Megami no Yuusha wo Taosu Gesu na Houhou (LN)

Volumen 4

Capítulo 1: Aventura En La Naturaleza Con La Diva Demonio: ¿¡Quiénes Son Esas Misteriosas Orejas Largas Que Viven En El Bosque Secreto?!

Parte: 5

 

 

En las metrópolis densas, era común que los niños se dividieran por igual entre los géneros. Pero esta era una aldea de elfos con una escasa población de cien habitantes. Si tuvieran problemas de disminución de la natalidad o de envejecimiento de la población, les faltaría gente capaz de tener hijos. Digamos que había quince parejas casadas. No sería extraño que los recién nacidos se inclinaran a ser niñas.

“O eso, o los elfos tienen una tasa de natalidad masculina más baja”.





“…¡Ack!”

Shinichi observó las caras de los elfos. Todos ellos miraron hacia otro lado mientras él hablaba.

“Hmm, parece que he dado en el clavo”.

“¿Son así las cosas?”, preguntó Arian con incredulidad.

Había especies de mariposas y otros organismos con desequilibrios extremos entre machos y hembras, aunque eran raros. Los elfos no eran humanos, así que no sería alarmante que poseyeran rasgos similares.

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“Pero me imagino que tienen un problema mayor que este asunto del género.

Significa que les cuesta concebir y, por lo tanto ── tener hijos sanos”.

“¡¿Cómo lo sabes?!”, tartamudeó Clarissa conmocionada.

Shinichi volvió a dar en el clavo. No pudo evitar reírse ante su cándida respuesta.

“Cuando ayer utilizamos la magia de Celes para observar su aldea, pensé que era demasiado pequeña”.

Los elfos habían estado residiendo en el Bosque Cemetarium y custodiando la Tumba de los Elfos durante al menos los últimos doscientos veinte años, desde que el Papa Eument ordenó su destrucción.

Eso significaba que probablemente habían vivido allí desde que nació la religión de la Diosa.

“Pero una población de cien personas es demasiado pequeña para una raza con mucha magia y sin enemigos externos. ¿Me equivoco?” preguntó Shinichi.

“Tienes razón”, dijo Celes.

Los elfos eran lo suficientemente poderosos como para curar las heridas y enfermedades con magia. En un apuro, incluso el uso de la Resurrección no estaba fuera de la esfera de posibilidades. Después de todo, eran lo suficientemente fuertes como para rechazar a los héroes de la Diosa. Cualquiera imaginaría que su población y su poder se dispararían en esas condiciones. Y sin embargo, habían permanecido como una pequeña población oculta en lo profundo del bosque.

“Y la razón de todo esto tiene que ser la depresión endogámica6“, dijo Shinichi.

“¿Qué es eso?” preguntó Rino.

“Cuando un grupo sigue casando a sus descendientes con sus parientes durante generaciones, al final conduce a su destrucción”. Eligió sus palabras con cuidado.

Obviamente, no iba a manchar su inocencia hablándole de sexo e incesto.

“Todos los organismos vivos tienen genes dominantes y genes recesivos. En circunstancias normales, sólo los genes dominantes son los que marcan la diferencia. Pero cuando los parientes se casan, es más probable que posean los mismos genes recesivos, lo que significa que éstos se manifiestan en los hijos y… No tienes ni idea de lo que estoy hablando, ¿verdad?”

“Erm. Realmente no lo entiendo.”

“Veamos. Básicamente, la pareja será más susceptible de tener hijos enfermos.

Por eso no es lo mejor que parientes cercanos se casen entre si”.

“¡¿Enserio?!” Rino se quedó boquiabierta, pero de repente pareció aliviada.

“¿Qué pasa con ese cambio?”, preguntó Shinichi, curioso por este cambio.

Rino le sonrió. “Antes deseaba que fueras mi hermano, pero ahora me alegro de que no sea así”.

“Eh, sí…” Shinichi se puso muy rojo. Inconscientemente, Rino le había propuesto matrimonio.

La mirada en los ojos de Arian y Celes parecía lo suficientemente aguda como para matarlo.

  • SB: La depresión endogámica es la pérdida de adaptación producida por la pérdida de variación genética debido a la homocigosidad, que impide la supervivencia de la especie

Se apresuró a retomar el tema. “De todos modos, si los parientes siguen casándose, sólo darán a luz a hijos enfermizos, y la raza acabará siendo destruida”.

