Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 15: Un Efímero Nuevo Juego Plus

Capítulo 9: Paraíso Perdido

 

 

Las cosas se habían puesto mal.

Bueno, habían estado bastante mal desde el momento en que se despertaron sin sus recuerdos, así que entrar en pánico ahora no iba a ayudar.

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Aún así, cuando has tenido una racha tan larga como esta en la que absolutamente nada va bien, no hay forma de evitar el hecho de que es agotador.

Haruhiro y los demás habían tomado su propia posición única en el campamento de la Fuerza Expedicionaria.

Se les dio una tienda en la misma área que Jin Mogis, el general pelirrojo y sus asociados, así como Anthony Justeen, quien era tratado como un oficial de Estado Mayor visitante, y necesitaban autorización para salir de esa área.

Cuando la Fuerza Expedicionaria se movía, el grupo estaba, por supuesto, obligado a moverse con ellos.

Anthony tenía cinco subordinados que habían venido con él para proteger al mensajero. Formalmente, estos hombres eran iguales que Haruhiro y su grupo. Básicamente, todos eran miembros del regimiento que informaban directamente al oficial de Estado Mayor y al comandante del regimiento Anthony.

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Estaban bajo vigilancia constante, pero si juntaban la cabeza, no les era imposible hablar en secreto.

Haruhiro esperó hasta la noche para hablar con el grupo.

—Entonces, sobre lo de los recuerdos. ¿Qué piensan?

—No creo que debamos decir nada —dijo Mary.

—Tiene sentido —convino Setora—. Mi opinión es la misma que la de Mary.

—¿Qué creen que nos harán hacer? —preguntó Kuzaku—. La Fuerza Expedicionaria está aquí para recuperar Altana, ¿verdad?

—… ¿Entonces se supone que debemos… ayudarlos? —sugirió Shihoru.

Setora emitió un resoplido poco convencido. —Quieren que nos infiltremos en Altana, ¿no es así? Para empezar, yo no era de aquí, pero originalmente ustedes habrían sido muy adecuados para el trabajo.

—No, pero el lugar está lleno de goblins, ¿verdad? De ninguna manera vamos a entrar ahí… —señaló Kuzaku.

—Si fuera a ir yo solo, podría manejarlo —musitó Haruhiro.

—Pero no recuerdas cómo es Altana, ¿verdad, Haru? Incluso si pudieras infiltrarte…

—No tendría mucho sentido, ¿eh?

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—Incluso así, estoy segura de que les seremos de utilidad. Pueden usarnos como peones desechables.

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—Setora-saaan… —se quejó Kuzaku.

—¿Qué?

—¿Podrías elegir un poco mejor tus palabras…?

—No tengo la intención de cambiar la forma en que hablo o actúo. Ustedes tendrán que acostumbrarse.

—No, estoy bien con eso, ¿sabes? Quiero decir, puedo soportar una paliza verbal.

—¿Entonces cuál es el problema?

—No soy el único aquí.

—A mi tampoco me importa —intervino Mary—. La forma en que Setora nunca se contiene, en realidad se siente bien.

—… Creo que es mejor que tratar de endulzar las cosas… —asintió Shihoru.

—Sí, estoy de acuerdo —dijo Haruhiro.

—¿Eh? ¿Y qué? ¿Entonces no hay problema?

—Estabas haciendo una escena por nada. Ahora reflexiona sobre lo que has hecho y cállate un rato.

—… Está bien, lo siento…

A pesar de que era más grande que cualquiera de ellos, Kuzaku era como el hermano pequeño de todos. Tal vez tenía la posición del hijo más pequeño de una familia. Sin embargo, no estaba claro si realmente tenía hermanos.

Ser vigilados se sentía desagradable, pero la Fuerza Expedicionaria tenía abundantes suministros, por lo que afortunadamente el grupo recibía suficientes raciones y agua para cada uno de ellos. Había un cuerpo de logística y personal capaz de reparar armas y ropa. Mogis dijo que eran una unidad improvisada, pero en este sentido eran una fuerza militar organizada.

Cuando amaneció, la Fuerza Expedicionaria comenzó a prepararse para moverse.

