Hai to Gensou no Grimgar

Volumen 10: Las Canciones de Amor no Llegarán

Capitulo 8: ¿El Pasado Nos Persigue?

Parte 1

Shihoru no sabía cómo llamar a la persona del otro lado de los barrotes.

Parecía que incluso en la Tierra de Jessie, que de ninguna manera era un lugar grande, necesitaban una prisión. Este edificio aparentemente fue construido para cumplir esa función.

No había ventanas, y solo la luz del sol del atardecer que brillaba a través de la puerta abierta iluminaba débilmente el interior.

Los barrotes de madera separaban un corredor de tierra de tres habitaciones. Dos en el lado derecho del corredor, una a la izquierda.

En la habitación de enfrente, a la derecha, estaba Enba, con su único brazo sujeto a su cuerpo y sus piernas atadas, y en la habitación de atrás estaba Shuro Setora, también atada de pies y manos. Además, Kiichi el nyaa gris había sido puesto en la habitación de la izquierda.

Kiichi estaba acurrucado en una esquina de la habitación, durmiendo. Enba estaba de pie en el centro de su habitación. Setora estaba sentada con su espalda contra la pared, mirando a la pared opuesta. Ni siquiera miraba a Shihoru, que estaba al otro lado de los barrotes.

“Um…” Shihoru miró, no a Setora, sino a Jessie, que estaba a su lado. “¿Por qué son solo ellos… los que deben estar atados de esa manera?”

“Por precaución, por supuesto.” Jessie acarició su barbilla. “Como ella es una mujer de la familia Shuro, entiendo que es una nigromante y trajo un gólem de carne con ella. Sin embargo, ella es una domadora nyaas al mismo tiempo… Eso es sospechoso, o peligroso, podría decirse. A pesar de cómo se ven, los nyaas son criaturas aterradoras. Si los entrenas, realizarán asesinatos, o cualquier otra cosa que quieras que hagan.”

Setora resopló.

Jessie sonrió débilmente y puso sus dedos sobre los barrotes de madera. “¿Que es tan gracioso?”

“Por toda tu charla, parece que no nos entiendes, ni a nuestros nyaas.”

“No, resto de Kuzen,” dijo. “Sé todo sobre tu gente. Tal vez más de lo que ustedes mismos saben.”

Setora volvió su mirada hacia ellos. No apareció en su rostro, pero Shihoru aún podía decir que estaba sorprendida. “…Tú. No eres solo un soldado voluntario desertor.”

“He aprendido un poco de historia, eso es todo,” dijo Jessie. “Ustedes usaban nyaas para todo. Incluso nyaas entrenados que solo comían carne de orco. Los nyaas son criaturas inteligentes, pero no tienen conciencia ni moral. Dependiendo de cómo se críen, harán incluso las cosas más atroces sin remordimientos. Son similares a los gólems en ese sentido. Ustedes se especializan en correr y esconderse, y en idear herramientas con las cuales asesinar personas. Entonces las usan.”

“Nuestro país fue destruido y nos expulsaron de nuestra tierra,” dijo Setora. “Tuvimos que superar tiempos difíciles.”

“Entiendo eso. Simpatizo. Por mi parte, al menos. Aún así, no puedo confiar en ti, ¿sabes? Además, ustedes no confían en nadie más que ustedes mismos, ¿verdad? Es por eso que se han escondido en Thousand Valley.”

“Cuando nuestra tierra natal fue atacada, nadie se ofreció a ayudarnos,” replicó ella. “¿Cómo podríamos confiar en los extraños tan fácilmente?”

“En otras palabras, eligieron el camino del aislamiento por sí mismos. ¿Cómo puedo confiar en las personas que no intentan llevarse bien con los demás? Incluso entre ustedes, son rápidos para desterrar a cualquiera que viole sus leyes.”

“Deja de lado la aldea.”

“Teniendo en cuenta que eres una excéntrica que nació en la casa de Shuro, pero decidiste criar a los nyaas, ¿no te excluyeron siempre de todos modos?”

“¡Um…!” Shihoru no pudo contenerse más y se obligó a hablar.

Los ojos azules de Jessie se volvieron para mirar a Shihoru. Había algo extraño en los ojos de ese hombre. Algo estaba mal. Puede que no sean solo sus ojos. Probablemente era todo su rostro.

