86 [Eighty Six]

Volumen 7: Niebla

Capítulo 3: Vaho Azul

Parte 1

 

 

“… Oh. Aquí también hay chicas.”

Se estaban llevando a cabo las últimas comprobaciones de la nueva arma del Juggernaut, la Armée Furieuse. Mientras Kurena se tomaba un descanso tras completar una de las listas de comprobación del día, miró en dirección a las voces que venían de detrás del contenedor.

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La Reina Despiadada, Zelene Birkenbaum, por fin había respondido a Shin, lo que significaba que pasaba mucho más tiempo interrogándola. La propia Zelene dejó claro que no hablaría en absoluto si no estaba Shin. Como resultado, Shin no tuvo el privilegio de participar en las pruebas de la Armée Furieuse, por lo que Raiden, Theo, Anju y Kurena acabaron cubriéndole.

Kurena se había girado para mirarlos, pero la fuente de esas voces, un grupo de soldados de la Alianza, al parecer, no se fijó en ella y siguieron charlando distraídamente. Aproximadamente la mitad de ellos eran Caerulea, de cabello rubio y ojos azules.

Igual que Daiya. El pensamiento cruzó la mente de Kurena. “Son lindos. Pero vaya, ¿los dejan pelear a esta edad?”

“Siempre imaginé que los niños soldados obligados a luchar serían más… ya sabes… como los perros callejeros: mocosos que maldicen a todos y a todo.”

“Si los rumores son ciertos, son monstruos que luchan como esas máquinas de guerra incruentas.”

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“Pero son lindos, ¿sabes? Casi normales.”

“… Tsk. Están está mirando… Probablemente nos han oído.”

Algunos de ellos levantaron torpemente la mano disculpándose, mientras que otros se rascaron la cabeza con incomodidad. Luego la miraron con sonrisas francas.

“¡Buena suerte ahí fuera!”

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“¡Gracias!” Kurena asintió.

Cierto, Shin tenía las manos llenas con otro trabajo. Por eso ella y los demás tenían que trabajar duro en su lugar. Pero aun así…

Su mirada se posó en el uniforme azul prusiano sentado entre los contenedores.

¿Qué estás haciendo, Lena…?

 “Últimamente Lena ha estado actuando de forma extraña.”

Habiendo pasado su infancia en los barracones y campos de internamiento del Sector Ochenta y Seis, donde no existía una verdadera distinción de sexos, los Ochenta y Seis no entendían el razonamiento de por qué no se permitía a los chicos y chicas púberes compartir ciertos espacios.

Michihi habló, sacando los cosméticos que había comprado en la ciudad del lago. Shana, que había ido con ella, así como Yuuto y Rito, que se habían unido para llevar sus bolsas, asintieron a su declaración.

Michihi abrió unos cuantos pintalabios que había comprado, comparando sus tonos, mientras que Shana no perdió tiempo en abrir un frasco de esmalte y pintarse las uñas. Se acercaba el gran evento y necesitaban practicar.

“… Shana, no hace falta que también me pintes las uñas.” Dijo Rito. “Vamos, eres lindo, Rito… podría comerte.”

“Me estás asustando, Shana…”

“Mi idea era que ustedes dos no pudieran huir a ningún lado al pintarles las uñas, pero eso no funcionará cuando ella esta tan ansiosa. Además, parece que Shin ha decidido esperar su momento…”

Yuuto se detuvo un momento para contemplar lo que diría.

“Creo que es porque Lena es igual que nosotros.” Dijo finalmente. “¿Qué quieres decir?” Preguntó Michihi.

“Lena lo perdió todo en la ofensiva a gran escala. Su familia, su casa, toda la gente que conocía en la República, excepto Annette. La República era su patria.”

milia a la que proteger, sin un lugar al que volver. Nada por lo que vivir… salvo una cosa.

“… Ah.” Susurró Rito. “Ella es igual que nosotros. Todo lo que tiene es su orgullo, así que sin eso, no sabe qué hacer con ella misma. Pero hay una diferencia… Lena lo perdió todo recientemente.”

Sus heridas estaban frescas. Aun no cicatrizaban, y el más mínimo toque podría hacer que Lena se desmoronara.

“Hey, Shin… ¿Te has dado cuenta de que últimamente Lena ha estado actuando de forma extraña?”

“Sí.”

Los gemelos eran accesorios que servían de cierre para las mangas de las camisas que no tenían botones. Pero no se utilizaban en los uniformes de diario, por no hablar de las chaquetas panzer que se llevaban habitualmente como trajes de vuelo. A Shin le preocupaba su capacidad para abrocharlos, así que hoy intentó practicar. Al confirmar que, fiel a sus sospechas, se le daba fatal, Shin asintió a las preguntas de Theo.

“Ah, así que lo notaste… Ah, mierda. No puedo quitármelo.”