“En otras palabras, los elfos son todos unos pervertidos incestuosos”, concluyó Celes.

“¡Eso no es cierto!”, gritó Clarissa mientras Celes le lanzaba una mirada despectiva.

“Okey, está bien. Incluso tú tienes la decencia de no aparearte con tus padres y hermanos. Pero todos en la aldea son parientes, ¿no?”, preguntó Shinichi.

“¡Aaargh…!” Clarissa no dijo nada, rechinando los dientes, diciéndole a Shinichi que tenía razón una vez más.

“He oído que la población mínima viable para una raza determinada es de unos mil habitantes. Basándonos en la población actual de los elfos, podemos estimar que sólo había unos diez elfos cuando crearon este asentamiento”, continuó.

Sólo harían falta cuatro o cinco generaciones hasta que todos los habitantes de la aldea estuvieran emparentados de alguna manera, lo que haría imposible evitar esos rasgos recesivos. Y el hecho de que las elfas tienden a tener menos hijos varones no haría más que acelerar las cosas── formando una única línea de sangre.

“Cuando eso ocurre en los asentamientos humanos, es una práctica común invitar a gente de fuera de la aldea y tratar de conseguir sangre nueva. Pero los elfos no han hecho eso desde hace más de doscientos años. Bueno, supongo que es más correcto decir que no han podido“.

Si debía creer al juglar y al vendedor ambulante, era casi seguro que no había más elfos que los del bosque de Cemetarium. Aunque quisieran acoger a nuevos matrimonios en su clan, no podrían encontrarlos.

“Las cosas habrían sido mejores si se hubieran mezclado con sangre humana. Pero la situación con la iglesia dificultaba la relación con los humanos de forma real. Eso significaba que se dirigían poco a poco hacia una reserva genética degradada”, concluyó.

Clarissa enrojeció de vergüenza y humillación. “¡P-P-Preferiría morderme la lengua y morir desangrada antes que quedar impregnada por un bárbaro!”.

“Deja de pensar en novelas eróticas, ¿quieres?”, espetó Shinichi con frustración.

Su frase la hacía sonar como una heroína a punto de ceder a la tentación carnal.

Es como si entendiera su situación, pero aún no puede convencerse a sí misma.

Shinichi empezaba a pensar que las bravuconadas de Clarissa y sus quejas de que los elfos eran superiores eran su intento de ocultar su miedo a la inminente perdición. Empezó a sentir un poco de pena por ella.

¿Pero qué debería hacer…?

Los elfos estaban decididos a alejar a los humanos. Su plan inicial de construir lentamente una relación amistosa era casi imposible.

“…No tengo otra opción. Vamos a arriesgarnos. Celes”, dijo.

“Sí”, respondió ella, comprendiendo inmediatamente sus planes. Disolvió la Ilusión que la cubría.

Cuando vieron sus oscuras y puntiagudas orejas, Clarissa y sus amigos soltaron un grito.

“¿Eres una elfa?”

“¡¿No somos los únicos?!”

Habían creído que no había otros fuera de su pequeña aldea. La visión de Celes fue una increíble sorpresa y ──un faro de esperanza para su salvación.

“Como pueden ver, hay otros. Obviamente, esto incluye a los hombres… Erm, hay hombres, ¿verdad?” preguntó Shinichi a Celes.

“Sí. Aunque yo soy el único elfo que ha salido a la superficie”.

“Lo que significa que estamos preparados para presentarte a unos verdaderos sementales”.

“¿Significa que no tengo que rogarle a ese idiota de rodillas para que se acueste conmigo? Es el único joven ── ¡y es tan engreído!” gritó uno de los elfos.

“¿Significa que no tengo que acostarme con ese viejo que ya tiene esposa e hijos? Es treinta años mayor que yo, ¡y sólo lo hice porque no somos parientes cercanos!”, exclamó la otra, con lágrimas en los ojos.

“…Sí, todo irá bien”, dijo Shinichi, agarrándose la sien ante la patética visión. Luego miró a Clarissa. “Supongo que tú también te verás obligada a casarte con alguien. Si eso es ──”

“…No lo tengo”, dijo ella.

