Great Demon King
Libro 4: La Ciudad del Valen
Capítulo 146: Yo lo Guardare por Ti
Las obscenas quejas de Gilberto resonaron por varios kilómetros dentro del Mundo Subterráneo.
– ¡No es justo! ¡Tengo que tener hembras! ¿Cómo quieres que continúe viviendo sin un coño para depositar mi simiente? ¡Aunque sea déjame usar a las mujeres de tus enemigos cuando no las estés usando! –
– ¡Para ya de cacarear como una mujer histérica! Hablaremos más tarde. Por ahora mejor siéntate a descansar antes de que te desangres por completo. – Le espetó Han Shuo mientras se alejaba a unos pasos. Estaba pensando en la extraña sensación que se introdujo en su mente cuando Gilberto ejecutó el pacto. No debía ser nada negativo, porque de otro modo la Esencia Mágica habría reaccionado para defenderlo, pero aun así cerró los ojos y meditó unos momentos.
Después de un tiempo entendió cómo funcionaba el Juramento Inquebrantable. Ahora existía una poderosa conexión mental entre Gilberto y él, que le permitía saber exactamente dónde se encontraba el lascivo dragón sin importar que tan lejos estuviese e incluso podía desatar una poderosa compulsión para obligarlo a suicidarse en el momento que desease. Pero la vía solo funcionaba en un solo sentido, de modo que la mente de Han Shuo estaba a salvo de cualquier interferencia.
Mientras tanto Gilberto seguía quejándose y suplicando de un modo molesto, pero de pronto el Pequeño Esqueleto se acercó arrastrando una de las pesadas alabardas que los Elfos Oscuros habían utilizado. Al reconocer la presencia de la criatura que tanto dolor le había causado junto con una de las temibles armas que cortaron su cuerpo miserablemente, Gilberto cerró la boca por primera vez y corrió a refugiarse a espaldas de Han Shuo en un ataque de pánico.
Han Shuo abrió los ojos y recibió la alabarda. Al examinarla descubrió maravillado que estaba hecha de un misterioso material que se sentía como la madera al tacto, pero su apariencia se asemejaba más al metal y la roca. De cerca pudo ver que alguien había gravado una serie de diagramas complicados por toda su superficie, pero tan delicados que eran indetectables a simple vista. Un misterioso poder parecía irradiar del mango, pero no podía identificarlo.
En ese momento se escuchó un bullicio. Era el grupo e Cazadores Troll que regresaban de su incursión con expresiones cansadas. Algunos habían muerto, pero en general su número se mantenía igual.
– Oh, Adalid. La Elfa Oscura Dánae y algunas de sus mujeres malvadas consiguieron escapar. – Informó el Viejo Chamán tras escuchar el reporte de los cazadores. Su expresión se veía apesadumbrada, como si temiese haber decepcionado a su deidad.
Han Shuo guardó la alabarda en su Anillo Espacial para examinarla después e inmediatamente se puso a pensar en el próximo paso que debían dar. Luego de unos segundos les dijo: – Que algunas se escaparan era algo inevitable. Sé que algunos están malheridos, pero tenemos que ponernos en movimiento ahora mismo. El Mundo Subterráneo es el hogar de esos Elfos Oscuros y la tribu de Dánae no será la única en los alrededores. Cada segundo que estemos aquí le da a nuestros enemigos tiempo para preparar una emboscada. ¡Debemos que irnos inmediatamente! –
El escuchar esto, Gilberto alzó la mirada y habló emocionado: – Amo, ¿acaso planeas ir al mundo de la superficie? ¡Eso es maravilloso! He escuchado tantas historias de mi padre acerca del día, la noche con estrellas. ¡Y las mujeres! Dicen que hay muchas razas de mujeres hermosas ahí afuera. –
Han Shuo lo miró con el ceño fruncido y preguntó: – ¿Acaso nunca has salido a la superficie? Si siempre has vivido aquí no tendrías que haberte hecho enemigo de los Elfos Oscuros. ¿Cómo acabaste peleándote con una de las razas más poderosas de esta zona? –
– Oh, bueno. Pasaron muchas cosas. – Respondió Gilberto rascándose la cabeza: – Siempre he vivido bajo tierra, pero no aquí. Muy por debajo de este nivel hay otros mundos muy vastos donde habitan criaturas poderosas y también hay vestigios de razas que desaparecieron hace tiempo. Una de esas ruinas terminó convirtiéndose en el lugar donde los Dragones Negros se reúnen cada cierto tiempo cuando tenemos hijos que criar. Podrías decir que la convertimos en nuestro reino.
