Seiken Gakuin No Maken Tsukai (NL)
Volumen 3
Capitulo 7: La Mansion Christaría
“El túnel de la vía ferroviaria subterránea que lleva a Central Garden debería estar más adelante”. Dijo Lyseria, señalando en el mapa que aparecía en su terminal.
Era una ruta directa que pasaba justo por debajo del puente de enlace con el Pabellón Administrativo del Assault Garden.
“¿No podemos tomar el tren subterráneo?” Preguntó Leonis.
“Leo-kun, no es lo mismo que operar otros vehículos”. Le reprendió Lyseria, levantando su dedo índice con una sonrisa engreída.
Evidentemente, el Rey Demonio había preguntado algo extraño.
“Recorreremos las vías a pie”. Decidió Lyseria. “Debería ahorrarnos algo de tiempo en comparación con la caminata por la superficie”.
“¿A pie…?” Preguntó Leo, visiblemente irritado.
“Una vez que volvamos a la Academia Excalibur, voy a añadir más entrenamiento de resistencia a tu plan de estudios”. Comentó Lyseria al notar su tono. “De acuerdo, pongámonos en marcha”.
“Ah, espera un momento”. Leonis detuvo a Lyseria antes de que se pusiera en marcha.
“… ¿Leo-kun?”
“Seria-san, hay algo que quiero darte”.
“¿Algo… para mí?” Lyseria ladeó la cabeza, sorprendida.
“Esos caballeros fantasmas dijeron que las almas de aquellos que estaban más cerca del horno de mana se convertían en Void más rápidamente”. Leonis comenzó.
“… Sí, así es”.
“Después de lo que pasó antes, no estoy seguro de que siempre podré protegerte de cualquier daño…” Leonis miró las piernas de Lyseria.
Sus poderes de Reina Vampiro ya habían curado sus extremidades fracturadas, pero un paso en falso podría haber provocado heridas más graves.
“¿Estás preocupado por mí, Leo-kun?”
“S-Sólo estoy diciendo que deberías ser capaz de protegerte a ti misma, eso es todo”. Leonis se apartó de la joven quien le miraba fijamente.
Dejando escapar una tos seca, el Rey Demonio golpeó el asta del Báculo de los Pecados Sellados contra su sombra. Una onda se extendió de su reflejo ébano, y del centro de esas fluctuaciones surgió algo que brillaba con una luz misteriosa.
Era un hermoso vestido carmesí del tono de las flores de sangre del Inframundo. Tenía un diseño muy llamativo con un atrevido escote. Sus dobladillos y mangas estaban bordados con hilos impregnados de mana.
“… ¿Ropa?” Los ojos azul hielo de Lyseria se abrieron de par en par.
“Sí. Es llamado el Vestido de la Novia”.
“¿Huh? ¡¿N-Novia?!” El rostro de Lyseria se tornó de un color que rivalizaba con el del atuendo. “L-Leo-kun, erm… Estoy muy feliz, pero…. ¿Q-Qué hago…?” Se llevó una mano a la boca, confundida.
“¿Q-Qué estás suponiendo con esto?” Dijo Leonis apresuradamente. “Este es un artículo del más alto grado, uno que sólo concedería a un sirviente que me sirve como mano derecha. Pensé que era demasiado pronto para legártelo, pero dada la situación, creo que te lo entregaré ahora”.
El vestido era un objeto de Clase-Héroe. Su nombre oficial era Vestido del Verdadero Ancestro. Era una de las cosas más preciadas que Leonis guardaba en su bóveda del tesoro en el Reino de las Sombras. Había robado el atuendo de un castillo de vampiros que había visitado con Blackas.
Leonis había planeado esperar hasta que Lyseria se volviera más hábil con el control de su mana, pero esta parecía una excelente oportunidad para legárselo.
“El Vestido del Verdadero Ancestro tomará el mana de una Reina Vampiro y lo utilizará para reforzar su cuerpo. Tu fuerza se multiplicará, pero también consumirá tu mana rápidamente. Así que sé prudente con su uso”. Instruyó Leonis. Levantó su báculo y entonó un encantamiento. El vestido se plegó rápidamente y se hundió en la sombra de Lyseria.
“¡¿Ha desaparecido?!”
“Se fusionó con tu sombra. Cuando quieras llamarlo, sólo tienes que imaginarte llevando el vestido e introduce tu mana. No debería ser muy difícil”.
“… E-Entendido”. Lyseria asintió con seriedad. “Gracias, Leo-kun. Lo atesoraré”.
“No hace falta que me lo agradezcas”. Respondió Leonis, volviendo a toser secamente. “Un sirviente siempre debe proteger a su amo. Mientras estemos aquí, haré que mis caballeros de élite te escolten”.
“¿Caballeros de élite?”
“Sí. ¡Tres Campeones de Rognas, vengan del Reino de las Sombras!” Cantó Leonis, con una sonrisa indomable en su rostro.
Un círculo mágico apareció en el suelo y luego se iluminó con un brillo ominoso. Y en el centro de ese círculo aparecieron tres guerreros esqueléticos, cada uno de ellos empuñando un arma mágica.
“¡Soy el Guerrero Gélido, Amilas!” Un esqueleto que blandía una espada y que llevaba una armadura de cuero hizo una pose.
“¡Soy el Empuñador del Infierno, Dorug!” Un esqueleto con armadura pesada que sostenía una bola de hierro adoptó otra pose.
“¡Y yo soy el Archimago del Inframundo, Nefisgal!” Por último, un esqueleto con túnica que sostenía un báculo adoptó una tercera pose.
“¡Y juntos somos los Ilustres Tres Campeones de Rognas!”
En el momento en que Lyseria vio a los tres…
“…” … Su expresión se nubló visiblemente.
“¿Más esqueletos…?” Preguntó.
“¡N-No, no! ¡No son como los esqueletos que empleaba en los entrenamientos!” Corrigió Leonis apresuradamente.
