Seiken Gakuin No Maken Tsukai (NL)

Volumen 2

Capitulo 3: Hyperion.

 

 

“¡W-Wow, mira esto! ¡Este lugar es más grande que nuestra casa!”

“¡A-Apuesto a que la armería está debajo de este bloque! ¡Estoy seguro!”

Millet y Linze se animaron mientras corrían por el pasillo alfombrado.

“Cálmense, ustedes dos. Están siendo maleducados”. Reprendió Tessera a los hermanos.

“Podemos echar un vistazo más tarde, ¿de acuerdo?” Lyseria se volvió hacia los niños con una sonrisa irónica.

Se encontraban en el tercer nivel de la nave de combate Anti-Void de última generación, Hyperion. A los civiles no se les permitía entrar en esta zona bajo ninguna circunstancia, pero Leonis y su grupo transitaban sin impedimentos.

La cuarta princesa del imperio, Altiria O’ltriese, les había invitado a subir a la nave para agradecerles personalmente su ayuda por garantizar la seguridad de los civiles.

“Su Alteza también mencionó que le encantaría que participaran en la fiesta social de esta noche”. Dijo el Capitán de la Guardia Real caminando delante de ellos.

“¿Una fiesta social?” Preguntó Leonis.

“Es una pequeña fiesta organizada por Su Alteza”. Explicó Lyseria. “Es para que ella pueda reunir a las personas influyentes del Séptimo Assault Garden y mantener un intercambio de ideas y opiniones. La princesa Altiria siempre busca conocer las diversas opiniones de las personas con posiciones variadas”.

“En efecto. Celebraremos una pequeña fiesta antes de la reunión de intercambio de ideas, y Su Alteza estará encantada de que asistan”. Añadió el Capitán de la Guardia.

(Hmm). En cuanto a recopilar información ninguna sospecha.

Leonis, esta era una fantástica oportunidad para sobre el funcionamiento del imperio sin despertar

“E-Erm, ¿podemos ir nosotros también?” Preguntó Tessera con nerviosismo.

“Por supuesto. Son compañeros de estas buenas personas”.

“No obstante, no tenemos ropa formal para eventos sociales. ¿Está permitido?” Preguntó Leonis.

Tenía el Manto de la Oscuridad que solía llevar durante las reuniones de los Ocho Reyes Demonio, pero no sólo le quedaba demasiado grande ahora, sino que además desprendía un aura amenazante.

“Sus uniformes de la academia servirán. Su Alteza no es partidaria de las fiestas nocturnas estrictas”.

“Eso es bueno…”

El grupo continuó por un pasillo de la nave.

“Erm, Seria-san…” Dijo Leonis, pellizcando la manga de Lyseria mientras caminaba delante de él.

“¿Mm?” “¿Por qué Regina-san huyó?” Susurró.

Era cierto que Regina brillaba por su ausencia. Ella también había sido invitada, desde luego, pero había desaparecido justo antes de que abordaran el Hyperion. Se había mostrado tan entusiasmada con la princesa que a Leonis le resultaba difícil imaginar a la chica dejando pasar una oportunidad como ésta.

“Regina, bueno… Regina tiene sus propias circunstancias…” Dijo Lyseria evasivamente con una expresión algo incomoda.

“¿Circunstancias…?”

“Sí. En realidad, no es algo de lo que pueda hablar. Es un problema personal de ella…”

“… Ya veo”.

Cuando Lyseria lo planteó así, Leonis no tuvo más remedio que dejar de lado el tema. Después de todo, el propio Leonis también había estado ocultando un gran secreto a Lyseria.

“Hay algo más de lo que tenemos que hablar, Leo-kun”. interrumpió Lyseria antes de aclararse la garganta.

“¿Q-Qué?”

“Si vas a salir de la academia, tienes que decírmelo primero”. Le reprochó Lyseria, pinchándole la frente mientras caminaban.

“Ehm, sí te dejé un mensaje en tu terminal…” Explicó.

“… E-Eso no es suficiente. Estaba preocupada por ti”. Lyseria hizo pucheros, inflando sus mejillas con descontento.

Ver a una chica de tan fría y serena belleza hacer una cara como esa era extrañamente adorable.

“D-Después de todo, s-soy tu guardián”. Añadió.

“… Entiendo. Lo siento”.

Estaba claro que Lyseria había estado bastante preocupada por Leonis. Su tono era amable, pero sus ojos se mostraban bastante serios. Cuando Leonis era el Rey No Muerto, él y Blackas se habían infiltrado en el reino humano sin informar a nadie de antemano. Roselia, que difícilmente se enfadaba con algo, se había enfadado con ellos por no haber sido informada y aplicó un castigo divino a los dos. Esta situación le recordó a Leonis ese nostálgico recuerdo.

“Ah, cierto. Quiero darte esto…” Dijo Leonis, sacando el accesorio de plata que había comprado en la plaza.

Era un amuleto con forma de gato, que ahora estaba encantado con un poco del mana de Leonis.

“¿Huh? Erm…” Lyseria parecía confundida.

“Lo compré en el desfile. Es un recuerdo… para ti”. Explicó Leonis, tendiéndole el amuleto.

