Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 14

Capítulo 9: Un Día En La Fortaleza Flotante

Parte 2

Casi había perdido la esperanza de volver a atacar a Atofe, pero este momento era más perfecto de lo que podría haber imaginado. Le disparó sin que ella le devolviera el golpe. Eso era lo que le tenía en las nubes.

“Debo darte las gracias por eso”, dijo Perugius. “Has hecho un trabajo espléndido”.

“¿Estás seguro de que está bien que hayas roto tu juramento al Dios del Norte Kalman?”

“Él nos prohibió matarnos entre nosotros. Estoy seguro de que no le molestaría una paliza unilateral”.

Golpear a un oponente indefenso por algo que hicieron hace siglos me pareció bastante bárbaro. Aunque eso decía mucho de la profundidad del rencor que compartían.

“Parece que te he juzgado un poco mal. Debería darte algún tipo de recompensa”, dijo Perugius.

“Realmente no necesito una recompensa”.

No, gracias. No cuentes conmigo. No quiero poder, no como el que ofrece Atofe.

“Ah sí, una vez que Nanahoshi termine de recuperarse, te enseñaré personalmente a usar la magia de invocación”.

Dudé. “Eh, no voy a quedarme atrapado aquí sin poder volver a casa durante la próxima década si acepto eso, ¿verdad?”.

“No me compares con Atofe”.

Oh, bueno, mientras pudiera volver a casa, no había razón para negarme. Quería saber más sobre la magia de invocación y teletransporte. Además, podría enfrentarme a una crisis similar en el futuro. No estaría de más aprender otras formas de luchar, por si acaso.

No me gustaban los conflictos, pero en este mundo se necesitaba un mínimo de fuerza para escapar del peligro. Pensaba que sería suficiente para proteger a mi familia, pero después de la hidra y de lo ocurrido esta vez, estaba bastante claro que no era lo suficientemente poderoso.

Quería pensar que las situaciones en las que tendría que luchar contra algo de ese nivel serían pocas y distantes, pero más vale prevenir que lamentar.

“Señor Perugius, ¿crees que podrías entrenar conmigo o enseñarme a luchar mejor? No me importa si es después de las lecciones de invocación”.

“Hmph. ¿Esto fue provocado por tu encuentro con Atofe? ¿O no estás satisfecho ya con el poder que posees?”

Ah, mierda. Ahora su humor se ha agriado. Esto no es bueno.

“No es nada de eso. Sólo pensé que sería bueno tener mejores opciones si alguna vez me meto en ese tipo de problemas de nuevo”.

Tras una larga pausa, dijo: “Muy bien. Te daré un objeto para que puedas contactar conmigo. Sylvaril”. Le dirigió una mirada.

Sylvaril sacó una flauta de su bolsillo, una que parecía una torre con un dragón envuelto en ella.

“Si usas esto en cualquier lugar con el que tenga conexión, Clearnight del Trueno Rugiente lo escuchará, y Arumanfi vendrá a verte”.

Acepté la flauta y la guardé. Parecía que vendría a ayudarme si alguna vez lo necesitaba. Tampoco era una mala solución.

“Hm, parece que el sol se ha puesto”.

Miré hacia atrás; la luz del atardecer se había desvanecido. Ahora la luna flotaba en el cielo. Extrañamente, la zona que nos rodeaba no estaba oscura. Eso era gracias al brillo azul que desprendían las flores del jardín.

“Esta mesa está hecha de iluminadores”, explicó Perugius. “Vamos, toma asiento. ¿Por qué no seguimos charlando un rato?”

Obedientemente, me senté.

***

“La artesanía de los enanos estaba realmente en su apogeo antes de la segunda Gran Guerra Humano-Demonio”.

“En efecto. Si los enanos no hubieran perdido su patria durante el conflicto, podrían seguir haciendo obras maestras ahora”.

Perugius era en realidad un tipo interesante una vez que llegabas a hablar con él. Poseía una gran sabiduría y amaba las bellas artes. También era un hombre de cultura que apreciaba el trabajo creativo.

“La raza enana ha perdurado, al menos. Poseen unas manos tan diestras que estoy seguro de que algún día producirán otro artesano capaz de crear una obra soberbia.”

“Hablando de eso”, dijo Perugius, redirigiendo la conversación, “creo que dijiste que uno de ustedes estaba criando a tal artesano”.

Zanoba asintió. “Sí, aunque no lo parezca, mi maestro es un profundo conocedor de las figuras. Pensamos que, si enseñábamos a un enano esas técnicas, podríamos alcanzar nuevas cotas”.

“Me enseñaste una de las figuritas de Rudeus. Era bastante interesante. Es increíble que haya sido capaz de crear una réplica de una persona con un detalle tan intrincado”.

