Re:Zero Ex (NL)

Volumen 2: La Canción de Amor del Demonio de la Espada

Capítulo 4: Cuarta Estrofa

Parte 1

 

 

Aihiya Swamp, que ocupaba una gran área a lo largo de la frontera sur de Lugunica y formaba parte de su frontera con el Imperio Volakia, era un territorio extremadamente peligroso. En los cuatro años transcurridos desde el inicio del conflicto civil, conocido como la Guerra Demi-humana, no había existido ninguna otra batalla a la escala de Aihiya, ni en ningún otro momento en que las tensiones habían sido tan altas.

—Hemos tenido escaramuzas constantes con los volakianos. Odio pensar en lo que podría hacer el Imperio si se pone caprichoso.

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Distantes gritos de guerra resonaban por el aire, y el estruendo de los pies marchando llegaba hasta sus oídos. Los caballeros tenían el campo de batalla bajo sus propias botas, pero estaban atormentados por la impaciencia. El enfrentamiento entre el ejército real y la Alianza Demi-humana ya había comenzado, pero se les había ordenado que mantuvieran su posición.

—Ser la retaguardia suena glorioso, pero es como sacar una pajita corta.

—Tenga cuidado con quién puede oírle decir eso, Razaac, señor —, advirtió uno de sus subordinados. El caballero que se había quejado asintió con calma. Él anteriormente había sido uno de los encargados de enseñar a los nuevos reclutas, pero cuando la guerra había empeorado, se vio en la necesidad de regresar al frente. A medida que se hizo más reconocido y más hábil con la espada, se le había dado el mando de un escuadrón, pero con mayores responsabilidades venían también mayores restricciones sobre sus acciones, y a veces llegaba a resultar aburrido.

Especialmente ahora, que daba la espalda a la furiosa batalla y miraba hacia el Imperio.

Para la batalla en Aihiya, las fuerzas reales se habían dividido en cuatro ejércitos. Tres de ellos se enfrentarían a los demi-humanos, mientras que el grupo restante continuaría con el concurso de miradas contra las tropas volakianas al otro lado de la frontera.

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—…No creerá que harán algo, ¿verdad?

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—Lo dudo. Si se aprovecharan de las acciones de los demi-humanos para atacarnos, provocarían la ira del Santo Dragón Volcanica. Mientras nuestra nación esté bajo su protección, el Imperio no se moverá contra nosotros.

— ¿Entonces por qué estamos aquí parados mirándolos?

Razaac suspiró profundamente.

—La pajita corta.

Fue horrible esperar, inmóvil, mientras sus camaradas morían en el campo de batalla. Razaac era un caballero, un hombre cuyos amigos y país lo eran todo para él; con mayor razón, el hecho de estar aquí hería su corazón e irritaba su orgullo.

—Mis camaradas… vuelvan a casa con vida, si pueden. Si no, al menos hagan su sacrificio final con honor. No sean derrotados por enemigos descarados que han olvidado lo que le deben a este reino, como los demi-humanos.

El dolor apenas reprimido de Razaac se podía ver en su cara. Su subordinado le asintió, con simpatía en sus ojos. Razaac era un caballero de caballeros. Como muchos de los soldados de Lugunica, se aferraba a un franco desprecio por los demi-humanos, criaturas que chocaban con sus altos principios.

Esta era la razón por la que casi nadie, incluyendo Razaac, se había dado cuenta de que este prejuicio subconsciente era la razón más grande por la que los demi-humanos nunca podrían rendirse.

***

 

 

Su ataque cortó la mano de su enemigo, partiendo el hueso limpiamente. Cuando trajo su espada de vuelta, le cortó una cabeza mientras gritaba. Se giró, la sangre salpicó sobre su espalda, y enterró su acero en la cara de un lagarto que había intentado ponerse detrás de él. Sesos se salpicaron por todas partes. Los ojos del cadáver se volvieron hacia arriba; él pateó el cuerpo al sacar la punta de su espada.

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— ¡Riiiyaaahhh!

Al lado de Wilhelm, un demi-humano cayó al suelo, derribado por un impacto. La fuente era Grimm, sosteniendo su escudo. Lo había usado tanto para bloquear como para responder al ataque del enemigo. Sus habilidades defensivas eran incomparables. Las había perfeccionado al estar justo detrás de la vanguardia, haciendo el complemento ideal tanto al talento de Wilhelm como a la propia vanguardia.

Pero no había tiempo para admirarlo. Wilhelm apuñaló al demi-humano en el corazón.

Grimm trotó hacia él.

— ¡Wilhelm! ¿Estás bien?

—Compruébalo tú mismo.

—Eso pensé. Sólo preguntaba. Creo que ya casi hemos terminado. El capitán es…

Miró hacia atrás. Las extremidades de un soldado enemigo volaban por el aire, como resultado de un brutal golpe de hacha. Una alabarda tan terrible debía pertenecer a Bordeaux, cuyo grito de guerra, como el aullido de un animal salvaje, resonó por todo el área.

