Re:Zero Ex (NL)

Volumen 2: La Canción de Amor del Demonio de la Espada

Capítulo 3: Tercera Estrofa

Parte 1

 

 

El encuentro con la bruja en Castour Field, así como el conocimiento de que estaba trabajando con la Alianza Demi-humana, conmocionó a los administradores de Lugunica.

—La situación es alarmaaante. La persona conocida como Sphinx puede controlar a los muertos y usar grandiosas magias antiguas. Puede que nos enfrentemos a otras pérdidas como la de Castour.


Ahora, la noble Roswaal J. Mathers hablaba en el salón de asambleas ante una reunión de los más altos y eminentes oficiales militares del país, junto con Caballeros de la Guardia Real y varios de los nobles más prominentes de la nación.

Aunque ella hablaba con fluidez, la tendencia de Roswaal a alargar sus sílabas en lugares extraños se mantuvo. Pero nadie lo señaló; los funcionarios que la escuchaban nunca perdieron la mirada sombría en sus rostros.

— ¿Sphinx? —, dijo alguien—. He oído decir a algunas personas que es parte del Culto de la Bruja.

—Personalmente, lo dudo —, contestó otra persona—. Ellos sólo siguen sus propios deseos. Es difícil imaginarlos trabajando con los demi-humanos para derrocar el reino.

—Tal vez, pero creo que solamente ellos entienden realmente qué es lo que buscan.

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Al mencionar el Culto de la Bruja, el ambiente en la cámara se oscureció aún más. El Culto era un grupo que veneraba a la Bruja de los Celos, quien casi había destruido el mundo hacía siglos, y buscaba revivirla. O al menos eso decían las historias. Muchos pensaron, sin embargo, que esto era muy difícil de creer, y que los miembros de este culto eran simplemente lunáticos comunes.

Wilhelm estaba de acuerdo con este último punto de vista, o más exactamente, no le importaba de ninguna manera. Ni siquiera sabía realmente por qué estaba en la cámara del consejo en ese momento. Bordeaux y Pivot estaban sentados a su lado, lo que él podía entender; ellos eran caballeros consumados y podían mantener la cabeza en alto en esta reunión.

Francamente, deseaba que algo de esa confianza se le pegara a Grimm.

—…Hrk…

Donde Wilhelm se sentaba luciendo fastidiado, Grimm parecía que iba a vomitar, desde todos los ángulos. Su cara era incolora, su respiración desigual; parecía que si no tenía cuidado, pronto podría devolver el desayuno.

Justo cuando Wilhelm comenzó a preguntarse si su rostro era de un color normal, Roswaal dijo, —Ahora oiremos al Escuadrón Zergev, que estuvo en la batalla real. Si no les impooorta, caballeros.

Bordeaux se puso de pie de un salto, gritando:

— ¡Sí, madame! —con una voz absurdamente fuerte. Un instante después, Wilhelm y los demás también se pusieron de pie, y los cuatro fueron conducidos al centro del salón de asambleas.

— ¡Bordeaux Zergev, comandante del Escuadrón Zergev, reportándose! ¡Es un honor ser convocado por el cuartel general!

—Creo que su saludo fue un poco exagerado, joven señor —, dijo Pivot—. Ahem. Vice Comandante del Escuadrón Zergev, Pivot Anansi, reportándose — Miró a Wilhelm—. Ustedes dos, preséntense.

— ¡Grimm Fauzen del Escuadrón Zergev, reportándose!

—…Wilhelm Trias, lo mismo.

La voz de Grimm chillaba, mientras que Wilhelm sonaba desinteresado. Pivot levantó una ceja, pero los oficiales reunidos no le prestaron atención. Ellos estaban más interesados en el informe de los soldados que en sus nombres.

—Según Lady Mathers, su unidad ha tenido experiencia en combate contra Sphinx. Ella controló a los no-muertos, usó magia de levitación, e inscribió los círculos mágicos en Castour Field. ¿Qué opinas de ella?

— ¡Señor! ¡Peleé contra los cadáveres en movimiento pero no observé personalmente a la presunta bruja!

—Joven señor, tranquilo. Mis disculpas, señores y señoras. Estos dos son los únicos miembros de nuestra unidad que han tenido contacto directo con la persona en cuestión. Wilhelm, Grimm, hagan su informe.

— ¡S-sí… señor…!

Grimm, de alguna manera más pálido que antes, se adelantó. Wilhelm no tuvo más remedio que seguirlo. Entonces, los miembros del cuartel general comenzaron a bombardearlos con preguntas. No buscaban nada muy diferente de lo que ya se había dicho. Querían que los jóvenes soldados respaldaran el informe de Roswaal y que dieran algunas de sus propias impresiones.

Entonces vino una pregunta que era inusual tanto en el contenido como en el tono en que fue emitida.

