Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 16: Incluso Sin Saber la Razón de Nuestro Adiós

Capítulo 6: El anillo azul

Parte 1

Con los cadáveres de los goblins incinerados, la organización de los soldados de la Fuerza Expedicionaria se deterioró notablemente..

La mitad de ellos fueron puestos a vigilar la muralla o proporcionar seguridad en la Torre Tenboro, mientras que el resto limpiaron los escombros o repararon edificios para usarlos como cuarteles o almacenes. Solo el veinte, tal vez el treinta por ciento de todos los soldados, en el mejor de los casos, se tomaban el trabajo en serio. El resto simplemente eludían tanto trabajo como podían, a menudo en cuclillas, sentados o tomando descansos no autorizados.

No faltaron los hombres que abandonaron sus puestos. No querían trabajar, pero aunque quisieran desertar, no podían dejar Altana. Lo mejor que podían hacer era tomar una siesta en algún edificio al azar, charlar entre ellos y jugar. Si iban a buscar, había mucho alcohol que encontrar. Más de unos pocos bebían a la mitad del día.

Haruhiro y su grupo eran tratados como una unidad especial bajo el mando directo del general Jin Mogis. Pero ¿habían recibido alguna orden especial de él?Realmente no. Haruhiro sentía que se pondría fuera de forma si se sentaba en su habitación en la Torre Tenboro todo el tiempo, por lo que pasaba la mayor parte del día deambulando por Altana.

¿Está bien que haga esto?, se preguntó.

No es que tuviera nada más que hacer.

No tenía órdenes, pero había limitaciones sobre lo que podía hacer. Neal y los exploradores, subrepticiamente, y a veces abiertamente, vigilaban obstinadamente a Haruhiro y los demás. Si intentara salir de Altana, lo descubrirían de inmediato.

Altana era una ciudad pequeña. Después de tres días, no había ni una calle que no haya recorrido. Incluso Haruhiro, que no tenía recuerdos, se sentía como un local en poco tiempo.

El área alrededor de la casa de hospedaje de los soldados voluntarios le resultaba especialmente familiar, o tal vez incluso reconfortante. A pesar de que no tenía la capacidad de mirar lugares y recordar cómo sucedió esto aquí, o lo que sucedió ahí, cuando deambulaba ociosamente, siempre parecía terminar en la casa de hospedaje. Mary dijo que Haruhiro y los demás habían vivido ahí durante mucho tiempo, así que tal vez su cuerpo se había acostumbrado al lugar .

Aunque el interior de la casa de hospedaje de los soldados voluntarios estaba polvoriento, estaba prácticamente intacto. ¿Sería posible que se quedaran aquí en lugar de en la habitación de la Torre Tenboro?

Tal vez le pregunte al general. No, si voy a pedirle un favor, podría aprovecharse de mí.

Mientras Haruhiro pensaba en ello, Neal se acercó y le dijo que el general lo estaba llamando. Quería que viniera a cenar, pero que viniera solo.

Aunque Haruhiro realmente habría preferido no ir, no tenía otra opción. Se dirigió al comedor en la Torre Tenboro.

—Hola, hola, holaaaa.

Cuando entró al comedor, la mujer que había llegado antes que él, levantó la mano y saludó a Haruhiro.

Parecía que el general aún no había llegado. Los únicos ocupantes de este gran comedor que el Margrave alguna vez usó eran Haruhiro, la mujer en cuestión, y Anthony Justeen, el Comandante del Regimiento del Ejército de la Frontera.

Anthony asintió con la cabeza hacia Haruhiro, con una mirada de desconcierto en su rostro. «¿Quién es la mujer? ¿La conoces?», parecía decir.

Bueno, sí, la conocía. Pero todavía era difícil decir: «Sí, nos conocemos», o cualquier otra cosa por el estilo.

—¿Qué estás haciendo aquí…?

—Me ha llamado Su Excelencia el futuro rey de la frontera. ¡Nyaja!

«No, no «Nyaja», te voy a golpear». Eso es lo que Haruhiro habría dicho, si fuera un poco más propenso a la violencia. Eso, o golpearla, luego hablar.

Haruhiro se sentó junto a Anthony, luego pensó: «Aw, mierda». Hiyomu estaba directamente frente a él.

—¿Cómo te ha idoooo?

