Re:Zero Ex (NL)

Volumen 2: La Canción de Amor del Demonio de la Espada

Capítulo 6: Sexta Estrofa

Parte 4

 

 

Los golpes destrozaron el suelo y el techo de la capilla con la fuerza de una pared aproximándose. Los ataques del gigante parecían lo suficientemente poderosos como para hacer volar a una persona, incluso si el golpe sólo rozaba. Pero Wilhelm, cuyo pelo era agitado por el viento de los golpes, evitó los ataques tan estrechamente como pudo, y luego devolvió el golpe.

— ¡Es inútil, muchacho! —se pavoneó Valga—. ¿Crees que una espada barata como esa puede derribar a un gigante?

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Los ataques del Demonio de la Espada simplemente rebotaron en la inmensa criatura, que era lo suficientemente fuerte como para atravesar con su puño el acero o la roca. El retroceso empujó a Wilhelm, y el otro brazo del gigante vino a por él. Danzó lejos intentando evitarlo, pero la velocidad de su evasión sólo le hizo perder el equilibrio, lo que proporcionó una apertura crítica.

—Me gusta tu charla, pero este es el final.

— ¡¿Gwah?!

Wilhelm fue atrapado en medio del aire, y Valga bajó su mano como si estuviera aplastando una mosca. Wilhelm se defendió inmediatamente, pero contra la abrumadora fuerza del ataque no tenía sentido. El golpe impactó todo su cuerpo a la vez. Wilhelm rebotó en el suelo de la capilla y se estrelló contra una fila de bancos. Estaba atrapado bajo los escombros de los asientos destrozados, y el silencio llegó.

—Una nimiedad. Ahora a destruir todo el castillo y…

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—No te adelantes.

— ¿Hrm?

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El inquisitivo gruñido del gigante resonó por toda la habitación. Wilhelm saltó hacia Valga desde la montaña de escombros. El Demonio de la Espada estaba empapado en sangre, pero aun así sus ojos ardían con el deseo de combatir. Valga rápidamente levantó su brazo derecho para bloquear, pero Wilhelm lo eludió. El brazo izquierdo tardó en llegar, pero fue esquivado al igual que el otro. Impulsándose en el brazo de Valga, clavó su espada en uno de los ojos asombrados del gigante.

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La piel de los gigantes podía resistir el acero, pero sus puntos vitales eran tan frágiles como los de los humanos. Wilhelm perforó el ojo con facilidad, y el líquido vítreo salió a borbotones, cubriéndolo.

Valga rugió de dolor.

— ¡Hwoooahhhhhhh!

El Demonio de la Espada sacó su espada con satisfacción. Mientras Valga convulsionaba en agonía, Wilhelm se sujetó de su hombro y se rio. Su propio cuerpo gimió por el impacto anterior; el momento de su falta de atención le había costado que se le rompieran varios huesos y órganos internos. Si no tenía cuidado, la sangre bloquearía su garganta. El dolor ardiente le hizo arrepentirse incluso de tener que respirar.

Pero ahora… ahora este era su campo de batalla.

— ¡Ruuuahhhhhhh!

Con un grito, Wilhelm apuntó a los dedos de Valga mientras el monstruo presionaba una mano contra su herida. Le dio un golpe a una articulación. Se sentía duro bajo su espada, y no podía cortarla. Pero esa no era razón para admitir la derrota o perder la esperanza.

Llevando el impulso del golpe desviado, enterró la punta de su espada en uno de los labios aullantes. Atravesó la piel y perforó la carne hasta que sintió cómo la hoja chocaba con una hilera de dientes. Valga gritó de nuevo ante esta violencia en su boca, y comenzó a repartir golpes ciegamente, confiando en su fuerza para compensar la falta de precisión. Al final, anotó un afortunado golpe directo, que lanzó a Wilhelm en espiral por el aire y se estrelló contra el suelo.

El chico plantó su puño en el suelo para dejar de rodar. Con sus piernas temblando, se puso de pie. Pero una vez que pudo erguirse, el Demonio de la Espada hizo un chasquido con su lengua por su propia impotencia y miró fijamente al gigante. La espada enterrada en el costado de la boca de la criatura parecía imposiblemente lejana.

—Así que esto —, gruñó Valga—, es el dolor de la batalla… el sufrimiento de mis compañeros mientras yo me sentaba en las sombras, tramando mis pequeños planes. ¡Qué engreído era!

