86 [Eighty Six]

Volumen 9: Las Valquirias Han Arribado

Capítulo 1: El Trato De La Sirena

Parte 2

 

 

Una vez concluidas las averiguaciones al respecto, su hermano mayor añadió esa advertencia, a la que Vika asintió como respuesta. Se encontraba en su habitación de la base en la que estaban destinados, en una de las ciudades portuarias de los Países de la Flota.

La Santa Teocracia de Noiryanaruse. El país de los locos, Noiryanaruse. “Lo sé, hermano Zafar. Los valores de ese país chocan demasiado con los


nuestros, lo suficiente como para llamarlo un país loco. Un país sin el mínimo respeto por la moral no es uno en el que podamos confiar como nación amiga. Creo que la Federación tampoco tiene intención de revelar ningún detalle sobre la Resonancia Sensorial o la habilidad de Nouzen.”

“Eso es lo que pensé… Oh sí, también debería advertirte sobre esto. Sólo para estar seguros.”

“Ya lo sé. No le diré a los Ochenta y Seis la razón por la que la Teocracia es llamada un país loco.”

Zafar sonrió elegantemente, como si dijera: Muy bien.

“Te agradecería que intentaras utilizar este permiso tuyo para intercambiar información con los generales de la Federación. Como bien has dicho, la Torre Espejismo y la Noctiluca me parecen extraños. Ah, y hablando de permiso…”

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Su hermano mayor, el príncipe heredero, hablaba con desgana, por lo que Vika esperaba ser regañada por algo menor y ordinario y no estaba en guardia. Y por ello…

“… hay algo que me has estado ocultando desde la salida del Grupo de Ataque en la Alianza. ¿Verdad?”

… esto tomó a Vika completamente por sorpresa. Incluso él, con toda su inteligencia, se sorprendió por este comentario. Pero sin siquiera cambiar su expresión —de hecho, estaba tan seguro de sí mismo que ni siquiera frunció el ceño o movió un mechón de cabello— respondió:

“Por supuesto que no. Nunca te ocultaría nada, hermano Zafar.”

La Legión se prepara para una segunda ofensiva a gran escala e intenta modificarse y mejorarse.

Vika le dijo a su padre, el rey, y a Zafar, el príncipe heredero, que esa era toda la información que Zelene les había dado. No les habló del método de desconexión de toda la Legión porque era realmente inutilizable, y compartir esa información afectaría innecesariamente a la posición de la Federación entre las demás naciones del continente.

No compartió esta información, ni siquiera con ellos. La sonrisa de Zafar no cambió.

“Ya veo. Así que por fin has aprendido a ocultar esos secretos que no tienes… incluso a mí.”

“… Hermano Zafar.”

Gracias a Dios. Parece que al menos te llevas bien con los Ochenta y Seis.”

Y, sin embargo, Zafar le devolvió la mirada con una expresión de extrema felicidad.

“Que los niños se rebelen contra sus padres y hermanos mayores y empiecen a priorizar las promesas con sus amigos es un signo de crecimiento… En ese caso, asumiré que no tienes secretos que ocultarme.”

Lo pasaría por alto, por respeto a su precioso hermanito.

“Si la guerra termina, ¿qué dices de estudiar en el extranjero en una de las universidades de la Federación? Después de todo, apenas has ido a la escuela durante esta guerra. Creo que harías bien en disfrutar de la vida de estudiante una vez que esto termine.”

Una débil y amarga sonrisa se abrió paso en los labios de Vika. Era una expresión que sólo mostraba a su padre y a su hermano mayor…

Dices que he madurado, hermano Zafar, y sin embargo sigues tratándome como a un niño.

“Si tú y padre me lo permiten.”

Una vez que la guerra hubiera terminado… ¿Qué harían entonces Shin y el resto de los Ochenta y Seis? La pregunta se le pasó por la cabeza no tanto por interés como por pura curiosidad. Cuando llegaron al Reino Unido, no tenían respuesta a esa pregunta, pero ¿y ahora?

¿Qué diría Theo ahora que ya no puede estar en el campo de batalla en la misma capacidad que sus compañeros?

Al terminar su transmisión, Vika apagó su terminal y se volvió para mirar a la figura que había esperado a que terminara su conversación, sin pronunciar palabra.

