Watashi no Shiawase (NL)

Volumen 5

Epilogo: Frágiles Pétalos

Frágiles pétalos de flores blancas flotaban desde el cielo nublado.

El suelo estaba cubierto de una capa de frío blanco inmaculado, y a la gente le resultaba casi imposible caminar por la nieve, que se pegaba fuertemente a sus pies a cada paso.

La estación que Takaihito había advertido como peligrosa, con la nieve extendiéndose blanca y pura en todas direcciones, había llegado.

Miyo respiró en sus manos entumecidas para calentarlas.

Llevaba un kimono de color naranja pálido finamente estampado con ciruelas japonesas rojas y blancas esparcidas por él y unos pantalones hakama, para poder moverse con más facilidad. También había cambiado las sandalias por unos zapatos de cuero marrón oscuro con cordones para moverse mejor y protegerse del frío.

Una vez se hubo recogido el cabello con la cinta de encaje blanco que le había confiado anteriormente su futura suegra, Fuyu Kudou, y terminó de maquillarse ligeramente la cara, nada más que polvos faciales y pintalabios, terminó de vestirse.

Aún era de noche en los primeros días de invierno. Miyo se dio la vuelta en la entrada y se encontró con una ligera capa de nieve en el interior de la finca principal de la familia Kudou.

Dejé una nota en mi habitación, así que… debería estar bien.

Habían pasado cuatro días desde la detención de Kiyoka.

A partir de ahí, prácticamente todo cambió.

En primer lugar, Miyo, Hazuki y Yurie abandonaron la residencia de Takaihito y comenzaron a alojarse en la finca principal de los Kudou.

Takaihito había intentado detenerlas, insistiendo en que seguía siendo peligroso. Sin embargo, dado que el objetivo de Usui había sido Kiyoka, y lo había capturado con éxito, era poco probable que volviera a ir directamente por Miyo.

Además, estaba la experiencia que tuvo justo antes del ataque del secretario contra ella, donde nadie dentro de la residencia de Takaihito le había proporcionado protección.

Se reveló que había sido un acto de rebeldía del Ministro de la Casa Imperial, que albergaba mala voluntad hacia la actitud obstinada de Takaihito, y ella había recibido una disculpa no oficial del ministro.

Sin embargo, eso era motivo más que suficiente para desconfiar de los guardias de la residencia.

Kiyoka fue arrastrado, y el peligro para la propia vida de Takaihito se acercaba. La entrada y salida del Palacio Imperial se reguló aún más que antes y, por regla general, se prohibió totalmente la entrada a los forasteros.

En ese momento, Takaihito y el Ministro de la Casa Imperial no tuvieron ninguna consideración con Miyo y sus dos asistentes.

Por eso pensó que lo correcto era abandonar el Palacio Imperial.

Y entonces…

Los escuadrones de mantenimiento de la paz y los usuarios de dones artificiales que la Unidad Especial Anti Grotescos había estado capturando diligentemente desde finales del año anterior fueron todos liberados por Usui.

Los aliados de la Comunión de los Dotados fueron absueltos de cualquier delito y, por el contrario, los que les desafiaban fueron siendo reprimidos uno tras otro.

La justicia en el Imperio se había vuelto completamente del revés.

La ciudad y el paisaje no han cambiado lo más mínimo, y sin embargo…

Después de contemplar la capital imperial, cubierta de blanco, desde detrás de la valla que rodeaba la finca de los Kudou, volvió la vista al frente.

Era el cuarto día desde que Kiyoka había sido detenido.

El primer día, había sido incapaz de dominar nada, pasando todo el día en estado de estupor. El segundo día, dejo la residencia de Takaihito y se impuso en la finca principal de los Kudou. Al tercer día, tomó una decisión en su habitación.

Voy a buscar a Kiyoka.

Kiyoka le dijo que quería que le esperara en la casa que compartían. Que era la única petición egoísta que tenía para ella.

Pero Miyo iba en contra de sus instrucciones.

