Wortenia Senki (NL)

Volumen 11

Capítulo 1: Se Acerca una Nueva Guerra

Parte 1

Era por la tarde y el sol comenzaba a sumergirse en el oeste. Habiendo entregado con éxito la caravana a su destino, Nelcius fue a la finca del Barón Mikoshiba, en el corazón de Sirius.

Una citación del propio barón. Debe ser lo que mencionó antes. Cuando Alejandro entregó los suministros hace dos días, últimamente le había puesto al día a Nelcius sobre el negocio general de Ryoma. Probablemente Ryoma había llamado a Nelcius para obtener una confirmación final sobre el asunto.

No es que pueda negarme, pero…

Nelcius no veía esto como una propuesta favorable, pero no era una demanda absurda que pudiera rechazar fácilmente. Él entendía las intenciones de Ryoma, y sabía que esta era la mejor opción posible para lograrlas.

Pero esta no es una decisión que pueda tomar por mi cuenta. Necesitaré al menos otro mes.

Había un total de siete tribus elfas en Wortenia. Nelcius era visto como un héroe de los elfos, y él era el líder de una tribu de guerreros, por lo que tenía una voz importante en lo que respecta a la toma de decisiones colectivas.

Pero no era un dictador. Si solo fuera su propio clan, podría haber sido capaz de tomar ese tipo de decisiones, pero no podría hacerlo cuando el resultado afectaría a todos los elfos de la península.

Cuando Nelcius entró en la sala, su expresión endureció comprensiblemente el pensamiento de las negociaciones que tenía por delante. En contraste, Ryoma se sentó en el sofá frente a él con una expresión serena y amistosa. Su actitud casual fue quizás gracias a la confianza que su posición superior le concedió. De cualquier manera, Ryoma fue el que comenzó a hablar.

“Te agradezco que hayas venido hasta aquí. Laura, sírvele un poco de té a Nelcius, ¿quieres?”

“Como desee, Maestro Ryoma.” Laura hizo una reverencia y alcanzó la olla de porcelana que estaba en un carrito cercano. El té ya se había preparado y lo sirvió con movimientos practicados.

Luego puso la taza de porcelana humeante sobre la mesa, así como una bandeja de plata con algunas galletas de té.

Nelcius asintió en agradecimiento y se llevó la taza a los labios. De repente, entrecerró los ojos.

No es que el té fuera malo; el aroma era impecable. Nelcius le había pedido un juego de té a Alejandro y había hecho sus propios intentos de preparar té. A través de prueba y error, había aprendido a hacerlo bastante bien, pero resultó que no era rival para Laura. Pero este té era más ácido, más refinado y más distintivo que cualquier otro que hubiera tomado antes.

Definitivamente necesitaba algo más para acompañarlo. No sabía mal por decirlo así, pero no todo el mundo lo agradecería. No era el tipo de té que uno suele servir a los invitados.

Basado en experiencias pasadas, Nelcius creía que Ryoma le servía esta mezcla en particular por una razón.

Es decir… la mirada de Nelcius se posó en la bandeja de galletas junto a su taza. Cogió uno y se lo llevó a los labios. Oh, estos tienen frutos secos amasados en ellos. Esto es delicioso.

Una dulzura moderada y contenida se extendió por su boca. Lo habían llamado a tomar el té un par de veces antes, pero nunca había probado algo con frutos secos como estas galletas.

“Es bueno,” dijo Nelcius honestamente, su expresión rígida suavizándose.

No solo era dulce. Cada bocado crujiente iba acompañado de la textura suave de la fruta, lo que resultaba en un contraste satisfactorio. Nelcius tomó otro sorbo de su té.

Ya veo, sí. Por eso eligieron esta mezcla.

Ryoma había servido este té amargo junto con estas galletas en una decisión calculada para sorprender a Nelcius. Fue algo así como una pequeña broma.

Simplemente servir una nueva mezcla no sería lo suficientemente refrescante. Veo que está tan bien preparado como siempre.

La gente podría acostumbrarse a cualquier cosa, para bien o para mal. Lo mismo se aplica a los semihumanos como Nelcius. Incluso la experiencia más emocionante se volvió aburrida en la segunda y tercera reiteración. Con esto en mente, Ryoma había preparado una mezcla más única para despertar el interés de Nelcius.

Al darse cuenta de su intención, Nelcius asintió satisfecho mientras miraba a Laura. Su maestro le había proporcionado un tema de conversación. Como invitado, tenía la obligación de aceptarlo.

“El aroma es maravilloso, gracias a su elaboración hábil. Es muy refrescante. Y la amargura se esparce en la lengua y ayuda a bajar la dulzura de la galleta. Soy ignorante cuando se trata de té pero ¿es esto una especie de mezcla famosa?”