Mi padre ya era viejo cuando rompí el cascarón, pero se encargó de alimentarme hasta que mis escamas se endurecieron. Claro que nunca quiso compartir a ninguna de sus mujeres conmigo. Y además se pasaba todo el tiempo diciéndome que todavía era muy joven e inmaduro como para aventurarme a salir por mi cuenta. “Bla, bla, bla. Tienes que ser más viejo y fuerte antes de poder estirar las alas…” ¡Esas son tonterías! me dije. Así que abandoné el Refugio de los Dragones Negros para buscar fortuna en el mundo de la Superficie.
¡Oro y mujeres! Me decía a mí mismo. Todo el tiempo soñaba con las fabulosas riquezas que obtendría, así como las hembras que me follaría. Pero creo que soñé despierto por demasiado tiempo, porque acabé perdiéndome durante un par de años.
En mi camino terminé encontrando muchos lugares extraños que ni siquiera mi padre debió conocer; por lo menos no se parecían a ningún sitio que él me describiera en nuestras charlas y cada cierto tiempo tenía que abrirme paso excavando. También maté a muchos monstruos extraños que se atravesaron en mi camino, aunque la mayoría eran bastante asquerosos hasta de ver.
Por suerte sabía que sin importar a dónde llegase mi destino final siempre estaría cuesta arriba. Seguí subiendo y cavando hasta que un día encontré agua. Después de nadar mucho tiempo terminé topándome con los Hombres Lagarto, unas criaturas miserables pero que me trataron como invitado de honor, así que los honré quedándome con ellos mientras recuperaba fuerzas. Luego de unos días me propusieron un trato: Si los ayudaba a deshacerse de un grupo de Elfos Oscuros, ellos me darían tesoros, mujeres y un guía hacia la superficie.
Naturalmente acepté e inmediatamente puse manos a la obra. Me encontré con los Elfos Oscuros justo cuando estaban en plena batalla con el ejército de lagartos por el control de un lago o algo así. Bueno, tampoco es que me importara, así que no dije nada y simplemente los quemé hasta la muerte sin fijarme muy bien cómo se veían.
Pero cuando me dirigí a su poblado para destruirlos… ¡Me di cuenta de que las Elfas Oscuras eran hermosas! Jamás había visto hembras tan suculentas en toda mi vida, aunque sus coños olían como si los utilizaran mucho. Pero decidí ser magnánimo y permitirles ser parte de mi Harem.
¡Ay! ¡Que lastima que esas tontas no apreciaran mi generosidad! Porque cada vez que me las encontraba me arrojaban unos molestos guijarros que dolían mucho más de lo que uno creería y luego se escapaban rápidamente. Después de un tiempo aparecieron unas elfas más fuertes, con expresiones algo frías, que revoloteaban rápidamente a mi alrededor tratando de hacerme daño. ¡Cómo quisiera haberlas tenido un día en mi cama para derretir esa frialdad con mis embestidas! Pero nunca pude alcanzarlas ni siquiera usando magia.
Al final esas elfas comenzaron a derrumbar grandes rocas sobre mi cabeza cada vez que me las encontraba en un espacio angosto. Fue ahí fue cuando me lastimé un poco y me dio algo de jaqueca, así que me escondí en una madriguera para descansar. El resto de la historia ya la conoces. –
Durante casi toda su narración la expresión de Gilberto permaneció calmada, como si simplemente estuviese describiendo una serie de acontecimientos cotidianos en lugar de la extraña y algo ridícula odisea de un dragón extremadamente descuidado. Han Shuo no podía afirmar que entendió todo lo que escuchó, pero más o menos fue capaz de hacerse una idea general de los eventos.
Suspirando agotado, Han Shuo decidió no decir nada más al respecto por el bien de su paz mental y en su lugar le echó un rápido vistazo a Gilberto. Entonces notó que aún seguía sangrando.
