Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 14: Paranomanía [parano_mania]

Capítulo 2: Falsa Armadura [soledad]

Érase una vez, había una pobre chica.

La chica estaba sola.

Eso era porque la chica nació muy fea, y todos le decían: Eres fea, gorda, eres asquerosa, vete.

La chica no estaba sola porque le gustaba. Ser llamada con apodos la lastimaba, así que no tenía más remedio que estar sola.

Cuando la chica lloraba en la esquina de su habitación, su madrastra se preocupaba.

“¿Qué pasa?” Preguntó ella.

A través de sus sollozos, la chica respondió. “Todos, me acosan.”

“No has hecho nada malo, por lo que no debes preocuparte por las personas que te acosan de esa manera.”

“¡Pero todos me molestan!”

“Si lloras, solo estás haciendo felices a los matones. Actúa como si estuvieras bien.”

“¡Pero no estoy bien en absoluto!” Gritó la chica.

“Ten confianza. No eres mala. Ellos son los malos. Tienes que ser fuerte. Es una tontería dejar que esa gente estúpida te gane. Además…” La madrastra de la chica se volvió hacia ella. “Dices que todos te acosan, pero ¿quiénes? ¿Qué dicen ellos? ¿Qué hacen? Dile a tu madrastra. Vamos, ¿cuáles son sus nombres? ¿Qué dicen esas personas? Quiero detalles.”

Aunque la chica estaba confundida, le contó a su madrastra quién dijo qué, quién hizo qué, qué le habían hecho y por lo que ella había pasado.

Cuando lo hizo, su madrastra tenía algo que decir sobre cada pequeña cosa.

“No eres gorda, así que diles que no eres gorda.”

Y…

“La razón por la que te dejan fuera es porque son demasiado cobardes para intentar cualquier otra cosa. Si te causan un daño real, díselo a tu madrastra. Voy a demandar.”

Y…

“Mírate en el espejo. ¿Tu rostro es feo? No lo es. Pero nadie se ve bien cuando siempre mira hacia abajo. Ponte de pie, y enfrentalos con la mirada en alto.”

Ella trató de animar a la chica.

La madrastra probablemente tenía razón, y la chica estaba equivocada. Su madrastra siempre tenía razón. Y estaba haciendo todo lo posible para cuidar de la chica, a pesar de que no había pasado por el dolor de darla a luz. La chica entendía eso.

Si pudiera hacer lo que le decía su madrastra, qué maravilloso sería. Pero, aunque la chica no era muy gorda, tampoco era delgada. Ser excluida no dolía como recibir un puñetazo o una patada, y no era tan problemático como que le robaran y rompieran sus cosas, pero eso la hacía sentirse sola.

El rostro de la chica podría no enfermar al mirarlo. Sin embargo, obviamente carecía de la belleza de su madrastra. Su rostro estaba lleno de defectos, y la chica estaba preocupada por si estaba bien dejar que otras personas lo vieran. A diferencia de su madrastra, sus ojos eran raros y su nariz no estaba bien formada. Comparada con su madrastra, ella sentía que sus labios también eran terriblemente pequeños. A diferencia de las mejillas bien definidas de su madrastra, las de la chica estaban hinchadas y su barbilla redonda y pequeña era dura para los ojos. Ella había intentado dejar crecer su cabello para ocultar las partes malas, pero no había manera de ocultar todo, por lo que terminaba mirando hacia abajo todo el tiempo.

Además, incluso si le contara a su madrastra cómo eran las cosas y por qué, todas con las razones adecuadas, ella no lo entendería.

“Te estás preocupando demasiado,” decía su madrastra.

O…

“Nadie es perfecto. Somos hermosos porque somos imperfectos, y los pequeños defectos nos dan personalidad.”

O…

“Solo trata de hacer lo que dice tu madrastra, solo una vez.”

Ese era el tipo de respuesta que siempre recibía. Sin duda, su madrastra tenía razón.

Su madrastra estaba pensando en lo que era mejor para la chica, y sabía que mimarla no serviría de nada, por lo que a veces le decía las duras verdades que no quería escuchar. Hacer lo que decía una madrastra como esta, sería lo mejor. La chica también lo entendía.