El rostro de Jessie, si le quitaba la piel y los músculos debajo, sentía que podría encontrar un rostro completamente diferente. La cara del hombre no parecía falsa, pero tampoco parecía real.

“Setora-san cuida bien de sus nyaas,” dijo vacilante Shihoru. “Ella no quiere que ellos hagan las cosas de las que estás hablando… Eso es lo que creo. Ahora, por supuesto… no es que hayamos estado juntas todo el tiempo… Es posible que ni siquiera sea capaz de llamarla camarada. La propia Setora-san… tal vez no me vea de esa manera. Pero aun así… aun así, nos ha salvado repetidas veces… No sé mucho sobre la aldea oculta, pero Setora-san es una persona en la que puedo confiar.”

“Ya veo.” Jessie sostuvo su barbilla, e inclinó un poco la cabeza hacia un lado. “Entiendo que eres blanda. Oh, no me refiero a eso sarcásticamente. Es mi honesta opinión. Me gustan las chicas como tú. Oh, podrías tomar eso de la manera incorrecta. No es afecto, es consideración positiva. Por mi parte, al menos.”

“…Gracias.”

“Eres directa, pero no desconsiderada. Eso es bueno también. De todos modos…” Jessie golpeó los barrotes de madera con el dorso de su mano. “Todavía no puedo confiar en ella. Estoy trabajando en este juego cuidadosamente. Si no te tomas las cosas en serio, no es divertido, ¿verdad?”

Shihoru frunció el ceño. “¿Juego…?”

“Decidiré cómo tratar con ella más tarde. Vamos, Shihoru.”

Jessie comenzó a caminar hacia la salida e hizo un gesto para que la siguiera.

Shihoru miró a Setora. Ella tenía sus ojos en la pared otra vez. Tendría que hacer un gran esfuerzo lograr que Setora la reconociera como camarada.

Siguió a Jessie afuera, y ya estaba bastante oscuro. Ninguno de los residentes estaba caminando. Debían estar cocinando la cena. El humo de los fuegos de cocina se elevaba desde cada una de las casas.

“Ahora bien, Shihoru, has visto la situación en varias partes de la Tierra de Jessie, entonces…” Jessie siguió hablando mientras caminaba. “¿Qué piensas?”

Kuzaku había sido enviado a hacer trabajo manual. Yume había sido sacada de la aldea por uno de los sujetos con abrigo. Mary estaba cuidando a Haruhiro. Setora, Enba y Kiichi fueron encarcelados.

Shihoru había sido llevada a varios lugares por Jessie. Ella había estado en los campos y en las casas de los residentes, había ido a los graneros, almacenes, y había visto el pozo, el sistema de riego, el molino de agua y otras instalaciones. Jessie solo había respondido preguntas simples, en la línea de: ¿Eso es una noria?

“¿Qué pienso… sobre qué?” ​​Preguntó ella.

“¿Crees que podrías vivir aquí?”

“Es una silenciosa…” Shihoru bajó la vista y eligió sus palabras. “…aldea pacífica. Es ordenada también… Mientras tengamos comida y agua, podemos vivir.”

“Bueno, sí, obviamente. ¿Pero no es aburrido simplemente vivir?”

“…Supongo que sí.”

“Eras un soldado voluntario, así que puedo entender que no puedas dejar atrás un estilo de vida con tanto estímulo. Por mi parte, al menos.”

“Creo que… podría ser más adecuado para una vida pacífica,” dijo.

“Estaba agotado,” asintió Jessie. “¿Agotado? No, eso no es. ¿Qué era? ¿Me cansé de eso? No puedo decir exactamente cómo me sentí en ese momento. De todos modos, dejé de ser un soldado voluntario, dejé a mis camaradas y estuve solo. Un viaje en solitario, podría decirse, a donde el viento y mis sentimientos me llevaran. Hay una expresión como esa en japonés, ¿verdad?”

“Uhh… japonés…”

“Eres japonesa, ¿verdad? De Japón. Aunque, incluso si digo eso, no lo sabrías.

“No… lo sé.”

Los pies de Shihoru dejaron de moverse solos. Ella sintió que estaba olvidando algo importante.

Esta no era la primera vez que sucedía tampoco. Hubo casos similares antes. Muchas veces. Tantas veces había perdido la cuenta.

Ella sacudió suavemente su cabeza. Si la movía demasiado rápido, sentía que podría colapsar. ¿Dónde…? ¿Donde estaba esto…?

La Tierra de Jessie.

