Regressor Instruction Manual

Capítulo 67: El Demonio del Jardín

Nadie dijo ni una palabra mientras los miembros del Cisne Negro recogían sus cosas. Todos los juzgaban con la mirada, y ellos mantenían los ojos fijos en el suelo. El camino, que al principio no existía, ya estaba bien marcado y despejado. En silencio, su grupo volvió sobre nuestros pasos. Tardarían unas cuantas horas en salir, si es que no se encontraban con ningún contratiempo. 

Minutos después, los utensilios y herramientas ya estaban en sus mochilas, las bolsas para dormir bien apretadas, y la fogata extinta. Viajamos ligero y solo con lo necesario, para no entorpecer nuestros movimientos en la batalla. Afuera nos esperaban todas las demás comodidades, junto con los caballos y sus cuidadores. El líder de cada grupo confirmó que estaban listos, y con la orden de Young-Ki, partimos.

La jungla era muy densa, con helechos y lianas por doquier. En el techo de la misma -su altura variaba, pero, en general, se encontraba muy lejano- un espectáculo de pequeñas luces, casi como si fueran estrellas, dibujaban el contorno de pequeñas y grandes estalactitas. Probablemente se tratara de minerales, pues cualquier criatura que nos hayamos encontrado nos había atacado al instante. Era como si la mazmorra se encontrara en una noche perpetua. Aún así, dependíamos de antorchas y luces mágicas para iluminar nuestros alrededores, debido a que las copas de los majestuosos árboles apenas dejaban que la luz pasara.

El suelo, por otro lado, era irregular, y en su mayoría estaba cubierto por una alfombra de hojas caídas y raíces torcidas. Varias veces, junto con rocas bien camufladas, nos hacían tropezar. Si no mirábamos a las copas de los árboles o a nuestros lados, temíamos por ataques sorpresas, y si no nos cuidábamos del suelo, corríamos el riesgo de caer y golpearnos la cabeza. 

Todo este tiempo, la extraña magia que percibimos al entrar por primera vez actuaba como nuestra guía. Los magos teorizaron que era la fuente que mantenía con vida a la jungla, y yo estuve de acuerdo. Los cazadores más experimentados notaron que los arroyos venían de la misma dirección que la magia. Si nuestras hipótesis eran ciertas, entonces todo tendría sentido.

“¿Qué creen que sea lo que desprende esa energía?” preguntó un Mercenario a otro mago. Como ellos solían pasar horas y horas investigando y leyendo libros, era normal que se dirigieran a ellos con ese tipo de dudas.

“Al principio pensé que se trataba de un espíritu del bosque, pero lo descarté al ver el tipo de flora y que no hay ningún animal aparte de los monstruos. Ellos protegen con todo lo que tienen su territorio, igual que aquí. La diferencia radica en que sus bosques están llenos de vida” explicó un miembro del Gremio del Diablo.

“¿Qué hay de un demonio menor?” sugirió alguien. Los ojos de los magos se iluminaron al instante. 

“¿Quieres contarles, Do-Yun?”

“Me alegra que pidan mi opinión” Do-Yun, el líder del grupo del Diablo, alzó la voz. Todos se volvieron hacia él, esperando una explicación. “Antes de venir, investigué la poca información que teníamos sobre la mazmorra. Consideré varias posibilidades para que un lugar tan antinatural como este apareciera: maldiciones, reliquias poderosas, algún druida haciendo de las suyas, o incluso nuevas especies de flora y fauna capaces de crecer donde sea” se encogió de hombros, enfatizando las muchas opciones que había. 

»Entonces, me crucé con un caso similar a este documentado hace 150 años, aproximadamente. Una mazmorra fue encontrada en la periferia de Las Tierras de Nadie. Afuera, un bosque se extendía por cientos de kilómetros, y adentro era una maldita tundra. Imposible, ¿cierto? Justo como aquí. En resumen, el causante fue un Sylvanox. ¿Alguien ha oído hablar de este tipo de demonio?

Las Tierras de Nadie. Ha-Yan me contó sobre ellas hace un par de semanas. En un mundo como este, era imposible conquistar tierras donde habitaban criaturas poderosas a la altura de los mitos y leyendas. Pero eso era para otra ocasión. 

“Aquellos que desafían a la naturaleza” respondió uno de los magos. “Estos tipos de demonios se adueñan de flora y fauna, extendiendo su magia como un veneno por toda la zona”.

“Correcto. Me alegra saber que has estado leyendo en nuestra biblioteca” lo felicitó Do-Yun. “Los Sylvanox literalmente echan raíces e inyectan su magia en la tierra. Después de ahí, hay dos opciones: plantas y árboles ya existentes absorben el veneno y pasan a ser propiedad del demonio, o la vegetación crece directamente de él”.