Pero la chica no era como su madrastra. Ella nunca podría decirle esto a su madrastra, y no lo haría, pero no eran realmente madre e hija, así que, para empezar, no eran muy parecidas. Nunca podría ser como ella.

Había cosas que la gente podía y no podía hacer, y solo porque su madrastra podía hacer algo, eso no significaba que la chica también pudiera. ¿No era eso lo que significaba tener personalidad?

Érase una vez, había una chica, y estaba completamente sola.

Dicho eso, la chica no estaba de acuerdo con estar sola. Ella odiaba estar sola, así que la chica hacía lo mejor que podía.

Ella leía a fondo las expresiones de la gente. ¿Qué sentían las personas a su alrededor y qué pensaban? Era importante poder captar eso. Sin importar qué, ella no quería ser odiada, así que tenía que ser muy, muy cuidadosa. En todas las cosas, era reservada, y no destacaba.

Si hinchaba su pecho, caminando hacia adelante con la cabeza en alto, podrían pensar: ¿Quién se cree que es esa gorda y fea?, y podría tropezar con algo. Entonces, cuando estuviera sintiendo eso, se reirían de ella. Eso podría hacerla llorar, y si lloraba, casi seguro que pensarían que era una molestia. Nada bueno saldría de eso.

“Siempre tienes que asumir la responsabilidad por ti misma. Al final, todo depende de ti.”

Su madrastra siempre decía eso.

“Puedes intentar cambiar a la gente, pero no funcionará. Si no puedes cambiar a la gente, tienes que cambiarte a ti misma. Si vas a cambiar, trabaja duro para asegurarte de que siempre sea para mejor.”

Como siempre, su madrastra tenía razón. La chica no tenía poder ni derecho para cambiar a nadie. Por eso tenía que cambiarse sí misma. Era como decía ella.

Ella quería ser como su madrastra. Hermosa, elegante, confiable, devota, considerada, inteligente, hábil, pero siempre trabajando duro en lo que sea que hiciera, sin decir nada incorrecto, siempre bien, admirada por todos… esa era la clase de persona maravillosa que la chica deseaba poder ser.

Si fuera posible.

Ahh, pero, al final, era un deseo que nunca podría hacerse realidad.

Lágrimas.

Lágrimas.

Lágrimas.

Lágrimas. Lágrimas.

Lágrimas. Lágrimas.

Lágrimas brillantes.

Las lágrimas de una chica sin nada bueno sobre ella.

Brillo, brillo.

Las lágrimas eran derramadas por una sucia chica y fea, pero era extraño. Eran muy hermosas.

Brillo, brillo. Las lágrimas de la chica fluían sin fín. Brillo.

Mientras derramaba lágrimas, la chica caminaba. Brillo, brillo.

Lágrimas brillantes corrían por el cuerpo de la fea chica, brillando y cubriéndola.

Se envolvían alrededor de la chica grotesca, brillo, a diferencia de sus sucias mentiras.

Sí. La chica decía mentiras. Muchas, muchas mentiras.

No quiero ser esta patética yo. Quiero ser otra persona.

Con ese deseo, la chica mentía, queriendo convertirse en una versión brillante de sí misma.

Con alegría, alegremente, saludaba a la gente. La gente la miraba con ojos que decían: ¿Qué pasa con esta chica?

Cuando la gente se reía como si se estuvieran divirtiendo, la chica también se reía. Su voz sonaba ridícula, como la risa de un bufón.

Cuando todos le lanzaban piedras a alguien, la chica tomaba un guijarro y también lo lanzaba. Era solo un guijarro. Estaba bien. De cualquier manera, ella no golpearía a alguien, e incluso si lo hiciera, no dolería.

Si hubiera una chica brillante, arrogante, como una joven noble, la miraría desde la distancia con admiración. Cuando se acercara, poco a poco, y la joven le hablara, estaría contenta de sí misma con alegría.

Cuando alguien le hablara, la chica escucharía y diría: “Mm-hm. Mm-hm.”

