Arifureta Shokugyou de Sekai Saikyou (NL)

Volumen 6

Capítulo 2: La Invasión De La Capital

Parte 1

Unos pocos rayos de luz de luna brillaron a través de la ventana enrejada, iluminando una celda por lo demás oscura. El marcado contraste entre la luz blanca y la habitación oscura era sorprendente.

El mobiliario de la habitación era bastante espartano. El suelo era de metal, y sólo había un único tablero de madera, un pequeño escritorio y un retrete en cuclillas. Francamente, las prisiones en la tierra eran más cómodas que esta celda.

Aiko se recostó contra la pared, acurrucada en un rincón de la cama con la cara enterrada entre las rodillas.

Habían pasado tres días desde que fue encarcelada aquí. Gracias al brazalete atado a su muñeca, no pudo usar nada de magia.

Al principio, intentó todo lo que pudo para escapar. Pero incluso cortándose a sí misma y dibujando un círculo mágico con su sangre no le había permitido hacer magia. Y naturalmente no era lo suficientemente fuerte físicamente para romper las barras de su celda. Tampoco había podido pasar al lado de la mujer de pelo plateado que vino a llevarle comida. La mujer era mucho más fuerte que ella y había podido fácilmente someter a Aiko.

Las rejas sobre su ventana le impedían escapar por allí. Lo máximo que podía hacer era pasar un brazo.

Aunque no hubiera habido barrotes en su ventana, no habría podido escapar. Su celda estaba en la cima de una torre en la cima de la Montaña Divina. Era improbable que pudiera llegar al suelo sin morir, e incluso si pudiera, la montaña estaba llena de sacerdotes. Evitarlos a todos y regresar a la capital era una tarea imposible.

Al final, Aiko se había visto reducida a acurrucarse en un rincón de su celda. Aunque estaba preocupada por sus estudiantes, no había nada que pudiera hacer por ellos.

“¿Qué intentan hacer por mis alumnos… Lo que está pasando…” Mientras Aiko murmuraba eso, recordó lo que la mujer había dicho antes de secuestrarla.

Aparentemente, el señor de la mujer habría encontrado inconveniente que Aiko les hubiese contado a sus alumnos lo que había aprendido de Hajime. La mujer había querido que uno de los planes de los estudiantes continuara sin obstáculos.

La preocupación y la desesperación se arremolinaban dentro de su mente. Aiko recordó al chico que había muerto en Ur, Yukitoshi Shimizu. A ella le preocupaba que otro de sus estudiantes pudiera estar tratando de hacer algo que nunca podrían retractarse, y no pudo evitar angustiarse por ello.

Atrapada sola en esta prisión, tuvo mucho tiempo para pensar. Cuanto más reflexionaba sobre los recientes acontecimientos, más se daba cuenta de que algo andaba mal dentro del palacio cuando regresaba. Eliheid y los otros líderes del reino habían estado actuando extrañamente fanatizados cuando ella fue a verlos.

Esa bruja de pelo plateado debe haberles hecho algo. Si el extraño hechizo que le había hecho a Aiko había sido realmente algún tipo de técnica de control mental, entonces era lógico que al rey y a sus criados les hubiesen lavado el cerebro.

Sin embargo, ni Shizuku ni Liliana habían estado actuando fuera de lo común. Aun así, no había forma de saber qué podría haberles pasado en el tiempo desde que fue capturada.

Mientras rezaba por su seguridad, Aiko recordó otra cosa que la mujer había dicho.

Dijo que necesitaba eliminar al “irregular”.

Esa palabra trajo a su mente a un estudiante en específico. El chico que le salvó la vida y el chico que mató a Shimizu. A pesar de tener una voluntad tan fuerte, había considerado seriamente el consejo que ella le había dado.

Y tambíen… tal vez si no nos hubiéramos besado…

Aunque Aiko había intentado enterrar ese recuerdo, seguía apareciendo cuando menos se lo esperaba. Se sonrojó, a pesar de saber la desesperada situación en la que se encontraba.

Aiko agitó la cabeza, intentando desterrar el recuerdo de sus pensamientos. Estaba preocupada por su seguridad, pero también quería volver a verle.

“Nagumo-kun…”

“¿Sí? ¿Qué pasa, Sensei?”

