Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 10

Capítulo 9: El Sueño del Monstruo

Parte 9

 

 

Una serie de estridentes explosiones y ondas de choque estallaron en el otro lado del campo de batalla.

Bell lanzaba un ataque tras otro contra el hombre que tenía delante mientras las fuertes vibraciones golpeaban sus tímpanos.


–¿De verdad eres Lv. 3, chico? Tienes unos pies bastante rápidos.

–… ¡…!

El hombre con gafas de protección giro la Lanza roja de dos metros, desviando cada golpe con facilidad.

En pocas palabras, los ataques de Bell no habían causado ni un rasguño en el cuerpo de Dix. El hombre había evitado cada golpe de la loca carrera del chico.

Con los sangrientos rugidos de los Xenos detrás de él, el hombre con gafas de protección obligó al chico a regresar con una serie de devastadores golpes de su Lanza.

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Ambos se separaron por un breve momento.

–Lo que dijo ese Mago es verdad. Mi Maldición hace que mi <Estado> caiga como una roca.

–… ¡…!

–No puedo evitar que todo se sienta lento y pesado.

Era como si el hombre pudiera ver dudas en los ojos de Bell, preguntándose si realmente estaba debilitado de alguna manera. Entonces, Dix reveló el costo de <Phobetor Dedalo> directamente.

El oponente de Bell normalmente tenía fuerzas para enfrentarse cara a cara con Aventureros de Primera Clase.

Incluso si su <Estado> había disminuido en un Nivel completo—todavía era Lv. 4.

El rostro del chico se tensó, pero él ya sabía la diferencia en sus <Estados> y se apoderó de sus Dagas sin temor. Luego lanzó su ataque de nuevo.

–Simplemente iba a perder el tiempo un poco, pero parece que no tengo otra opción. El rumoreado novato está a la altura de los rumores.

Pero él se estaba aburriendo.

El hombre con gafas de protección sonrió.

–¿Listo para mi turno?

Preguntó ligeramente.

Había terminado de jugar, y la punta de la Lanza repentinamente ataco con intención asesina.

–¿¡…!?

El increíble impacto mando a volar a <Ushiwakamaru-Nishiki> de las manos de Bell.

Mientras la corta Daga carmesí giraba en el aire, la perversamente curvada punta de la Lanza carmesí ya había vuelto a la ofensiva.

–¡Kuh!





Él la esquivó por un pelo.

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Bell siguió torciendo la parte superior de su cuerpo mientras mechones de su cabello blanco caían, usando su impulso para girar hacia Dix con la <Daga de Hestia> en un agarre inverso.

–Eres bastante astuto, ¿Verdad, chico?

–¡Gahh!

Sin embargo, Dix se giró hacia él, conduciendo la punta de su Lanza hacia el rostro de Bell en el camino.

El golpe del chico golpeo solo el aire vacío, y su rostro ardía de dolor. El mundo se sacudió por un segundo para Bell, pero se apresuró a volver a orientarse. Plantando sus pies, se giro para mirar a Dix, quien ya estaba detrás de él.

— —¿¡…!?

Lo primero que vio fue la punta de la Lanza carmesí llegando directamente a sus ojos.

Vislumbrando la malvada mueca del hombre, Bell usó toda la Fuerza que poseía para forzar a la <Daga de Hestia> hacia arriba y golpear el arma hacia un lado.

–¡¡Hahahahahahahahahahaha!!

La punta de la Lanza había sido desviada, pero giró en el último momento y cortó al chico. La risa de Dix acompañó el ataque. Él le había advertido a Bell; en efecto era su turno en la ofensiva.

La larga Lanza parecia curvarse en el aire, golpeando como una serpiente con los colmillos descubiertos. Aumentó su embestida contra el chico, quien se vio obligado a defenderse con solo la <Daga de Hestia> y movimientos rápidos y cambios de posición. No había un patrón—Bell no tenía idea de dónde vendría el próximo ataque.

Además, el hombre combinaba algunas violentas patadas con sus implacables ataques, haciendo que el chico perdiera el equilibrio y haciendo que el siguiente ataque fuera aún más difícil de predecir.

Bell fue empujado más atrás por la Lanza del hombre y su agresión desenfrenada y salvaje.

–¡¡Fue un placer conocerte!!

El hombre empujó la Lanza hacia adelante para acabar con el chico tambaleándose.

Bell vio venir la punta de la Lanza—y sus ojos brillaron.

—¡Funcionó!

Su mano izquierda libre se balanceó detrás de su espalda, y un instante después, un arco carmesí brotó de una funda.

Se estrelló contra la lanza de Dix con una fuerza increíble.

–¡¡…!!

Los ojos rojos debajo de las gafas de protección de cuarzo ahumado se abrieron completamente.

