Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 24

Intermedio 2: Vita y Raxos

 

 

Los Pegajosos alguna vez fueron llamados monstruos.

En las profundidades de un bosque en el Continente Demoniaco, vivía una especie de criaturas limosas. Ellas se infiltraban en la fruta y en los cadáveres de los animales, para luego parasitar a las criaturas que los consumían, forjando un lazo simbiótico con sus huéspedes. Estas criaturas fueron las precursoras de lo que algún día se convertiría en los Pegajosos.

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Un día, una de estas criaturas fue capturada. La persona que la capturó realizó una serie de experimentos con ella. La obligó a paralizar a toda clase de criaturas y absorber una gran variedad de sustancias. La criatura logró la sapiencia. Su captor estaba satisfecho con esto y liberó a la criatura de vuelta a la naturaleza. Esta regresó a su manada y compartió su sapiencia con las otras criaturas. Y así, estos parásitos anteriormente descerebrados se volvieron inteligentes. Aunque ser inteligentes no quería decir que eran fuertes. Eran reconocidos como demonios por su habilidad para comunicarse y fortalecer la sanación y la resistencia a las enfermedades de sus huéspedes. Ellos ayudaron enormemente a los reyes demonio y su liderazgo superior en la Primera Gran Guerra entre Humanos y Demonios, parasitando sus cuerpos para concederles una inteligencia pródiga. Como recompensa, a una de las criaturas incluso se le concedió un ojo demoniaco de parte de la mismísima Emperatriz del Mundo Demoniaco Kishirika Kishirisu y se convirtió en un Rey Demonio. A pesar de estos logros, ellos no produjeron figuras heroicas de la clase que la historia recuerda… hasta que nació la criatura llamada Vita.

Los Pegajosos eran parásitos. El más fuerte de ellos podría sobrevivir hasta cierto punto sin un huésped, pero en general, vivían simbióticamente con sus huéspedes y morían con ellos. Los Pegajosos ofrecían conocimiento y consejos a las criaturas que parasitaban, pero no podían controlarlas a su voluntad. Tomar el control de un cuerpo no era imposible, pero requería que el dueño pasara años y años sin resistirse. A menos que el huésped tuviera muerte cerebral, no era posible usurpar al dueño legítimo de un cuerpo.

Vita era diferente. Él era un Niño Bendito. Él fue especial desde el momento que nació. Usando ilusiones, Vita podía mostrar sueños a sus huéspedes. Los sueños que les mostraba podían continuar por siempre. Él era capaz de poner a sus huéspedes en coma de varios años—un estado muy similar a la muerte cerebral. Vita fue el primer Pegajoso en la historia capaz de controlar a su huésped. Aun así, él no nació con grandes ambiciones. Ni siquiera estaba consciente de su propio poder. La primera vez que lo descubrió fue cuando, joven y rebosante de curiosidad, dejó la cueva que era su hogar para ir en una aventura y casi murió.

Él encontró su primer río e, impulsado por la curiosidad, saltó en su interior. La corriente del agua separó su mucosidad, dejando solo su núcleo. La mucosidad que forma los cuerpos de los Pegajosos es un órgano vital—sus manos y pies, sus bocas y estómagos, e incluso su piel que los protege. Un núcleo desnudo entrando en el cuerpo de otra criatura, incapaz de protegerse a sí mismo de los ácidos estomacales de la criatura, simplemente moriría.

Incapaz de moverse y despojado de su mucosidad protectora, Vita esperó la muerte. Él fue arrastrado hasta llegar al mar, donde terminó en el estómago de un pez. Mientras su consciencia se desvanecía, Vita soñó. En el sueño, él se encontró con un dios. Con el consejo del dios, él descubrió cómo restaurar su mucosidad a partir de la humedad. El dios le mostró su propio poder. Vita le mostró pesadillas al pez para hacerlo vomitar, para luego regenerarse a partir del agua de mar. Entonces, cuando otro pez se lo tragó, él tomó el control de su mente y cuerpo. Vita hizo que ese pez fuese comido por un pez más grande, que luego ese pez grande fuese comido por un ave, y finalmente que esa ave fuese comida por un rey demonio, cuyo cuerpo robó.

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Él hizo todo esto siguiendo el consejo del Dios Humano. El rey demonio del cual Vita tomó control era extremadamente poderoso y había luchado en la Guerra de Laplace.