Los dos estaban disfrutando de su conversación. Lamentablemente, yo carecía del nivel de conocimientos que ellos poseían, así que no era capaz de seguirles el ritmo. Sin embargo, la discusión era lo suficientemente interesante como para escucharla.

“No”, dije, “me halagas demasiado”.

“No hace falta ser humilde”, dijo Perugius.

“Estoy de acuerdo. Sylphie me ha hablado muchas veces de lo talentoso que es usted, Lord Rudeus”.

En realidad, había un participante más en nuestra fiesta del té. Mientras los otros dos conversaban alegremente entre sí, ella intentó intervenir con sus propias sugerencias y conocimientos. Lamentablemente, sus intentos fueron infructuosos. Estos dos eran tan duros que ella, al igual que yo, no podía esperar seguir el ritmo.

“No es sólo magia. Lord Rudeus también sabe de artes. Realmente es una persona increíble”.

“Gracias, Princesa”.

Actuando como una tercera rueda en la conversación era nada menos que Ariel Anemoi Asura. Quería desesperadamente la ayuda de Perugius, pero no sabía cómo ganarse su favor. Sonreí incómodamente mientras ella me colmaba de exagerados elogios. Durante la mayor parte de la conversación, se había convertido en un robot que se introducía torpemente y repetía como un loro las mismas frases genéricas. Era obvio que no tenía nada sustancial que añadir a la conversación.

Tiene un largo camino por delante.

“Por cierto, Lord Perugius, estábamos pensando en sacar pronto al mercado algunas de estas figuritas. ¿Podríamos pedirle su sincera opinión sobre la idea?” soltó Zanoba. Alcanzó una caja que había dejado a sus pies, una que ya había visto antes.

“¿Oh?” Intrigado, Perugius la miró. Sin embargo, cuando Zanoba levantó la tapa, su estado de ánimo se agrió rápidamente. “¿Una estatuilla de Superd?”

“Debería haber sabido que la reconocerías a simple vista”.

Los labios de Perugius se diluyeron.

Zanoba sacó la figura de Ruijerd que había hecho Julie. Estilísticamente, era un poco diferente de la que yo había hecho, pero la pose y el diseño general la hacían parecer real. Sin embargo, eso no fue suficiente para satisfacer a Perugius.

“¿Me haces esta pregunta, sabiendo cómo detesto a los demonios?” Miró la figura de Ruijerd con disgusto mientras escupía: “Más vale que abandones cualquier ilusión que tengas de vender esta cosa”.

Sin esperanzas, como esperaba. Perugius realmente detestaba a los demonios. Era una persona por lo demás tolerante, pero tenía más prejuicios contra los demonios que nadie que hubiera conocido. Zanoba debería haber sabido que mostrarle una estatuilla de Superd a alguien como Perugius sólo conseguiría erizar sus plumas. ¿A qué estaba jugando?

“No obstante, el modelo de esta estatuilla es alguien con quien tiene una deuda, Lord Perugius”, dijo Zanoba.

“¿Una deuda, dices?” Perugius frunció el ceño. Tras pensarlo un momento, sus ojos se abrieron de par en par. “¿No me digas que has utilizado a Ruijerd Superdia como modelo para esto?”

“Sí, lo hicimos. Me has dicho que, en tu última batalla con Laplace, fue Lord Ruijerd quien te ayudó”.

Las palabras rodaron suavemente por la lengua de Zanoba. No estaba sacando el tema al vuelo. Los dos habían disfrutado de varias fiestas de té sin mí; Zanoba debía haber sacado esa información de Perugius previamente. Ahora podía ver hacia dónde iba esto, y me daba esperanzas.

“Por supuesto, soy perfectamente consciente de su aversión a los demonios. Sin embargo, también creo que, si las habilidades de mi maestro tuvieran cierta exposición pública, este tipo de artesanía arrasaría en el mundo. ¿No te gustaría que eso ocurriera? Imagínatelo: un mundo espléndido rebosante de arte”.

“Hmm…” Perugius hizo una mueca.

Estábamos tan cerca de convencerlo. ¿Tal vez yo también debería entrar en la conversación?

“Odio a los Superd. Se mueven en la oscuridad, masacrando vidas inocentes. Aunque también es cierto que sin la ayuda de Ruijerd, hoy no estaría vivo. Sin embargo…”

“Lord Perugius, Ruijerd se arrepiente de las cosas que hizo en el pasado”, solté.

“¿Se arrepiente?” Perugius inclinó la cabeza.

Ahora, cómo debería explicar esto de la mejor manera…

“Sí. Laplace le engañó”

.”Laplace, dices…” La cara de Perugius se nubló.

Parece que esta es una buena dirección.

