Shokei Shoujo no Virgin Road (LN)

Volumen 3

Capítulo 2: Los Ojos Traicioneros

Parte 2

 

 

Mientras tanto… tras recibir el mensaje de Menou y llegar temprano al oasis para ponerse a trabajar, Momo estaba de mal humor.

Cada molécula de su pequeño cuerpo irradiaba disgusto. Andaba con los ojos entrecerrados, los labios fruncidos y cero ánimos para apariencias. En su interior se arremolinaba la disensión entre comprender lo que tenía que hacer y literalmente estar dispuesta a hacer cualquier cosa menos eso.

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Vale que aclarar que, por defecto, Momo odiaba a las personas. Incluso podríamos describirla como una misántropa1. Jamás había confiado en nadie más que Menou, y tampoco le agradaba nadie que no sea Menou. Su trabajo consistía en seguir a Menou en su viaje y apoyarla desde las sombras. Como miembro de Las Fausto, ayudante de Verdugo y, sobre todo, como subalterna de Menou, nunca cuestionaría su papel. Ahora que su agenda estaba de nuevo en marcha luego de acabar herida durante el incidente en Libelle, ansiaba hacer su trabajo y hacerlo bien.

Por consiguiente, nunca rechazaría una petición de Menou, independientemente de si el La misantropía es el odio, aversión, desconfianza o desprecio en general por la especie humana. Un misántropo, por tanto, es alguien con tales opiniones o sentimientos.

trabajado le parecía absurdo o le traía una enorme vergüenza.

Entonces, ¿a qué viene tanta amargura—?

Momo no tardó en reunir suficiente información para identificar a esos caballeros que supuestamente les ayudarían a luchar contra Cadena de Hierro. Y sucede que su líder era una conocida de Momo.


Así es, la princesa más joven del Reino de Grisarika—Ashuna Grisarika.

Eso destrozó a Momo.

Ella y Ashuna tenían historia. Dejando a un lado sus preguntas sobre porque la Princesa-chama estaría rondando por tan recónditos lares, para empezar, ella destetaba interactuar con esa mujer.

La principal razón era que Momo sencillamente odiaba a Ashuna, pero había algo más en su mente.

—¡No puedo ser yo la que hable primero con Princesa-chama…!

Es una cuestión de orgullo.

Hasta ahora, cada uno de sus encuentros había sido iniciado por Ashuna. Entonces, ¿qué pasaría si Momo, quien siempre expreso su desagrado al respecto, fuera la que se acercara a Ashuna esta vez? No importaba cómo Momo se pusiera en contacto con ella, no importaba las razones que diera, podía imaginar el deleite de Ashuna con demasiada claridad, y eso simplemente le parecía insoportable.

¿Quién querría hacer feliz a alguien que odia?

Ya entendimos que Momo odiaba a los demás, y en especial a Ashuna. En todo caso, le deseaba todas las desgracias del mundo.

Pero no tenía de otra.

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Después de varios minutos de divagación, Momo se recordó a sí misma un sinnúmero infinito de veces que ésta era su misión y decidió ponerse en contacto con Ashuna estrictamente por razones de trabajo. Fue una elección dolorosa, pero pensó detenidamente en qué enfoque molestaría más a Ashuna, así que, cual mascara de ópera, gesticulo la expresión más condescendiente que había hecho en su vida y camino silbando al hotel donde se alojaba Ashuna.

—Es un placer volver a verla, su alteza.

—¿…?

Cuando llegó a la puerta y Momo la saludó con el más respetuoso de los tonos, Ashuna parpadeó confundida.

—¿Oh? Oh-ho-ho. ¡Pero si es Momo! Me alegra ver que te encuentras bien. ¡Y qué raro placer el que seas tú la que se acerque a mí! Pero no hace falta que te contengas. Puedes llamarme Princesa-chama como siempre.

