Monogatari (NL)

Volumen 19: Orokamonogatari

Capitulo 1: Fiasco Sodachi

Parte 21

 

 

Me había peleado con Suzubayashi Lily delante de la puerta de la escuela y, además, había dado una fuerte impresión de ser la líder de la clase, pero… naturalmente, no es como si pudiera relacionar todos los nombres de mis compañeros con las caras después de sólo cinco días de ser una estudiante transferida.

Así que supuse que la chica desconocida del grupo era simplemente: «Compañera de Clases C-san», pero, de alguna forma u otra, parecía ser nada menos que la mismísima Hatamoto Ayakari, la chica que se estaba saltando las clases antes de que yo me transfiriera.

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Verla pasar el rato y divertirse en un centro de juegos chocaba mucho con la imagen mental que tenía de ella como encerrada, pero después de oír muchas veces su apellido en boca de personas que no eran Suzubayashi Lily, difícilmente podía ser otra.

Bien.

Por supuesto, esto no importa.

No pretendo hacer valer un argumento irracional, superficial y prejuicioso, como que es terriblemente imprudente que ella salga y se divierta con sus compañeros después de fingir una enfermedad y quedarse en casa sin ir a la escuela. No es ilegal que se divierta, como tampoco lo es para mí. Cuando no iba a la escuela, casi me encerraba en mí misma y me alejaba del mundo, pero eso es un problema de mi personalidad—simplemente no podía llevar un estilo de vida alegre. Normalmente, la gente tiene que encontrar una manera de reducir la frustración que se acumula con las irregularidades de su vida. No hay ninguna diferencia esencial entre Yurugase Amiko estudiando en una escuela de repaso y Hatamoto Ayakari pasando el rato en un centro de juegos.

Después de romper su amistad con Yurugase Amiko, Hatamoto Ayakari se había acercado más a Suzubayashi Lily y a su grupo—eso, desde luego, no es algo que pudiera tomarse como una traición.

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Está bien que se divierta.

Sin embargo, si Hatamoto Ayakari y Suzubayashi Lily empezaran a hablar animadamente de cómo habían llevado a Yurugase Amiko al absentismo escolar, como si fuera algún tipo de logro, las cosas serían un poco diferentes, si se hubieran reunido en este centro de juegos como para celebrar su logro.

Ah, no.

A decir verdad, pensé que sería natural que Hatamoto Ayakari dijera «Te lo mereces» después de enterarse de que Yurugase Amiko se había saltado las clases como ella—sería un error imponerle un punto de vista excesivamente ético y decirle que tenía que sentirse culpable por algo. Es un punto de vista ético que una nación debería tener, pero es casi imposible para un individuo. Sin embargo, si todo fue un artificio intencionado suyo, la cosa cambia.

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Bueno, decir que «todo» era un artificio es mi típica suposición—no tengo forma de saber cuánto fue accidental y cuánto intencionado por escuchar a escondidas.

Estoy segura de que la disputa entre Yurugase Amiko y Hatamoto Ayakari se acerca más a la realidad si la vemos como el resultado de muchos años de desbordamiento accidental de sentimientos—hay una delicada línea entre si el hecho de que se quedara en casa al día siguiente y no fuera a clase se debió a una intención maliciosa o no.

Pero, ¿y si Suzubayashi Lily hubiera incitado esos dos incidentes para promover sus intereses contra Yurugase Amiko, colocando a Yurugase Amiko como la villana y aislándola, al tiempo que acorralaba a la ausente Hatamoto Ayakari? ¿Haciendo que Hatamoto Ayakari siguiera quedándose en casa para evitar una reconciliación, contrastándose a sí misma con la tiranía de Yurugase Amiko y, de ese modo, asentando su aislamiento?

