Dungeon ni Deai wo Motomeru no wa Machigatteiru Darou ka (NL)

Volumen 6

Capítulo 4: Aquellos que se Reúnen

Parte 6

 

 

Hestia y Lili se reunieron con los otros en la base de la torre principal y salieron de las instalaciones de almacenamiento de vinos de la <Familia Soma>.

Miach había estado esperando a una cuadra de distancia en caso de emergencia. Uniéndose al grupo de más de diez, todos corrieron juntos a través de los callejones.


–Lili está muy arrepentida por los problemas que ha causado… Gracias.

–Todo está bien…

–No pienses en eso, Lili-dono.

–Así es… Es bueno verte de nuevo.

Naaza, Mikoto y Chigusa—con sus ojos ocultos detrás de sus flequillos como siempre—respondieron a la disculpa de Lili.

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Welf y el enorme Ouka, sosteniendo una Gran Espada y un Hacha de Batalla sobre sus respectivos hombros, tenían su propia conversación junto a las chicas.

–Ese cable, ¿Lo trajiste contigo?

–Nah, lo encontré en esa torre. Pensé que podría ser útil, así que lo recogí.

El sol parecía sonreírles mientras todos celebraban el éxito de su misión.

Lili se acercó a Hestia.

–Pero, Hestia-sama, Lili no entiende cómo puede hacer una diferencia en el <Juego de Guerra> por si misma…

Hestia sonrió ante su confusión y luego volvió a mirar el camino que había delante.

–No exactamente.

Hestia negó con la cabeza mientras Miach hablaba.

–No estarás sola.

Lo único que habían hecho era aumentar la confusión de Lili. Ella inclinó la cabeza en su dirección y Miach le devolvió la sonrisa. Sintiendo otra mirada en ella, Lili miró hacia otro lado para ver a Mikoto con una mirada muy decidida en sus ojos.

Incluso Welf le estaba sonriendo.

El grupo llego a una intersección de cuatro vías.

–Nos vemos más tarde, Lili-enana.

–… Hestia-sama, nos despedimos aquí.

Welf se apartó del grupo y se fue por el camino de la derecha. Ouka, Mikoto y Chigusa llevaron a su grupo por el camino de la izquierda.

Miach, Naaza y Lili los vieron alejarse del centro de la intersección mientras una brisa repentina atravesaba el callejón.

Hestia quitó su cabello negro de sus ojos con su mano derecha.

Miró hacia el cielo azul, donde el viento soplaba en una nueva dirección.

***

 

 

–Hmmm—gaaah…

Takemikazuchi gruñó.


Estaba caminando de un lado a otro dentro de su propia habitación, en un antiguo edificio diseñado para alojar a varias <Familias>, construido al lado de una calle estrecha. El Dios vivía junto a su <Familia> de seis miembros; este edificio era su hogar. Con los brazos cruzados frente a su pecho, tenía una expresión de preocupación.

–El <Juego de Guerra>… Quiero ayudar a Hestia, pero…

El Gremio ya había anunciado los detalles del <Juego de Guerra>. Takemikazuchi sabía muy bien que era un estilo de ataque al castillo y todo lo que implicaba.

Su buena amiga necesitaba fuerza militar y quería ayudarla. Pero estaba en un dilema.

¿Debería transferir a uno de sus propios dependientes a la <Familia Hestia> con una ceremonia de <Conversión>, o no?

–Es imposible para Miach. Sólo tiene uno y su <Familia> se derrumbará si se va…

Sin ningún miembro, la <Familia Miach> sería disuelta por defecto y revocada por el Gremio. Miach perdería la reputación y el reconocimiento que había trabajado tan duro para ganar. También existía la posibilidad de que pudiera verse obligado a vender su casa para pagar las deudas actuales.

Takemikazuchi completó otra vuelta por su habitación, murmurando para sí mismo mientras contemplaba todas las posibilidades.

–Incluso entre mis propios niños, los únicos que podrían competir con los niños de Apolo son Ouka y Mikoto. Chigusa y los demás sólo serían una carga para ellos…

Chigusa y los otros tres seguían siendo Aventureros Lv. 1. Sólo Ouka y Mikoto tenían sentido.

–Ouka es el capitán. No puedo enviarlo…

Lo que significaba que la única opción era Mikoto—

–¿Estaría dispuesta a ir a una <Familia> diferente…?

Mikoto amaba demasiado a la <Familia Takemikazuchi>.

Siempre había tenido un fuerte sentido de la justicia y un impulso de hacer lo correcto. ¿Era capaz de traicionar a Ouka y a sus aliados? También se tenía que considerar la misión que les había dado su ciudad natal en el Lejano Oriente—Mikoto nunca la abandonaría.

–Tendré que encontrar alguna manera de convencerla… Después de todo, soy yo quien quiere ayudar a Hestia… Pero espera, si lo hago… Ghaaaaaa…

Takemikazuchi se detuvo en medio de la habitación y se rascó la cabeza con ambas manos mientras gemía hacia el techo.

Atrapado en un ataque de indecisión muy indecorosa, casi no escucho el golpe fuera de su puerta.