Incluso si en su cabeza pensara: Qué patética, o, Eres escoria, o, Piérdete, nunca se mostrará en su rostro.

Como quería brillar, se cortó el cabello largo, largo cabello a corto.

“Oye, eso es bueno. Te ves bien así,” dijo su madrastra, pero la chica notó la lástima que mostró en su rostro por un momento.

“Gracias,” dijo la chica, pero su corazón sentía que podría estallar. Lo siento. Por no ser tu verdadera hija, y por ser tan fea. Lo siento. Eres tan hermosa, y tan correcta. Siempre brillas, y me arrinconas.

Te odio.

La chica, por supuesto, nunca diría eso en voz alta. Ella sonrió, diciendo: “¿De verdad? Me alegro,” y demostró lo feliz que estaba.

La pobre cosa, ella se esfuerza tanto, su madrastra probablemente estaba pensando.

Oh, yo era una pobre cosa. Lágrimas. Lágrimas. Lágrimas brillantes.

Nadie conocía mis sentimientos, siempre ocultos por las lágrimas. Lágrimas, brillo.

Con lágrimas fluyendo, caminé. Destellando y brillando. Brillando y destellando.

Fluyendo y fluyendo, mis lágrimas se juntaban. Brillando por todas partes. Brillando, brillando, haciéndome hermosa.

Lágrimas, brillo, lágrimas.

Solo necesitaba cosas que brillaran. No quería ver nada más.

Todos… todos podrían convertirse en brillos.

¡Plop! Algo golpeó mi mejilla.

Oh, cielos, ¿está lloviendo? Miré hacia arriba.

De color lavanda, y extendiéndose como una celosía, ¿esas eran ramas? Eran casi como un paraguas.

Pero la lluvia goteaba de esas ramas.

Amarillo lima caía, plip, plip, plip. Esto no era lluvia. Estaba sucio, como excremento. Oh, qué sucio. Estaba sucio.

¡Toma! Extiendo mis brazos bien abiertos. Las lágrimas acumuladas, esas lágrimas brillantes, se fueron volando, esparciendo destellos por todas partes. Brillo, lágrimas, brillo, lágrimas. Las lágrimas arremolinadas hicieron bonito al excremento. Se aferraron a las ramas de color lavanda, brillando, brillando, haciéndolos crujir, doblarse, y luego encogerse en nada.

Solo quedaron las lágrimas. Cayendo, cayendo, brillantes, destellantes lágrimas.

Las ramas de color lavanda se desvanecieron y el cielo de lunares se extendía hacia arriba. También quería hacer hermoso ese cielo, pero mis lágrimas no podían alcanzarlo.

Lágrimas. Lágrimas. Lágrimas.

Derramando lágrimas, caminé.

Había grandes árboles de color lavanda, con ramas del mismo color extendidas. Muchos, muchos de ellos. Feo. Feo. Mi pecho, estaba lleno de inquietud.

Soplé fuerte. Lágrimas, lágrimas, vuelen. Lágrimas brillantes, vuelen lejos. Brillar, crujir, doblar, brillar, destellar, encogerse.

Detrás de los árboles que se hacían cada vez más pequeños, hasta que desaparecieron, alguien estaba agachado, escondiéndose. No había ningún lugar donde esconderse ahora.

“¡Maldita sea, ella me encontró!” Gritó esa persona. Era una voz muy fuerte.

En mi pecho, había malestar. Sufrimiento, sufrimiento. ¿Por qué me haces sufrir? ¿Cómo? ¿Por qué?

“¡Eeeeeahhhhhiiiiiiahhhhhhhheeeeeeahhhhhhh!” Yo estaba llorando. Llorando. Lágrimas fluyendo, desbordándose, desbordándose. Moviendo ambos brazos hacia arriba, brotaron lágrimas brillantes. Brillantes, brillantes, volaron.

“…¡¿Esto de nuevo?!” Alguien blandió una gran katana alrededor. Cuando lo hizo, ¡vaya! Hubo un fuerte viento, que sopló las lágrimas.

Grr. Llorando, yo estaba llorando. Las lágrimas fluían. Brillando, resplandeciendo.