“¿Qué?”

“¡He dicho que no tengo novio ni prometido ni nada!”, gritó, con los ojos llorosos.

“¿Qué quieres decir?”, preguntó Shinichi.

Las dos compañeras de Clarissa respondieron por ella torpemente.

“No hay nadie lo suficientemente distante en sangre…”

“Con quién está ni siquiera es un problema. Y como todo el mundo está fuera de la cuestión…”

“Ah, se ha puesto así de mal, ¿eh?”, dijo Shinichi.

Habían llegado a las últimas etapas en las que la diversidad en el acervo genético se había reducido realmente.

Con la baja tasa de natalidad de los hombres, había pocos solteros disponibles. Por desgracia, eso significaba que corría un alto riesgo de casarse con un pariente directo. Aunque se trataba de un pueblo diminuto que deseaba desesperadamente aumentar su población, todos los hombres la rechazaban porque no querían tener hijos malsanos.

“¡N-N-No te equivoques! ¡Ellos no me rechazaron! ¡Yo los rechacé a ellos!” se jactó Clarissa.

“Hacerse la dura no ayudará a tu situación…”, dijo Shinichi.

Por sus lágrimas, todos podían ver que estaba fingiendo, pero ella seguía insistiendo.

“¡Obviamente, los hombres están por debajo de mí! Al fin y al cabo, ¡me han puesto a cargo del superimportante trabajo de proteger la aldea de los pervertidos! ¿Por qué no les gustaría?”

“¿No crees que eso ha sido como quitarte de en medio?”, preguntó Shinichi.

Las rodillas de Clarissa se doblaron de repente. “¡Bien! ¡Lo entiendo! Es que soy totalmente indeseable…”

“¡Eso ha sido demasiado fácil!”, gritó Shinichi sorprendido.

Sus amigas se agacharon junto a Clarissa mientras lloraba y la envolvieron en un abrazo grupal.

“¡Clarissa, es imposible que eso sea cierto!”

“Sí, no escuches a este asqueroso humano”.

“Por eso odio a esos sucios asquerosos”, dijo Celes, uniendo fuerzas con los elfos de la luz.

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“Um, Celes… ¿Podrías por favor no ponerte de su lado?” Shinichi preguntó en broma, pero aún se sentía mal por herir a Clarissa. “Has lidiado con tu propia cuota de problemas, ¿eh?”

Supuso que su único sistema de apoyo provenía de sus padres y sus dos amigas. Todos los demás debían de ignorarla, porque ella no les servía para nada. Aun así, nunca se rindió a su desesperación, y siguió luchando por la seguridad de la aldea. Su resistencia debería haber sido alabada. Shinichi sintió pena por ella e intentó darle una palmadita en la espalda para animarla, pero ella le apartó la mano al instante.

“¡No necesito tu compasión, pedazo de mierda!”

“Tómatelo con calma. Te presentaré a un buen chico elfo. ¿De acuerdo?”

“¡No necesito a alguien así!” Ella seguía negando su buena voluntad, hasta el punto de que le dolía. Entonces, de repente, señaló a Celes. “¡Además, ese elfo de piel oscura está claro que no es lo mismo que nosotros!”.


“…Tsk”. Shinichi chasqueó la lengua por el hecho de que ella se fijara en algo tan insignificante, pero a pesar de ello sonrió, excusándose. “Eso no es cierto. Celes sólo está un poco bronceada por el sol”.

“…Cura todas las heridas, Full Healing“, dijo Clarissa con sospecha en los ojos. Dado que un bronceado era técnicamente un tipo de quemadura, era posible curarlo con magia.

Pero la piel oscura de Celes era genética, así que obviamente, no cambiaría nada.

“¡Mentiroso!”, grito Clarissa.

“Ugh. ¿Por qué tuvieron que juntarse tus neuronas ahora?” Shinichi gimió. Ni siquiera intentó ocultar su desprecio a Clarissa.

“Eres un elfo de piel oscura, ¿eh? ¡Acabo de recordar algo! He leído sobre tu clase en los libros── ¡sobre los legendarios elfos oscuros!”

“Sabía que sabrías algo sobre ellos…”, dijo Shinichi.

