86 [Eighty Six]

Volumen 4: Bajo Presión

Capítulo 3: De Frente Hacia el Enemigo

Parte 2

 

 

— Se confirmó la activación de todos los cohetes, se lanzaron todos los proyectiles de masa subterránea y se confirmó la eliminación de los obstáculos, coronel Milizé.

— Entendido.

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A través del Para-RAID, los escuadrones podían distinguir al segundo teniente Erwin Marcel, el oficial a cargo del Vanadis, dando su informe, y la voz de campana plateada perteneciente a Lena respondiéndole. Sintiendo las vibraciones retumbando dentro de los túneles incluso dentro del Wehrwolf, Raiden se quejó ante el sonido de la voz de su Handler, que parecía más rígida que hace dos años.

—… Tu idea era colocar propulsores de cohetes en vagones de tren abandonados y no tripulados y lanzarlos por todas las vías para atravesar a toda velocidad a cualquier unidad de la Legión tendida allí para una emboscada, ¿eh?

Los túneles del metro se habían construido con solidez para tener en cuenta el riesgo de un descarrilamiento, por lo cual al menos no se derrumbarían fácilmente… pero aun así, esto se sentía algo extremo.

— Dime, Shin… ¿Estás seguro de que esta coronel es la misma princesa llorona que nos mandaba en la zona 86…?

—… Supongo que sí.

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La voz de campana plateada les ordenó fría y rígidamente. Un tono acorde con la Reina Sangrienta.

— Pistas despejadas: Centro de Operaciones Vanadis a todas las unidades. Comiencen la infiltración.

— Vamos.

Estaban en el salón principal del edificio de la estación central. En el centro del techo abovedado había un panel de vidrio muy transparente, desde el cual se canalizaba la luz del sol a través del eje principal hacia el subsuelo. Con Undertaker tomando la delantera, 24 Juggernauts cruzaron el cableado destinado a evitar el traspaso y danzaban a través de los rayos de luz, disparando sus cables de anclaje en un descenso vertical gradual.

Ninguno de ellos dudó al lanzar sus cables a la máxima velocidad para hacer descender sus unidades.

Había muy poca libertad de movimiento en esta posición. Si les dispararan desde abajo, no podrían hacer nada al respecto. Mientras tanto, la luz del sol brillaba desde arriba. Los Juggernauts se movían como si se deslizaran por los rayos dorados del sol.

Estas arañas de cuatro patas, del mismo color que un hueso, navegaban a través de la luz, persiguiendo el símbolo del esqueleto con una pala, como monstruos que profanan la santidad de algún recinto sagrado.

Al mismo tiempo, era como una escena sacada directamente de la mitología, blasfema y al mismo tiempo solemne y rara, como si se desvinculara del realismo. No había nadie para condenar ni admirar este momento en este lugar que la gente había frecuentado por decenas de miles todos los días.

Shin pudo escuchar a Raiden refunfuñar al escuchar ese ruido proveniente de su sentido del oído vinculado por el Para-Raid.

—… Están ahí abajo, los imbéciles.

— Sí.

Pasando a través de una capa de hormigón grueso, llegaron al salón principal del primer nivel subterráneo. Acechando en la oscuridad más allá del cristal estaban las familiares siluetas angulares de la Legión.

Shin los miró fijamente y usó al Undertaker para patear la pared de vidrio. El fuselaje resistió, y en el momento en que se balanceó hacia atrás como un péndulo, Shin activó su martinete.

El martinete de 57 mm, capaz de penetrar la armadura superior de un Löwe, hizo añicos el vidrio fortificado. Rodeado de fragmentos brillantes, el Undertaker y sus 23 compañeros descendieron a la oscuridad del gran salón.

— Mm.

Los túneles redondos que se extendían desde la superficie hasta el primer nivel subterráneo estaban completamente a oscuras. Pilotando al Cyclops, que estaba a la cabeza de la columna, Shiden detuvo el avance de su plataforma cuando un punto de luz se iluminó en la pantalla del radar.

