86 [Eighty Six]

Volumen 8: Humo de Pistola en el Agua

Capítulo 3: Hacia La Tormenta

Parte 2

 

 

Se acercó a ella, tanto que sus narices casi se tocaban, lo que la sobresaltó y la hizo echarse hacia atrás. Un pensamiento cruzó la mente de Lena mientras buscaba frenéticamente un refugio de la realidad. Era la primera vez que lo veía de tan abierto mal humor. Era algo nuevo, y la hizo ligeramente feliz.

“No, er, no estaba tratando de ocultarlo particularmente, pero… es útil. Pero es un poco… Es… muy… embarazoso.”





Respiró una sola vez, como si dejara salir algún tipo de presión interna. Shin se dio la vuelta en silencio.

“Entendido. Iré a matar a Vika y tiraré su cuerpo por la borda.”

“¡¿Shin…?! ¡¿Q-Qué estás diciendo?!”

“Dejé mi pistola en el hangar, pero puedo arreglármelas con una pala afilada. El Reverendo me dijo que las usaba para matar soldados enemigos en su juventud.”

“¡¿Qué estaba pensando ese sacerdote, hablándole a los niños de algo así?! No, quiero decir, ¡¿por qué habría una pala en un súper transporte?!”

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Ni siquiera se podía aspirar a vencer una mina autopropulsada con una pala (los explosivos que contenían las minas autopropulsadas antipersonales eran minas de perdigones direccionales con un alcance efectivo de cincuenta metros), y Shin nunca aprendió a utilizar una pala en combate, ya que se especializó en la lucha contra la Legión.

Lena no pudo evitar bromear con él, pero estaba fuera de lugar en otro sentido.

“Bien, en vez de eso lo patearé por la borda. Eso debería bastar. El Capitán Ishmael dijo que la mayoría de la gente que cae en mar abierto termina hundiéndose, y es perfecto para ocultar cadáveres—”

“¡Shin!”

“Mm.” Vika sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.

Se encontraba en la sala de control de la cubierta de vuelo, situada en el primer piso del puente. Se había convertido en una sala de conferencias temporal para preparar la sesión informativa final.

“Ese sí que fue un escalofrío extraño…” Murmuró para sí mismo.

“¿Quizá está mareado, Su Alteza?” Preguntó Lerche, inclinando la cabeza de forma extraña.

“Si tuviera que decirlo, me parece que alguien está cavando mi tumba. Una premonición bastante oscura.”

“Probablemente sea un sentimiento de culpa residual por el traje porno que nos hizo llevar a mí, a Anju y a Lena en el Reino Unido.” Remató Kurena.

Vika frunció sus bien formadas cejas. “Te refieres a la Cigarra.”

“Estoy segura de que puede haber sido una broma para usted, Su Alteza, pero no lo fue para nosotras.” Añadió Anju. “Desde nuestro punto de vista, es un caso de acoso sexual bastante grave.”

“… Supongo que es una calumnia que no puedo esperar evitar. Bien, se los concedo. Ahora avancemos hacia el futuro.”

“Admitirlo está bien, pero no mejora las cosas.” Dijo Shiden, mirándolo con los ojos entrecerrados. “¿El diseño de ese traje era tu manía personal o algo así? Qué asco.”

Ignorando el ceño fruncido de Vika por el despiadado ataque, Kurena continuó: “Probablemente Shin lo descubrió. Por fin.”

“Oh…” Vika negó con la cabeza de forma grandiosa, sin verse perturbado en lo más mínimo.

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“Eso es malo, sí. ¿Quién filtró la información?”

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Miró a Marcel, que hizo un gesto de negación con las manos.

“¡Eh, yo no cedería, ¿verdad?!” Exclamó Marcel. “Si hubiera dicho algo, Nouzen me habría matado. ¡Y luego habría dado de comer a los perros lo que hubiese quedado de mí!”

“Bien dicho, Marcel. Si se lo hubieras expuesto, Nouzen te habría matado. Aunque personalmente, te habría resucitado y luego desollado la carne de tus huesos de la manera más espantosa.”

“¡¿…?!”