“¿Compraste esto para mí?”.

“Sí, has sido de gran ayuda para mí. Incluso salvaste mi vida”.

“… ¡!” Lyseria se cubrió la boca con sus manos mientras lágrimas de alegría aparecían en sus ojos.

(… ¿N-No es esto un poco excesivo?) Se preguntó Leonis, algo sorprendido.

“¡Gracias, Leo-kun!” Lyseria sonrió, y su humor se recuperó al instante. “Esto me hace muy feliz, pero si sigues tratando a las chicas así, acabarás siendo un Rey Demonio del dormitorio. Así que no puedes hacer esto con nadie más”.

(¡¿Un Rey Demonio?!) Por un momento Leonis pensó que Lyseria podría haber descubierto su identidad secreta, pero aparentemente, ese no era el caso.

“Tessera, ¿qué hacen los Reyes Demonio del dormitorio?” Millet ladeó su cabeza con curiosidad.

“Yo, erm… No lo sé…” Tessera respondió, con el rostro enrojecido.

“Hemos traído quienes solicitó, princesa Altiria”.

Las puertas de la sala de audiencias se abrieron, y Leonis y su grupo entraron, guiados por los Caballeros de la Guardia Real.

“Woooow…” Tessera no pudo evitar exclamar antes de taparse la boca con las manos de forma tímida.

La sala estaba iluminada por luces encantadas a lo largo de la pared, y una alfombra carmesí se extendía bajo sus pies. Era un diseño extravagante y lujoso que uno no habría esperado encontrar en un acorazado. La sala parecía haber sido cortada de un palacio e insertada en el barco.

Al final de la alfombra roja sin pliegues había un trono de aspecto antiguo, sobre el que estaba sentada una chica con un vestido blanco.

(Así que ésta es la cuarta princesa del imperio). Los ojos de Leonis se abrieron ligeramente.

Su aspecto sugería que tenía doce o quizás trece años, sólo unos pocos años más que el cuerpo actual de Leonis. Su cabello, de un tono rubio brillante, había sido recogido con un moño. En sus ojos había el tipo de inocencia que uno podría esperar de una niña de su edad, pero se percibía la luz del intelecto y la sabiduría en sus ojos de jade. Su piel era tan blanca como la nieve, y sus delicadas y jóvenes piernas colgaban del borde del magnífico trono.

En verdad, se trataba de una joven cuya belleza recordaba al sol. Lo que llamó la atención de Leonis por encima de la hermosa apariencia de la princesa fue la cosa que descansaba en su regazo.

(¿Es eso…?) Era una pequeña criatura blanca con pelaje esponjoso y largas orejas. Una gema roja y brillante estaba incrustada en su frente. Al principio, Leonis pensó que era una simple criatura mágica del bosque, pero pronto se dio cuenta de que estaba equivocado. Dejó que el mana fluyera por sus ojos y la observó de nuevo; estaba claro que la criatura era un espíritu.

A diferencia del que Leonis había encontrado en la biblioteca, éste no era artificial. Era un verdadero Espíritu Original, del tipo que había existido hace mil años. La pequeña criatura con forma de bola peluda dormía acurrucada en los brazos de la princesa.

Lyseria se adelantó al resto y se arrodilló. Tessera, Millet y Linze siguieron su ejemplo.

“¡L-Leo-kun…!” Leonis había permanecido de pie, provocando que Lyseria le susurrara apresuradamente. Conteniendo un molesto suspiro, Leonis reflexionó por un momento.

(¿Por qué un Rey Demonio debería doblar una rodilla ante aquel miembro de la realeza que eventualmente acabará siendo su vasallo?) Era un asunto de orgullo, pero Lyseria seguía tirando del dobladillo de su camisa, instándole a ceder.

(Si es para permitir que mi sirviente evite la vergüenza, supongo que no hay ningún problema). Leonis inclinó su cabeza elegantemente hacia la princesa.

“Por favor, levanten sus cabezas. No estamos en el palacio…” La princesa parecía ligeramente avergonzada mientras se levantaba de su trono y se acercaba.

“Soy Altiria Ray O’ltriese, cuarta princesa del Imperio Integrado”. La princesa levantó el dobladillo de su falda e hizo una respetuosa reverencia. “Les agradezco por sus galantes esfuerzos, valientes Espadachines Sagrados”.

“En absoluto, Su Alteza. Sólo cumplimos nuestro deber como miembros de la Academia Excalibur”. Respondió Lyseria, levantando su rostro para encontrarse con la mirada de Altiria.

“También les doy las gracias en nombre de los caballeros imperiales”. Añadió el Capitán de la Guardia Real, inclinando también la cabeza hacia Lyseria.

“Lyseria-san, ¿no es usted del Duque Christaria…?” Preguntó la princesa.

“Sí. La voluntad de mi padre vive en mí, y hace poco se me ha concedido el poder de una Espada Sagrada”.

“Es un honor conocerte finalmente. E-Erm…” Con curiosidad, la princesa parecía como si quisiera decir algo más, pero se tragó rápidamente sus palabras y dirigió su mirada a Leonis.

