Infinite Dendrogram (NL)

Volumen 15: Game Over

Historias Extras 2: El Verde y El Azul

Cierto día de cierto año, Harbor City, Keyora

En el tiempo de Infinite Dendrogram, lo siguiente ocurrió once años antes de que cierto Maestro apareciera por primera vez en este mundo. Aún no había ni siquiera una señal del crecimiento venidero de los Maestros, y las semillas de la guerra entre los países yacían latentes bajo muchas capas de paz.

En este día, la Primera Princesa, Altimia Azurite Altar, se encontraba en la parte occidental de Altar, en la ciudad portuaria de Keyora. Como miembro de la realeza, era imperativo que ampliara sus horizontes, y esta visita formaba parte de un viaje con ese objetivo principal. La acompañaban Royal Guards dirigidos por el Celestial Knight, el mismísimo Langley Grandria. Junto a ellos estaban sus dos amigas: Liliana, que aún era escudera; e Integra, la discípula favorita del Arch Sage.

El propio rey Eldor había convocado a este grupo: quería que su querida hija disfrutara de un viaje encantador junto a sus amigos íntimos. La princesa, a menudo ocupada con su entrenamiento como Sacred Princess y sus estudios como miembro de la realeza, necesitaba mucho tiempo libre para relajarse. Cabe señalar que Altimia viajaba para aprender las características y la historia de las distintas regiones, lo que hacía que se pareciera más a un viaje escolar, pero eso no cambiaba el hecho de que fuera muy divertido.

De eso no había duda, pero… por alguna razón, Altimia tenía un aura pesada y amenazadora.

No estaban en tierra firme, sino a bordo de un lujoso barco en el mar, practicando uno de los pasatiempos más famosos de Keyora: la pesca oceánica. Normalmente, los mares de este mundo eran lugares traicioneros donde podías ser atacado por poderosos monstruos antes incluso de verlos venir. Enfrentarse a las aguas requería un inmenso coraje y fuerza.

Sin embargo, gracias al duro trabajo de muchas generaciones de condes de Keyora, un trozo del mar local había desarrollado un ecosistema seguro para la pesca de recreo, convirtiéndolo de hecho en una especie de estanque piscícola gigante. Esta zona se había convertido en una de las mayores atracciones locales. Los nobles y los ricos se reunían aquí para alquilar un barco, ver las vistas, pescar, cocinar y, en definitiva, crear buenos recuerdos.

Aunque las dos últimas resultarían difíciles si no pescases nada.

Un silencio aplastante se cernía sobre Altimia. Habían pasado dos horas desde que empezó a pescar, pero en su cesta no había ni un solo pez. Como resultado, desprendía un aura opresiva y agresiva tan intensa que todos a su alrededor podían sentirla. Con sólo siete años, era lo suficientemente inmadura como para sentirse profundamente irritada por algo así… Aunque tampoco es que se le fuera a pasar.

“Y este es mi pez número cincuenta y cuatro. Este es un buen sitio.” Dijo la chica a su lado mientras sacaba un pez.

Llevaba un sombrero puntiagudo con un gran ala que le tapaba los ojos y parecía que estaba interpretando a un mago… y eso era exactamente lo que era. Se llamaba Integra y era amiga de la infancia de Altimia. Después de meter el pez en la cesta, volvió a colocar el cebo y lanzó de nuevo el sedal al agua. Como era una chica culta, dominaba el arte de la pesca con caña.

“Esto es lo que significa pescar bien. Las capturas vienen solas.” Afirmó.

“… Eso parece.” Replicó Altimia, claramente poco divertida.

“Jejeje. No hay necesidad de apresurarse. Ten paciencia. Tómate tu tiempo. La vida no va a ninguna parte.”

Silencio.

“Lo entenderás cuando crezcas.” Añadió Integra, hablando como la chica mayor y más alta que era. Su tono, sin embargo, era una mezcla de consejo y burla.

Cabe señalar que Integra no llegaría a ser mucho más alta de lo que era en ese momento y que pronto se quedaría pequeña ante sus dos amigas de la infancia. En aquel momento, sin embargo, era la más alta de las tres.

Altimia no tardó en replicar: “¡Mírame…! Voy a pescar uno grande ahora mismo.”

Enardecida, Altimia agarró su caña con tanta fuerza que crujió. Su agresividad era palpable, haciendo que los caballeros que las vigilaban sudaran frío.

El Conde Keyora también estaba allí. La situación le preocupaba tanto que había sugerido que alguien se metiera en el agua y pusiera en secreto un pez en el anzuelo —un “servicio” habitual para nobles no demasiado duchos en la pesca—, pero Langley se opuso porque Altimia se daría cuenta. Niña o no, un Trabajo Especial Superior no debía ser subestimado.