“… ¿Cuántas veces tengo que decirte que no salgas a romperte?” “Mi vergüenza no tiene límites…”

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Tras reactivarse finalmente, a Lerche le faltaba de nuevo aproximadamente la mitad de su cuerpo. Esta vez, en lugar de estar destrozada horizontalmente, le faltaba aproximadamente la mitad de su estructura en ángulo diagonal. Sus sistemas de refrigeración y de energía estaban en un terrible estado de deterioro. Su rostro, modelado como el de una mujer joven, tenía parte de la piel desprendida. Parecía un cadáver ahogado que hubiera sido mordido por los peces.

Mirándola de arriba abajo, Vika suspiró. Llevaría tiempo arreglar tanto daño.

“Bueno, ahora tengo cosas que atender una vez que regrese a la Federación, y como has oído, no participaré en el próximo envío, así que tengo tiempo. Pero asegúrate de no desperdiciar demasiado.”

“Su Alteza, ¿qué pasó con la Noctiluca después de que yo…?”

“Le dimos un golpe demoledor, pero se escapó. Como no lo sabías, seguramente desconoces que Nouzen sobrevivió a la batalla. Supongo que la lista de supervivientes y fallecidos también te es desconocida.”

“Y-Ya veo. Así que Sir Reaper… sobrevivió. Es bueno saberlo. ¿Y qué hay de Sir Yuuto? ¿Sir Werewolf? ¿Snow Witch? La Princesa Cyclops… y Sir Fox, que fue el último que quedó en pie.”

Vika parpadeó una vez con frialdad. No tenía suficiente tiempo libre para repasar la situación de todos y cada uno de los miembros, y a diferencia de Shin y Lena, tampoco conocía tan bien a cada uno de ellos.

“Por ahora, no menciones el nombre de Rikka delante de Nouzen, Shuga, Emma y Kukumila.”

“¿Eso significa…?”

“No está muerto, pero tampoco ha salido ileso. Pondré los detalles y las otras bajas en un informe y te los enviaré, así que compruébalo tú misma más tarde.”

Lerche suspiró, abatida. Los Sirin no respiraban, pero Vika les permitía expresar sus emociones de esta manera.

“Ya… veo. Eso es… Estoy segura de que Sir Reaper siente una gran angustia…”

“Esta vez hemos tenido un número sorprendentemente grande de bajas.

Todo el mundo está bastante destrozado por ello, Nouzen incluido.”


“Raro seria que no fuese el caso… Eso es algo que debería quedar sin mencionar frente a Sir Reaper, Sir Werewolf, Lady Snow Witch y Lady Francotiradora.” Luego, con un aire de timidez, Lerche añadió: “Su Alteza, espero que no se haya dado prioridad a mi recuperación y que no se haya perdido la vida de nadie por ello…”

Vika enarcó una ceja ante esa pregunta. Algo así podría preocupar a un Sirin como Lerche.

“Ese no era el caso, así que no tienes que preocuparte por eso.”

Cambiar el orden de las víctimas rescatadas primero en nombre de sus sentimientos personales pondría en evidencia su posición de líder. Independientemente de lo que él o incluso los Sirin sintieran al respecto, Frederica y los equipos de rescate de los Países de la Flota colocaron a los Sirin al final del rango de prioridades. El hecho de que Lerche fuera rescatada en el proceso fue una coincidencia.

“Alguien más se estrelló en el mismo lugar que tú, así que te recogieron con esa persona. Creo que era alguien llamada Saki o algo así, del Escuadrón Thunderbolt. Asegúrate de darle las gracias si la ves. Me imagino que las dos juntas eran bastante pesadas.”

Al parecer, esta persona, Saki, había recibido un disparo a bocajarro de un arma de fuego rápido. Había salido volando y rodando de la Noctiluca, y mientras esperaba el rescate, la Chaika de Lerche también había caído de la Noctiluca.

Saki había forzado de algún modo la cabina del Chaika antes de que se hundiera y sacó los restos de Lerche. Incluso cuando el barco de rescate la recogió, nadie pareció darse cuenta de que Lerche era un Sirin. Vika se había resignado al hecho de que Lerche se había perdido para siempre antes de escuchar el informe…

Ah, sí.