—Supongamos, por el bien del argumento, que esta era la Bruja. ¿Qué pensaron de ella?

El que hablaba, con la mano aún levantada, era un hombre de rasgos delicados en una cara estrecha. Estaba alrededor de sus treinta años de edad, tal vez, tenía una apariencia agradable y cabello castaño bien cuidado. Daba un aire similar al un erudito; parecía notoriamente fuera de lugar en el salón lleno de militares canosos.

— ¡¿P-pensar, señor?! B-bueno, uh… Ella era inquietante, y aterradora… quiero decir… ¡no! ¡Como miembro del ejército real, ciertamente no tenía miedo…!

Mientras Grimm balbuceaba, el autor de la pregunta asintió y miró a Wilhelm, quien, bajo la mirada penetrante del hombre, endureció su expresión en seriedad por primera vez desde que llegó a este salón de conferencias. Quien había hecho la pregunta no tenía la mirada débil de un funcionario civil. Para Wilhelm, su mirada se había convertido en la punta de un espada, el aura de un devastador guerrero que había decidido que este campo de batalla le pertenecía.

—… ¿Quién eres tú? —dijo Wilhelm.

El murmullo estalló por todo el salón. A su lado, Grimm prácticamente dejó de respirar. Pero fue el propio interrogador quien silenció esta ola de descontento.

—Mmm. Sí, perdóname. Soy Miklotov MacMahon. Normalmente no asisto a estas reuniones, pero como fui yo quien sugirió que Lady Mathers debería ser la que investigara los círculos mágicos, me aseguré de que me invitaran a escuchar su informe.

Entonces el hombre que se hacía llamar Miklotov miró a Roswaal. Ella siguió su ejemplo, ofreciendo una teatral reverencia. Así que ellos eran amigos de algún tipo.


Comprendiendo la situación ahora, Wilhelm suspiró y respondió.

—Esa bruja, o lo que sea, no me pareció humana. Era más como un monstruo que usaba piel humana. ¿Puedes razonar con una bestia demoníaca hambrienta que te quiere para su próxima comida? Con ella, es matar o morir. Nada más.

La contundente e inflexible respuesta de Wilhelm dejó la habitación en silencio por un momento. Sólo Miklotov, a quien Wilhelm seguía observando con una intensidad similar a la del láser, contaba con la suficiente presencia para asentir. Con aire de autoridad, respondió.

—Ya veo. Esta discusión ha sido muy esclarecedora. Pueden sentarse todos.

***

 

 

Grimm explotó en el momento en que volvieron al cuartel.

— ¡Lo juro! ¡¿Cómo, cómo puedes ser siempre así?! ¡Acabas de quitarme años de vida!

Habían sido llamados a la asamblea en el momento en que regresaron de Castour Field, sin siquiera un momento para descansar. Ahora, finalmente libres de sus deberes, Wilhelm se cambiaba su uniforme rígido e incómodo, limpiando el sudor y la suciedad de su piel.

Grimm, que también se había cambiado el uniforme, se le echó encima.

—¿Cómo pudiste actuar así con tanta gente importante allí? ¡Y después de que el Capitán Pivot nos advirtiera que nos comportáramos tantas veces! Has roto tantas…

— ¿Cuántas veces vas a decir “tantas”? Y no actúes tan familiar conmigo —. Wilhelm respondió a su compañero que escupía y gritaba con una respuesta helada. Su opinión sobre Grimm no había cambiado, seguía siendo un cobarde e inútil. Incluso si finalmente había reunido el valor para decapitar a su viejo amigo.

—Aw, ¡no te alteres tanto, Grimm! Para ser honesto, creo que es tranquilizador. Si Wilhelm fuera tan idiota como para cuidar su lengua en esa habitación, ¿qué pensaría la gente de mí, dejando que me hable como lo hace?

—Dejando a un lado la cuestión de si la cortesía se le debe a usted, joven señor, seguramente tú, Wilhelm, tienes al menos alguna idea de en qué consisten los buenos modales, ¿no?

Bordeaux y Pivot también se estaban cambiando de uniforme y se unieron a la conversación.

— ¿De qué estás hablando? —Bordeaux le preguntó a su segundo al mando.

—Uno puede ver evidencia de educación genuina al margen de la conducta de Wilhelm. Puede haber un poco, pero el resultado final es suficiente para ayudarlo en su vida diaria.

—Tch —. Wilhelm hizo un chasquido de disgusto ante los inesperadamente agudos poderes de observación de Pivot. Grimm y Bordeaux compartieron una mirada, dándose cuenta de que el sonido significaba que la evaluación era correcta.

— ¿Has sido educado, Wilhelm? —, preguntó Grimm—. ¿Así que no vienes del campesinado?

