SSS Class Suicide Hunter

Volumen 1

Capítulo 27: Los Elegidos (Parte 3)

Él me apuntó con su mano libre. ¿Qué se suponía que debía decir? Sonaba como si estuviera diciendo ‘¿Qué te parece esto? ¡Ahora tus maldades serán reveladas ante el mundo!’.

Sonreí.

“Sí”.

“¡Jajaja! ¿Lo veis? Idiotas. Voy a informar al mundo entero de las cosas que habéis hecho usando a este asesino…”

“Falso”, intervino la Paladín.

“¿Qué?”

“No es cierto”, repitió con indiferencia ella. “¿No ha respondido tu pregunta diciendo ‘Sí’? Eso era mentira. Así que, resumiendo, Kim Gong-Ja no ha matado a más de 4.000 personas”.

“…”

“¿Tienes alguna pregunta más?”.

Silencio.

Cuando el Santo de la Espada cerró la boca, la Paladín inclinó la cabeza.

“Pero, 4.000… ¿es factible que una única persona mate a tanta gente? Creo que es casi imposible”.

“E-Eso es porque… usasteis a este joven como asesino especial…”

Sonreí brillantemente.

“Es cierto. Soy un asesino especial”.

“Falso”.

“…”

El Santo de la Espada dejó caer su mandíbula.

“¡P-Paladín, te he juzgado mal! ¡Estaba seguro de que no mentirías!”

“Si me crees o no me crees, eso solo depende de ti”, replicó con calma la cazadora. “Por eso te pregunté si me creerías al principio”.

“…”

“Si ahora retiras lo que dijiste, resulta un poco… patético. No, es bastante patético, Santo de la Espada. No eres lo que pensaba que eras”.

“¡E-Espera!”, gritó él frenéticamente, mirando hacia mí. “¡Pero es imposible que nunca mataras a nadie!”

“Ah. Sí. Eso es cierto. Una vez me deshice de alguien”.

“Es verdad”.

“¿¡Lo veis!?”

“Pero fue una sola persona”.

“¿Qué?”.

La Paladín asintió de nuevo. “Es cierto”.

“…”

“Por supuesto, haber matado solo a una persona no cambia el hecho de que soy un asesino. Sin embargo, don Santo de la Espada, aunque puede que no esté limpio, puedo asegurarle una cosa. Ese bastardo de verdad merecía morir, porque intentó matarme a mí primero”.

“Eso es verdad”.

“No, si simplemente hubiese intentado matarme, eso podría tildarse como comportarse como un caballero. Él masacraba a la gente. La masacraba. Una vez le vi matar a alguien, pero… joder, ¡ni siquiera parpadeó mientras quemaba a esa persona hasta la muerte! ¡Ese puto gilipollas!”.

“Eso es verdad”.

“Aunque no lo sé con seguridad, probablemente había matado a decenas, si no cientos de personas. Sí, definitivamente él era alguien capaz de hacer eso. Maté a una persona así. Llámeme asesino si quiere. Pero, ¿sabe una cosa? Incluso si volviera al pasado, volvería a ocuparme de él. Mierda. Joder. No entiendo cómo es posible que alguien sea tan malvado como él”.

La Paladín asintió con la cabeza. “Todo eso también es verdad”.

“…”

El Santo de la Espada permanecía mudo.

Lentamente miró a su alrededor. No entendía la situación, pero probablemente se dio cuenta tras ver lo que estaba pasando.

Porque todos los maestros de gremio le miraban preguntándose ‘¿qué estás haciendo?’.

“¡Jajajajaja! ¡Jajajaja!”, estalló en risas el Inquisidor Herético. “¡Kim Gong-Ja, el asesino especial de los cinco grandes gremios! ¡Qué divertido! Hubiese sido genial que eso fuera verdad, pero… ¡Santo de la Espada! ¡Nosotros nos encontramos con Kim Gong-Ja por primera vez ayer mismo!”.

“Por cierto, eso también es verdad”.

“…”

El silencio del Santo de la Espada se hizo más pesado.

-Tsk. Tsk, tsk, tsk, tsk. Quien vive a través de las habilidades, muere por ellas -siguió chasqueando la lengua Bae Hu-Ryeong, justo a mi lado.

