Tensei Shitara Slime Datta Ken (NL)

Volumen 5

Capitulo 4: El Nacimiento de un Rey Demonio

Parte 3

Los ataques de aliento siempre cambiantes—fuego, hielo, rayos—eliminaron casi un tercio de ellos en poco tiempo.

“¡Conserven sus posiciones!” un caballero mayor gritó a medias mientras sus hombres volaban en pánico.

“¡Entren en nuestra formación de defensa aérea y prepárense para un impacto mágico!”

Pero ya era demasiado tarde para evitar la segunda ola de ataques de Gabiru.

“¡Maldición! Estos no son hombres lagarto en absoluto, ¿verdad? ¡No tienen ningún lugar cerca de este nivel de fuerza—y mucho menos alas para volar!”

“¡No se asusten! ¡Estos son dragonewts! ¡No son tan comunes, pero no son nada que no podamos manejar!”

“¡¿Dragonewts?! ¡No lo puedo creer! En esos números y trabajando en equipo…”

Su confusión disminuyó antes de que llegara el tercer ataque, ya que finalmente comenzaron a comprender la situación. Pero la mitad de ellos ya había caído, y ninguno de los sobrevivientes estaba libre de lesiones.

“¡Derríbenlos! ¡Póngase en contacto con nuestra sede y soliciten refuerzos!”

Uno de los caballeros se preparó para seguir la orden de su capitán. Entonces Gabiru mismo bajó a su lado.

“¡Hngh!”

Su lanza atravesó el corazón del caballero.

“¡Que Dios te maldiga!” gritó el capitán mientras se enfrentaba a Gabiru.

“¡Gah-ja-ja-ja! ¿Capitán con esta fuerza? Mi nombre es Gabiru, pero no hay necesidad de recordarlo.

¡Considera que te dé un regalo final antes de tu muerte!”

“¿Qué? ¿Un monstruo con nombre? Muy bien. ¡Deberías ser un oponente digno para mí!”

Gabiru estaba ocupando toda la atención del líder y comandante de la compañía, y arrojó al resto de los caballeros al caos. Este era el momento que los otros guerreros dragonewt estaban esperando.

Eran un encuentro parejo, golpe por golpe, pero gracias al regalo del vuelo, los guerreros de Gabiru tenían la ventaja. Incluso los heridos entre ellos tenían pociones superiores listas, devolviéndolos rápidamente a la línea del frente.

“¡Dios, los hemos herido a todos! ¡Los golpeamos y golpeamos, y los bastardos siguen regresando!”

“¡Manténganse fuertes! Tenemos la protección de Luminous sobre—Gehhh…”

Sus números eran pocos ahora, y la conmoción de estos monstruos trabajando en perfecta coordinación apenas había desaparecido.

La medicina que estos enemigos usaban para curar sus heridas causó temor en sus corazones. Incluso el más devoto de los caballeros comenzó a temblar—y mientras lo hacían, Gabiru mató al capitán en el que tanto confiaban.

“¡Gah-ja-ja-ja! ¡¡La victoria es mía!!”

Ahora el destino de esta batalla estaba sellado. Sin un comandante, el resto de los caballeros estaban indefensos, saboreando rápidamente la derrota de las garras de los hombres de Gabiru.

Hacia el norte, Souei y su pelotón estaban en movimiento, en silencio usando Movimiento de Sombra para colarse en el campamento.

De la nada, hubo un ruido sordo—el sonido de la cabeza de alguien golpeando el suelo. Souei había decapitado al comandante de la guarnición. Fue una señal para todos, que la batalla estaba en marcha.

“¡N-No! ¿De dónde han…?”

“¡Grahhh!”

“¡Aaahhh!”

Los asesinos sin forma habían arrojado con éxito al campamento del norte al pánico.

“… Souei-sama, estas tropas eran más débiles de lo que pensaba. Pido disculpas”, dijo Souka mientras se arrodillaba ante su líder.

“… Disculparse no tendría sentido. Yo soy quien hará el juicio final. Además…”

Souei se detuvo un momento para pensar. Souka tenía razón. Todos estos eran débiles. Si esto era con lo que estaban lidiando, el equipo de Souei podría haber destruido fácilmente los dispositivos mágicos en las cuatro direcciones. Matar a todos los hombres también supondría un desafío, pero completar los objetivos y escapar con vida no habría sido difícil.

Pero el problema no estaba aquí en el lado norte.

