Goblin Slayer – Side Story: Year One

Volumen 1

Capítulo 3: Tutorial – Primera Aventura

Parte 3

El cacique refunfuñó enojado cuando fue interrumpido por uno de sus lacayos, con la cara pálida, llorando, ¡Intruso! ¡Intruso! ¡Intruso! (Nova: decidimos usar cacique al traducir “chieftain”, ya que significa líder de un clan o tribu)

Golpeó al subordinado con su bastón y pateó a su, ahora silenciosa, madre-goblin. “Dime”, exigió.

Rápidamente reconstruyó el confuso relato del lacayo. Era inteligente en ese sentido.

Parecía que un aventurero había entrado en el nido, y solo.

Qué estúpido. El cacique se rió. Pronto moriría en una emboscada. Era una pena que el recién llegado fuera un hombre, pero los machos seguían siendo útiles por su carne. No era realmente algo malo.

Eso fue lo que pensó el cacique… pero estaba equivocado.

No solo el aventurero había frustrado el ataque furtivo, sino que incluso había matado a su Nomada.

El cacique lanzó una lluvia de sucias groserías contra el aventurero, golpeando el suelo con frustración; le dio al lacayo otro golpe por si acaso.

No estaba específicamente enfadado porque sus lacayos hubieran sido asesinados. Pero no soportaba la idea de que su perfecto (en sus ojos) nido se viera afectado por este intruso.

Reúne a quienquiera que esté vivo, gruñó, y el goblin que había huido hacia él ahora salió corriendo de nuevo, aullando.

Malditos y ruinosos son estos condenados aventureros. Haciéndome ir a buscar a otra madre-goblin.

A los goblins les convenía creer que porque eran débiles, siempre eran las víctimas. Sin embargo, en sus corazones, se veían a sí mismos como las criaturas más importantes del mundo, y eso era lo que los hacía tan profundamente desagradables.

El cacique espoleo a los cuatro goblins que habían regresado vivos mientras intentaba luchar contra el aventurero. Terminaría el trabajo él mismo.

Sus seguidores no se conformarían con menos. Después de todo, la mitad de la razón por la que la existencia de un nido de goblins continuaba era la naturaleza desconfiada del líder; la otra mitad eran los celos de sus seguidores.

Si no era cuidadoso, los idiotas que lo rodeaban podrían interponerse en su camino. Y eso, el cacique no podía soportarlo.

Afortunadamente para él, se le informó que el aventurero había sido herido en combate. Había un rastro de sangre salpicada que llevaba hacia la entrada, lejos de las pilas de cadáveres de sus estúpidos compadres. Lo que es más, las huellas sugerían que el aventurero había estado casi arrastrándose. Estaba malherido, no había duda.

El cacique sonrió perversamente; hizo un gesto con su báculo para animar a los demás. Discutiendo y quejándose, avanzaron, hasta que por fin llegaron a la boca de la cueva. El gran agujero dejaba entrar la luz de la luna verde, todo el lugar se llenaba con el brillo de la “mañana”.

No había forma de que el aventurero escapara bajo estas condiciones.

El cacique agitó su báculo, enviando a sus camaradas goblins fuera de la cueva.

En el momento en que lo hizo, hubo un golpe húmedo, y dos de los goblins fueron simplemente aniquilados.

“¡¿GOROB?!”

¿Qué había pasado? El cacique no estaba seguro al principio, pero pensó que algo grande había caído desde arriba.

Era el cadáver del hobgoblin. En lo que respecta al cacique, el enorme goblin era un pedazo de basura sin valor que todavía le causaba problemas incluso después de muerto.

Nunca se le había ocurrido al cacique que el aventurero podría arrastrar el cadáver a algún lugar y luego empujarlo hacia abajo sobre los goblins.

“¡GOBBBR!”

“¡GBO! ¡¡¡GROOBGR!!!”

Los dos goblins restantes, habiendo evitado por poco el desastre, se volvieron hacia el cacique con miedo en sus rostros.

Malditos, idiotas sin cerebro. El jefe le dio a cada uno un golpe en la cabeza y los echó de la cueva.

Inmediatamente, algo cayó y atacó a uno de ellos.