“Su Alteza… Eso no se entiende como una broma cuando lo dice el diseñador de los Sirin. Le ruego que se abstenga…” Dijo Lerche, mirando el rostro pálido y horrorizado de Marcel con lástima en sus ojos.

Al ver a esta pareja de amo y sirviente realizar su rutina habitual de comedia —esta vez incluyendo a Marcel— Kurena habló con el comportamiento de un gato malhumorado.

“Así que supongo que Shin va a tirarle por la borda o a buscar un hacha para abrirle el cráneo, Su Alteza. ¿Qué va a hacer?”

“Oh, no hay nada de qué preocuparse. Estoy seguro de que una Santa como Milizé defendería incluso a una serpiente como yo. Nouzen se detendría si Milizé se lo pidiera.”

“…”

Probablemente Lena lo haría, y Shin probablemente la escucharía.

“Su Alteza, ¿le importaría que en la próxima operación me equivoque intencionadamente y termine disparando en su dirección?” Preguntó Kurena.

Morir una vez podría servirle de algo, pensó Kurena. Sólo un poco.

Al ver que intentaba alejarse rápidamente, Lena agarró uno de sus brazos con las dos manos y se preparó, deteniéndolo de algún modo en su sitio. Con sólo el fino filamento de la Cigarra cubriendo sus pies descalzos, el suelo metálico de la nave de guerra le estaba destrozando las uñas de los pies. Shin se vio obligado a detenerse, preocupado por ella.

“… Entonces al menos ponte esto. Adelante, guárdalo hasta que puedas quitarte eso.”

Se quitó la chaqueta de trabajo con brusquedad —casi con violencia— y se la colocó sobre la cabeza. Mientras la arreglaba para que descansara sobre sus hombros, Lena miró a Shin, y sus ojos se encontraron con su mirada sanguinolenta.





“…”

Lo que siguió fue un extraño silencio. No del todo incómodo, pero había algo de vacilación en ellos. Shin fue el primero en romper esa pausa.

“… Es una pena que la primera vez que veamos el océano tenga que ser en el campo de batalla.”

Esas palabras hicieron que Lena se sobresaltara.

Quiero mostrarte el mar… Quiero ver el mar, contigo…

Hace un mes, en la noche del baile, bajo los fuegos artificiales. Él le confió su deseo y ella aún no le había dado una respuesta clara.

“Er… Bueno…”

En otras palabras… había pasado un mes, y había una operación por delante. La incomodidad se había disipado lo suficiente como para poder mantener una conversación. Shin estaba insinuando que ya era hora de que ella diera su respuesta. Al notar esto, Lena se hizo consciente de sí misma, lo que hizo que las palabras se atascaran en su garganta.

“¡P-Pero aun así era muy bonito! Era la primera vez que veía algo así.”

Y lo que dijo fue extrema, excesiva y monumentalmente intrascendente. Lanzó un pequeño suspiro. Como si dijera que se lo esperaba. Esto sólo hizo que Lena se pusiera aún más nerviosa.

“Oh, er… Hablando de eso, Shin, escuché que recibiste una oferta de la Federación para aprender a controlar tu habilidad, y aceptaste. Dijeron que la familia de tu madre estaba dispuesta a ayudar. ¿Cómo va eso?”

“… De momento son sólo entrevistas. Dijeron que primero hay que crear confianza.”

“Ya veo… Pero espero que aprendas a controlarla pronto. Estoy segura de que será más fácil para ti de esa manera. Ya sabes, todo el tiempo he estado preocupada por ti.”

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“…”

“Er, ah… ¡¿Eh?!”

Pero mientras ella tropezaba con sus palabras, de repente él la abrazó. Y mientras ella abría los ojos por la sorpresa, sus labios se entrelazaron. A diferencia de la noche de hace un mes, esta vez, Shin tomo la iniciativa. Un beso mordaz. De anhelo, de impulso, de hambre. Fue un beso con una ferocidad con la que ella no estaba familiarizada.

Su corazón palpitaba de emoción, como si el tiempo hubiera rebobinado, situándola de nuevo en aquella noche. La sangre se le subió a la cabeza, dejándola confundida y mareada.

Era un tipo de ferocidad masculina, del tipo que le era totalmente ajeno. La asustó un poco. Pero más que el miedo, el calor y la dulzura del beso la embriagaron sin remedio.