—¿Cómo dice, su alteza? Pero si una sirviente directa del Señor nunca debería dirigirse tan groseramente hacía nadie. Tanto Las Fausto como los miembros de Las Nobleza servimos al Señor, y así sostenemos el orden establecido. Hablar con respeto es lo de menos.

Momo entró en la sala y tomó asiento, todavía en su modo de negocios completamente insincero.

Por muy misántropa que fuera, tenía la habilidad de mantener las apariencias. Tal vez fuera el resultado de su formación como Verdugo, o simplemente se le daba natural. En cualquier caso, era excepcional cuando se trataba de evitar que sus pensamientos se reflejaran en su rostro y para actuar como si tuviera un palo metido en el trasero.

—Por cierto, Momo…

—Sí, ¿qué pasa?

—Con respecto a senpai–

—Para lo que te importa, perra de mierda.

Su acto se desmoronó en un instante.

Ashuna sonrió. —Ahora, así está mejor. De todos modos, me alegro de que te vaya bien.

—Tch… lo estaba haciendo bien hasta que puse los ojos en ti, Princesa-chama. ¿Cómo vas a compensarme, eh?—, Momo frunció el ceño abiertamente. —¿Qué demonios haces en medio del Desierto de Balar? Por favor, no me digas que eres una acosadora espeluznante.

—Cariño, por lo general soy yo quien llega primero a los lugares. Cronológicamente hablando, son tú y tu senpai las que me están acosando.

Senpai.

Mientras Momo chocaba las puntas de sus dedos contra la mesa con irritación, grandes arrugas se formaron en su frente al escuchar ese apodo.

Escucho que Menou y Ashuna lucharon juntas en Libelle, la ciudad donde Momo fue víctima de la trampa venenosa. Como tenían un enemigo común, acabaron uniendo fuerzas.

Pero el hecho de que Ashuna se refiriera a Menou como senpai hacía evidente que indirectamente fue Momo la que había filtrado información de Menou a la princesa.

Eso, sin duda, le cayó mal a Momo.

—Esta vez, sí que tengo que hablar con tu senpai sobre unos asuntos—, añadió Ashuna.

—¿…que clase de asuntos?

—Hmm… bueno, supongo que puedo contártelo, Momo—, Ashuna pensó un momento y luego explicó sus motivos. —No sé si te has enterado, pero ahora mismo se está produciendo un grave incidente en mi tierra natal. La mayor parte de la información se mantiene en secreto, pero… el antiguo Director de La Cuarta se fugo de prisión. Y la persona que orquestó la fuga aparentemente fue una chica de dieciséis o diecisiete años de cabello añil con peinado de trenza y vistiendo un kimono.

—Pero eso suena como…

—Lo sé. Debemos suponer que Manon Libelle sigue con vida.

El ceño de Momo se constriño todavía más. — Pero me han dicho que está muerta.

Manon Libelle.

Una de las mentes maestras detrás de los estragos en la ciudad portuaria de Libelle. También Momo había pasado por una cantidad considerable de estrés debido a ella.

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Sin embargo, por lo que Momo sabía, Manon había muerto en los acontecimientos que allí se desarrollaron. Dudaba que Menou pudiera confundir a un vivo con un cadáver.

—Sí, probablemente lo estaba. Pero Pandæmonium la acompañaba cuando murió, ¿no? Me informaron qué realizó una especie de ritual de transmutación poco antes de su muerte. Puedo suponer que Pandæmonium debe haberla resucitado como un demonio… una forma de vida basada en la Fuerza Guía.

Por definición, la vida requiere tres componentes esenciales: cuerpo, alma y espíritu. Sería increíblemente difícil entrometerse en el equilibrio casi milagroso que se mantiene entre estos tres elementos. Recrearlos desde cero sería todavía más ridículo.

Pero si alguien podía hacerlo, esa era Pandæmonium; una de los Cuatro Mayores Errores Humanos. Con su Pureza Conceptual, era capaz de manipular esos tres componentes fundamentales como si fueran arcilla.