Los elfos oscuros estaban entre los demonios que la iglesia se empeñaba en destruir. No era extraño que los elfos de la luz, que eran sus parientes cercanos, conocieran su existencia. Y por lo que sabía Shinichi, las relaciones entre los elfos de la luz y los elfos oscuros no eran muy buenas, y por eso había ocultado su identidad al principio. Sin embargo, no había forma de evitar que acabara saliendo a la luz.

“Tienes razón”, admitió Shinichi. “Es una elfa oscura y──”

“¡Apuesto a que es una pervertida obscena!”, gritó Clarissa.

“¡¿Una pervertida… obscena?!” repitió Shinichi, sorprendido por la inesperada frase.

“¡¿Una qué?!” dijo Arian con los ojos muy abiertos.

Todos estaban sorprendidos.

Clarissa debió confundir su reacción como una confirmación de que estaba en lo cierto, porque hinchó su pecho plano con orgullo.

“Desde el momento en que vi tu frente excesivamente gordo, me sentí celosa──quiero decir, supe que eras una degenerada”.

“¡Cuanto más grandes son las tetas, más idiota es! ¿Por qué los chicos no pueden entenderlo?”, dijo una de sus amigas.

“¡Todo eso es para decir que estamos orgullosas de nuestras tetas planas! ¡Son prácticamente la prueba de que somos nobles elfas!”, gritó la otra.

“No hace falta llorar por ello”, consoló Shinichi mientras las tres elfas presumían lastimosamente de sus pechos planos.

“¡De todos modos, no queremos tener nada que ver con un sucio elfo oscuro! ¡Apuesto a que todos sus hombres son unos seres despreciables que nos venderán a un burdel cuando terminen de mancillarnos! ¡Como en las novelas eróticas!”.

“¡¿Todo lo que sabes viene del porno?!”, espetó Shinichi, pero el cerebro de Clarissa estaba demasiado lleno de fantasías sexuales como para darse cuenta.

“¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! Vete a casa y chúpale las tetas a tu elfo oscuro──¡o lo que sea! ¡No eres más que un hombre de tetas!”

“¡¿Cómo lo sabes?! Quiero decir, ¡eso no es relevante ahora mismo!” ladró Shinichi, repentinamente nervioso. Arian le lanzó una mirada triste.

En cuanto a Celes, que se llevó la peor parte de las bromas de todos──

“Oh Dragón Negro, que controlas la tierra de abajo, concédeme…” Comenzó a recitar el conjuro de su hechizo más poderoso, sin expresión, ya que estaba más allá de la rabia.

“¡Celes, sé cómo te sientes, pero por favor, cálmate!”, dijo Shinichi.


“¡Lo sabía; estabas mintiendo cuando dijiste que querías ser nuestros amigos!” gritó Clarissa.

“¡Todo esto es culpa tuya!”, replicó Shinichi. Miró a Clarissa, que no se daba cuenta de su participación en todo esto. Ahora estaba empezando a recitar su propio encantamiento para un hechizo de ataque. Cogió a Celes en contra de su voluntad, giró la cola y echó a correr.

Mientras huían, los otros dos elfos gritaron tras ellos.

“¡Espera, me parecen bien los elfos oscuros!”

“¡Si está bueno, es alto y le gusta hacer las tareas!”

“¡Cállate!”, gritó Shinichi a su vez, sintiéndose más molesto que nunca con los elfos prepotentes. Concentró toda su energía en correr lejos de ese lugar.

***

 

 

Cuando el grupo de Shinichi llegó a Oriens después de salir del bosque Cemetarium, se dirigieron directamente a la taberna.

“¡Hombre, lo de hoy ha sido increíble ──desde sus miradas heladas hasta sus implacables ataques! Todo esto ha sido posible porque la diosa Elazonia me ha bendecido con este cuerpo inmortal para que pueda saborear el dolor”, dijo el tabernero.

“Guarda tus elogios para otro momento. Hasta más tarde”. Shinichi se sacudió al dueño masoquista. El grupo se dirigió a su habitación en el segundo piso, cerró la puerta tras de sí, y finalmente tuvo la oportunidad de tomar un respiro.

“En serio… ¿Quién iba a pensar que los elfos serían arrogantes, depravados y estúpidos….?” dijo Shinichi.