“Así es. Laplace le dio una lanza que le robó los sentidos. Ruijerd fue manipulado para deshonrar a todo su clan. Peor aún, incluso mató a su propia familia. Ahora, se siente avergonzado y odia a Laplace por lo que hizo”.

Perugius escuchó en silencio.

“Por eso ahora está viajando por el mundo, buscando una forma de devolver el honor a su pueblo. Este plan nuestro es una forma de ayudarle en su empeño. También tengo una gran deuda con Ruijerd. Si está agradecido por la ayuda que le proporcionó, espero que apruebe lo que estamos haciendo, como una forma de recompensarle”.

Perugius se cruzó de brazos, cerró los ojos y frunció las cejas. Tras un largo silencio, finalmente dijo: “No me importan los Superd y su reputación, pero debo honrar mis deudas”.

“¿Entonces?”

“Haz lo que quieras”.

Aunque no estaba complacido, Perugius había accedido, al menos. Ahora podíamos vender nuestras figuras de Ruijerd sin temor a que Arumanfi apareciera de la nada y destruyera nuestra tienda. De hecho, si alguien desaprobaba que lo hiciéramos, podíamos decirle que Perugius nos había dado su permiso. No tenía ni idea de cuánto peso tenía su nombre, pero seguro que era útil, dada su fama.

De todos modos, Zanoba tenía un argumento convincente. Ser capaz de escurrir el bulto en un tema tan difícil… definitivamente me estaba impresionando cada vez más últimamente. Tenía que aprender de su ejemplo.

“Agradecemos su consideración”.

Tanto Zanoba como yo inclinamos la cabeza. Estábamos un paso más cerca de vender estas figuritas al público.

Espera un poco más por mí, Ruijerd.

“Ya que estamos en el tema, maestro, ¿por qué no le das a Lord Perugius una muestra de tu habilidad?” Zanoba se golpeó la palma de la mano como si esa idea se le acabara de ocurrir.

“¿Mi habilidad?”

“Ya sabes, tu habilidad especial para hacer estas figuritas de la nada”.

Miré a Perugius, que asintió en señal de aprobación. “Muéstrame. Me interesa esta magia tuya”.

Y así comenzó mi demostración en tiempo real de cómo hacer una figurita. Hice lo mismo que siempre: utilizar la magia de la tierra para crear la forma general, y luego ir picando cada parte hasta que la figura general quedara unida. Esta vez, decidí crear una del tamaño de una figura Nendoroid. Esto me facilitó las cosas y me permitió terminarla rápidamente. La calidad no sería la mejor, pero al menos las piezas eran sencillas de construir. Creé una máscara de pájaro sobre la cara de la figura. Sería una figura de Sylvaril.

“¿Esto es Sylvaril? Eres muy hábil”. Los ojos de Perugius estaban fijos en mí mientras trabajaba, observando atentamente cada paso. Parecía muy interesado. Me pregunté si realmente podía ver mi maná. O tal vez sólo podía percibir cómo lo manipulaba. Después de todo, era un héroe legendario. “Nunca soñé que alguien usara la magia de la tierra de esa manera”.

“Si tienes una petición, puedo hacer lo que quieras”, le ofrecí.

“Muy bien. En ese caso, tráeme una estatuilla de alta calidad que hagas y te la compraré”.

Qué bien, ahora teníamos un cliente habitual. Teniendo en cuenta que no teníamos ni idea de dónde había desaparecido Badigadi, asegurar otra oportunidad de negocio como ésta era importante.

“En ese caso…” Ariel habló, uniéndose a la conversación. “También tenemos algunos espléndidos artesanos en el Reino Asura”. Continuó con una perorata sobre lo hábiles que eran sus artesanos, y prometió que haría instalar una estatua de Perugius una vez que asumiera el trono.

Todo el tiempo que ella divagaba, Perugius parecía molesto. Cuando terminó, le espetó: “Los artesanos de Asura sólo crean obras para satisfacer la vanidad de la nobleza. No hay nada interesante en su arte”.

“¿…Qué?” Ariel se quedó sin palabras.

Como para clavar aún más el clavo en el ataúd, Perugius continuó: “Si realmente te conviertes en rey, ¿no tendrás cosas más importantes que hacer que crear una estatua mía?”.

“B-bueno, yo…”

Perugius la cortó. “¿O acaso malversar los impuestos del pueblo para vivir con lujo es tu definición de ser rey?”

“N-no, en absoluto. Mis disculpas. Hablé fuera de lugar. Por favor, olvida que he dicho algo”. Ariel dejó caer su mirada, tratando de retroceder. Era difícil creer que esta persona abatida normalmente desbordaba carisma y confianza.

Sin embargo, la forma en que Perugius la rechazó fríamente era improcedente. ¿De verdad la odiaba tanto? ¿Lo que ella había dicho le había molestado tanto?