No parecían muy diferentes de los habituales, así que la reacción de Lyseria no fue una gran sorpresa. Sin embargo, no sólo eran más fuertes que cualquier soldado esqueleto, estos tres eran combatientes de élite que superaban incluso a los Death Knights que Leonis había convocado a bordo del Hyperion.
“Ellos son mis compañeros de armas. Guerreros experimentados que me acompañaron en el campo de batalla”.
“… ¿E-Ellos son?” Lyseria parpadeó ante los tres esqueletos, dudosa.
“Parecen, uh, algo enredados”.
“¡Nnng! Dorug, ¡aléjate de mí!”
“¡Mmm! No, Amilas, ¡aléjate tú de mí!”
“¡Ambos, quédense quietos! ¡Están haciendo crujir mis viejos huesos!”
El preocupante sonido del chasquido resonó en el pasaje subterráneo.
(¡¿Qué están haciendo estos tontos?!) Leonis se masajeó las sienes.
“No se muevan”. Indicó Lyseria mientras separaba con cuidado las partes enredadas del trío. “Erm, es de esta manera… Y así…” Eventualmente, separó a los tres esqueletos el uno del otro.
“¡Oooh! ¡Tienes nuestro agradecimiento, hermosa princesa!”
“No olvidaremos esta deuda. Te protegeremos con nuestras vidas”.
“Sin embargo, los no muertos no tienen vidas que dar. ¡Ka-ka-ka!”
Amilas, Dorug y Nefisgal hicieron sonar sus cráneos entre risas. Lyseria dirigió una mirada preocupada a Leonis que parecía preguntar si los tres estaban realmente a la altura de la tarea.
“¡S-Su habilidad está garantizada!” Dijo Leonis con evasivas.
“¡Me siento muy honrado de poder servir a una Reina Vampiro, la más noble de los no muertos!” Exclamó Amilas.
“En efecto, pues se dice que sólo las vírgenes castas pueden convertirse en Reina Vampiro”. Dorug añadió innecesariamente.
“Vir…” Lyseria se sonrojó.
Pero entonces…
*¡Bang!* Leonis golpeó a Dorug, el Empuñador, en la cabeza, haciendo que sus huesos se esparcieran por el suelo.
“¡Mm, eso duele, Leonis-sama!” Exclamó Dorug sin una pizca de dolor mientras sus huesos se recomponían.
“… ¡S-Silencio! ¡No arrastres más mi nombre por el barro!” Leonis blandió su báculo con furia, arrojando a los tres esqueletos en la sombra de Lyseria.
Tras caminar aproximadamente quince minutos, Lyseria y Leonis llegaron a una terminal abandonada. Había varios vagones pequeños alineados en un puerto abandonado.
“Este tiene buena apariencia”. Dijo Leonis, tocando el flanco de uno teñido de negro.
“Es un vagón especial para la realeza y los nobles. Viajé en él algunas veces cuando era pequeña”. Dijo Lyseria, frotando la superficie del vagón con nostalgia.
“Entonces, ¿qué tal si lo tomamos?”.
“¿Huh?”
“¡Savel!” Cantó Leonis antes de que la chica de cabello plateado tuviera tiempo de reaccionar.
*¡Whoosh!* Una cuchilla de llamas se formó delante de Leonis y cortó de un tajo el anclaje del vagón.
“Espera, Leo-kun, ¿qué estás hacien…?”
“Caminar durante horas es demasiado agotador, ¿verdad?” Leonis apuntó con su báculo al suelo y comenzó a entonar un poco de magia de invocación. “Portadores de la Muerte que perecieron en el campo de batalla, levántense del Reino de las Sombras, Corceles de Guerra”.
La oscuridad bajo Leonis se agitó, y algo emergió de su interior.
“Sssss… ¡Ssss…!” Unos ojos carmesíes brillaron inquietantemente en la oscuridad. Aparecieron dos enormes y esqueléticos corceles de guerra, con sus cuerpos envueltos en llamas azules. Eran temibles corceles que galopaban entre los campos de batalla… Corceles Óseos, familiares no muertos de alto nivel empleados por Leonis.
“¿Caballos de hueso?” Preguntó Lyseria.
“Normalmente vienen con un carruaje de guerra”. Leonis se encogió de hombros y agitó la cabeza.
Su transporte personal tenía grandes guadañas unidas a cada rueda, pero había sido destruido en la última batalla que se libró en la guerra, junto con el Segador que lo conducía, a manos del Maestro Espadachín de los Seis Héroes, Shardark.
Ambos Corceles Óseos relincharon ruidosamente y se adelantaron unos pasos.
Las llamas azules que ardían alrededor de sus cuerpos envolvieron el vagón.
“Con esto, el vagón de metal puede ser remolcado por mis Corceles Óseos”. Afirmó Leonis, dando un golpecito a una puerta en la cosa y entonando un hechizo de desbloqueo.
El armazón se iluminó y se abrió obedientemente. Incluso estos avanzados aparatos mágicos funcionaban según los principios básicos de la hechicería. Los más sencillos podían manejarse fácilmente, incluso con hechizos antiguos.
“Subamos, Seria-san”. Dijo Leonis, ofreciendo su mano. La joven se quedó quieta, conmocionada.
“Esta cosa parece que todavía puede moverse, Elfine-senpai. ¿Hay alguna manera de que podamos hacerla funcionar?” Regina se inclinó hacia delante, examinando las ruedas de un vehículo militar.
“Tiene un bloqueo de autentificación. Veré qué puedo hacer”. Elfine respondió, desplegando su Eye of the Witch para intentar romper el sello.
Arle les observaba a ambas, todavía empuñando su espada. Sus largas orejas se movían de vez en cuando mientras escuchaba el intercambio. Los Elfos percibían la voz del viento y poseían un oído mucho más potente que el de los humanos. Escuchar a escondidas le permitió a Arle obtener cierta información.