Este algo era un aventurero, vistiendo armadura y casco. El cuerno de un lado de su casco estaba roto.

“¡¿GORB?!”

El aventurero comenzó por golpear su escudo contra la cabeza del goblin más cercano, abriendo la cara de la criatura.

“¡¿GOROBRG?!”

Luego giró, cogiendo al segundo goblin (que se había colado detrás de él) con el borde del escudo en un barrido hacia un lado. El borde metálico no era lo suficientemente afilado como para ser llamado una hoja, pero era suficiente para destrozar el pecho de la criatura, haciendo que emitiera un grito.

El aventurero chasqueó su lengua cuando se dio cuenta de que no había acabado con el monstruo de un solo golpe, y luego saltó sobre él, estrellando el escudo contra su garganta. Con la tráquea aplastada, el goblin se asfixió en los siguientes segundos.

Para el cacique, era suficiente.

Podrían ser estúpidos montones de excrementos, pero al menos habían servido para conseguirle el tiempo necesario para conjurar su hechizo.

El cacique ya estaba levantando su báculo, adornado con el cráneo de un animal, y declamando una maldición incomprensible.

El aventurero se dio cuenta de lo que estaba haciendo y se volvió, pero ya era demasiado tarde. En ese instante, un rayo estalló desde el bastón.

***

Era un Relámpago.

No se había dado cuenta de que existían esas cosas: goblins que podían usar magia.

Se preparó con su brazo derecho… no estaba dispuesto a sacrificar su buen brazo izquierdo, y usó el cuerpo del hobgoblin para protegerse a sí mismo. Un relámpago de color blanco azulado cayó sobre el cadáver, chisporroteando y burbujeando mientras le quemaba el brazo.

No gritó…. de alguna manera, no lo experimentó como dolor, sino como una pérdida de sensibilidad, casi como si su brazo hubiera sido lanzado por el aire.

“¡Argh…!”

De hecho, había sido lanzado a varios metros del cuerpo del hobgoblin. Un extraño sabor medicinal se extendió por su boca, y el sudor goteaba repentinamente por todos sus poros.

Rodó por el suelo, y luego usó su mano izquierda para ponerse de pie.

¿Qué hay de la derecha?

Miró hacia abajo y vio su brazo. No lo habría creído si no lo hubiera visto, pero aún estaba adherida. Intentó moverlo, pero no respondió de la forma que esperaba, casi como si estuviera muy inflamado.

Estaba, sin embargo, sin sensibilidad.

El dolor era difícil de describir: era como si en lugar de un brazo real, tuviera mil agujas que se parecían a uno.

Y había más. Chasqueó su lengua. El goblin que tenía frente a él estaba levantando su báculo de nuevo.

Más tarde descubriría lo que era esta criatura. Si su brazo derecho todavía estaba ahí al final de la pelea, entonces también se ocuparía de eso. Tenía que matar al monstruo antes de que lanzara otro rayo.

El cuerpo del hobgoblin temblaba debido al remanente de la electricidad, humo emanaba de la carne cocida. El cadáver le había dado algo de protección, pero no lo había protegido del todo. Eso era obvio ahora.

¿Qué podía hacer, entonces? ¿Qué equipo tenía a la mano? ¿Qué opciones tenía a su disposición? ¿Y qué camino debería tomar?

¿Cómo puedo matar a esta criatura?

Su mente trabajó rápidamente, revisando las posibilidades. Desabrochó la correa en la parte posterior de su escudo, agarrándola por el mango.

“¡GOOBOOGOROGOBOG!”

El cacique -el chamán goblin- pronuncio de nuevo las palabras del hechizo, y un segundo Relámpago rasgó el aire. Su luz blanco azulada se doblaba en ángulos salvajes, pero venía volando directamente hacia él.

“¡…ngh!”

Recibió la embestida en su escudo… el escudo que había lanzado con su mano izquierda desde la sombra del cadáver del hobgoblin.

Voló en un arco agudo, interceptando el relámpago y enviándolo a volar en otra dirección.

Más fácil que lanzar bolas de plata en la boca de las ranas en un festival.

La brillante luz llenó su visión, y el acre olor a cuero quemado llegó a su nariz; humo negro se elevó en el aire. La situación no era propicia para ver bien. El flash aún estaba impreso en sus retinas. Pero lo mismo sería cierto para su enemigo.

