Danmachi: Sword Oratoria (NL)

Volumen 4

Capítulo 1: Y El Chico…….

Parte 2

 

 

Esa noche, mientras los miembros de la familia Loki se disponían a cenar en un rincón de su gran comedor, una cierta doncella elfa se revolcaba en una nube de miseria, evitando todo contacto visual con sus compañeros.

—¿… Qué pasó con ella?

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—Ni idea…

Tione y Tiona podían ser escuchadas susurrando de un lado a otro, los dos se apiñaban frente a Lefiya como si llevaran a cabo algún tipo de reunión secreta. Y, de hecho, la cabeza de Lefiya estaba curvada en ángulo antinatural que era casi horripilante. Incluso Aiz, sentada al lado de las dos hermanas amazónicas, finalmente había notado el aura angustiada de Lefiya. Esto la desconcertó.

Cada chica en el pasillo e incluso los chicos que se congregaban actualmente alrededor de Bete y Raul estaban visiblemente susurrando, codeándose el uno al otro, y generalmente  guardando su distancia de la abatida elfa.

— ¿…Lefi…ya? ¿Está todo bien?

Girándose contra el opresivo miasma envolviendo a la chica, Aiz dio un paso hacia Lefiya — Un acto que obtuvo las miradas de sus compañeros. La vacilación temblando en su voz era audible.





Lefiya no respondió, ni siquiera levanto la cabeza.

Justo cuando Aiz estaba realmente preocupada por el estado mental de la chica, Lefiya planteó una pregunta con calma, suavemente, en un timbre prácticamente exprimido de su garganta.

— ¿Qué estabas haciendo con ese humano esta mañana, Señorita Aiz?

—¡¿ ?!

Aiz se sintió abrumada por una increíble sensación de enemistad y amenaza

¿Cómo lo sabe?

Lefiya se sentó allí, esperando la respuesta de Aiz, con la cabeza agachada, los ojos escondidos debajo de sus flequillos, y una extraordinaria tristeza que emanaba en cada poro.

El silencio incriminatorio sólo aumentó la agitación de Aiz. Ella podía sentir los ojos de todos y la atención en su espalda. Ella necesitaba hacer algo. Agarrando la mano de Lefiya, ella rápidamente la sacó del comedor.

— ¿L-Lefiya… como lo sabes…?

Ella llevó a Lefiya a una habitación vacía, muy lejos en el borde.

Era raro ver a Aiz tan visiblemente agitada. Lefiya, por otro lado, aún tenía que levantar la cabeza.

Mientras la presión continuaba para lanzar la conciencia de Aiz en desorden, Lefiya finalmente abrió sus labios en respuesta.

—Esta mañana, te perseguí hasta la parte noroeste de la ciudad… Fue allí donde presencié una diosa de la espada con hermosos cabellos y ojos dorados en los brazos de un humano desconocido.

—¡¿ ?!

—Señorita Aiz, usted no… pasaría a tener algún tipo de hermana largamente perdida,¿Verdad? ¿O quizás estaba alucinando…? Y…. he estado pensando en ello todo el día, Señorita Aiz, y todavía tengo que llegar a una explicación que tenga sentido…

—L-Lefiya, trata de…. Calmarte por un momento, ¿sí?

—Si realmente fueras tú, Señorita Aiz… Yo…. ¡¡Yo—!!

La presión en la habitación se multiplicaba exponencialmente.

Lefiya se acercó. La veterana aventurera de primera clase estaba sudando. Podía sentir la sombra de la elfa consumiéndola.

Cuando ella levanto la cabeza, había lágrimas en esos brillantes ojos azules.

En cualquier momento, parecía que ella se lanzaría sobre Aiz en un llanto como un niño que había perdido a su más preciada, admirada, amada hermana por alguna razón, y Aiz estaba aterrorizada.

Ya no había manera de ocultar lo que había hecho. Fue ese pensamiento aterrador que le llevó a sacar todo.

—… ¿Estabas entrenando en la parte superior de la muralla?

—S-Sí.

—… Entonces, ¿quién era ese chico que te sostenía?

—Um… él estaba teniendo problemas para caminar, así que simplemente le preste mi hombro…

No tomó mucho tiempo antes de que el interrogatorio hiciera la situación clara como un cristal.

La nube negra de peligrosa angustia que emanaba de Lefiya se disipó constantemente y la luz regresó a sus ojos distantes.