(Parece que realmente están aquí para investigar la ciudad). Concluyó en silencio.
Estas chicas eran aparentemente el equivalente a los caballeros de esta época. Luchaban contra esos monstruos distorsionados. Sus extraños poderes, que llamaban Espadas Sagradas, operaban de forma diferente a la magia.
(En comparación con la hechicería, es significativamente menos versátil, pero…) Arle hizo una mueca de dolor, sujetando su costado dolorido.
(Si sólo una de ellas pudiera usar magia sagrada, sería capaz de curarme…) Aumentó su circulación de mana para acelerar la recuperación de su cuerpo, pero la herida seguiría necesitando tiempo para curarse.
(Dejé que el enemigo me dominara. Qué vergüenza…)
Arle nunca había imaginado que algo tan poderoso como ese enorme monstruo con aspecto de ángel pudiera existir. Por supuesto, también era consciente de que su habilidad con la espada estaba muy lejos de lo que había sido en su apogeo. Después de todo, Arle había pasado mil años durmiendo en el interior del Árbol Antiguo.
(Si al menos pudiera recuperar por completo mi intuición…) Se aferró con fuerza a la empuñadura de Crozax. Más que nada, Arle quería saber quién era el hombre que había invocado esa abominación.
(¿Un guardián del recipiente de la diosa?)
El Árbol Antiguo, que había encomendado a Arle su misión, se planteó la posibilidad de que la Diosa de la Rebelión tuviera un guardián. Algún adepto de Roselia Ishtaris, quizás, que deseara ver su resurrección hecha realidad.
Los Reyes Demonio desaparecidos eran posibles candidatos para ese papel. Por ejemplo, el llamado Rey No Muerto, Leonis Death Magnus. Era conocido por ser más poderoso que sus congéneres. Cuando todos los demás Reyes Demonio habían caído, sólo él había continuado la lucha.
Se decía que el Rey No Muerto dejó una profecía premonitoria antes de la caída de Necrozoa: Mientras la oscuridad exista en este mundo, me levantaré una y otra vez para sembrar el terror.
Leonis era un gobernante que había superado la muerte. Si alguno de los Reyes Demonio había conseguido resucitar, probablemente era él.
(¿O quizás Azra-Ael, el Rey Demonio del Inframundo?)
Sin embargo, había otro Rey Demonio cuya muerte nunca fue confirmada. Azra-Ael había sido sellado en la sala del trono en su Castillo del Otro Mundo por el Archi-Sabio, Arakael Degradios. De los Ocho Reyes Demonio, Azra-Ael y Leonis habían sido los más leales a la Diosa de la Rebelión.
(¿Acaso ese hombre era un vasallo de los Reyes Demonio, o sirve a alguien más…?) Arle reflexionó, con la mirada puesta en el suelo.
“¿Todavía te duele?” La chica de cabello azul se puso en cuclillas y preguntó.
Si Arle recordaba correctamente, su nombre era Sakuya. Tenía una expresión fría y unos rasgos hermosos.
“… Sí”. Arle respondió secamente y levantó la vista. Ella había sido designada como su guardia.
“Lo siento. Si tuviéramos un experto en medicina, habríamos sido capaces de ayudarte en mayor medida”. Dijo Sakuya, mirando las vendas manchadas de sangre de Arle.
“No es una herida grave. Se curará pronto”. Respondió Arle, aunque desvió la mirada.
Sakuya tomó asiento junto a Arle y la observó. “Es un arma muy bonita. ¿Tiene nombre?” Preguntó, y sus ojos se posaron en la Crozax, acunada en los brazos de Arle.
“La Espada Azotadora de Demonios”
“Es un título bastante grande”. Comentó Sakuya, con su curiosidad en aumento.
“Sí…” Dijo Arle de manera cortante, y luego preguntó: “¿Por qué detuviste tu espada cuando luchamos?”
“Simplemente lo hice, supongo. Cruzar espadas contigo me hizo darme cuenta de que no eras una mala persona”.
“… ¿Qué significa eso? ¿Posees algún tipo de capacidad perceptiva?”
“Algo así. Mi intuición suele ser acertada”. La chica de cabello azul sonrió burlonamente.
“Eres fuerte”. Afirmó Arle. “Aunque no tan fuerte como yo”.
“¿Lo soy?”
“¿De qué país es el estilo de espada que usaste?” Preguntó Arle, con su curiosidad despertada.
Sakuya guardó silencio un momento antes de responder: “La Orquídea Sakura. Era un estilo transmitido en mi familia llamado Técnica de la Espada Definitiva. Mi hermana mayor y yo fuimos sus únicas sucesoras”.
“Nunca he oído hablar de tal lugar”.
Un país con ese nombre no había existido en la época natal de Arle.
“No importa. Ya no existe”. Sakuya admitió en voz baja. “Mi hogar fue destruido por los Void”.
“… Ya veo. Perdona mi pregunta sin tacto”. Arle inclinó su cabeza, enrollando su cola de caballo alrededor de un dedo. “Mi nación también ha desaparecido”.
Los ojos azules de Sakuya se abrieron de par en par, sorprendida.
“Estaba en un bosque. El santuario de los elfos y los espíritus. Un lugar silencioso y hermoso”.
“… ¿Fueron los Void?”
“No”. Arle negó con la cabeza. “Dizolf Zoa, el Rey Demonio de la Ira…
Aunque supongo que ese nombre no significa nada para ti”.
Dizolf Zoa había reinado sobre la Cordillera de Saag y era el más cruel de los Ocho Reyes Demonio. Los ejércitos de ogros que desplegó en el bosque pisotearon y destruyeron todo.
(No dejaré que eso ocurra de nuevo). Pensó Arle mientras miraba su espada.
El único propósito del arma era destruir la fuente de todas las calamidades…
la diosa Roselia Ishtaris.
“Ah, parece que ya está funcionando”. La chica rubia señaló a Arle y Sakuya.
