Lord of Mysteries (NW)

Volumen 2

Capítulo 303: Novato

Distrito Norte, calle Aulka.

Kapusky Reid estaba sentado en una silla reclinable en su sala de actividades, perdido en sus pensamientos. Frente a él ardía una chimenea con carbón.

Como educador de planta en una escuela pública, recibía un salario de más de cuatro libras a la semana, suficiente para que un soltero como él viviera bastante bien, pero la ropa que usaba en casa estaba remendada y las tazas de té eran viejas. Su mesa del comedor era de mala calidad y con pocos detalles.

Lo más llamativo de Kapusky eran sus pómulos altos y su pecho hinchado, tenía una deformidad ósea en la que el esternón sobresalía en exceso.

Sobre sus rodillas había un libro de poemas escrito en antiguo Feysac, pero no había pasado ni una sola página incluso después de un tiempo.

Los ojos de Kapusky estaban desenfocados mientras miraba desorientado a la chimenea, cuando de repente escuchó una ligera risa en su oído.

“Tengo mucha curiosidad por saber… ¿por qué no correr? ¿por qué elegir quedarse en casa? ¿No tiene miedo de que la policía venga a por usted?”

La voz era baja y ronca, como la de un preadolescente cuya voz estaba cambiando por la pubertad.

Kapusky se estremeció y casi saltó de su sillón reclinable.

Giró la cabeza y vio que había una figura sentada en el sofá a unos pasos de él.

La figura vestía ropa de verano: una camisa de lino y pantalones ligeros. Su rostro era confuso e indistinto.

“¿Qu-quién es usted? ¿Qué está haciendo aquí?” Preguntó Kapusky mientras se agarraba al apoyabrazos, nervioso.

Klein, que había usado sus poderes de ilusión para hacer su rostro confuso, se reclinó, cruzó las manos y dijo tranquilamente: “Anoche, uhm, bueno, debió ser más temprano esta mañana, salvé a esos pobres estudiantes suyos..”.

“¿Los salvó?” Kapusky se relajó un poco cuando se dio cuenta de que el intruso no parecía querer hacer ningún daño. “¿E-es usted esa persona que estaba en el bosque? ¿Se encargó del cadáver que despertamos?”

Mientras hablaba, se movía torpemente, mostrando evidente miedo.

Pudo infiltrarse sin que yo si quiera lo notara a pesar de estar despierto. Definitivamente no podría resistirme…  Tales pensamientos pasaron por la mente de Kapusky.

“Ustedes tienen mucha suerte de que yo haya pasado por allí; de lo contrario, sólo habría cadáveres en el suelo del bosque, cadáveres que habrían sido mordidos hasta ser irreconocibles”. Klein se rió. “Responda a mi pregunta anterior, tengo mucha curiosidad. Por qué se quedó en casa. ¿Tiene idea de los crímenes que ha cometido?”

Por la forma en que llevó a cabo el ritual de resurrección y la reacción que tuvo antes y después del ritual, Klein había confirmado que Kapusky era un novato que no tenía los medios para ocultar sus verdaderas emociones. Por lo tanto, tenía la intención de utilizar únicamente la Visión Espiritual y el interrogatorio para llegar al fondo del asunto. A lo sumo, lo verificaría con adivinación al final.

“Lo sé, he comprado cadáveres en secreto y robado cadáveres de las tumbas. Todos estos son delitos que pueden llevarme a la cárcel por más de diez años. Además, definitivamente seré castigado por la Iglesia”. Kapusky, que aparentaba unos treinta años, respiró hondo y dijo con una sonrisa irónica: “Sin embargo, mientras no cause demasiados problemas, esos niños y sus padres no me delatarían porque ellos también hicieron lo mismo”. Incluso si quisieran obtener una sentencia más leve ayudando en la investigación y entregándose, terminarían en la cárcel por algún tiempo”.

“Je.” Kapusky soltó una carcajada autocrítica. “Algunos de los muchachos ya les han dicho a sus padres quién soy. Han conseguido que unos mafiosos me adviertan que renuncie dentro de una semana y que me mantenga alejado de la escuela. Estuve de acuerdo.”

Klein asintió suavemente.

