Megami no Yuusha wo Taosu Gesu na Houhou (LN)

Volumen 4

Intermedio 1: Un Día En La Vida De La Santa

Situada en la región norteña de Uropeh, una pequeña aldea de no más de trescientos habitantes estaba al borde de la destrucción por un solo monstruo.

Los aldeanos se acobardaron en sus casas al ver cómo el enorme jabalí, tan grande como un cobertizo, desenterraba y se comía las patatas de siembra que acababan de plantar. Era más pesado que un elefante, pero corría tan rápido como un caballo; las personas eran mera carne picada ante él.

De hecho, un chico había conseguido correr hasta una aldea vecina para traer de vuelta a dos héroes de la Diosa, pero la espada del guerrero se había hecho añicos contra los afilados colmillos del jabalí, y el hechizo de Fuerza del sacerdote había rebotado en su voluminosa carne antes de que este pisoteara a los dos hasta la muerte. Los héroes resucitaron inmediatamente en la iglesia de la aldea, pero huyeron de ella diciendo que iban a pedir refuerzos.

“¡Estamos acabados! Pronto acabará con las patatas y luego nos comerá a nosotros”, gritó un aldeano.

“¡Por favor, sálvanos, Diosa!”, rezaba otro, temblando de miedo ante su inminente perdición.

Fue entonces cuando ocurrió lo inesperado.

“Relámpago blanco, puro y sagrado, atraviesa a mis enemigos. Call Lightning“, dijo una voz suave, y un rayo cayó desde los cielos, golpeando al monstruoso jabalí.

“¡Graaaar ──!”

Ni siquiera la montaña de carne fue suficiente para defenderse de la descarga eléctrica. Sus órganos y su cerebro quedaron fritos. Un humo negro se elevó de su cuerpo carbonizado mientras caía en el campo y no se movía más.

“¿Qué fue eso…?”

Los aldeanos se quedaron congelados en su sitio, demasiado sorprendidos por el giro de los acontecimientos como para alegrarse. Observaron cómo una chica soltera bajaba flotando suavemente del cielo. Con una suave piel de porcelana, ojos color jade y una larga cabellera dorada que brillaba bajo el sol, era lo suficientemente hermosa como para ser confundida con la mismísima diosa Elazonia. Fue Santa Sanctina quien sonrió amablemente a los aldeanos que se asomaban a ella desde las rendijas entre sus persianas.

“Ya estan todos a salvo”, anunció.

“””¡Whoooo!””” La gente soltó gritos de alegría, saliendo de sus casas, rodeando a Sanctina mientras la colmaban de palabras de agradecimiento.

“¡Muchas gracias, Señorita Santa!”

“Pensé que íbamos a morir…”

“¡La diosa Elazonia nos ha protegido!”, gritó una mujer.

Con una sonrisa en el rostro, Sanctina negó la afirmación con firmeza pero con suavidad. “Eso es incorrecto”.

“¿Eh?”

“Ya no soy una seguidora de Elazonia, pues ella trae sufrimiento al pueblo. Soy una devota seguidora de la Diosa Rino”.

” Uh-huh…”

Los  aldeanos  estaban  confundidos  ante  la  mención  de  esta  nueva  diosa.

Aprovechando la repentina calma, el anciano jefe de la aldea se adelantó.

“Señorita Santa, le estamos increíblemente agradecidos por haber salvado nuestra pequeña aldea. Pero como nuestros campos y cultivos han sido destruidos, no tenemos dinero para ofrecerle como…”

“Eso es innecesario”, interrumpió Sanctina con una sonrisa benévola.

“¿Qué?”

“La diosa Rino nos enseña que el amor es libre. Mis actos de servicio son una manifestación de su amor que otorga a los que sufren. No es necesario que se esfuercen demasiado sólo para agradecerme”.

“P-Pero…”

“La mayor recompensa sería ver la aldea reconstruida y a todos sus habitantes felices”.

“¡O-ohhh…!”

Ella había dejado de lado sus propios deseos, poniendo a todos los demás en primer lugar. Tenía un corazón de amor desinteresado. Sanctina bien podría haber tenido un halo blasonado sobre su cabeza.

Junto con todos los aldeanos, el jefe lloró de alegría, cayendo de rodillas.

“Por favor, llevanten la cabeza. Simplemente estoy siguiendo sus enseñanzas.

No soy digna de su adoración”, dijo Sanctina.

“Eso no es cierto. No hay nadie en este mundo tan amable como tú”.

“¡No te pareces en nada a esos codiciosos sacerdotes de la iglesia!”

“Es un honor. Pero la Diosa Rino es la que me enseñó a amar. Por favor, dale las gracias a ella”.

Entonces Sanctina lanzó Ilusión: La imagen de una hermosa chica flotó desde arriba. Una larga cabellera negra caía en cascada por su pequeña espalda, de la que brotaban unas alas blancas y puras. Era una imagen de Rino──arcángel, Diva y Diosa. La mente de Sanctina la proyectó con una belleza casi exagerada.

“Esta es la amorosa Diosa Rino…”, anunció.

“¡Es tan linda y divina!”, gritó uno de los aldeanos, y volvieron a postrarse en el suelo.

Una sonrisa maligna apareció en el rostro de Sanctina: Todo va según lo previsto, pareció decir, pero la ocultó rápidamente antes de llamar suavemente a los nuevos seguidores.

“Alabemos todos a la Diosa Rino. El amor es libre”.

“””¡El amor es libre!””” gritaron los aldeanos.

“El amor es ciego a la edad, al género y a la raza”.

“””¡El amor es ciego a la edad, el género y la raza!”””

¡Y qué maravilloso era amar a todos sin discriminación! Su fe en la Diosa Rino se profundizó. No tenían ni idea de que incluía los perversos deseos de una pedófila que no deseaba otra cosa que hacerse una con una niña demonio.

“El amor lo es todo. ¡La ternura es justicia!”

“””El amor lo es todo. La ternura es justicia”””

El liderazgo de Sanctina en los cantos arrastró a los aldeanos a esta nueva fe. Para que una religión se extienda, es obvio que necesita algo a lo que rendir culto y enseñanzas cautivadoras. Además, necesitaba misioneros entusiastas a los que los demás pudieran admirar. Incluso llegarían a sacrificarse para parecer admirables.

La espeluznante fanática con el nombre de Santa Sanctina estaba segura de difundir la fe en la diosa Rino por todo el mundo.