Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 14

Capítulo 9: Un Día En La Fortaleza Flotante

Parte 1

Dos días pasaron en un abrir y cerrar de ojos.

Tras recuperar la conciencia, Zanoba recorrió alegremente el castillo, disfrutando de todas las artesanías que había en él. El hecho de poder pasearse libremente le hacía estar de buen humor. Me sentí aliviado de que se hubiera recuperado por completo de mi hechizo eléctrico. Si no hubiera recuperado la conciencia, no sabría qué decirle a Ginger.

Cliff, en cambio, había cambiado. Inmediatamente después de la batalla, había hablado con Kishirika y yo me había preguntado de qué se trataba.

Resultó que estaban discutiendo su recompensa por haberla ayudado antes: un ojo de demonio. Ella le dio el Ojo de Identificación. Le permitía mirar cualquier objeto y comprender sus características. Lo eligió para poder ayudar si alguna vez volvía a ocurrir algo parecido a la enfermedad de Nanahoshi. Como siempre, Cliff era muy heroico.

Ese heroísmo, sin embargo, no le estaba ayudando a dominar el ojo. Estaba luchando con él. Al parecer, todo lo que miraba venía con una etiqueta de nombre y una explicación. Para él, el mundo entero estaba inundado de textos. No podía caminar sin que Elinalise le guiara de la mano. Estaba seguro de que acabaría dominándolo. Cuando lo hiciera, seguramente la gente le llamaría Cliff el Sabio. Hasta entonces, probablemente tendría que llevar un parche en el ojo.

El siguiente fue Nanahoshi.

Destapamos las hojas de té que trajimos del continente demoníaco y le hicimos beber el tónico. Poco después, Nanahoshi empezó a quejarse de que tenía que ir al baño. Yuruzu la ayudó a ir a la enfermería, y… bueno, para preservar su honor, me ahorraré los detalles. Digamos que se estaba recuperando.

“¿Cómo te sientes por lo demás?” Pregunté.

Nanahoshi seguía postrada en la cama. Su complexión había mejorado considerablemente, pero el cansancio seguía presente. También había perdido mucho peso. Era como si todo lo que tenía en el estómago se hubiera esfumado, dejando sólo un esqueleto.

“Me siento bastante mejor”.

Para estar segura, tendría que descansar otro mes, pero al menos ahora estaba de mejor humor.

Su expresión era diferente a la habitual, tensa. Más bien parecía aturdida por haberse despertado. Su cabello estaba desordenado y sobresalía en todas las direcciones. Solía pensar que llevaba un estilo de vida poco saludable, pero al menos se cepillaba el pelo todos los días.

“Gracias por ayudarme”. Inclinó la cabeza, con las manos apretadas alrededor de una taza de té de hierba de Sokas caliente. Su formalidad y sinceridad eran una muestra poco común.

“Te agradezco mucho que te hayas arriesgado tanto para ir a buscar estas hojas de té para mí. Me has ayudado mucho”.

Había algo profundamente inquietante al oírla hablar así.

No, estoy seguro de que sólo se siente débil, así que está un poco fuera de sí.

“No hay problema”.

“Tú también me cuidaste la última vez que estuve en problemas. Te dije algunas cosas bastante insensibles y, sin embargo, me ayudaste sin resentirme por ello. No sé ni cómo empezar a agradecértelo…” Me dirigió una mirada de disculpa.

Nunca había visto a Nanahoshi actuar con tanta cortesía. Tal vez las habilidades de Yuruzu of Atonement podían transferir personalidades además de resistencia.

“Ahora que lo pienso, fui bastante despreocupada y cruda contigo, aunque eres mayor que yo”.

Sacudí la cabeza. “No me importa en absoluto. En este mundo, sólo tengo dieciocho años”.

“¿Y qué edad tenías antes de venir aquí?”

“Treinta. Pero no te preocupes por eso. Olvidemos el tema de la edad. Y no tienes que ser tan educado. Puedes hablarme como siempre lo has hecho”.

“De acuerdo”.

Su expresión era serena mientras apuraba su bebida, como si pudiera sentir los efectos inmediatos.

Me aclaré la garganta. “Estoy seguro de que ya te lo han dicho, pero tu enfermedad…”

“No va a desaparecer del todo. Sí, lo sé”.