“También eres un Espadachín Sagrado, por lo que veo. Ser un Espadachín Sagrado a la edad de diez años es asombroso. Todavía no he sido agraciada con mi propia Espada Sagrada, así que debo decir que te respeto mucho”.

“Sus amables palabras se desperdician en mí…” Respondió modestamente, con la cabeza agachada. (Me sentaré en tu trono cuando los Ejércitos de los Reyes Demonio se levanten de nuevo). Leonis se carcajeó con malicia en su mente.

La princesa Altiria se dirigió entonces a Tessera, Millet y Linze sucesivamente, preguntándoles si tuvieron miedo o fueron heridos. A Tessera le invadió la timidez y tartamudeó de forma adorable y nerviosa.

“Hee, hee. No necesitas estar tan nerviosa”. Altiria puso una mano sobre la boca de Tessera y sonrió suavemente. “Espero que todos disfruten de su estadía el día de hoy”.

El gesto le resultó a Leonis increíblemente familiar. Le recordó a alguien que conocía.

“¡Achoo!” El sol ya se había puesto y el aire se volvía frío. Regina observaba cómo la maquinaria pesada retiraba los escombros de la batalla. Se sentó en una banca de la plaza en ruinas con la barbilla apoyada en sus manos, mirando la cubierta iluminada del Hyperion. Suspiró y retorció la punta de una de sus coletas con un dedo.

(Probablemente hubiera podido verla…)

Un remordimiento pesaba en el corazón de la joven. Conocer a la princesa estaba fuera de cuestión, por lo que se había visto obligada a huir cuando sus amigos fueron invitados a subir al barco. En realidad, era más bien que Regina no estaba segura de qué hacer si se encontraba con la princesa. Altiria no sabía nada de ella, después de todo, y Regina Mercedes tenía prohibido revelar su verdadero nombre.

(Muy bien, es hora de ir a casa. Se está poniendo frío). Regina se puso de pie de un salto. Pensaba volver a la residencia de Hræsvelgr y cocinar algo de pasta con verduras. Probablemente vería una de las películas de misterio que había sacado de la biblioteca esa mañana.

“¿Regina? ¿Qué estás haciendo aquí?” Una voz le preguntó de repente.

“¡Aaah!” Exclamó Regina en un tono torpemente alto.

Al girarse, se encontró cara a cara con una chica guapa y mayor, con el pelo negro y liso hasta la cintura. Era Elfine Phillet, otro miembro del Décimo Octavo Pelotón.

“E-Elfine-senpai, ¿por qué estás aquí?”

“Me han invitado a la fiesta de Su Alteza. Pasaba en mi vehículo y te vi aquí”.

“Oh”. Dijo Regina, asintiendo en señal de comprensión.

Elfine estaba emparentada a un Conde cuya casa tenía conexiones con la Familia Real. También eran los propietarios de la gran corporación que se encargaba de la producción de Elementales Artificiales: la Compañía Phillet. Elfine era la única hija y heredera de su casa. Pero incluso sin esos títulos, era la principal experta en aparatos mágicos de la Academia Excalibur. Era natural que la hubieran invitado a la reunión.

“¿Y qué haces aquí, Regina?”

“Oh, erm, sólo pensé que no es muy común ver la nave de combate más nueva, así que pensé que podría tomar una…” Regina agitó sus manos en un gesto nervioso, tratando de esquivar la pregunta.

“¿No quieres ver a tu hermanita?” Preguntó Elfine.

“…” Regina se mordió el labio y guardó silencio.

No había forma de mentir o hablar para escapar cuando se trataba de Elfine.

Su senpai simplemente sonrió y tomó su mano con suavidad.

“Deberíamos ir juntas”. Insistió.

“¡¿Huuuh?! P-Pero no fui invitada…”

“Yo me encargo de eso”. Dijo Elfine, sacando un terminal y tecleando en él con la punta de sus dedos. “Ya está hecho”.

“¿Qué has hecho?”

“He duplicado mi invitación y la he enviado a tu terminal”.

“¿Realmente se te permite hacer eso…? Espera, no, ¿cómo es eso siquiera posible?”

“Sólo hay que mantenerlo en secreto de la oficina”. Elfine se llevó un dedo a sus labios y guiñó un ojo caprichosamente.

“… Eres una mala persona, Elfine-senpai”.

“Heh, heh, seguro que lo soy. Una verdadera villana”. Elfine arqueó sus caderas en su mejor aproximación a una pose malvada. Regina sólo pudo suspirar con resignación.

“Por supuesto, que vengas conmigo o no depende de ti”. El tono de Elfine se volvió serio de repente, y miró a Regina directamente a los ojos.

“…” “Pero ten en cuenta que, si dejas pasar esta oportunidad, puede que no vuelvas a tener otra oportunidad de conocer a la princesa nunca más. Quiero que estés segura de que no te arrepentirás”. Elfine le dio un golpecito en el hombro a Regina y se marchó.

De pie en la plaza cubierta de escombros, Regina se quedó paralizada en su sitio, con su terminal fuertemente agarrado entre sus manos.

Habiendo sido conducido a una habitación de invitados, Leonis tomó asiento en la cama. Si bien la habitación no era muy grande, el vestidor, la mesa y los demás accesorios eran de una calidad lo suficientemente alta como para satisfacer los estándares de Leonis.