“Mierda… ¿es eso posible?” preguntó un Mercenario. 

“Todo es posible en este mundo” le respondió Young-Ki.

“Entonces, ¿es por eso que hay toda una jungla dentro de la montaña, incluso sin la luz del sol?” comentó Ha-Yan. “Para eso debieron de pasar… muchísimos años”.

“Bien pensado. Sí, es justo como dices” asintió Do-Yun. “Aquí se encierra un ser muchísimo más viejo que todos nosotros juntos”.    

“Jajaja, ¿y a eso llaman un demonio menor? Válgame…” alguien más susurró.

“Pero el sistema no miente” hablé. “Por algo clasificó como rara a esta mazmorra, y no superior” miré al líder de los magos en busca de confirmación. 

“Si el demonio fuera superior, sus criaturas también lo serían. También, su dominio iría más allá de esta caverna, y no habría tardado tanto tiempo en construir esta jungla” Do-Yun aclaró.

“El hecho de que esté oculto aquí dentro debe significar que no es tan fuerte, pero sí que es inteligente y perseverante. Tal vez ya se haya dado cuenta de que no nos vencerá tan fácilmente y se esté preparando para recibirnos” escuché a los demás asintiendo ante mi deducción.

“Nada de eso importa” Choi Young-Ki, que iba al frente con dos de sus compañeros liderando el grupo, se detuvo y se giró para vernos. “¿Cómo lo matamos?”

“Los demonios temen tres cosas…” Do-Yun empezó, levantando sus dedos. 

“… el hierro frío, fuego limpio y el sagrado nombre de Dios” terminó Hyun-Sung, con una sonrisa de oreja a oreja que parecía más una mueca. Sus palabras arrancaron carcajadas, gruñidos y vítores entre todos. Al parecer, era un viejo dicho entre la gente de este mundo. 

Son unos cabrones muy sabios.

***

Después de caminar por un par de horas más sin apenas ser atacados, por fin llegamos ante lo que parecía ser el encuentro final. Aquí, la magia parecía gritar en nuestros oídos; era sofocante. Más adelante había un claro bastante amplio, donde todos los arroyos convergían. El agua era poco profunda; calculaba que me llegaba, como máximo, a la rodilla. 

Una criatura, alta y delgada, se encontraba en el centro. Su cabeza era el cráneo de una bestia desconocida, con ojos pequeños y unos colmillos bastante afilados. Cuatro cuernos sobresalían de ella, dándole un aspecto majestuoso a la vez que terrorífico. 

Yo estaba oculto detrás de la línea de árboles junto con tres magos del Gremio del Diablo; estábamos preparando un hechizo de fuego en conjunto. Una vez que estuvimos listos, le hice una señal de Hyun-Sung, que a su vez le indicó a Ha-Yan y a Do-Yun, al otro lado. Le caeríamos con todo.

!Grrrummmm! Un relámpago morado salió disparado hacia el Sylvanox. Alcanzó a reaccionar, evitando el golpe directo, pero no importó; el agua hizo de conductor y aturdió al monstruo de todas maneras. Nosotros nos encargaríamos de hacer el daño verdadero. Aprovechando que el monstruo estaba inmóvil, liberamos una gran bola de fuego. Aunque logró levantar sus brazos para proteger su cabeza y tronco, todo lo demás se vio envuelto en llamas. 

“¡ATAQUEEEEEEEN!” rugió Choi Young-Ki después de que el agua se volvió segura. Una muralla de seis hombres con escudos corrieron hacia el monstruo, ágiles a pesar de su corpulencia. Eran seguidos por Hyun-Sung y otro espadachín. Pronto, el sonido del metal siendo aporreado y la madera siendo cortada llenaron todo el lugar. La criatura nunca emitió sonido alguno aparte del que sus garras hacían al cortar el aire. 

A lo lejos, Kim Ye-Ri soltaba flechas cada que veía la oportunidad, y Sun Hee-Young tenía listos hechizos para curar o apoyar a los delanteros. 

El demonio, cuyo único fuerte resultó ser la magia, se vio abrumado por las 18 personas que conformaban la partida de caza. El muro de hoplitas lo rodeaba, apuñalando sus piernas y lanzando tajos a sus brazos. La gran altura y largo de las garras del monstruo hacía difícil acercarse, pero para eso estaba Hyun-Sung y el espadachín Rojo -cada pocos segundos, los escuderos abrirían su formación para dejar que ambos pasasen. Sus ataques eran rápidos pero letales, dando ninguna oportunidad a la criatura para contraatacar, y si trataba de seguirlos, la formación se volvía a cerrar sobre él, castigándolo con sus espadas cortas. 

Era una pelea unilateral. 

“¡No bajen la guardia!” gritó Young-Ki. 