“¿¡Qué!?” Aiko no podía creer lo que oía. No había forma de que Hajime estuviera aquí ahora mismo.

Miró alrededor de su habitación, pero no vio a nadie, y luego inclinó la cabeza. ¿Estoy oyendo cosas?

Pero no era sólo su imaginación. Hajime la llamó de nuevo.

“Aquí arriba, Sensei.”

“¿Eh?” ¡No sólo estoy oyendo cosas! Aiko miró hacia la ventana.

Hajime estaba metiendo la cara entre los barrotes.

“¿Eh? ¿Qué? ¿Nagumo-kun? ¿Cómo? Este es el último piso… en la cima…. ¿Eh?”

“Sí, lo sé. Cálmate, Sensei. Necesito asegurarme de que no hay trampas aquí…” Hajime barrió su mirada por la habitación, confirmando con su ojo de demonio que el espacio estaba despejado. Hubo una ráfaga de chispas rojas, y de repente apareció un agujero en la pared de Aiko que era lo suficientemente ancho como para dejar pasar a una persona.

La habitación de Aiko estaba al menos a 100 metros del suelo. Y aun así, Hajime entró en la habitación como si el suelo se extendiese más allá de las paredes de Aiko.

Hajime sonrió al ver el asombro en la cara de Aiko.

“¿Por qué pareces tan sorprendida? Pensé que estaba haciendo un buen trabajo escondiendo mi presencia, pero sonaba como si supieras que ya estaba aquí…. Me hizo perder la confianza en mí mismo, honestamente.”

“¿Eh? ¿Lo hice? ¿Cómo?”

“Quiero decir, me llamaste por mi nombre, ¿no? ¿No fue porque sabías que estaba aquí?”

Naturalmente, Aiko no había sabido nada de eso, y solo había murmurado su nombre porque había estado pensando en él. No es que ella pudiera decírselo a Hajime. Y así, ella trató apresuradamente de cambiar el tema.

“De todos modos, ¿por qué estás aquí…”

“Para salvarte, por supuesto.”

“¿Viniste hasta aquí sólo para salvarme? ¿En serio?”

Hajime levantó una ceja. Sus extrañas acciones le hicieron preguntarse si no le habían lavado el cerebro. Se acercó a ella y la miró con sus ojos de demonio, sólo para asegurarse de que no estaba bajo la influencia de alguna extraña magia.

Aiko se sonrojó y su corazón empezó a latir más rápido. El chico en el que ella había estado pensando había venido a salvarla justo cuando ella esperaba que lo hiciese, y ahora él estaba de pie junto a su cama mirándola fijamente.

Si hubieran tenido una simple relación profesora-estudiante, Aiko simplemente le habría preguntado qué le pasaba. Pero no lo hizo, así que se dio cuenta de que no podía hacer nada más que mirarle fijamente.

Los ojos de Hajime no encontraron rastros de maná, por lo que decidió que probablemente Aiko era ella misma. La tomó de la mano y examinó su pulsera. Parecía que quería quitar el artefacto que estaba sellando su maná. Pero Aiko no lo veía así. Ella gritó y dijo algunas palabras bastante escandalosas.

“¡No podemos, Nagumo-kun! ¡Esto es demasiado repentino! ¡Y yo soy tu profesora!”

“¿No quieres ser capaz de usar la magia otra vez? ¿O hay algún tipo de trampa que se active si rompo esto? No parece que la haya, pero…”

“¿Eh? Oh, eso es lo que estabas haciendo…”

“¿Qué creías que estaba haciendo?”

“Hahahahahaha… Lo siento mucho. No es nada…”

Hajime miró interrogativamente a Aiko, que intentó fingir con una sonrisa. Una vez más cambió de tema, preguntando cómo sabía Hajime que había sido capturada.

“La princesa me lo dijo.”

“¿Por la princesa, te refieres a Liliana?”

“Sí. Aparentemente ella vio que te secuestraron. No pudo decírselo a Amanogawa ni a los otros porque estaba preocupada de que estuvieran bajo vigilancia, así que salió del castillo para tratar de encontrarnos”.

“Así que fue Liliana-san… ¿Aceptaste ayudarla?”