— ¿Así que… lo que estás diciendo es que… vas a estar entrenando con ese humano antes de que comience la expedición?

Aiz asintió. Ahora que Lefiya había vuelto a estar tranquila, como siempre, ella dejó salir un suspiro de alivio mientras arreglaba el dobladillo de su ropa.

P-pensar que ese chico le pediría a alguien de otra familia que lo entrenara. ¡Incluso, gratis!

¿No tiene vergüenza?

Por supuesto, eso no impidió que una preocupación diferente se formara en la mente de Lefiya.

Camaradería entre los dioses y los miembros de sus familias era comprensible, pero ¿esto? Esto fue mucho más allá del alcance de una simple bondad. Y de todas las posibilidades, ¿La Familia Hestia? ¿Quiénes son?

Y aún estaba el tema de sus diferentes estatus sociales.

Por un lado, estaba un aventurero de clase baja de una familia insignificante, y por el otro no sólo era una aventurera de primera clase, sino uno de los líderes de las facciones más fuertes de toda la ciudad para empezar.

Cualquier otra persona que escuchara esto sin duda alguna de diría que ‘’Aprendiera su lugar.’’

¡Esto es una locura! ¡Increíble! ¡Indignante!

Todo tipo de maldiciones sonaron a través de su cabeza, la cara de ese chico de pelo blanco aparecía en su mente.

¡La insolencia de ese chico! ¡Estando solo con la Señorita Aiz así! ¡Yo estoy tan… tan… CELOSA!

Básicamente, esa fue la razón.

Ese chico estaba monopolizando a su Aiz para un entrenamiento personal temprano en la mañana.

Todo el ser de Lefiya se endurecía de envidia por el mero pensamiento de ese chico de pelo blanco sin nombre.

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—Um… creo que lo has malinterpretado. Yo fui quien se ofreció a entrenarlo… No es culpa suya. Él no estaría involucrado si no fuera por mí; Al ver el resentimiento y celos jugando como un monólogo sin palabras en la cara de Lefiya, Aiz rápidamente trato de intervenir.

La manera desesperada en la que Aiz trató de cubrir al chico, sin embargo, solo empeoró el estado de ánimo de Lefiya, expresando un áspero ‘’Gnkk…’’

Mírala, tan preocupada por él. ¿Ese chico sabe lo afortunado que es? ¡¿Lo sabe?!

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—Por favor, Lefiya. No le digas a Loki, Finn… a nadie sobre eso, ¿De acuerdo? Esa hermosa curva de sus cejas. Ese temblor de oro en sus ojos.

¿De verdad quieres entrenarlo tanto, Señorita Aiz? La voz en su cabeza imploraba débilmente, frágilmente, mientras temblaba en silencio.

Ella trató de evitar que sus emociones se desbordaran, pero no pudo más.

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Los celos que brotaban por dentro finalmente explotaron, su voz se levantó mientras endurecía su determinación.

—Si quieres que guarde el secreto ¡Tendrás que hacer algo por mí!

Nadie habría creído que Lefiya, ahora con la cara completamente roja, había exigido algo de la persona que admiraba más que nadie en el mundo.

Aiz fue tomada por sorpresa. Un motín como éste, o resistencia más bien, era la última cosa que ella esperaba, y la sorprendió.

Ver ese tipo mirada en la cara de Aiz causo un dolor en el corazón de Lefiya, pero no había vuelta atrás.


—¡T-Tú debes entrenar conmigo, también! ¡Igual que a ese humano! ¡Solo tú y yo! ¡Solas! Las palabras crujieron en su lengua, su rostro estaba en un tono color rojo brillante.

Todo lo que Aiz pudo hacer por un momento fue parpadear en silencio. En ese momento, finalmente, ella asintió ligeramente con la cabeza.

—Sí eso es lo que quieres…

—¡¿E-Enserio?!

Aiz asintió de nuevo.

—Sí… está bien.

—¡S-Si!

Justo allí en el suelo Lefiya dio un pequeño salto, con las manos entrelazadas con fuerza delante de ella. Sus largos y brillantes mechones dorados giraban a su alrededor, revelando el color rosado claro de sus suaves mejillas.

Ella estaba positivamente radiante. Sus celos anteriores, el chico—todo lo demás fue olvidado.

Y todo lo que su amada Aiz podía hacer era mirar confundida mientras la elfa giraba alrededor una y otra vez.