—Esto se acabó —, gritó Bordeaux—. ¡Reunámonos de nuevo! Vamos al siguiente campo de batalla.

—Espero que peleen más en la siguiente —, dijo Wilhelm.

—Yo no —, dijo Grimm—. No quiero morir. Quiero volver con vida —. Su mano buscó en su cuello, encontrando el relicario. Ignorando el acto, Wilhelm miró a Grimm con perplejidad. Sin importar a cuántas batallas habían sobrevivido, él nunca cambió. Afirmaba que no quería morir, pero que se lanzaría precipitadamente a la lucha. Decía que quería volver con vida, pero él podía desviar con su escudo a un enemigo asesino y luego golpearlo hasta matarlo.

Él es una paradoja.

—Entonces, ¿estás peleando porque quieres morir? —preguntó Grimm.

—…

—No creo que lo estés —, continuó Grimm—. No me pareces del tipo que desea morir. Pero tampoco creo que estés en esto por el asesinato. En cualquier caso, creo que quieres vivir más que nadie aquí.

Grimm parecía haber visto directamente en los pensamientos más íntimos de Wilhelm, lo que lo irritó. Wilhelm chasqueó la lengua y comenzó a caminar más deprisa. Esperaba que fuese lo suficientemente rápido como para dejar atrás al joven que se apresuraba a seguirle.

Bordeaux los vio cuando volvían y exclamó:

—Vaya, ¡pero si es el Capitán Asesino y su amigo el Perro Guardián! ¿Cómo está el enemigo, Wilhelm?

Wilhelm apuntó con su espada empapada en sangre hacia el campo de batalla y dijo:

—No tan fuerte. Deberíamos avanzar hacia el centro. Podemos podar todas las hojas y ramas que queramos, pero eso no hará ninguna diferencia. Tenemos que arrancar este problema de raíz.

— ¿Y tú, Grimm? —, preguntó Pivot—. ¿Sin malos presentimientos?

—No, señor, nada. No soy fanático de las peleas intensas, pero estoy de acuerdo en que debemos seguir moviéndonos.

Esta recomendación fue suficiente para Bordeaux. Levantó su hacha de batalla y asintió.


— ¡Bien, hagámoslo, entonces! Me estaba cansando de todos estos peces pequeños. ¡En la batalla, al igual que en la caza, el verdadero guerrero va detrás de la presa más grande! ¡Vamos, Escuadrón Zergev, síganme!

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— ¡Espere, joven señor! ¿No deberíamos consultar al general por sus instrucciones? Lady Mathers está con él, creo.

—No seas estúpido, Pivot. Si volvemos, el vizconde Bariel sólo nos va a usar como las herramientas que cree que somos. ¡Nos abriremos camino y dejaremos que nuestro éxito en la batalla hable por sí mismo! ¡Ésa es la mejor venganza, al estilo Bordeaux! —, dijo él, mientras levantaba su hacha de batalla para dar énfasis.

—Venganza, ¿no? Muy parecido a usted, joven señor. Pero apenas puedo…

Pivot se quedó en silencio, con una expresión de preocupación en su delgada cara. Bordeaux rio de buen humor al ver a su segundo al mando en ese estado.

— ¡Sólo haz lo que siempre has hecho, Pivot, y sígueme! Diablos, ¿qué tienes que perder? De todos modos, no olvides que nuestro querido general se burló de Wilhelm antes de la batalla. Tenemos que devolverle el favor, ¿no?

Wilhelm frunció el ceño ante esto.

—Aguanta. No me metas en esto. Te dije que no hicieras un escándalo por eso. Y si le van a devolver el favor, quiero ser yo quien lo haga. Sólo yo.

—Y como no podemos dejarte ir solo, todo el escuadrón vendrá contigo —. Grimm encontró a Wilhelm encogiéndose de hombros.

El gesto de resignación hizo reír a Bordeaux y a Pivot con alegría y conformidad, respectivamente.

—Grimm ha aprendido a manejarse a sí mismo, ¿huh? ¿Qué opinas, Pivot? ¿Todavía preocupado?


—…Me rindo. Usted está aquí, joven señor, al igual que Wilhelm y Grimm. Este es el Escuadrón Zergev. Estoy contigo.

—No olvides, Pivot, que tú también estás aquí —, dijo Bordeaux—. ¡Muy bien, hombres, ahora vamos en serio! —levantó su alabarda hacia el cielo. Todos los demás miembros en la unidad levantaron sus armas y vitorearon. El escuadrón se puso en marcha, el hombre gigante a la cabeza. Wilhelm dejó escapar un suspiro como el único que no sentía el mismo espíritu.

—Me arrastran a una cosa tras otra —, murmuró.

Él quería ser acero. Quería ser una hoja perfecta, libre de impurezas. Pero este deseo era continuamente socavado por las distracciones y frustraciones que parecían congregársele diariamente. Reflexionando enfadadamente, Wilhelm trató de llegar al frente de las filas.