Nanahoshi no estaba completamente curada del Síndrome de Dryne. La Hierba de Sokas rompería temporalmente el maná que se acumulaba en su interior, pero si no se trataba, se acumularía a los mismos niveles que antes. Como ella no era de este mundo, no tenía la inmunidad al síndrome que el resto de la gente de aquí tenía. Afortunadamente, beber té de hierba de Sokas a diario evitaría que se acumulara.

También existía la posibilidad de que incluso un poco de magia la hiciera enfermar. La próxima enfermedad que contrajera podría ser algo que incluso Kishirika desconocía, algo incluso más antiguo que el Síndrome de Dryne. Mientras estuviera aquí, no podría evitar por completo el maná. Estaba en todas partes, en el ambiente, en la comida.

“Nanahoshi, tienes que volver a casa. No puedes morir aquí”.

“…Sí.”

“Haré todo lo que pueda para ayudarte a conseguir una forma de volver”.

“Pero yo…”

Sacudí la cabeza. “No necesito tu gratitud ni nada. Aunque si me meto en problemas por el camino, espero que estés ahí para mí a cambio”.

Nanahoshi empezó a moquear mientras las lágrimas se agolpaban en sus ojos. Dejó escapar un sollozo ahogado, con la voz apenas por encima de un susurro mientras decía: “Gracias”.

Esperé pacientemente a que dejara de llorar.

Siguió sollozando durante un rato, con los ojos rojos e hinchados. Habló con voz nasal cuando dijo: “Pero me iré a casa”.

“Sí. Seguro que quieres volver lo más rápido posible”.

“No, me refiero a que tal vez no pueda pagarte todo antes de irme”.

Espera, ¿así que quiere devolverme todo antes de irse a casa? Es más concienzuda de lo que creía.

“No hay necesidad de presionarte así. Después de todo, tú también me has ayudado antes”.

“Lo hice para agradecerte la ayuda en mi investigación”.

“Muy bien, entonces me gustaría un consejo detallado sobre un pequeño asunto”.

Ella frunció el ceño. “¿Qué pequeño asunto?”

“Por ejemplo, ¿qué quiere una chica de mi edad? Sylphie y yo tenemos un largo futuro por delante. Estamos casados y tenemos un hijo, pero aún no sé qué pasa por su cabeza. Dado que tienes más o menos la misma edad, pensé que podrías saber algo”.

“¿Sobre lo que está pensando Sylphie?” Nanahoshi se acarició la barbilla y miró su manta.

Parecía estar considerando seriamente el asunto. Seguro que se dedica a devolverme el favor.

“No tienes que responder ahora mismo”, dije. “Puedes esperar hasta que tengamos una pelea o quiera reconciliarse con Sylphie o algo así”.

“De acuerdo”. Nanahoshi asintió, con una expresión sincera.

Aunque estaba cerca de la edad de Sylphie, había muchas cosas que las separaban; venían de mundos diferentes y Sylphie estaba casada. Nanahoshi no podía entenderla del todo. Ni siquiera yo tenía idea de lo que pensaban los chicos de mi edad.

“En ese caso, lo dejaremos así. Seguro que tu cuerpo aún está débil, así que tómate tu tiempo para recuperarte”.

“Sí, lo haré”, respondió Nanahoshi. “Gracias”.

Salí de la habitación. Si me quedaba solo con ella demasiado tiempo, podría volver a poner celosa a Sylphie. Era bonita en ese modo, pero no me gustaba provocarle ansiedad. No quería hacerla dudar de mi amor. El hecho de que aún no lo hubiera conseguido era un fracaso por mi parte.

***

Mientras avanzaba por el pasillo, la luz del sol del atardecer entraba por las ventanas.

Ah, el atardecer es hermoso, no importa en qué mundo vivas.

No me gustaban mucho las alturas, pero la vista desde el amplio jardín de la fortaleza flotante era tentadora. Desde allí, podía contemplar el mar de nubes mientras el sol se escondía tras el horizonte.

Incluso a mí me gustaban los mimos de vez en cuando. Con ese pensamiento en mente, me dirigí al exterior.

Los arbustos estaban perfectamente recortados y había docenas de flores que nunca había visto. A medida que el sol se hundía bajo las nubes, bañaba la zona con una luz radiante, haciéndola parecer un espejismo.

Si llevara a Sylphie a un lugar como éste y le susurrara dulces palabras, ¿cómo respondería? Conociéndola, probablemente se pondría roja, bajaría la mirada al suelo y me apretaría la mano. Seguramente su reacción sería adorable.

Muy bien, una vez que Sylphie se recupere por completo, ¡intentémoslo!