“Supongo. Esto es en parte culpa mía, después de todo. Sé que probablemente no querías volver a ver mi cara, pero… tendrás que lidiar con ello hasta que nos encontremos con los otros”. Hajime sonrió torpemente, luego rompió el brazalete que sellaba el maná de Aiko y se puso en pie.

Probablemente piensa eso por lo que pasó con Shimizu-kun. Aiko agarró el brazo de Hajime. Luego, miró directamente a los ojos de Hajime y le contó sus verdaderos sentimientos sobre el incidente.

“Nunca desearía algo así. Estoy realmente feliz de que hayas venido a salvarme. Es cierto que todavía no he llegado a un acuerdo con lo que le pasó a Shimizu-kun…. Sinceramente, dudo que alguna vez lo haga… Aun así, me gustaría pensar… que al menos entiendo por qué apretaste el gatillo. No te odio por eso, ni te guardo rencor.”

“Sensei…”

Aiko sonrió, su mirada sosteniendo a partes iguales bondad y tristeza.

“No podía decírtelo entonces, así que me gustaría decírtelo ahora. Muchas gracias por salvarme la vida. Y siento haberte forzado a matar a un compañero”.

“……” Parece que tenías razón, Yue. Ella lo descubrió. Hajime se sonrió amargamente. Sin importar si se había dado cuenta o no, eso no cambiaba el hecho de que Hajime le había hecho algo terrible.

“Sólo hice lo que quise. Aceptaré tu agradecimiento, pero no necesito una disculpa. De todos modos, salgamos de aquí. La princesa debería estar con Amanogawa y los otros ahora mismo. Decidiremos qué hacer después de que nos hayamos conocido”.

“Muy bien. Ten cuidado, Nagumo-kun. La Santa Iglesia te ha tildado de hereje. Y es posible que la persona que me secuestró sea…”

“Lo sé. Hay algunas cosas que necesito hacer aquí una vez que te ponga a salvo, así que probablemente acabaré luchando contra ellos tarde o temprano. Vine aquí sabiendo eso.”

Hajime asintió, con una firme resolución evidente en su mirada.

Aiko se sonrojó, pero rápidamente salió de sus fantasías. Había otra cosa de la que necesitaba advertir a Hajime. Antes de que ella pudiera, ambos oyeron un fuerte estruendo a lo lejos. El aire tembló.

Aiko se puso tensa y miró a Hajime. Miró a lo lejos, su mirada fija en un cierto punto. Adivinó que la conmoción había venido de la superficie, y telepáticamente recibió un informe de Yue.

“Tch, este es un momento bastante malo… Espera, en realidad, esto podría no ser tan malo”.
Hajime chasqueó su lengua y se giró hacia Aiko.

Aiko no sabía que Hajime podía usar la telepatía, pero después de todos los artefactos que había visto, no dudó que había hecho algo para averiguar lo que había pasado. Ella exigió una explicación con su mirada.

“Sensei, los demonios han atacado. Ese ruido era el sonido de la destrucción de la barrera de la capital”.

“¿¡Los demonios están atacando!? Eso no significa…”

“Sí, Heiligh está bajo asedio. Mis compañeras me lo dijeron por telepatía. Tienen un enorme ejército de monstruos con ellos también. Atraparon al ejército humano por sorpresa”.

“Imposible”. Aiko palideció y agitó la cabeza.

Su conmoción era comprensible. Debería haber sido imposible para los demonios traer un ejército capaz de invadir la capital tan cerca de la ciudad sin que nadie se diera cuenta. Además, la barrera que protegía la capital era casi invencible. Era impensable que los demonios no solo habían roto la barrera, sino que también lo habían hecho sin ser vistos.

“Por ahora, necesitamos reunirnos con Amanogawa y los otros. Hablaremos más tarde.”

“De acuerdo”.

Hajime cogió a Aiko entre sus brazos y se preparó para saltar. Ella gritó y puso sus brazos alrededor de su cuello. Sin embargo, en ese momento, una luz cegadora caía desde arriba.

“¿¡Ah!?” Se parecía a la luz de la luna, sólo que más intensa. Pero los instintos de Hajime le dijeron que era peligroso, y escuchó su advertencia. Sin siquiera mirar hacia atrás, saltó por el agujero que había hecho. Oyó a Aiko gritar y aferrarse aún más a él, pero no tenía tiempo para ella.