Una aldea en las montañas.

Grimgar.

¿Qué es este lugar?

Había un ave graznando en algún lugar.

Odiaba a los cuervos, le daban miedo.

Si ella llevaba dulces, a veces atacaban.

Recordaban cuando los humanos tenían cosas sabrosas con ellos.

Caminando por la ciudad al atardecer, dándose la vuelta, su sombra era desagradablemente larga. Le hacía querer correr. Pero aunque corriera y corriera como fuera posible, cuando se daba la vuelta, la sombra estaba ahí. La siguía a todas partes. Era su propia sombra, así que era de esperarse, pero la asustaba.

La asustaba más allá de toda razón.

“Eres como un gato asustado, Shihoru,” se burló alguien. “Siempre lo has sido.”

¿Quién está diciendo eso…?

No lo sé.

No puedo recordar.

Lo olvide.

Sobre ti.

Sobre todo.

Que había una persona ahí en absoluto.

¿Ahí?

¿Dónde?

¿En algún lugar, no aquí?

Eso es…

Oh…

No lo sé.

No lo sé. No lo sé.

No lo sé. No lo sé. No lo sé.

“Yo…”

Shihoru se cubrió el rostro con sus manos.

No lo sé. No lo sé. No lo sé. No lo sé. No lo sé. No lo sé.

“¿Quién era yo…?”

“¿Estás bien?” Preguntó un hombre.

Había una mano sobre su hombro.

Ella levantó la mirada.

En la sombría mirada del hombre, solo sus dos ojos azules parecían brillar brillantemente.

“…Estoy… bien,” logró Shihoru. “¿He… dicho algo, justo ahora…?”

“No lo sé,” respondió Jessie. “Eso es lo que estabas diciendo. Dijiste: ‘No lo sé.’”

“…No lo sé.”

“No tienes que preocuparte por eso,” dijo Jessie. “Eso es normal.”

“¿Normal…?”

“Estoy seguro de que no entiendes lo que estoy diciendo. Así es como es. Si algo parece sin sentido incluso cuando lo piensas, es mejor que no lo pienses, ¿verdad?”

“Sin sentido…” murmuró ella.

Jessie se agachó junto a la oreja de Shihoru. “Está bien. No tiene sentido,” susurró. “Japón. Tokio. Shinjuku. Akihabara. Te olvidarás de todo lo que pase después de escuchar esas cosas. No sé el motivo. Por mi parte, al menos, no hay nada que hacer al respecto. Incluso te olvidarás de que lo has olvidado.”

Sintió que su cerebro estaba siendo agitado.

Recuerdos.

Cosas que ella recordaba.

Estaban dentro de su cabeza.

Cualquiera que sea la forma que tomaran, estaban tallados en su cerebro en alguna parte.

Esa fue la parte de ella que tocaron las palabras de Jessie. Como un par de dedos, pellizcando sus recuerdos.

Dándoles vuelta, luego aplastándolos. Eso, o moverlos a un lugar diferente.

Sin embargo, necesitaban existir donde estaban. Si los movía, dejarían de funcionar como recuerdos.

Eso no puede ser correcto.

Después de todo, Jessie acababa de susurrarle algo. ¿Pero qué?

Él había dicho algo.

xx.

xx.

xx.

xxx.

xxxx.

xxxxx.

xxx ■■■■.

■■■■■■■■.

■■■■■■■■■.

No.

No lo sé.

No lo sé.

No lo sé.

“Shihoru,” dijo. “Viniste a Grimgar desde Japón, ¿no?”

Japón.

xxxxx.

■■■■■.

¿Venir?

A Grimgar.

“Desde la torre que nunca se abre…”

¿Desde?

De la torre que nunca se abre. Torre que xxxxx xxxxx. xxxxx que ■■■■■ ■■■■■. ■■■■■ ■■■■ ■■■■■ ■■■■■.

-X.

Torre. De esa torre.

“Um… ¿Dónde está esto, crees?”

Alguien estaba preguntando eso.

“Um, ¿a-alguien…”

¿Era ella?

“…lo sabe? ¿Dónde está este lugar?”

Preguntar no era bueno.

Nadie estaba diciendo nada.

Nadie lo sabía.

Ellos no lo sabían.

“¿También viste la luna roja?” Preguntó Jessie. “Cuando viste por primera vez la luna roja, ¿qué pensaste?”

…La luna.

La luna… roja.