Echando una mirada indiferente por la ventana, añadió:

“Se me había olvidado decirlo, pero has hecho bien en volver… eso te lo concedo.”

Por el rabillo del ojo, vio que Lerche curvaba los labios en una pequeña sonrisa.

“Tienes mi gratitud.”

“… Hmm. No me malinterpretes, ¿vale? No estoy diciendo que haya nada malo en esto o preguntando por qué sigues vivo. Estoy muy, muy feliz de que lo hayas logrado, pero…”

Los soldados heridos fueron alojados en una gran sala destinada a los pacientes internos del hospital. El edificio era antiguo, pero estaba muy limpio. Sentado en una silla redonda, Rito fijó una mirada vacilante y emocionada en la figura que estaba tranquilamente reclinada en la cama.

“Me sorprende que hayas salido a salvo, Yuuto.” “Tú y yo, ambos.”

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A salvo no sonaría bien a nadie que viera su estado sin contexto. Yuuto asintió, envuelto en vendas y con las extremidades cubiertas por yesos de plástico. Tenía graves magulladuras y varios huesos fracturados, incluida la caja torácica, lo que le había provocado un colapso pulmonar, que era visible externamente.

Pero incluso teniendo en cuenta todo esto, si al saber que su equipo había sido destrozado por una torreta de 800 mm que pesaba cientos de toneladas, el hecho de que estuviera vivo no era más que un milagro. Como si se tratara de un golpe para él, su Juggernaut había sido dañado de forma irreparable.

“Tener las costillas rotas por ambos lados y un agujero en uno de tus pulmones es un infierno.” Dijo Yuuto, con la voz tan plana como siempre y sin evocar nada de esa agonía. “Duele respirar, pero no puedo hacer nada al respecto. Me hace maldecir el hecho de haber sobrevivido.”

“Oh, ¿también te duele hablar?” Preguntó Rito disculpándose. “Tal vez debería haber venido más tarde.”

“No, es bueno tenerte cerca. Tener a alguien con quien hablar es una distracción, y tú no sabes cuándo callar.”

“Eso me pareció un insulto.” Dijo Rito con un mohín, pero no pareció sentirse realmente ofendido.

Yuuto siempre era taciturno, pero hoy estaba extrañamente hablador. Probablemente necesitaba algo que le hiciera olvidar el dolor. Le asaltaba con cada respiración, y uno sólo podía resistirse a respirar durante un tiempo. Y…

“Tengo suerte de estar vivo, así que prefiero no quejarme. Tener una distracción es una gran ayuda.”

… también necesitaba apartar su mente del dolor emocional de la pérdida de sus compañeros muertos. Muchos miembros del Escuadrón Thunderbolt de Yuuto estaban muertos o desaparecidos, especialmente las vanguardias. Al igual que Shiden y el Escuadrón Brísingamen, sus escuadrones tendrían que dividirse y reorganizarse hasta la próxima operación. Pero era poco probable que Yuuto se recuperara a tiempo para ello.

“… Sí. Pero apuesto a que respirar aún duele, así que por ahora te hablaré al oído. Te diré lo que pasó mientras estabas inconsciente. ¡Oh sí, el leviatán! Creo que lo llamaron Musukura. Cuéntame cómo fue cuando te mejores.”

“… Lo siento, estaba inconsciente bajo el agua cuando apareció.”

“Oh, claro. Entonces… supongo que no puedo preguntarle al Capitán Nouzen sobre ello, ¡pero puedo preguntarle al príncipe! Pero supongo que él pensaría que es demasiado aburrido para hablar de ello, o que su impresión sería extraña a su manera… Probablemente diría que parecía sabroso o algo así. Me imagino al príncipe haciendo ese tipo de comentario. Supongo que tendré que preguntarle al capitán sobre eso más adelante.”

“…”

Realmente, no sabe cuándo callarse. O es más bien que es tan excitable que acaba descarrilándose. Y en momentos como este… es exactamente lo que el doctor ordenó.

Rito no tenía la sombra de la muerte que parecía cernirse sobre muchos de los otros Ochenta y Seis. Siempre podía hablar del día siguiente sin preocuparse por nada. Siguió adelante, confiando en que siempre viviría para ver el mañana.