Ahora soy todopoderoso, pensó Vita. Consumido por la arrogancia, él cometió toda clase de atrocidades. Asesinó y robó, y sintió placer durante todo el proceso. Él no había pensado que destruir cosas le traería tal alegría. Tal vez fue influenciado por la naturaleza de su huésped.


El reinado del terror de Vita fue uno corto. Alguien fue a detenerlo, y ese alguien se llamaba Raxos.

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Raxos era un sirviente del tiránico rey demonio que Vita estaba poseyendo. Ambos habían logrado atravesar la Guerra de Laplace como camaradas. Su fuerza era tal que se había ganado el título de Dios de la Muerte. Raxos había estado fuera en un largo viaje, pero cuando regresó, él dio un vistazo hacia el rey demonio tiránico y dijo, “¿Quién eres tú? ¿Qué hiciste con él?”

Vita se presentó. “Ese estúpido rey demonio está muerto,” dijo él. “Yo Soy el Rey Demonio—No, soy el Rey Abismal Vita.”

Furioso, Raxos retó a Vita a un combate. Vita pensó que sería una victoria fácil, pero Raxos lo derrotó incluso antes de que pudiera entender lo que estaba pasando. El combate terminó en un parpadeo. Justo antes de la muerte de su huésped, Vita transfirió su núcleo a otro huésped y huyó.

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Tomar control de este nuevo huésped le dio a Vita algo de respiro. Su nuevo huésped no era un rey demonio, pero aun así era poderoso. Además, poseer a un rey demonio le había permitido aprender sobre las personas y sus sociedades. Él tenía ideas sobre cómo conseguirse un huésped superior. Dejaría atrás el pasado y volvería a empezar.

Pero Vita estaba olvidando algo: cuando abandonó a su huésped, este recuperó la consciencia. El rey demonio, a pesar de recibir heridas casi fatales en la batalla contra Raxos, no fue la excepción. ¿Quién sabe lo que le dijo Raxos al rey demonio cuando regresó a ser él mismo? El rey demonio debe haberle contado a Raxos de su humillación, y a causa de eso Raxos fue por Vita. A donde quiera que iba, Raxos lo seguía. Sin importar a quién tomara como huésped, Raxos veía a través de todos ellos y los mataba. No fue hasta mucho después que Vita descubrió cómo Raxos había visto a través de todos sus disfraces. Raxos usó un implemento mágico diseñado por él mismo para detectar criaturas poseídas por Pegajosos y matarlos. Mientras esto seguía, sin descanso ni misericordia, él llegó a la cueva de los Pegajosos donde Vita nació. Los masacró a todos.

Este ser imparable le causó a Vita un pavor indescriptible. Él había creado un monstruo. Sin embargo, a pesar de su miedo, él no solo huyó. Estaba convencido de que matar a Raxos era la única forma de poder sobrevivir, y por lo tanto ideó un plan. Incluso Raxos sería incapaz de defenderse si Vita conseguía entrar en él y usar sus ilusiones. Confiado en su plan, él maquinó para poseer a un amigo en el que Raxos ya había usado su implemento mágico, lo usó para acercarse a Raxos, y se transfirió a sí mismo dentro de Raxos. Ese plan nunca se volvió realidad. El amigo de Raxos estaba en posesión de un cierto implemento mágico—el Anillo Óseo. Era un anillo que Raxos había fabricado de los huesos de su amigo, el rey demonio tiránico, para el único propósito de matar a Vita. Vita casi muere. Afortunadamente para él, el amigo era más indulgente que Raxos.

“Raxos me matará, pero estuve muy feliz de volver a verla después de todo este tiempo.

Gracias,” dijo él, para luego permitir el escape de Vita.

Vita tomó como su huésped a un perro cercano, para luego marcharse, lamiéndose las heridas. Él decidió que huiría. Mientras poseía al amigo de Raxos, él había descubierto cuán fervientemente lo estaba persiguiendo. Estaba convencido de que Raxos lo mataría, y no tenía un plan que pudiera detenerlo. Vita huyó hacia el lugar donde las pistas del Dios Humano lo habían guiado. Él cambió el perro por un Wyvern, luego viajó desde el Continente Demoniaco hasta el Continente Divino, para finalmente dirigirse dentro del Laberinto Infierno. Era un lugar inhóspito—la clase de lugar del cual, sin importar quién seas, no volvías a salir. Pero Vita era un Pegajoso. Nada de eso tenía relevancia para él. Dentro del laberinto, él pasó de un huésped a otro, hasta que finalmente poseyó al guardián del laberinto. Al final, él encontró un lugar seguro.