O tal vez Suzubayashi Lily no la había engañado, sino que Hatamoto Ayakari, que debía de tener mal trato con la gente, había hecho un trato con Suzubayashi Lily—¿y si Hatamoto Ayakari, descontenta con el trato que le daba Yurugase Amiko, había aprovechado los berridos que había recibido como una oportunidad para provocar por fin una revolución?

Por supuesto, había más posibilidades—podría haber una mente maestra en ese grupo controlando las cosas desde las sombras, o como argumento extremo siguiendo una lógica retorcida, no podía descartar la hipótesis de que alguien ajeno al grupo como Kyakufuji Norika les estuviera llevando a todos de las narices.

Como estudiante transferida y forastera, no podía entender la situación exacta, era insondable—todo lo que podía hacer era especular.

Pero aunque haya algunas aproximaciones, la verdad inamovible era que Hatamoto Ayakari se había confabulado con Suzubayashi Lily para engañar a Yurugase Amiko.

Cuanto más escuchaba, más inquebrantable se volvía.

Cuanto más escuchaba a esas chicas enseñorearse de su cohorte, hablando como si no tuvieran ni pizca de culpa, más escuchaba su rencor, hasta el punto de no querer escuchar más, más inquebrantable se volvía.

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Ah-gah.

¿Por qué acabé escuchando esto?

Después de correr de un lado a otro, pensé que por fin todo había terminado—ni siquiera quería saber la verdad.

Aunque no pueda decir que quedé plenamente satisfecha, las cosas deberían haber quedado zanjadas con mi conversación con Yurugase Amiko—¿por qué intentan arrastrarme a este sórdido problema?

No, Suzubayashi Lily y Hatamoto Ayakari no intentan involucrarme en nada—para ellas, soy simplemente un personaje secundario. Dejando a un lado la cuestión de si es una tragedia o una comedia, esas dos no tenían ninguna intención de hacerme nada en absoluto.

Para que no me arrastraran al sórdido lodazal, yo misma me sumergí en él—no debería hacer cosas que no son propias de mí. Me he encontrado con este terrible giro de los acontecimientos porque hice algo como entrar en un centro de juegos, así que a partir de ahora actuaré más como yo misma.

Impulsiva, histérica, y reflexivamente.

El estilo estándar de Oikura Sodachi.

La modesta personalidad de una tonta como yo.


Lo que es normal para una persona no especial como yo.

Salí volando de detrás de la columna, no para huir, sino para lanzarme a toda velocidad contra el grupo de estudiantes.

Mi objetivo era Suzubayashi Lily.

Si considerara cómplices a todos los miembros del grupo, entonces no importaría a quién estuviera apuntando—aparte de Hatamoto Ayakari—, pero al final, el mejor objetivo era la chica a la que incluso un extraño podría percibir como líder.

No es que me dejara llevar por la rabia e intentara golpearla. A decir verdad, estaba enardecida y me comportaba de forma tan incomprensible que quería hacer precisamente eso—sin embargo, apenas conseguí mantenerme en mis cabales; de hecho, mantuve los suficientes como para apuntar al teléfono inteligente que Suzubayashi Lily estaba manipulando mientras se entretenía charlando.

Me lancé a la cola de la máquina de cambio de dinero como un vehículo desbocado que pierde los frenos y, oyendo gritar a los chicos y chicas que me rodeaban, arrebaté con éxito el dispositivo digital de las manos de Suzubayashi Lily.

Misión cumplida.

O no, ya que esto es sólo el principio. No puedo parar aquí, me superan en número.

Manteniendo la máxima velocidad, me dirigí hacia la salida, al otro lado del centro de juegos. Bueno, digo «máxima velocidad», pero la velocidad de una antigua vagabunda y hikikomori no era mucha.

No puedo mantener esto, y pronto agotaré toda mi resistencia.

Necesito poner tanta distancia como sea posible entre ellos y yo, y lograr mi próximo objetivo mientras aún están sorprendidos.

