Megami no Yuusha wo Taosu Gesu na Houhou (LN)

Volumen 1

Capítulo 3: El Acto Principal Está Por Venir

Parte: 1

Las cámaras de audiencia estaban en el último piso del castillo del rey, construido en el mismo centro del Reino Jabalí. En medio de esta habitación, el rey Tortoise IV se levantó de su trono en shock.

“¡¿Están realmente desaparecidos los héroes?!”

“Sí, Ruzal y los otros cuatro héroes han abandonado el Reino Jabalí”, informó el comandante, profundamente angustiado e incierto de si él mismo lo creía o no.

“Dijeron que la responsabilidad de derrotar al Rey Demonio era demasiado grande, y los cinco abandonaron el reino, yendo por caminos separados”.

“¡Ridículo! Ruzal es el heredero de una casa grande y noble. ¡¿Estás diciendo que tiraría su herencia y título?!”

“Sí. Me dijo: “He encontrado algo más precioso que la tierra y el honor””.

“Eso es absurdo…”, disgustado, Tortoise IV se hundió de nuevo en su trono.

“Todos los cinco héroes se fueron al mismo tiempo…”

Bajo la tutela de la Diosa, los héroes eran una fuerza militar importante, no sólo contra monstruos y demonios, sino también contra los países vecinos. Sólo aquellos con un talento excepcional podrían convertirse en héroes. Tenían una inmensa destreza mágica, y podían derrotar a mil enemigos a la vez, influyendo solo en el destino del país. Y ahora el reino estaba perdiendo cinco de ellos a la vez, lo que hizo palidecer incluso la cara del rey.

“¿No podías detenerlos? No, no es demasiado tarde. Ve y tráelos de vuelta usando todos los medios necesarios”, ordenó Tortoise IV.

No los castigaría por no haber derrotado al Rey Demonio. De hecho, iría tan lejos como para ofrecerles un regalo monetario como una disculpa por obligarlos a asumir una tarea imposible. Incluso le ofrecería a Ruzal el título de conde que tanto deseaba.

El comandante negó con la cabeza con una mirada dolorida mientras su rey lanzaba sugerencias desesperadamente.

“Me temo que no funcionará. He intentado detenerlos y persuadirlos para que cambien de opinión, pero son firmes en su decisión…”

El caballero ya había abandonado lo más importante para él: su familia.

“Por encima de todo, están absolutamente petrificados del Rey Demonio. Según ellos, “Es una criatura más malvada que el mismo Dios Maligno, y no somos rivales para él…””, continuó el comandante.

Para ser exactos, los héroes tenían miedo del consejero del Rey Demonio, pero no había manera de que el comandante pudiera saberlo.

“¿Estás diciendo que el Rey Demonio es tan horrible que los héroes tirarían todo por no pelear?”, Preguntó el rey incrédulo.

“Tenía la impresión de que Su Alteza también era muy consciente de esto”.

“Mm…”

El rey dejó salir un largo gemido y se quedó en silencio.

Hablaban del mismo Rey Demonio que había derrotado a tres mil soldados. Tanto el rey como su comandante, que habían dirigido los pedazos restantes de ese ejército, habían visto un inmenso poder más allá de sus peores pesadillas.

“Una encarnación del verdadero horror, como cabría esperar de su título…”, murmuró el rey.

El ejército había salido de buen humor después de despachar alegremente a los orcos y duendes. Esos monstruos feos eran tan débiles como la leyenda. Pero entonces el ejército se encontró cara a cara con ese gigante azul, que levantó una mano y dijo un conjuro. En el momento siguiente, las flechas de luz llovieron del cielo, moviéndose por su propia voluntad y perforando los corazones de tres mil soldados.

“¿Cuánto poder tiene…?”

Su ataque controlado dejó intactos los cuerpos de los soldados heridos, golpeando aún más miedo en los corazones de los que permanecieron. Si los cuerpos hubieran sido heridos, la resurrección habría sido imposible, a menos que fueran héroes, por supuesto. El Rey Demonio debe haberlo sabido, ya que todos los soldados sufrieron una sola lesión.