El Cyclops de Shiden era un modelo de asalto nocturno equipado con una unidad de antena que se parecía al cuerno de un unicornio y mejoraba sus capacidades de comunicación y radar. Al principio de la guerra contra la Legión, la República había desplegado varios de estos modelos Juggernaut en pruebas, y el Reginleif pasó a heredar esa genealogía.

No había respuesta del dispositivo IFF2. La señal blanca que representaba a un enemigo no identificado se volvió rojo un momento después cuando fue identificado como una unidad hostil al hacer referencias cruzadas a la base de datos. El número de enemigos aumentó, pintando de rojo la pantalla del radar en unos momentos. Se arrastraban desde la ligera pendiente del túnel.

Formas humanas simples, toscas, casi caricaturescas, avanzaban a cuatro patas con la velocidad de un crucero. Mientras los miraban a través de su pantalla configurada para visión nocturna, Shiden sonrió de oreja a oreja.

— Finalmente aparecen… Me estaba cansando de esperarlos, hijos de puta.

La sonrisa de Shiden estaba llena de confianza, mientras que sus extraños ojos irradiaban pura sed de sangre.

Cuando las 24 unidades del escuadrón pisaron las baldosas de colores del piso, pudieron escuchar el débil sonido metálico de las articulaciones del enemigo que se desbloqueaban mientras pasaban del modo de espera al modo de combate.

Era una sala enorme con un diámetro de 200 metros que tenía un corredor circular entrepiso sobre él con puentes colgantes que lo conducían. En su extremo más alejado había una amplia escalera. El pasadizo rodeaba la sala circular, con un gran pilar en forma de árbol y un ascensor inestablemente bloqueaba su vista.

El destello de los sensores ópticos iluminó la oscuridad. El agudo chillido de las cuchillas de alta frecuencia que se activaban resonó y rechinaban en todo el espacio. Los Juggernauts que estaban de espaldas a la luz del sol que se filtraba desde el eje principal se dispersaron aproximadamente en el mismo momento en que el sonido de los disparos resonó en la oscuridad.

Los proyectiles antitanque que viajaban en una trayectoria horizontal con una velocidad superior a la velocidad del sonido perforaron el eje de vidrio. Los Juggernauts se esparcieron por la sala en pequeños grupos, y las siluetas silenciosas de ágiles máquinas los siguieron en rápida persecución.

Fue entonces cuando Undertaker irrumpió directamente en las filas de la Legión, como siempre lo hacía. Cuando pasó sobre un desafortunado Stier y lo cortó con una hoja de alta frecuencia, Shin examinó rápidamente la formación de la fuerza defensiva de la Legión.

… Todo era de acuerdo a las predicciones de la coronel.

La fuerza principal era el Stier tendido para una emboscada, acompañado por los Ameise y Grauwolf. Todos estos eran considerados unidades ligeras de combate de la Legión, y no había ni un Löwe o un Dinosauria a la vista. No podrían maniobrar correctamente en estas estrechas condiciones subterráneas.

El rango preferido de Löwe era de 2 kilómetros, y esta sala con un diámetro de 200 metros era demasiado pequeña para ellos. Y si los poderosos proyectiles del Löwe impactaran contra un pilar, existía el riesgo de que toda la instalación se derrumbara a su alrededor.

— Todas las unidades, absténgase de usar su cañón principal de ser posible. Deberíamos poder manejar a los tipos Stier y Grauwolf con nuestro armamento secundario.

— Entendido.

Shin se cruzó con un Grauwolf que iba a atacar, solo para frenar repentinamente. La espada del oponente falló en su objetivo, y Shin usó el impulso para cortar al Grauwolf antes de pasar por encima de sus restos para forzar un martinete a clavarse en la cabeza de un segundo Grauwolf. Luego dio un salto bajo y brusco para aterrizar en medio de un pelotón de retaguardia del Stier.

— Shin, primero tenemos que controlar las cosas allí arriba. No querría que nos cayeran encima.