–Takemikazuchi-sama, soy Mikoto… ¿Puedo hablar contigo?

–¡Ohh!

El Dios saltó en su lugar sorprendido por la visita de la chica.

Mikoto debió haber interpretado su sorpresa como una afirmativa y abrió la puerta con una ligera reverencia.

–… ¿…? ¿Ha ocurrido algo, Mi Señor?

–N-No. Todo está bien. No hay nada de qué preocuparse.

La chica inclinó la cabeza mientras Takemikazuchi se apresuraba a enderezar su cabello.

Forzando un aire de calma, el Dios cerró la boca y miró a su dependiente. Ella también llevaba una expresión angustiada similar a la suya.

Su sedoso cabello negro estaba atado en su estilo habitual. Sin embargo, no tenía su nivel normal de confianza, con sus hombros caídos atípicamente. Incluso sus ojos de color violeta temblaban cuando se encontró con su mirada.

Ambos se miraron el uno al otro en silencio.

Con la tensión aumentando, Takemikazuchi cedió y abrió la boca.

— —Mi-Mikoto.

— —¡Takemikazuchi-sama!

Los dos hablaron exactamente en el mismo momento.

Ambos se detuvieron, diciendo: “Mis disculpas, adelante”, y “Habla primero, insisto”, de ida y vuelta.

Mikoto fue la primera en aceptar la oferta.

Respiró hondo y estableció contacto visual con su Dios.

Un momento después, se tiró al suelo a sus pies. Realizando la técnica especial de la <Familia Takemikazuchi>, Dogeza.

–¡Por favor perdóname!

–¿Qu-Qué?

Takemikazuchi se sorprendió por la súbita súplica de Mikoto, con sus manos, rodillas y frente en las tablas del suelo.

Ella no levantó la mirada, sólo levantó su voz para ser escuchada claramente a pesar de hablar directamente en el suelo.


–¡Por favor, permíteme ayudar a Bell-dono!

Los ojos de Takemikazuchi se abrieron de golpe.

–¡A pesar de casi causar su muerte, no he hecho nada para expiar mis acciones! ¡También hice una promesa; hicimos una promesa de ayudarnos mutuamente!

El cuerpo de Mikoto se estremeció mientras su voz tomaba un tono más serio.

–Esta es mi oportunidad. No puedo abandonarlo en su momento de necesidad…

La expresión de sorpresa fue abandonando poco a poco el rostro de Takemikazuchi mientras observaba a su dependiente descubriendo su alma a él.

Con sus hombros relajados, sus brazos colgaban sueltos a sus costados.

Así que ambos llegamos a la misma conclusión…

Había estado con ella durante tanto tiempo y, sin embargo, no había previsto cómo reaccionaría ante la situación. Era una vergüenza.

Takemikazuchi hizo una mueca antes de que una sonrisa genuina apareciera en sus labios.

–Haaaa…

Dejo escapar un largo suspiro. Los hombros de Mikoto volvieron a temblar.

El Dios volvió a mirar el techo y murmuró en voz baja.

–Un año… tanto tiempo.

Mikoto miro hacia arriba con un sobresalto.

Era una regla entre <Familias>: Un niño que había sido transferido a una <Familia> diferente con <Conversión> no podía ser transferido de nuevo por al menos un año.

Mikoto comprendió inmediatamente lo que sus palabras significaban. Su rostro se hizo más y más brillante a cada segundo.

–Pero pasará. Aprende todo lo que puedas de los niños de Hestia y vuélvete más fuerte que nunca.

— —¡Sí, señor!

Mikoto juntó el puño y la palma mientras Takemikazuchi le sonreía.

Por último, le dio su emblema de la <Familia> para que se lo guardara hasta que regresara.


Mikoto Yamato se había unido a la <Familia Hestia>.

***

 

 

–…

Hefesto estaba sentada en su escritorio, examinando una daga en sus manos.

Estaba de visita una de las tiendas de su <Familia> ubicada en la Calle Principal Noroeste. En lugar de trabajar en su oficina privada, estaba centrada en esa arma en particular.

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Había una historia detrás de su creador. Un niño bastante difícil, sus habilidades habían sido bastante toscas en el momento en que forjó esta daga, pero la pasión por su oficio solo le dio un increíble potencial—esa “pasión” podía ser sentida por cualquiera que usara la daga.

Hefesto misma podía sentirla corriendo a través de ella cuando llamaron a la puerta.

–Entra.

Abrió uno de los cajones del escritorio a su lado, devolvió la daga a su funda y la colocó en su interior.

Cerrando el cajón, Hefesto levantó la vista para ver la silueta de un joven vestido con una chaqueta negra en la puerta: Welf.

–¿Qué pasa?

En lugar de responder, Welf se acercó al otro lado de su escritorio.

No mostrando ninguna vacilación, se acercó lo más cerca que el escritorio permitía y se encontró con su mirada.

–He venido a despedirme.

Cerró los ojos y continuó.

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–Me uniré a la <Familia Hestia>. Por favor, permítemelo.

Eso no era una petición de permiso, sino una demostración de determinación.