“Ja, ja, ¿y si dejamos que el Dios del Mal se encargue de ellos?” preguntó Celes, con una sonrisa de oreja a oreja.

“Celes, tu modo de actuar da miedo…”, dijo Rino mansamente mientras la criada emanaba una vibra oscura.

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“¿Qué hacemos ahora?”, preguntó Arian.

Shinichi hizo una mueca. “Una cosa es segura: hemos agotado todos los medios de comunicación”.

“Pero parecía que les gustaba mucho la idea de los hombres elfos oscuros”.

“Sí, podríamos usar eso como moneda de cambio. Si somos muy pacientes, puede que al final nos dejen registrar la tumba, pero… no estoy seguro de poder mantener la calma todo el tiempo”. Shinichi suspiró.

“Uh, sí, eso es cierto”. Incluso Arian no podía negar eso. Si seguían insultándolos

  • o más específico a Shinichi ── por ser humana, no podía decir que no sacaría su espada contra ellos.

“Además, no tenemos tiempo para convencer a esos idiotas totalmente insensatos”, continuó.

Ya había pasado más de un mes desde que salieron del castillo del Rey Demonio en una misión para revelar la identidad de la Diosa Elazonia, ya que se habían centrado en difundir rumores y mentiras sobre el Dios del Mal durante el camino. Podrían mantener el alto el fuego con la iglesia durante más tiempo. Se trataba más bien de saber cuánto tiempo más podría aguantar el Rey Demonio sin ver a su amada hija.

“Nos hemos asegurado de teletransportarnos a él cada cinco días, pero cada vez está peor”, dijo Shinichi.

“No durará más de un mes”, adivinó Arian.

Todos suspiraron, recordando el estado del hiperpadre7, que se estaba consumiendo hasta convertirse en piel y huesos.

“Podríamos acelerar las cosas si recurriéramos al uso de la violencia…”, señaló Shinichi.

“Su Alteza estaría encantada de acabar con ellos. Sólo tenemos que pedirlo”, sugirió Celes.

“¿Tan ofendida te sentiste cuando te llamaron lasciva?”, preguntó Shinichi.

Parecía que le había dolido bastante. Le tendió un caramelo que había hecho sólo para estas situaciones.

“Estás muy equivocado si crees que puedes aplacarme con dulces”, dijo ella, metiéndose el caramelo en la boca.

“Me encanta cuando eres sincera y ansias comer dulces”.

“¡Shinichi, se me antoja algo dulce!” gritó Arian.

“¡A mi también!”, dijo Rino.

  • SB: Son esos padres que se preocupan por todo lo relacionado con su hijo/a

“Está bien. No se preocupen. Hay mucho para todas”, dijo Shinichi con una sonrisa torcida mientras entregaba caramelos a Arian y Rino, que estaban celosas. “Aunque Su Alteza se enfrentara a cien elfos, no perdería. Pero sería difícil evitar matarlos”.

Esto era diferente de cuando se enfrentaba a las tropas del Reino Jabalí.

Si el Rey Demonio dejaba los cuerpos de los elfos en una condición en la que pudieran ser resucitados, los otros elfos podrían simplemente devolverles la vida. Por supuesto, no podrían ejecutar un “ataque zombi” tan bien como los héroes. Pero sería difícil incluso para el Rey Demonio ejercer el control contra un poderoso enemigo.

“Los elfos son rudos al hablar, pero no creo que sean malos. Me da pena que no tengan chicos, y no quiero que les hagan nada terrible…”, explicó Rino.

“No te preocupes. No iremos por ahí matándonos unos a otros”, aseguró Shinichi con un movimiento de cabeza y una sonrisa.

Rino siempre sería una persona demasiado amable.

“Además”, continuó, “esos pervertidos se enfadarían si destruyéramos a sus preciosos elfos”.

“Muy cierto”, coincidió Celes, conteniendo su ira al imaginar a los humanos, despojados de su razón de vivir, cargando contra el mundo de los demonios en busca de elfos oscuros.

“De acuerdo. La negociación está descartada. También lo está el uso de la fuerza. Eso nos deja una sola opción”. Las comisuras de su boca se curvaron en una sonrisa. Arian y las chicas eran conscientes de que eso significaba que estaba preparando algún sucio plan.

