Re:Zero Ex (NL)

Volumen 2: La Canción de Amor del Demonio de la Espada

Capítulo 3: Tercera Estrofa

Parte 2

Shamrock Valley, al sureste de Lugunica, permanecía nublado día y noche.

La niebla era considerada un mal presagio en todas partes del mundo, y el escarpado barranco se había convertido en un páramo desprovisto de vida.

Eso lo convertía en el lugar perfecto para que aquellos que trabajaban en las sombras pudiesen ocultarse. Una pequeña choza escondida bajo el acantilado, camuflada por la niebla, era uno de los hogares de esos acechadores.

— ¡Muy bien, Valga, explícame qué está pasando exactamente! —la demanda resonó por el barranco. La voy era casi lo suficientemente estridente como para romper el vidrio, pero la tremenda ira que denotaba habría hecho que cualquiera dudara en mencionarlo.

—No tan alto —, dijo otro—. La niebla de afuera puede ser una neblina enferma que absorbe el sonido, pero a ese volumen no se sabe quién puede oírte —. Esta voz era ronca y baja. Su dueño tenía las manos sobre sus orejas, obviamente molesto. Sin embargo, la primera voz no se aplacaba.

— ¡No me importa cuánta razón creas que tienes! ¡No me importa! Si quieres criticarme, primero explica exactamente qué crees que estás haciendo.

— ¿Explicar? ¿Por qué debería explicar algo? ¿He hecho algo malo? ¿Y bien, Libre? Tú no has hecho nada, así que, ¿quién eres tú para hablarme así?

— ¡No me presiones, cachorro! ¡Eres terriblemente impertinente para ser tan joven!

La ira entre ellos había alcanzado el punto de ebullición mientras se gritaban frente a frente. Parecían casi listos para matarse el uno al otro. Una explosión parecía inevitable. Pero entonces…

—Los dos son muy ruidosos. Necesito un ambiente tranquilo para llevar a cabo mis experimentos. Y los he traído a ambos a mi casa segura principalmente para ayudarme con esos mismos experimentos.

La desapasionada voz sonaba como si perteneciera a una jovencita; sus palabras eran de reprensión, aunque su tono no mostraba expresión alguna. Sin embargo, los otros dos dejaron de discutir inmediatamente.

—Supongo que no resolveremos nada con los puños. Muy bien, dejaré al chico en paz. Pero tú entiendes, hay más que decir sobre este asunto —. El orador resopló. Él era tan alto que su cabeza casi llegaba al techo. Su cuerpo sobrenaturalmente delgado estaba cubierto por una túnica, y sus ojos amarillos brillaban extrañamente. Los parches de piel visible en sus extremidades y cabeza eran verdes y estaban cubiertos de escamas, y una larga y gruesa cola de reptil era arrastrada por el suelo tras él. Combinado con su larga lengua, no dejaba ninguna duda de que era un demi-humano.

Él era conocido con el nombre de Libre Fermi, y era uno de los pilares de la Alianza Demi-humana.

—Valga, explica los círculos mágicos en Castour y tu jueguito con esos cadáveres.

—Sólo mira lo que ganamos con eso. ¿Debes cuestionar hasta la última cosa, serpiente fastidiosa?

La cruda respuesta a la pregunta de Libre vino de un viejo gigante, que intentaba apretujarse en una silla demasiado pequeña para él. De pie, probablemente su altura alcanzara casi los seis pies y medio.

Los gigantes eran una raza de demi-humanos que, aparte de su tamaño, parecían básicamente humanos. Este hombre era uno del pequeño puñado que aún continuaba con vida, y de hecho era el más joven entre ellos. Aun así, había contribuido en gran parte en la Alianza Demi-humana, quizás más que nadie. Fue él quien organizó a los demi-humanos y los convirtió de una turba sin rumbo a una coalición que podía oponerse al reino. Su nombre era Valga Cromwell.

— ¿Qué queja podría tener acerca de ese resultado? Espera, déjame adivinar, ¿tú crees que nosotros no terminamos con suficientes cadáveres humanos para todo el trabajo que se hizo? ¡Estoy de acuerdo! ¡Yo quería matar a más de ellos!

— ¡No hagas tus pequeñas rabietas aquí! ¡Estoy diciendo que matamos a demasiados de ellos! Esta guerra ya se prolongado por muchos años. ¿Pero cómo esperas que los humanos consideren llegar a un acuerdo después de pérdidas como esa? ¡Tú nos condenarás a todos!

La silla de Valga se sacudió cuando se puso de pie.

— ¿Yo nos condenaré? Libre, ¡esta es una lucha hasta la extinción y siempre lo ha sido! No tengo intención de dejar ni un solo humano vivo. Voy a arrancar esa suciedad podrida e inmoral de raíz. Y cuando estén todos muertos, ¡quemaré los cuerpos!

