Seiken Gakuin No Maken Tsukai (NL)
Volumen 5
Capitulo 2: La Voz De La Diosa
Central Garden era el núcleo del Séptimo Assault Garden, el corazón de esta enorme ciudad-isla artificial. También era donde se encontraba la Academia Excalibur. A lo largo de la zona se habían establecido numerosas instalaciones de ocio para satisfacer las necesidades de los estudiantes que pasaban sus días entrenando arduamente. Asimismo, se habían instalado grandes centros comerciales integrados. Estadios y diversos pabellones deportivos también se extendían por el distrito. Centros de juegos, boutiques, tiendas de ropa, restaurantes…
También había establecimientos similares en el campus de la Academia Excalibur, pero muchos estudiantes preferían pasar su tiempo en Central Garden. En contraste con la reciente tormenta, el cielo azul se encontraba despejado hoy.
Entre los estudiantes que se aglomeraban en las calles, la principal causante de la reciente tempestad se paseaba, segura de sí misma y con confianza. Su hermosa cabellera carmesí la seguía mientras caminaba, provocando las miradas de los transeúntes.
“Hmm. ¿Así que este es el aspecto de las ciudadelas de los humanos en la actualidad? Ciertamente, las cosas han cambiado».
Veira miraba a derecha e izquierda los rascacielos con un helado de chocolate y menta en una mano. Llevaba unos pantalones vaqueros cortos y una blusa blanca. Leonis le había comprado este conjunto en una de las tiendas de ropa cercanas.
No hacía mucho que Leonis había entrado en la Academia Excalibur, así que no tenía muchos créditos a su nombre. Eso había hecho que la compra fuera bastante dolorosa. Sin embargo, no podía tener a Veira deambulando por la ciudad con su atuendo semidesnudo.
Leonis se acercó a ella y le susurró al oído: “¿No vas a esconder tus cuernos?”
“¿Qué? No. Los cuernos de un Dragón son su orgullo. De hecho, quiero hacerlos más largos…” El Rey Demonio Dragón puntuó esto dándole alegremente una lamida a su helado.
Leonis se recordó a sí mismo que en la isla vivían semihumanos, por lo que Veira no sobresalía demasiado… Y en el peor de los casos, podía alegar que los cuernos eran una especie de moda.
Veira miró hacia la calle y ladeó la cabeza con curiosidad. “¿Qué hace eso ahí?” Preguntó.
Los edificios que tenían delante estaban delimitados con cinta adhesiva, y detrás del bloqueo, un gran vehículo remolcaba una montaña de escombros.
“La tormenta que ocasionaste ayer destruyó algunos de los edificios”. Leonis respondió secamente.
“¿En serio? Son más frágiles de lo que parecen”.
“No creo que existan muchos edificios que puedan resistir los torbellinos del Rey Dragón”.
“Supongo que es cierto”.
Leonis miró fijamente a Veira, que no parecía disculparse en lo más mínimo. Afortunadamente, el Séptimo Assault Garden había sido rápidamente alertado de la situación y había entrado de inmediato en su primera forma de combate. Trasladó la mayoría de los edificios bajo tierra y fuera de peligro, por lo que muchas estructuras resultaron ilesas. El Sexto Assault Garden, que estaba acoplado al Séptimo, se llevó la peor parte de los daños.
“Sin embargo, es todo un espectáculo”. Comentó Veira. “¿Una raza diminuta que no puede respirar fuego ni surcar los cielos haciendo este tipo de ciudad? Es digno de elogio”.
“Me sorprendió lo mucho que ha avanzado la tecnología mágica de la humanidad. Es un mundo de diferencia en comparación con hace mil años”. Leonis respondió.
“Sin embargo, aunque han avanzado en algunos aspectos, la hechicería está prácticamente extinta… ¿Verdad?”
Leonis asintió. “Así es. Aunque tal vez sea natural. Con el desarrollo de la tecnología, el aprendizaje de la hechicería antigua se ha vuelto innecesario. Después de todo, se necesita mucho tiempo y talento para manejarla”.
Dominar incluso hechizos elementales como el Diálogo Itinerante exigía una aptitud considerable. En comparación con eso, utilizar pequeños terminales de comunicación con forma de pendiente era mucho más sencillo.