Yo también soy un superviviente… Sobreviví al Sector Ochenta y Seis, a la ofensiva a gran escala… Incluso sobreviví a esa escalada hacia la muerte en la Torre Espejismo. Sobreviví. Estoy vivo. Así que quizás, me he ganado el privilegio de pensar en el futuro…

Pensó en antes de que comenzara la operación, en la capitana del buque anti leviatán que le había mostrado la vista del horizonte desde el faro. Ella era la que le había dicho que volviera a visitarla, pocos días antes de que zarpara más allá de las olas como un señuelo, para no volver jamás.

Su mente se dirigió a Shin, que les había contado cómo había visto el esqueleto del leviatán cuando era más joven. Había sido una conversación tonta y conmovedora que demostró a Yuuto que incluso el Reaper con cara de piedra tuvo alguna vez un lado lindo, un lado que admiraba y se entusiasmaba con la visión de un monstruo gigante.

Así que tal vez ahora, todo estaba bien. Tal vez ahora, Yuuto también podría retomar los sueños juveniles y triviales de una infancia que tuvo que desechar en el Sector Ochenta y Seis.

“… En ese caso, también déjame decirte algo.”

Rito le miró con curiosidad. Yuuto se encogió de hombros, a pesar del gran esfuerzo que le supuso realizar el gesto.

“Sobre el esqueleto de leviatán… la próxima vez me gustaría verlo por mí mismo.”

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La próxima vez, iría allí como un simple turista. Una vez que la guerra terminara… Tal como le dijo el capitán. Su último deseo para él.

“Y por si sirve de algo… un miembro de la tripulación me dijo que ciertos tipos de leviatanes realmente saben bien. Cortan los frescos en trocitos, los cocinan con pescado y se los comen.”

“… ¿Realmente comen esas cosas…?” “Bueno, son animales, técnicamente… creo…”

Sí, animales que disparan láseres… “… Cuentan como animales, ¿verdad?” “¡No me preguntes, Yuuto!”

Al oír el fuerte rugido de las mareas oceánicas que superaba el sonido de la maquinaria pesada, Kurena se dio cuenta de que el Stella Maris había llegado a puerto. El sistema de su Juggernaut estaba en modo de espera. Pero cuando una holo-ventana apareció de repente frente a ella, Kurena —que estaba en cuclillas dentro de la cabina de Gunslinger— levantó lentamente la cabeza.

Al mirar por la ventana, vio a Frederica de pie junto a Gunslinger. “—¿Qué?”

Kurena no se molestó en abrir la capota de la unidad, sino que formuló la pregunta secamente a través del altavoz externo. Al oír su estruendosa voz, Frederica se quedó helada.

“… E-Es que ya es casi la hora de que los Procesadores salgan. ¿Qué tal si comes algo antes de eso? Llevas casi medio día ahí dentro. Estar tanto tiempo sin comer no te hará bien, y tu cuerpo necesita descansar. Sí sigues…”


“Estaré bien.” “Pero…”

“Dije que estaría bien… Así que no comí durante un día… ¿y qué? En el Sector Ochenta y Seis, hubo toneladas de veces en las que pasamos días enteros luchando. Cosas como esas también sucedieron en la Federación. No estaría aquí ahora si el hambre fuera suficiente para matarme.”

“Hazte a un lado, mocosa.”

Probablemente había alguien más en el punto ciego de su sensor óptico, porque esas últimas palabras habían sido pronunciadas por alguien a quien ella no podía ver. Poco después, la capota se levantó sin que ella la accionara. Alguien había introducido el código de emergencia que todos los Juggernauts compartían y había tirado de la palanca de desbloqueo externa de la cabina.

Kurena miró por reflejo hacia delante, y ahora se encontró con una figura vestida con el mismo traje de vuelo de color acero que ella. Una chica Ochenta y Seis, una de las capitanas de pelotón del Escuadrón Brísingamen de Shiden y Shana. Mika.

“El comedor del barco lleva la cuenta de los que vienen a comer y los que no. Cada uno de los cocineros está ansioso porque una chica no ha aparecido.”

Le acercó a Kurena una bandeja con comida fría, pero Kurena apartó la mirada con brusquedad. Mika frunció el ceño.