Así, a cambio de mantener el secreto acerca de la práctica sobre las murallas de la ciudad, Aiz vino a entrenar no a uno sino dos.

***

 

 

Solo quedaban seis días hasta el día de la expedición. Esto marcó el segundo día de su entrenamiento.

Al igual que el día anterior, Aiz había estado conduciendo la brisa con la funda de su espada sobre las murallas de la ciudad desde las primeras horas de la mañana.

El viento gritó, y los destellos se desvanecían mientras el cabello blanco de Bell se movía junto con los vigorosos cortes.

—Haz que todos los movimientos cuenten. Piensa antes de moverte. Utiliza el espacio a tu favor.

— ¡B-Bien!

Aiz enfatizó cada palabra con un golpe rápido de su funda mientras Bell se movía para bloquear cada ataque con su daga. Era un intenso Ataque de atrás y adelante, o tal vez sería mejor descrito como defenderse de un ataque unilateral. Sus pies se movían como un relámpago con el ataque continuo.

Después de preocuparse todo el día de ayer, ella finalmente se decidió qué enseñarle. Ellos practicarían a como batallar.

No había manera de que alguien con sus habilidades conversacionales limitadas sería capaz de instruir a cualquier persona usando palabras. No era posible transmitir todo lo que sabía sobre el combate. Después de innumerables fracasos en el primer día, ella le ofreció una nueva propuesta y dijo sólo lo siguiente:

—Vamos a pelear.

Sus armas chocaban, los dos leían los movimientos del otro, buscando cualquier abertura que pudieran usar a su favor.

Ella le dijo a Bell que sintiera todo lo que hizo durante su batalla de práctica, y luego robara todo lo que pueda.

Aiz podría haber estado usando sólo su funda, pero Bell blandió una daga real apta para su uso en el Calabozo, por lo que fue tan cerca de una batalla real como pudo conseguir. Ella trató lo suficientemente duro como para quitar cualquier temor infundado que el chico pudiera tener, ni siquiera permitiéndole pelear mientras lo llenaba de golpes con su funda relativamente inofensiva.

—Sacudirse violentamente en un intento de bloquear… no ayudara.

— ¡¿Ngh?!

—Conecta cada bloque con tu próximo movimiento ya sea atacando o cambiando de posición.

Por supuesto, Aiz no le iba a dejar todo a Bell para aprender por su cuenta.

Ella se aseguró de señalar todo lo que notó, intercalando palabras de consejos entre golpes. A pesar de que rara vez hablaba, Aiz todavía se las arregló para proporcionarle el grado mínimo de instrucción.

Cada vez que exponía una abertura o hacía un mal movimiento, Aiz impregnaba su funda con sus pensamientos y golpeaba su cuerpo como para advertirle.

Qué extraño…

En la tenue luz del amanecer todavía distante, Aiz aprovechó la oportunidad para examinar a Bell, quien estaba tratando frenéticamente de bloquearle cada ataque.

Finn, Gareth y Riveria habían inculcado los mismos fundamentos de combate en ella unos nueve años atrás, cuando ella estaba aprendiendo sobre los caminos de los aventureros así como la absorción de sabiduría. Ahora ella era la mentora.

Mientras Aiz recordaba todos estos recuerdos algo conmovedores, vio a su joven yo reflejado en el chico delante de ella. Decidido a ponerse de pie y enfrentarse a ella a pesar de su respiración irregular, parecía transformarse en una niña de pelo dorado inflexible, de ojos dorados que odiaba perder. Mientras tanto, ella se convirtió en Finn, con su método de Zanahoria y palo, así como Gareth, cordial en cada palabra y acción. Sobre todo, ella era Riveria, la disciplina severa.

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Sus manos no se detuvieron. Todo lo que sus mentores le habían enseñado estaba volviendo a ella.

Ella podía ver las batallas fingidas particularmente claras. Pero hacer esto juntos no fue suficiente.

Guiando sus movimientos, se aseguró que estuviera siguiendo cada paso mientras atacaba. Finn y los otros habían hecho tanto, al menos, para instruir a la joven que había sido una vez. Pero todavía no puedo igualar algo así….

No podía imitarlos. Era absolutamente imposible para ella estar en la misma liga.

Y como la respiración de Bell se hizo más y más irregular, aún más que ayer, todo lo que Aiz podía hacer era pronunciar una disculpa silenciosa.

