Wortenia Senki (NL)

Volumen 12

Capítulo 1: El Abismo Oscuro

Parte 2

Sin embargo, sus hábiles guardias habían sido eliminados antes de que pudieran resistirse, y eso sorprendió al Conde Zeleph.

“¡Maldita sea! ¡¿Que está pasando aqui?!” sin querer maldijo en voz baja.

Tener demasiados guardias significaba que era más difícil actuar, e hizo que uno fuera visible. Por eso solo se llevó a dos guardias con él. Sin embargo, eso resultó ser un error fatal. Los guardias no estaban fuertemente armados, pero llevaban cota de malla debajo de la ropa.

Cualquiera capaz de matarlos tan fácilmente tenía que ser muy hábil. Este no es un ataque aleatorio de bandidos. Alguien quiere acabar con mi vida. Pero, ¿quién?

Otra ráfaga de flechas cruzó la oscuridad, apuñalando el asiento del cochero. El Conde Zeleph rápidamente usó los cuerpos de sus guardias como escudos, pero unas flechas atravesaron su carne muerta. Afortunadamente, sólo rozaron ligeramente los brazos y las piernas del conde.

Son solo arcos y flechas. Al menos no hay taumaturgos aquí.

Si la única arma del enemigo era un arco, podía permanecer oculto y con vida. Una flecha disparada desde un arco apretado podría perforar un cadáver, pero su impacto aún se reduciría en gran medida. Además de eso, un ataque a gran distancia sería menos preciso.

Su número de flechas también era limitado. Si se le da la oportunidad, podría capear la tormenta y posiblemente lanzar un contraataque.

Pero si se enfrentara a un taumaturgo, esa no sería una opción. No importa qué elemento de taumaturgia esgrimieran, tendrían el poder de volar el carruaje y su alcance de ataque y área de efecto serían más grandes que cualquier andanada de flechas.

Aún así, el hecho de que eligieran atacar primero con flechas significa que probablemente no tienen ningún taumaturgo con ellos. Tal vez este no era el peor de los casos, pero no estaba lejos de él.

A diferencia de Alan, no soy tan bueno con la espada. Pero no tengo elección. No puedo simplemente darme la vuelta y dejar que me maten.

Sacando la espada de la cintura de su guardia muerto, el conde Zeleph esperó su tiempo hasta que un bombardeo de flechas terminó. Usó esta pausa para ponerse a cubierto detrás del coche de pasajeros. Estaba en una carretera, rodeado de espesos bosques, y era tarde en la noche. No había nadie. Las posibilidades de que alguien viniera a ayudarlo eran casi nulas.

Incluso si tuviera la suerte de encontrarse con aventureros o mercenarios que pasaran por aquí, su perspectiva aún podría ser sombría dependiendo de la fuerza de sus atacantes.

Los dos guardias del Conde Zeleph estaban clasificados en el Nivel 4 por el gremio; no eran los guerreros más hábiles, pero ciertamente lo suficientemente buenos como para servir como vanguardias en una orden de caballeros.

A pesar de que los guardias habían sido tomados por sorpresa, el hecho de que habían sido inmediatamente asesinados significaba que los arcos utilizados para matarlos eran arcos compuestos hechos de acero, el tipo utilizado para despachar monstruos gigantes.

Si sólo fuera una persona con un arco, mis guardias habrían sido capaces de evadir o cortar la flecha, lo que significa…

Estos eran arcos pesados que una persona normal lucharía por sostener en alto, por no decir nada de tirar de la cuerda. Con toda probabilidad, hubo varios tiradores. Las posibilidades de supervivencia del Conde Zeleph eran escasas.

El Conde Zeleph no era un guerrero. Había aprendido taumaturgia como parte de su educación de noble, y había aprendido a manejar una lanza y una espada. Pero sus habilidades como guerrero eran inferiores. Era, en el mejor de los casos, un poco mejor que un caballero novato. E incluso entonces, un caballero novato podría ganarle debido a la diferencia de edad.