Mientras Wilhelm, que estaba parado, apretaba sus dientes, Valga quitó su mano de la herida. Wilhelm observó como un vapor rojo flotó desde su arruinado ojo izquierdo, y la herida se curó sola. Esto fue acompañado por un resplandor cada vez más intenso del símbolo en el pecho de Valga, los temibles efectos del Sacramento del Rey Inmortal.

— ¡Pero no seré derrotado mientras la ira y la humillación de mis camaradas permanezcan sin ser expiadas! Por muy fuerte que seas, aprenderás que no eres nada ante el orgullo de…

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—Bla, bla, bla. Creí habértelo dicho. ¡Me importa un bledo lo idealista que seas!


Valga aulló de nuevo y levantó ambos brazos. Los azotó, pero a pesar de la demostración de un poder mortal, Wilhelm avanzó valientemente hacia delante con la esperanza de recuperar su espada. Su oponente era un monstruo con una resistencia inmensa y la capacidad de regenerarse. El muchacho no sería capaz de derrotarlo desarmado.

Valga era un aficionado en el combate; confiaba plenamente en su fuerza. Eso le dio a Wilhelm un atisbo de oportunidad.

Era verdad. Los ideales no tenían sentido en la batalla. No fue la ira o el orgullo colectivo de los demi-humanos lo que permitió a Valga arrinconar a Wilhelm. Era simplemente que los gigantes eran poderosos.

— ¡Qué dolor en el culo! —, gritó Wilhelm—. ¡Todos quieren arrastrarme a una ridícula… cosa!

Quería lanzarse a sí mismo a ser una espada, pero se encontró con tantas intrusiones innecesarias. Todos querían que tuviera una razón, o una moral, o una fe, o un orgullo, o dignidad. ¿Qué tenía de bueno tener una razón para pelear? ¿Tenía que haber un significado para usar la espada?

 

¿Te gustan las flores?

No, él las odiaba. Estaba seguro de que sí. Para él, todo era emoción superflua.

 

¿Por qué empuñas tu espada?

Porque era todo lo que tenía. Era todo lo que necesitaba. Eso era suficiente.

 

Porque había sido cautivado por la belleza del acero, embelesado por su vitalidad, y esperaba convertirse él mismo en una espada.

— ¡Tu ruina está sobre ti, humano! ¡La muerte del Demonio de la Espada será una apropiada nota al pie de página de la destrucción de este reino!

— ¡Todo… lo que es mío… es mío!

— ¡Nadie más que tú cree eso ahora! ¡Tú y yo somos iguales!

Dos brazos gigantes y duras declaraciones asaltaron a Wilhelm mientras intentaba acercarse. La fuerza física hizo añicos el suelo, las palabras atravesaron tanto al Demonio de la Espada como al gigante. Enojo contra enojo, orgullo contra orgullo; ciertamente no era nada de eso. Lo que cada uno de ellos trajo a la batalla era demasiado diferente. El abismo entre lo que cada uno de ellos quería era demasiado grande.

Aun así, como dos personas peleando, libraron una batalla. Así que no sería la suerte la que decidiría el resultado, sino que este se reduciría a quién era más fuerte.

Todo esto era lo que Wilhelm creía, la fuente de la fuerza en la que el Demonio de la Espada confiaba. Así que tal vez el resultado era una conclusión predecible.

Porque el Demonio de la Espada, que creía que su fuerza era como el acero, tenía impurezas dentro de sí mismo.

—Gah… Haah…

Ahora, tu fin ha llegado.

Wilhelm había recibido un golpe directo, por ser incapaz de esquivar el golpe. Lo arrojó contra la pared, donde se deslizó al suelo. Su brazo izquierdo estaba destrozado, y su frente mutilada estaba derramando tanta sangre sobre sus ojos que apenas podía ver. El gigante cerró el puño y lo levantó sobre su cabeza, apuntando al ahora inmóvil Demonio de la Espada.

Sin palabras, Wilhelm vio el puño flotar sobre su cabeza. Cuando bajara, aplastaría su cuerpo y lo convertía en nada más que un sangriento trozo de carne.

La muerte misma estaba ante él. La muerte, que él había infligido a tantos otros. No tenía su espada. Ni siquiera había encontrado la razón por la que se aferraba a su espada. Y él ahora iba a…

—Encuentra tu fin, Demonio de la Espada. ¡Quizás Libre y yo te veamos en el infierno!