Al parecer, se las habían arreglado para hacer funcionar el vehículo.
“…. ¿A dónde vamos?” Preguntó Arle.
“Al Pabellón Administrativo de la ciudad, Central Garden. Nos reagruparemos allí con nuestros compañeros”.
“¿Así que no están sólo ustedes tres aquí?”
“Así es”. Sakuya asintió y le mostró a Arle un pequeño dispositivo.
En su pantalla se proyectaba la imagen de una chica de cabello plateado. Incluso para los estándares de los elfos, era hermosa. Junto a su imagen estaba la de…
“… ¿Un niño?”
Era un niño de rasgos finos.
“Sí, este es Leonis. Un niño de diez años que encontramos en ciertas ruinas hace un tiempo”. Sakuya explicó. “Sin embargo, su poder como espadachín sagrado es enorme”.
(¿Incluso un niño de tan tierna edad tiene que luchar contra estos terribles monstruos? La situación debe ser realmente terrible. Pero dejando eso de lado…)
“¿Leonis?” Arle arrugó la frente. “Qué nombre tan poco apropiado para ser usado”.
“… ¿?”
“Ese nombre es sumamente odiado en mi tierra natal…”
Un estruendo agudo interrumpió a Arle. El vehículo estaba listo para partir.
“Buen trabajo, Elfine-senpai. Has superado la autentificación militar como si nada”. Elogió la rubia.
“Es fácil comparado con la seguridad de la capital. Regina, ¿puedes mostrarnos el camino?”
“Sí, déjenlo en mis manos. Sakuya, vámonos”.
“De acuerdo”. Sakuya se puso de pie y le extendió una mano a Arle. “¿Puedes ponerte de pie?”
“… Estaré bien por mi cuenta”. Insistió la semi-elfa. Se incorporó y levantó la Crozax.
*¡Trtrtrtrtr!
Los rieles metálicos escupieron chispas mientras el sonido de las herraduras chocando con el suelo resonaba. El improvisado tren de huesos atravesó el túnel dejando un estruendo cacofónico a su paso. En conjunto, los sonidos se convirtieron en un terrible rugido que parecía anunciar el fin del mundo. Los ojos carmesíes de los Corceles Óseos iluminaban la oscuridad como si fueran reflectores.
Sentado en el interior amueblado del vagón, Leonis sorbía tranquilamente una lata de café. Era el típico café en lata que se vendía en la tienda de la Academia Excalibur.
“Es un poco ruidoso, pero por otra parte bastante conveniente”.
“Sí…” Lyseria, que estaba sentada frente a Leonis, le miró fijamente.
“¿Qué sucede, Seria-san?” Preguntó Leonis, frunciendo el ceño.
“Ah, erm… Lo siento”. La joven hizo un gesto de disculpa con sus manos.
“Si es la velocidad, ir más rápido implica el riesgo de descarrilar el vagón…”
“No, no es eso. Sólo pensé que tú…” Lyseria hizo una pausa, como si eligiera cuidadosamente sus palabras. “Eres algo así como… un Rey Demonio”.
“… ¡¿?! ¡Pfha, pfft!” Leonis se atragantó con su café.
“¡Ahhh! ¿Estás bien, Leo-kun?” Lyseria se apresuró a acercarse, sacando un pañuelo para limpiarle el pantalón.
“… ¿Q-Qué acabas de decir…?” Preguntó Leonis entre toses.
Era verdad que le había mostrado a Lyseria un poco de su poder de Rey Demonio, pero no había revelado la verdadera naturaleza de su identidad. Lyseria debía seguir creyendo que Leonis era un antiguo hechicero que había perdido la memoria.
“Es un cuento de hadas que me contó mi padre cuando aún era pequeña”. Explicó Lyseria, doblando su pañuelo. “Al mirarte me recordó al Rey Demonio de ese cuento”.
“¿Un cuento de hadas…?” Leonis se palmeó el pecho, sintiendo un gran alivio. Ella no había descubierto su secreto.
“Un Rey Demonio montado en un caballo esquelético vive en un castillo de huesos con sus numerosos sirvientes. Puede hacer caer rayos del cielo y respirar fuego”.
“¡¿Respirar fuego?! ¡Eso es absurdo!” Refutó Leonis a su pesar.
“¿E-En serio? Pero mi padre dijo que el Rey Demonio podía respirar fuego…” Afirmó Lyseria, ladeando su cabeza con extrañeza.
(Hmm…)
La historia de Lyseria no parecía más que un inofensivo cuento infantil, pero era divertida a su manera. Hasta donde Leonis había investigado, gran parte de los conocimientos de su época no habían sobrevivido hasta la actualidad. Sin embargo, existía la posibilidad de que las leyendas de dioses y Reyes Demonio permanecieran en los cuentos populares.
“Oh, pero cuando dije que me recordabas a ese Rey Demonio, no lo dije en el mal sentido”.
“… ¿Hay un buen significado para Rey Demonio?” Cuestionó Leonis, ligeramente asombrado.
“Mi padre siempre me decía que un temible Rey Demonio vendría a derrotar al Vacío”.
“…”
El silencio se cernía sobre el carruaje, salvo el sonido de los cascos de los corceles óseos. Dicho Rey Demonio estaba, en efecto, sentado justo frente a Lyseria. Sin embargo, eso no significaba nada. Leonis estaba seguro de que la historia sobre el temible salvador no era más que una amable mentira que un padre había contado para calmar a su hija.
“Lo siento. Fue algo extraño decir eso”. Admitió Lyseria mientras miraba por la ventana. “Es solo que pensé, ¿y si ese temible Rey Demonio apareciera realmente?”.
“No… me siento honrado. Que un simple hechicero como yo sea llamado Rey Demonio…” Leonis respondió con una sonrisa serena. “Por cierto, ¿qué pasa con el Rey Demonio en esa historia?”
“Lo mismo que ocurre siempre. Un héroe derrota al Rey Demonio, y todos viven felices para siempre”.