Es como si fuera más difícil tomar a un enemigo vivo que matarlo. Es aún más difícil matar a tu enemigo y dejar un cadáver intacto. Y sin embargo, con una facilidad increíble, eso es lo que hizo el Rey Demonio. En otras palabras, si hubiera tenido la intención de matarlos, podría haber destruido no sólo la mitad del ejército, sino todo el ejército y el reino, erradicando a todos, incluyendo a Tortoise IV.

Se habían encontrado con un demonio de gran fuerza, tal como lo tenía la leyenda.

¿Estaban peleando una batalla imposible?

¿Deberían entregarse lo antes posible?

“No debimos enfrentarnos a los demonios…”

El rey pronunció en voz baja estas palabras cobardes.

“¿Qué está diciendo, Su Alteza?”, Gritó un hombre de unos treinta años que había estado de pie al lado del rey con una sonrisa serena en su rostro. Llevaba una túnica de color blanco puro adornada con un símbolo dorado que recordaba al sol. No llevaba espada y no llevaba armadura.

“Nuestra Diosa no nos mirará bien si pasamos por alto a los demonios y sus pecados.”

“Por supuesto, obispo Hube.”

Tortoise IV se puso nervioso cuando vio la sonrisa del obispo. A primera vista, parecía benevolente, pero llevaba una contundencia silenciosa, sin dejar espacio para excusas u objeciones.

“¡Nosotros, los fieles seguidores de la Diosa Divina, nunca cederíamos a esos demonios asquerosos!”

“Hmm, ya veo. Todo está bien.”

TortoiseI IV se frotó el pecho con alivio al recibir un indulto del obispo Hube, ya que el comandante y otros ministros mostraron un disgusto visible ante la patética vista de su rey. Pero no se atrevieron a decir nada.

El Papa y otros cardenales de alto rango eran las únicas personas en este país —en realidad, en este mundo— que podían tomar una posición contra el obispo de la diosa.

“Sin embargo, es imperdonable que los héroes, los discípulos de la Diosa, huyan del mal”, dijo el obispo Hube con una voz infernalmente calmada.

“Contactemos a la iglesia para que Ruzal y los demás sean excomulgados.”

“¡¿Qué…?!”

Tortoise IV dejó salir un grito de shock, y los demás se congelaron en respuesta a esta decisión insensible.

Siempre hay al menos una iglesia para la Diosa en cada territorio. Esto era cierto, por supuesto, para grandes ciudades como el Reino Jabalí, pero también para los pueblos pequeños con un par de cientos de residentes. La iglesia no era sólo un pilar de fe: era una institución que literalmente sostenía la vida misma en sus propias manos. Sanó la enfermedad y las lesiones y devolvió la vida a los que murieron. Ser excomulgados significaba que nunca más podían entrar en la iglesia. En otras palabras, significaba que nunca más resucitarían.

En casos normales, uno podría ser resucitado siempre y cuando el cuerpo estuviera intacto. Pero esta manta de seguridad sería quitada si uno fuera excomulgado. Ante este miedo, ni siquiera el rey podía ir contra los obispos de la Diosa.

“Pero Ruzal y los otros son héroes. La excomunión…”

Como héroes elegidos por la Diosa y concedidos del poder de la inmortalidad, ¿no sería inútil echarlos?

“Como creyentes de la Diosa, sabemos mejor cómo manejar a los héroes”, dijo Hube.

No proporcionó más detalles, y su sonrisa excesivamente amplia era cualquier cosa menos reconfortante.

“Eso es bueno, entonces…”, tartamudeó el rey.

“Sí, Su Alteza no tiene nada de qué preocuparse”, aseguró Hube, apartándose del rey, que no podía hacer nada más que estar de acuerdo con él.

Miró hacia la entrada.

“Un verdadero héroe concederá nuestras oraciones y derrotará a los demonios malvados”, insistió.

Justo cuando terminó de decir esto, se abrió la puerta grande a la cámara del público, y una figura solitaria entró: una espadachín con el pelo rojo en llamas y una bufanda carmesí a juego.

Se detuvo por delante del rey, respetuosamente se arrodilló y habló con una voz fuerte y clara.

“¡Arian, la héroe de la Diosa Divina, reportándose de los deberes según lo ordenado por la iglesia! ¡El gran lobo negro ha sido exterminado!”