Fue entonces cuando lo notó: una flor roja balanceándose inadvertidamente en un rincón del campo de batalla. Las flores brotaban incluso en la guerra.

— ¡No seas estúpido! —, se dijo a sí mismo.

No pudo imaginar por qué de repente estaba recordando el campo junto a la plaza.

***

 

 

Batalla de Aihiya Swamp. Lyp Bariel, vizconde del sur, estaba a cargo.

— ¡Círculos mágicos han sido descubiertos en dos otros lugares en el lado norte del pantano, señor! ¡Eso hace un total de ocho puntos!

—Márcalos en el mapa. Con cuidado, sé preciso.

El jadeante mensajero dibujó dos marcas rojas en el mapa de la pared. El mapa, que representaba el campo de batalla, ya albergaba a otros cuarenta como este.

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En las aproximadamente seis horas desde que la batalla había comenzado, informes de círculos mágicos habían llegado desde el campo de batalla. Las fuerzas reales habían estado dando prioridad a las contramedidas de los círculos mágicos desde la pérdida en Castour Field, con el resultado de que los demi-humanos nunca habían duplicado sus triunfos usando trampas de círculos mágicos desde entonces.

—Admito que este número es inusual —, dijo Lyp, mirando el mapa.

—Tal vez realmente planearon otra trampa como la de Castour —, dijo un subordinado.

— ¿Ahora? ¿Cuándo nuestras contramedidas están tan extendidas? Sería igual de feliz si los renombrados estrategas del enemigo resultaran ser tan testarudos. Pero dudo que lo sean, y dudo que hagan lo mismo dos veces.

—Sólo son demi-humanos, señor. Son medio bestias.

Lyp se detuvo en su camino, mirando al hombre con frialdad.

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— ¿Y qué? ¿Es esa una razón para subestimar a nuestro enemigo? Si crees que vencer a una bestia es tan fácil, ¡ve a pescarme una o dos ballenas blancas ahora mismo!

—Er, ah…

—Los idiotas deben mantener la boca cerrada. Si has olvidado cómo usar tu mente, no hay razón para tenerte aquí en el cuartel general. ¿Quizás prefieras las líneas del frente?

— ¡M-mis disculpas, señor! ¡Me he sobrepasado!

El hombre salió arrastrando sus pies de la tienda, y con la cabeza baja. Lyp resopló y se volvió hacia el mapa. Alguien se le acercó, una mujer con el pelo color índigo, usando un uniforme militar. Roswaal.

—Tu lengua siempre tan afilada —, dijo ella—. Estoy seguraaa de que sólo estaba ofreciendo una idea.

— ¿Estás diciendo que las buenas intenciones merecen una recompensa? Ridículo. Todas las cosas son recompensadas de acuerdo a sus resultados. Si un acto apresurado mancilla tu reputación, algo de lo que tienes te será quitado. ¿Tienes algún problema con eso?

—Nooo, no especialmente. A mi tampoooco me gustan los incompetentes —, respondió ella agitando su cabeza.

Lyp tosió vagamente satisfecho.

—Muy sabio —, dijo—. Quiero la opinión de un experto. ¿Qué piensas de esta colocación de los círculos mágicos?

—Es bastante inusuaaal. No sólo el número, sino también la ubicación. Siguiendo la lógica de este arreglo, espero que haya otros círculos aquí y aquí, así como en esta área.

—Me lo imaginaba. Cualquiera podría haber adivinado eso. ¿Qué creen que ganarán con esta trampa?

—Tenemos que destruir los círculos, a pesar de todo. Me dan un mal presentimiento… Hay algo que me gustaría comprobar. ¿Me permite examinar uno de los sitios proyectados?

—Tienes a esa mujer caballero que te protege, ¿no? De todas formas, os asignaré diez hombres. Evite cualquier lugar de batalla activo.

Ahora ella tenía permiso para ir al blanco, el supuesto lugar de los círculos mágicos, más cercano al cuartel general. Roswaal ofreció una elegante reverencia a Lyp, quien apenas se molestó en levantar la vista al ella salir de la tienda. Encontró a Carol afuera, con preocupación escrita en su cara. Roswaal le sonrió.

—Quiero echar un vistazo a algo. Estaremos al margen de la batalla, así que cuento contigo para que me mantengas a salvo.

—Entiendo. Pero veo que planeas ir personalmente a un lugar peligroso otra vez.

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—Naaada es tan peligroso como en dónde está tu noviecito. Comparado con el frente, estaremos a salvo.

— ¡G-Grimm no es mi novio!

—No recuerdo haber mencionado su nooombre.

La seria cara de Carol se puso roja al haber delatado cómo se sentía. Esto evocó una sonrisa de Roswaal. Luego, volvió su único ojo amarillo hacia el campo de batalla, lleno de retumbes y humo.

—Sé que estás ahí, Sphinx. ¿Qué estás planeando?

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