– ¿Tus heridas son muy graves? –
– ¡Bastante! ¡Muchas de ellas las hiciste tú! – Respondió el dragón lascivo con una expresión desanimada. Después de una pausa también suspiró: – Pero la verdad es que usualmente me regenero más rápido y ya no tendría que estar sangrando. Ahora que lo pienso, creo que las heridas que me hicieron esos elfos machos con sus largas armas raras no se están cerrando como las otras. ¿Por qué será? Nunca hubiera pensado unas criaturas tan débiles e insignificantes pudieran hacerme tanto daño… ¿Quizá simplemente deba esperar un poco más de tiempo para que sanen? No lo sé. Nunca antes fui derrotado en el pasado. Seguro que no es la gran cosa. –
– ¡Eres un estúpido! – Gritó Han Shuo enojado mientras le daba un fuerte coscorrón: – ¿No te diste cuenta que los Elfos estaban sacrificando sus vidas para lastimarte? Obviamente se trata de alguna maldición prohibida y extremadamente malvada, cuyos efectos secundarios ni siquiera puedo imaginar. ¡Claro que se trata de algo muy peligroso! Tal vez esta magia actúa directamente sobre tu capacidad de regeneración o quizá quede algún rastro de la maldición que actúa directamente sobre la carne expuesta. En cualquier caso, no puedo creer que estés ahí sentado y hablando tranquilamente mientras te desangras como un idiota. ¿De verdad piensas que por ser un noble dragón eres inmune a la muerte? ¡Deja de ser tan presumido! –
– ¡¿Por qué me golpeas?! – Lloró Gilberto mientras se frotaba la cabeza: – ¡Aunque seas mi Amo, no deberías abusar de una persona herida! –
– ¡Te golpeo para que sepas hasta qué punto te falta sentido común! – Respondió Han Shuo con un resoplido enojado: – No eres la primera bestia legendaria a la que he derrotado, pero si el único que me ha jurado lealtad y lo último que necesito es que mi primer vasallo se muera de un modo tan ridículo a las pocas horas de haber entrado a mi servicio. –
De inmediato se puso a examinar las heridas de Gilberto y en efecto descubrió que la mayoría estaba cicatrizando a una velocidad tan pasmosa que incluso era posible ver el proceso. Pero también había otro tipo, mucho más severas, que se resistían a cerrarse como si alguna fuerza desconocida las mantuviese abiertas.
Han Shuo no era sanador ni sabía cómo tratar con las secuelas de una magia tan espantosa. Pero después de pensarlo se le ocurrió una idea y sacó una botella de cristal muy valiosa.
– Aquí dentro hay unas cuantas gotas de Esencia de Gorgona. Tres deberían bastar para ayudarte a recuperarte. ¡No lo desperdicies! –
– ¡Qué maravilla! ¡Eres increíble, Amo! – Respondió Gilberto. Como sus ojos aún estaban parcialmente cegados no había podido reconocer el contenido del frasco, pero incluso un iluso como él conocía los efectos curativos de esa sustancia legendaria, la cual incluso podía salvar de la muerte a alguien recientemente fallecido.
– ¡Viejo Chamán! – Gritó Han Shuo uno vez que eso estuvo arreglado.
– Ordena, oh Adalid. –
– El Gran Datara quiere que desarmen el Palanquín por ahora para transportar a este Dragón mientras esté herido y ciego, de lo contrario se convertirá en un lastre durante el resto del camino. ¡Debemos abandonar el Mundo Subterráneo antes de que los Elfos Oscuros nos alcancen! –
El Viejo Chamán asintió de inmediato porque también entendía el peligro que se cernía sobre ellos, de modo que inmediatamente dio las órdenes de desmantelar el Anda para crear una especie de camilla. Ahí colocaron a Gilberto antes de emprender la marcha, aunque el modo en que lo llevaban era bastante tosco y era evidente que su comodidad era lo que menos les importaba.
Así se aventuraron nuevamente en un largo recorrido. Todos estaban cansados, pero tal era su deseo de llegar lo antes posible a la superficie que estaban dispuestos a caminar durante horas.
Por delante tenían una marcha de al menos cuarenta kilómetros de modo que, para incrementar al máximo la velocidad del grupo, Han Shuo permitió que el Viejo Chamán estuviese a su lado conjurando una pequeña luz mientras que él lideraba la marcha. Sin embargo, le advirtió claramente que apenas debía iluminar el piso frente a ellos para no perturbar a ninguno de los temibles habitantes de estos oscuros dominios.