Era la <Ushiwakamaru> de repuesto, acompañada de una técnica que había aprendido observando a la <Princesa de la Espada>: cebo y contraataque.

Bell recordó las vigorosas sesiones de entrenamiento junto a una chica Amazona en la parte superior de la muralla de la ciudad justo antes del <Juego de Guerra> y mostró una apertura cuando estaba en clara desventaja.

“Su guardia es más baja cuando el golpe final está cerca.”

Mientras las palabras de la persona que admiraba volvían a aparecer en su mente, el cuerpo de Bell se volvió borroso. La primera Daga carmesí le permitió esquivar la punta de la Lanza por un fino margen, y se acercó a su oponente que forcejeaba.

La debilidad de una Lanza era la fuerza de su Daga—el rango cercano. Bell se movió para aprovechar al máximo su arma.

Sin embargo—

— ——

Dix, quien debería haber estado con los ojos abiertos de sorpresa, estaba sonriendo con confianza.

El hombre sostenía un Cuchillo de Combate, lo suficientemente grande como para ser confundido con una Espada Corta, detrás de su espalda, oculto de la vista de Bell.

Un destellante arco brilló desde el lado opuesto a la Lanza, quemando una imagen en los congelados ojos rojo rubí del chico.

Era como si el hombre hubiera copiado la técnica de Bell, sacando una espada de la cintura y balanceándola hacia el estómago expuesto de su oponente.

Fue un contraataque perfecto. La punta del Cuchillo de Combate se elevó hacia arriba.

–¡¡…!!

Cayendo en su propia trampa, Bell inmediatamente se forzó a agacharse con toda la fuerza que pudo reunir.

–¿Oh?

Su línea de visión cayó justo cuando el golpe destinado al estómago del chico fue desviado hacia el pecho.

La punta del Cuchillo de Combate se detuvo contra su peto. La armadura plateada bloqueó el arma de Dix con un fuerte *Clang*.

–¡Hahaha! ¡Tienes una buena armadura allí!

–¡Urgh!

Todavía recuperándose del impacto en su pecho, Bell fue lanzado de regreso por una patada frontal.

Mientras ríos de sudor le cubrían la piel, Bell se ajustó el peto con su mano derecha, sin soltar la <Daga de Hestia>.

¡Welf…!

El herrero se había jactado de la doble Adamantita mezclada en la quinta encarnación de <Pyonkichi>.

“Vertí mucho dinero en ese lingote metálico. Será mejor que no la rompas”, dijo el pelirrojo con una sonrisa. Bell silenciosamente le agradeció por la armadura desde el fondo de su corazón.

Esa armadura lo había protegido del golpe mortal de un enemigo, salvándole la vida.

–Bien hecho, chico. Aquí viene el siguiente.

Dix ataco de nuevo, con sus labios curvandose en una sonrisa.

Bell no tuvo más remedio que defenderse contra su enemigo que empuñaba una Lanza, y había devuelto su cuchillo a su funda.

—Es fuerte.

La habilidad y las tácticas de Dix nunca desaparecerían, sin importar cuánto cayera su <Estado>.

Por supuesto que no. Se habían desarrollado en combate real, a partir de la experiencia real.

Sin importar qué tan cerca estuviera el <Estado> de Bell, incluso si su mejor arma, su Agilidad, era comparable, la cantidad de experiencia que los separaba a ambos era insuperable. En resumen, el cazador Dix Perdix era fuerte, incluso sin su poderosa Maldición.

Bell se dio cuenta dolorosamente de ese hecho mientras el eje de la Lanza lo tiraba al suelo.

La imparable invasión de la ardiente desesperación comenzó en los dedos de sus pies y las puntas de sus dedos, de forma muy parecida a cuando se enfrentó a Friné.

–¡Gah!

Aunque Bell logró salir de la trayectoria del arma, la punta de la Lanza carmesí aún asi talló un corte en su mejilla.

Un momento después, Bell estaba de pie e intentando ganar distancia cuando—

–¡Caliente…!

El intenso y ardiente dolor en su mejilla hizo que todo su cuerpo se estremeciera.

–Cuidado. Un mal golpe de esta Lanza… y estarás muerto en el acto.

Dijo Dix con una sonrisa, levantando la ominosa Lanza perversamente curvada hasta el nivel de sus ojos.

–Le pedí a un Mago que la personalizara. Tiene una Maldición incorporada. Lo que sea que corte no sanará, ni siquiera con pociones o Magia. Mientras la Maldición esté intacta, de todos modos.

–¡…!

El shock estaba escrito en todo el rostro de Bell. Otra ola de sudor frío corrió por su cuello al mismo tiempo.

Sin importar cuántas veces Bell limpió la sangre, no se coagulaba. La declaración de Dix era verdad. La sangre goteaba de su mejilla, manchando su piel y su armadura de rojo.