Y eso es suficiente.

Cogió su espada, ahora de una extraña longitud, en su mano izquierda. La levantó con un agarre inverso y saltó a través del humo para atacar al chamán.

“¡Ha-ahhh!”

“¡GBBRGGGGGGG!”

El chamán empujó su báculo hacia arriba. ¿Podría usar otro hechizo? No lo sabía, pero no importaba.

Lo que debo hacer es simple.

Saltó, dejando atrás el cuerpo del hobgoblin, permaneciendo tan bajo como pudo, subiendo su espada, y luego bajándola hacia su garganta.

Eso fue todo.

“¡¿GOBORG?!

Hubo un impacto lo suficientemente fuerte como para derribar a alguien; sintió algo debajo de él, escuchó el grito y vio el chorro de sangre. Parecía que incluso la hoja rota de la espada era suficiente para destruir la garganta de un goblin.

Eso debería evitar que pueda usar más hechizos.

Incluso cuando el asqueroso goblin se empapó de sangre, se inclinó con su peso, esperando romperle los huesos. Era más difícil de lo que esperaba, ya que sólo podía usar un brazo.

Volvió a apuñalar con su espada. Esta vez, apoyó el pomo contra su inmóvil brazo derecho, esforzándose al máximo.

“¡¿¡¿¡¿GOROGOR?!?!?!”

Sólo por si acaso. No importaba si la criatura podía usar hechizos o no. No le daría la oportunidad.

Empujó con más fuerza su peso corporal hacia la figura espasmódica del chamán y volvió a golpear, una vez más en la garganta.

“¡¿ ¡¿—?! ?!”

Una y otra vez, hasta que el cuerpo tembloroso dejó de moverse. Otra vez. Tantas veces como fuera necesario.

“…”

Entonces, finalmente, dejó escapar un suspiro.

Su espada estaba enterrada hasta la empuñadura en la garganta del chamán, que finalmente se había quedado inmóvil. Su mano y sus dedos se sentían congelados; simplemente se quedó allí con la espada apretada en sus manos.

“…Hrm.”

Con esfuerzo, consiguió liberar sus dedos de la espada, cubriendo el pomo con sangre para lubricarlo.

Miró a su alrededor y vio, en la tenue oscuridad, cadáveres de goblins esparcidos por todas partes. Él era lo único que se movía.

El chamán goblin, el hobgoblin, el resto de los goblins: todos estaban muertos.

No.

Él los había matado.

Si los mataba, él no sería asesinado.

“……”

Silenciosamente, agarró la espada que estaba alojada en la garganta del cadáver; apoyó su pie contra el cadáver para sacarlo. Pero estaba llena de sangre, y descubrió que simplemente no podía manipularla con una sola mano.

Gruñó, mirando a su alrededor las secuelas de la pelea, y entonces sacó la daga que había traído como respaldo.

Era la única arma que le quedaba.

Forzó su cabeza, que quería inclinarse hacia un lado debido al cuerno que faltaba, a permanecer recta, y de alguna manera se las arregló para preparar una antorcha con una sola mano.

A la luz de su llama, regresó a la cueva.

El lugar estaba lleno de cuerpos. Vapor surgía de las entrañas, sangre oscura lo cubría todo, y los vacíos ojos de goblins muertos le miraban fijamente.

Tuvieron suerte de que quedase algún cuerpo, pensó. Era más de lo que se merecían los goblins.

“Cuatro junto a la entrada, y sólo…” concluyó, “un cacique. Cinco en total”.

Pateó a uno de los cadáveres, que se volcó sobre su espalda, claramente muerto.

O al menos, parecía estar muerto.

Así que levantó su pequeña daga.

“Seis”.

Uno a la vez, les clavó el cuchillo en la garganta, los abrió y se aseguró de que no volvieran a respirar. Si ya estaban muertos, entonces bien. Si estaban mortalmente heridos, él los remató. Si trataron de tenderle una emboscada, él los mató.

Hacer todo esto con el brazo izquierdo era un trabajo agotador. La daga se cubrió tanto de sangre que pensó que se le podría resbalar de la mano, así que cambió a un agarre inverso y la envolvió alrededor de su mano con un vendaje. No podía atarla, pero mientras tuviera poco agarre sobre el arma, no se le caería.