El puño bajó. El final de la vida de Wilhelm se acercaba.

— ¡Grimm! ¡Ahora!!!

—…rrrrrr!

En ese instante final, escuchó la voz de una mujer, y de un hombre cuya voz apenas era un susurro. El impacto sacudió toda la capilla.

***

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Grimm se lanzó entre Roswaal y el rayo de luz, un instante antes de que este la aniquilara.

—…

Grimm no estaba seguro de que ganaría o incluso de que sobreviviría. Hasta ahora, ni la victoria ni la supervivencia habían influido en la vida de Grimm como lo había hecho la mala suerte, así que lo que vino del bloqueo de la luz con su escudo fue también un regalo de su “mala suerte”.

—Con un mero escudo…

Esto no era como detener un ataque normal. Esta era la luz que había diezmado el gran salón del castillo y prácticamente había evaporado a los guardias reales que ahora yacían muertos en el corredor. Podía incluso perforar armaduras, por lo que ciertamente debería haber sido capaz de hacer lo mismo con un escudo.

— ¡Grimm! —Carol gritó cuando el ataque llegó a su destino. Ella podía ser fría, pero en el fondo era amable y pura. Su frágil corazón estaba rodeado de un caparazón de cristal. Así que aunque podía parecer dura, en realidad era bastante delicada. Ella quería apoyar a Grimm, incluso si él, que tanto había confiado en su ayuda últimamente, hubiera pensado que eso era ridículo.

Aun así, en los días previos a esta batalla, la preocupación de Carol había sido la salvación de Grimm.

—…

Grimm sintió como su escudo se calentaba bajo el ataque del rayo. Ardía como si hubiera puesto la mano en un caldero caliente, pero se negó a soltarla.

Él no podía usar una espada. No tenía voz. Pero no renunciaría a su escudo.

—Mí Al Ziwald. ¿Él…?

Frente a Grimm, la bruja no podía hablar por el asombro. El escudo de Grimm recibía el rayo de Sphinx, reflejando el calor que consumía todo hacia el techo del gran salón.

El calor era lo único que afectaba al escudo; no había más daños que eso. El escudo había salvado a Grimm y a Roswaal.

En la parte posterior del escudo se encontraba grabado el emblema de la Casa Remendes, la familia de Carol. Era una reliquia que Carol le había regalado a Grimm para celebrar su supervivencia. Y al hacerlo, ella le había salvado la vida.

—…rrr!

El calor quemó su mano, y el dolor forzó un sonido áspero de su garganta. Desviado por la defensa de Grimm, el rayo destruyó el techo y derribó el suelo de la habitación encima del gran salón.

Esa habitación era la sala de audiencias, donde se encontraban peleando Perro Loco y Víbora.

— ¡¿Qu-qué…?!

Dos figuras humanoides cayeron con el resto de los escombros cuando el suelo desapareció repentinamente de debajo de ellos. El grito pertenecía a un malherido Bordeaux. Presionó el astil de su hacha de batalla contra la pared para disminuir la fuerza de su descenso. Esto le permitió evitar un impacto fatal, pero a pesar de eso, todavía golpeó el suelo con fuerza.

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—Hrrgh… ¿El gran salón? ¿Cómo llegué aquí…? —Bordeaux agitó su cabeza y miró a su alrededor confundido.

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Pero la forma a su lado, a pesar de no haber tenido nada para suavizar su aterrizaje, se levantó lentamente como si no sintiera sus heridas. Esta otra persona era alta y estaba cubierta de escamas, era sin duda la serpiente Libre Fermi.

—Creo que esto es lo que ellos llaman “cambiar la marea de la batalla”. —, dijo Sphinx. Su magia había sido desviada, pero como resultado, había conseguido refuerzos en la forma de su más poderoso guerrero no-muerto. La bruja se puso al lado de Libre y estiró su brazo derecho delante del guerrero silencioso. Señaló a Grimm, que había caído de rodillas, y a Roswaal, que estaba de pie con los puños levantados.

—Tú tienes los números, pero yo tengo la fuerza. Libre, esto requiere tu atención. A partir de ahora, lucharás, y yo te apoyaré como tu…

Sphinx se encontró amputada antes de poder terminar de dar órdenes.

La razón fue un golpe de espada. Y vino del lugar más inesperado, justo a su lado.

—… ¿Qué?