“Le sentaría bien un cambio de clima. No vuelva a hacer cosas similares. Convencer con palabrería a niños ignorantes para que cometan crímenes es un acto atroz”.

“No lo haré, nunca más. Nunca imaginé que sería tan peligroso. Simplemente vi que tenían los mismos intereses que yo y por eso quería enseñarles y guiarlos a buscar los secretos de la inmortalidad. En cuanto a cavar tumbas, es algo que incluso los médicos has hecho históricamente en nombre del progreso”. Kapusky suspiró con un miedo persistente.

El color de sus emociones coincide con su estado mental actual… Por lo que parece, no debe ser miembro del Episcopado Numinoso…  Klein pensó por un momento, luego preguntó sin rodeos: “¿Dónde aprendió la Danza Espiritual?

“¿Danza espiritual? Ah, normalmente la llamo la Danza de la Muerte”. Kapusky se sorprendió al principio antes de darse cuenta. “Me lo enseñó un anciano”.

“¿Un anciano?” presionó Klein.

La mente de Kapusky quedó a la deriva mientras recordaba.

“Era un vagabundo. Se desmayó frente a mi casa a causa de una grave enfermedad. En ese momento no sabía lo mal que estaba. Pensé que simplemente había quedado inconsciente debido a la fiebre, así que lo ayudé a llegar a casa. Le puse una toalla fría y le apliqué un ungüento. Después de que despertó, me dijo que no lo enviara a un hospital, que se acercaba su momento y que la muerte no era el final.”

“Viví la muerte de mis padres y de varios familiares y estaba muy interesado en esas cosas. Entonces conversé con él y descubrí que tenía un conocimiento profundo y una filosofía admirable. Parecía muy satisfecho con mi curiosidad e incluso realizó el milagro de matar un mosquito y devolverlo a la vida”.

Esta introducción… He leído o visto al menos diez novelas o películas con comienzos similares en mi vida anterior. Se rescata a un abuelo que estaba al borde de la muerte, por bondad, sólo para tener un encuentro fortuito… La  boca de Klein se torció.

“Entonces, ¿lo dejó en casa?”

Kapusky asintió solemnemente y dijo: “Sí. Si no fuera por la falta de tiempo, incluso habría querido convertirme en su alumno. Durante esos días me enseñó muchas cosas, incluyendo la Danza de la Muerte. Desafortunadamente, el tiempo que tuvimos fue demasiado breve. Tan pronto como tomé impulso en mis conocimientos, murió, dejando solo un silbato de cobre”.

Antes de terminar su frase, Kapusky sacó un exquisito silbato de cobre que no parecía viejo.

“Eso es todo.”

Yo también tengo uno… Aunque probablemente sea mucho más antiguo y poderoso…  Klein se rió en silencio y, pensativo, preguntó: “¿Hace cuánto tiempo fue eso? ¿Como se veía el anciano? ¿Dónde lo enterró?”

“Hace medio año. Su característica más obvia era su cabello canoso y manchas rojas en los costados de su cara. Me dijo que lo enterrara en el jardín de atrás”. Kapusky hizo un cálculo de las fechas.

No es el Sr. Azik, pero lo más probable es que sea miembro del Episcopado Numinoso y sea alguien de una secuencia relativamente alta…  Klein cambió de tema y preguntó: “Aparte de la Danza Espiritual, ¿también aprendió el ritual de resurrección?”

“Sólo he aprendido la mitad de ese ritual. Utilicé algunos conocimientos dispersos y folklore para pulirlo poco a poco”, respondió Kapusky con mucha honestidad.

¿Lo mejoró basándose en el folclore? Oh, esos pobres gato negros, que la Diosa los bendiga… Klein resistió el impulso de dibujar una luna carmesí en su pecho.

“¿Qué otra cosa?” presionó.

“Sí, y este silbato de cobre. Creo que es la clave para comunicarnos con el mundo más allá de nuestros sentidos”. Kapusky lo levantó y sopló el silbato, suspirando. “Cada vez que lo soplo, puedo sentir que el entorno se vuelve frío. Es como si alguien me estuviera mirando y tirando de mí…”

Mientras hablaba, Klein, que tenía activada su Visión Espiritual, vio que el suelo ondeaba como si fuera un líquido. Un aire frío se extendió a su lado y el fuego y la luz de la casa se atenuaron un poco.