Hiyomu estaba apoyando ambos codos sobre la mesa, que era lo suficientemente grande para que comieran veinte personas, su rostro engreído y sonriente descansaba sobre sus dedos entrelazados. Haruhiro realmente odiaba a esa mujer. No era el tipo de hombre que andaba pensando en las mujeres como «esa mujer», pero no dudaba en pensar en Hiyomu de esa manera.

—Parece que te ha ido bien.

Sí, la detesto en serio. Hasta un grado demente. 

Una vez que se dio cuenta de eso, pudo calmarse. Era ridículo permitirse exaltarse al tratar con esta mujer. ¿Siquiera valía la pena? No.  Era una pérdida de emociones.

—Aleeeegre, ¿okay? ¡Hiyomu siempre está alegre, alegre y entusiasta! Una doncella llena de un montón de energía, ¿okaaaay? ¡Energía! ¡Valor! ¡Motivación! ¡Y seriedad  hasta desbordar! ¡Yayyyy!

— …

—¿Qué, qué, qué? ¿Haruhiro-kuuun? ¿Haruharu? ¿Haruhirohiroharu?

— …

—No estás dando mucha reacción, ¿verdad? Por favor responde.

— …

—¿Qué diablos? No te quedes ahí sentado sin expresión. Eso molesta a Hiyomu más que nada, ¿sabeeees?

— …

—Oyeeee. Dije, oyeeee. Habla, total idiota.

— …

—Ohhh. Ya veo cómo es. ¿Estás seguro de que quieres adoptar esa actitud? ¿Estas realmente seguro? No me culpes si terminas arrepintiéndote, ¿okay? Pero realmente deberías inclinarte ante Hiyomu. ¿Eres un completo y absoluto idiota que no puede verlo, ehhhh? Apuesto a que tus pies también apestan, ¿sí?

Bueno, claramente ella no iba a reprimirse en los insultos. Sin embargo, eso no lo enfureció tanto como lo exasperó.

¿Qué estaba haciendo la mujer aquí? Tenía curiosidad por eso, por supuesto, pero realmente no necesitaba escuchar eso de la boca del caballo. No tenía sentido hablar con ella. No podía imaginarse a la mujer diciéndole la verdad. Claramente, ella no estaba pensando en nada más que jugar con él, engañarlo y llevarlo por mal camino. No seguiría el juego.

Finalmente, el general Jin Mogis llegó con dos de las capas negras y Neal a cuestas.

Hiyomu se puso de pie de un salto y Anthony siguió su ejemplo. Por un momento, Haruhiro pensó que tal vez debería quedarme sentado. Pero, bueno, actuar obstinadamente aquí no iba a servir de mucho. Decidió ponerse de pie.

El general se sentó a la cabecera de la mesa, en lo que debió haber sido el asiento del Margrave. Las capas negras y Neal no se sentaron, sino que se pararon detrás del general.

—Pueden sentarse —dijo el general, y Hiyomu y Anthony se sentaron. Haruhiro también se sentó en su silla. Pero ¿por qué necesitaba permiso solo para sentarse?

El general los miró en silencio. ¿Era esta su forma habitual de controlar el estado de ánimo? Usaba el silencio como herramienta para dominar la habitación. ¿Era algo que el general había conseguido de forma natural? ¿O era una técnica que estaba empleando deliberadamente?

Haruhiro tuvo sed a medida que pasaba el tiempo y estaba empezando a sentirse inquieto. Con el tiempo, ninguno de ellos podría mantener la compostura. Eso tenía que ser lo que esperaba el general.

El general colocó sus manos sobre la mesa del comedor, su mano derecha sobre la izquierda.

El anillo en su dedo llamó la atención de Haruhiro.

¿El general había estado usando un anillo como ese antes? Hmm. Haruhiro no lo creía, pero no podía estar seguro. Al menos no lo había notado antes.

No era un anillo especialmente grande. Pero a pesar de eso, realmente llamaba la atención. El aro debía ser de oro, o de alguna aleación que lo contenía. Pero antes de eso, lo primero que notó fue la piedra azul montada en el chatón.

¿Qué tipo de joya era? Era de un azul bastante claro, pero no daba la impresión de estar pálido. De hecho, era de un azul intenso e imponente.

La piedra en sí era redonda. No estaba seguro de si era el corte o la iluminación, pero podía ver formas parecidas a pétalos flotando en su interior. Probablemente había tres de ellos. O podrían haber sido tres hojas.