Lo buscó desesperadamente, intensamente. Sintió el calor de una corriente sanguínea circulando entre dos cuerpos. Sintió que se fundían el uno con el otro.

¿Cuánto tiempo había pasado? Sus labios se separaron por fin y exhalaron con naturalidad, mezclando sus alientos. Lena se puso rígida, roja hasta las orejas. No se había esperado el beso sorpresa, y eso la dejó nerviosa y sin saber qué hacer.

“El mes pasado me atacaste de la nada, eso me pilló desprevenido. Así que considera esto una venganza.”

Se encontró con los ojos de Shin para ver que la miraba con una expresión enfurruñada, casi infantil.

“Cuando estés lista para darme tu respuesta… sólo házmelo saber.”

***

 

 

Con dos naves exploradoras a la cabeza, la formación circular del Stella Maris atravesó las altas olas y acabó entrando en el radio de la tormenta. Unas ominosas nubes oscuras se cernían sobre el cielo mientras una intensa lluvia bombardeaba las naves, oscureciendo su campo de visión. Cada vez que los tripulantes parpadeaban, el viento cambiaba de dirección, azotando la cortina de gotas de lluvia en direcciones erráticas mientras golpeaba las cubiertas de vuelo blindadas de las naves.

Las olas que se arremolinaban en torno a la embarcación chocaban contra ella en ángulos agudos. El casco crujió cuando el agua del mar sacudió el barco.

Distancia restante hasta la Torre Espejismo: ciento cuarenta kilómetros.

***

 

 

El puente de mando integrado del súper transporte, destinado tanto a dirigir la nave como a comandar toda la flota, estaba dividido en dos niveles interconectados. Uno de ellos albergaba al personal que dirigía la nave, así como a los que mandaban y ofrecían apoyo a otras naves. El otro albergaba a la comandante del Grupo de Ataque, Lena, y a su personal de control.

El puente integrado estaba lleno de gente que había estado al timón desde la batalla por el País de la Flota Cleo cinco años atrás, y de pie en su posición más lejana estaba Ishmael. En previsión de la batalla, las ventanas del puente estaban cerradas con placas de blindaje. En su lugar se desplegaron innumerables holopantallas que mostraban imágenes del exterior.

Fuera del puente, el viento, la lluvia y las olas salvajes arrasaban. Poco a poco, el viento se estaba convirtiendo en una zona de tormenta.

El viento arreciaba a treinta y tres metros por segundo, la mayor velocidad posible. Un huracán por definición. Se estaba convirtiendo en un remolino de proporciones destructivas.

Al oír el sonido de la puerta de aire comprimido que se abría tras él, Ishmael se giró para ver entrar a Lena. Por alguna razón, llevaba el uniforme azul acero de los hombres de la Federación, que le quedaba demasiado grande. Avanzó con pausas inseguras.

Probablemente se había movido rápidamente fuera del puente, golpeada por un viento más fuerte que cualquier cosa que hubiera experimentado antes. Estaba conteniendo la respiración. Pero pronto recobró el sentido, y sus ojos argentos no tardaron en ponerse en tensión.

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“Capitán, es hora de la última sesión informativa.” Dijo. “Oh, entendido. Esther, dejo el mando en tus ma…”

“Hermano.” Un oficial de comunicaciones con un tatuaje de vid cortó sus palabras. Lo miró con una mirada aguda y frígida, sus ojos del tono dorado de un topacio. “Es de la 9ª Flota Mishia.”

“… ¿Ya?” Preguntó, con un tono mucho más duro que antes. “Es más pronto de lo que pensaba.”

Lena levantó la vista hacia él. Sus fríos ojos verdes no se volvieron para encontrar su mirada.

“… Pónganlo en marcha.”

“Entendido.” Dijo el oficial de comunicaciones, manejando su consola.

La transmisión de la Flota Mishia resonó en el puente integrado. La Federación les había proporcionado dispositivos RAID, pero a pesar de ello, la comunicación se realizaba por radio.

“—8ª Flota Arche, ¡sabemos que están al borde del colapso! ¡Respondan!”