“¿Qué has pensado esta vez?”, preguntó Arian.

“¿Sabes qué tipo de personas son las más fáciles de engañar?” Shinichi respondió con su propia pregunta.

“Eh… ¿Gente estúpida?”, contestó vacilante, agarrada por sorpresa.

La sonrisa de Shinichi se volvió aún más siniestra mientras negaba con la cabeza. “Por desgracia, la respuesta es en realidad son a los ‘intelectuales'”.

“¿En serio ──?”, se sorprendió Arian cuando Shinichi le dio una palmadita en el hombro antes de levantarse.

“Muy bien. Vamos a prepararnos. Te lo demostraré”. Utilizó Search para extraer la información necesaria de su cerebro, y luego salió de la habitación.

***

 


 

Les llevó un día entero terminar los preparativos. Shinichi volvió al bosque Cemetarium con Arian y Rino.

“Rino, ¿podrías usar la magia para amplificar nuestra conversación a todos los elfos de las profundidades del bosque?”, preguntó Shinichi.

“Sí, lo intentaré”, respondió ella, asintiendo antes de cerrar los ojos y concentrarse. “¿Puedo llamar su atención, por favor? Wide Link“.

Todo lo que entraba por los oídos de Rino se transmitía al bosque Cemetarium como una emisión de radio. De esta manera, aunque los elfos se retiraran, escucharían toda la conversación.

“Muy bien, vamos”. Shinichi respiró profundamente, se preparó y gritó hacia el bosque. “¡Hey, elfos! Abandonen su aldea y abandonen el bosque Cemetarium ──ahora mismo o enfrentense a una peligrosa catástrofe”.

Repitió el mensaje para suavizar cualquier malentendido. Los tres elfos del día anterior salieron rapidamente del bosque.

“¡¿Qué crees que estás haciendo, asqueroso?!”, gritó Clarissa.

“Ya te lo he dicho: Me llamo Shinichi Sotoyama, Clarissa”.

“¡No me llames por mi nombre!” Era tan molesta como siempre.

Shinichi repitió sus demandas, ya irritado. “Como he dicho, abandona tu aldea y deja el bosque… o enfréntate a tu peor pesadilla”.

“¡Ja! Como si un patético humano pudiera hacerle algo a los gloriosos elfos”.

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“Así que estás diciendo que no vas a negociar”.

“Nunca íbamos a negociar con los humanos. ¿Entendido? ¡Sólo dinos dónde están los elfos oscuros y piérdete!”

“¡Prácticamente estás rogando reunirte con nosotros!” Estaba empezando a tener un dolor de cabeza. Shinichi envió un mensaje telepático al cielo: “Celes, hagamos eso”.

“Entendido”.

Antes de que esto empezara, la elfa oscura había volado por encima de las nubes, planeando a seis millas de altura. Shinichi le había explicado que necesitaría usar magia para compensar la disminución de los niveles de oxígeno y para mantener su temperatura corporal. Es decir, ella gastaba magia más rápido de lo que lo haría en el suelo, y él no quería que ella tuviera que permanecer allí arriba por mucho tiempo.





“Confirmando objetivo“. Celes lanzó Telescope para mirar hacia la Tierra, localizando la aldea de los elfos. Lanzó su siguiente hechizo para que no cayera directamente sobre el asentamiento.

“Apport”.

Frente a ella apareció un gigantesco pilar de piedra, tres veces más largo que ella. La gravedad tiró de él hacia abajo, y se estrelló en el bosque cercano a la aldea. Rino utilizó Protección para fortalecer el pilar y evitar que se rompiera con el impacto. En su lugar, levantó arena y tierra al atravesar el suelo con un estruendoso choque.

“¡¿Q-Qu-Qué ha sido eso?!”, tartamudeó Clarissa.

“Hemos lanzado una columna de hormonas ambientales cerca de tu pueblo”, explicó Shinichi mientras Clarissa entraba en pánico. Un momento después, un segundo y un tercer pilar se estrellaron en el bosque, rociando de tierra sus alrededores.

“¿Hormonas ambientales?”, preguntó ella.

“Ese no es el término científico. La frase correcta es disruptor endocrino… Pero es imposible que un elfo inteligente no lo sepa, ¿verdad?”.