El pelotón de Seo disparó cables de anclaje, ascendiendo hasta el sendero palmeado del entrepiso. Entre combates, dieron miradas rápidas al corredor que conducía al sector adyacente, con las paredes perforadas y avistaron minas autopropulsadas arrastrándose en masa.

… Había bastantes.

Shin entrecerró los ojos, confirmando la suma total de enemigos en el pasillo superior y el salón principal. Había un límite en la cantidad de balas y proyectiles que podían transportar y, en particular, sus martinetes solo tenían cierta cantidad de pólvora. Las armas frías como las cuchillas de alta frecuencia no se quedaban sin munición, pero de todos en la operación, Shin era el único que las tenía equipadas en su unidad.

El arreglo era que mientras los Juggernauts tomaran el control de los pisos inferiores, la infantería blindada mantendría el control sobre los superiores, por lo que si se quedaban sin munición, sería posible ir y reabastecerse.

—… Estoy empezando a extrañar a Fido ahora mismo.

— Pi.

— ¿Mm?

Sentada en una esquina de Vanadis, que estaba llena de innumerables pantallas ópticas, Frederica notó que Fido iba y venía cerca del automóvil de comando con pasos desordenados.

De alguna manera parecía ansioso. Como un perro grande que pensaba que finalmente lo sacarían a pasear, pero se quedó atrás, ladrando en protesta ante un amo que no estaba allí.

Se estiró en su asiento duro, Frederica miró al Recolector a través del voluminoso cristal de la ventana del coche de mando y sonrió. Esa metáfora era más que adecuada; De hecho, Fido se había quedado atrás.

Debido a que Fido era más alto y más lento que un Juggernaut, no podían llevarlo, ya que no tenía forma de navegar por los espacios estrechos de los túneles del metro, lo que requería mucho movimiento vertical. Se había decidido que para esta misión, proporcionaría provisiones solo en un sitio y no los seguiría a la batalla.

Fido, sin embargo, parecía insatisfecho con este acuerdo. Todo el camino hasta la hora de inicio de la operación, había provocado (lo que sólo podría describirse como) rabietas por no poder acompañarlos, pero Shin se había mantenido en negación.

Cambiando la configuración del intercomunicador a altavoces externos, ordenó por el micrófono:

— Cálmate, Fido. ¡Quédate dentro de las fronteras!

— ¡Pi!

— Si bajaras allí y te dispararan en los túneles, solo serviríais para bloquear la ruta de escape de Shinei y los demás. ¿Estáis tratando de imponer esa situación a ti mismo?

— Pi…

Parecía haber dejado caer los hombros abatido. Frederica no pudo contener una sonrisa.

— No os preocupéis, volverá sano y salvo. Ese nunca permitirá que la Legión se apodere de él. Pero seguramente ya lo sabéis, porque ¿quién ha luchado a su lado más tiempo que vos? Las cosas ciertamente terminarán sin incidentes una vez más.

— Pi.

— Oh, realmente tenéis buen comportamiento. Yo, por supuesto, también lo entiendo. Después de todo, he estado al lado de Shinei y peleé con él durante los últimos dos años.

Un sonido de traqueteo, el sonido de algo cayendo al suelo, venía de detrás de ella. Al darse la vuelta, vio a Lena agacharse para recoger su portapapeles.

—… Disculpa.

Su voz de campana plateada estaba llena de falsa calma, hecha para ocultar un estremecimiento agitado en su tono. Echando un vistazo a su perfil, Frederica sonrió un poco. Marcel y el resto del personal de control parecían mirar hacia otro lado intencionalmente, tapándose los oídos y recitando un mantra extraño:

— No, no, no puedo oír nada.

— Vaya, ¿pasa algo, coronel Milizé? ¿La relación de Fido y mía con Shinei os molesta de alguna manera?

El astuto comentario de Frederica hizo que Lena hiciera una mueca. Recordó cómo, a pesar de haber sido momentos antes del inicio de la operación, Shin y Fido parecían estar peleando a poca distancia de Vanadis.

