Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 7

Capítulo 6: Anhelo de un Héroe

Parte 4

 

 

Bell había llegado al 30º piso de la torre del palacio.

Ya estaba a más de cien metros sobre el suelo. Evitando frenéticamente los ataques de las <Berbera>, subió una gran escalera.

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La intensa batalla no había durado ni siquiera diez minutos. Una vez que haya evitado la captura durante más de diez minutos, decidió renunciar sin luchar. Pero por ahora, tenía que seguir avanzando. Era su deber, su misión.

Con cada uno de sus músculos ardiendo, con cada uno de sus sentidos gritando de dolor, continuó evadiendo cada ataque que las Aventureras de Segunda Clase de las <Berbera> le lanzaban. El <Firebolt> estaba demostrando ser un escudo eficaz para el conejo blanco, mientras imprudentemente vertía toda su energía para pasar el siguiente obstáculo vivo.

Encontrando aperturas continuamente en la red que las Amazonas Lv. 3 le habían puesto, vio visiones de los rostros de Haruhime y Mikoto quemándose en su corazón.

Dejando un rastro de escaleras y paredes destrozadas en su estela, la dramática carrera de Bell continuaba mientras aún más <Berbera> se unían a la caza.

— —¡¡Fuera del caminooo!!


–¿¡…!?

Bell escucho la aterradoramente familiar voz caer desde arriba, desde el centro de la torre, mientras doblaba una esquina. Fue seguido casi inmediatamente por el sonido de destrucción que se dirigía en su dirección.

Algo grande y agudo era oscilada hacia el a alta velocidad—una Gran Hacha de Guerra. Bell se inclinó hacia atrás justo a tiempo. La punta de la cuchilla cortó unos mechones de su cabello justo delante de sus ojos.

La pesada arma continuó su camino, convirtiendo la barandilla, el piso y hasta la pared en un agujero que se hundía por otros cuatro pisos.

Un escalofrió recorrió su espina dorsal mientras Bell miraba el lugar donde había estado hace menos de un segundo, ahora nada más que fragmentos de madera y otros escombros.

Inmediatamente lo supo, ella estaba allí.

–¡Friné…!

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Bell miró hacia el camino desde el cual había llegado la Gran Hacha de Guerra. De hecho, su figura de dos metros no era difícil de detectar.

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La Amazona parecida a una rana que poseía el título de <Androctonus, la Asesina de Hombres>, miró hacia abajo a su presa con una sonrisa hambrienta en sus gruesos labios.

Fue entonces cuando Bell reconoció a alguien más parado junto a ella—una guerrera de aspecto Heroico de cabello largo y negro: Aisha.

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–¿Me extrañaste tanto que regresasteeeee? ¡Ah, qué dulceeee!

Otras Amazonas le dieron a Friné otras dos Grandes Hachas de Guerra antes de que ella entrecerrara sus ojos hacia Bell.

Un segundo más tarde, ella pateo el suelo.

— —¡…!

–¡Voy a por tiiiiii!


Bell no perdió tiempo en darse la vuelta y despegar a toda velocidad mientras Friné caía en picado hacia él.

Su ruta de escape lo llevó al pasillo principal, con puertas a muchas habitaciones que cubrían las paredes. El impacto del aterrizaje de la gigantesca Amazona casi lo derribó. Una onda de choque llena de escombros salió disparada por la puerta por la que acababa de pasar.

–Dejen que ese sapo se encargue del conejo. ¡Todas ustedes, al 30º piso!

Las agudas órdenes de Aisha estallaron a través del aire como un látigo. Sin embargo, Bell no tenía tiempo de escuchar debido a la bola de demolición acercándose desde atrás.

Con sus músculos ardiendo de dolor, el joven humano no le importaba en qué dirección se dirigía, siempre y cuando estuviera lejos de Friné.

Con sus ojos escrudiñando frenéticamente el pasillo, alcanzo a ver el horizonte nublado. Una ventana, un camino lejos de la masa de inminente fatalidad a sólo unos pocos metros de distancia. Él se precipito—cuando un silbido familiar de alta velocidad llegó a sus oídos. Otra hacha.

–¿¡…!?

–¿Vas a alguna parteeee?

La Gran Hacha de Guerra se acercaba con una velocidad cegadora.

Bell se lanzó al suelo, protegiendo su cuello y apoyándose para el impacto mientras el arma ridículamente grande destruía todo en su camino. Las paredes, el suelo, el techo y, finalmente la ventana—trozos de madera dentada llovieron sobre su cuerpo mientras el hacha pasaba por encima de él. Miró hacia arriba y vio el horizonte completo de Orario. La pared exterior había desaparecido.

No había tiempo para mirar boquiabierto el daño.

Una sombra oscura cayó sobre él donde yacía.

–¿¡…!?