“… Qué lamentable excusa para un cuento de hadas”.
“¿Huh?”
“No importa”.
“¡Hiiiiiiiiiiii!”
Las Corceles Óseos soltaron un fuerte relincho que resonó a través del túnel, haciendo honor a la semejanza de su nombre con la palabra pesadilla.
“Parece que hemos llegado”.
Leonis golpeó el suelo con su báculo, y el vagón desaceleró gradualmente antes de detenerse por completo. La puerta se abrió, y Leonis y Lyseria bajaron en la terminal. Una parte del vagón sobresalía de la estación, pero Leonis se encogió de hombros como si estuviera dentro de un margen de error aceptable.
Los huesudos corceles que remolcaban el vagón agotaron su mana y se desmoronaron. La sombra de Leonis se agrandó y engulló sus restos dispersos. Había considerado llevarse el vagón con ellos, pero…
“¡La Bóveda del Reino de las Sombras ya está llena hasta el tope!”
… Recordando la furiosa reprimenda de Shirley, Leonis decidió no hacerlo.
“¿Cómo es que tu sombra sigue haciendo eso?” Preguntó Lyseria, ladeando la cabeza. Se acercó con cautela al reflejo oscuro de Leonis… pero no pasó nada.
“Creo que es mejor para ti no saber lo que pasa ahí dentro”. Leonis respondió con una sonrisa indomable.
Lyseria no podía imaginarse que en ese lugar estuviera todo el Reino de las Sombras. Y, a decir verdad, ni siquiera Leonis estaba seguro de todo lo que ocurría en sus profundidades. El cementerio situado en lo más profundo del reino era donde estaba sellado su sirviente más fuerte, pero Leonis no tenía planes de despertarlo por el momento. Ese estaba más allá de la capacidad de control de Leonis por el momento.
Mientras la pareja avanzaba por el oscuro subsuelo, encontraron un ascensor que llevaba a la superficie.
“Este no es utilizable, ¿verdad?” Preguntó Leonis.
“Cierto. Vayamos por las escaleras”. Respondió Lyseria.
“… Sí, lo supuse”. Leonis suspiró, haciendo notar su descontento.
Subir tantos escalones era duro para el cuerpo no entrenado de un niño de diez años.
“Piensa en ello como un entrenamiento de resistencia, ¿de acuerdo?” Dijo Lyseria, dando una palmadita a Leonis en la cabeza mientras se ponía en marcha con cautela.
Sólo el sonido de sus pisadas llenaba el silencio. Leonis subió la escalera con Lyseria llevándolo de la mano.
(¿No sería más rápido volar el techo y utilizar un hechizo de vuelo?) Se preguntó Leonis mientras luchaba por respirar.
“Esto me recuerda a cuando te encontré por primera vez”. Lyseria susurró de repente durante su ascenso.
“… Sí, así es”. Leonis estuvo de acuerdo.
Por aquel entonces, Lyseria le había tomado de la mano mientras salían del Gran Mausoleo. Poco después, los Void atacaron y Lyseria se había sacrificado para proteger a Leonis.
(En aquel momento, sólo la veía como una fuente de información). Leonis recordó con una amarga sonrisa.
“… En ese entonces, la puerta se abrió sola, y fui capaz de salvarte, Leo-kun”.
“¿Una puerta?”
“Sí, la de la habitación en la que estabas atrapado. Tenía letras antiguas grabadas, y mientras intentaba descifrarlas, simplemente…”
“… Oh, sí. Cierto”
Eso era algo por lo que Leonis también sentía curiosidad. La puerta de la cripta subterránea que albergaba el ataúd del Rey No Muerto estaba fuertemente sellada para mantener alejados a los intrusos. Durante mil años, ese elemento disuasorio cumplió perfectamente su función. Así que, entonces, ¿cómo había logrado Lyseria romperla sin esfuerzo?
(Dudo que se debiera a algún fallo en el hechizo…)
“Deberíamos llegar pronto a la superficie”. Le animó Lyseria.
Y tras cinco minutos más de subir exhaustos los escalones, finalmente llegaron a la superficie. La pareja se encontraba ahora en la estación del tren de Central Garden en el Pabellón Administrativo del Tercer Assault Garden.
“La mansión debe estar a poca distancia de aquí”. Comentó Lyseria.
“¿M-Más caminatas?” Se quejó Leonis, claramente harto.
“Sólo un poco más”. Lyseria sonrió suavemente y alborotó el cabello de Leonis.
La puerta de la Mansión Christaria estaba rota, y el jardín interior se encontraba en un estado deplorable. A estas alturas, llamarlo así era un error. El miasma había hecho que toda la flora se marchitara y muriera, dejando sólo un páramo devastado.
Lyseria entró en el recinto, con la grava crujiendo bajo sus pies.
(De vuelta a casa por primera vez en seis años, ¿eh?) Leonis siguió a la chica de cabello plateado sin decir palabra. Normalmente, la joven seguía el ritmo de Leonis cuando caminaba, pero esta vez no tuvo la suficiente consideración para hacerlo. Más allá del jardín ruinoso había un gran edificio que evidentemente era la propia mansión.
Le recordaba a Leonis la residencia de Hræsvelgr, en el sentido de que estaba diseñada siguiendo el estilo arquitectónico del antiguo reino de Londirk. Probablemente era lo que se consideraba retro-cultura a los ojos de la nobleza de esta época. Desde luego, destacaba en comparación con los edificios laminados que la rodeaban.
Caminando a lo largo del camino pavimentado que conducía a la mansión, llegaron a la puerta principal.
“No parece que la cerradura funcione”. Observó Lyseria, y luego asintió una vez. “¡Hyaaahhh!” Llenó su puño de mana y atravesó de un puñetazo la puerta reforzada, reduciéndola a astillas.
“Eso es barbárico, Seria-san”. Le reprendió Leonis.