“Además —y sé que estás fingiendo todo lo que puedes para no darte cuenta de este hecho— atracamos hace tiempo. Todos los soldados heridos ya fueron transportados, y necesitan llevar a los Juggernauts fuera. Todos los Procesadores se están preparando para desembarcar, excepto los que han sido hospitalizados aquí… ¿Tengo que explicarlo? Que te quedes ahí sentada rumiando es un estorbo para su trabajo. ¿Y qué pasa con el interrogatorio? Dos de los capitanes de tu escuadrón están fuera de servicio, y Raiden tiene que sustituirlo como comandante de operaciones. Mientras tanto, tú estás aquí holgazaneando cuando ni siquiera estás herida.”

Kurena pudo ver algunas caras conocidas del equipo de mantenimiento que las miraban desde una corta distancia. Se dio cuenta, quizás demasiado tarde, de que todos los demás Juggernauts del Escuadrón Spearhead ya habían sido sacados de la nave. Probablemente la habían dejado para el final por consideración a ella.

Y como dijo Mika, Shin estaba inconsciente, Raiden lo estaba sustituyendo, y Theo… había sido llevado a cirugía tan pronto como fue recogido. Con los tres fuera y Kurena quedándose en la cabina, los oficiales

de más alto rango que podían encargarse del interrogatorio eran Anju y el capitán del 4º pelotón. Podía imaginar lo difícil que era eso.

Miró a Mika, buscando sacudirse la culpa. Como si quisiera decirle que dejara de decir cosas con sentido.

“… Vamos, dilo. No se trata de que le dé problemas a los demás; simplemente me odias. Vamos, dilo. La muerte de Shana fue mi culpa, eso es lo que quieres decir, ¿verdad?”

De repente, Mika alargó la mano y agarró a Kurena por el cuello del uniforme, acercándola de un tirón.

86 Volumen 9 Capítulo 1 Parte 2 Novela Ligera

 

“Eso es lo que quieres que diga.” Dijo ella, casi lo suficientemente cerca como para que sus narices se tocaran, los iris dorados de sus ojos verdes de Aventura brillando con furia congelada. “Pero no voy a entrar en tu juego… Shana murió porque luchó. Decidió, por sí misma, luchar hasta su último aliento. Y tú no puedes… responsabilizarte de eso.”

Sólo estás proyectando tu culpa para poder revolcarte en la autocompasión… Dejar que otros te echen la culpa sólo te daría una salida fácil. No dejaré que eso ocurra.

“No tú. No cuando no podías luchar en medio de una operación porque estabas ansiosa por la desaparición de Shin o porque Theo estaba herido.

¡No tú…! ¡¿Cuál es tu problema?! ¡Shin sobrevivió, y Theo también, maldita sea! ¡Ustedes lo tuvieron fácil! ¡Perdimos a Shana, Alto, Sanna, Hani y Meryo! ¡Ninguna de ellas va a volver! Pero aún estamos vivas, así que no es el momento de sentarse ahí abrazándote las rodillas.”

Las pupilas doradas de Kurena se contrajeron. ¿Mi juego? ¡¿Qué lo tuvimos fácil…?!

Se agarró al propio cuello de Mika y gruñó.

“¡¿Llamas a eso ‘salirnos con la nuestra’?! ¿Cómo es eso mejor?”

Tanto Theo como yo… ¡Para nosotros los Ochenta y Seis…!

“Luchar es todo lo que tenemos. No tenemos familias ni hogares ni nada más. Si perdemos eso… Si ya no podemos luchar…”

El orgullo, el último vestigio de su identidad. La República les había arrebatado todo lo demás, y lo único que les quedaba era su orgullo forjado en la guerra, templado en la batalla y duramente ganado.

Y ahora… incluso eso se estaba desvaneciendo. “Entonces, si eso se ha ido… ¿qué somos?”

La pregunta nunca se le había pasado por la cabeza, pero ahora la tenía

delante de sus narices. La realidad de ser despojada de ese orgullo —y de tener que vivir en su ausencia— se presentaba ante sus ojos. Tenía que enfrentarse al hecho de que un futuro en el que tuvieran que dejar de ser Ochenta y Seis podría ocurrirles a ella y a Theo. ¿Y cómo…?

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“¿Cómo puedo mantener la calma…?”