(Este modelo de barco es especialmente encantador).

Lo que más le gustaba de la habitación era un modelo a escala de un velero colocado en una vitrina de cristal en la estantería. Era una obra de arte hasta en sus más mínimos detalles, y Leonis podía percibir la dedicación que el artista había puesto en su elaboración.

A Leonis le gustaba construir modelos. Durante las sofocantes esperas de meses que se producían en las batallas de asedio, pasaba el tiempo utilizando huesos de pájaros para construir modelos de castillos, dragones o barcos.

(Una lástima que los únicos a los que podía presumir de ellos era a los esqueletos que me servían).

Tumbado en la cama, Leonis sacó un montón de pergaminos de su sombra. Era el manuscrito de uno de los libros antiguos que había copiado en la biblioteca. Todavía quedaba mucho tiempo antes de la fiesta, y decidió darle un uso.

Hace sesenta y cuatro años, las misteriosas formas de vida llamadas Void habían emprendido su invasión, y el 75% de la población humana fue aniquilada. Tras ello, el imperio había encabezado el Proyecto de Integración Humana.

Ningún material de los archivos de la biblioteca se remontaba más allá de ese acontecimiento. La destrucción causada por los Void parecía ser la razón, pero eso parecía improbable.

(Alguien está intentando ocultar intencionadamente la existencia del mundo del pasado).

Eso estaba muy claro, pero Leonis parecía ser el único que se había dado cuenta de esa ofuscación intencionada, porque sabía algo de lo que había ocurrido antes de los ataques del Vacío. Sabía de los Poderes Luminosos, los Seis Héroes, Roselia Ishtaris, la Diosa de la Rebelión, y los Ocho Reyes Demonio que habían reinado sobre el continente junto con sus vastos ejércitos. Leonis no podía estar más seguro de su lugar en la historia, y sin embargo todos habían sido borrados de los registros colectivos de la humanidad.

(Además, ¿por qué se descartó la hechicería por una civilización basada en la tecnología mágica?)

Leonis miró el terminal que tenía en su mano. Ni siquiera los dvergrs y los elfos podrían haber creado un dispositivo mágico tan avanzado. Leonis entonó un hechizo para descifrar el lenguaje y comenzó a leer el volumen transcrito. El autor del tomo era un hechicero humano de hace aproximadamente doscientos años.

(Supongo que eso lo convertiría en una especie de grimorio).

Leyendo atentamente, Leonis examinó detenidamente el manuscrito, pero no encontró ninguna mención a los Reyes Demonio ni a los dioses. Lo que sí encontró, sin embargo, fueron descripciones de hechizos menores con los que estaba bastante familiarizado.

(Un momento, la mayoría de estos son hechizos que yo desarrollé…)

El texto detallaba hechizos de hasta Tercer-Orden, considerándolos en muchas partes como si fueran milagros misteriosos. Un simple ser humano capaz de lanzar hechizos de Tercer-Orden era impresionante en sí mismo, pero seguía siendo relativamente bajo.

(Esto no sirve de mucho). Concluyendo que no tenía sentido leer todo el texto, Leonis descartó el pergamino, dejando que se hundiera en su sombra.

Por lo menos, el texto había demostrado que, efectivamente, la hechicería seguía siendo practicada hace dos siglos.

Leonis se tumbó de espaldas. No había pasado mucho tiempo. Recordando algo que había olvidado hacer antes, hizo una seña a la chica que se escondía en su sombra.

“Shirley”.

“¿Me ha llamado, Leonis-sama?” La oscuridad debajo de Leonis se retorció, y una chica vestida de sirvienta surgió de ella.

Tenía el cabello hasta los hombros, tan negro como la noche. Sus ojos eran del color del crepúsculo y se complementaban con una piel de alabastro que parecía no haber sido tocada por el sol.

Esta chica era la sirviente oscura de Leonis, Shirley la Asesina de la Sombra. En el pasado, era una asesina del Reino de las Sombras, que había jurado lealtad a Leonis y se había convertido en su sirvienta personal. Se arrodilló ante Leonis e inclinó su cabeza respetuosamente.

“¿Lanzaste esa espada durante la batalla de hoy?” Preguntó Leonis.

“Sí, por muy presuntuoso que haya sido de mi parte”. Respondió Shirley, avergonzada.

“No, está bien. Fue bastante útil”. Leonis negó con la cabeza. “Pero abstente de hacer algo demasiado llamativo en el futuro”.

“Entendido. Actuaré como tal de ahora en adelante”.

“Bien”. Leonis asintió con aprobación. “Por cierto, hay algo de lo que quiero que te encargues”.

“Pídame cualquier cosa, Leonis-sama”.

“Quiero que investigues este acorazado, el Hyperion. Su armamento, su capacidad de crucero, su capacidad de exploración, sus pasajeros, su motor, y también… Sí, investiga también sus zonas habitacionales. Después, infórmame”.

“Como ordene, Leonis-sama”.

Las intenciones de su maestro eran claras para Shirley. Reconstruir los Ejércitos de los Reyes Demonio en esta nueva era significaba que también necesitarían una poderosa armada.

