Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 15

Capítulo 4: Gremio Solitario

Parte 4

 

 

Ese día, Eina se dirigía a Babel para realizar una inspección.

Era el crepúsculo y una luz de un rojo oscuro inundaba el aire.


Un flujo constante de Aventureros emergía de las escaleras que conducían bajo tierra al Calabozo. En el amplio vestíbulo del primer piso de la torre, Eina y sus compañeros inspectores estaban terminando sus informes y preparándose para regresar a la Sede del Gremio.

–… ¿…?

Hubo una oleada de conmoción. Eina se giró en la dirección del ruido, el cual venía de los Aventureros, justo a tiempo para ver varios cuerpos siendo subidos desde el subsuelo.

Evidentemente, un equipo de Aventureros había sido aniquilado. El sonido de las voces de los Aventureros llegó hasta los oídos aturdidos de Eina. Dedujo que los cuerpos habían sido descubiertos por algunos Aventureros de alto Nivel que se habían tomado la molestia de recuperarlos por respeto profesional.

Los más experimentados de los compañeros de trabajo de Eina en el Gremio tenían expresiones frías y en blanco, o, mejor dicho, apretaban los labios con fuerza, conteniendo alguna emoción anónima, mientras los cuerpos eran alineados en el espacioso vestíbulo.

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Y entre ellos había uno que Eina reconoció.

–¿Qu—?

Armadura de cuero maltratada, una espada doblada todavía sostenida en una mano rígida, y ese familiar cabello azul. La chica humana ensangrentada era claramente Maris Hackard.

No había duda de ello.

Era imposible no reconocerla.

El cadáver de Maris miraba fijamente a través de sus ojos entreabiertos.

Al cuerpo le faltaba un brazo.

La mayoría de los otros cuerpos también habían sido destrozados, contando una historia espantosa.

Al momento siguiente, Eina cayó de rodillas.

–Esas heridas… un Dragón Infantil, ¿No crees?

–Sí, eso es lo que imagino. Parece que ni siquiera dieron mucha pelea. Simplemente desagradable.

–No sé si simplemente tuvieron la mala suerte de toparse con uno, o si pusieron una emboscada sin conocer sus propios límites… De cualquier manera, estas cosas pasan todo el tiempo.

La cruel charla de los Aventureros pasó directamente sobre Eina. Su mente estaba congelada mientras se arrodillaba indefensa en el suelo. La visión al final de su mirada—ese frio cadáver—no le permitió apartar la mirada de la cruda realidad.

Había pasado un año desde que se había convertido en Asesora.

De todos los Aventureros de los que había sido responsable, Maris fue la primera víctima.

–Tulle! ¡Hey, Tulle! ¡¡Ah, maldita sea!!

Las voces de sus compañeros de trabajo llamándola por su nombre se sentían distantes.

Su visión se oscureció, como para escapar. Su conciencia se atenuó. Pero el rostro de Maris, ese rostro manchado de sangre, estaba quemado en sus retinas y no desaparecía.

Lo sabía. Sabía que esto era Orario, la Ciudad Laberinto. Sabía que todos los días los Aventureros entraban en el Calabozo y que muchos de ellos nunca regresarían.

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Por supuesto que estaba consciente de eso. Era imposible no estarlo.

Pero Eina nunca había imaginado que se aplicaría a ella—a Maris.

Siempre se había sentido como algo que solo les sucedía a otras personas, en otros lugares.

Parecía imposible que esa Aventurera con la que había estado riendo y charlando el día anterior, su amiga irremplazable, se hubiera ido.

Por primera vez, Eina experimentó la muerte de alguien cercano a ella.

***

 

 

Como si la pérdida de Maris fuera una especie de punto de inflexión, todos los Aventureros de los que Eina era responsable murieron.

Incluso la Aventurera de alto Nivel cuya responsabilidad heredó para reemplazar a Maris se aventuró a los Pisos Intermedios y no regresó.

”Es mejor si no simpatizas con tus Aventureros”.

Eina comprendió ahora el verdadero significado del consejo de su superior.

La interminable sensación de pérdida no necesitaba explicación.

Con toda probabilidad, la mayoría de los miembros del Gremio, incluido su superior, habían experimentado muchos momentos como este, si no peores.

Yo… yo solo…

Era más pesar que tristeza lo que consumía a Eina. Ella era una Asesora de expedición del Calabozo. ¿No había algo que pudiera haber ofrecido a sus Aventureros? ¿No había algo más que debería haber hecho por ellos—por ella?

La dejé morir.

El pensamiento se abrió camino en el pecho de Eina.

–Eso es arrogancia, Tulle.

Dijo una mujer Hombre Lobo, una de las recepcionistas más experimentadas, como si hubiera visto a través de Eina.

–Hay trabajos más seguros. Pero eligieron ser Aventureros. Por dinero, por fama, o simplemente buscando un estúpido sentido de emoción al perseguir “lo desconocido” o algo asi… no hay forma de que podamos salvar a personas tan estúpidas.

–Rose-san…

–Fue su elección emprender una aventura. Sin importar cuánto intentemos convencerlos de que no lo hagan, no tendría sentido.





La recepcionista Hombre Lobo dijo de mal humor mientras jugaba con su cabello rojo.

Eina miró lentamente hacia arriba desde donde estaba sentada en su escritorio, inmóvil como una muñeca, sin realizar absolutamente ningún trabajo.

Incluso la mirada apática de Eina fue capaz de comprender que, además de la irritación de Rose, también había un indicio de dolor en ella.

***

 

 

Pasaron más días.

–Este trabajo es difícil…

Misha dejó escapar eso una noche cuando solo ella y Eina quedaron en la oficina.

Dos tazas de té negro estaban ahora bastante frías donde estaban sentadas en una mesa.

Uno de los Aventureros de Misha también había muerto.

–Nadie vuelve, ¿Verdad? Sin importar cuán fuertes, elegantes o amables… ellos simplemente…

–Misha…

Misha había estado visiblemente enamorada del Aventurero en cuestión—o posiblemente incluso desarrolló sentimientos claramente románticos—pero ahora simplemente estaba sentada y se estremecía, mirando hacia abajo, mientras varias lágrimas caían sobre sus muslos.

Eina nunca había visto a su amiga normalmente alegre verse tan miserable.

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–Hey, Eina… ¿Puedo sentarme contigo?

–… Claro, por supuesto.

Misha se acercó al sofá junto a Eina y comenzó a llorar. Enterró su rostro en el hombro de Eina e intentó ahogar sus sollozos.

Ese día, mientras abrazaba a su amiga, Eina también lloró.

Gracias a Misha, se permitió llorar y finalmente comenzó a lamentar la muerte de Maris.

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