Regressor Instruction Manual

Capítulo 35: El Duelo

No me gustaba tener que dejar atrás a mis compañeros, pero Jin-Ho era mi máxima prioridad en este momento. Si lo dejaba escapar, quién sabe lo que sería capaz de hacer en el futuro. Esto no había pasado la primera vez, por lo que su acto terrorista pudo haber sido alterado. Tal vez sería reemplazado por un acto todavía más atroz, o quizás tomaría como objetivo a mis camaradas apenas salgamos de la mazmorra; sin importar lo que haga, era peligroso dejarlo vivo. 

Los monstruos retrasaron un poco mi persecución; Jung Jin-Ho ya no se encontraba a la vista. El bastardo solo los golpeó a propósito para que me estorbaran. Pensé que era muy inteligente, pero el hecho de que se metió con nosotros decía lo contrario.  

Empecé a correr, cortando solo a las criaturas que se interponían en mi camino sin apenas detenerme. En el oscuro pasillo brillaban los ojos rojos y verdes de los demonios. Giré a la izquierda y de nuevo a la derecha, y a lo lejos pude vislumbrar la silueta de mi presa. No conocía sus atributos, pero estaba confiado en que mi destreza era mayor a la de él. No me tomaría mucho tiempo para alcanzarlo. 

Continué con mi carrera, girando aquí y allá, guiado por el sonido de los monstruos que actuaban como alarmas y de las pisadas del militar. Quería despistarme, mas en un lugar tan silencioso era imposible. No sé si tuvo suerte o era a propósito, pero había tomado el camino más accidentado posible. Tuve que saltar sobre muros derrumbados y deslizarme por debajo de escombros. Todo era en vano pues, con cada vuelta que daba, me acercaba cada vez más a él. 

“¡Deja de correr y enfréntame!” le grité. “¡Tú y yo sabemos cómo termina esto!”

“¡Primero tendrás que alcanzarme, principito!” se burló. Su voz sonaba a la vuelta de la esquina y, por alguna razón, por encima de mí.

Al girar, pude ver un pasillo completamente bloqueado. Al mirar hacia arriba, pude verlo asomando su cabeza por el piso superior, con una antorcha detrás de él proyectando su sombra sobre mí. Anteriormente, ya había encontrado pasillos así, que iban directo a la nada. Me sorprendió ver que, incluso después de ser mi segunda vez aquí, aún seguía sin comprender la arquitectura de la mazmorra. 

El cabrón ya había echado a correr de nuevo; debía apurarme. Envainé mi espada con un movimiento rápido y, aprovechando el impulso que llevaba, salté lo más alto que pude para aferrarme a los ladrillos que sobresalían de la pared. Algunos cedieron ante mi peso, obligándome a saltar enseguida a otros. Con un poco de esfuerzo, llegué al piso superior. Con un último empujón de mis brazos, puse mi pie derecho en el suelo, listo para seguir corriendo. Sin embargo, al levantar mi mirada, la vista de una lanza rota volando hacia mí me recibió. Mi pierna izquierda seguía colgando, de modo que tuve que confiar únicamente en la otra para esquivar su trayectoria. 

¡Hijo de perra! Caí sobre mi costado izquierdo y la lanza se clavó en mi muslo. Por suerte, estaba tan dañada que no le permitió a la punta entrar del todo. 

El maldito había aprovechado que no tendría oportunidad para esquivar para asegurar un golpe. El hecho de que no se encontraba a la vista me sorprendió más, puesto que significaba que había calculado el momento en que subiría y lanzó el arma en consecuencia. 

“Debí de haberlo previsto…” murmuré a la par que retiraba la lanza. Me levanté y di un par de pisotones con mi pierna; me iba a retrasar un poco, pero aún sería capaz de alcanzarlo. 

Seguí moviéndome por unos minutos más. Para mi suerte, el camino continuaba por un único pasillo sin nada de bifurcaciones. 

Así, pude llegar a un callejón sin salida. A un lado, con la cabeza aplastada contra la pared, había un monstruo. Otro se encontraba arrastrándose con la mitad de su cuerpo dentro de un hueco en la pared. Al verlo, lo reconocí de inmediato, estaban esparcidos por todo el laberinto: era un desagüe. 

Caminé lentamente hasta la criatura y jalé de sus piernas. Con un movimiento rápido, le corté ambos brazos. 

Te tengo, Jin-Ho. Ya no hay escapatoria. 

***

Todo a mi alrededor estaba completamente oscuro. No podía ver nada, solo sentía agua cubriendo mis pies y el sonido del líquido moviéndose con cada paso que daba. Me vi obligado a deslizarme por ese túnel sin saber a dónde me llevaría, esperando que me dejara muy lejos de Hyun-Sung. Sin embargo, ahora me encontraba encerrado y sin escapatoria. 

Espero que no se atreva a bajar o me dé por muerto pensé. No obstante, aún podía trabajar con esto, así que comencé a preparar un hechizo. Haría lo mismo que con la lanza de Ki-Chul allá atrás; esperaría a que se encuentre en el aire para atacarlo. Estaba seguro de que la lanza no lo había matado, no, el desgraciado era duro de matar. 