Lyseria se apresuró a entrar, sin prestar atención a las palabras de Leonis. Gruesas capas de polvo acumulado bailaban en el aire, haciéndola toser un poco. Pasada la entrada, había un vestíbulo y a ambos lados escaleras que llevaban al segundo piso.
“Este lugar parece relativamente intacto”. Observó Leonis, conjurando un orbe de luz en la punta de su báculo.
“Sí. Ya habíamos evacuado la mansión cuando llegaron los Void”.
La morada parecía estar en un silencio casi opresivo. El único respiro era el sonido de los pasos de Leonis y Lyseria.
(No hay señales de que haya fantasmas aquí).
Según los fantasmas de los Caballeros de Christaria, las almas muertas que vagaban por Central Garden se habían convertido en Void humanoides.
“Voy a revisar el interior de la mansión. ¿Quieres venir conmigo?” Preguntó Lyseria.
“Es mejor que permanezca afuera. Regina y las demás podrían aparecer”. Respondió Leonis. No era tan insensible. Sin duda, Lyseria querría estar sola en un momento así.
Tras encender la luz de un dispositivo portátil que había traído consigo, Lyseria subió al segundo piso de la mansión.
La puerta del estudio se abrió, y sus bisagras emitieron un chirrido estridente. Respirando hondo, Lyseria se quedó en la puerta un momento. La habitación no era grande. Sus paredes estaban repletas de estanterías llenas de antiguos aparatos mágicos y textos extraídos de las ruinas. Seis años no habían alterado mucho esta habitación. Era como si el tiempo se hubiera detenido aquí.
Cuando era pequeña, Lyseria solía escabullirse aquí para leer. Pensando en ello, se dio cuenta de que tal vez su interés por investigar las ruinas antiguas había sido fomentado por su padre.
(Y gracias a eso, salvé a Leo-kun de esa cripta subterránea).
Pisando capas de polvo, Lyseria cruzó la entrada y entró en el estudio. Dentro había un gran escritorio y una silla. Agudizó su vista, pero, por supuesto, el fantasma del Duque Edward no se veía por ninguna parte.
¿Seguía el alma de su padre vagando por esta ciudad? ¿O acaso él era…?
Lyseria sacudió la cabeza para disipar ese terrible pensamiento de su mente. Entonces notó que había un tomo sobre el escritorio. Tenía una encuadernación de cuero, pero no tenía título.
“… ¿Un libro? ¿Qué es esto? ¿Escritura antigua?”
Barriendo el polvo del viejo texto, empezó a hojear las páginas.
(Nunca había visto este lenguaje antes…)
El principal objetivo de estudio de Lyseria en la Academia Excalibur era la investigación de culturas antiguas y ruinas. Era una de las alumnas que más sabía de lenguas antiguas. Sin embargo, fuera lo que fuera que estaba escrito en este libro, utilizaba un sistema que no se parecía a nada que Lyseria hubiera visto antes. Parecía totalmente desconocido.
(El último libro que investigó mi padre…)
Con su interés despertado, Lyseria cogió el tomo.
(Esto es un recuerdo…)
Saliendo del estudio, se dirigió a su antigua habitación. Fue entonces
cuando…
“Me preguntaba quién había entrado en esta ciudad, pero ¿no es usted aquella encantadora señorita?”
“… ¡¿Quién eres tú?!” Lyseria se dio la vuelta, sintiendo una presencia por detrás de ella. Era un joven delgado con unos rasgos faciales peculiares. Llevaba una anacrónica túnica blanca y parecía tener unos veinte años. Tenía una agradable sonrisa en sus labios, pero algo en ella llenaba a Lyseria de una inquietante sensación de temor.
Invadida por una instintiva sensación de peligro, Lyseria se alejó de un salto. “¡Espada Sagrada, Activate!”
La Bloody Sword se manifestó en la mano derecha de Lyseria. El joven la observó con interés en sus ojos.
“Así que eres un espadachín sagrado, después de todo. Esperaba poder seguir en secreto, pero supongo que la tecnología de la humanidad ha avanzado hasta el punto donde estamos más allá de cuidar las apariencias”.
“… ¿Quién eres tú?” Preguntó de nuevo Lyseria. “¿Qué hace un humano aquí?”
“… ¿Humano? Oh, ¿te refieres a mí?” El joven mostró a Lyseria una sonrisa espeluznante. “Me atrevo a decir que es el mayor insulto que he oído nunca”.
“… ¡¿?!”
“Verás que no soy tan magnánimo como aquellos que me ordenan. La deuda de tu insulto se cobrará con sangre”.
El hombre vestido de sacerdote levantó la mano y una hélice de llamas carmesí brotó de sus dedos.
“Farga”.
Leonis salió al patio de la mansión y se sentó en una de las rocas del jardín, dedicándose a pulir un hueso de dragón. Era uno de sus pasatiempos. Los huesos bien pulidos aumentaban la dignidad de un esqueleto cuando se utilizaban. Como Rey de los No Muertos, Leonis hacía uso regularmente de los esqueletos.
(No sería bueno que mis enemigos confundieran a mis soldados con aquellos utilizados por el nigromante o el lich promedio).
Esta era una especie de obsesión de Leonis. Además, para complicar las cosas, los huesos parecían ser más difíciles de conseguir en esta época. Leonis no estaba seguro de que los Dragones siquiera existieran en esta época.
(Puede que tenga decenas de miles de tropas durmiendo en el Reino de las Sombras, pero debería ser ahorrativo…)
<<… co… ¿Puedes oírme, chico?>> El Eye of the Witch situado junto a Leonis se iluminó, emitiendo una voz crepitante.
“¿Regina-san?” Leonis respondió, deteniendo sus manos. <<Ah, genial. ¿Dónde están ahora mismo?>> “Estamos en la mansión Christaria”.
<<¿Huh? ¿Cómo han llegado allí tan rápido?>> Regina alzó la voz sorprendida.
“Hemos utilizado la red de trenes subterráneos para llegar directamente a Central Garden”.