Pero el verdadero problema del Conde Zeleph no estaba en su condición física, sino en su corazón. Conocía las técnicas necesarias para luchar, pero su corazón se encogió ante la idea de usarlas.

El Conde Zelef dirigió sus ojos a su espada, que resonaba fuertemente en sus manos. Esto es patético. Si Alan me viera así… Su cuñado siempre daba importancia al orgullo y la autodisciplina de un noble. ¿Qué pensaría del Conde Zeleph si lo viera ahora?

¿Me regañarías por esto o me dirías que siempre soy un problema con esa sonrisa tuya? Si quiero saber la respuesta a eso, tendré que sobrevivir aquí y averiguarlo.

Otra flecha voló a través de la oscuridad. Al ver que apuñalaba la puerta del coche de pasajeros, que estaba reforzada con acero, confirmó las sospechas de Zeleph sobre el tipo de arco que estaban utilizando.

Si hubiera sabido que esto pasaría, habría puesto más cuidado en practicar taumaturgia.

No tenía sentido llorar por la leche derramada, pero el conde Zeleph sólo tenía una manera de escapar de sus asesinos, aunque era poco probable que tuviera éxito.

Pero mientras se preparaba valientemente para lo peor, el destino del Conde Zeleph cambió.

***

Regresemos el tiempo a varios minutos antes de que el Conde Zeleph se armará de valor. Cinco sombras atravesaron el oscuro bosque, dando zancadas más rápido de lo que un corcel podría galopar. Sus cuerpos fueron reforzados por la taumaturgia marcial. Otras dos figuras emergieron de los árboles, reagrupándose con las cinco primeras.

“Por aquí, Lady Laura,” uno de los ninjas de Igasaki llamó a las gemelas.

“¿Cuántos atacantes hay?” preguntó Laura.

“Por lo que hemos visto, hay más de diez de ellos,” contestó el ninja. “Pero podrían tener algunos hombres escondidos en el bosque como retaguardia.”

Laura chasqueó su lengua.

No es bueno. Y el Maestro Ryoma nos advirtió que no perdiéramos al Conde Zeleph de nuestra vista.

Todo esto había comenzado hace unos meses. Uno de los hombres del clan Igasaki había descubierto que el Conde Bergstone parecía estar preparándose para algún tipo de táctica a gran escala.

Al escuchar esto, Ryoma había ordenado inmediatamente que los condes Bergstone y Zeleph estuvieran protegidos desde las sombras en todo momento.

Los detalles de lo que estaba planeando el Conde Bergstone no estaban claros, pero dado el clima político actual de Rhoadseria, lo que sea que estuviera haciendo no pudo haber sido bueno. Y después de la reunión que había tenido lugar en el palacio hace unos días, había un aire de sospecha en torno a los dos condes. Ryoma, sin vacilar, envió a sus dos ayudantes de mayor confianza, las hermanas Malfist, como refuerzos.

Los dos condes fueron peones indispensables en los esfuerzos de Ryoma por formar un país futuro. Perderlos ahora, justo cuando estaba a punto de hacer su movimiento, sería terrible.

Por supuesto, no sabía con certeza que algo iba a suceder. Era solo una de las innumerables posibilidades que había considerado y tenido en cuenta.

Y, de hecho, su juicio resultó correcto.

Se ordenó a las gemelas que custodiaran ambos condes, pero Laura había decidido dar prioridad al Conde Bergstone. No era que hubiera subestimado el valor del Conde Zeleph; El conde Bergstone acababa de parecer el objetivo de asesinato más plausible entre los dos.

Debido a esto, no se habían dado cuenta de que el Conde Zeleph salía secretamente de la capital al amparo de la noche, un error fatal. Afortunadamente, habían ordenado a algunos ninjas de Igasaki que vigilaran al Conde Zeleph. Gracias a eso, llegaron a la escena antes de que fuera asesinado con éxito.

“¡Laura, por ahí!” dijo Sara, señalando hacia adelante.

Laura miró en esa dirección, fijando la mirada en un carruaje derribado. El conde Zeleph estaba junto a él, usando la puerta del carruaje como escudo.