Al final el anciano trol ayudaba muy poco a pesar de su buena voluntad, excepto mostrando coraje y resolución. A veces era consultado cuando la elección del camino se volvía dudosa, pero la palabra final siempre la tenía Han Shuo. Afortunadamente su prodigiosa memoria le permitió encontrar la ruta correcta para regresar o podrían haberse perdido fácilmente en este Mundo Subterráneo cuya bastedad y complejidad podían abrumar a la imaginación de cualquiera.
Ni siquiera la oscuridad sempiterna y los meandros del camino amilanaban a Han Shuo, que siempre sabía a dónde se dirigía. Después de doblar a un lado y otro a través de incontables pasadizos finalmente llegaron a la enorme llanura subterránea cuya techumbre no podía vislumbrarse y que estaba iluminada por la flora bioluminiscente junto a las enormes setas resplandecientes.
– Adalid, nosotros solo venir esta vez a mundo de abajo. ¿Cómo tú haces para recordar camino? – Preguntó asombrado el Viejo Chaman cuando se detuvieron un momento para recuperar el aliento.
– Todo esto no es nada más que la guía del poderoso Datara. La voz del dios muerto es la que me orienta en esta oscuridad y no tiene nada que ver conmigo. – Respondió Han Shuo despreocupado. Inmediatamente dio una orden mental al Pequeño Esqueleto que se sentaba en sus hombros y este sacudió alegremente la mano como si saludase al anciano trol. Esto provocó toda una ronda de alabanzas por parte de la multitud.
Siguieron avanzando durante horas, pero a tan buen ritmo que en muy poco tiempo descubrieron que ya estaban a mitad de camino, incluso después de haber hecho breves escalas. Fue entonces cuando los oídos de Han Shuo comenzaron a percibir el sonido de pasos que se arrastraban hacia ellos, así que de inmediato ordenó que aceleraran. Su gran temor era que los Elfos Oscuros ya estuviesen acechándolos, pero al poco tiempo notó que el eco de estas pisadas era muy diferente a cualquier otro que hubiese escuchado hasta el momento. Así que, tras unos instantes de duda, optó por detenerse para tener una idea más clara de quienes los estaban siguiendo.
Las criaturas que emergieron de las sombras poseían un cuerpo antropomorfo, pero con marcados rasgos de reptil. La mayoría eran de contextura robusta, con largas y pesadas colas como las de un cocodrilo, aunque sus bocas no eran tan alargadas. Sus vestimentas parecían ser tribales, con muchos adornos coloridos que los hacían ver bastante individuales. Todos ellos portaban armas, aunque parecían ser bastante toscas. Pero su imponente figura intimidaba bastante y cualquiera de ellos parecía poseer más fuerza física que unos veinte guerreros humanos.
Sin embargo, ninguno revelaba hostilidad en su actitud y parecían querer parlamentar.
– Son Hombres Lagarto, los famosos Reptiloides. – Dijo Han Shuo mientras alzaba una mano para evitar que los Troll del Bosque atacaran. Luego ordenó que le trajeran a Gilberto y preguntó: – ¿Sabes que quieren de nosotros? –
– ¡Oh, realmente vinieron a encontrarme! No creí que aún quisieran cumplir con su palabra luego de que los Elfos Oscuros me obligasen a retirarme. – Dijo Gilberto alegremente mientras dejaba la camilla.
En un principio sus ojos habían estado sangrando, al igual que el resto de su cuerpo. Sin mencionar que muchas partes de su piel se veían en carne viva. Pero la Esencia de Gorgona era verdaderamente extraordinaria y ninguna de sus heridas sangraba en este momento. También la luz parecía haber vuelto a sus ojos.
El pequeño dragón lascivo se levantó con mucho orgullo, irradiando dignidad por todas partes a pesar de sus cabellos chamuscados. Luego habló con un tono bajo e intimidante: – ¿Están aquí para ofrecerme tributo, miserables gusanos? –
Increíblemente los Hombres Lagartos se alegraros y vitorearon a Gilberto en cuanto reconocieron su voz. Su raza tenía que darle una enorme importancia al poder individual, porque sus alabanzas no parecían ser una simple cortesía, sino genuina admiración. Luego algunos se adelantaron cargando un gran cofre que colocaron respetuosamente a sus pies.