Un segundo después de que saltó de la celda de Aiko, la luz plateada la hizo pedazos.

La luz hizo un extraño ruido al chocar contra la pared de piedra. No era el sonido de un objeto físico chocando contra la roca, ni tampoco el silbido distintivo de una piedra que se derrite con el calor. No, parecía como si la luz simplemente hubiera desmontado los componentes de la pared. La cima de la imponente torre se desplomó con el viento, su piedra se convirtió en partículas más finas que la arena.

Hajime se estabilizó en el aire con [Aerodinámica] y murmuró para sí mismo.

“¿Estaba la torre… desintegrada?”

“Correcto, Irregular”. Aunque no esperaba una respuesta, la recibió de todos modos. La chica que le contestó tenía una voz tan pura como el repique de una campana, pero estaba totalmente desprovista de emoción.

Hajime levantó la vista y vio a una chica de pelo plateado y ojos azules mirándole. Estaba flotando sobre lo que había sido la cima de la torre. Su apariencia coincidía con la descripción que Liliana había dado de la monja que había secuestrado a Aiko.

Pero no llevaba el hábito de monja. En vez de eso, tenía un casco en la cabeza, guanteletes en los brazos y chicharrones sobre las piernas. Sobre su torso, no llevaba nada más que un vestido blanco sin mangas.

Había, sin embargo, placas de metal cubriendo ambos lados de su cintura. Aunque era un poco extraño, era claramente un uniforme de combate. Se parecía a una de las Valquirias de la mitología nórdica.

Se elevó hacia el cielo, como si la gravedad no tuviera control sobre ella. Con la luna enmarcando su silueta, se giró para mirar a Hajime, un par de brillantes alas plateadas surgiendo de su espalda.

La forma en que brillaban hacía que pareciera que estaban hechos completamente de maná.

Su glorioso cabello plateado ondeaba en la brisa. Había una belleza misteriosa, de otro mundo en ella. Desafortunadamente, sus ojos arruinaron su buen aspecto.

Mientras todo lo demás en ella brillaba como la luna, sus ojos eran tan fríos como el hielo. No había ni un rastro de odio en ellos. Sólo una frigidez mecánica, sin emociones. Era como si fuera sólo una muñeca.

La chica se encontró con la aguda mirada de Hajime y abrió los brazos. Sus guanteletes brillaron, y un par de grandes espadas sin empuñadura aparecieron en sus manos.

Los dos metros de longitud de las espadas brillaban con la misma luz plateada que el resto de ella. Las balanceó como si fuesen livianas, y se dirigió a Hajime con una voz sin emoción.

“Yo soy Noint. Un Apóstol de Dios. Mi deber es quitar las piezas no deseadas del tablero de juego de mi señor”.

Una clara declaración de guerra.

La muchacha que estaba delante de Hajime era un verdadero apóstol de Dios, enviado directamente por el mismo Ehit. ¿Así que esos supuestos dioses finalmente decidieron interponerse en mi camino? Les había arruinado la diversión, así que ahora iban a eliminarlo.

El aire empezó a temblar cuando Noint recogió su maná plateado.

Finalmente, una ola de presión cayó sobre Hajime y Aiko como una cascada. Aiko apretó los dientes e intentó resistirlo, pero estaba blanca como una sábana. La presión era demasiado para ella. Sin embargo, justo antes de caer inconsciente, estaba rodeada por un velo de maná carmesí. El aura de maná de Hajime bloqueó la ola de presión que emanaba Noint.

Los ojos de Aiko se abrieron y miró a Hajime. A pesar de la abrumadora presión, no parecía ni un poco asustado. Al contrario, había un destello asesino en sus ojos, y una sonrisa sin miedo en su cara.

Aiko estaba cautivada por lo seguro que parecía. Hajime miró fijamente a Noint y valientemente declaró sus pensamientos.

“¡Me gustaría verte intentarlo, Marioneta de Dios!” A Ocho mil metros en el aire, muy por encima de los cielos de la Montaña Divina, el Apóstol de Dios y el monstruo que se arrastró fuera del abismo se enfrentaron.