86 [Eighty Six]

Volumen 7: Niebla

Capítulo 3: Vaho Azul

Parte 2

 

 

“Zelene, te lo pregunto una vez más. ¿Por qué me has llamado?”

<<El llamamiento a la investigación se dirigió a cualquier elemento hostil que eliminara al tipo de Alta Movilidad. El desencadenante de la activación del Protocolo Especial Omega era la destrucción del tipo de Alta Movilidad. Como tal, el destinatario del Protocolo Especial Omega sería inevitablemente quien eliminara al tipo de Alta Movilidad.>>

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Habiendo decidido que no responder después de haber reaccionado una vez no tendría sentido ahora, Zelene empezó a responder sistemáticamente a las preguntas de Shin.

Pero sólo respondía a Shin, y muy raramente a Vika. Por lo tanto, seguía siendo difícil discernir cuál era su objetivo y si realmente estaba dispuesta a compartir alguna información con ellos.

Hoy Lena tampoco estaba aquí. Su ausencia preocupó a Shin, pero decidió tragarse esa ansiedad.

“… ¿Entonces por qué llamaste a quien derrotó a los Phönix?”

<<Porque quien venciera al tipo de Alta Movilidad tendría que ser inhumano.>>

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Había una pizca de burla en su tono. Como si dijera que Shin no era humano.

<<Pues quien fuera capaz de igualar a la Legión, que eran máquinas hechas para la matanza, no podía ser humano. Y eso es aún más cierto para cualquiera que pudiera llevar a la destrucción a una unidad mejorada como el tipo de Alta Movilidad. A partir de entonces, tendrían un gran valor como objeto de investigación. Un objetivo a ser capturado. Tendrían un gran valor para el cumplimiento de los objetivos de la Legión.>>

Y su voz también estaba llena de siniestra codicia y anhelo: los deseos de un monstruo que se había desviado del camino de la humanidad. Una verdadera máquina de matar.

Lunática.” Susurró alguien con una voz cargada de desprecio. Al oír esa palabra, Shin continuó interrogándola con calma.

“¿Con qué fin?”

El sensor óptico de Zelene se desvió hacia él. Como si fuera atraído por el tono de su voz.

“¿Por qué está tratando de mejorar la Legión aún más? ¿Es para destruir a la humanidad…? Si esa es tu razón, ¿por qué no me mataste entonces? ¿Por qué estás hablando conmigo ahora?”

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No había enemistad en su voz. No había odio. Simplemente hizo esa pregunta, sin ninguna otra emoción detrás.

“¿Con qué propósito creó la Legión?”

Había una gran contradicción entre las palabras y las acciones de Zelene, y Shin supuso que era porque intentaba ocultar la verdad. Habían conseguido casi a la fuerza que separara sus labios apretados y hablara, y no podrían volver a hacerlo en el futuro.

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Aunque pudieran obligarla a hablar repetidamente, no podrían confiar en ella. Y viendo que ella se negaba a dar una respuesta directa, Shin decidió no darle a su vez toda su confianza. Así que se limitó a hacer la pregunta más apremiante. La que más quería saber la respuesta.

Zelene guardó silencio por un momento. Era como si estuviese confundida, pero al mismo tiempo, delataba un matiz de miedo y ansiedad.

<<… ¿Tú…?>>

Era una Legión. Y aunque los Ameise estaban entre las unidades más débiles de la Legión, seguían siendo máquinas de matar que podían aplastar sin piedad a una persona bajo su peso. Y aun así, parecía tener miedo.

<<¿No me odias, Ochenta y Seis? La Legión ha masacrado a tus camaradas. Se ha burlado de tus camaradas. Violado a tus camaradas. Ha masacrado a tus camaradas. ¿No te inspira eso odio?>>

Shin se quedó sin palabras. Estaba hablando de sus compañeros del Sector Ochenta y Seis. Sí, para ella, probablemente parecían víctimas frágiles.

