Shin no nakama janai to Yuusha

Volumen 2

Capitulo 4: Impulsado Por Un Sueño Loco, Bighawk Se Dirige A Las Masas

Parte 3

Al sacó su shotel, el dolor de la noche del ataque de Ademi ahora fresco en su memoria. El odio ardía en su mente. La vergüenza de las lágrimas que había derramado abrasó su alma.

En ese momento, sin embargo, Al vio su propio rostro reflejado en la hoja del shotel.

“Ah…” Al vio una expresión de terror en su propio rostro. De repente, los impulsos que lo incitaban desaparecieron.

“He hecho mi elección”.

Alzando su espada sobre su cabeza, Al bajó el arma. Bighawk esbozó una sonrisa. Las cuerdas que rodeaban a Ademi se deslizaron suavemente hasta el suelo. Conmocionada y aliviada, Ademi miró hacia arriba.

“Al…”

La sonrisa de Bighawk se desvaneció rápidamente y se volvió para mirar a Al.

“¿Algo anda mal con tu agarre? ¿O sigues dudando?” preguntó, su voz era fría y monótona.

“Ninguno de los dos. Mi espada no deseaba dañar a Ademi. Solo empuñaré mi espada contra las cosas que quiero”.

“… Solo voy a preguntar una vez más. ¿No tienes intención de reconsiderarlo?”

“Mi shotel es para luchar contra mis enemigos, y Ademi no es uno de ellos.

¡Soy un Maestro de Armas! Podría engañar a otros, pero no puedo engañar a mi espada”, declaró Al.

“Ya veo. Entonces, pasemos al siguiente plan”.

Bighawk levantó su mano izquierda, y el hombre pequeño con la bendición de Alquimista sacó un hacha de la caja de artículos en su cadera.

“Ah, urgh…” Inmediatamente, Ademi comenzó a temblar al ver la cosa.

“¡Ademi!” Llamó Al.

“No pierdas el aliento. Déjame contarte un poco sobre la Bendición del Diablo. Al tomar la droga, transfiere los niveles de su bendición innata a la nueva. Cuantos más niveles se ceden, más débiles se vuelven los impulsos de su bendición innata. Es por eso que los usuarios experimentan una sensación de liberación tan intensa. Sin embargo, cuando el nivel de la Bendición del Diablo supera al innato de un usuario, se vuelve increíblemente adictivo. Eso es justo cuando comienzan a aparecer los síntomas de una sobredosis”, explicó Bighawk.

“¡Ademi, contrólate!” Gritó Al.

“Es particularmente malo cuando alguien ha transferido todos los niveles de su bendición innata. Comienza a aparecer la influencia del demonio del hacha que era la base de la medicina. Solo ver un hacha es suficiente para que alguien en ese estado sucumba a los impulsos asesinos. Cosas como esas están detrás de todos los ataques recientes. Sin embargo, es un efecto bastante conveniente para mis propósitos”.

Ademi apartó a Al.

Las confesiones de Bighawk habían sido pronunciadas con demasiada tranquilidad para que las masas de abajo las oyeran, pero era evidente para todos que algo inesperado estaba ocurriendo en el balcón. Los murmullos comenzaron a serpentear entre la multitud.

“Al, eras un verdadero héroe. A pesar de que intentó matar a su familia, usted eligió el camino del diálogo y la reconciliación. Sin embargo, Ademi, ese pequeño y patético niño, manchó tus nobles esfuerzos y respondió cruelmente tomando un hacha. Verdaderamente reprobable e imperdonable. Al demostró con su vida la futilidad de la reconciliación con esas bestias cobardes”.

Bighawk se encogió de hombros en broma y volvió a bajar la voz.

“Esa es la esencia del guion que tenía. ¿Cómo te suena? Si tiene alguna solicitud de puntos que deba enfatizar, con mucho gusto la tomaré en consideración… Sin embargo, probablemente debería hablar rápido antes de que Ademi lo mate”.

Ademi saltó tras el hacha que sostenía el alquimista. La desesperación llenó el corazón de Al, pero preparó su espada para defenderse de todos modos.

“¡¿Qué?!”

Sin embargo, antes de que la mano de Ademi pudiera alcanzar el hacha, se partió en dos y el alquimista cayó al suelo, sangrando por una herida en el hombro.

“¿Qué fue, ‘Estoy seguro de que Rit pensó que nos estaba engañando, y dejarla pensar que ese era el caso era la opción más segura para nosotros’? Lo dijiste tú mismo, ¿no? Hacer que el oponente piense que tiene la ventaja es la forma más segura”.