Hasta donde Leonis había investigado, los rápidos avances de la tecnología mágica comenzaron hace aproximadamente 180 años, cuando el gobierno que precedió al Imperio Integrado experimentó una revolución industrial.
De hecho, la construcción de los Assault Gardens había comenzado antes de la invasión del Vacío, hace sesenta y cuatro años.
(Es casi como si hubieran predicho la invasión de los Void).
¿Qué había provocado ese repentino salto hacia adelante…? Leonis aún no podía formular una respuesta definitiva.
“Y esta ciudad puede incluso moverse por el océano, ¿verdad?” Preguntó Veira.
“Sí, aunque el horno de mana que utilizaba para moverse fue destruido cuando luché contra Arakael, así que actualmente está en reparación”.
“¿Entonces por qué estás instruyéndome? Tú también has destrozado este lugar”. Comentó Veira con el ceño fruncido. “¿Puede volar?”
“No, no puede”.
Lyseria le había dicho a Leonis que el Noveno Assault Garden, que actualmente estaba en construcción en la capital, iba a ser de menor escala y tendría algunas capacidades limitadas de aviación.
“Eso significa que mi Azure Hold es superior”. Proclamó Veira.
“Sin embargo, el Dragón Divino la destruyó”. Desestimó Leonis. “Si me preguntas, el Castillo del Otro Mundo de Azra-Ael era mucho más amenazante, ya que podía entrar y salir por fases de donde quisiera”.
Veira hizo un mohín. “No es una comparación justa. Hablando de eso, tu base estaba por aquí, ¿no?”
Malhumorado, Leonis negó con la cabeza. “Necrozoa fue destruida. Puede que las ruinas subterráneas aún permanezcan, pero…”
El Rey No Muerto se vio interrumpido de repente cuando un vehículo descapotable se detuvo junto a él y Veira.
“… ¿?”
“Hola, preciosa. ¿Quieres venir con nosotros a dar un paseo?”
Sentados en el interior había tres jóvenes vestidos con uniformes de la Academia Excalibur… alumnos de último curso. Sus miradas recorrieron bruscamente las torneadas extremidades de Veira.
“¿Qué están haciendo, Leo?” Preguntó Veira.
“Coqueteando contigo”. Respondió Leonis rápidamente.
Si hubieran estado intentando ligar con Lyseria, Leonis habría utilizado su Aura de la Muerte para infundir tanto terror en sus corazones que la otra vida parecería una dulce escapada. Sin embargo, se trataba de Veira, así que no le importaba.
“Vamos, andar con nosotros tiene que ser más divertido que tener que cuidar a este niño”. Dijo uno de los chicos.
“Oye, no lo sabes, tal vez sea su hermanito”. Otro alumno comentó. “No hay problema, él también puede venir con nosotros”.
“Hmm”. Veira tarareó con frío desinterés. “Vaya descaro que tienen. ¿Meros humanos, excitados de lujuria por mí?” Sus ojos dorados brillaron amenazantes.
“H-Hey, Veira”. Susurró Leonis, asustado por la peligrosa sensación que desprendía.
El Rey Demonio Dragón se había visto obligado a deshacerse de su cuerpo, corrompido por los Void como estaba, y había perdido la mayor parte de su poder. Sin embargo, incluso en este estado, poseía fuerza más que suficiente para arrasar la zona. Y, de hecho, sólo esta pequeña muestra de ira fue suficiente para…
*¡Bang!*
… Hacer que el capó del vehículo explotara ruidosamente.
“¡Eeeeeek!”
Los jóvenes se alejaron en medio del pánico, aterrorizados por la abrupta explosión.
“… Te dije que no causaras ningún estrago”. Le reprendió Leonis, malhumorado.
Veira se encogió de hombros, con las manos en la cintura. “Oh, vamos. Por respeto a ti, no los he reducido a cenizas”.
“… Tch, salgamos de aquí antes de que aparezcan los guardias de la ciudad”.
Decidió Leonis, tirando del brazo de Veira y obligándola a correr.
“¿Qué, ahora jugamos al escondite?” Se rió Veira con una sonrisa diabólica.
“… ¡Aww, estoy perdiendo de vista a Leo-kun!”
“No se preocupe. Lo estoy rastreando por su terminal”.
Dos pequeñas sombras se escondían detrás de los edificios cercanos mientras observaban aquella pequeña explosión; una noble y su sirvienta, Lyseria y Regina.