“¡Está bien!” dijo Laura. “¡Está usando la puerta para defenderse!” En verdad, no estaba bien. Apenas mantenía a raya a la muerte.

Pero el resultado fue decidido en este punto.

“Que los ninjas de Igasaki se dispersen y vigilen el área. Los atacantes probablemente mantienen al Conde Zeleph en su lugar para que su retaguardia pueda acercarse a él por detrás y atacarlo cuando esté indefenso.”

Las hermanas Malfist rápidamente dieron órdenes, y los ninjas asintieron y desaparecieron silenciosamente en el bosque.

“¿Están los preparativos completos?” preguntó Laura, a lo que Sara asintió suavemente.

Sin decir palabra, sacaron las cimitarras enfundadas en sus cinturas.

Se habían encontrado por primera vez con estas espadas curvas cuando Ryoma había luchado contra los bandidos que las atacaron. Se detuvo en la ciudad de Alue para recoger equipo nuevo, pero no se había olvidado de esta arma.

Cuando regresó de Xarooda, le había pedido a Nelcius que les hiciera armas que pudieran empuñar con una mano o con dos, y las cimitarras encajaban perfectamente.

Las hojas eran incluso más oscuras que la noche negra. Estas espadas fueron bendecidas con taumaturgia dotada, el arte secreto de los elfos transmitido ininterrumpidamente durante siglos.

Sus empuñaduras estaban incrustadas con joyas de color rojo sangre que llamaron la atención de cualquiera que las viera. Cualquier conocedor que viese sus cimitarras probablemente gastaría una pequeña fortuna para comprarlas.

Pero por más hechizantes que fueran las cimitarras de las hermanas Malfist, seguían siendo armas frías destinadas a cortar el hilo de la vida. Y estas gemelas estaban a punto de demostrarlo por completo. “¡Empecemos, entonces! No ocultaremos nada,” susurró Laura mientras desenvainaba su espada.

Prana circulaba por los cuerpos de las hermanas mientras ordenaban que el chakra Vishuddha en sus gargantas operara. Sus cuerpos se volvieron tan livianos como el viento, otorgándoles la velocidad explosiva de una flecha suelta. En un abrir y cerrar de ojos, tenían a los asaltantes en la mira.

Se dividieron en dos grupos después de todo

Había diez atacantes disparando incesantemente contra el carruaje. Si se creía el informe del clan Igasaki, había más de diez.

Si tienen una retaguardia moviéndose para atacar al Conde Zeleph por detrás, debería haber cinco moviéndose por separado.

Había cinco ninjas Igasaki bajo el mando de los gemelos, lo que significa que o coincidían en número con la fuerza separada del enemigo o solo tenían un poco menos.

Aún así, estos eran miembros particularmente experimentados del clan Igasaki, y los asaltantes tenían la guardia baja, ya que estaban seguros de que su ataque sorpresa había tenido éxito. Estaban preparados para la posibilidad de que el Conde Zeleph pudiera intentar escapar o contraatacar, pero un ataque de un tercero los cogería desprevenidos. Lo peor que podían hacer las hermanas era delatar su presencia.

Laura corrió silenciosamente por delante. Manteniendo la espada baja con un agarre horizontal, ella cortó al hombre de pie delante de ella a través del flanco.

¡Esto es tan afilado!

Se dio cuenta del valor de esta hoja en el momento en que Ryoma se la dio. Era ligera y flexible y, al mismo tiempo, extremadamente dura y afilada. La hoja mantenía su filo absorbiendo el prana del portador, y naturalmente reparaba cualquier golpe y rasguño ligeros. Pero

aunque ella conocía sus poderes, experimentarlos de primera mano le hizo darse cuenta del verdadero valor de esta cimitarra.

Al principio, el hombre al que Laura había acuchillado no pareció reaccionar de ninguna manera al ataque. Pero su cuerpo pronto se tambaleó hacia adelante y se derrumbó en el suelo mientras la sangre brotaba de su flanco.

Sin confirmar que había caído, Laura rápidamente puso sus ojos en otro objetivo, todo en el nombre de completar las órdenes que su amado maestro le había dado.