—Nuestra Fuerza Expedicionaria debe estar cada vez más unida —dijo el general, volviendo sus ojos oxidados hacia Anthony—. ¿No es así, Anthony Justeen?

Anthony bajó la barbilla para asentir. —Sí, señor… —respondió.

El general usó el dedo índice de su mano izquierda que lleva el anillo para golpear el dorso de la otra, dos, tres veces, como si se estuviera rascando. —No tengo intención de regresar al sur de las Montañas Tenryu, a lo que ellos llaman el continente del Reino de Arabakia. Nos convertiremos en nativos de la frontera y construiremos un paraíso en esta tierra. Para lograrlo, no hace falta decir que un líder poderoso y hombres sabios y leales que lo apoyen, serán esenciales. ¿Tienes alguna objeción a eso, Haruhiro?

—… ¿Yo? —Haruhiro murmuró sin querer.

—Sí, tú —lo presionó el general sin demora—. Si crees que mis ideas son incorrectas, puedes decirlo.

—No… —Haruhiro casi bajó los ojos, pero logró detenerse de alguna manera. Pero era realmente difícil responder con la mirada del general en él—. No creo que sus palabras estén mal.

—¿Entonces estás de acuerdo?

—Supongo que sí. Si solo estamos hablando en general, seguro.

—Tengo la intención de disolver la Fuerza Expedicionaria que me confió el Rey Idelta de Arabakia y reorganizarla como el nuevo Ejército de la Frontera. El renacido Ejército de la Frontera se librará del yugo del Reino de Arabakia y actuará como una fuerza independiente.

El general usaba palabras importantes sin dudarlo. Si Haruhiro lo interrumpía, probablemente sería aplastado.

—Para empezar, la frontera nunca fue de Arabakia. La frontera nos pertenece. Cuando digo «nos» me refiero no solo a los humanos, sino a todas las razas. Si pudiéramos encontrar una causa común, creo que deberíamos unirnos a cualquier raza y facción. Para que nuestro recién nacido Ejército de la Frontera sobreviva en esta tierra, eche raíces firmes, establezca un dominio y logre la independencia como nación, no debemos dudar en tomar las opciones que están disponibles para nosotros. Debemos sondear todas las posibilidades. Incluso si desafía el sentido común, si hay alguna esperanza de realizarlo, no hay nada que no debamos intentar. ¿No es un líder verdaderamente fuerte el que puede tomar decisiones como esa?

«Yo soy así». Probablemente eso era lo que quería decir el general. De hecho, prácticamente lo había hecho. Se convertiría en un líder, básicamente un rey, y no lideraría la Fuerza Expedicionaria del Reino de Arabakia, sino un nuevo Ejército de la Frontera.

Hiyomu había dicho algo en el sentido de que el general la había llamado aquí. Cuando lo hizo, si Haruhiro recordaba, había llamado al general el futuro rey de la frontera.

¿Hiyomu había estado conectada con el general todo este tiempo? ¿O había hecho contacto en los últimos días y rápidamente se ganó su confianza? Cualquiera que sea el caso, a Hiyomu se le había informado de antemano sobre las intenciones del general.

Jin Mogis podría haber decidido unirse a Hiyomu, o más bien a su amo, el dueño de la Torre Prohibida.

—D-Disculpe… —Haruhiro abrió la boca, luego se arrepintió.

Hiyomu no es digna de confianza. Me gustaría que lo reconsiderara.

Si el general fuera su amigo, le habría dado ese consejo. Si respetara al general y le fuera leal, debería advertirle. Pero ninguna de esas cosas era verdad. Además, incluso si Haruhiro le decía algo con total sinceridad, no creía que el general lo aceptara.

—¿Qué? —preguntó el General con una expresión en blanco.

Haruhiro miró hacia abajo y negó con la cabeza.

—… No es nada.

Hiyomu mostró una sonrisa cómplice. Maldita sea. Sintió que la sangre le subía a la cabeza, pero no dejó que eso lo superara. No era momento de romperse.

Haruhiro y su grupo pertenecían a la facción de Jin Mogis por ahora. Puede que no le gustara, pero así eran las cosas. Tenía que reconocerlo.

Hiyomu, o más bien su amo, les había robado la memoria. No había forma de que estuvieran de su lado. Tenían que ser enemigos.

Sin embargo, parecía que esos enemigos habían hecho un trato con el general.