Todos murieron uno tras otro, como si fuera su horrible e ineludible destino. Abandonados por su país, dejados sin mando ni apoyo adecuado, y obligados a luchar en con un defectuoso Feldreß.

Demasiados, más de los que Shin podía contar… Murieron demasiado rápido, demasiado fácilmente. Y todos y cada uno de ellos eran preciosos camaradas suyos. Pero…

“… No.”

Eso no significaba que odiara a Zelene, o a la Legión. No lo hacía.

Zelene bajó lentamente su sensor óptico lunar, como si su cabeza colgara. Como si quisiera mostrar su rechazo. Su miedo… Su arrepentimiento.


<<… Terminando respuestas. Todas las demás consultas serán rechazadas.>>

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Y a partir de ese momento, la Reina Despiadada dejó de responder a las palabras de Shin.

***

 

 

“Hey, Lena. Shin va a venir hoy.”

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Al oír esto, Lena levantó la vista de su papeleo. Era por la mañana, y estaba en la base preparando las últimas fases de las pruebas del nuevo equipo. Kurena estaba de pie, imponente, frente a ella, con su chaqueta panzer y los puños en la cintura.

“Al parecer, tuvo una discusión con Zelene, así que dijo que la dejaría sola por un tiempo y vendría a ayudarnos con las pruebas del Furieuse… ¿No quieres verlo? Lena, todo lo que has estado haciendo es esconderte de Shin en el hotel. Lo cual está bien para mí, para ser honesta. Me da más tiempo para pasar con él.”

“… Pero…”

Lena la miró a los ojos y Kurena respondió con una mirada desafiante. “Hey. Contrólate… Ugh, escucha. No me gusta que lo alejes de mí.”

Kurena avanzó hacia ella. Lena era naturalmente la más alta de las dos, y este hecho se veía exacerbado por sus altos tacones. Pero eso no le importó ni un poco a Kurena.

Dios, esta chica es toda una molestia. Es muy guapa y no parece que deba estar en el campo de batalla. Se metió en nuestras vidas y me arrebató a Shin en un abrir y cerrar de ojos. No la soporto.

“Pero odio la idea de que alguien que no seas tú me lo robe. Si eres tú, Lena, yo… puedo aceptarlo. Así que…”

Nunca me miró como te mira a ti. Sólo me vio como una camarada, como una hermana pequeña. Yo no pude salvarlo, así que tú tienes que hacerlo en mi lugar.

“… contrólate de una vez.”

Seguía huyendo de él por miedo a ser rechazada, pero cuando supo que estaba cerca, no pudo evitar buscarlo. Quería ir hacia él, aferrarse a él. Darse cuenta de esto hizo que Lena se mordiera los labios sin pintar.

Pero yo soy de la República… no tengo derecho a estar a su lado.

 Al ver el cabello negro y los ojos rojos que nunca confundiría, estuvo a punto de llamar a Shin, pero se detuvo. Por suerte, había una distancia considerable entre ellos, y Shin no se habría dado cuenta de su presencia a menos que ella lo llamara a gritos.

Pero entonces Lena se congeló en su sitio.

Frente al enorme armazón de acero de la Armée Furieuse se encontraban Shin y una oficial de cabello largo y negro, que llevaba el uniforme de la Alianza. Ambos charlaban y reían.

Estaban tan cerca que casi se tocaban, una distancia que resultaba impropia de un hombre y una mujer que no eran amantes.

La oficial se rio, golpeando juguetonamente a Shin en el hombro. Al parecer, uno de ellos había contado un chiste. Shin estaba de espaldas a ella, pero Lena pudo ver que sonreía. Una sonrisa despreocupada y juvenil.

… Shin… nunca se ha visto tan cómodo conmigo como con ella… Nunca hemos estado tan juntos… Nunca me ha sonreído así… Entonces, ¿por qué sonríe por esa… esa desconocida…? E-Eso… no me gusta…

En algún momento, Lena fue abordada por Guren y Touka, del equipo de mantenimiento.