“¡Suficiente, Shihoru-san! ¡No puedes entenderme así! ¡Tienes que saber eso por ahora, ¿verdad?! ¡¿De qué sirve repetir esto para siempre?!”

Ese alguien hablaba como si conociera a la chica.

¿La conocía?

“Ohh.”

Eso era cierto. Tenía una idea. Ahora que lo pensaba, la chica también sabía quién era ese alguien.

“Kuzaku-kun, ¿eh…?”

“…¿Sí? ¿Me has olvidado, Shihoru-san?”

“Ejeje.”

“¡No «ejeje»! ¡Estás actuando muy raro, Shihoru-san!”

“Raro, eh. Yo. ¿Crees que soy rara?”

Mientras hablaban, lágrimas. Lágrimas. Lágrimas brillantes, fluyendo, brillaban y fluían. Cada vez más, sin fin. ¿Tal vez eso era raro?

¿Me había vuelto rara?

Si era así, ¿cuándo me volví rara?

Qué divertido.

“¿De qué te ríes, Shihoru-san?” Preguntó el chico.

Sí, ese alguien era un chico. Alto, con un excelente físico. La chica conocía a ese chico. Kuzaku-kun.

Kuzaku-kun estaba enamorado de cierta chica. No de mí, por supuesto, una chica diferente. Una chica que era bien formada, y bonita, muy bonita, hasta el punto de que solo podía suspirar de admiración. Más que eso, ella no era presuntuosa al respecto, no era entrometida y era de buen corazón, una chica encantadora.

Je, je. Mi pecho, se sentía muy, muy lleno de inquietud. Je, je, je, je.

Está bien. Eso estaba bien. No solo Kuzaku-kun; Haruhiro-kun también amaba a esa chica.

Podía ver por qué incluso si ella nunca decía ni una palabra, una chica encantadora le gustará a los demás. Atesorada, tratada con amabilidad. No hay nada extraño en eso en absoluto. Era natural. Nadie se equivocaba al hacerlo. Je, je. No era culpa de nadie. Je, je. Je, je.

“¿Shihoru… -san?” Alguien la llamó por su nombre.

La chica miró hacia el cielo de lunares.

¿Cuándo esta historia se había deformado tanto?

Lo único que quería la chica era que alguien fuera amable con ella. Ser atesorada. Ser adorada. Ser alabada. Ser consolada. Ser abrazada fuerte y mimada. Eso era todo. ¿Era tan difícil?

Sí, era increíblemente difícil..

Quiero decir, no soy bonita, soy gorda, tonta, pesimista, tímida, y si es por ti, por todos, no por mí, puedo esforzarme por todos. No, no, eso es mentira, una gran mentira, eso no es cierto, quiero que me reconozcan, quiero que me elogien, quiero que la gente sea amable conmigo, que me valoren, quiero algo a cambio, porque es todo lo que yo, todo lo que yo quiero, lo quiero tanto que duele, es por lo que hago todo.

Érase una vez, había una chica tan fea que tenías que compadecerla.

Esa chica sigue siendo fea.

Esa chica siempre será, siempre será fea.

Esta historia había sido deformada desde el principio.

Porque la chica que era su personaje principal, era increíblemente fea y deformada.

“Shihoru-san,” alguien la llamó de nuevo.

Mirando hacia abajo, el chico alto con la gran katana estaba de pie lo suficientemente cerca como para poder alcanzarla y tocarla.

“¿Queeé?” ​​Preguntó la chica, y el chico miró hacia abajo.

“No… es solo que… somos camaradas, ¿verdad?”

“Camaradas…”

“¿Verdad? ¿Cómo debo ponerlo? Estamos juntos a través de gruesas y delgadas… o algo así, realmente no lo sé. ¿Qué pasó…? ¿Qué estás pensando y sintiendo, supongo? No sé qué es, pero estoy seguro de que estás sufriendo. ¿Tal vez podrías… hablarme sobre eso? Aunque no estoy seguro de que con escuchar te ayude mucho. ¡No! Puede que no sea bueno para mucho, pero tal vez haya algo que pueda hacer…”

“Entonces abrázame.”