A mitad de su trabajo, un hedor que le revolvió el estómago y un dolor espantoso en su brazo derecho lo asaltaron repentinamente, haciendo que se sintiera desfallecer. ¿Fueron segundos o minutos los que estuvo ahí tirado? ¿O horas o días? En un instante, su conciencia volvió a enfocarse y vomitó.

¿En qué había caído? ¿Desperdicio, o sangre, o ambos? Lentamente se puso en pie.

Con su único brazo bueno, buscó en su bolso, recogiendo algunas hierbas empapadas en poción y llevándoselas a la boca. Sabían asquerosas, pero al masticarlas, sintió como su mente se aclaraba un poco. Pero unas pocas hierbas no curarían sus heridas. Necesitaba atención médica.

Su brazo derecho palpitaba salvajemente, pero el dolor era una señal de que tenía sensibilidad. Podría preocuparse por ello más tarde.

Después de haber hecho todo lo que tenía que hacer.

“…Diez, once, doce, trece, catorce…. quince… dieciséis…”

Le llevó mucho tiempo, pero se aseguró de que todos los goblins estuvieran muertos. Perforar la garganta, degollarla, luego sacar la daga y pasar al siguiente. Una y otra vez, repitió el proceso.

No tenía ni idea de cuánto tiempo pasó hasta que finalmente llegó a la parte más profunda de la cueva.

No entendió inmediatamente lo que estaba mirando. El techo sobre él era alto, con el viento soplando a su alrededor. ¿La cámara era natural o la habían excavado? No tenía ni idea. Pero la habitación desierta estaba obviamente destinada a una persona importante (o goblin). En el centro de la cámara, atada con cadenas, estaba una mujer.

Estaba cubierta de inmundicia y no movía ni un músculo.

Si recordaba correctamente… y si no había estado inconsciente durante mucho tiempo… ella había sido secuestrada una semana antes.

“…¿Estás viva?”

Vio un movimiento, tan leve que al principio pensó que era un truco de la luz de la antorcha parpadeante. Pero luego vio sus pechos, cubiertos de dolorosas marcas de mordeduras, que se movían suavemente hacia arriba y hacia abajo, prueba de que la joven de la aldea aún vivía.

Así que ahora había sido rescatada, pero su vida estaba destrozada.

“…”

Sin decir palabra, se arrodilló a su lado y la examinó, y luego se levantó en silencio.

Eso no lo tenía que decidir él. Sólo podía tener fe.

¿No podría haber sido más feliz al ser asesinada por los goblins que al ser rescatada en este estado? Asesinada por goblins… ¿Cómo podría ser eso la felicidad? Fue una idea estúpida.

Miró alrededor de la sala, notando varios puntos que parecían lugares donde un goblin aún podía estar escondido. La esquina, por ejemplo. Un altar estaba allí como diseñado para llamar la atención, aunque parecía ser una pálida imitación de algún original. Estaba hecho de huesos humanos. Lo pateó, los huesos cayendo al suelo, y luego miró a su alrededor.

“…”

Encontró a sus goblins.

Varias criaturas pequeñas, acurrucadas juntas, temblando y parloteando en finas voces. ¿Estaban rogando por sus vidas?

Miró a los monstruos, agachándose en la esquina de la habitación.

Pequeños goblins. Niños. Niños goblins.

Estaba seguro de que los adultos les habían dicho que se escondieran. Se lo podía imaginar fácilmente.

Reconocía sus expresiones: lo miraban como cualquiera miraría a alguien que irrumpe en su casa.

Ladeó la cabeza como si estuviera pensando en algo y se quedó de pie durante un largo momento.

Los niños goblins empezaron a recoger piedras en sus manos diminutas.

¿Pensaron que no podía verlos?

Respiró hondo y luego lo dejó salir. Detectó el olor ya familiar, una mezcla de carne podrida y desechos y barro.

Miró a su alrededor, escuchando la respiración superficial de la joven de la aldea, totalmente despojada de su dignidad.

Con un lento asentimiento, contó los goblins.

“Veintiuno”.

Luego bajó su daga.