Al presenciar la misma escena que Lena, Guren habló.

“Es como si volviera a hablar con Alice… Ella también era un Jet de sangre mixta, así que se parecen.”

Ese era un nombre desconocido.

“¿Alice?” Preguntó Lena, parpadeando confundida.

“Vaya, Coronel.” Guren dio un paso atrás, aparentemente dándose cuenta de que Lena estaba allí. “¿Qué estás haciendo aquí?”

“¿Quién es Alice?”

“Oh… Uh. Una capitana de escuadrón de la base en la que serví, allá por el Sector Ochenta y Seis. Bueno, eso fue hace años, cuando el Capitán Nouzen era un novato que acababa de ser reclutado. Cuando sólo tenía alrededor de un año en servicio.”

Guren levantó una palma de la mano horizontalmente a la altura de su cintura, como para ilustrar su altura. Parecía muy poco, incluso teniendo en cuenta la edad de Shin en ese momento.

“Así que sí, el Capitán Aegis se parece a la Capitana Alice. Tal vez sea porque ambas personas tienen sangre Jet, pero también se parecen un poco, y también hablan de la misma manera. Tenía el cabello largo y negro, igual que el Capitán Aegis, y era preciosa. Pensando en ello, el Capitán Nouzen estaba bastante apegado a ella…”

“Así se hace, genio.” Dijo Touka, clavando su codo en las costillas de Guren.

Seguramente había notado que el color se le iba quitando de la cara a Lena con cada palabra que decía. Al parecer, Touka puso mucha fuerza en el pinchazo, porque Guren soltó un pequeño gemido antes de quedarse callado.

Pero para Lena, Guren y Touka ya no estaban allí.

No… 

Una negra emoción se arremolinaba en el estómago de Lena, pero su mente, en cambio, estaba en blanco. La capitana de Shin de cuando fue reclutado probablemente era una persona muy confiable.

Estaba unido a ella, así que debía ser una persona muy amable y dulce. Y esta dama era parecida a ella, así que tal vez Shin vio algo de su antigua capitana en Olivia. Eran lo suficientemente cercanos como para charlar, bromear, estar despreocupados y relajados el uno con el otro.

Pero aun así, Lena no quería esto. No esto. Aunque fuera la capitana en la que se apoyaba, o alguien que se pareciera a esa capitana, no quería ver a Shin mirar a otra mujer con una expresión que le ocultaba.

No quería que otra persona se lo arrebatara. Y en el momento en que se dio cuenta de esto, jadeó.

No quiero que alguien me lo arrebate…

 Se había convencido a sí misma de que no necesitaba ser ella quien estuviera a su lado. Que algún día perdería su posición. Y sentía que no tenía derecho a aferrarse a él y rogarle que no la dejara atrás.

Así que sí, por fin había llegado el momento que tanto temía. Era el momento de aceptar la realidad con dignidad y gracia. Entonces, ¿por qué? ¿Por qué esta emoción egoísta, este deseo de no dejar que se le escapara de las manos, echaba raíces ahora?

Al ver que Lena se alejaba con los andares de un cervatillo recién nacido, Touka miró a Guren, que era una cabeza más alta que ella.

“Debo decir que estoy impresionada, Guren. No creo que una sola palabra de lo que le dijiste fuera algo que necesitara oír.”

“Bueno, lo siento…”

“La Coronel no es estúpida, pero incluso la persona más inteligente puede perder el rumbo cuando se trata de asuntos del corazón. Así que deja las bromas de despecho.”

“He dicho que lo siento… no intentaba hacer una broma, ya sabes.”

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Guren evitaba el contacto visual con Touka. Era claramente consciente de que había metido la pata. Los dos siguieron mirando a Shin y al capitán de la Alianza mientras hablaban frente a la Armée Furieuse. Al poco tiempo, Theo y Raiden se unieron, y Shin continuó riendo igual que entonces. Su expresión cuando hablaba con el Capitán Aegis y Raiden contrastaba enormemente con la que llevaba Lena al alejarse.