Su brazo derecho, que estaba apuntando a Roswaal, se movía libremente por el espacio. Nunca había esperado perder su otro brazo de esta manera. La bruja tenía una verdadera hemorragia. Se volvió hacia Libre.

Blandiendo la espada doble, el no-muerto Libre Fermi miró a la bruja y dejó caer su arma. Ahora todos pudieron ver que tenía una herida abierta y crítica en el pecho, infligida por un hacha de guerra.

El zombi Libre Fermi ya había sido derrotado por Bordeaux Zergev.

—Imposible… —, jadeó Sphinx—. En tu último momento, ¿cumpliste… tu voto final…?

Apenas habló, Libre perdió lo que quedaba de su existencia. El delgado cuerpo se desmoronó en polvo, dejando sólo su túnica. La carne no era más que un montón de cenizas. El más fuerte de los guerreros demi-humanos, que había sido usado y explotado incluso después de su muerte, por fin se había ido realmente.

—Parece que la marea ha cambiado, Sphinx —, dijo Roswaal fríamente.

— ¡…! —La bruja había perdido a su guerrero no-muerto y el brazo que había estado usando para lanzar su magia. No tenía más opciones, y por primera vez, algo así como pánico apareció en su rostro. Hizo lo único que aún podía hacer: usó su magia de levitación para flotar desde el gran salón hacia el corredor y escapar.

— ¡…! ¡No podemos permitirlo!

—No tiene ninguuuna esperanza de escapar en este momento. Déjamela a mí—. Roswaal detuvo a Carol antes de que pudiera dar seguimiento, y Roswaal se dirigió a acabar con la bruja. Justo antes de desaparecer en el pasillo, Roswaal se giró—. Gracias, Grimm Fauzen. Sin ti, nunca hubiera podido cumplir mi misión. Me disculpo por no tomarte en serio antes. Y, Carol, yo también lo siento por ti.

—…

— ¡Us-Usted no necesita disculparte conmigo! ¡Sólo encárguese de esa cosa!

Grimm no podría haber hablado en ese momento, incluso si sus cuerdas vocales hubieran funcionado bien. Carol, por su parte, se puso roja ante la burla de Roswaal.

Roswaal asintió con su habitual mirada ligeramente distanciada, y luego tocó el suelo con sus dedos.

—Todavía puedo oír algo abajo. Ustedes únanse a nuestro querido Wilhelm. Los veré a todos más tarde —. Luego Roswaal corrió hacia el pasillo tras Sphinx.

Detrás de ella, Grimm y Carol asintieron el uno al otro y luego marcharon hacia Bordeaux.

— ¿Así que Libre y la bruja están controlados? —, preguntó Bordeaux—. ¿Qué hay de Wilhelm? ¿Qué está pasando con él?

—Está en la capilla luchando contra Valga Cromwell, que se convirtió en un enorme gigante por un hechizo —, le dijo Carol—. Sinceramente, no estoy segura de que necesite nuestra ayuda, pero…

Ella parecía tener sentimientos complicados sobre el asunto. No estaba siendo testaruda negándose a ayudar a Wilhelm. Más bien, parecía estar hablando desde un conocimiento genuino de lo poderoso que era el Demonio de la Espada. Pero eso no cambiaba el hecho de que no se llevaban bien. Era posible que su excesiva hostilidad le hubiera hecho juzgar mal a Wilhelm.

—…

—…Hmph. Imprudente punk. Pero supongo que eso es lo que te hace parte del Escuadrón Zergev.

En silencio, Grimm le tendió una mano a Bordeaux, que estaba de rodillas. Sonrió ampliamente, tomó la mano ofrecida, y levantó su enorme cuerpo para ponerse en pie. Levantando su hacha de batalla, asintió a Carol, que le miró con los ojos abiertos.


—Tienes razón. Wilhelm, el Demonio de la Espada, es más poderoso que cualquiera de nosotros, por mucho que odie admitirlo. Pero no importa. Si dice que no nos necesita, entonces podremos disfrutar del espectáculo. Pero si en la remota oportunidad de que haya mordido más de lo que puede masticar…

— ¿Sí? ¿Entonces qué?

—Por fin podremos echarle una mano. ¡El resto de nosotros le debemos más que suficientes favores!

Entonces Bordeaux golpeó felizmente a Carol en el hombro y salió hacia la capilla en una carrera. Grimm lo siguió, sonriéndole a la confundida joven.

Y luego…

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