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Los ojos de Lena se abren de par en par, sorprendida. Para evitar malentendidos innecesarios, la comunicación inalámbrica en el ejército utilizaba un lenguaje estandarizado.

Por muy caótico que fuera el estado de la batalla, nadie enviaría una transmisión utilizando un lenguaje tan informal. En otras palabras, esta no era una transmisión dirigida a la 8ª Flota Arche. Era una transmisión dirigida a la Flota Huérfana.

Una transmisión falsa, para que aunque la Legión estuviera interviniendo en las ondas, no revelara la existencia de una posible tercera flota.

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“¡Este es el crucero de alta velocidad de la 9ª Flota Mishia, el Astra, transmitiendo en lugar del buque insignia Europa! El Europa ha sido hundido por el fuego del Morpho. ¡La flota sólo tenía tres cruceros de alta velocidad restantes! ¡¿Sólo tienen dos fragatas y un crucero de alta velocidad, correcto?!”

Un buque insignia, hundido. Y no sólo eso; se suponía que las flotas de distracción estaban compuestas por siete y ocho naves respectivamente, y ahora, ambas se habían reducido a menos de la mitad de su número.

Lena no pudo evitar tragar saliva con nerviosismo. Pero se sorprendió de lo tranquilos y serenos que estaban Ishmael y los demás miembros de los clanes de Mar Abierto en el puente. Fue entonces cuando se dio cuenta.

“Debido a la insuficiencia de fuerzas, no tenemos más remedio que abandonar la misión de barrer las naves nodriza de las unidades de avanzada. Continuaremos con nuestro objetivo prioritario. La munición restante del enemigo se estima en sesenta y cinco… que sean sesenta y cuatro disparos. ¡Intentaremos disminuir la mayor cantidad posible de su munición!”

Su objetivo prioritario… En otras palabras, ganar tiempo para permitir que la Flota Huérfana llegue a la Torre Espejismo. No importa cuántas naves se hundan, incluso si toda su flota tiene que ser sacrificada para hacerlo, alejarían el fuego del Morpho.

“¡Que la bendición de San Elmo esté con ustedes, 8ª Flota Arche! ¡Que nos encontremos bajo la estrella del viaje!”

“—Esta es la 8ª Flota Arche. Entendido. Lo mismo les deseamos de nuestro lado. Que la bendición de San Elmo esté con ustedes. Encontrémonos de nuevo bajo la estrella del viaje.”

La transmisión se cortó. Lena miró a Ishmael, estupefacta. Dijeron que eran una distracción.

Lo dijeron, pero…

“¿Pensabas descartar la flota de distracción desde el principio?”

“… Por algo no quería que escucharas eso.” Dijo Ishmael con un suspiro, el tatuaje del pájaro de fuego ardiendo en el borde de su ojo izquierdo. “Este es nuestro problema… El problema de la armada de los Países de la Flota. No tiene nada que ver con su Grupo de Ataque. Pero sí, es cierto. Desde el principio eran unidades suicidas. Sólo disponíamos de buques de prácticas y embarcaciones dañadas para zarpar, y la tripulación estaba formada por viejos soldados a punto de jubilarse. La tasa de supervivencia de esta operación es demasiado baja. Nuestra flota no podía prescindir de nada ni de nadie para esto.”

Y eso explicaba por qué, a pesar de que la armada había recibido dispositivos RAID, esas flotas no estaban provistas de ellos…

“Si los Países de la Flota tienen alguna esperanza de sobrevivir, tenemos que destruir el Morpho. El Stella Maris tiene que llegar allí, sin importar el coste. Y si tenemos que hacer sacrificios para lograr ese fin, lo haremos… Una vez hundidas las flotas de distracción, las naves anti-leviatán de la Flota Huérfana —nuestros hermanos menores— se convertirán en señuelos.”

Mientras Lena se quedaba sin palabras, Ishmael hablaba con un tono sereno y serio, y su tatuaje de pájaro de fuego marcaba su determinación. Un tatuaje que representaba la flota a la que pertenecía, la nave que tripulaba y el linaje de sus padres. Este tatuaje estaba grabado en todo su cuerpo, como el de todos los miembros de los clanes de Mar Abierto.