Dejar la <Familia Hefesto> significaría que se le prohibiría usar su insignia como herrero. A pesar de finalmente haber logrado su sueño de convertirse en un Herrero de Clase Alta, estaba dispuesto a perder el derecho de grabar <Ἥφαιστος> en cualquiera de sus trabajos y dejar a Hefesto atrás.

–¿Y qué te hace pensar que permitiría una decisión tan egoísta?

–Porque la Diosa que conozco y amo me regañaría si no lo hiciera.

Welf respondió sin perder el ritmo.

Hefesto no mostró ninguna emoción, su rostro continuo estoico mientras hacía otra pregunta.

–¿No querías vencer la sangre en tus venas, creando un arma que superara a las <Espadas Mágicas>?

–Mientras tenga un martillo, metal y una buena llama, puedo forjar armas en cualquier parte. Quien me enseñó eso fuiste tú.

Incluso separado de ella, él trabajaría para extender su nombre y alcanzar un lugar más alto.

Le respondió sin vacilar.

–¿Y qué fue lo que inspiró este intenso entusiasmo?

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Welf levantó la barbilla y sonrió.

–Amistad.

Por fin, una sonrisa apareció en los labios de Hefesto.

–Entonces acepto.

Hefesto se levantó de su escritorio y caminó hacia una larga fila de martillos en un estante detrás de ella.

Seleccionó uno que era del mismo color carmesí que su cabello y ojos, y lo recogió.

Se acercó a Welf, todavía parado frente a su escritorio, y le entregó el martillo.

–Un regalo de despedida. Úsalo bien.

Hefesto se despidió dándole el alma de un herrero. Welf sonrió de oreja a oreja y lo aceptó de buena gana con un arco.

–Gracias por todo.

La tela de su chaqueta negra se agito cuando se dio la vuelta para marcharse.

Dejando a la Diosa que veneraba detrás, Welf salió con confianza de la oficina.

Welf Crosso se había unido a la <Familia Hestia>.

***

 

 

–… Entonces así es como es. ¿Te importaría ayudar de nuevo?

Hermes observó de cerca su rostro mientras le preguntaba.

Estaban un poco alejados de <La Señora de la Abundancia>, dentro del edificio de madera donde vivían las empleadas. La Elfa Ryuu suspiró ante la sonrisa forzada de Hermes.

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–Dios Hermes, ¿Me estás tomando por una sirvienta?

–¡Lo siento! Pero haz esto por Seal. ¡Bell necesita tu ayuda!

–Me gustaría que te abstuvieras de usar a Seal como moneda de cambio…

–L-Lo siento, Ryuu…

–Seal, tu disculpa es innecesaria.

Tres figuras estaban juntas dentro de la habitación privada de Ryuu: Hermes, Seal y Ryuu.

Sólo quedaban unos días antes del <Juego de Guerra>. Hermes había presionado para permitir la participación externa por esta razón, para pedir su ayuda.

La condición: dicho forastero debía pertenecer a una <Familia> fuera de Orario—debía tener la <Gracia> de un Dios fuera de sus muros. Puesto que la Diosa de Ryuu, Astrea, no había estado en la ciudad por algún tiempo, no habría ninguna objeción a su participación.

Hermes se sentía un poco culpable por ser directamente responsable de forzar a Bell y a Hestia a entrar en el extremadamente desventajoso <Asedio del Casillo>, y ésta era su manera de ofrecer su ayuda.

–Si lucho, hay una alta probabilidad de que mi identidad sea revelada durante el <Juego de Guerra>.

–No te preocupes por eso. Convenceré a todos que viniste de algún lugar al otro lado de las montañas antes de que comience la batalla. Nadie creerá que eres una camarera en un bar una vez que haya terminado con ellos.

Varios acontecimientos en el pasado reciente habían puesto a una Aventurera encapuchada en la lista negra del Gremio—todavía había muchos que resentían a la <Tempestad>. Hermes ya tenía un plan para ayudar a mantenerla a ella y a los que vivían con ella anónimos y seguros.

Ryuu suspiró.

–Mia Mama me regañará otra vez.

De cualquier manera, la ex-Aventurera no podía abandonar a Bell a su destino. La Elfa aceptó la petición de Hermes.

La habitación en sí tenía muy poca decoración. Ryuu caminó unos pasos a la esquina y agarró una mochila junto con una espada de madera.

–Yo me encargaré del papeleo con el Gremio. Sería mucho más fácil hacerlo si tuviera el emblema de tu <Familia>. ¿Aún lo tienes?

–Lo tengo. Asegúrate de no perderlo.

–Nunca saldrá de mi vista

Dijo asintiendo con la cabeza mientras tomaba la placa grabada con el espada de la justicia y alas de ella.

Por último, Ryuu se acercó a Seal, quien sostenía su capa.


–Haz lo mejor que puedas, Ryuu. Encontrare algo que decirle a mamá.

–Tienes mi gratitud, Seal.

Levantando la correa de su mochila por encima de su hombro, Ryuu sonrió.

Hermes y Seal la vieron salir del edificio y la vieron desaparecer en la noche.

Ryuu Lyon se había unido al <Juego de Guerra>.

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