“¿Tal vez sea porque los gemelos de la Federación utilizan cierres…?” Se preguntaba Shin en voz alta. “De todos modos, ha estado actuando de forma extraña incluso antes de eso, pero desde que conseguimos que Zelene respondiera, directamente ha estado evitándome.”

Se había dado cuenta de que ella había salido de la sala de interrogatorios, y se empeñó en perseguirla. La encontró de pie en el pasillo, pero ella se limitó a negar con la cabeza y a decir que no era nada… Así que se limitó a decirle que siempre estaba dispuesto a escuchar si tenía algo que decir, y se marchó.

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Si aún no estaba preparada para hablar, tratar de forzarla a decir lo que tenía en mente no les haría ningún bien a ninguno de los dos. Shin lo sabía por experiencia. Hace un mes, estaban efectivamente en la misma situación, pero los papeles estaban invertidos.

“Le dije que la escucharía cuando estuviera dispuesta a hablar.” Dijo Shin con esos pensamientos.

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“¿Eh?” Theo le miró fijamente, estupefacto. “… ¿Estás seguro de que eres Shin y no una unidad de la Legión que lleva su piel?”

“¿Qué diablos significa eso?”

“Bueno… Tú nunca serías tan considerado.” Respondió Theo, todavía asombrado. “… Tengo algunas cosas que preguntarte, Theo.”

Como cuál era, exactamente, su impresión de él, pero Shin se las arregló para no plantear esa pregunta. Después de todo, ya se había sentido agonizante y en conflicto muchas veces, y cada vez, Theo y los demás siempre lo dejaban en paz.

Llevaba mucho tiempo aprovechando esa actitud suya. Pero ahora, él era el que sólo podía mantenerse al margen, sin saber qué decir. Ahora se daba cuenta de cómo se sentían… Así que no era quien para hablar.

“… Estar solo hasta que resolviera las cosas por mi cuenta era más fácil para mí. Pero eso sólo lo hizo más difícil para todos los demás, que tuvieron que esperar en silencio hasta que eso sucediera. ¿No es así?”

“¡Su Majestad! ¡Su Majestad! ¿Qué tal si te pones esto para la gran noche? Sexy, ¿no?”

A pesar de llamar, Shiden abrió la puerta sin permiso e irrumpió en la habitación de Lena. Sobre la cama, entre ambas, había artículos de lencería que Shiden había comprado en la ciudad del lago. Eran, como podría llamarse, bragas “de la suerte”. Bonitos y eróticos sujetadores, corsés y una camisa y bragas, todo ello destinado a crear ambiente.

Shiden esperaba una variedad de reacciones. E-Esto es… ¡descarado! ¡No puedo ponerme esto! o quizá ¡Estos son de tu talla! O ¡¿Cómo sabes mis medidas?! En cualquier caso, pensó que Lena se pondría roja y empezaría a tartamudear.

Por cierto, Shiden podía calcular las tres tallas de Lena sólo con mirarla.

Pero Lena estaba completamente fuera de sí, sin siquiera echar un vistazo al liguero de cuero negro que sostenía Shiden, ni a las cadenas de plata que colgaban de él.

“¿Su Majestad…? ¿Qué pasa?”


“¿Eh?”

“Quiero decir… tu ropa para el último día.”

“Bien…”

“Vas a tener a ese Pequeño Reaper acompañándote, ¿verdad? Así que será mejor que te arregles hasta donde no brilla el sol, ¿sabes? Quiero decir…”

Shiden esbozó una vulgar sonrisa.

“… ¿quién sabe? Tal vez se le ocurra una manera de ver esas partes, ¿no? No te preocupes; me llevaré a Annette a pasar la noche en el bar para que tengan la habitación para ustedes solos. Sólo relájate y…”

Shiden esperaba que Lena se sonrojara y la regañara por la arriesgada broma, pero…

“No… creo que esa noche Shin quiera estar a solas con nadie, menos conmigo…” Lena colgó la cabeza como un niño ansioso.

“… ¿Eh?” Shiden no entendía lo que quería decir Lena. “Shin no me necesita… Después de todo, soy…”

Un cerdo blanco. 

Lena se mordió el labio, sin querer decir las palabras. Ella no tenía que ser la persona al lado de Shin. Al fin y al cabo, ella era uno de los cerdos blancos que le hacían daño. Así que un día, podrían separarse.

El lugar al lado de Shin no tenía que ser suyo. Al captar la implicación, Shiden suspiró.

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“… Su Majestad…”

Entonces agarró los delgados hombros de Lena y la empujó a la fuerza contra la cama. “¡¿…?!”

Cuando los muelles de la cama crujieron bajo ella, Lena soltó un grito que era una mezcla de sorpresa y miedo. TP, sorprendido, se levantó de un salto y siseó amenazadoramente antes de ponerse a cubierto bajo el escritorio.

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La expresión de Shiden era simplemente así de espeluznante.

“¿Shiden…?” Preguntó Lena con ansiedad. “… Deja eso.”