Una multitud de trampas supermasivas yacían en espera dentro del Laberinto Infierno del Continente Divino. No era la clase de lugar donde las personas entrarían como si nada. Incluso el Dios de la Muerte Raxos no sería capaz de llegar a su centro. Y Vita, aterrado de Raxos, no tenía planes de salir. Él esperaría la muerte de Raxos.

Después de llegar con el guardián y tomar su cuerpo, él dejó pasar el tiempo. Vita tenía todo el tiempo del mundo para mirar atrás y reflexionar sobre su vida.

***

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El Dios Humano le dijo a Vita que todos los Pegajosos excepto él y otro más habían sido asesinados, riéndose mientras lo hacía. “Es tu culpa que todos los Pegajosos hayan muerto,” se burló él, para luego reír. Vita no sentía apego hacia su propia raza, pero sentía vergüenza de que su propia estupidez les hubiese causado la muerte. El viejo Vita nunca habría pensado de esa forma. Tal vez era gracias a la naturaleza contemplativa del monstruo que protegía el laberinto. Fuera lo que fuera, Vita reflexionó sobre lo que dijo el Dios Humano y decidió pasar el resto de la eternidad dentro del laberinto.

***

 

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Esa resolución duró hasta que el Dios Humano volvió a contactarlo.

“Oye, lamento haberme reído de ti el otro día,” dijo él. Vita no estaba molesto. Por el contrario, él estaba feliz de verlo—el Dios Humano ya había salvado su vida dos veces.

“A decir verdad, estoy en un pequeño aprieto y estaba esperando que me ayudes.” Vita vaciló ante esto. El Dios Humano lo había ayudado, y ahora estaba pidiendo la ayuda de Vita. Vita sabía que lo correcto era acceder a ayudarlo. Pero le temía a Raxos.

“Raxos ya está muerto. Estarás bien,” dijo el Dios Humano, para luego contarle sobre el humillante y feo final que había tenido el Dios de la Muerte. A Vita no le importaba la humillación ni la fealdad, pero enterarse de la muerte de Raxos le trajo tranquilidad. Él decidió ayudar al Dios Humano.

El problema era que, como el guardián del laberinto, él no podía abandonar la habitación más profunda. E incluso si el guardián, a quién él había estado poseyendo todo este tiempo, fuera a morir, Vita no podía ir a ninguna parte por sí mismo.

Él explicó esto al Dios Humano, quien le dijo, “No te preocupes. Le he pedido a alguien que venga a recogerte. Él está llevando a cabo el plan en mi lugar, así que asegúrate de hacerle caso, ¿bien?” Luego desapareció.

***

 

 

Un demonio llamado Geese apareció no mucho después. Vita apenas podía creer que él hubiese llegado a las profundidades del laberinto, pero cuando vio que el demonio estaba cabalgando sobre un extrañamente familiar rey demonio, él aceptó. Vita puso a dormir al guardián, para luego separarse de él y entrar a la botella que Geese había traído.

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“¿Tú eres Vita? Encantado de conocerte,” dijo Geese. “Ups, ¿puedes escucharme ahí dentro?”

Geese explicó los detalles del plan a lo largo del camino. Ellos irían hacia la aldea Superd, tomarían el control absoluto de los aldeanos, y luego esperarían a un hombre llamado Rudeus. Rudeus indudablemente trataría de curar la plaga, pero ellos usarían eso para ganar tiempo. Justo cuando Geese y sus aliados estuvieran a punto de invadir, Vita entraría a Rudeus para incapacitarlo. Eso era todo.

Aunque Geese dijo una última cosa. Él lo dijo repentinamente, casi como si Vita no estuviese ahí. “Aunque esta plaga… No sé, el viejo Ruijerd salvó mi vida en el pasado. Regresar de la batalla y encontrar a toda tu gente muerta… Es demasiado.”

Vita pensó sobre los Pegajosos, todos muertos por su culpa. Él no sentía apego hacia ellos, pero recordaba haber lamentado sus muertes. Mientras reflexionaba, él decidió que, si podía asegurar el éxito del plan mientras curaba a los Superd, él lo haría.

Pero Vita nunca se imaginó que la obsesión de Raxos sería su muerte.

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