Según su superior, Anthony, la Fuerza Expedicionaria se encontraba actualmente a cuarenta kilómetros al oeste de Altana. Se acercarían durante los próximos tres días y luego lanzarían una operación para retomar la ciudad.

—Cuarenta kilómetros en tres días…

—Vamos con un ejército, recuerda —explicó Anthony—. Y cruzaremos montañas por el camino.

—¿Montañas? ¿Te refieres a las Tenryus? —preguntó Haruhiro.

—Es una cadena de montañas que sobresale al norte de la cordillera de Tenryu. Existe el riesgo de ser devorados por dragones, pero es inevitable. Si tuviéramos que tomar una ruta alrededor de las montañas, pasaríamos por las Llanuras Ventosas. Con una fuerza de esta escala, es muy probable que el enemigo nos descubra.

Para ser honesto, Haruhiro no tenía más que malas sensaciones sobre todo esto.

La Fuerza Expedicionaria era técnicamente un ejército, pero incluso un aficionado como él podía ver que eran una grupo improvisado que se había juntado apresuradamente.

Primero, estaba la baja moral de las tropas. El general Mogis había dado la orden de prepararse para moverse, por lo que era de esperar que empacaran sus tiendas de inmediato, pero algunos de los hombres todavía dormían y otros se tomaban su tiempo para comer y beber. Incluso hubo un soldado al que un oficial superior le dio una patada en el trasero por despojarse de su equipo y estar medio desnudo, y otro que se cayó mientras trepaba a un árbol y resultó herido.

Los soldados de la Fuerza Expedicionaria eran tan indisciplinados que dejaban a Haruhiro sintiéndose un poco sorprendido. Estos tipos ni siquiera eran minoría. La mayor parte de la fuerza era así, e incluso los oficiales, que se jactaban de ser más importantes, no eran mucho mejores. Por eso, mientras no hicieran nada especialmente atroz, como correr desnudos y gritar, no los regañarían.

El general Mogis debe haberse rendido con ellos, porque no dijo nada hasta bastante tiempo después de dar la orden. Sin embargo, debe haberse impacientado. Caminó hasta un soldado y de repente le dio una patada en el trasero.

—Nos moveremos. Prepárense.

Ahora, en cuanto a si eso hizo que los soldados se movieran inmediatamente, no fue así. Hubo algunos que empezaron a desmantelar sus tiendas sin mucho entusiasmo, pero más de la mitad estaban sentados con tristeza, pateando los árboles o arrancando hierba.

—Vaya… —Kuzaku comenzó a sonreír, pero no pudo hacerlo—. ¿Creen que esto está bien?

Claramente no.

Cuando Haruhiro vio a los soldados por primera vez, su impresión fue que había muchos hombres jóvenes. Aun así, todos vestían armaduras y tenían espadas o lanzas. Se había imaginado que, si bien no necesariamente tenían experiencia, presumiblemente todos eran soldados profesionales.

Puede que eso no fuera cierto.

Quería estar equivocado sobre esto, pero la mayoría de ellos en realidad podrían ser menos capaces que Haruhiro y su grupo.

Según por cómo se veían y la forma en que se movían, la mayoría de estos soldados no parecían más que novatos. La idea de que se enfrentaran valientemente al enemigo, armas en mano, mientras luchaban en una intensa batalla de vida o muerte era algo que Haruhiro no podía imaginar.

Ya había pasado el mediodía cuando la Fuerza Expedicionaria estuvo más o menos lo suficientemente organizada para poder moverse. Cuando eso sucedió, los soldados comenzaron a quejarse de que tenían hambre y exigieron algo de comer. El general Mogis era un hombre paciente. Sin criticarlos, decidió que saldrían después del almuerzo. Pero, en última instancia, cuando se puso el sol, la Fuerza Expedicionaria solo se había arrastrado apenas cinco kilómetros.

El segundo día comenzaron a moverse temprano en la mañana, y apenas recorrieron los 12 kilómetros. Parecía que probablemente cruzarían las montañas mañana, no, pasado mañana.

Esa noche, Anthony reunió a Haruhiro y al resto del grupo.

—Tienen que estar exasperados, ¿eh?

—Bueno… —Haruhiro evitó decir nada.