“Espera, Ariel Anemoi Asura”, gritó Perugius cuando ella intentó escabullirse. Su mirada opresiva se clavó en ella. “¿Qué significa para ti ser rey? ¿Qué posee un verdadero rey?”

“Bueno… son sabios, escuchan a los ministros de su gabinete y no olvidan su posición en la sociedad…”

“Error”. Perugius negó con la cabeza, sin dejarla terminar. “El rey asuriano que conocí era un verdadero rey, pero no era nada como lo describes”.

“¿Qué rey?”

“El hombre que ocupó el trono tras la Guerra de Laplace, mi amigo jurado, Gaunis Freean Asura”.

Ya había oído hablar un poco del rey Gaunis. Fue el último miembro superviviente de la familia real asuriana tras la Guerra de Laplace. Se convirtió en un gran gobernante que unió al país después de que fuera devastado durante el conflicto. La lucha se cobró un gran precio en las tierras asurianas, pero sus habilidades como monarca evitaron que el país cayera en una guerra civil.

“He oído que el rey Gaunis fue un gran gobernante. Dudo que pueda seguir sus pasos”.

Perugius volvió a negar con la cabeza. “No fue grande. Era un cobarde que odiaba los conflictos y siempre estaba huyendo. No podía estudiar para salvar su vida, no poseía ninguna habilidad en la batalla, y siempre se escabullía a alguna taberna para coquetear con las mujeres del lugar. No tenía la ambición de llegar al trono, pero tenía la cualidad más importante que puede tener un gobernante. Eso, creo, es lo que lo convirtió en un verdadero rey”.

“¿Qué cualidad era esa?”

“Si puedes darme esa respuesta tú mismo, entonces te daré mi apoyo”.

Ah, así que esta es la prueba que pretende darle. Está probando a Ariel, para ver si es alguien que merece su ayuda o no.

“La cualidad más importante que puede tener un rey”, repitió Ariel, acariciando su barbilla mientras miraba la mesa. Probablemente estaba tratando de recordar las historias que había escuchado del rey Gaunis.

A mí me parece que el tipo era un completo idiota. ¿O tal vez era un genio disfrazado, similar a Oda Nobunaga?

“Rudeus”. Perugius se volvió hacia mí. “¿Qué piensas?”

“Me temo que no tendría ni idea de cómo responder a la pregunta, dado que no soy de la realeza”.

“Qué respuesta tan aburrida. No tienes que contemplar la respuesta, simplemente di lo que se te ocurra”.

Eso sigue siendo un poco difícil.

Un rey, ¿eh? ¿Qué se supone que es un rey en primer lugar? Sabía que aparecían mucho en las historias de fantasía, pero ¿qué hacían realmente? Eran alguien en la cima. El gobernante de un país, como un primer ministro, lo sabía. Para ser sincero, ni siquiera en mi vida anterior me interesaba mucho la política. Lo único que hacía era mirar cómo reaccionaban otras personas en Internet ante los políticos y seguir su ejemplo.

“Personalmente, creo que prefiero un gobernante que pueda ponerse en el lugar de la gente común, en lugar de alguien que confíe en sus propias habilidades”.

“Aha”. Perugius exhaló, pareciendo impresionado con mi insulsa respuesta. “Ariel, este chico acaba de darme una respuesta mucho mejor que la tuya”.

Tras una pausa, argumentó: “Pero una persona no puede ser rey si sólo piensa en el pueblo”.

“Es cierto. Tampoco es que Gaunis sólo pensara en el pueblo. Sin embargo, los que le rodeaban sí le prestaron su ayuda, y fue capaz de suprimir las posibles revueltas en Asura”.

“¿Así que estás diciendo que las propias habilidades de un rey no tienen sentido?”

“¿Es eso lo que piensas? ¿Un país que hace gobernar a un imbécil es un buen país a tus ojos?”

La expresión de Ariel se contorsionó con tristeza y frustración. ¿Qué era exactamente lo que Perugius trataba de hacerle decir? No tenía ni idea. Bueno, no es que lo necesitara realmente. No tenía intención de ocupar ningún trono. Tal vez Perugius intentaba en realidad poner a prueba la determinación y el carácter de Ariel. Tal vez no había una respuesta “correcta”.

Aun así, ¿es un rey tan grande que vale la pena pasar por todos estos problemas para convertirse en uno?

“Deberías pensarlo mucho, Ariel Anemoi Asura”. Tras una breve pausa, Perugius dijo:

“Ahora bien, es tarde. ¿Por qué no volvemos a la fortaleza?”

Con eso, nuestra fiesta del té había terminado.

Recordaré por mucho tiempo la forma en que Ariel miraba mientras regresábamos al interior, sus hombros caídos hacia adelante mientras arrastraba los pies con Luke pisándole los talones.