Friné había cerrado la distancia en cuestión de segundos. La Amazona levantó su Gran Hacha de Guerra y la oscilo hacia abajo.

Bell rodó a su izquierda sin un segundo de demora. Un segundo más tarde y el hacha habría aterrizado justo entre sus omóplatos.

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En cambio, el arma se clavó en el suelo, haciendo que el suelo alrededor de ella se hundiera ligeramente. Friné perdió el equilibrio por un momento. Bell salto desesperadamente y empujó su brazo derecho hacia la Amazona.

No tenía el lujo de alinear un disparo o de preocuparse por su Mente restante. Bell disparó el gatillo de su Magia.

–¡¡<FIREBOLT>!!

Un infierno electrifico salió de la palma de su mano.

Se juntó para formar la punta afilada de la lanza—que Friné esquivó con un rápido retroceso.

–¡De ninguna manera…!

Bell no podía creer lo que veía.

¿El <Firebolt>—fallo?

¿¡A esta distancia!?

El rayo continuó por el pasillo, quemando las paredes mientras avanzaba. Bell quedo aturdido por que alguien tan grande como Friné pudiera evadir algo así fácilmente. Sin embargo, su blanco pretendido volvió a la ofensiva.

–¡Tienes un pedazo de Magia tramposa allí!

Con eso, su hacha se volvió borrosa mientras le lanzaba golpe tras golpe a Bell. Todo lo que Bell podía hacer en su estado de pánico era salir del camino.

Bell no pudo evitar temblar al saber que Friné era lo suficientemente rápida como para evadir un rayo sin advertencia. Su velocidad y agilidad no coincidían con su tipo de cuerpo en lo más mínimo.

No tenía ningún sentido.

Incluso cuando evadía el arma, el contragolpe de la presión del aire cortaba su piel. El verdadero poder de los Aventureros de Primera Clase lo golpeo.

–¿Ya terminaste?

Friné continuó volando trozos del amplio vestíbulo mientras obligaba a Bell a entrar en el centro de la torre. Las paredes, el techo y el piso tenían hendiduras profundas, las marcas de garra de una bestia enloquecida. Las costosas alfombras y las ornamentadas Lámparas de Piedra Mágica fueron completamente destruidas por el ataque de Friné. Sin embargo, ella estaba disfrutando como un gato que se negaba a matar a un ratón moribundo. Bell se había convertido en su juguete.

<Argonaut>—Bell no tenía tiempo de cargar su Habilidad. No podía concentrarse en ello y luchar contra un oponente como ella al mismo tiempo.

Perdería una extremidad en el momento en que pensara en intentarlo.

La abrumadora figura de Friné llenaba sus temblorosos ojos. Su as en la manga, el único plan de respaldo, no funcionaría. Sólo quedaba una opción. Bell desenvaino a <Ushiwakamaru-Shiki> para usarlo con la <Daga de Hestia> para poder atacar—no, para poder defenderse—con un estilo de doble hoja.

–¡KU!

Sacudiendo su miedo, se las arregló para guiar un golpe lateral del hacha más allá de su cuerpo.

Con eso se produjo una serie de ataques ineludibles, que le trajeron visiones de una Amazona diferente, la Berseker Tiona, y sus enormes espadas durante su entrenamiento en la muralla de la ciudad. Al igual que hizo entonces, Bell tomó una posición defensiva y desvió el arma entrante fuera del camino.

Los agudos chirridos metálicos sonaban cada vez que chocaban las armas. Ráfagas cortas de chispas ardientes acompañaban a los gritos de <Ushiwakamaru-Shiki>.

Sin embargo, Bell fue rápidamente dominado y pateado más lejos por el pasillo cuando era más vulnerable entre los golpes.

–¡GEGEGEGEGEH! ¡¡Así que puedes bailar!!

Friné felicitó al joven humano mientras el caía hacia atrás.

Girando hacia atrás dos, tres veces, Bell salió del pasillo y entró en una habitación más grande antes de detenerse.

Con su cuerpo cubierto de cortes, sudor y moretones, Bell se levantó de un salto.

Lo que vio después hizo que su sangre se helara.

–¿¡Aisha-san…!?

La habitación estaba completamente llena de <Berbera>. Bell había sido llevado a una trampa y ahora estaba rodeado por todos lados.

La Heroica guerrera Amazona estaba parada, sosteniendo su Gran Espada de madera favorita contra su hombro, con la mirada fija en el chico.

–… Lo hiciste bien, llegando tan lejos.

Aisha estaba parada frente a una escalera que conducía a un piso más alto, su era voz lo suficientemente fuerte como para resonar en toda la habitación.

Una onda de choque resonó en el piso un segundo después. Friné había llegado.