—Yo tampoco sabía nada sobre la situación en el continente. Después de todo, nací en la frontera. —¿Anthony estaba siendo autocrítico o despreciaba a las personas que habían nacido en el continente? Su sonrisa podría haberse leído de cualquier manera—. Sin embargo, nos habían dicho lo grandioso que era el continente. Que era un paraíso, nada como la salvaje frontera.

—Fuiste ahí, ¿verdad, Anthony… -san? —preguntó Kuzaku.

Anthony bajó los ojos y asintió con el ceño fruncido.

—Cuando salimos del Camino Aorta del Dragón de Tierra, entramos en una fortaleza llamada Spezia… y ahí nos detuvieron.

Lo discriminaban por ser un hombre de la frontera. Eso fue lo que Anthony pensó al principio, pero aparentemente no era así. El número de habitantes del continente que interactuaron con Anthony y sus hombres de la frontera se mantuvo pequeño, y no hablaron nada sobre el continente, ni siquiera respondían preguntas.

—Cuando me uní a esta Fuerza Expedicionaria, en el camino de regreso a través del Camino Aorta del Dragón de Tierra, el general Mogis me dijo la verdad —dijo Anthony con un suspiro—. Fuimos detenidos en Spezia porque no querían que la gente de la frontera supiera sobre la situación en el continente, porque no era un paraíso…

Al parecer, habían pasado alrededor de 130 años, más o menos, desde que los humanos del Reino de Arabakia escaparon al sur de las Montañas Tenryu.

Desde entonces, el reino colonizó el sur y gradualmente expandió su territorio. Habían regresado a la frontera hace aproximadamente 100 años y habían construido Altana.

La gente de Arabakia, como Anthony, que nacieron en la frontera, es decir, en Altana, se les decía esto:

No había decenas, sino cientos de ciudades con grandes poblaciones en las tierras del sur.

Los campos se extendían hasta donde alcanzaba la vista, y más ganado del que jamás se podía contar pastaba en las colinas y en la base de las montañas.

Debido a que había minas por todas partes que producían hierro, oro y plata, el reino mantenía un ejército de decenas de miles, e incluso los plebeyos usaban joyas fabulosas.

Incluso más al sur de las tierras del sur, había tribus bárbaras que no se habían sometido al reino. Pero estos primitivos no eran más que salvajes. Los habitantes del continente los llamaban monos y llamaron a la guerra para subyugarlos en una cacería. Era raro que un soldado muriera cuando estaba cazando. Los bárbaros se peleaban entre ellos, y el reino incluso intervenía para mediar entre ellos a veces. El rey era un padre misericordioso.

El continente había desarrollado la industria y la gente vivía en prosperidad, por lo que la música, el teatro y otras formas de ocio eran abundantes. El Dios de la Luz, Lumiaris, era ampliamente adorado y las bendiciones de la luz llenaban la tierra.

La moneda utilizada en Altana era la misma del continente. Sin embargo, su valor era completamente diferente en cada lugar. Un objeto que costaba una moneda de oro en la frontera se podía comprar por diez monedas de plata en el continente.

En cierto modo, no había pobreza en el continente. Aunque perdieras toda tu riqueza jugando, había instituciones que brindaban ayuda a los pobres en las ciudades, y si ibas a una de ellas, te garantizaban comida, agua y un techo sobre tu cabeza.

—Todo era una gran y gorda mentira —dijo Anthony, señalando a los soldados de la Fuerza Expedicionaria que estaban tumbados en la oscuridad, bebiendo y de fiesta—. ¿Qué estarían haciendo estos miserables en el paraíso?

Según el general Mogis, la Fuerza Expedicionaria estaba formada por el segundo y tercer hijo de campesinos, de matones callejeros y desertores que habían sido capturados.

Solo había una ciudad en el continente que se podía llamar ciudad: la capital. El rey, la familia real, sus sirvientes más cercanos y otros mil nobles, junto con entre mil y diez mil personas para apoyar a estas clases privilegiadas, vivían en Nueva Rhodekia, la capital del Reino de Arabakia.

Había innumerables aldeas agrícolas, pero estaban sujetas a fuertes impuestos y la vida de la gente ahí era dura.

