Assassins Pride (NL)

Volumen 1

Lección 04: Los que no Duermen

Parte 4

 

 

El museo conmemorativo Cent Morgana estaba dividido en 6 áreas para cada categoría de los objetos a exhibir. Para que los visitantes pudieran realizar sus visitas sin contratiempos, parecia estar estructurada de forma que el área continuara en una forma de dona con la entrada como punto de partida, y al darle una vuelta al interior del museo regresarías hasta la entrada.

–Parece que hay una salida de emergencia en la tercera área. Vamos allí.


Comprobando su ubicación actual en el mapa de una guía, Melida comenzó a caminar rápidamente. Sin embargo, Elise, quien estaba siendo jalada por ella, no dejaba de sollozar. Sin embargo, en esta situación en la que había sido secuestrada por Licántropos no podía evitarse que estuviese asustada.

–¡Higu… eh… ueeeeh…!

–¡No llores, Elly! Después de todo, ¿¡Que vas a lograr con llorar!?

–Eguh… pero…

Cuando Melida detuvo sus pies, rodeó su mano por la espalda de Elise y la abrazó.





–¡Vamos, yo estoy contigo después de todo! ¿¡Cierto!?

Elise, mientras dejaba caer sus lágrimas en el hombro expuesto de Melida, la abrazó con fuerza.

Después de estar un tiempo así, dejó escapar un fuerte sollozo.

–… Si.

–Muy bien.

La verdad era que Melida también estaba inquieta, pero si ella misma vacilaba, Elise se asustaría más. La idea de apoyar a su prima se volvió el propio apoyo de Melida.

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Nuevamente ambas comenzaron a caminar tomadas de la mano. Desde todas partes dentro de la oscuridad los sonidos de los pasos de los secuestradores resonaban llevándolas al límite del terror, pero, Elise ya no estaba llorando.

–Como pensé, no puedes sacártelo.

–… Imposible. No puedo sacar <Mana> en absoluto.

Elise estaba mirando con desagrado la extraña venda que estaba enrollada en su muñeca derecha. Pensaron que siendo una <Paladín> era posible, pero de alguna manera parece que fué una esperanza vacía.

Contra el grupo de secuestradores en que hombres vestidos de negro armados y Licántropos se mesclaban, ahora que estaban al nivel de una persona normal no podían tener muchas esperanzas. La oscuridad que rodeaba los alrededores parecía ser una metáfora de su situación actual. Para Melida no existía la opción de detenerse.

¡Si Sensei estuviera en mi posición, absolutamente no se rendiría!

Si era su tutor privado quien poseía esa despiadada fuerza, esa fiereza como una hiena y además una pared absoluta que podría decir que era de diamante, no habia error en que abriría un camino con métodos que ni siquiera podría pensar. Si se hacía llamar su discípula, debía procurar mantener una conducta que no lo avergonzara.

Pensando en Kufa, levantó su cabeza. Tal vez porque sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad, poco a poco se fue haciendo clara la imagen de los alrededores. Y pudo observar numerosos artículos exhibidos en cajas de cristal.

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–Hey, esto… ¿¡No son armas!?

Melida se acercó hacia uno de los exhibidores de cristal. Allí estaban colocadas espadas cortas incrustadas de joyas, tridentes, y armas de fuego como las usadas por la clase <Artillero>. Al parecer ese lugar era el área en que estaban siendo presentadas las armas que se usaron y construyeron en el pasado.

Sin embargo, Elise, quien estaba alineada al lado de Melida, dijo con su tono de siempre.

–Pero en estas armas… no se siente la divinidad. Creo que no servirán contra los Licántropos.

–Uu, es así, ¿No…? U~n, de cualquier manera, lo que ahora necesitamos son armas.

Mientras se estrujaba la cabeza, Melida inspeccionó el interior de una de las cajas sin rendirse.

Lo más importante para las armas usadas por los <Usuarios de Mana>, más allá de la nitidez o resistencia, era el porcentaje de afinidad con el <Mana>. Ya que los Licántropos que eran los enemigos de la humanidad, eran inmunes a todo excepto a los ataques que usaran <Néctar> o <Mana>. Para escapar de ellos y abrir la salida de emergencia, debían conseguir armas que poseyeran la divinidad adecuada para eso.

Lo que estaba dentro de su rango visual, más allá de armas sin municiones u objetos filosos sin nada inusual, seria—

Pensando hasta allí, repentinamente una idea aparecía en la cabeza de Melida.

Cuando giró su rostro hacia un lado, Elise quien era mirada fijamente inclinó la cabeza.