Todo comenzó hace treinta minutos. Leonis no salía de su habitación y las dos empezaron a sospechar. Así, haciendo uso de su autoridad como tutora legal de Leonis, Lyseria utilizó su llave maestra para entrar en su habitación… sólo para encontrarla vacía, con la ventana abierta.
“¡Oh, no, Regina! ¡Han secuestrado a Leo-kun!”
“Tranquilícese, Seria ojou-sama, podemos comprobar dónde está usando la función de tutor del terminal”.
Gracias a Regina, fueron capaces de seguir a Leonis en un vehículo. Sin embargo, basándose en la situación, ciertamente no parecía un secuestro.
“Pareciera que… estuvieran en una cita”. Murmuró Lyseria sombríamente.
“Si tuviera que decirlo, parecen más bien hermanos”. Comentó Regina.
“¡Pero yo soy la hermana mayor aquí!” Protestó Lyseria.
“¿Por qué actúa como si fuera una competencia? Además, ¿quién es esa chica?”
“No lo sé. Leo-kun sólo dijo que es una vieja amiga…”
“Hmm… Es un niño de diez años. ¿Ha vivido lo suficiente como para tener viejos amigos?” Se preguntó Regina con suspicacia. “Bueno, de todos modos, no parece que lo haya secuestrado, así que eso es bueno”.
“¡N-No, no lo es!” Se quejó Lyseria. “Soy la tutora de Leo-kun; ¡tengo que asegurarme de que esta conocida suya no sea una mala influencia!”
“Sí, sí, lo que usted diga, Seria ojou-sama…” Murmuró Regina, mirando su terminal. “Oh, están entrando en un centro comercial”.
“¡Vamos tras ellos!” Sin esperar respuesta, Lyseria arrancó a toda prisa. “¡Ah, Seria ojou-sama, espéreme…!”
El segundo bloque del Séptimo Assault Garden era conocido como Old Town09. A diferencia de los altos edificios de Central Garden, era una zona reducida y estrecha, llena de modestas residencias de madera. La mayoría de sus habitantes vestían con ropas algo extrañas que parecían faldas largas. Era la vestimenta tradicional de la Orquídea Sakura, una orgullosa nación insular que existía frente a la costa del continente desde hace trescientos años.
Algunos de los bloques del Séptimo Assault Garden se utilizaban como instalaciones de reubicación para los refugiados que habían perdido sus hogares a causa de la invasión del Vacío. Old Town era uno de esos lugares.
Caminando por esta exótica parte del Séptimo había una adolescente y un gran perro.
“Lo siento, Fluffymaru, pero las normas dicen que tengo que llevarte con correa durante los paseos”. Dijo la joven de cabello azul en tono de disculpa, sosteniendo la correa en cuestión.
“¡Woof!” El canino negro le ladró en respuesta.
Sakuya Sieglinde era una chica que provenía de la Orquídea Sakura. Era el as atacante del Decimoctavo Pelotón y tenía el récord de matanza de grandes especímenes del Vacío. Recientemente, había comenzado a pasear por esta zona, su segundo hogar, a un perro callejero que había descubierto merodeando cerca de la residencia de Hræsvelgr.
“No puedo dejarlo entrar en los dormitorios, pero tal vez pueda tenerlo aquí en la residencia”.
Sakuya se detuvo en silencio frente al enorme portón que impedía la entrada a una estructura imponente. Lo empujó y cedió con sorprendente facilidad. La estructura de acero parecía vieja, pero contaba con un sistema de autentificación biométrica impulsado por el mana.
Sakuya entró en el recinto, donde un jardín al estilo de la Orquídea Sakura, repleto de vegetación, la recibió. No se trataba de árboles ambientalmente modificados que consumían agua filtrada del océano, sino de árboles naturales trasplantados que crecían en los campos y montañas de la Orquídea Sakura. Tenían un aire diferente al de los arbustos artificiales.
“Espera un momento. Voy a hablar con Raiou-sama”. Explicó Sakuya, atando la correa alrededor de uno de los árboles.
El perro se echó obedientemente al suelo.
“Buen chico…” Sakuya le dio unas suaves palmaditas en la cabeza al animal.
Justo cuando estaba a punto de entrar en la residencia propiamente dicha…
“¡Prepárese, Hime10…!”