La guerra con los «monos» en el sur era increíblemente intensa. Esos salvajes eran la razón por la que no habían podido construir ciudades más grandes. La gente del continente estaban bajo constante ataque de los bárbaros y vivían con el temor de ser saqueados.

El Reino de Arabakia había estado en guerra con los salvajes durante más de un siglo, y no solo no habían logrado exterminarlos, sino que ni siquiera habían puesto un pie en sus fortalezas al sur. Los bárbaros se dividían en muchas tribus, por lo que el reino trabajaba con una tribu y los hacía luchar contra otra. La astuta negociación era la forma en que se las habían arreglado para mantener de alguna manera el control de su territorio.

En las aldeas agrícolas, el hijo mayor heredaba la granja, por lo que el segundo y el menor se ganaban la vida trabajando para otros o tenían que abandonar su aldea.

Los jóvenes de las aldeas agrícolas fluían hacia Nueva Rhodekia sin forma de alimentarse. Sin embargo, solo unos pocos elegidos podían encontrar algún tipo de trabajo. En última instancia, las únicas opciones que tenían disponibles para ellos eran unirse a una banda de criminales o ser voluntarios para el ejército.

La dureza de los campos de batalla del sur provocaba constantes deserciones.

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Había perros encargados de perseguir a los desertores que huían.

Los Sabuesos Negros.

Ese era el nombre de una unidad de operaciones especiales, y se especializaba en la captura y reeducación, retorno o incluso ejecución de desertores.

—Después de diez años matando salvajes en todo el sur, el general Mogis fue nombrado comandante de los Sabuesos Negros —dijo Anthony con una mirada de reojo a la tienda del general—. No sé qué hizo para terminar liderando la Fuerza Expedicionaria. Pero, a juzgar por la calidad de las tropas que se le han asignado, no se puede decir que esto fue un paso adelante para él.

Según Anthony, la Fuerza Expedicionaria estaba formada por mil hombres, incluido el cuerpo logístico que los apoyaba desde la retaguardia.

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Sin embargo, con la excepción de unas pocas docenas de hombres como Neal el explorador, que había sido uno de los protegidos del general Mogis desde su época en los Sabuesos Negros, no había soldados decentes en la Fuerza Expedicionaria. Incluso aquellos con experiencia en el ejército eran desertores del sur. Habían capturado a un grupo de cobardes que huyeron para salvar sus vidas y los habían enviado a la frontera.

Setora suspiró.

—Esto va a ser un verdadero dolor de cabeza.

—Basado en su historial militar, creo que el general es capaz —dijo Anthony en voz baja—. Debe tener algo en mente.

Parecía que había una variedad de personas con sus propias intenciones y situaciones, y Haruhiro y su grupo estaban atrapados en medio de eso. Prefería no haberse involucrado, pero ya era demasiado tarde para eso.

El general había hecho una clara amenaza a Haruhiro. Si no cooperaban, los matarían.

Los soldados desmotivados eran numerosos, pero no daban mucho miedo. Sin embargo, las docenas de subordinados leales del general eran probablemente todos hombres experimentados como Neal. Por ahora, tendrían que hacer lo que decía.

—¿Él dijo algo acerca de cómo van a destruir el Camino Aorta del Dragón de Tierra si la Fuerza Expedicionaria no puede tomar Altana? —preguntó Haruhiro.

Anthony asintió.

—El general lo mencionó. Probablemente nos lo reveló porque no somos del continente. Parece que hay agentes del rey escondidos entre las tropas.

Esos agentes tenían órdenes secretas de observar las acciones de la Fuerza Expedicionaria y regresar al continente para informar al rey si la situación lo ameritaba.

Para el rey de Arabakia y la nobleza, no era el sur lo que era el paraíso, sino la frontera. Si era posible, querían volver aquí triunfantes. Incluso ahora, más de 100 años desde que fueron expulsados ​​por la Alianza de Reyes, no habían abandonado ese sueño.


Pero un sueño es un sueño.

El reino estaba muy ocupado tratando con los bárbaros que corrían desenfrenados. Incluso cuando Altana cayó, todo lo que pudieron reunir era una turba rebelde como esta Fuerza Expedicionaria.