–¿Que?

Sin responder a su pregunta, Melida se agachó a sus pies. Como prueba, intentó estirar el dobladillo del vestido hacia ambos lados, pero, como esperaba era un producto de primera categoría, ni siquiera uno de sus hilos se desprendió.

Con eso dicho Melida miró a sus alrededores y fijó su mirada en un poste que estaba a la mano. Desprendiendo la cuerda de “no pasar”, eso que estaba hecho de metal de un metro de largo, lo levanto por sobre su hombro.

Y entonces sin darle tiempo a Elise de sorprenderse, lo golpeó contra el exhibidor de cristal.

El sonido de ruptura que parecía perforar sus oídos resonó por todo el corredor.

–¿E-Está bien hacer eso…?

Ajena a Elise quien cubría sus oídos sorprendida, Melida tomó prestada una daga corta desde el interior de la caja rota. Y entonces, agachándose nuevamente a los pies de Elise, abrió un agujero en una parte del dobladillo.

Con su falda siendo destrozada en pedazos, las mejillas de Elise se tornaron rojas.

–¿Li-Lita?

–Sensei me enseñó: “Lucha usando todas las posibilidades de los alrededores. Permanece con vida incluso destruyendo el mundo si es necesario”—también tomaré prestado esto.

Rasgando una parte del vestido construyó una tela y la enrolló en la punta del poste. Lo siguiente, tomando la tiara del cabello de Elise, comprobó las piedras preciosas que estaban incrustadas en ella.

Piedras de Ignición del Espíritu de las Llamas—esas eran joyas del grado más alto y albergaban una divinidad igual al <Néctar>. Cuando se golpeaba con algo duro, los fragmentos que se desprendían se convertirían en brazas altamente calientes.

Y entonces, estaba la tela de “Ave de Fuego” de la cual estaba compuesto el vestido de Elise. Como material, tambien era un artículo raro del rango más alto, además las plumas del “Ave de Fuego” el cual se decía que podía vivir miles de años también albergaban divinidad. Si hacia una antorcha con esas cosas, limitado a lo que podía pensar ahora, podría hacer la mejor arma.

No sabía cuánto efecto tendría contra ese grupo, pero seguramente tenia valor intentar hacerlo.

–Elly. Ya que es peligroso aléjate un poco—

Diciendo eso, Melida se dió cuenta.


Detrás de Elise, en algún momento una sombra extraña se había acercado.

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En el momento en que se dió la vuelta, ya era demasiado tarde, Elise había sido golpeada contra el piso. Frente a los ojos de Melida quien intentó correr hacia ella, sombras negras la obstaculizaron.

Siendo agarrada fuertemente por el cuello, Melida fué empujada boca arriba.

–¡Kahah…!

Golpeándose la parte posterior de la cabeza, el interior de su cerebro se entumeció.

Quienes empujaban a Elise y Melida, eran dos <Cabezas de Calabaza>. Habían descubierto su ubicación por el sonido al romper el exhibidor de cristal. Melida no había notado su presencia en absoluto.

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–¡Li-Lita…!

Con su cabeza siendo empujada con fuerza, Elise no parecía poder moverse. Melida también intentó en forma desesperada liberarse, pero solo logró que la fuerza de agarre que oprimía su cuello se volviera más fuerte.

–¡A… ha…uu, ku…!

Gemidos exprimidos, se filtraban desde sus labios.

Su mente perdía su lucidez y sus pensamientos iban desapareciendo. Desde el punto que estaba en contacto con la mano del <Cabeza de Calabaza>, sus sensaciones iban desapareciendo, como si se estuviese convirtiendo en piedra. Cuello, torso, hombros, extremidades, su fuerza desaparecía rápidamente y cuando finalmente solo restaba su palma—sintió un fuerte calor.

–… ¡¡…!!

La luz regresó a los ojos de Melida. Justo como en ese momento, esa noche, en el momento en que estaba al borde de la muerte por la medicina que despertaría su <Mana>, o en el momento cuando fué arrinconada por Nerva Martillo durante el torneo público.

En el momento en que Melida estaba acorralada en un dilema en el que no podía hacer nada, junto con el calor de su palma que claramente parecía estar siendo envuelta, la voz de esa persona le gritaba a su propio corazón resignado.

Vive, vive, vive, vive, vive.

—¡¡Vive!!

— —¡¡…!!

Abriendo sus ojos, Melida levantó su brazo tembloroso.

La tiara que estaba agarrada en su mano derecha, la golpeó con toda su fuerza contra el piso de piedra.