“… Ese pequeño mequetrefe ya es lo suficientemente mayor para esto, ¿eh?” Guren pronunció.


“No me habría imaginado que aquel chico torpe de hace siete años acabara así.” Coincidió Touka.

Era tan dulce e inocente en ese momento que sólo con mirarlo te daban caries. “… Ojalá Alice hubiera estado aquí para ver esto.” Murmuró Guren.

“Bueno, acabas de decirle a la Coronel Milizé que el Capitán Aegis se parece a una dama a la que Shin solía ser cercana. Puedo ver por qué se sentiría presionada.”

“Bueno, sí, Nouzen estaba apegado a Alice como si fuera su hermana mayor o algo así… Pero sólo porque se parecen…”

“… Sí.”

Lena ya se había ido, y los dos miraron en la dirección en la que se tambaleó. Sinceramente, esto no era algo por lo que Lena debiera haberse sentido ni remotamente intimidada. Pero bueno… El amor tiene una forma de robarle a la gente el buen juicio.

Lena insistió en salir a ver el nuevo armamento a pesar de no tener obligaciones laborales ese día, así que cuando Annette la vio entrar en el salón del hotel con pasos inseguros, se sorprendió y dejó la antología de poesía que había estado leyendo.

“Lena, ¿qué pasa? Estás tan pálida como una sábana.”

“Annette…” Dijo Lena, acercándose como un espectro.

Un asistente cercano le acercó una silla y Lena se dejó caer en ella.

“Shin estaba hablando con alguien de la Alianza… Una persona llamada Olivia… Parecía que se estaba… divirtiendo…”

“Oh… Te refieres al Capitán Aegis, el instructor del Armée Furieuse del Grupo de Ataque, por no hablar de que es un as de la Alianza, un especialista en combate cuerpo a cuerpo y un Esper que puede ver el futuro… Lo he oído todo.”

Estaba previsto que el Capitán Aegis fuera destinado a la División Blindada, pero el hecho de ser instructor del nuevo armamento implicaba una estrecha relación con los equipos de investigación y, por consiguiente, con Annette. El capitán también visitaba el hotel de vez en cuando con paquetes de caramelos para repartir.

“Me imagino que tendrían mucho de qué hablar. Después de todo, Shin es un as, un maestro de la táctica y un especialista en combate cuerpo a cuerpo… Y quizá no te hayas dado cuenta, pero Shin no es la única persona con la que el Capitán Aegis ha estado hablando. Raiden, Theo e incluso el príncipe también está en esa lista, y todos parecen llevarse muy bien.”

“Aparentemente, Olivia se parece mucho a la capitana de Shin de la primera unidad a la que fue asignado en el Sector Ochenta y Seis. La capitana de Shin.”

“Ajá…”

Eso era nuevo para Annette, pero le pareció que sacar a relucir el sexo de la antigua capitana de Shin era un poco extraño.

“¿Y?” Preguntó Annette, sin saber a qué quería llegar Lena. “¿Qué voy a hacer…?”

“¿Sobre qué?”

“Shin está hablando con el Capitán. Se está divirtiendo.”

“Sí, ya lo has dicho.”

“¿Qué voy a hacer?”

“¿Sobre qué?”

Lena se marchitó, y parecía que el mundo estaba a punto de acabarse.

“¡Olivia me lo va a arrebatar…!”

“… Oh.”

Annette fue capaz de contener el suspiro. No estaba segura de lo que diría Lena, pero no creía que, de todas las cosas, fuera eso

Oh, Lena… Ni siquiera te das cuenta de lo grande que es este malentendido…

Pero lo que Lena dijo a continuación hizo que Annette levantara las cejas con aprensión. “Annette, ¿qué hago? No quiero que se lo lleve. No soporto verlos juntos… Pero no debería sentirme así. ¡Pero no quiero que ella se lo robe!”