Dejando escapar un gemido infantil y demasiado patético, Kurena empujó a Mika y echó a correr. Cuando Mika la había agarrado, había tirado la bandeja de comida. Al mirar hacia abajo y darse cuenta de lo que había hecho, Mika se dio la vuelta y descubrió que Frederica la llevaba ahora en sus pequeñas manos. Al parecer, la había cogido cuando Mika la había empujado sin querer.

“… Puede que haya ido demasiado lejos.” Murmuró Mika.

No se sentía ni un poco culpable por haber regañado a Kurena, pero Theo no se lo merecía. Aunque ella había dicho que se había librado fácilmente porque no estaba muerto… eso no era cierto para él.

Para los Ochenta y Seis, ser incapaz de luchar no era mejor que la muerte. Incluso podría ser peor. Después de todo, luchar hasta el último aliento era el orgullo de los Ochenta y Seis. Perder eso era perder la única cosa que los definía por encima de todo.

Así que sí, llegar a esta conclusión haría que uno dejara de hablar por completo. Tras un momento de reflexión, Mika se dio cuenta de que había cruzado una línea con Kurena.

“Oye, mocosa, ¿quieres comerte eso?” “¡De ninguna manera!”

Mientras salía corriendo del hangar, como si quisiera escapar de Mika, Kurena sintió que sus piernas la llevaban naturalmente al bloque hospitalario del Stella Maris. A Shin. Quería oír su voz. Ver su cara.

… Kurena.

Como en aquellos viejos tiempos en el Sector Ochenta y Seis, cuando Kurena se consumía por su rabia y resentimiento hacia los cerdos blancos. Él siempre estaría a su lado, calmándola en silencio con su voz tranquila y serena.

Al tomar la última curva, Kurena se detuvo en seco. Ya había otra persona frente a la habitación del hospital a la que se dirigía. Tenía los mechones plateados de una Adularia y unos llamativos ojos argentos. Su físico era grande y corpulento, y llevaba un brazalete de capellán militar en la manga.

“Ah, Reverendo…”

El alto sacerdote giró su gran cabeza de oso para mirarla. Era más alto que Raiden, empequeñeciendo incluso a Daiya y Kujo. Kurena tenía una altura media para una chica, y tuvo que bajar la mirada para encontrar sus ojos. Era…

… al igual que el grupo de Albas que había mirado a Kurena y a su hermana mayor con desprecio, a ellas y a los cadáveres de sus padres.

“… Ah.”

Todavía podía sentir que se alzaban sobre ella. En ese momento, ella era pequeña y joven, y todos los adultos se sentían como gigantes. Pero aquellos hombres eran como los gigantes tiranos del mito. Se quedó congelada, con la escena reproduciéndose en su mente. Los fogonazos rasgando la oscuridad de la noche. El aire, espeso con el aroma de la sangre. Risas enloquecidas y demoníacas y destellos de plata.

Sintió que toda la sangre se le escapaba de la cara. Girando sobre sus talones, Kurena huyó.

Tras recibir un informe sobre el estado de los procesadores gravemente heridos, como Theo y Yuuto, Lena regresó al Stella Maris para visitar a los heridos. Caminaba por los estrechos pasillos del súper portaaviones. Justo cuando estaba a punto de entrar en el bloque médico, casi chocó con Kurena, que salía corriendo de él, y se apresuró a esquivarla.

Al verla alejarse corriendo como un conejo asustado, Lena la vio alejarse con una mirada dudosa. Al volver a mirar al frente, vio al sacerdote de pie y en silencio.

“Lo siento.” Lena se apresuró a acercarse a él. “Eso fue descortés de su parte. Mis disculpas, como su comandante…”

“… No, está bien.” El sacerdote sacudió la cabeza y se volvió hacia ella. “Teniendo en cuenta por lo que habían pasado esos niños, no fue nada grosero. Tiene sentido que temiera mi cabello y mis ojos plateados.”

Lena parpadeó un par de veces sorprendida. “Ella tenía… ¿miedo de ti?”

Los Ochenta y Seis, Kurena incluida, siempre llamaban a los Alba cerdos blancos y los trataban con un desprecio manifiesto, pero nunca los había visto mostrar miedo.