Había una razón por la que Finn, Garteh y Rivera eran los líderes de Familia Loki.

Habían demostrado su paciencia a través de los muchos argumentos compartidos juntos y dado toda su orientación libremente a pesar de su resistencia infantil. Cuanto más llego a comprender su grado de logro, más sintió el peso completo de su propia inmadurez presionar sobre ella.

Así que se asignó una nueva misión. Ella, por su puesto, ayudaría a Bell a afinar sus habilidades a través de este entrenamiento, pero ella también estaría puliendo su propia habilidad al mismo tiempo.

Su funda chocó con la daga de Bell, causando un fuerte ruido.

—Mmm… bien hecho.

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— ¡¿Q-Que quieres decir?!

En realidad, lo había bloqueado bastante bien.

Haciendo referencia a la forma en que Finn la había estimulado con elogios y críticas, Aiz se aseguró de hacer lo mismo.

Las palabras lo pusieron muy feliz, Bell olvido el dolor y el agotamiento, su rostro brillaba con un brillo casi visible.

Todo lo que Aiz podía ver era un conejo animado con una zanahoria colgada delante de su cara, y el pensamiento le trajo una pequeña sonrisa a sus labios.

Bell se ruborizó al instante. Aiz ladeo su cabeza en confusión.

— ¿Descansamos un poco?

—Oh, uh… seguro; Él jadeaba en respuesta, sus hombros se agitaban con cada aliento. Aiz bajó su funda, Bell hizo lo mismo con su daga.

Los dos se sentaron enfrente del otro, a cinco pasos de distancia sobre la amplia muralla de la ciudad, mientras la brisa refrescaba su piel caliente.

Ha mejorado desde ayer…

Aiz observó cómo Bell limpió el sudor de su rostro.

En comparación con el primer día, hubo una diferencia dramática en sus movimientos — bueno, tal vez eso fue un poco exagerado, pero el cambio fue ciertamente visible. Si esto fue o no debió a su crecimiento extraño, aun así, Aiz no podía estar segura.

Había una especie de intensidad ingenua que irradiaba de él. Como si se aferrara a cada palabra de ella, tomando todo lo que había dicho y reexaminándolo sin cesar.

Dicho esto, no había manera de que pudiera ir más allá de sus instrucciones o superar sus expectativas. Aun así, lo estaba haciendo bien.

Necesita concentrarse en la defensa… Después de eso, técnica y estrategia.

Ella lo había evaluado ayer —el primer día de su entrenamiento—identificando y señalando su nivel actual y sus debilidades.

El problema era que Bell Cranell era un cobarde.

No fue necesariamente algo malo. De hecho, en realidad tenía algunas ventajas cuando se trataba de viajes en solitario en el calabozo. Cuando se trata de combatir, sin embargo, esa cobardía condujo a un problema importante: Bell era más apto para huir que para luchar. Temiendo de los ataques enemigos y el dolor que podían traer, a menudo huía como un conejo asustado. Esto explicaba por qué sus habilidades de evasión estaban más desarrolladas que sus habilidades defensivas.

Aiz priorizó enseñarle a defenderse adecuadamente.

En realidad, lo que ella realmente quiso hacer era pasar su técnica de desviar y eludir los ataques entrantes.

Cuando empezaron, habían permanecido apenas siete días para entrenarlo antes de la expedición de la Familia Loki. Si ella pudiera impresionar sobre él incluso una fracción de todas las habilidades defensivas, métodos y estrategias que ella esperaba enseñar, entonces de una manera u otra, ella podría hacer que funcione.

Sus defectos. Áreas de mejora. Fortalezas.

Ella cuidadosamente consideró cada uno de ellos a su vez, repasando lo que ya sabía sobre el chico.

Él tiene… una cosa para el…

Su capacidad de huir del peligro —prácticamente una especialidad que en este punto — era impresionante incluso para los estándares de Aiz.

Mientras que esto era probable debido a su naturaleza cobarde, todavía era un arma espléndida.

La estrategia de Bell en peleas se resume fundamentalmente a un enfoque de pegar y correr.

Después de tener en cuenta su disposición, constitución, familia, y aptitud con su arma, eso no fue necesariamente una mala decisión.

Pero si él pudiera aprovechar el coraje que había mostrado antes…

Después de pelar ese escudo suyo…las cosas podrían ponerse interesantes, la intuición de Aiz le decía eso.