“¿Qué quieres decir con que ‘no deberías sentirte así’?”

“Soy… soy la razón por la que la República aún no reconoce la humanidad de los Ochenta y Seis… Soy la razón por la que aún creen que los Ochenta y Seis pertenecen a la República…¡Que yo esté en el grupo de Ataque sólo va a suponer una carga para Shin, así que no tengo ningún derecho a sentirme así!”

“Esos fanáticos pueden hablar todo lo que quieran. Incluso sin ti, se les ocurriría alguna otra razón estúpida. A los Ochenta y Seis no les importa en absoluto. De todos modos, estás dándole demasiadas vueltas a esto. ¿Razones? ¿Derechos? ¿Qué demonios, Lena?”

“Shin estaría bien incluso sin mí…”

“Pero estaría aún mejor contigo. Además, ¿recuerdas lo que te dijo Shin en el Reino Unido?” Annette lo sabía porque la grabadora de la misión conservaba el audio. Finalmente, Lena estaba al borde de las lágrimas.

“… Pero yo… soy de la República…”

Alguien ya la había regañado por decir esto antes, y eso sólo hizo que Lena se sintiera peor.

Annette conocía muy bien el sentimiento de culpa de Lena, pero se encogió de hombros. “Así es. Eres de la República. ¿Y? ¿Qué importa eso? ¿Dijo Shin que te odiaba por eso?”

“… Soy su oficial superior.”

“¿Y qué?”

Si su unidad se pareciera mínimamente a una unidad militar normal, una aventura romántica entre una oficial y su subordinado podría haber sido una situación peliaguda. Pero eran un escuadrón armado de niños soldados que ni siquiera recibían entrenamiento oficial, y su oficial al mando era una adolescente. El Grupo de Ataque Ochenta y Seis era cualquier cosa menos “normal”.

Para empezar, los Ochenta y Seis nunca tuvieron un sentido de la cadena de mando que distinguiera entre capitanes, vicecapitanes y miembros ordinarios. Tenían relaciones románticas sin tener en cuenta nada de eso, y a nadie parecía importarle.

“Así que…”

Lena dudó en terminar esa frase, sus dos manos que descansaban sobre su regazo se cerraron en puños. Presintiendo el siguiente sentimiento, Annette finalmente perdió los nervios y se puso en pie.

“¡¿Y qué?! ¿Vas a empezar a buscar excusas para abandonarlo ahora? Él te dijo que no lo dejaras, y tú dijiste que no lo harías. ¡¿Y ahora, de todos modos, decides abandonarlo?!”

Lena se quedó sorprendida. Por su expresión pálida estaba claro que su corazón no se había rendido ni una sola vez.

“¡No es eso lo que quería decir…!”


“Tal vez no lo hiciste, pero es lo mismo. Deja de dar vueltas y buscar excusas. Si realmente lo abandonas por esto, ¡entonces sí que lo habrás dejado atrás!”

Te eligió a ti, así que deja de ser tan patética. 

Ese pensamiento ardía en la mente de Annette, pero se mordió la lengua. Decirlo en voz alta habría sido patético de por sí. Sin embargo, ver a Lena llevarse a Shin la hizo sentir como si ella fuera la abandonada. Sus propios errores habían cortado su vínculo con Shin una vez, y la guerra sólo los separó aún más…

Pero el Shin con el que creció y el Shin que conocía ahora eran dos personas diferentes. Puede que fueran la misma persona en cuerpo y mente, pero él había cambiado demasiado.

En aquel entonces, Annette sentía algo parecido a un primer amor hacia su amigo de la infancia, pero no sentía esa misma emoción hacia el Shin de ahora. Aun así, no podía ignorar por completo el hecho de que alguien nuevo estuviera ocupando el espacio que antes era sólo suyo.

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