“Mmm. Bien, lo he contestado todo”, sonreí. Todo lo que don Gong-Ja había dicho era completamente cierto. “Parece que aquí había algún tipo de malentendido. Me alegro de que simplemente fuera eso. Pero, Santo de la Espada, si los maestros de gremio no me hubieran protegido, probablemente a estas alturas estaría muerto, ¿no cree?”.

“…”

“Creo que una disculpa sería algo apropiado ahora mismo. ¿Qué opina?”

La Paladín asintió una vez más. “Es la pura verdad, sin una sola mentira”.

“…”

“Discúlpate rápidamente ante Kim Gong-Ja, Santo de la Espada”.

El viejo palideció.

“Yo… yo…”, habló el Santo de la Espada tras un periodo considerable de tiempo. Los cazadores le miraban. Sus labios estaban secos. “A Kim Gong-Ja…”

El Santo de la Espada podría decir un montón de cosas en esa situación. Podría, sencillamente, no creer a la Paladín. No tenía ninguna razón para hacerlo. A pesar de que ella tenía fama de ser justa y correcta, era parte de los cinco grandes gremios. ¿Por qué debería confiar en ella?

‘¡Todos estáis intentando engañarme!’, podría haber gritado.

O… él podría revelar su propia carta de habilidad. El poder que mostraba el recuento de asesinatos de un oponente. Pero no era prudente mostrar a otros tus habilidades. Sin embargo, habría bastado.

‘No sospeché de Kim Gong-Ja por ser un bomber. ¡Lo hice por una de mis habilidades! ¿Qué queréis que haga si mi habilidad dice eso? ¿No es obvio que cualquiera confiaría primer en su propia habilidad antes que en la de alguien más?’.

Era natural para los seres humanos poner excusas y justificarse.

‘O simplemente puedes ser un psicópata que mata a los demás como lo hacía el Emperador de las Llamas’.

Desconfianza. Excusas. Cerrarles la boca.

El Emperador de las Llamas demostró ser un psicópata eligiendo el método de cerrarle la boca a los demás… y el Santo de la Espada tenía que mostrar qué tipo de persona era basándose en su siguiente elección.

“Mmm”, murmuró el Santo de la Espada mientras humedecía sus labios. Y, finalmente, se decidió. “¿Dijiste que tu nombre era Kim Gong-Ja?”.

“Sí”.

“Si no mataste a gente inocente como yo creía… no, eso no”.

El Santo de la Espada sacudió su cabeza mientras hablaba. *Clink*. Mientras devolvía su espada a la vaina, suspiros de alivio cruzaron la recepción. Los cazadores en torno al Santo de la Espada parecieron relajarse un poco. En el centro de todos ellos, el viejo hombre se ajustó la corbata.

“Empezaré de nuevo”, dijo antes de inclinar la cabeza. “Me disculpo sinceramente”. El viejo hombre estaba disculpándose. “Estaba equivocado. Tuve un malentendido… y casi mato a alguien. Siempre pensé que debía matar a cualquier que yo juzgara que merecía morir. Maté por mis creencias”. Inclinó todavía más su cabeza. “Pero, a partir de ahora, eso nunca ocurrirá de nuevo”.

Su voz profunda resonó en la recepción.

“Disculparme únicamente de palabra es inútil. Si quieres algo, intentaré proporcionártelo… me encantaría poder decir eso, pero…”. Había autodesprecio mezclado en su voz. “Por favor, no me pidas que me quite la vida. Todavía quiero vivir. Quiero ver la cima de esta Torre… Cometí un grave error y casi te mato. Pero, por favor, perdona a este viejo y déjame vivir”.

La recepción del palacio se quedó en silencio.

El anciano podría haber tomado una elección diferente. Podría no haber confiado en la Paladín o haberse excusado culpando a su habilidad. Pero no lo hizo. En vez de eso, reconoció que podía estar equivocado.

“…”

La Paladín me lanzó una mirada. Nuestros ojos se encontraron. Ella asintió silenciosamente. No hablamos, pero entendí lo que me estaba diciendo.

‘Es verdad’.

Todo lo que él había dicho era cierto.

Su disculpa, su promesa de no volver a matar a nadie solo basándose en su habilidad… incluso el hecho de que no quería morir. De que quería vivir más. Que quería que lo perdonara.

-Ese boomer…