Slayers (NL)

Volumen 2

Capitulo 4: ¿Quién Está Detrás de Todo?

Parte 2

 

 

La mansión de Daymia estaba en silencio, bloqueando la luz de la luna con su silueta como un mal presagio. A primera vista parecía que nada había cambiado desde la noche anterior. Pero… había algo en el aire, una especie de malestar auguraba un nuevo horror esperándonos. Sentía la tensión recorrer mi cuerpo como una espada.

“¿Qué demonios ha pasado aquí?”


– Vaya, qué tétrico. – Dijo Gourry para sí mismo, con una gota de sudor formándose en su frente.

– Bastante, sí. Bueno, ¿entramos? – Sugerí. Lantz soltó un gemido a mi lado.

Los tres nos acercamos a la entrada. El aire, húmedo y frío, se pegaba a mi cuerpo como una manta mojada. Al entrar sentía hostilidad, tristeza… desesperación. En otras palabras, miasma. Me hizo falta un minuto para reconocer esa enferma mezcla de emociones, pero estaba claro que eran los efectos residuales del miasma.

La puerta principal no estaba echada con llave.

– Ugh. – Me quejé mientras hacía fuerza con la cadera para abrirla.


En cuanto la puerta se abrió un olor nos golpeó de lleno. El aroma de una matanza reciente.

– ¿Pero a qué huele? Hay sangre, eso lo sé, pero… – murmuró Gourry para sí mismo, con una mueca en la cara.

– Por aquí. – Dijo Lantz guiándonos por la mansión. Mientras avanzábamos el olor se hacía más fuerte.

– Anoche desaparecisteis por completo. – Dijo en voz alta, sin venir a cuento. Quizás trataba de mantener la mente ocupada y no pensar en el miedo que sentía –. Después de vencer al resto de esas criaturas, ¡puff! Habíais desaparecido. Pensé que habríais muerto, pero no pudimos encontrar vuestros cuerpos.

» No era buena idea ponerme a buscar durante la noche, así que esperé hasta el amanecer. – Explicó –. Entonces Rod y yo nos separamos para buscaros. No tuve suerte, así que regresé a casa de Tarim al medio día. Se suponía que íbamos a reunirnos allí, pero Rod nunca apareció.

– ¿No? – Pregunté, sinceramente sorprendida. Nosotros teníamos nuestras razones para no volver pero, ¿Rod?

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– No sé qué demonios está pasando. Esperé durante un rato y me puse a buscaros a los tres. Supuse que, quizás… quizás habíais venido aquí por algún motivo, y que quizás os habíais metido en algún lío… que os habían capturado, matado o algo por el estilo… ¿quizás Rod os había intentado ayudar y también le habían capturado? No sé muy bien en qué estaba pensando. Vine aquí y no vi a nadie, pero… sentí esta sensación tan enfermiza. Como que algo andaba mal, terriblemente mal… me sentía… como enfermo. Y t-tenía miedo. – Dijo perdiendo fuerza en la voz y mirando al suelo. Creo que avergonzado.

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Recorrimos el mismo pasillo de la noche anterior. Todas las puertas de los lados seguían abiertas. Eché un vistazo al interior de una de ellas, sin esperar ver nada de interés.

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– ¡Gaaaah! ¡¿Pero qué…?! – El suelo estaba cubierto de un líquido viscoso y
asqueroso, y había un increíble número de viales de cristal rotos. En el centro de la habitación, había como una docena de bultos de carne retorciéndose. Uno era como del tamaño de un gato, sin ojos ni pelo. Estaba echado de lado, gimiendo y arañando el aire con sus extremidades hinchadas y sin articulaciones. Podíamos ver sus órganos internos a través de la piel, fina como el papel, y las venas en sus alas transparentes (sí, tenía alas) mientras se agitaban y hacían ruido. También había un cachorro con escamas de serpiente a su lado, y un pájaro con tentáculos que le crecían de su estómago.

Si un niño viese esa escena se quedaría traumatizado de por vida.

– ¡Dios mío! ¿Qué es eso? – Gritó alguien a mi lado mientras parecía tener arcadas. Giré para ver que había sido Gourry.

– Las quimeras de Daymia. – Respondí.

Al volver a mirar vi un montón de herramientas raras sobre una mesa en una de las esquinas de la habitación. Ya había visto ese tipo de instrumentos hacía mucho tiempo, en la habitación trasera de la Asociación de Hechiceros de mi ciudad natal. Allí las usaban para crear baratijas y talismanes, pero aquí… aquí las usaban para crear seres vivos.

– Vamos a seguir. – Dijo Lantz, metiéndonos prisa –. No es esto lo que os quería enseñar.