Cuando uno muere en el mar, la vida marina y la ferocidad de la corriente oceánica a veces destrozan los rostros de los cadáveres hasta hacerlos irreconocibles. Por eso, desde tiempos inmemoriales, quienes vivían en el mar marcaban sus cuerpos y ropas con tatuajes autóctonos y dibujos llamativos para poder ser identificados, no sólo en un punto, sino en todo su cuerpo.

Pero esto no se limitaba a que la cara quedara destrozada. Luchar contra los leviatanes significaba que, a menudo, no quedaba ningún cuerpo. Las batallas tan intensas como para no dejar restos se daban por supuestas con demasiada frecuencia. El rostro de Ishmael daba la impresión de que había aceptado ese escalofriante destino.

“… Esto es la guerra. De una forma u otra, se harán sacrificios. Especialmente ahora que dejamos que esas monstruosidades de chatarra saquen un cañón de larga distancia que puede destrozarnos fácilmente.”

Hace un año, durante la ofensiva a gran escala, la Federación fue bombardeada por un gran número de misiles de crucero en un ataque de saturación, causando graves daños al Morpho. A continuación, desplegaron un vehículo alado de efecto tierra que se desplazaba a cien kilómetros por hora para enviar un solo escuadrón directamente a la parte inferior del enemigo.

Un pequeño país que carecía de esos costosos misiles de crucero y de la destreza tecnológica para desarrollar un vehículo alado de efecto tierra por sí mismo, estaba ahora bajo la amenaza del mismo bombardeo de cuatrocientos kilómetros. Y al no tener otra opción que lanzar una carga a través del rango de bombardeo del enemigo, se vieron obligados a compensar esas deficiencias con la sangre de su pueblo.

Denunciar esto como un acto vil y atroz sería fácil. Pero… “… Lo siento.” Lena colgó la cabeza.

“¿Por qué te disculpas?” Ishmael sonrió y negó con la cabeza.

El fuerte chaparrón que te hacía pensar que los cielos estaban derramando todas las gotas de agua a su disposición bañó la nave, y las holopantallas que mostraban la vista del exterior de la nave se tiñeron de blanco por la cortina de lluvia. Un aguacero que invocaba una intensa presión.

Casi parecía que conspiraba maliciosamente para estrangular y aplastar las naves. “Pero bueno, ya que has oído eso… También puedes aprender algo más.”

Algo sobre nosotros.

La Flota Huérfana trajo los Dispositivos RAID que les habían dado. Al encender su dispositivo RAID, tomó el micrófono de transmisión de la nave. Cualquier anuncio pronunciado en él llegaría a todos los rincones de la nave de trescientos metros. Los objetivos de la Resonancia Sensorial se fijaron en todos los capitanes, vicecapitanes y oficiales de comunicaciones de las naves de la Flota Huérfana.

“Todas las unidades. Este es el capitán del Stella Maris, Ishmael Ahab.”

No obtuvo respuesta. Pero la tripulación que formaba el alma de los barcos de esta flota se tensó en atención.

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“Nuestra flota se encuentra actualmente a ciento ochenta kilómetros de la base enemiga. Las dos flotas de distracción se están enfrentando a los cañones de artillería del enemigo, pero lamentablemente están al borde de la aniquilación. Se prevé que la Flota Huérfana tenga que iniciar las hostilidades con el enemigo antes de lo esperado.”

Mientras confiaba en ellos, primero llamó a los Ochenta y Seis, que no eran ni sus subordinados ni parte de los clanes del Mar Abierto.

“A nuestros aliados, los Ochenta y Seis. Una vez que lleguemos a la Torre Espejismo, será el momento de demostrar su valía. Es probable que el viaje pueda volverse mucho más rocoso, pero no deben tener miedo. En todo caso, les aconsejo que piensen en esto como una atracción y disfruten de la experiencia. Porque les prometo que este súper transporte, el Stella Maris, no se hundirá.”

Había dicho esas palabras una y otra vez. Como capitán del buque insignia y comandante de facto de la flota, su misión era llevarlos a su destino.

A pesar de ser un defensor de su país, tenía que contar con la fuerza de un país extranjero. Y, encima de ello, de niños soldados.

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