Hace mil años, los océanos demoníacos habían sido gobernados por Rivaiz Deep Sea, el Rey Demonio de los Mares. Sin embargo, por lo que Leonis había escuchado, Rivaiz se había enfrentado a un poderoso mago que era miembro de los Seis Héroes. Ambos habían encontrado su final en tumbas acuáticas en lo profundo del océano. Seguramente Rivaiz no tendría objeciones a que Leonis, el último Rey Demonio superviviente, tomara el mando de su antiguo dominio.

El Hiperión era sin duda la punta de lanza de la tecnología mágica de la humanidad. Esta era una oportunidad dorada para robar los secretos de su construcción y utilizarlos para los propios fines de Leonis. Shirley, una asesina de las sombras, podría recopilar toda la información que Leonis requería mientras evitaba ser detectada.

“¿Y qué hay de asesinar a cualquier enemigo en caso de que se produzca un encuent…”

“Está estrictamente prohibido. No llames la atención”. Ordenó Leonis.

“Entendido. Comenzaré mi investigación de inmediato”. La sirvienta asesina se inclinó una vez y comenzó a hundirse silenciosamente en la sombra de Leonis.

“Oh, espera un momento”. Le llamó Leonis cuando la mitad del cuerpo de la chica ya había descendido.

Shirley le miró dudosa. “Tengo un regalo para ti”.

“… ¡¿?! ¡¿Quéééééé?!” Exclamó Shirley en total estado de shock mientras se apresuraba a salir de la sombra. “¿Un r-regalo para mí, Leonis-sama?” La expresión habitualmente sagaz de Shirley se convirtió en una amplia sonrisa.

“En efecto”. Respondió Leonis.

“N-No, no puede mostrar tanta amabilidad a una simple sirvienta asesina como yo…”

“No digas eso. Eres la única sirvienta que ha permanecido a mi lado durante todos estos años”.

“L-Leonis-sama…” Tartamudeó Shirley, con el rostro sonrojado.

Leonis le entregó a la chica una bolsa de papel marrón.

“Erm, ¿qué es esto…?” Preguntó.

“Mm, se llaman churros. Son rosquillas largas y delgadas”.

“Oh…” Shirley respondió desanimada.

“¿Qué? Pensaba que te gustaban las rosquillas”. Declaró Leonis.

Cuando la había enviado por primera vez de reconocimiento, Shirley se había limitado a comprar un montón de dulces. En particular, la chica parecía tener una gran afinidad por las rosquillas. Incluso había guardado en secreto algunas de ellas en la sombra de Leonis. “No, me gustan, pero… Es usted un idiota, Leonis-sama”. Declaró Shirley, mirando amargamente a Leonis.

Seiken Gakuin no Maken Tsukai Volumen 2 Capitulo 3 Novela Ligera

 

“Bueno, en fin. Asegúrate de encargarte del asunto por mí, Shirley”.

“… Bien”. Con esa respuesta poco entusiasta siendo su última palabra, Shirley desapareció en la sombra de su maestro.

“Ahora bien, vamos a revisar otro manuscrito…” Dijo Leonis.

Sin embargo, en un momento desafortunado, justo cuando buscaba en su sombra para extraer otro tomo copiado, escuchó un suave golpe en la puerta.

“Leo-kun, ¿estás ahí?”

“¿Seria-san?” Leonis enarcó las cejas y abrió la puerta.

De pie afuera de su habitación estaban Lyseria, Tessera y los otros niños.

“¿Ocurre algo?” Preguntó Leonis.

“Estamos planeando ir a nadar a la piscina. Ven con nosotros, Leo”. Dijo Millet.

“¿Una piscina?”

“Hay una piscina en la cubierta del barco. Tenemos permiso para usarla”.

Explicó Lyseria.

Aparentemente, se había instalado para el entrenamiento y el ocio de la tripulación. Tessera, de pie detrás de Lyseria y con un flotador en las manos, asintió con entusiasmo.

“Pienso declinar cortésmente”. Leonis sacudió la cabeza.

“¿Qué, por qué?” Exclamó Millet.

“Las piscinas son peligrosas. Uno podría ahogarse”. Leonis respondió rotundamente.

“¿No sabes nadar, Leo?” Preguntó Millet.

“N-No es eso”.

Sin embargo, para Lyseria no pasó desapercibido ese momentáneo titubeo en los ojos de Leonis. Sus encantadores labios se curvaron en una sonrisa.

“No te preocupes, Leo-kun. Puedo enseñarte a hacerlo”. Se ofreció felizmente.

“… Yo, ugh, quiero decir, no tengo un traje de baño, ¿ves?”

“Te he comprado uno como agradecimiento por el regalo que me diste”.

Respondió Lyseria, extendiendo un par de trajes de baño negros.

(¡Vaya! ¡Qué bien preparada estás!) Bromeó mentalmente Leonis.

“… ¡U-Una chica de tu edad no debería ir por ahí presumiendo su ropa interior en público!” Exclamó Leonis, arrebatando la prenda de las manos de su sirviente.

“Vamos, apresurémonos y vayamos ya”. Insistió Millet. “Tessera quiere enseñarte su traje de baño”.