— ¡¿Puedes dejar de ser infantil por un minuto?! ¡Hay más de ellos que de nosotros! Piénsalo. Incluso si cada plan tuyo funciona de ahora en adelante, incluso si les infligimos diez veces más pérdidas de las que ellos nos infligen en cada batalla, nosotros todavía seremos destruidos primero. ¡Así es esta lucha!

—Entonces, ¿qué? ¿Debería tragarme mi orgullo y ceder? Aquí hay una pregunta para que tú pienses: ¿Puedes oírlos? ¿Puedes oír los lamentos de todos nuestros camaradas que han sido pisoteados? ¿Los llantos de todos nuestros amigos que han sido abatidos? Yo puedo oírlos. Vénganos, me dicen ellos. ¡Ese es el orgullo de un demi-humano!

— ¡Y ese orgullo será la muerte de todos nosotros! ¡Yo podría simplemente tragarte entero, mocoso impertinente! ¡Ve a tener tu glorioso suicidio y déjanos al resto de nosotros fuera de esto!

—Ustedes dos —. La fría voz se volvió a oír, junto con un ensordecedor estruendo y un rayo de luz brillante que se colocó entre los dos enfurecidos, a una pulgada de sus narices mientras ellos continuaba mirándose entre sí con odio. La luz atravesó el aire de una forma claramente amenazadora—. Les he pedido silencio. Si se niegan a aceptar esta segunda advertencia, la tercera irá acompañada de una demostración de mi poder. Con mucho gusto los agregaré a mi colección de guerreros no-muertos.

La chica vestía una túnica blanca y tenía el pelo largo y rosa, se trataba de la bruja Sphinx.

Ella levantó un dedo y les preguntó con una mirada penetrante.

— ¿Quién será? A mí tampoco me importa. Ambos requieren observación.

—No me gusta discutir con este cachorro lo suficiente como para convertirme en un cadáver —, murmuró Libre.

—Me quitaste las palabras de la boca —, gruñó Valga.

Esta vez ambos trataron de mantener su distancia el uno del otro. Viéndolos a los dos así subyugados, Sphinx bajó su mano con un murmullo de “Ah”. Con una voz normal, continuó, — Señalando tu punto, creo que mis guerreros no- muertos pueden compensar la disparidad en nuestros números.

—Así es —, dijo Valga—. Es por eso que los zombis están aquí, y es por eso que Sphinx está aquí. Me preocupan más los cobardes como esta serpiente. ¿Crees que los zombis son sólo juguetes? Supongo que esto responde a tus quejas.

—Difícilmente. Va contra toda lógica. ¿No sientes vergüenza alguna de poner los cuerpos de los muertos para tus propios usos? No espero cordura de una bruja, pero tú eres diferente —. La lengua bífida de Libre se deslizó fuera de su boca. Con los brazos cruzados, miró a Sphinx.

Valga sólo resopló.

—Deshonro a los cadáveres de inmundicia inmoral. ¿Por qué debería sentir vergüenza? Los espíritus de nuestros aliados muertos me lo suplican. Y, como tú bien dices, somos la raza más débil. Tenemos que confiar en nuestro ingenio. No hay ninguna ley que establezca que los débiles siempre deben de perder.

—Actuaré como me parezca —, dijo Libre, dirigiéndose a la puerta de la choza. Bajo el marco de la puerta, se volteó, con sus ojos amarillos entrecerrados mientras miraba a Valga—. Pero te digo esto, Valga. Si sigues por este camino, un día te conducirá al infierno.

— ¿Un día? —dijo Valga—. Este mundo ya es un infierno.

En vez de decir adiós, Libre simplemente suspiró.

El reptil demi-humano salió, y la tensión se fue de los hombros de Valga. De repente, Sphinx dijo:

—Si va a ser un problema en el futuro, ¿debo eliminarlo?

—No deberíamos hacerlo si no es necesario. Libre puede que no piense igual que yo, pero la alianza lo necesita. La alianza me ve como su líder, pero la única forma en que puedo ayudar a alguien es con mi cerebro. Para liderar la carga hacia las filas enemigas, cortarlas en pedazos y elevar la moral de nuestras tropas al máximo, necesitamos un héroe como él.

—Una cosa difícil. Esto requiere una cuidadosa consideración —. Sphinx se detuvo y dijo—, ¿Y qué es lo siguiente que harás? ¿Más círculos mágicos como los que usaste en Castour?

Cualquier hostilidad que ella pudiera haber sentido hacia Libre pareció desvanecerse, reemplazado por el interés en el lugar del siguiente experimento. Ignorando el cambio brusco de tema, Valga desenrolló un mapa con sus robustas manos.

—Eso podría funcionar si pudiésemos hacerlo antes de que corra la voz de la derrota en Castour entre los humanos, pero la alianza no se encuentra lo suficientemente organizada como para moverse tan rápidamente. Cuanto más esperemos hasta la próxima batalla, más probable será que hayan desarrollado contramedidas. Dudo que la estrategia de la trampa mágica vuelva a funcionar.