“Me alegra ver que has regresado sana y salva”, dijo Hube, tomando su atención momentáneamente del rey.

Arian no estaba segura de sí había interrumpido su conversación, pero simplemente mandó una sonrisa antes de dejar caer y abrir su saco.

De su saco, retiró un colmillo, tenía la misma longitud del antebrazo de un hombre adulto. Con una mirada, el público vio el tamaño y la brutalidad del lobo negro. El colmillo sirvió como prueba de sus habilidades.

“¡Ah, eso es increíble! ¡Como yo esperaría de la señorita Arian!”, Dijo el comandante.

“Muchas gracias”, respondió con una sonrisa avergonzada.

Mientras Hube veía este intercambio, su sonrisa se endurecía ligeramente. Rápidamente cambió el tema, preguntándole: “Así que, Arian, has estado lejos del reino, pero estoy seguro de que has oído los rumores”.

“¿Estás hablando de las historias sobre los demonios en Dog Valley?”, Preguntó.

“Precisamente. Un ejército de demonios malvados está tratando de robar nuestra tierra y masacrar a nuestro pueblo.”

No dijo que el Reino Jabalí había movilizado a su ejército primero y continuó el ataque con sus cinco héroes. También hizo una observación para no mencionar que había presionado para el uso de la fuerza, a pesar de la repetida insistencia del rey que procediera con precaución.

“Así que los demonios siguen haciendo cosas tan horribles…”, dijo Arian, tomando las palabras de Hube como verdad.

Colgó la cabeza como una expresión oscura que se apoderó de su rostro.

“Sí, y como la Diosa nos ha enseñado, los demonios son horribles, y deben ser eliminados”, continuó Hube.

“Los cinco héroes, incluido Ruzal, intentaron eliminar a nuestro enemigo, pero temían al Rey Demonio hasta tal punto que corrieron y abandonaron su país”.

“¿Qué? ¿Sir Ruzal y los demás?”, exclamo Arian.

“Desafortunadamente, es la verdad”, dijo Hube.

No mencionó que serían excomulgados de la iglesia y continuo con una voz suave.

“Arian, eres la única que puede salvar a nuestro país. ¿Derrotarás a los demonios?”

“……”

Arian guardó silencio por un momento y lució una expresión complicada, pero levantó la cabeza y miró a Tortoise IV. Después de todo, el rey llevó la carga de gobernar y guiar a este país. Bajo su mirada serena y santa, sin embargo, Tortoise IV no pudo evitar sentirse inferior a ella.

No tenía elección. Tuvo que entregar su pedido.

“Héroe Arian, por la presente te ordeno que derrotes al Rey Demonio en Dog Valley.”

“¡A sus órdenes, incluso si me quitan la vida!”

A pesar de que acababa de regresar de matar al lobo negro, Arian no mostró ningún indicio de fatiga, aceptando las órdenes del rey con una sonrisa deslumbrantemente brillante. Se puso de pie, se inclinó una vez más y rápidamente salió de la sala de audiencias para comenzar su nuevo viaje.

Sonriendo, Hube vio cómo se alejaba su figura delgada.

“Esos demonios despreciables son tan buenos como muertos. Nuestra diosa ha velado y protegido la paz del Reino Jabalí una vez más”, dijo.

Después de que Arian derrotara al Rey Demonio, sus logros se le atribuirían, convirtiéndolo en arzobispo, aunque obviamente no dijo tanto.

Al verlo, Tortoise IV vio a través de sus motivos ocultos y suspiró mientras miraba a la héroe.

Oh, Arian… Eres demasiada pura y buena y el obispo es de corazón negro.

Estaba disgustado por sus circunstancias actuales y a sí mismo por empujarla a luchar contra el despiadado gigante azul. Sólo había una probabilidad de uno en un millón de derrotarlo.

Pero si había alguien que pudiera hacerlo, era ella. Precisamente por eso no pudo detenerla.

“Pero ella es sólo una joven doncella…”

Su pelo rojo cayó en cascada por sus hombros, una de las más poderosas usuarias de magia en todo el Reino Jabalí, caminó con orgullo.

El hecho de que era tan joven le hacía doler aún más el corazón al rey.