No pusimos ninguna objeción, por supuesto. Al igual que él, no teníamos ninguna gana de seguir viendo esa carnicería, aunque yo temía no poder quitarme esa imagen de la cabeza la próxima vez que comiese.

Había escenas similares detrás de cada puerta. Daba igual lo mucho que lo intentase, no podía encontrarle sentido a lo que estaba viendo. En una habitación había una pila de armas y armaduras cubiertas de ese líquido asqueroso. En otra había momias que se convulsionaban… los cadáveres de mercenarios, creo. Entonces…

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– ¿Eh? ¿Qué ha sido eso? – Pregunté parándome en seco.

– ¿Qué ha sido qué? – Preguntó Gourry.


– Esa voz… – Podía oírla, pero era muy débil.

– ¿Es una risa? – Preguntó Lantz, sobresaltado.

– ¡Sí! ¿Tú también la oyes? – Podía escuchar una carcajada lejana, pero no sabía de dónde venía. Lantz sacudió la cabeza.

– No. Cuando vi… cuando lo vi… – Se detuvo un momento mientras un escalofrío recorría su cuerpo –. Escuché una risa.

– ¿Qué era?

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Pero Lantz no respondió.

Por fin llegamos a la misma puerta de la noche anterior, la que llevaba a la sala del Rune Breaker, en la que habíamos estado esa misma mañana.

La risa se hizo más fuerte, y estaba claro que su fuente estaba detrás de la puerta. Estaba claro que era Daymia. Tenía una risa extraña la última vez que le vimos, aunque era diferente.

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– ¿Aquí? – Pregunté, y Lantz asintió.

– Voy a entrar. – Anunció Gourry, sin esperar que ninguno de nosotros contestase. Al abrir la puerta la risa se volvió aún más fuerte, y más maníaca. Gourry dio un paso adelante, y se giró para examinar la habitación. Entonces se detuvo abruptamente. Desde donde yo estaba no se podía ver lo que él estaba mirando.

– ¿Qué demonios es… eso?

Me giré hacia Lantz, que estaba temblando.

– Yo ya lo he visto. – Dijo –. Y no quiero volver a ver algo así… nunca. Entré hasta alcanzar a Gourry, y me giré para mirar en la misma dirección. Entonces me quedé congelada. No podía ni hablar.

Estaba viendo una enorme masa de carne. Se estaba retorciendo… y se podían sus palpitantes venas y sus órganos internos.

Mientras observábamos, una serpiente surgió desde la parte de arriba de la masa. La serpiente, nacida de la horrorosa masa de carne, creció, formó un arco hasta lanzarse de nuevo contra la masa, mordiéndola y volviéndose a hundir entre ella, devorándose a si misma

carne.

La risa de Daymia se volvió especialmente alocada cuando la serpiente mordió la

– Raugnut Rushavna… – murmuré, con gotas de sudor resbalando en mi mejilla. Una vez, mientras hacía una parada en mis viajes, escuché una historia sobre un rey. Unos veinte años antes, el célebre rey del reino de Dills, Dills II (también conocido como Dills Rwon Gairia) marchó con cinco mil tropas para acabar con el Rey Demonio del Norte, del que se decía que era la fuente de todo el caos en el mundo. Ninguno de los soldados regresó. La leyenda dice que el Rey Demonio los destruyó. Eso es lo que todo el mundo creía.

Pero, en realidad, el rey Dills había regresado. Solo. De noche, antes del amanecer, los soldados de palacio reconocieron la cosa que había aparecido ante ellos. Una pegajosa masa de carne que había conseguido llegar hasta el trono real. Con serpientes que surgían de ella y la devoraban antes de volver a fundirse con su carne. Entonces dijo contundentemente a los soldados:





– Matadme. – Era claramente la voz del rey Dills. Un oscuro ritual, más allá de la comprensión humana, había reducido a su soberano a esa horrible forma.

Caritativamente, uno de los soldados alzó la espada. Pero los golpes y los cortes sólo causaban sufrimiento al rey. Incapaces de salvarle, sus vasallos encerraron al soberano… o a la cosa en la que se había convertido… en algún lugar. Jamás le dijeron anadie su localización. Se dice que, incluso hoy, la voz del rey Dills puede escucharse en el castillo de la ciudad de Gairia, en el viento nocturno.

– Matadme. – Implora.

Aquellos que caen víctimas de este ritual mueren una y otra vez hasta que el demonio responsable de su tortura es destruido.

Daymia sufría el mismo destino que el rey Dills. Era un ritual demasiado poderoso para un humano, lo que significaba que el que había pervertido el cuerpo y la mente de Daymia había sido Seigram el Sin forma. El demonio con la máscara blanca.

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