“¡Prepáreseeeeeeeeef!”
… El suelo alrededor se levantó de repente, y dos pequeñas figuras vestidas de negro salieron con katanas en la mano.
“¡Espada sagrada, Activate… ¡Raikirimaru!”
Sakuya invocó rápidamente su Espada Sagrada, manifestando la katana que representaba su poder interior. Una hoja envuelta en zarcillos de electricidad tomó forma en sus manos.
“¡Destello Relámpago!”
Sakuya dio un ligero pisotón en el suelo y luego se desvaneció como una nube de humo. Las espadas de sus dos asaltantes sólo captaron aire vacío. Los relámpagos chispearon contra sus espadas, dejando un aroma carbonizado e ionizado. Sakuya había saltado por detrás del par de asaltantes en un abrir y cerrar de ojos.
“La primera etapa de la aceleración. Un poco más lenta que el sonido, diría yo”.
Raikirimaru atravesó el aire con un destello, arrancando las katanas de las dos atacantes de sus manos. El dúo miró con asombro.
“… ¡!”
“¡No puede ser!”
“¡Eika, Kuroyuki, es suficiente!” Una voz atronadora resonó en el patio, y los dos de negro se congelaron. Un anciano de pelo blanco había aparecido frente a la finca. “Ha mejorado, Hime…”
“Ha pasado tiempo, Raiou-sama”. Contestó Sakuya, haciendo desaparecer su Espada Sagrada mientras inclinaba la cabeza respetuosamente hacia él.
“En verdad, cada día se parece más a Setsura-sama”.
Sentado en un pórtico ante el gran lago del jardín, el hombre de cabello blanco, Raiou, sonreía afectuosamente mientras contemplaba a Sakuya sorbiendo té.
“¿En serio? Puede que me haya dejado crecer un poco el cabello…” Contestó Sakuya mientras dejaba en silencio la taza de té en el suelo. “Pero Setsura era muy bonita”.
“¡Usted también lo es, Hime!”
“¡Sí, así es!”
Las dos chicas que habían atacado antes a Sakuya ahora ofrecían con entusiasmo sus elogios. Eika y Kuroyuki eran hijas de los Murakumo, un clan de sirvientes armados que servían a la Casa Real de la Orquídea Sakura. Raiou las había acogido después de que perdieran a sus padres a causa de los Void.
El propio Raiou era un sirviente de la antigua Casa Real, y había sido el instructor de Sakuya en el manejo de la espada desde que era joven. Sin embargo, Sakuya había despertado su Espada Sagrada y se había vuelto más fuerte que él, pero seguía frecuentando su residencia de vez en cuando para solicitar su tutela.
“A propósito, Hime, ¿qué pasa con ese perro de allí?” Preguntó Raiou, mirando a Blackas, que estaba tumbado en la veranda.
“Oh, ese es Fluffymaru el Negro”.
“¡Woof, woof!”
“Heh, heh, heh. Te gusta ese nombre, ¿verdad?”
Blackas negó con la cabeza, haciendo que Sakuya lo acariciara suavemente.
“¿N-No muerde?”
“¿N-No ladra?”
Eika y Kuroyuki hicieron sus preguntas con evidente curiosidad.
Sakuya asintió. “No se preocupen. Es sorprendentemente dócil. Toma, come esto”. Levantó suavemente una bola de arroz frente a la nariz de Blackas. El perro la olfateó un par de veces antes de masticar la comida con sus grandes mandíbulas.
“Hmm, a mí me parece menos que un perro y más como un lobo digno”. Comentó Raiou en voz baja, aparentemente impresionado con el animal, antes de volver su mirada a Sakuya. “¿Así que vienes a mí con alguna pregunta sobre esta bestia?”
“Me he estado preguntando si podría cuidar a Fluffymaru el Negro aquí en esta finca. Mantenerlo en los dormitorios de la academia es un poco problemático”. Explicó Sakuya.
“No me importa, pero…” Los ojos de Raiou se entrecerraron mientras miraba fijamente a los dorados de Blackas.
Inquietándose un poco, Sakuya preguntó: “¿Raiou-sama?”
Tras una breve pausa, Raiou levantó la vista y negó con la cabeza.
“Si me permite el atrevimiento, Hime, no creo que haya alguien que pueda aspirar a poseer a esta orgullosa criatura”.