— Ya te lo dije, no podemos llevarte esta vez. Quédate en la sede.

— ¡Pi…!

Shin lo había repetido una y otra vez en una queja, mientras que la gran figura de Fido, que probablemente pesaba más de diez toneladas, se balanceaba de un lado a otro como si moviera la cabeza en una negación infantil.

La mayoría de la gente probablemente se agarraría los costados riéndose de esta extraña pero patética escena, aunque Shiden en realidad se echó a reir con tanta fuerza que no podía moverse, y Raiden miraba de forma atónita, pero Lena no podía encontrarlo divertido.

Sabía que Fido era su más antiguo compañero y su preciado compañero, pero la forma en que Shin lo mimaba parecía más como un simple apego. Tal vez el hecho de que fuera una máquina autónoma lo hacía aún más valioso en cierto modo.

Sin embargo, Lena todavía no se atrevía a disfrutar de la vista. Al hacer una rabieta el Recolector se parecía mucho a un perro de caza obstinado pero leal. Shin frunció el ceño como si estuviera harto de eso, pero mostró un atisbo de sonrisa.

Y luego estaba la chica, Frederica. Tenía la extraña posición de mascota y, como Shin, era de sangre mixta de Onyx y Piropo, lo cual la hacía aferrarse a Shin como si realmente fuera su hermana menor. Puede que Shin no se diera cuenta, pero parecía que la mimaba un poco. A Lena, sinceramente, no le gustaba para nada.

— No es nada.

Por cierto, Frederica dejó encendido el interruptor del altavoz externo y su charla se filtró al exterior.

—… Sargento mayor, ¿Acaso nos ven como señales de tránsito o algo similar? ¿Algo como puntos de referencia locales que simplemente permanecemos aquí?

— Olvídalo.

Los que quedaban para proteger el cuartel general eran el único escuadrón del Grupo de Ataque 86 que consistía en su totalidad por mercenarios: el escuadrón Nordlicht. Bernault respondió brevemente al sigiloso susurro de su compañero de escuadrón.

— ¿Pero no le molesta? Nos tratan como si fueran decoraciones.

— Aprecio que lo digas. Preferiría no involucrarme con estos niños jugando a la casita ni a un que me pagaran.

—… Sí, como no.

Emocionarse o entristecerse fácilmente por cada pequeña cosa, o hasta preocuparse demasiado por cosas que no merecían tanta preocupación…

Puede que esto significara mucho para estos niños, pero Bernault lo veía principalmente como una pérdida de tiempo. Sin embargo, la idea de que el capitán malhumorado también se viera atrapado en eso… sí que era un pensamiento divertido. Aparentemente, después de todo, podía actuar según su edad.

— No te dejes atrapar por esa charla exagerada. Los chicos están peleando en los túneles. No sería ninguna broma si el cuartel general fuera atacado y tomaran control de él mientras están ocupados allí.

— Sí señor…

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— Y además…

Se burló cuando su gran cuerpo, tan grueso como el de un oso pequeño debido a los años pasados en el campo de batalla, se movió inquieto en la cabina del Juggernaut.

—… No puedo deshacerme de este mal presentimiento… simplemente no me puedo imaginar que las cosas vayan tan bien contra la Legión, ¿sabes?

Sus pensamientos solo se dirigían a la Muerte. Incluso si estuvieran bajo el mando de la Reina Sangrienta…

— ¡Aja!

La pata delantera izquierda de Cyclops se hundió como un martillo, pateando una mina autopropulsada que trataba de trepar por ella. La mina autopropulsada se partió por la mitad por el impacto, y sus mitades superior e inferior sufrieron espasmos incontrolables al aterrizar en el hormigón entre las vías.

Mientras Cyclops pisoteaba este cadáver que ni siquiera había estado vivo para empezar, más y más minas autopropulsadas salían en manada desde la oscuridad más allá del corredor de mantenimiento.