<<Sí, quiero decir… se supone que el tren lineal subterráneo no puede moverse, ¿verdad?>>
“Conseguimos que se moviera”. Leonis respondió secamente, sin sentirse inclinado a dar más explicaciones. “Pero suficiente de eso. ¿Dónde están ahora?”
<<Nos dirigimos al puente de enlace>>
“Ya veo. Les esperaremos aquí”. Dada la forma en la que el Tercer Assault Garden estaba distribuido, Regina, Elfine y Sakuya llegarían en una hora.
<<Sí, por favor. Por cierto, ¿dónde está Seria ojou-sama?>>
“En la mansión. Supuse que debía darle algo de tiempo a solas”.
<<Eso es muy maduro de tu parte, chico>> Leonis tuvo la sensación de que Regina estaba sonriendo al otro lado de la llamada. <<Ah, ¿quieres ver mi habitación? Te dejaré entrar una vez que lleguemos>>
“Ah, en realidad no…”
<<… ¿N-No quieres ver la habitación de una chica?>>
“Erm…”
Pero justo cuando Leonis iba a responder…
*¡Boooooooooooooooooom!*
Todas las ventanas del segundo piso de la mansión estallaron con un estruendo.
Una rugiente explosión resonó mientras las llamas carmesíes consumían los pasillos, reduciendo a cenizas todo lo que tocaban.
“Puede que me haya excedido contra un simple humano. Un hechizo de tercer-orden es capaz de matar a un gigante”. Nefakess sonrió, sin una sola mancha de hollín en su túnica. “Ahora bien, ¿cuántos mosquitos más sin invitación debo barrer…?”
El hombre se dio la vuelta para marcharse, agitando la mano para alejar el humo, cuando…
“… ¿Hmm?”
Se detuvo en su sitio. Su frente se arrugó con sospecha. Allí, entre las cenizas que revoloteaban en el aire, había un esqueleto con túnica.
“… ¿Qué…?”
“Hmm, esto es bastante agotador para mis viejos huesos”. La huesuda figura admitió, sacando su báculo y formando una brillante barrera mágica azul.
[Pho Rias], el hechizo de barrera mágica era hechicería defensiva de Cuarto-Orden, sólo utilizable por hechiceros de alto rango.
“… ¿Un esqueleto?”
“¡Ka-ka-ka!” La entidad no muerta emitió una espeluznante carcajada. “¡No me agrupes con otros esqueletos insignificantes, cachorro! ¡Porque soy un no muerto de alto rango! ¡Un Lich Anciano¡”
“¿Qué…?” Susurró Nefakess.
El esqueleto con túnica agitó su báculo, que se iluminó y produjo docenas de flechas de mana.
“… ¡No puede ser!” Exclamó Nefakess mientras entonaba rápidamente un hechizo defensivo y bloqueaba los proyectiles conjurados. “¡¿Por qué hay no muertos aquí…?!”
“Hmph, tonto insolente. ¡Atentar contra la vida de nuestra señora!” Declaró un nuevo esqueleto que empuñaba una espada.
“¡¿Quién está detrás de esto…?!” Demandó Nefakess. Tan pronto como lo hizo, un tercer guerrero hecho de huesos atacó por detrás. Este era un bruto corpulento que llevaba una bola de hierro.
“… ?!”
“¡Soy el Guerrero Gélido, Amilas!”
“¡Soy el Empuñador del Infierno, Dorug!”
“¡Y yo soy el Archimago del Inframundo, Nefisgal!”
Los Tres Campeones dieron un paso adelante como uno solo.
“¡Y juntos, somos los Ilustres Tres Campeones de Rognas!” Gritaron al unísono, cada uno adoptando una pose única.
“¡¿Q-Qué está pasando…?!” Los ojos de Nefakess se movieron con confusión. “¿Qué hacen estas criaturas aquí…? ¿Cómo…?”
La forma en que se comportaban era indudablemente absurda, pero eran mucho más fuertes que los no muertos ordinarios. Nefakess podía decir que todos ellos eran guerreros experimentados que rivalizaban con los héroes. Detrás de esos tres esqueletos, una sombra se levantó. Sus mechones plateados se agitaban en el fuego que surgía. Nefakess había creído que con su hechizo había eliminado a la Espadachina Sagrada, pero no podía estar más equivocado.
“… Gracias a los tres. Me han salvado”. Ella dijo.
“¡Ni lo mencione, señorita!” El Archimago Nefisgal respondió con un gesto de mano. “Después de todo, es usted muy querida en el corazón de nuestro señor. Ahora bien, señorita, ¿sabe quién puede ser este rufián?”
“… No tengo ni idea”. Lyseria negó con la cabeza, con su mirada fija en Nefakess.
“Hmm. Pero parece hábil”. El guerrero Amilas comentó. “Es mejor que se retire, señorita”.
“No, me temo que no puedo dejar que hagas eso”. Declaró Nefakess. “Creía que no eras más que un gusano insignificante, pero un humano que comanda no muertos de tan alto rango es raro. He de admitir que has despertado mi interés. ¿Quién eres tú?”
De repente, el comportamiento de Nefakess cambió. Señaló con un dedo a Lyseria y comenzó a cantar. El aire crepitó ante sus palabras.
“Este es un hechizo de Sexto-Orden… hechicería que es más poderosa que cualquier cosa que un simple humano pueda lograr”. Los atractivos labios de Nefakess se curvaron en una cruel burla. “¿Puedes bloquear esto?”
“¡Detrás de mí, bella princesa…!” Gritó Dorug, el Empuñador, antes de saltar hacia adelante.
En ese mismo momento…
“¡Seria-san!”
“… ¡!” El grito de un chico llenó la habitación, y un hechizo de fuego brotó desde detrás de Lyseria. Las llamas mágicas consumieron rápidamente a Nefakess.