Clarissa rompió a sudar frío al ser preguntada por esto y evitó hacer contacto visual.

“¡C-C-Claro que lo sé! Verás, es una… sustancia mala que se mete en tu cuerpo…”

“Exactamente. Es una sustancia muy peligrosa que altera los efectos de las hormonas, que son necesarias para normalizar el cuerpo de un ser vivo.”

“¿Ves? Es obvio que nosotros conocemos las hormonas ambientales──¡Espera! ¿¡Una sustancia peligrosa!?” gritó Clarissa, dejando escapar un chillido tras dejarse llevar por el orgullo.

Observándola estaba Shinichi con su habitual sonrisa de satisfacción.

“Y he utilizado el peor veneno de entre todas las hormonas ambientales: la dioxina”.

Dioxina…”, repitió Clarissa con un trago.

No sabía lo que era. Lo que estaba frente a ella era un humano que tenía más conocimientos que los elfos. Estaba lo suficientemente seguro de sus afirmaciones como para que ella creyera que se trataba de un terrible veneno.

“Los organismos expuestos a la dioxina experimentan una grave alteración de sus hormonas. Los primeros síntomas son la pérdida de cabello y el aumento extremo de peso. En esencia, se convierten en gordos calvos”.

“¡Aaah!”, gritaron Clarissa y sus dos amigas. Los elfos se sentían muy orgullosos de su apariencia. Perder el control de la misma era una perspectiva aterradora para ellos.

“Pero ese no es el peor efecto. Tienes un mayor riesgo de padecer cáncer. La eficiencia del sistema inmunológico disminuye, haciendo que los afectados contraigan enfermedades más fácilmente. Y… disminuye la fertilidad de la población, lo que se traduce en una menor tasa de natalidad──y los bebés rara vez nacen sanos”, concluyó Shinichi. Era literalmente una sentencia de muerte para los elfos, que ya se tambaleaban al borde de la destrucción. “Hay suficiente dioxina como para que los contaminantes lleguen aquí rápidamente. Ustedes tres deberían huir”.

“¡Eres inhumano!”

“¿Pensé que era alguien inutil?”

“¡No me refería a eso!” gritó Clarissa mientras Shinichi se hacía el tonto. Su cara se puso pálida. Sus dos compañeros elfos temblaban de terror.

“¡Esto es malo! ¡No tenemos otra opción! ¡Tenemos que abandonar la aldea!”, gritó una.

“¡No! ¡Si lo hacemos, él gana!” respondió Clarissa, más aterrada de perder contra un humano que de la dioxina. Se plantó mientras sus pies temblaban. “¡A-A-Además, todo es un engaño! ¡No me voy a dejar engañar!”.

“Je-je-je, ¿entonces por qué no usas el Detector de Mentiras?” provocó Shinichi.

“Eh…”

“¿Qué? ¿No puedes usar la magia para detectar mentiras?”

“¡Claro que puedo!”, gritó Clarissa, lanzando inmediatamente el hechizo. “Mis oídos no permitirán ningún engaño. Detector de mentiras“.

Esa magia en particular agudizaba sus sentidos, permitiéndole detectar ligeros temblores en la voz, aumento de la temperatura corporal y otros factores asociados a las mentiras. Shinichi observó hasta que ella hubo completado el hechizo antes de repetirlo.

“La dioxina es un veneno peligroso que causa un gran daño a la salud de un organismo e introduce anomalías en sus índices de fertilidad. Hemos puesto dioxina en esos pilares y los hemos disparado al suelo cerca de la aldea de los elfos”.

“…¿Es… cierto?”, gimió Clarissa sorprendida. Su Detector de Mentiras no había detectado nada──prueba de que Shinichi no estaba mintiendo.

“Te lo dije”. Shinichi le mostró una expresión triste y compasiva, aunque prácticamente tenía ganas de sacar la lengua y reírse de ellos. De hecho, no había dicho ninguna mentira, pero tampoco había expresado toda la verdad.

Es cierto que la dioxina es un veneno mortal. El agente naranja, un herbicida y defoliante utilizado por los Estados Unidos durante la guerra de Vietnam, contenía un tipo de dioxina.

Era un arma química aterradora, mil veces más tóxica que el cianuro──masas de personas siguieron sufriendo sus consecuencias.