“Esperaba que estuvieran aquí… pero supongo que es el oeste, después de todo, tal como Rimuru-sama supuso”.

“¡Sí mi señor! Creo que tiene razón”.

Los visitantes tenían que estar en el oeste. Según la estimación de Souei, si su equipo trabajaba solo para golpear las cuatro bases a la vez, podría haber fallado por completo si Souka y los demás se toparan con esos chicos. Souei ya había informado a Rimuru en ese sentido—y por eso la disculpa de Souka no tenía sentido.

“… Pero quién puede decir”, susurró cuando una sonrisa apareció en sus labios, “¿quiénes son los realmente desafortunados aquí?”

Hakurou estaba en su mente—el Hakurou que vio justo antes de que todos partieran. La expresión de su rostro era nada menos que espeluznante. Souei se alegró de que no fuera él quien lo enfrentaba. Los visitantes que atacaron la ciudad asesinaron ciudadanos por placer. Ahora las cosas eran bastante diferentes. Se enfrentarían al demonio de la espada mismo.

“Parece haber terminado”, dijo fríamente Souka. No quedaban sobrevivientes entre los Caballeros del Templo del norte. Souei y su equipo resultaron ilesos. Fue una victoria tan total y completa como había predicho.

El dispositivo productor de magia instalado al oeste de la ciudad había sido colocado en la cima de una colina con una buena vista de la carretera. A diferencia de las otras posiciones, los Caballeros del Templo que lo custodiaban se sentían bastante relajados. Su campamento era el más seguro de los cuatro, y estaba cargado de fuerzas—sobre doscientas tropas en total.

Había, por supuesto, una razón para esto.

“Oye. ¿Nadie ha huido todavía?”

“¡Oh, er, Shogo! ¡Tampoco se han visto enemigos hoy, señor!”

El soldado que respondió a la pregunta de Taguchi Shogo parecía terriblemente incómodo a su alrededor.

“No. ¿Cuántos días van a perder planeando su escape? ¿O los mercaderes y los guardaespaldas aventureros decidieron compartir su destino con la ciudad?”

“¡Jajaja! Oh, no estaría tan impaciente”, dijo Kyoya para calmar al claramente molesto Shogo.

“Las otras posiciones tampoco tenían ninguna noticia. Si están corriendo, tendrán que ir por este camino. Es la única opción”.

“Huh. Sí, espero”, respondió con resentimiento Shogo. Habían pasado tres días enteros, y nadie había huido de la ciudad. Lo hizo sospechar. Estaban aquí por los mercaderes y aventureros que se suponía que iban a huir de la ciudad. Kyoya parecía contento con cerrar esta carretera, según lo ordenado, pero Shogo tenía otras ideas.

Razen, el hechicero principal de la corte de Falmuth, le había dicho personalmente que tenía rienda suelta para masacrar a cualquiera en la carretera.

Justo como pensaba Rimuru, el Reino de Falmuth había decidido que cualquier persona de Blumund que intentara huir de la región debería ser asesinada. Shogo no era un maníaco homicida, pero la orden lo llenó de alegría. Había notado algo en este nuevo mundo, y esa era la forma en que sus habilidades podían evolucionar.

Una vez, durante el entrenamiento, no pudo afinar su habilidad única Berserker, y los resultados mataron a uno de los caballeros.

De alguna manera, se sintió como si fuera un poco más poderoso después de ese evento. Tal vez matar más enemigos con esa habilidad continuaría aumentando el efecto. Todavía no podía desafiar la maldición de bloqueo que Razen le había puesto, pero tal vez, si se encendía lo suficiente, podría hacerlo más tarde.

Ese era el pensamiento de Shogo, pero derrotar a los monstruos no le proporcionaba esa sensación concreta de fuerza que ansiaba. Fue una decepción, pero ahora, con carta blanca para matar a los residentes de Blumund que sin duda estarían inundando este camino en breve, estaba bailando un poco en su mente.

Pero las personas que tanto había deseado ver no mostraban signos de aparecer, incluso después de tres días. Para alguien tan irascible como Shogo, esto estaba probando los límites de su paciencia.

Kyoya hizo todo lo posible para mantenerlo tranquilo, incluso mientras luchaba por contener sus propios antojos de asesinato. El ataque anterior a la ciudad le abrió los ojos a lo maravilloso que podía ser cortar cuerpos. Especialmente ese viejo ogro. Esas habilidades con la espada eran reales; Kyoya podría decir eso.