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—He oído que la clase mercantil ha estado siendo generosa en la educación de sus hijos últimamente, dándoles una ayuda en la vida. ¿Es eso? —, dijo Bordeaux—. No sería muy agradecido de tu parte desperdiciar las cosas que aprendiste.

—Recuerdo que recibió una educación formal de buenos modales, joven señor—, replicó Pivot—, pero de alguna manera no veo ninguna evidencia de ello en su vida diaria. Siempre me ha parecido bastante extraño.

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Wilhelm parecía ignorar la sorpresa de Grimm y la respuesta auto-importante de Bordeaux. Parecía decidido a evitar cualquier discusión sobre sus orígenes, y no dio señales de responder a ninguna de sus preguntas.

— ¿Por qué tan poco sociable? Al meeenos deberías contarles a tus hermanos de armas. Como el hecho de que eres el hijo de la familia Trias, una casa noble regional, y que tu amada espada lleva el escudo nacional de Lugunica.

—…

Wilhelm se dio la vuelta mientras sus ojos se llenaban de una furia asesina al escuchar que su pasado se revelaba tan casualmente. Con una sonrisa en su rostro, Roswaal los observaba desde la puerta del vestuario, que se encontraba abierta. Ella hizo un saludo amistoso, enfrentando tranquilamente la fría mirada de Wilhelm.


—Fue lo suficientemente fááácil averiguarlo… La Casa Trias puede estar en la miseria, pero aún está en las nobles filas de Lugunica. Seguramente nooo pensaste que lo ibas a esconder para siempre.


—Si tienes tiempo para desenterrar el pasado de la gente, deberías gastarlo haciendo tu propio trabajo. Creo que a la corte le falta su bufona.

—La bufona de la corte… ¡Ja-ja! Me gusta. Sabía que eras interesante —. Pasando por alto el arrebato de ira de Wilhelm, Roswaal miró alrededor del vestuario —. El cuartel general está tratando la presencia de Sphinx con la mayor preocupación posible. Pueeede que ella termine siendo tratada de la misma manera que Libre Fermi y Valga Cromwell, los representantes de la Alianza Demi-humana. Aprecio el apoyo de Lord Miklotov… aunque no me deleita oír que la llamen “la bruja”.

Roswaal se encogió de hombros, pero no pudo ocultar completamente su descontento al terminar de hablar. Dado el obvio desagrado en sus ojos, Wilhelm se acordó de los eventos en Castour Field.

—Ahora que lo pienso, parecías conocer a ese monstruo —, dijo él—. Era como si ustedes dos quisieran matarse la una a la otra.

— ¿Qué es esto? ¿Interesado en mí? —, dijo Roswaal—. Bueno, eres un poco joven… pero ¿qué le importa al amor cosas tan triviales? Por suerte para ti, eres muy lindo, ¡y yo no me opongo a… es broma!

Roswaal izó la bandera blanca en medio de la oración al ver que Wilhelm parecía dispuesto a saltar sobre ella con su espada.

—Lo siento, pero no puedo decirte cómo estoy conectado a… ya sabes. Pero puedo asegurarte que no estamos… trabajando juntas, así que no te preocupes por eso. Si simplemente debes saberlo, bien, tal vez cuando seamos un poooco más cercanos…

—Esto es lo más cerca que quiero estar de ti.

—Oh, no seas tímido. De todos modos, no tienes suerte. Debido a lo que ha pasado, la persona a cargo de las contramedidas mágicas para el ejército real ahora soy yo. A menos que la guerra y Sphinx lleguen a su fin mucho antes de lo esperado, creo que todos nosotros vamos a vernos muuucho.

Roswaal parecía disfrutar entregar esta desagradable noticia al fruncido Wilhelm. Él se dio la vuelta y encontró a Bordeaux y a Pivot asintiéndole, como si lo hubieran sabido desde el principio.

—El Escuadrón Zergev realmente mostró de qué estaban hechos allá afuera —, dijo Roswaal—. Asumo que estarán muy solicitados en el frente a partir de ahora, cambiando la marea en las batallas más crueles.

— ¡Oh-ho! ¡Qué honor! ¡Apuesto a que a nuestro “Demonio de la Espada” Wilhelm le gustará eso!

Grimm y Pivot suspiraron al oír que iban a ser arrojados precipitadamente a los combates más brutales, mientras que Bordeaux se mostró positivamente eufórico y le dio a Wilhelm una fuerte palmada en la espalda.

Roswaal, sin embargo, analizó con recelo el extraño apodo.

— ¿”Demonio de la Espada…”?

—Algunos de los bromistas del ejército han empezado a llamarlo así —, dijo Bordeaux—, ya que todo el mundo ha oído hablar de todas las muertes que cometió en su primer par de batallas. Traté de conseguir mi propio apodo por mí mismo, ya sabes, el Hacha de Acero, ¡pero de alguna manera nunca se hizo popular!