Probablemente la Comunión de los Dotados me esté esperando. ¿Por qué si no habrían capturado a Kiyoka? Por eso voy a aceptar su invitación a propósito y reunirme con él.

Kiyoka había sido capturado y Arata les había traicionado. Como cabía la posibilidad de que hubieran ayudado a Kiyoka en sus crímenes, la Unidad Especial Anti Grotescos y Kazushi estaban bajo estricta observación de los hombres de Usui, una mezcla de escuadrones de mantenimiento de la paz y soldados, y ninguno de ellos podía moverse con libertad.

Miyo tampoco pudo ponerse en contacto con Ookaito, que estaba investigando a los colaboradores de Usui dentro del gobierno.

Hasta la última persona estaba ocupada haciendo todo lo que podía por sí misma. Miyo no podía ser la única en seguir dependiendo de los demás.

Conocía muy bien los peligros.

Sin embargo, era el único momento en el que no podía esperar sin rumbo.

Miyo era a quien Usui estaba esperando, y todo ocurrió según sus motivos.

Lo que había ocurrido hasta ahora era un error. Miyo necesitaba arreglar las cosas por sí misma, no podía seguir dejándolo todo en manos de los demás.

Si no actuaba, se arrepentiría. Una lección que había aprendido demasiado bien.

Los amuletos protectores que Kiyoka le había dado estaban cuidadosamente guardados dentro de su kimono. Para Miyo, eran un medio de autodefensa.

“… Perdóname, hermana.”

Se fue sin decirle nada a Hazuki porque sabía que ella querría acompañarla.

Pero Miyo no podía involucrarla más. Necesitaba que alguien la esperara en la finca Kudou. Además, Hazuki tenía que cuidar de Asahi.

Cuando consideró el peor escenario posible, y la posibilidad de que Asahi perdiera a su madre, realmente no podía pedirle ayuda.

Enfrentarse a la Comunión de los Dotados no ofrecía garantías de supervivencia.

Con esa determinación, Miyo se puso en marcha.

Estoy segura de que volveré con Kiyoka, sana y salva. Cuando eso ocurra, será un alivio ver la cara sonriente de mi hermana. También la de Kiyoka.

Cuando regresaran, esperaba que Hazuki o Yurie estuvieran allí para recibirlos… Aunque quizá la reprendieran por actuar de forma tan egoísta. Pero no le importaba si antes tenía que aguantar un regaño.

“Volveré. Pase lo que pase.” Declaró a la entrada vacía con la mejor sonrisa que pudo esbozar.

Miyo no se echaría atrás en su promesa. Volvería, trayendo a Kiyoka con ella.

“Me voy.”

Miyo se dio la vuelta y siguió caminando sola.

Aquel momento, cuando había visto desde atrás cómo se llevaban a Kiyoka, había sentido más remordimientos que en ningún otro momento de su vida.

En algún lugar de su corazón, había albergado pensamientos bastante ingenuos, que si por el momento habían logrado soportar las cosas de forma segura, entonces todo se solucionaría en algún momento, y podrían volver a su pacífica vida cotidiana.

Realmente fui una tonta.

¿Qué había estado pensando: que mientras pudiera volver a su cálida vida cotidiana, sería suficiente?

A pesar de saber muy bien que si no daba a conocer sus sentimientos, probablemente se arrepentiría el resto de su vida.

“No voy a vacilar más.”

El crujido de la nieve hizo que Miyo avanzara con paso firme, endureciendo su corazón contra la indecisión y el descuido.

Se reprendió a sí misma para no volverse tímida.

Hacía tiempo que Miyo se había dado cuenta: tenía que devolverle a Kiyoka esos sentimientos que sentía por él.

No había comprendido la importancia de expresarse ante los demás mientras había podido. Se dio cuenta demasiado tarde.

Pero aún podría llegar a tiempo.

Miró fijamente la calle invernal de la ciudad, repleta de casas a ambos lados.

Miyo continuó devotamente hacia delante, sin mirar atrás.

-FIN DEL VOLUMEN 5-