Quería hacer lo mismo con Roxy, pero por desgracia, los demonios tenían prohibida la entrada en la fortaleza. Además, probablemente no saldría muy bien, teniendo en cuenta la personalidad de Roxy. Probablemente me miraría fijamente y diría: “Sabes que no tienes que usar esas frases cursis conmigo, ¿verdad?”. Estaría dispuesta a acostarse conmigo a pesar de todo. Ella era franca de esa manera, aunque no lo pareciera.

¡Pero no se trata de eso! No se trata de sexo. ¡Sólo quiero que seamos cariñosos! Quería que viéramos juntos la puesta de sol. Roxy decía: “Es muy bonito, ¿verdad?” Y yo respondía: “Sí, pero no tan hermosa como tú”. Y entonces ella se sonrojaba y se hacía la avergonzada: ¡eso era lo que yo quería ver!

Bueno, ella no está aquí de todos modos, así que no tengo suerte.

“¿Hm?”

Mientras caminaba, perdido en mis pensamientos, divisé una mesa en el borde del jardín. Tres personas estaban sentadas a su alrededor.

“Y fue entonces cuando mi maestro usó su magia. Esta luz púrpura salió disparada de su mano derecha, y carbonizó el cuerpo de Atofe, paralizándola en el lugar”.

“Aha. Así que fue su magia la que la debilitó tanto”.

“La magia de Lord Rudeus parece no tener límites”.

Zanoba, Ariel y Perugius tenían una agradable charla. Mientras la luz del sol del atardecer los bañaba, parecían disfrutar de su conversación. Luke y Sylvaril esperaban cerca, aunque no participaban. Se limitaron a escuchar la conversación de Zanoba.

“El maestro Elinalise y yo quedamos atrapados en su ataque, pero no creo que haya otro mago en el mundo que pueda usar un hechizo así fuera de mi maestro”.

“He oído que se parecía a un rayo”, respondió Perugius. “Pero si fue capaz de paralizar a Atofe, como dices, debió ser bastante potente”.

“¿Y? ¿Qué pasó después? ¿Cómo terminó la batalla?” preguntó Ariel.

“Desgraciadamente, me temo que perdí la conciencia en ese momento, así que no puedo… Ah, ahí está el hombre en persona”.

La mirada de Zanoba me encontró, así que no tuve otra opción. Me incliné y me dirigí hacia su grupo. “Buenas tardes. ¿Tienen una fiesta de té?”

“¡Sí, Maestro! Lord Perugius dijo que quería saber cómo transcurrió nuestra batalla con Atofe, así que le estaba explicando los detalles más finos”.

“Ya veo”. Miré a Perugius. Parecía estar de mucho mejor humor que cuando tuvimos la primera audiencia con él.

“Escuché que fue tu magia la que debilitó tanto a Atofe, Rudeus”, dijo.

“No, eso fue en gran parte gracias a que Zanoba la bloqueó. Si hubiera dirigido mi hechizo hacia ella sin su ayuda, podría haberlo desviado”.

“Ya veo, sí. Jeje, esa imagen de ella aún perdura en mi mente”. Su cara se resquebrajó en una sonrisa obscena.

¿De verdad odia tanto a Atofe? Estaba de buen humor.

“Parece que estás bastante animado”, dije.

“Por supuesto que lo estoy. Ni en mis mejores sueños pensé que tendría la oportunidad de vengarme de alguien que me ha hecho sufrir tantas veces que he perdido la cuenta.”

“¿Venganza, dices?”

“Sí. Un rencor, si quieres, que ha durado varios años”.

Probablemente se refería a la guerra que ocurrió hace 400 años: la Guerra de Laplace. Perugius era un joven aventurero en ese momento, pero ayudó a los humanos, luchando en el frente. Atofe también había encabezado algunas de las fuerzas de los demonios, actuando como general.

Perugius se encontró con ella muchas veces en el campo de batalla. Como era joven e inexperto, no fue capaz de vencerla, sino que sufrió heridas mortales en cada encuentro. Dos personas lo salvaron en aquel entonces: el Dios Dragón Urupen, una figura de tipo hermano mayor de Perugius, y el Dios del Norte Kalman.

Perugius sólo podía apretar los dientes con frustración por cada derrota. Planeaba vengarse de Atofe, pero entonces el dios del norte Kalman se casó con ella. Cuando Kalman murió, hizo que los dos juraran que no se matarían. Así, Perugius nunca volvió al Continente Demoníaco, destruyendo sus posibilidades de venganza.