No había forma de recuperarse ni siquiera de un solo golpe; realmente era un Arma Maldita.

Bell apretó los dientes ante la Magia carmesí que agravaba sus heridas.

—¿No he visto esto antes?

Le echó un vistazo al reflejo de la herida en la hoja de su Daga.

Estaba perplejo ante el recuerdo punzando en el fondo de su mente.

–Sin importar cuántas veces ponga en su lugar a esos monstruos, se curan tarde o temprano. Es mucho más fácil si los cortas tanto que no puedan moverse y las heridas nunca sanen.

Los ojos de Bell brillaron al escuchar a Dix explicar casualmente su horrible método.

–¿Podría ser… ese Barbarian en la Calle Dédalo…?

Detrás del orfanato. Él y Seal habían entrado en un túnel subterráneo después de que los niños les pidieran que hicieran una misión.

Bell recordó el monstruo de gran tamaño contra el que luchó en la oscuridad.

–Hey, ¿En serio, chico? ¿¡Te encontraste con eso!?

Bell observó, estupefacto, como Dix casi estallaba en carcajadas.


–Así es, atrapamos a ese grande. Lo corté realmente bien con esta Lanza, pero… escapó de mis subordinados idiotas antes de que pudiéramos sacarlo.

–… ¡…!

–El maldito túnel se derrumbó durante la persecución y se escapó. Tambien seguimos buscando. No podía dejarlo ir exactamente.

Ese cuerpo grande y manchado de sangre había tenido innumerables heridas sangrantes y, sin embargo, ninguna mostraba signos de cerrarse.

Sus aullidos estaban llenos de ira, dolor y sufrimiento.

Bell se había sorprendido por el “lamento” del monstruo.

¿Ese Barbarian también era un Xenos…?

–Esa cosa nos causó muchos problemas, así que hemos estado matando inmediatamente a todos los grandes desde entonces, pero… Así que lo eliminaste por nosotros. Gracias por la ayuda, <Pequeño Novato>.

Un escalofrío recorrió las venas de Bell debido al hombre sonriendo y riendo frente a él, quien era mucho más aterrador que cualquier monstruo o incluso el propio Calabozo.

El “maldad” que Ryuu mencionó tenía que ser algo como esto.

Una indescriptible sensación de frío envolvió el cuerpo de Bell.

–Por qué…

–¿Hm?

–¿Por qué lastimas a estos monstruos…?

Las palabras salieron de la boca de Bell antes de que lo supiera.

–Te dije que necesitaba dinero, ¿Verdad?

–¿Eso… eso realmente es todo…?

¿Cómo fue capaz de seguir infligiendo tanto dolor en los Xenos después de escuchar el lamento que Bell había escuchado?

Con los rugidos de los monstruos llenando sus oídos, Bell se inclinó hacia adelante y exigió una respuesta.

–…


Dix cerró la boca por un momento mientras las palabras del chico flotaban en el aire.

Puso una mano sobre sus gafas de protección… y sonrió.

Esa sonrisa era diferente a cualquier otra de antes.

–<Pequeño Novato>. ¿Tienes alguna idea de por qué los descendientes de Dédalo escuchan a nuestro enloquecido antepasado desde más allá de la tumba…? ¿Entiendes por qué ha durado mil años? ¿Lo entiendes?

Bell se estremeció, sorprendido por la repentina pregunta.

Dix no esperó una respuesta.

–Porque nuestra sangre nos obliga a hacerlo.

–¿Qué…?

–Nuestra sangre nos dice que lo hagamos.

Dix dijo, empujando sus gafas de protección sobre esos grandes ojos rojos con todas sus fuerzas.

La voz del hombre alcanzó se intensifico.

–¡No se calla! ¡¡“Completa este jodidamente enorme laberinto”, dice!!

— —¡…!

–¡Ni siquiera me deja parar para tomar un respiro! ¡¡La sangre de Dedalo me obliga a regresar a trabajar!!

Era la primera vez que su voz tenía alguna emoción.

Dix ignoró el reflexivo paso hacia atrás de Bell y continuó su diatriba.

–¡Ha sido de la misma manera desde que nací en este oscuro y mugriento montón de basura! ¡¡Los planos de <Knossos> en ese diario nos obligan a trabajar hasta la muerte!! ¡¡Nadie puede escapar, no de esta maldita línea de sangre!!

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Dix soltó una carcajada que rebosaba de ira e indignación.

Bell se estremeció de miedo ante el torrente de odio en exhibición.

—Línea de Sangre Maldita.

La tenacidad del Loco Dédalo había continuado ininterrumpidamente durante casi mil años.

La inflexible obsesión que el hombre había poseído, el impulso de crear una construcción que superase al Calabozo, superaba a los Dioses mismos.