Entonces uno de ellos, que parecía especialmente fornido y decoraba su frente con un enorme tocado hecho con huesos de distintas criaturas, se acercó humildemente para arrodillarse. Debía ser el líder, porque aferraba una especie de bastón de mando en una de sus manos, pero habló muy respetuosamente: – Poderoso Dragón de la Oscuridad, hemos escuchado que castigaste a esos malvados Elfos Oscuros y los obligaste a abandonar su ambición de apoderarse de nuestra agua. Por eso te agradecemos con este cofre lleno de tesoros, como te prometimos. –
Gilberto avanzó unos pasos y de una sola patada abrió la tapa del cofre para observar su contenido. Dentro había una gran cantidad de gemas diversas que resplandecían con vívidos colores aún en la oscuridad del Mundo Subterráneo. El Dragón pareció complacido, pero su sonrisa desapareció rápidamente para preguntar: – ¿Qué hay de las hermosas mujeres que me prometieron? ¡Debo tener mujeres que reciban mi virilidad! ¿¿Dónde se encuentran?! –
El líder de los Hombres Lagarto soltó un bajo gruñido. Este debía ser el modo que usualmente usaban para comunicarse, porque 3 hembras esbeltas se adelantaron. Sin embargo, como pertenecían a la raza reptiloide, poseían los fuertes rasgos físicos de su especie, que en su caso se asemejaban más a los de una lagartija.
Las hembras se arrodillaron y sólo una de ellas alzó la mirada para hablar con un tono sumiso, aunque su cola temblaba ligeramente: – Poderoso Dragón Oscuro, nosotras somos el presente de nuestra raza. Todas somos hermanas de noble origen, sabemos complacer a un varón y nuestra fertilidad es segura. Por favor acéptanos como esclavas para satisfacer todos tus deseos. –
La emoción se murió en los ojos de Gilberto y su expresión fue tan cómica que Han Shuo tuvo que esforzarse bastante para no soltar una carcajada. Pero justo cuando pensaba que el comportamiento de este pequeño dragón no podía empeorar, lo escucho decir con un tono aburrido.
– Comparadas con las Elfas Oscuras a ustedes les falta carne, así que no tienen que seguirme de por vida. Pero supongo que puedo usar sus tres conchitas para descargar algo de mi estrés después de tantos esfuerzos. Mejor que se preparen, porque llevo varios días aguantado. ¡Ah, es cierto, debería notificar…! Por favor espérame Amo, voy a follarme a estas lagartijas un rato y luego regresaré. –
“¡Este estúpido! ¡Estamos en peligro de ser atacados por los Elfos Oscuros y el imbécil solo piensa en fornicar!” Pensó Han Shuo iracundo y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no patearlo ahí mismo. En cambio, le masculló en voz muy baja: – ¡Sigue demorándonos y te voy a cortar las bolas para luego metértelas por el culo! –
El rostro de Gilberto se congeló por un instante, pero luego gritó mientras trataba de contener un escalofrío: – ¡Muy bien hecho lagartos, he decidido que solamente me llevaré el cofre! ¡Pueden conservar a sus mujeres e irse en paz! –
Entonces el dragón lascivo se adelantó para tomar el cofre, pero antes de que pudiera llegar a tocarlo Han Shuo se movió como el rayo y guardó el tesoro dentro de su Anillo Espacial ante los ojos estupefactos de los Hombres Lagarto y el propio Gilberto.
– ¡Él y yo somos como hermanos! – Dijo Han Shuo a los Hombres Lagarto con una sonrisa amistosa: – Lo compartimos todo. –
Luego se dio la vuelta, pero se detuvo para susurrarle a Gilberto: – Deja que guarde esto por ti, mi fiel sirviente. Total, lo que es tuyo es mío y lo que es mío… es mío. –
De ese modo tan particular fue como reanudaron la marcha. Durante todo el trayecto el Dragón suplicó, lloró y reclamó que le devolvieran su tesoro, pero Han Shuo ni siquiera le respondió, pues toda su atención estaba en la ruta que debían tomar. Finalmente, todo su grupo llegó a la caverna congelada por donde habían entrado y pudieron dejar atrás el Mundo Subterráneo.
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