Al salir de un callejón, casi sin pensarlo, di la vuelta a la parte trasera de una tienda cercana y me agaché—luego, me escondí dentro de un cubo de basura instalado junto a una máquina expendedora.

Se me escapó una sonrisa masoquista. Depender de un cubo de basura en una carretera secundaria en un momento como este es muy propio de mí, es como si fuera un auténtico trozo de basura.

Pero, ustedes son aún más basura que yo.

Murmurando esas palabras en voz alta, empecé a manejar el smartphone que tenía en la mano—no tenía uno, pero los procedimientos operativos entraban dentro de los límites del sentido común. No es que hiciera falta un manual de instrucciones para este tipo de dispositivo portátil.

Primero, lo más importante, activé el modo avión.

Parecía que las compañías de telefonía móvil de hoy en día podían utilizar procedimientos de seguridad para encontrar la ubicación específica de los teléfonos y borrar a distancia todos sus datos, pero si se cortaba la señal y se ponía en modo autónomo, ese procedimiento de seguridad perdía todo su sentido.

Debería ser el caso.

No es que tuviera confirmación de ello, y no sería extraño que me encontraran Suzubayashi Lily y su grupo mientras buscaban por la zona después de volver en sí, así que no puedo permitirme el lujo de holgazanear. Confiaba en que no me denunciarían, pero había mucha gente de su lado… a diferencia de mí, ellos podían realizar una operación de búsqueda a gran escala.

Ya es demasiado tarde para salir con una disculpa.

Ahora que he empezado, mi única opción es terminar.

Después de poner el smartphone en modo avión, encendí la pantalla e intenté desbloquearlo—sin embargo, como había pensado, requería una contraseña.

Ah, claro.

Necesito introducir un número de cuatro cifras.

Sentí que un sudor frío resbalaba por mi mejilla—tal vez fuera una lágrima.

No podía convertir en pruebas los testimonios que había escuchado a escondidas. Como tampoco tenía celular, no podía hacer gala de ninguna habilidad detectivesca moderna, como grabar su conversación o hacer fotos a escondidas.

Pero eso es porque yo soy una ignorante del campo, muy anticuada. Para todos esos chicos de ciudad, los smartphones eran casi como una parte de su cuerpo.





Parte de sus cuerpos, parte de sus cerebros.

Si Suzubayashi Lily y Hatamoto Ayakari se unieron para planear la caída de Yurugase Amiko, es imposible que no utilizaran en algún momento los smartphones como herramienta de comunicación.

Ya sean mensajes de texto, redes sociales, chats de grupo o lo que sea, este teléfono está lleno de pruebas.

Debido a Internet y a los teléfonos inteligentes, las relaciones interpersonales de los estudiantes de escuela media y secundaria se han vuelto complicadas, digitalizadas, viciosas y enrevesadas, etc., y parece que se han convertido en un problema para la sociedad—pero, por otro lado, el uso de dispositivos digitales deja huellas inevitables; una prueba segura al cien por cien.

Parece que el anonimato no vale la pena.

Si logras analizar el smartphone de alguien, después, una cosa lleva a la otra—así de fácil, todo un grupo podría quedar destruido.

Desde que entendieron eso, la seguridad de los teléfonos era fundamentalmente bastante rígida—por eso se podía proteger mediante operación remota y por eso, dependiendo de la configuración, había oído que había una función que reiniciaba el dispositivo si introducías demasiadas contraseñas erróneas.

Aunque no fuera así, no tendría tiempo de probar los más de 10.000 números posibles. Tenía que desbloquear el smartphone de Suzubayashi Lily de una sola vez—si no puedo, se acabó.

Después de recuperar su smartphone—en otras palabras, después de garantizar su seguridad y la de su grupo, Suzubayashi Lily podría entregarme sin piedad a la policía.

En cierto sentido, soy una fugitiva en medio de su huida, que ha hecho cosas aún más cuestionables que robar un teléfono móvil, así que es una situación que me gustaría absolutamente evitar.