Muchas, muchas, muchas veces la golpeó y el sonido que producía resonaba fuertemente en los alrededores.

Finalmente, un pedazo de la piedra de ignición que se desprendió, comenzó a arder apresuradamente.

Llevando el fuego hacia la antorcha improvisada que estaba en su mano derecha, las brillantes llamas se hincharon aún más.

¿¡Giiiih!?

Melida no dejó pasar el instante en que la <Cabeza de Calabaza> retrocedió con sorpresa.

— —¡¡Haah!!

Levantando la antorcha dejando escapar un grito de guerra, empujó la punta hacia la parte hueca del traje de la
<Cabeza de Calabaza>. Con su rostro siendo quemado por las llamas desde adentro de su cabeza, la <Cabeza de Calabaza> retrocedió dejando escapar un chillido estruendoso.

Cuando Melida se levantó de un salto con su respiración agitada, golpeó con su antorcha a la <Cabeza de Calabaza> que estaba empujando a Elise.

–¡Aléjate de Elly!

Cuando la <Cabeza de Calabaza> tomó distancia, Melida tomó posición con su antorcha dirigiéndose a su rostro.

–¡Vamos! ¡Ya que voy a darte de comer, abre la boca como idiota!

Escuchando esas palabras, la <Cabeza de Calabaza> tampoco se quedó sin hacer nada. En pánico cerró su boca y además se la cubrió con ambas manos. Apuntando a ese instante, Melida dió un paso.

–¡Tus ojos están abiertos!


Las aperturas de su cabeza no eran solo su boca. Penetrando certeramente la parte de su ojo derecho, lo quemó desde adentro sin piedad. La <Cabeza de Calabaza> de un ojo también se volcó sobre el suelo chillando y serpenteando.

–¡A ustedes ya… no les tengo miedo!

Diciéndolo de golpe, Melida fué a ayudar a Elise. Ya no era una situación como para seguir siendo cautelosas, comenzaron a correr sin preocuparse por el sonido de sus pasos.

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–Lita, eres increíble…

–¡Esto no es nada!

Con su antorcha en su mano derecha y jalando la mano de Elise con su mano izquierda, corrió llegando hasta la tercera área. En ese lugar que estaba posicionado en el lado opuesto a la entrada, había una salida de emergencia.

–¡Ahí está!

En la parte más profunda separada por una cuerda roja, pudo ver dos puertas. Sin embargo, eran de metal. Existía la posibilidad de que también tuvieran cerrojo, pero habiendo llegado hasta ese punto no podían detenerse.

Mirándose mutuamente con Elise, aceleró aún más sus pasos. En el momento en que le faltaban diez pasos hasta la puerta,

–Es asombroso lo dura que eres, princesa.

Junto con esa voz repentina, la oscuridad frente a ellas se fue aglutinando.

El espacio se distorsionó y desde el interior de eso, un joven alto apareció. Vistiendo un abrigo, un hombre envuelto en vendas. Es decir, el líder de los secuestradores que las capturaron.

Su cuerpo se tensó sin darse cuenta, pero en ese momento, recordó la sensación de la antorcha que sujetaba en su mano derecha. Siendo un Licántropo, antes había terminado de comprobar el hecho de que las llamas divinas eran su punto débil debido a su actitud.

–¡Yaah!

Melida, sin detenerse, lo atacó decididamente. Pero justo antes de golpearlo, la figura del hombre desapareció y la antorcha barrió algo similar a niebla negra.

–Por aquí.

Una voz llegó desde su espalda y tanto Melida como Elise se voltearon sorprendidas. Entonces, esta vez perdieron sus palabras.

En algún momento sin que se dieran cuenta, a la espalda del hombre vendado, siete, ocho sombras negras, en otras palabras, todos los miembros del grupo de secuestradores se habían reunido. El hombre vendado sin mover una ceja, dijo.

–Sabes Melida-chan, ya que voy a hacerte el favor de convertirte en <Paladín> después de tanto esfuerzo, ¿Qué razón tienes para huir?

–… ¡Ya, tengo la misma magnifica Clase que sensei! ¡No tengo necesidad de ser una <Paladín> o algo asi!


–Ya veo.

Con un aire de resignación ante la insistencia de Melida, el hombre vendado se rascó la mejilla.

–Por cierto, esa puerta de emergencia que está detrás de ustedes tiene cerrojo, hagan lo que hagan no podrán abrirla.

–Kuh…

No era como si Melida se rendiría porque le dijeran eso.

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