El guardaespaldas encapuchado que había llevado a Al a lo largo de todo esto ahora sostenía una espada de bronce que partía el hacha de acero por la mitad y cortaba al alquimista.

¡Agárrate, Al; estamos saltando!” gritó el hombre de la capa mientras agarraba a Ademi.

Al se aferró a su cuello.

“¡¿Q-Qué?! ¡¿Te has vuelto loco, Waverly?!”

Bighawk vio como el que él creía que era el guardaespaldas llamado Waverly le devolvía la sonrisa al semiorco desde debajo de la capucha de una capa. Mientras cargaba a los dos niños, la figura saltó desde el balcón del tercer piso.

***

Había muchas formas diferentes de cambiar tu apariencia, desde herramientas mágicas como capas de disfraz hasta hechizos como Ilusión o Transformación.

Era de sentido común estar en guardia ante rastros de magia como esa. Naturalmente, Bighawk no había escatimado en gastos a la hora de detectar a los impostores, desplegando con cuidado Detectar para atrapar a los intrusos.

“Pero hay un punto ciego ahí”.

El disfraz era una habilidad común que utilizaba ropa, maquillaje e imitación. No había mucha gente que pensara mucho en Disfrazar, ya que se enfocaba en métodos de transformación no mágicos. La mayoría pensaba que solo un tonto gastaba puntos de habilidad en algo que podía resolverse con magia. Fue por esa misma razón que supe que mi fachada nunca quedaría expuesta.

Por eso dejé la investigación a Rit y seguí a la persona con la que me iba a esconder, observando sus movimientos y gestos. Por eso también dejamos a Al en la estación de guardia, para encontrar a los guardias que intentaron acercarse a él. Efectivamente, los dos que lo hicieron estaban trabajando en secreto con Bighawk.

Afortunadamente, habían discutido su plan con tanto detalle mientras yo estaba allí disfrazado que sabía exactamente cuál era la mejor manera de sacar a Al y Ademi a salvo.

“S-Señor. Red, ¿verdad? ¡¿Quizás?! ¡¿Cómo vamos a aterrizar?!” Exclamó Al.

“Dominio de la Acrobacia: Slow Fall”.

Mientras descendía, pateé contra la pared aquí y allá para reducir nuestro impulso.

Siempre que hubiera una percha al alcance del brazo, Slow Fall permitía al usuario utilizar ese objeto para disminuir su velocidad mientras caía.

Volar era estrictamente mejor, si tenías acceso a él, por supuesto. Nunca escuché el final de Ares cuando tomé Slow Fall, pero resultó ser invaluable para mí porque siempre estaba explorando por mi cuenta.

Aterricé a salvo en el suelo y le di a Bighawk un pequeño saludo mientras se inclinaba sobre el balcón y miraba hacia abajo, todavía incapaz de comprender lo que estaba sucediendo. Con Al y Ademi a cuestas, escapé. Desde atrás, pude escuchar los gritos enfurecidos de Bighawk cuando se dio cuenta de lo que había sucedido. Sin embargo, estaba demasiado lejos para hacer algo al respecto en ese momento.

***

“Ademi, bebe esto”.

Le entregué un frasco de medicina a Ademi mientras él miraba sin comprender.

“Es un poco amargo”, advertí.

Ademi levantó el frasco como le dijeron. De repente, sus ojos se agrandaron mientras gemía.

“¡Repugnante!” él gritó.

“Lo siento, esto requiere una preparación precisa, así que no pude agregar nada para arreglar el sabor”.

“Ugh… ¿hmm? Me siento un poco mejor…”

“Baja temporalmente tu nivel. En cierto sentido, es una especie de veneno. Es una medicina que hicieron los elfos salvajes para suprimir temporalmente los deseos de recibir bendiciones. Me alivia que también haya funcionado en la Bendición del Diablo”.

“¡¿Una medicina de los elfos salvajes?! ¡¿Dónde aprendiste eso?!” Tanto Al como Ademi parecían sorprendidos.

“Ya que inhibe tu bendición, la santa iglesia se enojará si se entera, así que mantengamos este pequeño secreto”, dije mientras me llevaba el dedo a los labios.

Los dos asintieron vigorosamente con la cabeza. Ese rastro de emoción se deslizó en sus expresiones ante la perspectiva de estar en secreto, a pesar de la situación en la que se encontraban, era un testimonio del tipo de fortaleza que los niños podían demostrar a veces.