Los primeros temas que se elevaron a la mente de Aiz fueron la velocidad y la cantidad de ataques. Hacer pleno uso de ambos le daría un ataque feroz—una avalancha.

Si pudiera aprender a usar dos armas a la vez, una daga en cada mano, sería perfecto. Golpeando desde el frente con agilidad. Es verdad, este era el estilo preferido de Aiz.

—Ella había pensado mucho antes de jadear involuntariamente.

¿Estaría bien? ¿Moldear al chico a su propia imagen? ¡No, no! ¡No puedo, no puedo! Su cabeza latía de la agitación interior.

Que disciplina seguir, es decisión de Bell.

Forzar sus ideales en otra persona era simplemente inaceptable. Más aún cuando se trataba de combatir.

Su único trabajo era enseñarle lo básico, no guiarlo, y ella necesitaba recordar eso.

—Aun así… podría estar interesado; ella murmuró debajo de su aliento.

Una vez que la respiración se había asentado de nuevo en un ritmo constante, Aiz explicó lo que había observado en su duelo.

—Soy un… cobarde…

Los hombros de Bell dieron leves estremecimientos.

Las reacciones fueron suficientes para que Aiz se diera cuenta de que había dado en el clavo.

— ¿Todavía estás… preocupado? ¿Lo que dije ayer…?

—No, quiero decir, es… bueno… sí; La mirada de Bell se fue primero a la izquierda, luego a la derecha, antes de caer finalmente al suelo. Su voz parecía susceptible a desaparecer de nuevo en su garganta.

La vista patética trajo consigo el aguijón de su propio fracaso, y Aiz frunció las cejas.

Eres… un cobarde.

Hay algo de lo que tienes miedo.

No sé qué es lo que te asusta, pero… cuando llegue el momento, sólo podrás huir.

Eso es lo que le había dicho ayer antes de meterse de cabeza en su duelo. Lo que había descubierto y revelado a él.

Sin duda, sus palabras habían golpeado muy cerca en el punto.

Lo que explicaría su nueva negativa a retirarse —hasta el punto de un abandono imprudente —

– encontrando cada uno de los golpes de Aiz como si fuera eludiendo un hechizo de desgracia.

El comentario sin tacto de Aiz había cavado su camino profundo dentro de él, donde el resentimiento y la vergüenza continuaron pesando sobre sus hombros incluso ahora.

Lo lastimé de nuevo…

Aiz estaba comenzando a tener una idea de a lo que temía tanto Bell.

Aunque no había mucho que ella pudiera hacer hasta que supiera eso con certeza, estaba claro que la cicatriz era profunda — algún tipo de trauma, casi —y no era algo que superaría fácilmente.

Ya aquí estaba Aiz provocándole descaradamente a pesar de lo mucho que estaba sufriendo subconscientemente. ¿Era realmente tan incompetente?

¿O fue solo que Bell no quería escuchar eso de ella? Que él era un cobarde.

Tal vez quería gritarle que no era un cobarde.

Todo lo que Aiz vio de pie delante de ella era un chico dándolo todo para ser fuerte… incluso cuando su tormento y vergüenza lo pisotearon.

—…Mhn, Uh… ¿Lo qué dije antes? ¿Sobre qué eres un cobarde? Yo… estaba equivocada. No pudo soportarlo más. Era insoportable verlo así.

Para aclarar su malentendido, como si acariciara esas mejillas lamentables, trató de decir lo que pensaba.

—No creo… que seas lamentable, inútil, ni nada por el estilo. Sé que ayer… te llamé cobarde, pero es importante que…

Sus palabras se rompieron, dudando, y su voz se hizo más suave y más suave, pesada de emoción. La cara angustiada de Bell se elevó para encontrarse con ella.

Cuando sus ojos se encontraron con esos ojos color ruby temblando de sentimiento, las palabras se volvieron más y más difíciles de encontrar para Aiz.

Frustrada por su incapacidad para expresarse, ella cerró los ojos, tomando una respiración profunda.

—… Aunque la cobardía no debe confundirse con cautela…

Ella introdujo sus pensamientos con las palabras que recordaba y que Finn, Gareth y Riveria le dijeron alguna vez.

—A veces… tener miedo de algo puede salvar a tú grupo en el calabozo.

—…

—En realidad, las personas que no sienten ningún temor son más peligrosas.

–Alguien como yo, dijo la voz desde dentro de ella, pero ella continuó, Bell estaba escuchando cada palabra de ella.