Esas formas humanoides sin rostro y mal hechas se arrastraban por el suelo rápidamente, aferrándose alrededor de las piernas de los Juggernauts como zombis de alguna película de terror.

El susurro de sus voces artificiales, destinado a atraer a los humanos engañándolos haciéndoles pensar que las minas autopropulsadas eran niños o personas heridas, los hacía aún más aterradores.

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Mamá. Mamá. ¿Dónde estás? Mamá. Llévame. Llévame contigo. Llévame. Sálvame. No me dejes.


— ¡Como si alguien tan imbécil fuera a caer en eso!

Esta vorágine de susurros paralizaría a la mayoría de la gente con terror, pero Shiden simplemente se reía a carcajadas. Pisando fuerte y pateando, el Juggernaut atravesaba las minas autopropulsadas que se abalanzaban hacia él como hormigas negras.

Las minas autopropulsadas se apuraban al entrar en contacto y tenían suficiente potencia de fuego para penetrar la armadura superior de un Vanargand, por lo que marchar a través de ellas en un Juggernaut con armadura ligera era el colmo de la locura.

Los sensores reforzados del Cyclops emitieron una alerta. Con respecto a la alerta de proximidad con su ojo derecho índigo, tiró hacia atrás la palanca de control para aplicar los frenos.

Al momento siguiente, varias minas autopropulsadas con forma de niño descendieron del corredor de mantenimiento, justo donde Cyclops habría estado si Shiden no hubiera frenado. Pequeñas manos ondeaban en el aire vacío, errando su objetivo, y sus estómagos, llenos de explosivos, caían sin rumbo al suelo.

— Que idiotas.

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Ella apretó el gatillo mientras se burlaba de ellos. Su arma puesta en la parte trasera disparó un perdigón que diezmó las minas autopropulsadas, que habían estado tratando de alcanzarla. Una escopeta de 88 mm. Sacrificaba el poder de penetración a cambio de poder supresor contra las unidades ligeras de la Legión y era el arma preferida de Shiden en combate cuerpo a cuerpo.

— ¡Ja, parecen blancos fáciles! ¡Es como si nunca hubieran estado allí para empezar!

Los fragmentos de las armas humanoides yacían esparcidos por el cemento. Pateándolos a un lado, Cyclops atacó las minas autopropulsadas que seguían saliendo de la madera, riendo todo el tiempo.

86 Volumen 4 Capítulo 3 Parte 2 Novela Ligera

 

— Los chicos de Spearhead todavía están peleando en el salón central…

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¡Devoremos a todos estos antes de que ese Dios de la Muerte sin cabeza tenga la oportunidad de robarnos cualquier presa!

Siendo cortado con un corte vertical en su armadura delantera, el Grauwolf se puso de pie con un fuerte golpe antes de quedarse en silencio. Las reverberaciones de los cañones de sus consortes se extinguieron, y Shin examinó cuidadosamente la sala ahora silenciosa.

… Parecía que habían limpiado el lugar.

— Coronel. La supresión del salón principal ha sido completada.

— Entendido, capitán Nouzen. Deja que el escuadrón Claymore despejar a los enemigos restantes y avanza por la ruta hasta el segundo piso.

— Entendido… Coronel, ¿se encuentra bien?

Preguntó, notando que había algo parecido a un suspiro mezclado en su respuesta.

— ¿Hmm? …Sí, lo estaré siempre y cuando no esté resonando con demasiadas personas a la vez, o si es solo se trata del capitán de cada escuadrón.

Incluso si la cantidad de información compartida a través del sentido del oído era relativamente ligera, permanecer resonando con más de 100 procesadores a la vez durante períodos prolongados de tiempo sería agotador.

Por lo tanto, como comandante táctica, Lena resonaba solo con el capitán de cada escuadrón y los comandantes de la unidad de infantería. No era muy diferente de lo que Shin estaba experimentando, ya que estaba conectado con los otros capitanes además de sus subordinados directos, pero la falta de experiencia lo hacía mucho más difícil.