El demonio intentaba canalizar magia con una de sus manos; sin embargo, las flechas de Ye-Ri o uno de los dos espadachines siempre lo interrumpían. 

“¡Magos! ¡Otra ronda!” 

Era nuestra señal. Esta vez, cada uno de nosotros lanzó su propio hechizo de fuego para garantizar un impacto. Los más poderosos vinieron de Ha-Yan y Do-Yun, por supuesto: le lanzaron malditos misiles que seguían al Sylvanox, infligiendo un gran daño. A pesar de que era mucho menos robusto que los enemigos a los que nos habíamos enfrentado antes, sí era más resistente. 

“¡Su brazo está por caerse!” gritó uno de los Mercenarios. El fuego y los constantes ataques lo habían debilitado bastante. La corteza exterior del monstruo ahora era del color del carbón; se caía a pedazos con cada crepitar de las llamas.

“¡Yo me encargo!” dijo Hyun-Sung. Preveniendo el ataque, el demonio se volvió hacia él y alzó sus brazos. Nuestro líder desvió con su espada uno de sus ataques y saltó sobre el otro, para después deslizarse por entre las piernas del monstruo, lanzando tajos a una de sus rodillas y causando que perdiera el equilibrio. Seguido, lo rodeó por detrás y, antes de que pudiera levantar, rompió el brazo de la criatura. 

Choi Young-Ki dejó de lado las sutilezas y se lanzó contra el Sylvanox. Con toda la fuerza de sus piernas, volvió a derribarlo, esta vez completamente sobre su espalda. Intentando defenderse, el demonio lo atacó con sus garras, lanzándolo con éxito unos cuantos metros. Pero nada de eso importaba, pues volvía a tener encima a los dos principales atacantes del grupo.

Hyun-Sung y el Mercenario Rojo, cada uno al lado del cuerpo caído del monstruo, se prepararon para darle el golpe final. Apuntaron sus espadas hacia abajo, y apuñalaron su pecho con todas sus fuerzas. El sonido hueco de la madera partiéndose se escuchó brevemente. De la herida salió un espeso líquido, negro como la tinta. Se estremeció una, dos veces, antes de quedar completamente inmóvil. 

[El Jardín Tenebroso, de rango Raro, ha sido completado. Participantes confirmados (18/30)]

“¡Se acabó!” anunció Hyun-Sung. Todos gritaron con alegría al confirmar la muerte del demonio. Bajaron sus armas y escudos, exhaustos. 

Sun Hee-Young ya se encontraba atendiendo a los pocos heridos que había, y Ha-Yan corrió hacia mí desde su escondite para abrazarme.

La gente se felicitaba unos a otros por su desempeño, suspiraban de alivio y comentaban sobre las ganas que tenían de volver a casa. 

Mierda, ya quiero volver a ver la luz del sol. 

***

Salimos casi seis horas después. El Sol, que estaba por ocultarse, bañó con sus rayos dorados nuestros cuerpos cansados, ahuyentando las sombras de nuestros semblantes. 

“Jaaa… Qué bien sienta el aire fresco” dijo Deok-Gu, estirando sus brazos. Cargaba con su nuevo escudo como si nada. 

[Escudo Emblema de Hierba — Raro]
[El escudo de un guerrero ya olvidado, que llegó a enfrentarse al demonio del Jardín. Con el paso de las décadas, la magia del Sylvanox lo afectó y cubrió con sus raíces, dotándolo de nuevas capacidades. Incrementa la defensa del usuario y puede ser reparado con magia feérica]

[Constitución +3]
[Resistencia +4]
[Magia +1]

Nada mal.

El hecho de que pudiera ser reparado con magia era lo que más me gustaba. Ese tipo en particular era poco frecuente, pero no imposible de hallar. 

Normalmente, el escudo tendría que pasar por muchas opiniones antes de encontrar su dueño; en esta ocasión, los Mercenarios decidieron casi de inmediato que le pertenecía a Park Deok-Gu. Parecía ser su forma de agradecerle. Era realmente afortunado… Hasta consideré que era parte de su plan darle pena a los demás.

Por supuesto, conseguimos muchos otros objetos y materiales. Debido a nuestro desempeño, el Gremio del Diablo y los Rojos intentaron darnos gran parte de las recompensas; sin embargo, excluyendo los que realmente necesitábamos, Kim Hyun-Sung insistió en ser justo y repartirlas equitativamente. Era una buena decisión: así podríamos crear una buena relación con ellos. Lo que realmente me molestaba era la porción que iría dirigida al Cisne Negro. El tema dio paso a muchas discusiones, pero al final todos aceptaron. 

“Este es el sabor de la victoria” Hyun-Sung le dio palmadas en el hombro a Deok-Gu.

“Ugh… Estoy todo lleno de cortes y moretones…” se quejó un Mercenario. 