En realidad, su inmensa fuerza era también la razón por la que no capturaba nada. Los peces percibían su agresividad a través del sedal, lo que los ahuyentaba del anzuelo. Con el tiempo, esta bella dama le cortaría el brazo a un amigo que mostrara un atisbo de agresividad, pero ahora, con sólo siete años, no era buena ocultando sus emociones. De hecho, sería aterrador que lo hiciera.

En un silencio sepulcral, Altimia miró el agua.

Al ver a su amiga tan interesada en la pesca, Integra esbozó una sonrisa irónica…

¿Hm?

… pero entonces se dio cuenta de algo.

Los ojos de Altimia se movían ligeramente. Era como si estuviera mirando a través del espeso velo del mar para mirar directamente al pez de la misma forma que un artista marcial miraría a un enemigo.

“… ¡Ya te tengo!” Gritó mientras movía su caña.

Su flotador no se movía, el pez no había mordido el anzuelo… y aun así lanzó la caña hacia atrás.

El anzuelo rompió la superficie y en él había un pez. “¡Vaya!”

“¡Bien hecho, Su Alteza!”

Los caballeros y el Conde Keyora, totalmente aliviados, aplaudieron a la princesita.

“… ¿Puede hacer eso?”

“… Vaya, esto es increíble.”

Integra estaba justo al lado de Altimia, mientras que Langley era un veterano de combate con un Trabajo Superior, por lo que ambos entendían lo que Altimia había hecho.

No había sacado un pez que hubiera mordido el anzuelo con cebo, sino que había observado cómo se movía el pez y lo había enganchado ella misma.

Este tipo de pesca, que algunos llaman “pesca en grupo” por los anzuelos que se suelen emplear, estaba prohibida en algunos lugares y a veces incluso se consideraba una afrenta al arte del deporte, aunque en este caso no competían con nadie y se comían sus capturas, por lo que era aceptable en la mayoría de los casos.

Lo importante aquí era que Altimia había enganchado la boca de un pez a decenas de metros bajo la superficie con un anzuelo que no estaba pensado para este tipo de pesca, lo que no era nada si no sobrehumano. Aunque parecía un desperdicio de sus estadísticas y talento, era una expresión de su competitividad infantil.

“Integra, mi pez es más grande que cualquiera de los tuyos.”

La discípula del Arch Sage era mayor y más madura que Altimia… pero aún no lo suficiente como para ignorar el tono desafiante de la princesa.

“¿Ohh? Calidad sobre cantidad, ¿eh? Pues muy bien. Voy a pescar un pez más grande que ese de inmediato.”

“Ahora sé cómo se hace. Me toca a mí.”

La Sacred Princess y la discípula del Arch Sage se preparaban para un concurso de pesca…

“Disculpen, ¿hay alguna cesta de repuesto disponible?”

… pero entonces, esas palabras llegaron a sus oídos.

La que hablaba era la tercera de su trío de amigas de la infancia: Liliana.

Al principio, había estado pescando junto a ellas. En algún momento, sin embargo, dijo: “Creo que me irá mejor en el otro lado.” Y se fue al extremo opuesto del barco.

En aquel momento, Integra se rio de ello, diciendo que sus capturas no podían ser tan diferentes mientras estuvieran en el mismo barco, pero…

“… ¿Qué?”

… La visión de la chica ahora la llenó de conmoción. “Me he quedado sin contenedores vacíos.”

Sobre su hombro, había más de diez cestas, todas llenas de pescado. Altimia e Integra se quedaron sin habla.

Aunque era una niña, era una Knight, por lo que tenía la capacidad para sostener todas aquellas cestas que llevaban lo que sin duda eran más de cien peces en total. Además, en su mano derecha sostenía un pez que no cabía en las cestas, cuatro veces más grande que el capturado por Altimia. Aplastándolas tanto en cantidad como en calidad, estaba claro quién había dominado este campo de batalla.

“Tú ganas.” Dijeron Altimia e Integra al unísono mientras caían de rodillas.

Me recuerda a mi padre, pensó Langley mientras los observaba. Langley Grandria era un hombre extraño que había abandonado la flota pirata de Granvaloa y se había puesto al servicio de Altar. Mirar a su hija le trajo muchos recuerdos de su padre de hacía una década. Él también había sido un hombre hábil en la pesca, y a quien el propio mar parecía amar. Langley había dejado su hogar en el mar, pero parecía que su sangre corría más espesa que el agua.

Quizás algún día, ella…

Por un momento, se detuvo a imaginar un posible futuro para su hija, pero luego se centró en animar a las chicas derrotadas.

Fin