—Las personas tienen un apodo para usted, joven señor, lo llaman Perro Loco… Er, sé que no le gusta ese nombre, así que no lo uso. Las cosas no siempre salen como queremos.

—Demonio de la Espada —, dijo Roswaal reflexivamente—. Demonio de la Espada, sííí. De hecho, creo que te queda muy bien.

Wilhelm resopló y apartó la mirada de Roswaal y su sonrisa coqueta. ¿Qué le importaba cómo lo llamaban los demás? Aunque “Demonio de la Espada” era un apodo convenientemente intimidante.

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—No pieeenses que nos estamos burlando de ti —, dijo Roswaal—. Las personas tienden a desear un héroe cuando las tragedias de la guerra llegan a ellos, ya sea un Santo de la Espada o un Sabio… especialmente ahora que Lord Freibel, el más reciente Santo de la Espada, murió en esta gueeerra civil.

Wilhelm, aún fingiendo indiferencia, no dijo nada, pero Bordeaux asintió y dijo con dolor en los ojos:

—He oído que murió luchando en una acción defensiva, con las probabilidades en su contra, para que sus fuerzas pudieran escapar. Verdaderamente una muerte digna para un guerrero.

“Santo de la Espada” era el título dado al más grande espadachín que sirve al reino de Lugunica. Pero si el portador de ese título había sido asesinado, tal vez sus habilidades no habían sido tan grandes después de todo.

—Voy al campo de entrenamiento. Pueden quedarse aquí y charlar todo el tiempo que quieran.

— ¡¿Vas a ir a entrenar?! —, exclamó Grimm—. ¿Después de todo lo que hemos…? Ah, ¡arrgh…! ¡Espera, Wilhelm! ¡Yo también voy!

—No.

Grimm agarró su espada y su escudo apresuradamente para seguir a Wilhelm fuera del vestuario. De los dos, sólo Grimm hizo un rápido saludo al salir, un resumen perfecto de la diferencia en sus personalidades.

—Hay menos distancia entre esos dos que ayer —, comentó Pivot.





—Eso es porque Grimm ha salido completamente de su caparazón —, dijo Bordeaux—. Ahora tiene una buena mirada en su rostro. No es muy bueno con la espada, pero me gusta cómo maneja ese escudo. Va a mejorar cada vez más y más, Grimm lo hará.

—Es demasiado apresurado para creer en lo mejor de todos. Las personas que no crecen no duran mucho en nuestra profesión.

— ¡Bwa-ja-ja! Las personas son sólo un montón de problemas. Si puedes encontrar algo bueno sobre ellos, es suficiente.

Aún riendo, Bordeaux se cambió a un equipamiento de entrenamiento ligero. Pivot sólo pudo suspirar. El comandante agarró la alabarda que había dejado apoyada contra la pared, y luego se volvió hacia Roswaal.

—Siento no poder mostrarle un poco más de hospitalidad, Lady Mathers, después de todo lo que ha hecho. Pero el Escuadrón Zergev se dirige al campo de entrenamiento. Mañana también tengo el día ocupado.

—No me impooorta en absoluto. Es alentador para mí ver que no te inclinas por nadie. Y como dije, creo que vamos a pasar mucho tiempo juntos. Ciertamente espero que nos llevemos bien.

—…Al igual que yo —, dijo Pivot—. No me gustaría nos lleváramos mal, Lady Mathers.

Luego él y el sonriente Bordeaux salieron del vestuario y se despidieron de Roswaal en el pasillo. Una vez que ella estaba fuera de su vista, Bordeaux se volvió hacia su segundo al mando.

—Vaya, Pivot. Una flecha recta como tú, a punto de cumplir 30 años… No hubiera imaginado a Lady Mathers como tu tipo. ¡Perro!

—Joven señor —, contestó Pivot—, tenga cuidado de no dejar que Lady Mathers entre demasiado en su confianza, o en su corazón.

— ¿Hm?

Bordeaux sólo había estado bromeando, pero la tranquila respuesta de Pivot fue acompañada de una mirada profunda.

El comandante se acarició la barba perezosamente.


—Lo haré, si tú lo dices. Pero, ¿por qué? ¿Crees que está pasando algo?

—Esa mujer no es fácil de leer. No me sorprendería si estuviera tramando algo de lo que no sabemos nada. En cualquier caso, parece que trabajaremos con ella al menos durante la guerra. Tenga cuidado.

—Veneno con nuestra comida, ¿huh? Eso mantendrá las cosas interesantes. Y tengo que enviar al Demonio de la Espada a la batalla, ¡la vida de un capitán nunca es aburrida!

Aunque era consciente de que la risa vociferante de Bordeaux atraía miradas extrañas en el cuartel, Pivot levantó la voz y dijo:

—Dios mío… Siempre sacamos las pajitas más cortas, ¿no?

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