“Eso es bueno. La herida más grave son un par de costillas rotas, eso habla de la clase de guerreros que somos, jajaja”. 

“Todos lo hicieron muy bien, muchachos” Choi Young-Ki, viéndose bastante abatido, añadió. 

“¡Esto amerita unas cervezas bien frías, capitán!”

“Maldita sea, ¡debimos traer un barril!”

“Más le vale invitarnos a una ronda en la taberna, ¿eh?”

 “Tranquilos, tranquilos, la tendrán, jajaja… ¡A-au! Carajo, no me hagan reír, me duele todo” respondió Choi Young-Ki.

El grupo, aunque cansado, rebosaba con buen ánimo. Entre carcajadas, nos dirigimos al punto designado en el que estaría esperando el campamento. 

A lo lejos se podía divisar el fuego de una fogata. Pronto, el sonido de su crepitar y el relinchar de los caballos se pudo escuchar. 

“¡Ey, volvieron! Empezábamos a preocuparnos” nos dieron la bienvenida apenas vernos. “Pasen y pónganse cómodos. La comida tardará una hora en estar lista, más o menos”. 

“Rango Raro, amigo. Ni de broma moriríamos ahí dentro”. 

“¿De qué hablan? Tardamos día y medio, no es para tanto”. 

“Bueno, se supone que son jóvenes promesas, así que pensé que tardarían menos, jeje” dijo uno de los asistentes con tono burlón. 

“Era un maldito laberinto ahí dentro”. 

“Hyun-Sung y su grupo son unos genios, realmente” dijo Young-Ki.

“No es para tanto. Fue trabajo en equipo” respondió mi humilde líder. 

“Ya habrá tiempo para que nos cuenten todo lo que pasó en la cena. Por el momento, vayan a limpiarse, ¡no veas cómo apestan!”

Y así, el resto del día y el viaje de regreso pasó sin ningún tipo de complicaciones. 

***

Gracias a esta incursión, profundizamos nuestra confianza. Estaba seguro de que, mientras nada grave sucediera, nos mantendríamos juntos hasta el final.

Todos estábamos felices. Kim Hyun-Sung, que nos dio la oportunidad de vivir esta experiencia, sonreía con satisfacción por nuestro crecimiento; Park Deok-Gu estaba muy contento con su nuevo escudo, e incluso la tímida Kim Ye-Ri hablaba con un poco más de soltura. Lo mismo sucedía con Sun Hee-Young y Ha-Yan. 

Después de despedirnos y agradecer a los demás, llegamos a la casa gremial de los Caria, un lugar al que ahora podía llamar hogar. 

Había que presentarse ante la recepcionista del gremio y escribir un informe sobre la mazmorra. Era obvio, pero teníamos que reunirnos con Lee Sang-Hee, la submaestra del gremio. Teníamos que discutir sobre las recompensas. Como formábamos parte del gremio Cariano, los objetos que obtuviéramos en la mazmorra debían compartirse con ellos según la condición acordada. Al fin y al cabo, si no hubiera sido por el gremio, no habríamos tenido la oportunidad de tener esta experiencia.

Me sentía muy agradecido. Los gremios pequeños y medianos estaban probablemente en una situación frustrante en la que ni siquiera se les daba este tipo de oportunidad. No obstante, había algo más importante en mi mente.

“Ha-Yan”.

“¿Sí, Ki-Young?”

“Hablemos un rato”.

“¿Eh? ¡De acuerdo!”

“Hyun-Sung, nosotros subiremos primero” anuncié. “Todos, nos vemos luego”. 

Todos asintieron. Park Deok-Gu me miró con su expresión astuta, pero lo ignoré e inmediatamente llevé a Jung Ha-Yan a mi habitación. Después de ver su cara roja, me di cuenta de que había hecho algo que podía causar fácilmente un malentendido.

“Ha-Yan”.

“¿Sí?”

“¿Puedo pedirte un simple favor?” pregunté.

“Por supuesto. Sí. Puedes pedirme lo que sea, de verdad” contestó, muy seria. 

¿Qué le pasa?

“Todo lo que quieras. Estoy lista para todo”.

Me sentí un poco incómodo por su pasión; de verdad esperaba algo más. Le daría una pequeña recompensa después de hablar, pero nada más.

“¿Puedes encontrar información sobre la prensa en Lindel?” le pedí.

“Oh…”

Como era de esperar, Jung Ha-Yan se sintió decepcionada. Me acerqué a ella y la tomé con gentileza de su barbilla.

“Vale…” respondió al instante, como poseída. Sus ojos de miel me miraban con intensidad. 

Bien. 

Le di un pequeño beso en la comisura de sus labios. Le recordé nuestra promesa, en donde recibiría recompensas si mostraba buenos resultados.