¿Era como dijo Dix? ¿La brillantez y la locura del hombre se habían transmitido a su descendencia a través de su sangre?

–Es una mierda, ¿¡Verdad!? El único que puede ordenarme—¡Soy yo!

Bell estaba atrapado entre lo que era posible y sus propias conjeturas, pero había una cosa que sabía con certeza.

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Este hombre frente a él, Dix Perdix—

—Poseía un feroz sentido de la individualidad, uno lo suficientemente fuerte como para luchar contra su sangre maldita.

–… Me encantaría que todo esto simplemente desapareciera. No estoy bromeando.

Dix comentó con frialdad, con su sonrisa inalterada como si toda su cólera acumulada hubiera sido ventilada con éxito.

–Odio este laberinto más que nada en el mundo.

Pero no podía romperlo.

La sangre no lo dejaba. La Maldición de Dédalo era demasiado fuerte.

Insistía en lo contrario, para terminar la construcción.

Dix finalmente retiró la mano de sus gafas de protección.

–Solía desahogarme de todo en el Calabozo. Odiaba el laberinto que enloqueció a Dédalo y a todos mis antepasados. Maté monstruos, simplemente los mate, los mate, los mate uno tras otro.

–… ¡…!

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–Pero por supuesto, no fue suficiente.

Entonces, Dix miró más allá de Bell hacia los Xenos que todavía luchaban detrás del chico.

–¿Cómo iba a sentirme satisfecho…? Eso era en todo lo que podía pensar, construyendo este laberinto. Pero encontramos a los monstruos parlantes en ese momento, y comenzaron las cacerías. Veamos… ah, sí. Fue justo después de que esos bastardos engreídos de Zeus y Hera desaparecieran.

Dix miró hacia abajo, riéndose para sí mismo tan pronto como las palabras salieron de su boca.

Escalofríos recorrieron a Bell una vez más mientras la ominosa y áspera risa del hombre resonaba en sus oídos.

–No eran monstruos ordinarios. Lloraban y suplicaban por sus vidas. Imagina eso. Monstruos nacidos del mismo Calabozo que convirtieron a Dédalo en un loco, rogando por piedad… Haha, todavía me molesta.

— ——

La sonrisa plasmada en el rostro del hombre cuando levantó la mirada era tan horrible que Bell quedo sin palabras.

— —¡Lo encontré por fin! ¡¡Un deseo que podía calmar la maldita Maldición!!

Dix empujo la Lanza carmesí hacia adelante con su mano derecha, cortando el aire.

–¡Mi primera prueba de satisfacción vino al hacer sufrir y llorar de desesperación a esos monstruos, tratándolos como basura! ¡¡Pude saciar mi sed y calmar mi sangre!!

–¿Qué—?

–¡Tal como mis antepasados lo dijeron una vez, persigo puramente lo que deseo!

El hombre no dejó de hablar.

–¡Oh, la rápida—y pura alegría! ¡Finalmente silenciando la sangre! ¡Ir contra ti mismo y ganar! ¡¡Ninguna cantidad de cerveza o drogas podría estar a la altura—era pura euforia!!

Bell vio la locura del hombre ante él y comprendió.

En otras palabras, no había mayor significado para lo que Dix le había hecho a los Xenos, ningún gran esquema.

Su único propósito era satisfacer sus deseos y tremendo sadismo.

Y esos feroces deseos eran lo suficientemente fuertes como para superar la Maldición de su sangre.

Lo que el hombre buscaba… era satisfacer su insaciable voluntad sádica, y todo lo que hizo era para ese fin.

Esto era completamente diferente de la batalla de Welf contra la sangre Crosso en sus venas. Era presuntuoso compararlos a ambos.

Dix había dejado de luchar contra su sangre por completo—reemplazándola con un deseo más poderoso, volviéndose más monstruoso que los monstruos mismos.

–¡¡Por eso…!!

Había hecho lo que le hizo a Wiene y a los Xenos—

Los hombros de Bell temblaban mientras veía al hombre ahogarse en su propio placer.

–¿¡Hiciste todo esto!?

La expresión de Dix desapareció en un abrir y cerrar de ojos.

–Olvídalo, chico.


— —¿¡…!?

–Nunca entenderás cómo es, tener impulsos impulsados por la sangre manejando tu vida.

Él cargó hacia adelante, apuñalando con su Lanza con una sola mano una y otra vez mientras Bell esquivaba frenéticamente para evitar que lo atravesara.

–¡¡Nunca entenderás a alguien que no puede hacer nada sobre una Maldición quemándole el globo ocular desde adentro!!

El hombre canalizó toda su furia en un barrido horizontal. Incapaz de absorber el golpe, Bell fue derribado.

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