“¡N-No digas cosas como e-esas!” Tartamudeó Tessera con las mejillas sonrosadas, haciendo llover pequeños golpes inofensivos sobre la cabeza de Millet.

“No te estoy obligando a ir, pero me haría muy feliz que vinieras, Leo-kun”. Con ese comentario de despedida, Lyseria cerró en silencio la puerta de la habitación de Leonis.

“Uggghhh…” Leonis gimió, mirando el traje de baño negro que tenía en sus manos.

Al final, Leonis terminó uniéndose a los demás en la piscina.

(Realmente no tengo remedio cuando se trata de las peticiones de mis sirvientes…)

Leonis se puso el traje de baño en un cambiador y ahora miraba el mar desde el borde de la piscina. El sol ya había empezado a descender por el horizonte, proyectando rayos rojos y refractarios sobre el agua. Mientras contemplaba la vista, soltó un profundo suspiro.

Leonis Death Magnus, el gran y todopoderoso Rey No Muerto, tenía una sola y singular debilidad: no sabía nadar.

Ni siquiera el propio Leonis sabía exactamente por qué, pero incluso durante su vida como héroe humano, había tenido dificultades para nadar. Blackas había sugerido una vez que podría haber sido maldecido por el Dios del Océano.

Incluso después de que Leonis luchara junto a Rivaiz, el Rey Demonio de los Mares, y destruyera al Dios del Océano, seguía siendo un pésimo nadador.

Hasta el día de hoy, el Rey Demonio seguía sin comprender por qué era tan malo en eso. Leonis caminó a lo largo de la piscina y miró la amplia cubierta del barco desde el otro lado de una valla de malla metálica en el borde del nivel en el que se encontraba. Situados a lo largo de la cubierta había lo que parecían ser seis máquinas de combate de algún tipo.

“¿Qué son esos…?” Preguntó Leonis a Linze, quien llevaba ya un rato merodeando junto a la valla.

“¡Son aviones de combate!” El pequeño contestó con entusiasmo, subiéndose las gafas mientras sus palabras se aceleraban. “¡También es mi primera vez viendo los de verdad! Los grandes son los Knight Dragons; están equipados con potentes cañones y suelen utilizarse para misiones de supresión. Los más pequeños son Wyverns de ataque. Tienen dos lanzadores de cohetes múltiples y son enviados a misiones de ataque. Los he visto en los archivos de los caballeros. Son desplegados en su mayoría para llevar y ayudar a los Espadachines Sagrados cuando atacan nidos del Vacío, y…”

“¿Qué? ¿Dragones?” Leonis captó una palabra en particular en el discurso de Linze.

Incluso cuando todavía era un héroe humano, Leonis siempre había sentido aprecio por los dragones. Contempló los aviones de abajo.

(Mi dragón esqueleto es más grande). Pensó, invadido por un extraño sentimiento de rivalidad con los aviones humanos.

“Ah, Leo…”

Millet y Tessera salieron de un cambiador, después de haberse puesto sus trajes de baño. Millet llevaba un traje de baño infantil de lunares. Tessera, que se movía tímidamente, llevaba un traje de baño azul marino.

Tessera caminó con paso reservado y se sentó mansamente frente a Leonis. Su suave cabello negro acentuaba la nuca de su esbelto cuello. En algunos años más, con seguridad se convertiría en una cautivante belleza.

“Lyseria me compró este traje de baño…” Dijo Tessera.

“Te queda bien”. La halagó Leonis, ante lo cual Tessera se puso roja hasta el cuello.

“¿Qué estás haciendo, Leo? ¡Vamos a nadar!” Millet intentó lanzarse a la piscina, con un flotador en sus manos.

“Eso no es bueno, Millet. Primero tienes que hacer tus estiramientos”. Un repentino regaño procedente de Lyseria hizo que la joven se detuviera.

Leonis dirigió su mirada hacia el origen de la voz.

(¡¿Huh?!) Allí estaba Lyseria, su sirviente, vestida con un traje de baño diferente a todo lo que Leonis hubiera imaginado.

(¡¿Q-Qué clase de prenda es ésa?!) Leonis sintió que su corazón se aceleraba.

El traje de baño de Lyseria mostraba mucha piel. La tela negra de aspecto maduro contrastaba y acentuaba la belleza de su piel blanca y cabello plateado. Sus pechos, de aspecto suave, estaban contenidos por unas piezas de tela más bien escasas. El revelador traje exponía los sanos muslos de Lyseria, su esbelta cintura y su hermoso vientre. La parte inferior de su traje de baño estaba sujeta por cuerdas atadas a ambos lados.

“Seria-san, te ves maravillosa…” Tessera parecía haberse quedado boquiabierta ante la vista de las bombásticas proporciones de Lyseria. Incluso había utilizado el [-san], algo que rara vez hacía.

“… ¡!” El propio Leonis estaba igualmente aturdido.

“¿Qué sucede, Leo-kun?” Lyseria se inclinó con preocupación. Siempre intentaba hablar al nivel de sus ojos cuando interactuaba con los niños, pero esta vez, eso significaba que la mirada de Leonis estaría puesta directamente en su escote.