“… ¡¿Leo-kun?!” Lyseria se giró para ver a Leonis con su Báculo de los Pecados Sellados en la mano.
“L-Leo-kun…” Dijo Lyseria, con sus ojos azules como el hielo, abiertos de par en par por la sorpresa.
El chico estaba de pie al final del pasillo. “Estás bien…” Suspiró aliviado.
Los Tres Campeones de Rognas habían mantenido a Lyseria a salvo.
“¿Qué sucedió? ¿Quién era ese…?” Preguntó Leonis.
“No lo sé…” Lyseria negó con la cabeza.
Leonis se asomó al pasillo en llamas. Había lanzado un hechizo explosivo de Tercer-Orden, magia que debería haber sido suficiente para reducir a cenizas a cualquier persona ordinaria.
(Qué desafortunado. No me contuve). Se reprendió Leonis. Cuando se trataba de este sirviente suyo, el Rey Demonio tendía a perder la compostura.
“Keh, heh, heh, heh…” Se escucharon risas desde el interior de las llamas. “… ¡¿?!”
“Así que has traído a alguien más contigo. Ese hechizo de hace un momento fue bastante potente. Lo admito”.
Una figura se alzó entre el vaivén de las llamas. Un joven vestido con un atuendo sacerdotal salió del fuego, cepillándose el hollín de los hombros mientras mostraba una sonrisa serena. Los ojos de Leonis se abrieron ampliamente con incredulidad.
(¡¿Qué?! ¿Cómo puede ser? ¿Por qué esta aquí?)
Sin embargo, el joven no miró con mucho interés la reacción de Leonis.
“Ah, ha, ha, ¿sorprendido? Sí, supongo que ese tipo de magia habría sido suficiente para asesinar a la mayoría”. Nefakess extendió su brazo para señalar la conflagración circundante, malinterpretando la conmoción de Leonis. “Siento decepcionarte, pero un ataque de esa magnitud no puede matarme”.
Cantó otro hechizo, formando una bola de llamas intensas en sus dedos.
(Hechicería. Lo sabía. El realmente es…)
Justo cuando Leonis iba a decirle a Nefakess que esperara…
*¡Voom!* El suelo sobre el que se encontraban empezó a temblar por sí solo.
“¿Qué?” “¡¿Huh?!” Exclamaron Leonis y Lyseria a la vez.
*¡Vrrrr! El temblor se hizo más fuerte. Los temblores eran tan intensos que sacudieron los cimientos de la mansión, haciendo que Leonis perdiera el equilibrio y tropezara.
“¡¿Q-Qué es esto?!” “¡Es un cataclismo!” “¡Protejan a la señorita!” Los guerreros esqueleto gritaron en pánico.
(¿Un terremoto? No puede ser. Estamos en el océano).
¿Fue obra de ese hombre? Leonis apoyó una mano en la pared para estabilizarse y miró hacia arriba.
“Heh, heh, heh… Heh, heh… ¡Ah, ha, ha, ha, ha, ha, ha!” El hombre estaba riéndose. Extendió ambas manos mientras su rostro se contorsionaba de alegría.
“… ¿Qué es tan gracioso?” Preguntó Leonis con suspicacia.
La pregunta hizo que las carcajadas extasiadas del hombre se detuvieran con una rapidez inquietante. “Ella ha despertado. Por supuesto que me alegraría”.
“… ¿Ella?” “¡Sí, la gran diosa ha despertado del recipiente de la Santa!” El sacerdote desvió sus ojos hacia el cielo, con una expresión aún congelada de maníaca excitación.
“… ¿Diosa? ¿Acabas de decir diosa?” Leonis dio un paso adelante, exigiendo una respuesta.
*¡Crack…!*
Sin embargo, antes de que pudiera obtener una respuesta, una fisura recorrió el rostro del joven.
*Crack… Crack… ¡Crack…!*
(¿Qué?)
Las fracturas se expandieron por su cuerpo, como si…
“… Hmm, supongo que ha llegado el momento. Bien, entonces…” La misteriosa persona vestida de sacerdote comentó con calma, a pesar de que su cuerpo se estaba partiendo en pedazos. “Admito que estoy un poco decepcionado porque no tendré la suerte de ver la resurrección de la diosa con mis propios ojos, pero simplemente así son las cosas. Mi trabajo aquí está completo…”
*Crack… Crack… ¡Craaaaaaaaack…!*
Los crujidos recorrieron todo el cuerpo del joven, y el vacío entre ellos le sobrepasó rápidamente.
“… ¡Espera!”
“¡Quédate dónde estás!”
Leonis y Lyseria echaron a correr para alcanzar al hombre, pero…
“Servirán como los primeros sacrificios ofrecidos a la diosa”.
En el momento en que la pareja lo alcanzó, su forma se había desvanecido, dejando sólo un espacio vacío detrás. Sin embargo, la desaparición del sacerdote no había puesto fin a los temblores.
“¿Quién era él…? ¿Qué diosa…?” Lyseria estaba completamente perdida.
“… No lo sé”. Leonis negó con la cabeza. Internamente, su mente se agitaba con pensamientos y dudas contradictorias.
(¿Qué está pasando aquí?) Leonis había reconocido a aquel hombre esbelto de túnica blanca. No había duda. Era…
Nefakess Reizaad. Un consejero de Azra-Ael, el Rey Demonio del Inframundo, uno de los servidores más leales de la Diosa de la Rebelión.
(Lo vi varias veces en las Reuniones de los Ocho Reyes Demonio. Siempre estuvo a la sombra de Azra-Ael, sin pisar ni una sola vez el campo de batalla. Parece que no me reconoció en mi forma actual, pero…)
¿Por qué el consejero de un Rey Demonio estaría en un lugar como este, en esta época…?
(Y definitivamente dijo diosa). Leonis se sumió en la contemplación.
“¡Leo-kun, mira eso!” Lyseria señaló por la ventana.
Una forma gigantesca empezaba a surgir del corazón de Central Garden.
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