¡Oh, nunca olvidaré esa cara de sorpresa! ¡La forma en que tenía tanta confianza en su propia fuerza!

¡Es irresistible!

Le hizo lamerse los labios con anticipación. Y a pesar de que sus motivaciones eran diferentes a las de Shogo, estaba igual de preparado para que aparecieran las multitudes que huían.

Luego escucharon a un mensajero proporcionar un informe.

“¡Enemigos más adelante! ¿Numeran… cuatro?!”

La tensión y el nerviosismo llegaron al campamento occidental. Los caballeros de inmediato lanzaron magia para aumentar su fuerza física, preparándose para enfrentar esta amenaza y entrar en una formación que garantizaba que al menos tres tropas podrían atacar a cada uno.

Es posible que se hayan dormido un poco en los laureles, pero estos eran cazadores de monstruos de la Santa Iglesia Occidental, cada uno experto en el campo. No hubo pánico, ni agitación. Simplemente hicieron lo que había que hacer antes de que comenzara una batalla.

Hakurou, Rigur, Gobta y Geld se acercaban.

“¡Vamos a darles un espectáculo!” Gritó Gobta mientras sacaba su daga y sostenía su vaina en su mano izquierda. El Starwolf en el que estaba saltó hacia adelante, y luego saltó de la espalda de su montura, dando un salto mortal una vez en el aire. Manteniendo su puntería con su vaina, lanzó un ataque de Case Cannon contra la cabeza del caballero de aspecto más importante de la multitud.

Superando fácilmente la velocidad del sonido, las bolas de hierro de dos centímetros de ancho dieron un golpe directo. ¡Hubo un zwing suave! Sonó cuando los caballeros detrás del capitán objetivo fueron bañados en sangre… luego un ruido sordo cuando el cuerpo cayó al suelo.

“¡Genial! ¡Golpe directo!”

Los caballeros comenzaron a gritar y gritar mientras Gobta admiraba sus esfuerzos.

“¡Enemigo de Dios! ¡¿Qué clase de brujería es esta?!”

La compañía se desplegó, que era exactamente lo que Gobta y los demás estaban anticipando.

“Bien hecho, Gobta. Sigue desviando su atención, pero no dejes que te capturen”.

“¡Confirmado señor!”

“Eres tan ágil como siempre”, observó Rigur.

“Siempre fuiste bueno para disparar así”.

“¡Je je! Sí, ¿no?”

“No dejes que se te suba a la cabeza, tonto”.

Era raro que Rigur felicitara a Gobta. La advertencia posterior lo silenció rápidamente.

“¡Mantén la guardia alta! ¡Necesitamos trabajar juntos para soportar parte de la carga de Hakurou y Geld!”

“¡Entendido!”

Rigur y Gobta se subieron a sus Starwolves, trabajando para sacar de quicio el trabajo en equipo de los caballeros. Geld estaba esperando esto. Incluso su respiración estaba completamente alineada mientras los veía montar en sus lobos y dar un brinco—la señal para que golpeara su pie derecho contra el suelo.

El impacto sacudió la tierra bajo las piernas de los caballeros como un sismo. Se llamaba Patada de Tierra Retumbante, una de las Artes que Geld había aprendido, y envió una onda de choque de aura debajo de él para extender aún más su poder y alcance.

“¡¿Whoa?!”

“¡Ngh!”

El terremoto duró solo un momento, pero eso fue suficiente. Cuando Rigur y Gobta volvieron a tocar tierra, se encontraban frente a varios caballeros tambaleantes y desequilibrados. Los dejaron letalmente abiertos en medio de la batalla, con nada más que sus tráqueas expuestas a los colmillos de los Starwolves.

“Chico, eso seguro es increíble…”

“Casi no puedo creerlo. Ni siquiera practicamos eso en el entrenamiento, pero tu sincronización fue perfecta, Geld…”

Rigur y Gobta se miraron y sonrieron. Luego los tres volvieron a la acción, manteniendo su impecable trabajo en equipo mientras vencían a los caballeros en su propio juego. Ante sus números abrumadores, el trío no podría haber parecido menos preocupado.

Pero ahora había un joven de cabello oscuro parado frente a ellos.

“¡Ja, ja, ja, ja! ¡Genial! ¡Me gusta! ¡Pero ahora tienen que enfrentarme!”

“¡Ah, ahhh! ¡Shogo-sama!”

“¡Por favor, haz algo con estos monstruos!”