Pero nunca dije que usaría ese tipo.

La palabra dioxina abarcaba un grupo de más de doscientas sustancias. No todas eran lo suficientemente tóxicas como para ser utilizadas como defoliantes. Shinichi había fabricado esta sustancia quemando una de las pocas cosas que había traído de la Tierra──el cloruro de vinilo de la correa de su smartphone. No era muy tóxico para los humanos, y no había suficiente cantidad como para tener efectos negativos.

Cuando dije que “pusimos dioxina en esos pilares”, nunca dije que aplicáramos la suficiente como para arriesgar sus vidas. Técnicamente, nunca mentí.

Los elfos escucharon su explicación y ellos mismos asumieron que era peligroso.

Además, la dioxina normalmente sólo tiene efectos negativos si se ingiere.

Clavar esos pilares en la tierra no supondría ningún daño inmediato para la salud.

Sin embargo, los elfos volvieron a confundir su significado, asumiendo que la dioxina era como una maldición de la que nunca podrían escapar.

Puede que haya provocado su miedo. Pero nunca mentí.

Antes de esto, había confirmado a través de pruebas con Celes que el Detector de Mentiras puede encontrar mentiras, pero no podía garantizar que lo que el hablante dijera fuera la verdad. Los elfos no eran conscientes de ese hecho. Creían ciegamente en el poder de su magia. Y eso trajo su perdición.

Su conocimiento y sabiduría avanzados eran suficientes para que entendieran la química ── pero hasta cierto punto.

Una persona completamente ignorante lo habría desechado con: “Bueno, nunca he oído hablar de la dioxina” o “Es imposible que eso sea real”.

“¡Pensar que fueron engañados por un humilde humano porque son unos elfos muy inteligentes! ¡Jejejeje!”.

“Eres el peor hombre que he conocido”, dijo Celes desde el cielo, pero Shinichi la ignoró mientras miraba a Clarissa y sus amigas antes de poner el último clavo en su ataúd.

“Mira, deberías huir tan rápido como puedas──o acabarás así“. Agarró un mechón de su propio pelo negro con la mano derecha y se lo arrancó de un tirón. La peluca había ocultado una brillante calvicie causada por el envenenamiento con dioxina (que era lo que él quería que creyeran, pero en realidad sólo se lo había afeitado).

“””¡Aaaaaaahhh-!””” gritaron los tres elfos, alejándose a toda prisa con el bosque de Cemetarium detrás de ellos. Escuchando atentamente, Shinichi pudo oír los gritos de los otros elfos más adentro de la aldea. Parecía que estaban abandonando el asentamiento, corriendo por sus vidas.

“Es suficiente, Rino”, dijo Shinichi.

“Muy bien”. Cortó el Wide Link antes de tirar de la manga de Shinichi, pidiéndole que se agachara. “Te curaré el pelo”.

“Gracias. Está sorprendentemente frío”.

“Pero creo que es bastante bonito. Te pareces a papá”.

Shinichi se pasó la mano por la cabeza lisa con una sonrisa dolorosa. Rino sonrió, levantando las manos y recitando el conjuro.

“Hazlo bonito y esponjoso de nuevo. Full Healing“.

Su poder bañó su cabeza, acelerando el crecimiento de los folículos para que los pelos crecieran más rápido.

“La magia es tan conveniente. Nunca tienes que preocuparte por si te cortan el pelo y te lo dejan en muy mal estado”, dijo Shinichi.

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“Por eso no dudaste en afeitarte todo el pelo, pero no sé si esto…”. Arian suspiró, a la vez aliviada por ver que Shinichi volvía a tener su pelo normal y exasperada con él. Miró en la dirección en la que corrían los elfos. “Mientes tan bien como el Dios del Mal”.

“Eso es un insulto. Para el Dios del Mal”. Celes se disgustó, dándole la razón a Arian mientras tocaba el suelo.

“Oye, he conseguido nuestros objetivos sin hacerle daño a nadie. Deberías darle las gracias a este amable mentiroso”.

“Tengo razones para creer que has dejado a los elfos con serias cicatrices psicológicas”, replicó ella.

Shinichi se dio una palmadita en la espalda, ignorándola por completo, y comenzó a caminar hacia la aldea de los elfos.

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