“… ¿Eh?” Sakuya se giró para mirar a Blackas, con una expresión que delataba sorpresa.
“Estoy seguro de que este lobo es un rey nato. Tiene el semblante de un soberano”. Afirmó Raiou.
“… Ya veo”. Murmuró Sakuya. “No eras un simple perro salvaje, ¿verdad, Fluffymaru?”
“Woof”. Blackas asintió solemnemente.
Desde su infancia, Sakuya siempre había confiado en la opinión y perspectiva de Raiou. Así que, si él decía que ella no podía aspirar a ser dueña de este animal, era incuestionablemente cierto.
“Muy bien. Entonces simplemente haré lo que pueda para protegerte de la patrulla de caza de la academia”. Declaró Sakuya, acariciando suavemente la espalda de Blackas.
Raiou entonces le dirigió una mirada aguda. “Hime. Ciertamente, ¿no ha venido aquí sólo para eso?”
“No”. Admitió Sakuya. “Tenía el presentimiento de que usted se daría cuenta”.
Raiou miró a Eika y Kuroyuki, pidiéndoles sin palabras que se fueran. Las dos obedecieron en silencio.
Tras un respiro, Sakuya comenzó a explicar. “Parece que están empezando a aparecer personas con el mismo poder que yo”.
“… ¿El mismo poder que usted, Hime?”
“Sí. Espadas Demoníacas”.
Las Espadas Demoníacas eran un poder diferente al otorgado por el planeta, las Espadas Sagradas. Albergaban una fuerza oscura y diabólica. Sakuya llegó a obtener una cuando tenía seis años.
Nunca olvidaría cómo sucedió. Fue el mismo día en que los Void destruyeron la Orquídea Sakura. El corazón de Sakuya ardía de rabia por la pérdida de sus padres y su hermana, y fue entonces cuando alguien apareció ante ella. Una sombra espeluznante que se hacía llamar el Apóstol de la Diosa.
El espectro le tendió la mano a Sakuya y le dijo: Si deseas poder, abraza el vacío.
Aunque parezca extraño, Sakuya no sintió miedo. No era una cuestión de sí o no, pues no había razón para negar la oferta. Y ese día, a Sakuya se le había concedido el poder de una Espada Demoníaca y se convirtió en una vengativa y demoníaca espadachina.
Empuñar el arma había corrompido gradualmente su cuerpo con el poder de los Void. Pero aun sabiendo esto, Sakuya se sometió y utilizó la fuerza de la Espada Demoníaca para cortar a los Void.
(Necesito toda la fuerza que pueda reunir, si voy a matar a ese hombre).
El hombre que le arrebató a sus padres, a su hermana y a su tierra natal se hacía llamar Shardark, Lord del Vacío, un Void humanoide.
Al ver la luz fría y aguda que llenaba los ojos de Sakuya, Raiou la miró con una expresión de dolor. “Lo entiendo. Los Murakumo pondremos todo nuestro empeño en investigar los rumores”.
“Gracias. Se lo agradezco”. Sakuya inclinó la cabeza ante el anciano. Mientras los dos seguían hablando sobre el asunto, el lobo negro sentado en la veranda escuchaba, con sus orejas erguidas para prestar atención.
Dejando atrás a su hermana, Elfine regresó al Séptimo Assault Garden y llamó a un individuo en particular. Decidieron reunirse en una cafetería de un gran edificio comercial en Central Garden. A esas horas había poca gente sentada en las mesas, por lo que Elfine no tuvo que preocuparse por ser escuchada.
El dispositivo de almacenamiento que le dio su hermana estaba lleno de detalles sobre los experimentos que la Compañía Phillet estaba llevando a cabo en cooperación con los militares.
(Forzar la evolución del poder de las Espadas Sagradas para permitir a la humanidad trascender a su segunda fase…)
Según los datos, la Compañía Phillet estaba administrando medicamentos a los sujetos y había estado realizando múltiples pruebas, incluyendo manipulaciones mentales. Estos procedimientos llegaron a destrozar la psique de los sujetos más allá de toda reparación. Al final, los experimentos no dieron los resultados deseados.
(Esto es claramente una locura).