“Es usted demasiado amable, Sir Nelcius”, dijo Laura, inclinando la cabeza. “Esta es una mezcla llamada Bandark, originaria del Sagrado Imperio Qwiltantia”.

“Bandark, dices… es distintivo pero placentero. Me encantaría si pudieras darme un poco para que se lo lleve al pueblo”.

Aparentemente, Nelcius disfrutó mucho del sabor. Su comportamiento no era normalmente muy agradable, pero estaba actuando de manera bastante frívola en este momento.

“Por supuesto,” dijo Ryoma con una sonrisa satisfecha. “Si te gusta, puedes tener una caja o dos para llevar a casa contigo. No podemos agradecerles lo suficiente a ustedes y a su pueblo. Sus productos elfos han hecho que el negocio de Simone florezca un poco.”

Una sonrisa se dibujó en los labios de Nelcius. Los tratos comerciales de la compañía Christof, encabezados por la baronía de Mikoshiba, fueron información muy relevante y pertinente para Nelcius.

“Eso es bueno escuchar. Supongo que aceptaré esa oferta y me llevaré esas cajas “.

“Sí, sírvase usted mismo. Ah, y el otro día compramos un poco de cacao del continente sur y lo usamos para hacer chocolate.

Tenemos algunos reservados para que se los lleve a casa como regalo para su aldea, para que también pueda llevárselos”.

Los ojos de Nelcius se iluminaron positivamente. El chocolate, al igual que otros dulces que usaban azúcar, era tan raro en el continente occidental que incluso la realeza no los comía a menudo.

En este mundo, los dulces eran una rareza, y cosas como el chocolate se vendía por más que las especias y el azúcar. Su materia prima, los granos de cacao, eran bastante difíciles de conseguir.

Los árboles de cacao requerían tierra con buen drenaje y lluvias rutinarias para crecer, así como un nivel adecuado de humedad. Las únicas tierras que cumplían todas esas condiciones se encontraban en el continente central y en los confines septentrionales del continente meridional.

Es más, los granos de cacao por sí solos no se pueden refinar

para convertirlos en chocolate. Para hacer chocolate, era necesario recolectar mazorcas de cacao duras del árbol y recolectar las semillas y el extracto de pulpa de su interior. Luego se tostaron para producir cacao en polvo, que se mezcló con leche y azúcar para crear chocolate.

El proceso fue agotador, especialmente a mano. Nelcius no estaba al tanto de esos detalles, pero se dio cuenta de que los miembros de la realeza eran casi los únicos en este continente que podían disfrutar del chocolate.

Recibir un artículo de lujo de forma gratuita era muy indicativo del éxito financiero que estaba experimentando la baronía de Mikoshiba.

“¡Oh! ¿Chocolate, dices? Pero escuché que es un producto muy caro. ¿Estás seguro de que puedo tenerlo?” Preguntó Nelcius.

No hace falta decir que Nelcius estaba muy emocionado de recibir este regalo.

Lo había tenido durante las pasadas fiestas de té. Pero el rico y distintivo sabor elaborado con auténticas semillas de cacao había cautivado no solo a Nelcius. Los elfos que habían visitado a Sirius siempre estaban conmovidos por eso.

Negarse a traer algunos cuando se les da la opción de hacerlo daría lugar a problemas no deseados. Los elfos codiciaban el chocolate tanto como los cigarrillos y el alcohol fino.

Sin embargo, la cantidad que Ryoma ofrecía gratis no le sentaba bien a Nelcius. Su honor élfico fue un factor, pero también le preocupaba que saltar sobre tales oportunidades haría que pareciera que los elfos eran fáciles de aprovechar. Eso podría hacer que las transacciones futuras sean más difíciles para ellos.

Sin embargo, Ryoma entendió sus preocupaciones. “No te preocupes por eso. Dilphina nos ayudó mucho durante la última guerra. Dado todo lo que ha hecho por nosotros, esto ni siquiera comienza a devolver el favor”.

La mención casual del nombre de su hija sirvió para acariciar el ego de Nelcius y le permitió salvar las apariencias. Ryoma tenía un don con las palabras, y Nelcius no tuvo más remedio que aceptar el presente.

“Supongo que debo aceptar, entonces,” dijo Nelcius, inclinando su cabeza hacia Ryoma en gratitud.

“Como he dicho, has sido de gran ayuda para nosotros. Además, si disipa algo de la aversión que tu gente siente por nosotros los humanos, entonces no podría desear nada más”. Ryoma sonrió, alcanzando su propia taza de té.

“Sí…” dijo Nelcius con un suspiro. “Debo admitir que cuando ofreciste la paz entre nosotros y los humanos, dudé que fuera posible. Pero ahora veo que ambos nos beneficiamos de tu idea”. Al final, Nelcius creyó que tenía razón al aceptar la oferta de Ryoma. Si hubieran continuado negándose obstinadamente a mezclarse con los humanos, es posible que los elfos de Wortenia no hubieran tenido futuro.