***

En poco tiempo, el aluvión de flechas que llovía sin parar en el carruaje se apagó.

“¿Se quedaron sin flechas?” El Conde Zeleph se susurró a sí mismo. Con el corazón latiendo, se asomó lentamente desde su cubierta detrás de la puerta. El ruido a su alrededor parecía haberse calmado y el silencio flotaba en el aire. Podía oír el ulular de un búho en la distancia.

¿Es esto una trampa? Pero de cualquier manera, si me quedo aquí, no terminará bien para mí.

Después de revisar dos veces más, el Conde Zeleph salió de la cubierta del carruaje. Sabía muy bien que esto podía ser una trampa para calmarlo en un falso sentido de seguridad, pero al mismo tiempo, la puerta no podía protegerlo para siempre. Tendría que apostar en algún momento para salir de esto.

Fue entonces cuando escuchó el sonido de la hierba crujiente y las ramas agrietadas que venían del bosque.

“¡¿Quién está ahí?!” gritó en la oscuridad, dirigiendo torpemente su espada hacia el ruido. La hoja tembló en sus manos. Le ardía la garganta, se había secado por el miedo, y su corazón latía con fuerza.

La figura que se le acercaba desde el bosque le hablaba con una voz tranquila y suave.

“Por favor, guarde su espada, Conde Zeleph. Nos hemos deshecho de los asesinos.”

Esas palabras salieron de la nada. La verdad sea dicha, deseaba poder creer abiertamente en este afortunado giro de los acontecimientos. Pero no sabía con quién estaba hablando, y no era tan descuidado ni tan estúpido como para creer ciegamente las palabras de un completo extraño.

“¿Me tomas por tonto?!” Gritó el Conde Zeleph, sus sudorosos dedos apretados fuertemente alrededor de la empuñadura de su espada. “¡¿Quién eres tú?!”

Aunque estaba siendo cauteloso, algo se le metió en la cabeza.

¿Dónde he oído esta voz antes?

Tal vez por sus nervios, sus pensamientos no eran tan claros y agudos como de costumbre. Pero esta hermosa voz era una que el conde Zeleph conocía.

“¿Has olvidado quiénes somos?” preguntó otra voz conocida.

Los dueños de esas voces se acercaron a él, con la luz de la luna brillando en sus mechones plateados y dorados.

Finalmente reconociendo a las gemelas, el Conde Zelef levantó su voz en shock. “¿No son ustedes…? Ya veo, ¡estabas con el Señor Mikoshiba!” exclamó.

Toda la fuerza se le fue del cuerpo, y cayó al suelo. No era así como un hombre de su edad y estatus actuaría en público, pero no podía evitarlo. Durante años se había presentado como un tonto mediocre para evadir la atención no deseada.

Esta fue la primera vez que se había enfrentado a la amenaza de asesinato. Además, le faltaba destreza marcial. Toda esta situación le había hecho sentirse extremadamente amenazado.

Cada persona tenía cosas en las que era buena y cosas para las que no estaba preparada. Un conspirador no podía ser tan audaz y valiente como un guerrero.

El hecho de que no se hubiera meado encima a pesar de haber escapado de las garras de la muerte era bastante loable. Las hermanas Malfist lo sabían, y no se burlaron ni lo culparon por esta vergonzosa exhibición.

“Lady Laura, Lady Sara, hemos terminado también.”

Una sombra vestida de negro apareció repentinamente desde dentro del bosque y se arrodilló frente a las gemelas. Al parecer, todos fueron contabilizados, lo que implicaba que habían hecho su trabajo sin problemas ni complicaciones.

Laura asintió satisfecha y se giró para mirar al Conde Zeleph. “Ahora, Conde Zeleph, ¿qué piensa hacer a continuación?”.

Después de ser atacado así, el curso de acción natural sería huir a casa. Pero como un hombre que Ryoma Mikoshiba había visto como una persona de valor, el Conde Zeleph eligió lo contrario.

Separó sus labios sin una pizca de vacilación.