—Si el enemigo descubriera y tomara el Camino Aorta del Dragón de Tierra, nuestro Reino de Arabakia estaría acabado —dijo Anthony en un tono cínico—. Estoy seguro de que se están preparando para rendirse y destruir el camino antes de que eso suceda, como último recurso.

Si la Fuerza Expedicionaria era derrotada por completo, los hombres del rey se separarían en secreto y regresarían al continente.

Si el rey tomaba la decisión después de escuchar su informe, el sueño del reino terminaría, pero les evitaría una invasión de la Alianza de los Reyes.

Kuzaku miró a su alrededor.

—¿Entonces estás diciendo que hay espías…?

—Incluso como alguien nacido en la frontera, me criaron para sentirme orgulloso de ser un hombre del Reino de Arabakia —dijo Anthony con un tono de voz dolorido—. Por ahora, solo quiero recuperar a Altana. Después de todo, es mi ciudad natal. Mis camaradas que murieron no pueden descansar en paz así.

Haruhiro no sabía mucho sobre el rey, la nobleza o la gente del continente, pero no era completamente incapaz de empatizar con Anthony.

Todavía así, ¿realmente podrían retomar Altana?

Al día siguiente avanzaron cinco kilómetros hacia el este y la Fuerza Expedicionaria se preparó para cruzar las montañas.

Sin embargo, no había nada específico que debiera hacerse. Iban a descansar temprano ahora que había una cadena montañosa que parecía albergar dragones frente a ellos.

¿Realmente el general Jin Mogis planeaba recuperar Altana?

Al día siguiente, la Fuerza Expedicionaria comenzó a subir las montañas.

Los hombres actuaban asustados, o lo disimulaban haciendo el tonto, o se quejaban de lo difícil que era la escalada. Los que rodeaban al general Mogis estaban callados, por lo que debían ser de los Sabuesos Negros, o eran otros soldados adecuados que no habían sido desertores.

¿Cuántos de ellos había que podían luchar adecuadamente?

Trató de contar, pero excluyendo a Anthony, sus cinco subordinados y el grupo de Haruhiro, tal vez había 50 de ellos en el mejor de los casos.

Mientras escalaba de mal humor, Neal, el explorador, se acercó a él.

—¿Alguna vez te has encontrado con un dragón?

Haruhiro miró a Mary.

Según ella, habían sido atacados por un dragón increíblemente aterrador que escupía fuego y lucharon contra un dragón pequeño llamado guiverno. En cuanto a Haruhiro, aparentemente incluso había montado un dragón en algún lugar llamado Archipiélago Esmeralda.

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Naturalmente, no recordaba nada de eso.

Mientras se preguntaba cómo responder—: Bueno, sí, algunas veces —respondió Kuzaku por él.

—¿Los dragones en las Montañas Tenryu? —preguntó Neal.





—No. —Kuzaku se encogió de hombros—. Pero un dragón es un dragón, ¿verdad?

—No me digas que han matado a uno.

—Matar no, pero sí montar uno.

—… ¿Qué?

—Pero no yo. Haruhiro. —Kuzaku se jactaba por alguna razón.

Neal miró a Haruhiro.

—¿Tú?

—Puede que no parezca gran cosa, pero nuestro líder es asombroso. —Kuzaku sonaba orgulloso esta vez.

No, no soy tan asombroso, ¿y qué quieres decir con que no parezco gran cosa? Además, hombre, ni siquiera recuerdas qué sucedió.

Había tantas cosas de las que discutir que Haruhiro no sabía qué hacer. Pero como estaban encubriendo el hecho de que no tenían recuerdos, se guardó sus comentarios cómicos para sí mismo.

—Pensé que parecías terriblemente tranquilo, pero eso lo explica, ¿eh? —Neal sonrió con ironía—. Si aparece un dragón, es todo tuyo. Solo los he visto de lejos. En el fondo, tengo bastante miedo.

—No pareces tener miedo —señaló Haruhiro.

—Estoy actuando duro frente a las mujeres —dijo Neal casualmente.

De repente, Setora se detuvo.

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Miró hacia el sur y entrecerró los ojos.

El rostro de Neal se contrajo.

—Oye, ¿qué es? No me digas…

Setora sonrió.

—Es una broma.

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