Esta habitación en particular estaba decorada con obras de arte en las paredes y pilares ornamentados que enmarcaban cada una de las ventanas de techo alto. Con Aisha resguardando el camino y Friné impidiéndole dar la vuelta, Bell no tenía a dónde correr. Eso habría sido lo suficientemente malo sin las incontables otras Amazonas que lo rodeaban, rebotando sus armas contra sus hombros con anticipación.

¡Oh, mierda…!

Bell se maldijo a sí mismo mientras buscaba desesperadamente otra salida. Su mente se aceleró casi al punto de estallar cuando de repente—

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–Retrocedan, todas ustedes.

Una poderosa voz llego desde lo alto de la escalera.

Cada par de ojos en la habitación se movió en esa dirección con sorpresa. Lenta pero seguramente, la figura de una Diosa de piel bronceada, con un nivel de belleza incomparable, descendió a la habitación con una pipa oriental en la mano. Un dulce perfume lo suficientemente fuerte como para conducir al más fuerte de los mortales a la locura entró en la habitación antes que ella.

Envolviendo a Bell, parecía quemarlo desde de su nariz. Sus ojos rojos rubí sin pestañear fueron atraídos hacia su cuerpo como imanes.

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La Diosa de la Belleza Ishtar seducía a cualquier observador con su figura divina, sin embargo, estaba muy complacida viendo la reacción de Bell mientras continuaba fumando.

–¿C-Cuál es el significado de esto, Ishtar-sama? ¿Retroceder?

Friné no perdió el tiempo en expresar su disgusto con su Diosa. Ishtar miró a su imponente dependiente mientras su asistente Tamuz bajaba las escaleras detrás de ella.

El rostro de rana de la Amazona se volvió rojo profundo, y las venas palpitaban en su frente.

–¿No me escuchaste, Friné? Dije que retrocedan.

Sus ojos negros amatista sin emoción destellaron. Sus palabras transmitían un sencillo mensaje de su voluntad divina: obedecer.

Las esquinas de la ancha boca de Friné se contrajeron.

Era la primera vez que Bell había visto una pizca de miedo en sus ojos.

–Todas ustedes, al Jardín Flotante. Sus cabezas rodarán si el Ritual de la <Piedra Asesina> falla de nuevo.

Las <Berbera> completamente abrumadas envainaron sus armas. No tardaron mucho en desaparecer de la habitación.

Salieron una a una. Los párpados de Aisha se hundieron mientras miraba a Ishtar por un momento antes de darse la vuelta y seguir a sus parientes fuera de la habitación. Justo cuando alcanzó la puerta, miró por encima de su hombro a Bell, con su largo cabello balanceándose.

Friné chasqueó la lengua con frustración. Ella fue la última en irse. Unos pocos segundos después, puso un pie delante del otro y abandonó la habitación.

Bell dejo escapar un momentáneo suspiro de alivio. Sus pensamientos inmediatamente fueron a Mikoto y Haruhime. Se dio la vuelta para irse, pensando en ayudarles a evitar más peligro—cuando Tamuz lo asustó sin sentido.

La mirada del hermoso hombre bronceado de cabellos negros lo dominó.

–Pequeño mocoso, he venido hasta aquí para conocerte. Es grosero darme la espalda.

Con gotas de sudor derramándose por su rostro, Bell se quedó inmóvil mientras observaba a la Diosa de la Belleza descender lentamente las escaleras restantes.

Ishtar se acercó a Bell, con una fina sonrisa en sus labios. El cuerpo de Bell se dio la vuelta en su dirección.

–Ishtar… -sama…

Ella estaba a su altura, con sus ojos en el mismo nivel. Bell no pudo ocultar su desconcierto mientras la Diosa se acercaba aún más.

Dos contra uno. No, los Dioses y Diosas eran físicamente débiles y no podían luchar por sí mismos. En realidad, era uno contra uno, Bell contra Tamuz.

Los amplios ojos de Bell saltaron de un lado a otro entre la Diosa y el humano que estaba justo detrás de ella. Podría haber sido una orden directa de su Diosa, pero el chico aún no podía entender por qué Friné y las demás se fueron sin decir una palabra—hasta ahí llegó su tren de pensamiento antes de que la Diosa se detuviera.

–Muy impresionante, niño de Hestia. Tienes más agallas de lo que pensaba, ofreciéndote como distracción e irrumpiendo así.


En realidad, la columna vertebral de Bell no paraba de temblar ante su presencia.

Un cuerpo seductor, una voz que derretía sus orejas, un aroma dulce y unos ojos seductores.

Bell cayó ante toda la fuerza de la belleza divina e inmediatamente comprendió la razón por la que las Amazonas habían renunciado tan fácilmente.

Ya había sido atrapado por una belleza que ningún mortal podía resistir.

Las Amazonas lo sabían: el destino de Bell ya estaba decidido.

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