted, no tuve otra alternativa más que cargar los mismos pecados!”

Flamas azules corrieron junto a ella como si estuvieran en sintonía con su creciente voz. Las flamas se hincharon, como si recrearan el fuego que una vez llenó la ciudad, y de ellas fluyó un ejército de Caballeros.

Los Caballeros cargaron hacia Elisabeth. Una multitud de nuevas ranas carnosas a avanzó hacia Kaito y Hina.

“¡Cómo se atreven todos ustedes a mostrar sus desagradables caras ante el Amo Kaito!”

Hina balanceo su alabarda, comando en cuenta el camino que el veneno rociaría antes de golpear. Pero cuando lo hizo, los huesos que habían estado tiraos ahora se levantaron como un escudo para bloquear su ataque. Los huesos se dispersaron, pero la rana carnosa a la que había estado apuntando escapó por poco del daño.

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“Hina, ¿estás bi—?”

“… ¡Qué insolencia!”

Hina rugió, luego chocó la planta de su pie con el hocico de la rana. Pulverizó su cabeza, y su cuerpo se esparció contra el suelo. El dobladillo del traje de maid de Hina ondeó mientras hacía su grácil aterrizaje.

“Gracias por tu preocupación, Amo Kaito. Qué hombre tan amable eres… Pero eso era un asunto trivial.”

Cuando Kaito volvió a mirar a Elisabeth, sus circunstancias parecían casi idénticas a las de antes.

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