—Ya veo. ¿Así que, supones, logró preservar el alma y el espíritu de Manon Libelle al asegurar su cadáver y crear un nuevo cuerpo con algo más?

—Eso parece.

—Hrm—, Momo asintió, actuando con desinterés.

Pero por dentro su mente se agitaba tratando de averiguar qué efecto tendría este hecho en Menou.

—Así que quería ver a tu senpai para darle esa información, entre otras cosas. ¿Podrías contactar con ella por mí?

—¿Perdón? ¿Por qué iba a dejar que vieras a mi senpai, princesa? Si tienes un mensaje para ella, escúpelo. Yo se lo comunicó.

—Bueno, conozco el lugar perfecto. El Reino de Grisarika posee unos terrenos justo al lado del Oasis de Balar. ¿Quieres venir, Momo?

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Momo ya había fruncido el ceño ante la sugerencia de Ashuna—pero eso cambió al escuchar dónde se encontraban los terrenos.

Su actitud cambió por completo y agarró con fuerza la mano de Ashuna:

—¡Es la primera vez que me siento agradecida por tu existencia, Princesa-chama!

***

 

 

En la parte occidental del continente, dentro de la estructura más prestigiosa de cierta ciudad.

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En la cima de la Torre del Agua—la fuente del claro manantial que abastecía a los residentes de la ciudad—se hallaba un jardín. De por sí la estructura ya era lo suficientemente impresionante desde el exterior, con su cascada fluyendo circularmente desde todos los ángulos, pero las vistas en su interior eran una cosa mística. Un poco más arriba del suelo pedregoso de la azotea, el agua se arqueaba sobre la superficie y creaba un cielorraso. Gracias a las bendiciones de la vena celestial—no de la terrenal, como era habitual—este magnífico vestigio de la antigüedad, que llevaba funcionando al menos mil años, se convirtió en una fuente de agua potable para las personas.

En medio de ese paisaje, Manon Libelle caminaba por el lateral.

—…si qué es hermoso.

—¿Verdad? No se parece en nada a esa vieja y polvorienta Sociedad Mecánica. Este lugar es mucho más elegante y bonito.

A un lado de Manon, cuyas mangas de su kimono le colgaban de las muñecas, caminaba la misma niña que había estado paseándose como si nada por la Frontera Salvaje en el lado oriental del continente.


—Es tan deslumbrante. Siento como si pudiera tomar las estrellas.

—Vaya, qué encantador giro de la frase—. Aunque su discurso la hacía ver como una niñata precoz, guardaba un aire refinado.

Las dos andaban tomadas de la mano mientras caminaban por el jardín de la azotea. Más allá de los parterres rebosantes de flores de cuantiosos colores, descansaba un claro de hierba que conectaba con un sendero al bosque donde las hojas se mecían con la brisa.

Como la fuente de agua extraía Fuerza Guía de la vena celestial, era un suministro interminable de lluvia hecha de Luz Guía centelleante.

Por encima del agua clara y burbujeante, la luz brillaba con fuerza, desperdigando partículas luminosas muy similares a las estrellas; ciertamente daba la impresión de estar contemplando constelaciones a través de un filtro fluctuante y cristalino.

—Esto valió el viaje que tomamos desde el Reino de Grisarika.

—…se ve que te entusiasman las cosas bonitas, Manon.

—Oh, sí. Me encantan las cosas bonitas. Por favor, también recuerda eso. No quisiera que lo olvidaras.

—¿No quiere decir que deberías odiarme?

—…oh querida, ¿por qué piensas eso?

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—Soy horrenda, ¿no?

Al escuchar, Manon se detuvo de pronto, y miro a la niña de pies a cabeza. Tan solo duro unos momentos, pero no paso por alto ciertos detalles: su particular cabello negro, sus mejillas tiernas y esponjosas, la imperturbable sonrisa querúbica con la que se jactaba de su inocencia y la cruel convicción que la forzaba a cumplir un papel en este mundo. De haber crecido lo suficiente, seguramente se habría convertido en un autentica belleza, aunque Manon intuyo que poco eso le importaba a la niña, así que se arrodilló para estar a la altura de sus ojos.