Shiden la miró con ojos afilados y fríos. Era como si su mirada ardiera con tanta furia que hubiera dado un giro completo y se hubiera instalado en temperaturas bajo cero. Tan intensa era su rabia.

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“¿Hasta cuándo vas a seguir trazando líneas y retirándote en cuanto algo vaya mínimamente mal? ¿Y te llamas a ti misma nuestra reina? A veces, hay que retroceder. No voy a discutir eso. Pero, ¿sabes qué?”

Lena era una comandante. A veces, tenía que ordenar a sus soldados que murieran. Esa era una línea que a menudo insistía en no cruzar. Una línea que no quería cruzar. Y sin embargo…

“La línea que trazaste entre tú y nosotros no tiene por qué existir. Ninguno de nosotros va a volver a llamarte cerdo blanco, así que no te así llames a ti misma y vuelvas a encerrarte tras los muros. ¡¿Cuánto tiempo piensas vivir en el maldito Sector Ochenta y Seis?!”

“Pero soy de la República… Del lado que te hizo daño. Te hice daño sin quererlo… Sin siquiera saberlo… Y eso es algo que nunca cambiará… ¡Es todo lo que tengo!”

El grito de Lena resonó en la habitación. Su madre murió, asimilada por la Legión durante la ofensiva a gran escala. Su padre murió durante su intento de mostrar a Lena la cruel realidad del Sector Ochenta y Seis. Karlstahl, la madre de Annette, todos… todos estaban muertos.

Ya no tenía una familia que proteger. Ni un hogar al que volver. Y hasta perdió el orgullo que ganó al luchar junto a Shin. Estaba obsesionada con la idea de que él confiara en ella, y ahora ni siquiera podía hacer el papel de falsa santa.

Así que con todo eso perdido, no le quedaba nada en torno a lo cual construir una identidad, con la excepción de sus raíces como ciudadana de la República. Puede que odiara esas raíces hasta la médula, pero eran todo lo que tenía.

“¿Qué coño es eso?” Shiden se burló sin piedad del grito de Lena. “¿Quién demonios te ha dicho que eso es todo lo que tienes? ¿De verdad crees que puedes perderlo todo tan fácilmente…? Mírame a los ojos.”

86 Volumen 7 Capítulo 3 Parte 1 Novela Ligera

 

Shiden miró fijamente a Lena, uno de sus ojos del color del índigo profundo y el otro tan blanco como la nieve. Ese era el origen de su nombre personal, Cyclops. Una heterocromía que la hacía parecer ciega de un ojo desde la distancia.

“Los ojos de mi padre eran plateados. No es que esté tan apegada a mi sangre Alba. La heterocromía, la obtuve de mi madre. Mi hermana pequeña y yo tenemos ambos rasgos.

¿Quieres saber qué pasó?”

Ojos plateados, iguales a los de sus opresores. Incluso en tiempos de paz, sus colores desiguales les hacían estar a punto de ser expulsados como forasteros que no pertenecían a ningún bando. Y ella fue enviada al Sector Ochenta y Seis con esos ojos, donde todos acumulaban indignación y tensión que siempre estaban a punto de estallar.

“Los mismos Ochenta y Seis que la República llamaba animales nos llamaban monstruos en piel humana. Nos llamaban brujas. Mi hermana no vivió lo suficiente como para convertirse en Procesadora… Si pudiera perder esos recuerdos, créeme, lo haría.”

Esos recuerdos… Ese mismo pasado.

“Pero no puedo. Está en el pasado. Todo ello. Todos mis errores, las veces que fui impotente, los momentos que lamento y las decisiones que tomé. Así que tampoco puedes perder ninguna de esas cosas. No puedes deshacer el hecho de que eres un soldado de la República que luchó con nosotros. No puedes ignorar el hecho de que no eres un cerdo blanco. No puedes negar que eres la Reina Sangrienta, nuestra Reina Manchada de Sangre.”

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Incluso si ella iba a perder la fuerza mañana. Aunque tuviera que separarse de todo el mundo. Las batallas que libró para llegar a donde estaba hoy pertenecían a un pasado que nunca podría sobrescribir, ni siquiera si quisiera.

“Escucha, Lena. Puede que seas de la República, pero no eres un cerdo blanco… Eres nuestra reina.”

Esas palabras hicieron que Lena se estremeciera. Sentía que alguien le había dicho lo mismo antes. Aquellas palabras sinceras y ligeramente afligidas… Como si estuvieran dirigidas a ella, atormentada y atada como estaba por la culpa de no haber intentado nunca cruzar el muro que los separaba. ¿Cuándo había escuchado ese sentimiento?

Por favor, deja de poner esa cara trágica.

“Puede que al principio nuestra relación fuera la de un cerdo blanco y un montón de ganado. Pero ya hemos superado eso, y queremos que tú también lo hagas. Estoy segura de que Shin siente lo mismo… Así que es momento de que entierres esa mentalidad y sigas adelante.”

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