“Está bien, según Rit, debería estar por aquí…”

La investigación de Rit había estado funcionando a toda máquina durante los últimos días.  Supuestamente, había encontrado un excelente colaborador. Su aliado aparentemente había descubierto que Bighawk estaba reteniendo a Ademi, que podría estar planeando usar a Al y Ademi para algo, e incluso cuál era su objetivo final.

Quienquiera que fuera el informante de Rit, tuvo que haber sido bastante hábil para descubrir todo eso. Rit había mencionado que era un aventurero que apareció en Zoltan recientemente.

“Se supone que tiene una espada con vaina roja”.

Debido a que casi todo Southmarsh se reunió en la mansión de Bighawk, las calles circundantes estaban bastante tranquilas. Lo único que se escuchó fue un bebé llorando desde una casa lejana, probablemente habiendo sido dejado atrás para la reunión.

“Si está esperando aquí, debe ser un usuario de invisibilidad bastante capaz”.

No pude sentir ninguna presencia en absoluto. Totalmente alerta, miré a mí alrededor. Cuando mi mirada se posó en una choza a mi derecha, una figura apareció entre las sombras. Era un joven de tez morena y una especie de disposición amistosa. Una espada larga de una marca extranjera descansaba en una vaina roja que había sido atada a su cintura.

“¿Eres Red?”

“Si estás preguntando eso, supongo que eso te convierte en el que mencionó Rit. Si mal no recuerdo, ¿dijo que tu nombre era Bui?”

El joven esbozó una sonrisa alegre, pero pude sentir una agudeza en él. A pesar de las sutilezas externas, me di cuenta de que bajar la guardia con él era una mala idea.

“Sí, mi nombre es Bui. He transformado algunos espíritus para que se parezcan a Al y Ademi y los esparcí por las calles vecinas, por lo que espero ganar un poco de tiempo”.

“Buen pensamiento. Esperamos que todo lo demás salga según lo planeado”.

“¿De qué estás hablando?” Al parecía nervioso, incapaz de seguir nuestra conversación en absoluto.

“Tenemos un plan para vencer a Bighawk”, aclaré. Los ojos de Al se agrandaron en estado de shock.

“Perdón por mantenerte al margen de esa manera. Esto es algo que realmente necesita ser discutido en profundidad con ustedes dos”.

Al y Ademi tenían un papel vital que desempeñar en esto. A decir verdad, no era una exageración decir que eran ellos los que iban a acabar con el jefe del crimen.

“Red”, interrumpió Bui de repente.

“Yo también lo sentí”, respondí. “Once de ellos, ¿eh?”

Once criaturas se estaban acercando a nosotros. Nueve de ellos tenían niveles respetables en Sigilo. Sin duda, eran demonios acechadores, como los que Rit había encontrado.

“Me llevaré la mitad de ellos”, dijo Bui mientras desenvainaba su espada.

Se puso en posición con la espada en la mano izquierda, bajó las caderas y extendió la mano derecha vacía frente a él. Si bien nunca antes había visto una postura así, parecía ser una técnica entrenada en lugar de una simple dependencia de las habilidades. Sin embargo, parecía lo suficientemente capaz…

“Yo me encargaré de esto. Deberías llevarlos a los dos al lugar planeado”, declaré.

“No me importa, pero ¿estarás bien? Todavía no conocemos toda su fuerza”, respondió Bui.

“Todo lo que tengo que hacer es asegurarme de que no me pasen. Eso no será un problema”.

“… Eso es bastante cierto. Muy  bien, asumiré la responsabilidad de entregarlos a los dos”.

“Gracias.”

Nervioso, Al me miró.

“¿Señor Red?”

“Bui aquí te explicará lo que debes hacer”, le respondí.

“¿Estarás bien? ¿No hay enemigos en camino?”

“Sí, estaré bien. Lo prometo. Seguro que ganaremos esto. Ahora apúrate y vete”.

Miré a Bui y él los tomó a los dos de la mano.

“¡S-Señor Rojo! ¡Entrena conmigo otra vez en algún momento!” Llamó Al.

“Seguro, es una promesa”.

Con eso, Bui se llevó a Al y Ademi. Aun así, los enemigos que se acercaban no vacilaron, seguían moviéndome solo detrás de mí.

“Es realmente él…”

El que estaba al frente de los asaltantes que se acercaban vestía una armadura ornamental asimétrica. Hacía que su lado izquierdo fuera un poco más pesado que el derecho, lo que a su vez significaba que sus pisadas estaban un poco desequilibradas. Era un ritmo que conocía bien.

“Hola, Albert”.

“Muestre algo de respeto, rango D”.

Albert tenía una hoja redondeada de verdugo desenvainada mientras me miraba con una mirada penetrante.