Entonces esbozo una sonrisa cálida.

—Pues te equivocas. Soy capaz de apreciar ambos extremos de la belleza, tanto lo bueno como lo malo. No fue la luz sino con tu gracia que encontré un escape del sinsentido que siempre había sido mi vida, así que no cuestiones ni por un segundo que yo siempre amaré la grotesca belleza que escondes en tu interior.

—…me alegra oírlo.

Shokei Shoujo no Virgin Volumen 3 Capitulo 2 Parte 2 Novela Ligera

 

Manon entonces tomó la mano de Pandæmonium y la condujo al interior del jardín. Allí se encontraba una pequeña casita y una mesa dispuesta con pastelitos y un juego de té. A un lado de la mesa las esperaba un hombre extravagante luciendo un frac negro y un monóculo. Parecía tener unos cincuenta años. El bastón en forma de J que sostenía en una mano solidificaba su fachada de adonis caballeroso, pero había algo sospechoso en su sonrisa.

Recibió a Manon y a Pandæmonium con toda la cortesía del mundo.

—Espero que el jardín haya sido de su agrado.

—Sí, mucho. Le agradezco por traernos a tan maravilloso lugar.

—¡Oh-ho, me conmueve escuchar eso!

Tampoco es que la azotea fuera un lugar accesible para cualquier persona. Después de todo, se trataba de una reliquia milenaria que seguía funcionando a día de hoy. Fueron las conexiones personales de este hombre las que permitieron a Manon refugiarse aquí.

—Resulta que conozco a un par de personas importantes en esta ciudad que estarían encantadas de concederme un favor o dos.

—No puedo creer que hayamos podido ver un jardín tan bonito… ¡Por primera vez, me alegro de haberte sacado de la cárcel!

—No pienses en ello. Ustedes dos ya son como hijas para mí. Bien podrían llamarme Papi–er, ¿‘la primera vez’? ¿Qué te alegras?

—¡Pues obvio que sí! Desde que nos conocimos en el Reino de Grisarika, tus gestos me resultaron tan espeluznantemente desagradables que pensé en dejarte tirado por ahí.

El hombre del monóculo hizo una mueca luego de que Manon dijera aquello con una sonrisa seria. Se aclaró la garganta para disimular su sorpresa, luego sonrió y miro hacia abajo a la chica que era lo suficientemente joven como para ser su hija.

—Oh, por favor no diga esas cosas, señorita Manon. Si no fuera por usted, yo seguiría encerrado en esa oscura prisión. ¡Sólo deseo recompensarla colmándola con todo el amor que solo un padre puede ofrecer a su hija!

—Sí, eso es lo que me parece espeluznante.

Su respuesta fue instantánea. Esta vez, sin embargo, el Director simplemente asintió con una mirada complicada.

—Jajá, ahora entiendo. Estás en tus años de rebeldía adolescente. Pero es el deber de todo padre ver a su hija a través de dicha fase, así que afrontare el desafío de frente.

—Mm-hmm. Ese no es ni remotamente el problema.

¿Quizás las personas que encerraron a este viejo espeluznante estaban en lo correcto? Inusual como sonaría para cualquiera que haya sido conocido suyo (y por muy ligero que hubiera sido el sentimiento), Manon se encontró lamentando las consecuencias de sus acciones.

—De cualquier modo, aunque la arzobispa Orwell ya no se encuentre con nosotros, tu habilidad para burlar la orden de captura emitida por la primera princesa del Reino de Grisarika es de remarcar.

—Solo fue un poco de suerte, sumado a la ayuda de mi pequeña amiga de aquí. Mis contribuciones apenas son dignas de mención, Director.

Mientras hablaba, Manon lanzó una mirada a Pandæmonium, que ya había tomado asiento y empezaba a hincarle el diente a los pastelitos. Se llenó las mejillas con varias rebanadas y se puso a masticar, luciendo muy satisfecha.