El poder de una Espada Sagrada estaba ligado al alma y la psique de su portador. Cuando un espadachín sagrado maduraba, también lo hacía su arma. Sin embargo, lo contrario también era cierto. Un incidente traumático podía hacer que uno perdiera algunas o todas las habilidades de su Espada Sagrada.
(Yo soy el ejemplo perfecto de eso). Pensó Elfine con una sonrisa de autodesprecio. Cogió su vaso de agua.
“¿Te he hecho esperar?”
Elfine se giró ante la pregunta. Allí se encontró con un joven alto de cabello corto y pelirrojo. Era Liat Guinness, el Espadachín Sagrado que había sido enviado por la Academia Excalibur al Sexto Assault Garden, y que recientemente había sido relevado de esa tarea. Había acompañado a la expedición a la tundra, vigilando a los que excavaban el bloque de hielo.
Seis meses atrás, había sido el capitán del Séptimo Pelotón. El mismo pelotón del que también Elfine había formado parte. Lo había visto por última vez durante el Festival de la Luz Sagrada.
“Siento haberte llamado así de la nada”. Elfine se disculpó.
“No pasa nada. Todavía me veo como tu capitán”.
“Gracias”.
Liat se sentó en el asiento opuesto al de Elfine. “Entonces, ¿qué es lo que querías preguntarme?”
“Sí…” Elfine respiró profundamente antes de continuar. “¿Te has enterado de los recientes incidentes de las Espadas Sagradas fuera de control en la academia?”.
La expresión de Liat se puso rígida por un momento. “… ¿Dónde te has enterado de eso?”
“¿Por quién me tomas?” Preguntó Elfine secamente.
“La bruja del séptimo pelotón… que todo lo ve. Así es como te llamábamos”.
Respondió Liat, encogiéndose de hombros como si se hubiera rendido.
Alguien había retomado los experimentos del fallido Proyecto D y los había continuado aquí, en el Séptimo Assault Garden, dentro de la Academia Excalibur.
Para confirmar lo que su hermana le había dicho, Elfine había utilizado el Astral Garden para acceder a la Oficina Administrativa y analizar los datos. Entonces descubrió que las Espadas Sagradas de varios estudiantes se habían salido de control en las últimas semanas por razones desconocidas.
Elfine supuso que, como parte del Comité Ejecutivo, Liat podría estar al tanto de algo. Evidentemente, su corazonada era correcta.
“Sí, ha habido más de un suceso recientemente en el que los estudiantes han perdido el control de sus Espadas Sagradas. Se nos informó en el Comité Ejecutivo”.
“¿Y la Oficina Administrativa no va a hacerlo público?”
“No. Sólo causaría una preocupación innecesaria entre los civiles”.
“Cierto…” Elfine podía entender esa decisión. Los Espadachines Sagrados tenían que ser vistos como héroes que defendían a la gente de los Void. Perder esa confianza podría inspirar grandes disturbios civiles.
“¿La Oficina ha determinado la causa detrás de esto?” Preguntó Elfine.
“Dicen que actualmente está bajo investigación. No conozco los detalles. Después de todo, hasta hace poco estaba asignado al Sexto. Algunos especulan que se trata de un shock mental por haber presenciado Estampidas, o tal vez las secuelas de un ataque mental del Vacío”.
Hace aproximadamente dos meses, el Séptimo Assault Garden había superado una Estampida del Vacío. Para muchos estudiantes, fue su primera batalla real contra los Void. A la luz de eso, que aumentaran las emociones inestables no era nada de sorprender.
“Eso me recuerda…” Liat comenzó. “Todos los que perdieron el control dijeron algo acerca de escuchar una voz”.
Elfine frunció el ceño. “… ¿Una voz?”
“Sí, decían que una diosa les hablaba en sus mentes”.
“La voz… de una diosa…”
“Las alucinaciones auditivas podrían ser un síntoma. Pero eso es todo lo que sé. Y estoy seguro de que no hace falta que te lo diga, pero todo esto es información confidencial para el Comité Ejecutivo”.
“Sí, soy consciente. Gracias, Liat”. Respondió Elfine, inclinando la cabeza hacia él con gratitud.
(Así que la Oficina Administrativa de la Academia Excalibur está involucrada en el Proyecto D, pero…). La diosa que mencionó Liat pesaba en la mente de Elfine. (Tendré que indagar un poco más y ver si la Compañía Phillet sigue conectada).
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