“¿Eh?” El chico dejó escapar un grito de sorpresa, sus ojos se agrandaron mientras miraba a la chica. La mirada del chico casi ignoraba el rostro de la chica, deteniéndose sobre sus pechos, antes de apartarla.

Honestamente, pechos, pechos, pechos, ¿eso era todo? Los chicos solo miraban los pechos de las chicas. ¿Creían que las chicas no se daban cuenta? ¿Cómo no podrían? Era casi como si las chicas fueran solo un accesorio que venía con los pechos. ¿No pensaban que las chicas serían lastimadas, siendo tratadas de esa manera?

No eres más que una pene para mí. ¿Cómo se siente? Es profunda, profundamente doloroso, ¿verdad?

“No, um, eso es un poco…” El chico estaba murmurando para sí mismo.

La chica sonrió ampliamente. “Está bien. Estaba bromeando.”

“¡Oh! Ohhh. E-Estabas bromeando. Por supuesto. No, no es que te haya tomado en serio. Fue muy repentino. Me sorprendiste. Es solo que no necesito decir esto, pero no es como si nunca te considerara una opción, pero somos camaradas y todo eso. Sí. Es importante tener cierto sentido de moderación…”

En su pecho, había un malestar. Dolía. Dolía mucho. Lágrimas, brillo. Lágrimas. Lágrimas. Lágrimas.

“No importa.”

“¿Eh?”

“Yo no importo.”

“Wah…” El chico saltó apresuradamente hacia atrás.

Eso fue porque las lágrimas brillantes de la chica se estaban acercando a sus pies. Brillantes, resplandecientes. Lágrimas. Lágrimas. Un mar de lágrimas, brillando, que crece, cada vez más.

“…¡Shihoru-san!” El chico trató de blandir su gran katana, pero vaciló.

El estúpido chico.

Él no tenía la intención de salvar a la chica, pero estaba tratando de huir con palabras suaves.

En su corazón, había malestar. Lágrimas, brillando.

Desaparece.

¡Desaparece!

La chica rápidamente levantó los brazos. Las lágrimas acumuladas, las lágrimas, las lágrimas salieron volando, dando vueltas y asaltando al chico.

“Urkh…”

Era demasiado tarde para el chico. Sin importar lo que hiciera, no sería bueno. Él no podia correr. Ella no lo dejaría. El pobre y estúpido chico. La pobre y fea chica derramaría más lágrimas, sin duda.

Brillo. Destello.

“¡Tonbe!”

“¡Sí, Io-sama!”

Entonces, de repente, escuchó voces con las que no estaba familiarizada una tras otra. Algo increíble ocurrió. Un hombre que era mucho más gordo que la fea chica, se interpuso entre ella y el chico que estaba a punto de ser tragado por las lágrimas.

El hombre gordo tenía algo pequeño en la mano. Era un espejo pequeño con un mango. Un espejo de mano, lo más probable.

Cuando el hombre gordo se agachó frente al chico alto, el espejo de mano creció instantáneamente a un tamaño que los cubría a ambos.

Espejo. Espejo. El espejo reflejó las lágrimas brillantes. Brillo y destello, destello y brillo. Brillo, brillo, destello, destello.

“¡Iaaaaa!” La chica pensó que se había quedado ciega. Eso fue lo brillante que había sido. “¡Ahh! ¡Ahhhh!

Sus ojos estaban abiertos, pero todo se había vuelto blanco. No se veía simplemente blanco. Ella no podía ver nada.

Sus ojos, le dolían, ay, ay, ay. Cayó sobre una rodilla, cubriéndose el rostro con ambas manos. Dolía, dolía, dolía mucho. Incluso mientras lo hacía, las lágrimas fluían. Nunca se detuvieron. Era posible que siguieran para siempre, sin detenerse nunca.

Con el tiempo, pudo volver a ver los contornos de las cosas. Ella volvió a sus sentidos.

Se habían ido.

No había nadie aquí.

Frotándose los ojos, parpadeando, hizo una segunda comprobación. Sí, se habían ido.

No había nadie alrededor.

La pobre y fea chica estaba sola.