— Tuve que comandar muchos más a la vez durante la ofensiva a gran escala… No tienes que preocuparte por mí.
Otra voz interrumpió su conversación.

— Perdón por interrumpir, pero habla Penrose. Si tienen asegurado el primer piso, es hora de que comience mi investigación. Como acordamos en la sesión informativa, tomaré prestado el escuadrón Phalanx.

— Aquí el teniente segundo Asuha. Como ella dijo, el escuadrón Phalanx empezará el despliegue.

Tras las palabras de Anett estaba la voz del capitán del escuadrón Phalanx, el segundo teniente Taiga Asuha. Al escuchar la voz seria, Shin habló.

— Asuha.

— ¿Qué pasa, Nouzen?

— No, es solo…

No era algo que pudiera describir en términos claros.

— Tengo una sensación extraña respecto a esto. Los Eintagsfliege están esparcidos por fuera. Puede que estemos fuera de la zona de guerra, pero no bajes la guardia.





— Te preocupas demasiado, jefe… Entendido. Todo estará bien, no soy de los que se descuidan tan fácil.

— Profesora Penrose, el área podría estar bloqueada, pero esto sigue siendo un campo de batalla. Ordene la retirada si percibo algún peligro.

— Lo sé… lo siento, pero me estás distrayendo, ¿puedes alejarte un poco?

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Al ver como el capitán de piel oscura del escuadrón Phalanx, el teniente segundo Taiga Asuha, regresaba a su plataforma, Anett se dio la vuelta y se preparó para ponerse a trabajar.

Estaban en un edificio de oficinas a poca distancia del cuartel general táctico del Grupo de Ataque 86. Era uno de los muchos edificios que rodeaban la estación. El espacioso vestíbulo de entrada estaba ubicado en el sótano, y al final había elegantes ascensores.

En el centro de la sala había un objeto curvo con borde plateado en forma de riel que atravesaba el techo, probablemente diseñado con la forma del laberinto subterráneo de Charité. El tragaluz más allá probablemente se había roto y caído.

Anett atravesaba la habitación con sus tacones repiqueteando contra el suelo de mármol teñido levemente por la sombra del distante resplandor plateado de los Eintagsfliege.

Aparentemente, el ejército de la Federación había detectado una perturbación en los dispositivos RAID presentes alrededor de este edificio. Se había descubierto hace varios meses, cuando los militares habían estado recopilando información durante los preparativos para la operación de recuperación.

Según los informes, no había problemas con la resonancia entre los miembros del escuadrón, pero había alguien más conectado a la resonancia, conectándose y desconectándose constantemente de manera inestable.

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Sonaba como el tipo de historia de fantasmas mal improvisada que la gente a veces inventa en el campo de batalla. El dispositivo RAID de la Federación se había creado analizando los dispositivos de Shin y de su grupo después de haberlos recuperado, lo cual lo convertía en una copia inferior.

Incluso los modelos originales de la Republica eran una especie de caja negra que funcionaba sin que sus fabricantes supieran exactamente cómo funcionaba, por lo que, en términos de rendimiento, no había diferencias importantes entre los dos modelos.

Sin embargo, el Para-RAID era el único método de comunicación capaz de transmitir bajo la interferencia de los Eintagsfliege. Si había alguna posibilidad de que no funcionara correctamente, podría obstaculizar la realización de objetivos militares, por lo cual se le había pedido a Anett que lo investigara, y dado que ella había insistido en que, como persona líder en el campo, sería más rápido para ella comprobarlo por sí misma, había pedido venir al campo de batalla.

Su dispositivo RAID activado no mostraba ninguna anomalía. Comprobó estar en el lado seguro, y ninguno de los Procesadores del escuadrón Phalanx detectó ningún tipo de interferencia. Caminando por el vestíbulo de entrada con las manos en los bolsillos de su bata de laboratorio, se asomó a cierta esquina antes de quedarse en silencio.

—… Así que tú eres el culpable.

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