Manon se sentó y también cogió un pastelito.

—Jajaja. No hace falta ser modesta. Eres la primera persona en mil años que camina de la mano con uno de los Cuatro Mayores Errores Humanos… aunque no esperaría menos de mi hija. ¡Magnífico!

—Hombre, no soy tu hija.

Manon se consideraba a sí misma una hija devota a sus padres. Sí, había sacrificado a su padre, a todo su clan y a sus seguidores durante el incidente de Libelle, pero nada tenía que ver una cosa con la otra. Seguía decidida a no reconocer ningún falso vínculo paterno con el Director.

—…pero bueno. Considerando que usted fue tan amable como para traernos a este encantador jardín, ¿empezamos? No veo la hora de poner fin a las maquinaciones de cierta persona que amenaza la pacífica vida de Menou.

—Una excelente propuesta—, por primera vez, la sonrisa sórdida desapareció del rostro del Director.

—Bien que valdrá la pena convertir a una ciudad entera en una trampa infernal si eso significa acabar con esa maldita mujer que me metió en la cárcel y destruyó los ideales de La Cuarta. Señorita Manon, si no es mucho el amparo…

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—¿Que quiere?

—Como compensación por toda esta preparación, me motivaría mucho si me llamaras Papi, aunque sea solo una vez–

—De ninguna manera.

Con los hombros caídos, el Director se alejó del jardín y Manon sacudió la cabeza.

—Hrmm. ¿Tal vez fue una mala idea sacarlo de prisión?

—¿Eso piensas? A mí se me hace un hombrecillo bastante entretenido.

Puede que fuera indiferente a la sangre y las vísceras, pero el corazón de Manon seguía siendo demasiado delicado para tratar con un pervertido.

Sin embargo, mientras expresaba sus pensamientos, y como llenando el vacío que dejo aquel hombre que acababa de marcharse, apareció un gran perro.

Se trataba de un animal de aspecto inteligente, pero, curiosamente, fijó su mirada en la inocente niña y gruñó. Luego, con un aullido, le saltó encima.

Pandæmonium fue arrastrada al suelo sin oponer resistencia.

El perro era más o menos tan alto como un ser humano. Dado el frenesí con el que atacaba, sería imposible que una niña tan pequeña se defendiera. Por mucho que la arrastrará o le chasqueara los dientes, Pandæmonium no gritó ni se resistió. Su calma fue totalmente antinatural, pero el perro no lo notó en medio de sus instintos primarios de caza, como si estuviera poseído.

Al cabo de media hora, no quedaron ni huesos de la niña.

—Manon, ¿segura que puedes encargarte del resto?—, la voz de la niña devorada se dirigió a Manon, que asintió.

—Sí, déjamelo a mí.

A partir de ese momento, una verdadera atrocidad se desarrollaría. Después de todo, la sangre y la carne de Pandæmonium estaban impregnadas con la Pureza Conceptual del Mal.

Con una inocencia que no creía en la ética, la niña sólo deseaba el caos por sobre cualquier cosa, y utilizaría su poder para hacer realidad sus más retorcidas visiones.

Tras consumir el cuerpo de la niña, el perro abandonó la torre y se perdió en el ajetreo de la ciudad.

Ese animal sería el paciente cero de una nueva epidemia. ¿Qué pasaría después? Pandæmonium ya había explicado a Manon los trágicos acontecimientos que sucederían a continuación.

—Y está te la dedicó a ti, Menou. Donde quiera que estés…

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Aunque la otra chica probablemente nunca sentiría lo mismo—y, de hecho, definitivamente juzgaría sus sentimientos como una ridícula molestia—, Manon consideraba de todo corazón a Menou como una querida amiga.

Y por eso desataría una masacre por el bien de Menou.

—Supongo va siendo hora de destruir esta ciudad.

Menou y Akari.

Manon lanzó la primera piedra con la intención de descarriar su destino.

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