Un número de cuatro cifras. Uno de diez mil.

Como encarnación de la desgracia y el desastre, probablemente me equivocaría aunque fuera una probabilidad del cincuenta por ciento—aunque fuera una probabilidad de 9.999 sobre 10.000, estoy segura de que seguiría equivocándome. Sin embargo…

Entonces se oyó un ruido intenso. El cubo de la basura que me había servido de protector salió despedido por los aires con una brusca patada—las latas vacías y las botellas de plástico golpearon contra mí al dispersarse.

Mientras me protegía la cara con los brazos, vi la forma de un estudiante varón que me bloqueaba el paso, con una expresión facial como la de un demonio—llamaba a sus camaradas en voz alta. En un abrir y cerrar de ojos, todo el grupo, incluidas Suzubayashi Lily y Hatamoto Ayakari, se habían reunido y me rodeaban.

Por alguna razón pensé que el número de personas había aumentado desde que los había visto en el centro de juegos… Supongo que habían convocado a todos para que se reunieran aquí.

Es maravilloso tener muchos amigos.

Aunque no se pusieron violentos físicamente, los chicos y chicas no dudaron en empezar a lanzarme palabras de burla despiadada—es casi como si quisieran hacerme daño.

No obstante, estoy recibiendo daño.

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Por muy llena de cicatrices que esté, sigo sintiendo dolor cuando me hieren—por eso no puedo perdonar a la gente que finge estar herida, que finge dar lástima, que utiliza la debilidad como arma.

No puedo perdonar a nadie que sea aún más inútil que yo.

En medio de la tormenta de insultos, con voz más alta que nunca, Suzubayashi Lily preguntó: “¿Qué demonio’ hace’?” Era un tono mucho más violento que el de Yurugase Amiko.

Parecía una pregunta que por fin podría iniciar una conversación—no obstante, en lugar de responder, le devolví la misma pregunta: “¿Qué estás haciendo?”

La pantalla del smartphone que le mostré mientras contestaba fue más que suficiente—estaba desbloqueado, se estaba ejecutando una aplicación de comunicación y la pantalla mostraba que había terminado mi análisis.

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Todos se callaron. Especialmente Hatamoto Ayakari, que se quedó callada mientras se le iba el color de la cara—a pesar de lo violentos que habían sido, de cómo habían pretendido tener la ventaja por un amplio margen, después de todo, eran estudiantes de secundaria normales con una inteligencia decente.

Parecían haberlo supuesto todo.

Mi objetivo al arrebatar el teléfono, y el hecho de que su propio objetivo se había arruinado.

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… Estrictamente hablando, había una forma de que estos chicos y chicas le dieran la vuelta a la tortilla. Ahora que me han rodeado, podrían darme una paliza y quitarme el teléfono por la fuerza, eso sería fácil.

Pero en ese caso, la aventura se convertiría en otra cosa.

Si ustedes tienen la resolución para eso, como que no la estoy viendo.

Haz lo que quieras. Haz lo que no te guste.

Cuando solté una carcajada, Suzubayashi Lily se quedó mirando mi forma indefensa como si fuera una aparición, rechinando los dientes con frustración, gritó: “¿Qué demonio’, está’ del lado de Yurugase, eh?”

¿Del lado de Yurugase? Qué significa eso…


“¿Parece Yurugase Amiko una persona tan virtuosa para que la ayude’ despué’ de que la aislé?

“Si ese es el caso, tú tampoco estás cualificada para estar por encima de la gente.”

“¿Hauh? Entonce’, ¿de qué lado está’? ¿Por el bien de quién, bajo la influencia de quién, basándono’ en el sistema de valore’ de quién estamo’ siendo los malos?”

Como seguía interrogándome incesantemente con aquella voz chillona, me harté y pensé en una respuesta adecuada[30].

“El de Araragi.”

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