“N-Nada. No hay nada de malo”. Respondió Leonis mientras se apresuraba a apartar la mirada.

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Lyseria era simplemente demasiado descuidada cuando interactuaba con los niños.

“Si tú lo dices”. Dijo Lyseria. Se levantó y ató su cabello plateado. Una vez hecho esto, se acercó al borde de la piscina y comenzó a estirarse.

“¡Leo, se fue por ahí!”

“Ah, está bien… ¡Yo me encargo…!” Leo golpeó la pelota de playa con una mano, mandándola a volar en un arco por el aire.

“¡¿Ah?! ¡Hyah…!” Tessera, que había atrapado su pase, perdió el equilibrio y la pelota cayó al agua.

Al parecer, sus habilidades motrices no estaban bien desarrolladas. Los niños del orfanato probablemente no habían practicado mucho la natación, ya que Tessera, Millet y Linze tenían flotadores.

“¡Aaaah!” Tessera lanzó la pelota en una dirección aleatoria.

Lyseria la atrapó hábilmente. En marcado contraste con el resto del grupo, Lyseria estaba extremadamente bien coordinada. Los vampiros de bajo rango eran débiles contra el agua corriente, pero ella no tenía esa vulnerabilidad.

“¡Leo-kun, atrápala…!”

Lyseria lanzó la pelota a gran altura. Leonis pateó contra el agua, moviéndose rápidamente, y pasó suavemente la pelota en dirección a Linze.

“Leo-kun, estás haciendo trampa”. Señaló Lyseria mientras miraba fijamente a la superficie del agua. Como Reina Vampiro, sus ojos habían notado claramente que Leonis estaba usando un hechizo de movimiento bajo el agua.

“Veo que estás haciendo un buen uso de tus poderes vampíricos”. Observó Leonis.

“Sí, gracias a ti”. Susurró Lyseria antes de girarse para mirar a Millet. “Ve a jugar un rato con los demás, ¿de acuerdo?”

“¡De acuerdo!” Millet asintió alegremente con la pelota de playa en sus manos.

Lyseria tomó entonces a Leonis de la mano. Sus dedos estaban notablemente fríos, pero eso era de esperarse de una criatura no muerta.

“Te enseñaré a nadar, Leo-kun”. Dijo Lyseria.

“Puedo utilizar movimientos subacuáticos y hechizos de respiración bajo el agua”.

Incluso podía caminar por el fondo del océano utilizando una esfera de gravedad.

“Pero nadar en el agua se siente bien”. Insistió Lyseria.

“El cuerpo humano nunca fue pensado para moverse bajo el agua… ¡Aah!”

Lyseria tiró gentilmente del brazo de Leonis, provocando que perdiera el

equilibrio en el agua…

*Boing* La cara de Leonis colisionó con el pecho acolchado que había estado balanceándose justo delante de él. En ese momento, se sintió invadido por una sensación suave y envolvente.

“¡Aaaah, Leo-kun!” Gritó Lyseria.

“… L-Lo siento… ¡hack, horf!” Leonis se apartó apresuradamente, pero en el momento en que soltó a Lyseria, tragó un poco de agua y empezó a toser.

“No te preocupes, sólo relájate. Déjalo todo en mis manos…” Lyseria tomo con firmeza las manos de Leonis mientras se retorcía y se ahogaba. “Puedes calmarte; no te voy a soltar”.

“… D-De acuerdo”. Dijo Leonis, sacando su rostro del agua.

El rostro de Lyseria estaba frente a él. Sus labios de color rosa tenue le parecían bastante tentadores. Su cabello plateado y húmedo colgaba sobre su esbelta nuca. Leonis sintió que su calor corporal se disparaba y su pulso se aceleraba.

(Maldición, el cuerpo humano es tan incorregible).

“Mantén la calma. Sumerge la cabeza en el agua, lentamente”. Dijo Lyseria, retrocediendo mientras seguía sujetando las manos de Leonis.

“…” Pese a lo incómodo que era la situación, Leonis hizo lo que ella le indicaba.

“Patea con tus piernas en el agua… Bien, justo así”.

(Tch, ¿por qué un Rey Demonio como yo debe soportar esta humillación…?)

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Apartando la mirada de los pechos balanceándose en el agua frente a él, Leonis pataleó con sus pies.

“Añadiré la natación a tu plan de estudios mañana”. Comentó Lyseria.

“N-No, gracias”. Dijo Leonis, soplando burbujas con el rostro medio sumergido.

18:30, hora imperial estándar.

En su oficina a bordo de la nave, Altiria, la cuarta princesa del Imperio Integrado, se preparaba para la fiesta.

“El atuendo le sienta bien, Su Alteza”. Le felicitó una de sus damas de compañía.

“Gracias”. La princesa sonrió suavemente.

Llevaba un brillante vestido de fiesta del color de los lirios blancos, que contribuía a acentuar su cabello dorado. Sentado en sus brazos había un espíritu llamado Carbuncle, moviendo su esponjosa cola. De pie frente a un espejo de cuerpo entero, Altiria se llevó una mano al pecho en una silenciosa contemplación.

(Lyseria-san y ese chico eran tan galantes).