A continuación, emergió del suelo una calavera con tres ojos negros y desenfocados. Alrededor del cráneo, salían tentaculos negros que parecían alquitrán.

Un tentáculo se extendió, tocó la pierna de Kapusky y tiró de su ropa de vez en cuando, pareciendo bastante impaciente. Sin embargo, Kapusky no respondió en absoluto, como si no se hubiera dado cuenta.

¿Es este un mensajero? El silbato de cobre se utiliza para convocar a sus correspondientes mensajeros… ¿Qué sentido tiene que lo convoque sin darle una carta? Klein quedó atónito al ver esta escena.

En ese momento, Kapusky lo miró emocionado.

“¿Lo sintió? ¡Los alrededores se volvieron fríos! ¡Las lámparas de gas también se han atenuado! ¡No estoy mintiendo! ¡Alguien me está mirando y tirando de mí!”

El mensajero de aspecto horrible intentó llamar la atención de Kapusky una y otra vez, pero al final no recibió ninguna carta y volvió al suelo con resignación.

Las comisuras de la boca de Klein se torcieron levemente al ver esta escena. Susurró para sí mismo en su corazón,  retiro lo que dije sobre él. No es un novato, es un completo novato.

¡Ni siquiera es un Beyonder!

Había pensado que era alguien que acababa de cruzar la puerta del misticismo para aprender lo básico, pero ahora, parece que ni siquiera ha encontrado la ubicación de la puerta…

Los Coleccionistas de Cadáveres del camino de la muerte pueden ver fantasmas y cuerpos espirituales directamente…

Combinado con la forma en que Kapusky había actuado al usar el silbato de cobre para ordenar al zombi después del ritual, Klein estaba convencido de que no estaba mintiendo. Suspiró en silencio.

Entonces, pensó en una pregunta:  Si escribiera una nota y se la entregara a ese mensajero, ¿dónde la entregaría?

¿Un verdadero miembro del Episcopado Numinoso? ¿Algún miembro de alto rango?

Reprimiendo este pensamiento, Klein asintió y dijo: “De hecho, se ha vuelto frío”.

Después de responder, rápidamente cambió de tema. “¿Ha sentido algo inusual desde la muerte del anciano?”

“Eh… No antes, pero en las últimas dos semanas, tengo la sensación ocasional de que alguien a mi alrededor me observa”. Kapusky preguntó sintiendo curiosidad y miedo al mismo tiempo: “¿Es una alucinación?”

Está en línea con lo que dijo Adol. No está mintiendo…  Klein echó un vistazo a los colores del aura de Kapusky y le dijo sinceramente: “Le sugiero ir a una catedral al menos tres veces por semana durante los próximos dos meses, asista a misa y escuche sus sermones. Si no desea hacerlo, bien puede comprar un ataúd y preparar su entierro con anticipación”.

“Entiendo…” respondió Kapusky, sintiéndose aterrado y decepcionado.

¡Pensó que era una manifestación de que estaba mejorando!

Klein contempló por un momento y dijo en tono autoritario: “Vamos a ver el cadáver del anciano”.

“¿Ah? Bueno.” Kapusky estuvo a punto de negarse, pero al instante reconoció la realidad de la situación en la que se encontraba.

Recogió sus herramientas y condujo a Klein por la puerta trasera de la cocina, hacia un jardín marchito, y se detuvo frente a un árbol inclinado.

Klein se paró a su lado y observó a Kapusky cavar hábilmente en la tierra, revelando un ataúd improvisado abajo.

Habiendo terminado con la capa superior, Kapusky usó sus herramientas para abrirlo.

¡Uf!

La tumba no tan profunda estaba velada por el brillo de la luna carmesí que penetraba débilmente a través de las nubes. Kapusky inconscientemente miró hacia arriba cuando de repente dejó escapar un grito miserable, retrocedió unos pasos y cayó al suelo.

No había ningún cadáver en descomposición en la tumba. ¡El ataúd estaba lleno de plumas blancas, teñidas con una especie de aceite amarillo!