El olor a muerte que rodeaba a Shogo lo intoxicaba, haciendo que su rostro se torciera vilmente. Podía sentir la fuerza fluyendo a través de él como nunca antes. ¡Sí! ¡Eso es todo! Justo como pensaba—¡mi poder solo crece a medida que la gente muere a mi alrededor!

Su espíritu se disparó cuando comenzó a correr hacia el trío.

“Oh, ahí está”, notó Gobta, con ojos que mostraban una ira poco común (en él) mientras evaluaba a Shogo.

“¡Pero él no va a luchar conmigo!”

Fue Shogo quien pateó a Gobzo hasta la muerte en la ciudad mientras trataba de cubrir a Shuna. El recuerdo del momento en que escuchó la noticia, hizo que Gobta hirviera de furia ante la figura que corría hacia él. Pero él era plenamente consciente de la diferencia de fuerza entre ambos. No, Shogo tendría que luchar contra Geld, tal como lo planearon originalmente.

“No se preocupe, Gobta-san”, declaró el rey orco.

“¡Es hora de golpear con martillo de hierro de la justicia!”

“¡Ji, ji! ¡Solo Gobta está bien, Geld!”

“Entendido. ¡Permíteme manejar el resto, Gobta!”

“Espero que sí, Geld”, dijo Rigur mientras asentía.

“Gobzo tenía sus defectos, pero era un buen hombre para todos nosotros”.

Y en ese instante, Geld y Shogo fueron encerrados en la batalla.

En medio de esta furia, hubo otra confrontación—entre Hakurou y Kyoya.

“Wow, viejo, ¿sobreviviste? Si tuviste la suerte de vivir, deberías haber huido cuando pudiste. Hubiera sido fácil para alguien tan fuerte como tú distinguirlo”.

“¡Ho-Ho-Ho! Puede que no lo parezca, pero resulta que soy un mal perdedor. Además, algo sobre un joven que se cree superior cuando ni siquiera he revelado que toda mi fuerza, simplemente no parece correcto”.

“¿Oh? No estás hablando de mí, ¿verdad?”

“¿No te parece así? Bueno, mis disculpas. Supongo que tu cerebro está tan vacío como tu talento”.

“¡Jaja! Entonces, ser cortado una vez no transmitió el mensaje, ¿eh? ¿O estás mal la cabeza?”

¡Justo entonces, un ruido agudo resonó por todo el campo! Era el sonido de la espada oculta de Hakurou que desviaba el golpe que Kyoya desató en un abrir y cerrar de ojos. El visitante se había lanzado sobre Hakurou en medio de su conversación. Anticipándose al ataque, desenvainó su espada contra él como si tuviera todo el tiempo del mundo.

“Impaciente, ya veo. Pero supongo que los dos lo somos. Ya casi no puedo contener mi ira”.

Kyoya de repente sintió un escalofrío por la espalda. Dio un paso atrás.

El rostro horrible de Hakurou lo abrumaba mentalmente, por mucho que no quisiera admitirlo.

“No me hagas reír”, escupió, con los ojos entrecerrados y borrosos por el deseo de matar.

“¡Deja de actuar como mi jefe, viejo! ¡No podrías hacer una maldita cosa contra mi espada!”

“No es tu espada. Tu poder, sí. Como lo expresó Rimuru-sama, tu fuerza se basa en el elemento espacial. Ni siquiera tenía una respuesta para eso—pero ahora que conozco el truco, puedo evitarlo”.

“¿Sí? Pues, genial. Así que peleemos con una espada, ¿de acuerdo? Justo y limpio”.

Kyoya trajo su espada ante sus ojos—esos ojos ardiendo con una luz terriblemente malvada—mientras una sonrisa angustiada cruzaba su rostro.

“Muy bien. Permíteme mostrarte la verdadera esencia del juego de espadas”. Hakurou mantuvo su propia espada baja. La sonrisa de Kyoya se ensanchó.

“¿Estás listo?”

El visitante levantó su espada más alto y luego la bajó. Estaba demasiado fuera de alcance para golpear a Hakurou con ella, pero su objetivo estaba en otra parte.

La hoja se lanzó, lejos del agarre de la espada, transformándose en millones de pequeños fragmentos, cada uno demasiado pequeño para ser visto pero acumulando fuerza letal mientras se precipitaban hacia Hakurou.

La espada de Kyoya era falsa, un cebo creado por su habilidad única Afilado.