El recuerdo del chico, Leonis, se quedó en la mente de la princesa.

(Era más joven que yo, pero ya era un espadachín sagrado).

Altiria había anhelado durante mucho tiempo ser estudiante de la Academia Excalibur. Casualmente, el próximo año iba a ingresar en la Academia de Caballeros Reales de la Capital Imperial. Algún día, Altiria esperaba ser un valiente Caballero que se lanzara a la lucha, tal y como habían hecho hoy Lyseria y Leonis.

(Y me encantaría hablar con esa señorita del cañón) La Espadachina Sagrada con coletas que había hecho estallar ese Void gigante también había sido invitada a la fiesta de la princesa. Por desgracia, esa chica desconocida se había negado a asistir. Afirmó que sólo había hecho lo necesario y se marchó sin dar ni siquiera su nombre. Ella había sido la más galante entre todos.

Altiria tenía el firme deseo de ser una Espadachina Sagrada cuando fuera mayor, al igual que aquella misteriosa chica con coletas. Sin embargo, su posición de princesa la hacía incapaz de luchar contra los Void en el frente.

“¿Puedo entrar, Su Alteza?” La voz de un Caballero de la Guardia Real llegó desde el otro lado de la puerta de la habitación.

“¿Qué sucede?” Respondió Altiria, asintiendo con la cabeza a su ayudante.

Comprendiendo el significado del gesto, el sirviente abrió la puerta, pero

entonces…

“¡Aaaah!” El caballero arrojó al suelo a la dama de compañía.

“… ¡¿Q-Qué estás…?!”

Antes de que Altiria pudiera gritar, los Guardias Reales armados con armas de fuego invadieron la habitación.

“¡Qué insolencia! ¿Qué significa esto?” A pesar de que Altiria era una niña de doce años en una situación muy confusa, mantuvo un comportamiento digno de alguien de su estatus.

“Sólo me preparaba para la fiesta, Su Alteza…” Respondió el Caballero, removiendo su propia cara.

“¿Qué…?” Debajo del rostro falso se escondía un hombre bestia con cabeza de león negro. Altiria reconoció de inmediato al hombre como el líder de los Sovereign Wolves, una organización terrorista radical responsable del incidente de ocupación del Pabellón del Parlamento de la Capital Imperial. Se trataba del anti-imperialista, Bastea Colossuf.

“¡Ayuda! ¡Alguien, por favor ayúdeme!”. Altiria dejó escapar el grito más fuerte que pudo. Sin embargo, nadie acudió en su ayuda, a pesar de que la Guardia Real estaba apostada en el mismo piso.

“Heh, heh, desperdicias tu aliento, Princesa”. Una elfa oscura entró en la habitación con una sonrisa desconcertante en sus labios.

En una de sus manos tenía una espada negra como el carbón que desprendía una especie de niebla inquietante, y en la otra llevaba el cadáver de un Caballero, el cual dejó caer al suelo sin cuidado.

Era el Capitán de la Guardia Real.

“A-Arcus… ¡N-Nooo!” Gritó Altiria.

Por muy fuerte que intentara hacerse manteniendo su compostura, Altiria seguía siendo una niña. Su fortaleza mental tenía sus límites.

“Quizás debería contratar guardaespaldas mejor entrenados si pretende mantenerse a salvo”. Se burló la elfa oscura.

<<Supresión del puente principal completada>> Dijo una voz desde el dispositivo de comunicación de Bastea.

“Entendido. Enseguida vamos”. Respondió el hombre con cabeza de león. Sujetando a Altiria del brazo, dijo: “Debo pedirle que venga conmigo, Su Alteza”.

“¡Suélteme!” Exigió Altiria en vano.

“Silencio”. Dijo Bastea, levantando sus afiladas garras hacia el rostro de Altiria.

Sin embargo, fue en ese momento cuando el Carbuncle acurrucado en los brazos de Altiria mordió la mano de Bastea. El hombre se estremeció por el dolor, creando una apertura momentánea.

“¡Corre!” Gritó Altiria. El espíritu cayó al suelo y emprendió la huida como un conejo asustado, desapareciendo en el aire. Se había desvanecido en el Mundo Espiritual, que se superponía a éste. Nadie podía verlo a menos que tuviera los ojos de un Usuario de espíritus.

“Jiraf, ve tras él”. Dijo Bastea, chasqueando su lengua y dándole la orden a uno de sus hombres. Volviendo su atención a su cautiva, preguntó: “¿Es ese espíritu la llave maestra del Hyperion?”

Altiria no respondió. Sus ojos de jade miraron desafiantes a Bastea.

“No se preocupe, tenemos una de repuesto preparada”. La elfa oscura agarró a Altiria por la barbilla mirándole con desprecio. “Dejar que el espíritu huya fue un esfuerzo inútil, valiente princesita. Heh, heh, heh, heh, heh…”

“Aaah… Nng…” Los ojos de Altiria se nublaron con desesperación.

(Por favor, alguien… ¡Alguien, sálveme…!) Alitia suplicó en silencio.

Por alguna razón, el rostro que apareció en su mente fue el del chico con el que había hablado antes en la sala de audiencias.

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