Ryoma asintió y dijo: “Dado todo lo que pasaste antes, ¿quién puede culparte?”

La historia de los elfos fue de sufrimiento. Su derrota en la guerra santa hace siglos expulsó a Nelcius y su gente de su tierra natal. Nadie más que ellos podía siquiera imaginar la situación por la que habían tenido que pasar. Y mientras los elfos luchaban por tener hijos, vivían más que otras razas. Muchos de los guerreros elfos todavía recordaban sus batallas contra los humanos, al igual que Nelcius. A estos guerreros superiores se les asignaron puestos importantes, como servir como jefes de clanes o liderar partidas de caza. Su enemistad hacia la humanidad era comprensible.

“Sí. Como dices, mucha de mi gente estaba bastante obsesionada con el pasado. Sin embargo, las cosas están cambiando. Debido al comercio con su ciudad y los nuevos productos que trae, estamos cambiando nuestras costumbres “.

Espléndido, pensó Ryoma, sonriendo. Alejandro me dijo lo mismo, pero los elfos realmente se están ablandando. Eso es exactamente lo que necesito.

Ryoma no tenía ningún deseo en particular de explotar a los elfos. No iba a comprar su mercancía a bajo precio y venderles sus productos a precios ridículos, ni tenía la intención de imponerles sumas irrazonables. Incluso sin tácticas tan humildes, comerciar con los elfos trajo grandes ganancias a Ryoma.

No había mentido antes cuando dijo que el negocio de Simone estaba floreciendo gracias a los elfos. Sin embargo, tampoco había sido del todo sincero al respecto. No solo estaba floreciendo, y “bastante” no comenzaba a describir el grado de su éxito. Su negocio estaba en pleno auge.

Por ahora, Simone tenía más de veinte barcos comerciales en su posesión, cada barco costando varias decenas de miles de monedas de oro.

Para sorpresa de Ryoma, Simone había dicho que todavía no tenía suficientes barcos y planeaba comprar más. Al principio, sólo tenía dos barcos, pero ese número se había multiplicado por diez.

Sólo unas pocas compañías en la ciudad de Myest de Pherzaad, un gran puerto comercial, tenían muchos barcos navegando por los mares. Es cierto que el plan de Ryoma

para beneficiarse de la guerra O’ltormeana-Xaroodiana mediante la venta de provisiones a precios inflados se había visto interrumpido por interferencias imprevistas. Eso hizo una mella considerable en sus beneficios. Pero en general, la Compañía Christof lo estaba haciendo muy bien.

El único problema real había sido la aversión de los elfos a los humanos. Escuchar que su visión de la humanidad estaba mejorando era una noticia excepcionalmente buena para Ryoma. “¿En serio? Es bueno oírlo,” dijo Ryoma. “Ese tipo de beneficio mutuo contribuye a las buenas relaciones a largo plazo.”

“Muy bien, Señor Mikoshiba.” Los dos se miraron y se rieron.

Nelcius entonces inclinó la cabeza. “Por cierto, esto puede estar atrasado, pero bienvenido de vuelta de su viaje a Xarooda, Señor Mikoshiba. Me alivia encontrarte sano y salvo.”

Ryoma asintió. “Gracias. Cumplí las órdenes de Su Majestad y detuve la invasión de O’ltormea.”

Esta fue una respuesta ejemplar, casi prescrita. Nelcius entendió esto perfectamente bien, pero el problema fue lo que vino después. “Sí. Mi hija me contó lo sucedido. Sin embargo…” Nelcius dirigió una mirada inquisitiva a Ryoma. Si fuera posible, hubiera preferido dejar que el tema descansara aquí, pero sabía que eso no sucedería. Su única opción era aceptar lo que vendría. Ryoma tampoco era lo suficientemente denso como para confundir la intención de la mirada de Nelcius.

Ryoma se encogió de hombros y dejó escapar un suspiro de cansancio. “Bueno, todavía hay asuntos pendientes”.

No había necesidad de preguntar qué quería decir. Si Nelcius no lo hubiera sabido de antemano, no le habría preguntado a Ryoma para empezar.

“Sí. Creo que ha hecho todo lo posible por su puesto, pero el resultado dista mucho de ser satisfactorio”.

Habiendo pasado siglos aislado del mundo exterior, Nelcius estaba algo alejado de la mentalidad y las costumbres de la sociedad humana. Pero los semihumanos eran bastante similares a los humanos en lo que respecta a las emociones. Y cuando se trataba de la guerra, los conflictos que abarcaban naciones eran esencialmente lo mismo que las peleas entre pueblos.