“Bola de Fuego” murmuré. Cuando las llamas aparecieron, mi alrededor se iluminó. 

Bajo mis pies había una gruesa rendija de metal, ennegrecida por el paso del tiempo. El agua me rodeaba. Mirando con detenimiento, pude ver el borde de la plataforma en la que estaba de pie. Si daba un paso más, me hundiría por completo. No sabía qué profundidad tenía esta fosa, y no quería descubrirlo. 

Más adelante, unos metros por encima, había una puerta y una pequeña barandilla, ambos de metal. Si salía vivo de esta, podía escapar por ahí. 

¿Un filtro de agua, tal vez? Probablemente el agua se reunía aquí y bajaba al siguiente piso. A saber para qué usarían esta mazmorra en otros tiempos. 

El techo era abovedado, de sus ladrillos colgaba moho. El túnel por el que bajé era tan largo que no dejaba que la luz entrara. 

Llevé mi mano derecha a mi cuello, acariciando los colgantes que lo rodeaban. Los saqué con cuidado y los leí con detenimiento. Eran placas de identificación del ejército, una mía y otra de mi padre. De repente, recuerdos inundaron mi mente. Había pasado muy poco tiempo desde que fui transportado a este lugar, pero ahora se sentía como una vida pasada y lejana. Al principio, cuando llegué aquí, estaba feliz, pues los grilletes del ejército ya no me detendrían. Y ahora un hombre que se cree un caballero de la edad antigua quiere darme caza. 

No se lo permitiré. ¡Yo saldré vivo de aquí! 

Con mi moral renovada, despejé mi mente de pensamientos innecesarios y me concentré en lo que estaba por venir.  

Escuché los gritos de dolor de un monstruo. Ya estaba cerca. Los segundos pasaron. Mi cuerpo estaba tenso, sosteniendo mi espada en mi mano derecha y el hechizo en la izquierda. Ya podía escucharlo deslizarse. El sudor me empapaba por completo. 

“¡JAAAAAAAA!” Hyun-Sung lanzó un grito feroz de batalla al salir del túnel, precipitándose a la plataforma sobre la que me encontraba parado. Al mismo tiempo, liberé mi conjuro, pero… 

“¡Greeeeeehhhh!” no lo podía creer. La Bola de Fuego golpeó de lleno en un monstruo sin brazos. 

¡Hijo de puta! ¡Bajó junto con esa cosa y la usó de escudo!

Apartó al monstruo de un golpe y aterrizó sin dificultad, salpicando agua por todas partes. Por un segundo nuestros ojos se encontraron. Sus ojos azules me miraban con intensidad, amenazándome con engullirme solo como un vasto y profundo océano sería capaz. Había recibido unas quemaduras leves, pero logró evitar la mayor parte del daño de mi hechizo. 

Los dos avanzamos hacia el otro con toda la fuerza de nuestras piernas, dando comienzo a una pelea frenética. 

***

El cuerpo del monstruo, nuestra única fuente de iluminación, no duraría mucho. Su cuerpo en llamas flotaba sobre la superficie del agua. Debía de aprovechar lo que quedaba de luz para hacerle todo el daño posible a Jin-Ho. 

Nunca llegué a conocerlo en persona en mi vida pasada, por lo que no sabía que podía usar magia. Fue un movimiento muy acertado el usar a la bestia como escudo. Esperaba un ataque al bajar, pero no que fuera con un hechizo. 

Mi espada era significativamente más larga que la suya, una ventaja importante para mí. Movía con rapidez mi hoja, intentando abrumarlo con una gran cantidad de golpes. Él, por su parte, me bloqueaba con su espada o con su escudo. Cada vez que daba un paso hacia adelante, yo daba otro hacia atrás y viceversa. Teníamos que cuidarnos de no pisar fuera de la plataforma y, en consecuencia, dio la impresión de que estábamos envueltos en una danza violenta y macabra, levantando agua con nuestros pies y armas. 

Dibujé un arco ascendente con mi espada, bloqueando la visión de mi oponente con el agua. Con mi pie derecho firme en el suelo, levanté mi pierna izquierda y con la fuerza de mi cadera le propiné una patada que conectó en su costado. Al mismo tiempo, él lanzó una estocada que se vio desviada por mi golpe. Aproveché para seguir con el movimiento de mi espada, bajándola sobre su hombro. El filo se enterró a medias, detenido por sus hombreras de cuero. Antes de poder retirarla, dio un paso hacia mí y me golpeó con su escudo, impactando directamente contra mi nariz. 

Ambos nos separamos para recuperarnos por unos segundos. Mi nariz sangraba profusamente. 

“Eres bueno” le dije. 

“¿Es todo lo que tienes, principito?” contestó, moviendo su hombro arriba y abajo. Sangre se deslizaba a lo largo de su brazo. 

Ataque y contraataque, bloqueo y retirada, sangre por sangre. Si será así, entonces, bienvenido sea. 