— ¿Qué, entonces?

—Obviamente. Dejamos que destruyeran un círculo mágico —, dijo Valga con una malvada sonrisa, roja como la sangre.

Sphinx no tuvo ninguna reacción visible a esto. Sin embargo, miró al suelo y murmuró:

—Esto requerirá observación —, tan silenciosamente que nadie podía oírlo.

***

El tiempo pasó en un abrir y cerrar de ojos.

La actividad frenética que todos realizaban, atenuó la conciencia de los días que pasaban, y para el Demonio de la Espada, Wilhelm, esto no fue una excepción.

Tal como Roswaal les había dicho después de la asamblea, él y el resto del Escuadrón Zergev fueron lanzados una y otra vez a las batallas más brutales que enfrentó el ejército real. Durante este tiempo, las fuerzas del reino y la Alianza Demi-humana intercambiaron éxitos: el ejército real triunfaría a gran escala, sólo para que los demi-humanos destruyeran sus líneas de batalla y obtuvieran una victoria estratégica. Y así continuamente. Las tres personas que formaban el núcleo de la Alianza Demi-humana, evadían continuamente a las fuerzas reales, por lo que no se podía llegar a ninguna conclusión.

Antes de que se dieran cuenta, Wilhelm y Grimm habían estado en el ejército real y en el Escuadrón Zergev durante un año. Luego dos.

El Escuadrón se veía diferente a cuando se unieron los primeros veinte. Sólo quedaban alrededor de la mitad de los miembros originales, pero por cada uno que murió, varios nuevos subieron a bordo, hasta que la unidad se había expandido a un total de cien miembros. Eso los hizo aún más fuertes en el campo de batalla de lo que habían sido antes.

Si había algo que desconcertara a Wilhelm a través de todos estos cambios, fue que Grimm de alguna manera permaneciera en el escuadrón. Cuando se habían conocido dos años atrás, Wilhelm había confiado en que pronto dejaría de ver a Grimm, pero de alguna manera él también era una de las viejas manos de su grupo, muy reconocido por su valor marcial.

Aunque aún no tenía esperanzas con la espada, incluso Wilhelm tenía que reconocer su habilidad con el escudo, así como su habilidad para detectar el peligro. Los únicos en el escuadrón con los reflejos para poder defenderse de uno de los ataques de Wilhelm eran Grimm y Bordeaux.

Grimm también intentaba que Wilhelm lo reconociera, y mientras él perseveraba a pesar de los comentarios fulminantes del Demonio de la Espada, algunos susurraban que quizás Grimm era la persona más valiente del escuadrón.

—Bien, bieeen. He oído que hoy continuaaaste glorificando tu leyenda.

—…Mantente lejos de mí.

—Que recepción tan frííía. ¿No puedes al menos fingir que eres feliz cuando una hermosa mujer quiere acercarse a ti?

Desde su excursión a Castour Field, al escuadrón no le habían faltado oportunidades de ver Roswaal. Ya que era imposible decir cuándo los demi- humanos podrían intentar otra estrategia mágica, era natural que ella estuviese presente en cada batalla. Por lo que era igualmente natural que ella se encontrara con frecuencia con el Escuadrón Zergev, el cual estaba muy a menudo en la primera línea.

—Lady Mathers, qué manera de actuar. Y tú, ¿no te avergüenzas de ti mismo?

—Y-ya, ya, Carol. Así es Wilhelm. Puedes regañarlo todo lo que quieras; no cambiará.

Tan a menudo como veían a Roswaal, veían a su guardaespaldas, Carol, mirándolos fijamente. En momentos como este, Grimm era un salvavidas; aparecía de la nada para ocupar a Carol en una conversación. Wilhelm se aseguraba de que los dos estuvieran charlando a salvo, y luego se perdía una vez más en su propio mundo.

—Ese Wilhelm no ha cambiado ni un poco, ¿verdad? —, dijo Bordeaux—. Por otra parte, ¡ese es uno de sus puntos fuertes!

—Cada vez que vamos a un lugar nuevo —, contestó Pivot—, escucho nuevos rumores sobre el Demonio de la Espada, y juro que acorta mi vida. Si muero joven, voy a asumir que es su culpa.

Bordeaux y Pivot también continuaron observando y evaluando a Wilhelm a distancia, tal como lo habían hecho antes. Había, quizás, una diferencia: la alabarda de Bordeaux ya no podía alcanzar a Wilhelm. El joven espadachín se lo demostró más claramente de lo que quería, el día en que la diferencia en sus habilidades se hizo inconfundible. Bordeaux había llorado y reído en igual medida, sonidos que aún parecían resonar en la memoria de Wilhelm.

Él no podía creer que eso fuera hace ya tres años. Tres años, y ahora Wilhelm cumplía dieciocho. Tres años llenos de cosas, lugares y personas que permanecían en su memoria.

Él no se daría cuenta hasta más tarde de lo precioso que había sido ese tiempo.