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“Creo que me tenía miedo, sí. Una niña como ella fue obligada a ir a los campos de internamiento cuando era pequeña… Siete años, según mi mejor estimación. Una niña tan pequeña fue arrastrada y gritada por adultos. Debe haber sido aterrador. Estaba expuesta a una violencia abrumadora a esa edad y no tenía medios para defenderse.”

“…”

Lena se quedó en silencio, avergonzada de su ignorancia. Se había criado en el Primer Sector, una zona que, incluso mucho antes de la Guerra de la Legión, había estado poblada principalmente por Alba. Nunca había visto la forma en que los Ochenta y Seis eran transportados a los campos de internamiento. Había imaginado cómo debía ser, pero nunca se había dado cuenta de la intensidad de la situación.

“… Creo que lo veo. Es mi altura. Debe haberle recordado cuando era una niña y un adulto la miro por encima del hombro, ese fue el detonante. Debería proponerme no volver a mirar por encima del hombro de esa manera.”

“Reverendo…”

“Oh, no te preocupes. Estoy acostumbrado a que los niños me tengan miedo. Quiero decir, teniendo en cuenta lo grande que soy… Cuando conocí al malhumorado que duerme en esta misma habitación, era sólo un gatito. Y déjame decirte que temía por su vida.”

Se encogió de hombros exageradamente, como si quisiera dejar claro que estaba bromeando. Entre ese gesto y la imagen mental de un Shin más joven acobardado ante él, Lena volvió a encontrar su sonrisa. Probablemente el hombre había bromeado porque había percibido su vergüenza, y ella agradeció el gesto.

Por cierto…

“¿Está Shin…? ¿Está el Capitán Nouzen dormido? ¿Tan temprano?”

Dado que tanto Lena como Kurena andaban por ahí, estaba claro que era demasiado pronto para apagar las luces. El sacerdote se apartó sin palabras de la puerta, permitiéndole echar un vistazo al interior de la habitación. Y efectivamente, pudo oír la débil y rítmica respiración de Shin.

Las luces seguían encendidas. Estaba en el fondo de la habitación, pero la cama estaba oculta a la vista por una cortina… Aunque, realmente parecía estar dormido.

“Sus heridas le pasaron factura, y tuvo toda una discusión con los otros comandantes de escuadrón sobre la persecución de la nueva unidad de la Legión. Debe haberle agotado.”

“…”

Shin no sólo estaba agotado por su lesión. Lo que le ocurrió a Theo también le supuso una gran carga emocional. Y aun así, Shin se obligó a cumplir con su deber para con el Grupo de Ataque. Ella sabía que era propenso a hacer eso, y por eso vino a ver cómo estaba… Pero no pudo evitar sentir que se estaba esforzando demasiado.

“El médico militar le pidió que se quedara hoy. ¿Podría reprenderlo por mí mañana?”

La petición hizo que Lena parpadeara sorprendida. Podía hacerlo, sí… Pero, ¿no tendría más peso viniendo de su figura paterna?

“Creo que debería ser usted quien se lo dijera, Reverendo…” Dijo ella con suavidad.

“Es demasiado viejo para escuchar lo que tiene que decir el hombre que lo crio. Y además, tenerte a ti de entre todas las personas para regañarle sería lo más efectivo.”

Al ver la significativa mirada de reojo que le dirigió el sacerdote, Lena sintió que sus mejillas se sonrojaban.

… Bueno, sí.

Raiden dijo que casi todo el mundo lo sabía ya, así que se dio cuenta de que era lógico que el sacerdote también lo supiera. Sin embargo, seguía siendo embarazoso. Al ver sus ojos, el sacerdote suavizó su mirada.


“Cuando le vi salir del campo de internamiento, ese chico había olvidado cómo reír… o llorar.”

Lena volvió a mirarle, pero él ya se había girado hacia la habitación del hospital. Su cabello plateado se estaba convirtiendo en blanco y sus ojos eran del color de la luna.

“Creo que tu presencia… es una gran parte de la razón por la que volvió a aprender a sonreír.”

Kurena volvió a su habitación. Anju, su compañera de cuarto, no estaba. La habitación contigua era la de Frederica, y la opuesta la de Shiden.

… Y la compañera de Shiden era Shana, que nunca volvería.

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