—Por eso es importante… que no te avergüences de tener miedo. ¿De acuerdo?

—Señorita Aiz.

—No quiero que lo olvides nunca.

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Ahora que había sacado esas palabras, ella no podía detenerlos, y Bell continuo mirándola, con los ojos abiertos, frente a ella, mientras ella cambio el tema de nuevo con apenas cinco palabras:

—Así como yo lo hice.

— ¿¡Eh!?

—Yo no hice nada más que preocupar a Riveria y los demás. Tengo a mis amigos involucrados, pero no sentí nada. Eso no me convierte en un aventurero… sino más bien en un monstruo.

Aiz bajó la cabeza. Hacía tiempo que ella sentía miedo o terror en su búsqueda por el poder.

Permitiendo que los pensamientos de su pasado se deslizaran a través de su mente, bien consciente de que ella nunca podría cambiar de la chica tonta en la que se había convertido, Ella le dio a Bell su consejo.

—No te vuelvas como yo.

La chica autocriticada no podía ver nada más que sus pies ahora.

La voz que derramaba de su garganta parecía tan lejana, una sombra tenue se asentaba sobre sus delgados hombros.

Ella ya no se dio cuenta de Bell delante de ella, su visión fue completamente ocupada por las rocas de la pared debajo de ella.

—… ¡E-Eso no es verdad!

La voz fuerte la sacudió de su ensueño.

—¡Un monstruo no habría sido capaz de salvarme!

La cabeza de Aiz se apresuró para encontrar la cabeza de Bell inclinada con fuerza en su dirección.

Las palabras continuaron disparándose desde su boca con una audacia asombrosa.

—¡La forma en la que me rescataste fue increíble! ¡Como un héroe de esas historias que escuche de niño! ¡Y tan hermosa, también! ¡¡T-…Tú eres la que me dio mi sueño de convertirme en un aventurero!! Así que cuando dices cosas como esas, q-quiero decir, es como… bueno… ¿sabes…?

Como si se hubiera sorprendido por sus propias divagaciones, las palabras de Bell se volvieron cada vez más incoherentes, y su rostro paso a un color rosa brillante.

Aiz sintió su propia cara calentándose por la alabanza y adoración tan pura.

Tal franqueza y sinceridad. Mientras Aiz estaba allí con asombro, con sus mejillas cada vez más cálidas, ella no lo podía evitar más que reafirma su creencia de que este muchacho era exactamente el mismo que había sido una vez.

Sus labios se curvaron en un pequeño arco.

Se acordó de sus sueños, llenos de héroes y aventuras.

Maravillosos y dulces recuerdos de su niñez, llamado por el niño delante de ella.

Desde lo profundo dentro de los huecos congelados de su corazón, una pequeña llama parpadeo.

—Gracias…

La ligera curva de sus labios estalló en una sonrisa completa y amplia. El conejo blanco había calmado su corazón.

Por un momento, Bell estaba aturdido. Entonces la vergüenza que se encontraba dentro de él explotó ridículamente rápido, y no podía acercarse a mirar la cara de Aiz. Sus ojos vagaban por este camino y luego el otro, centrándose en todo menos en ella.

Finalmente, él respondió con una sonrisa tímida propia de él, feliz de que él había sido capaz de traer una sonrisa a la cara de Aiz.

—… ¿Entonces, continuamos con nuestro entrenamiento?

— ¡C-Claro!

Aiz sintió un pequeño cosquilleo en su interior mientras los más débiles rastros de luz aparecían a lo largo del horizonte oriental.

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Una luz rosa pálido tiño las puntas de las lejanas montañas mientras el resplandor del amanecer alcanzaba lentamente el oscuro cielo celeste. Mientras Aiz miraba a través de ese magnífico paisaje, ella empuño su funda lista.

Bell siguió con otra respuesta energética, y su entrenamiento comenzó de nuevo.

…Ha mejorado.

Los ojos de Aiz se estrecharon, siguiendo los movimientos de Bell, mientras ella se convirtió en la princesa de la espada una vez más.

A pesar de que él todavía no era capaz de bloquear cada uno de los ataques de ella, no sólo estaba agitando salvajemente más. Con la cara endurecida como sí el estuviera poseído, Bell perseguía cada uno de los ataques de Aiz, leyendo cuidadosamente su sincronización y deslizando su daga en busca de cualquier abertura.

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