Ambos corrimos hacia el otro, reanudando la pelea. Quería fingir que no le había hecho daño, pero su cuerpo decía lo contrario. Sus estocadas se hacían menos constantes, y mis cortes entraban más y más. 

Los segundos pasaban, y ahora se encontraba totalmente a la defensiva. Pude notar cómo magia se arremolinaba en su mano izquierda. Estaba preparando un hechizo, pero no lo dejaría. Aumenté mi velocidad, y mis tajos empezaron a dibujar líneas de color carmesí por todo su cuerpo. Sea lo que sea ese hechizo, le daba mucha importancia. 

“¡Humo!” exclamó, extendiendo su mano izquierda hacia mi rostro. Era una versión acortada y más débil de Bomba de Humo. La modificó para adaptarse a la situación, haciendo que fuese más rápida de preparar. 

“¡Cof cof!” una pequeña nube oscura, un poco más grande que mi mano, cubrió mi cabeza. “¡Agghhh!” al mismo tiempo, sentí como su gladio penetraba en mi pierna izquierda, justo donde la lanza me había herido con anterioridad. Con esto, mi juego de pies se vería muy afectado. 

Para igualar la balanza, blandí mi espada hacia donde creía que su mano se hallaba. 

“¡Kaaaaaaghhh!” gruñó Jin-Ho. No podía ver, pero la resistencia que sentí en mi mano y su grito de dolor lo decían todo. 

Di unos cuantos pasos hacia atrás para separarme de él mientras agitaba mi mano libre para despejar el humo. Cuando mi visión se aclaró, pude ver una buena parte de su espada enterrada en mi muslo. Una mano cercenada seguía aferrada al mango. Mi pierna temblaba con fuerza. 

“¡Gggghhhh, puta madre!” maldecía Jin-Ho, sosteniendo el muñón que sangraba a raudales. 

“Pensé que querías más. ¿Qué te parece?”

“¡Ven aquí!” gritó, cargando contra mí. Me puse en posición para recibir su ataque. Solo debía de rematarlo. 

Di un paso hacia adelante y bajé mi espada con todas mis fuerzas. Ambos gritábamos al unísono. En el último segundo, Jin-Ho usó su escudo para desviar mi ataque -que apuntaba directamente a su cabeza- a su hombro derecho. La hoja se enterró por completo, inutilizando su brazo de una vez por todas. El daño sería irreparable. O eso creía yo…

Soltó su rondache y lanzó un gancho directo a mi barbilla, aturdiéndome. Pasó lo que quedaba de su brazo derecho por encima de mi hombro izquierdo, yendo a mi nuca, encontrándose con su mano izquierda que había rodeado mi brazo derecho. Recibió mi ataque de lleno solo para capturarme en una llave, era asombroso, pero ahí no terminó… 

Su pierna derecha chocó contra la mía, derribándome. Mi visión dio vueltas y mi cabeza se dio de lleno contra la rendija de metal. Ahora, ambos estábamos en el suelo. Pude sentir su rodilla derecha haciendo presión contra mi estómago, y su hombro derecho, que expulsaba sangre a borbotones, empezó a cortar mi respiración. Mi espada había sido expulsada de la herida durante el proceso, yaciendo a mi izquierda, justo fuera de mi alcance. 

Como si la mazmorra misma me estuviera maldiciendo, el monstruo se sumergió, dejándonos a oscuras.

“Geh… cof cof…” mi garganta resollaba en busca de aire. Empecé a golpear su costado derecho con mi puño libre, pero no aflojaba ni un poco. 

Si esto sigue así, moriré. 

Introduje mi mano en la herida de su hombro y empecé a hurgar, causando que Jin-Ho aullara de dolor. Acto seguido, reforcé con magia mi puño y, una vez más, lo descargué sobre sus costillas.

El militar giró, cayendo sobre su espalda y liberándome. Di una bocanada de aire antes de lanzarme hacia donde había estado mi espada. Buscando a tientas, con mi cuerpo empapado de agua, sentí lo que le quedaba de magia a Jin-Ho a mis espaldas, formando un último hechizo. Era tan poca que creí que no conseguiría nada, sin embargo, ya me había sorprendido mucho, así que me apuré. 

Cuando la encontré, me puse de pie y caminé con dificultad hacia él, siguiendo el rastro de magia. Mi pierna gritaba cada vez que daba un paso.

¡Fussshhh! Un proyectil del tamaño de una bala hecho de magia iluminó la habitación, atravesando mi brazo izquierdo. Durante ese instante de luz, nuestros ojos se encontraron por última vez. Su expresión mostraba una amalgama de emociones: ira, desesperación, tristeza, arrepentimiento, impotencia… 

Le corté el cuello en silencio, y un chorro de sangre caliente salpicó mi cara. El sonido de su cuerpo cayendo reverberó por toda la cámara. El agua se teñía de rojo a su alrededor. 

“Ya no… causarás más dolor… Jung Jin-Ho” jadeaba con cada palabra.  “Diste una… buena pelea”.