Imouto Sae Ireba Ii (NL)

Volumen 10

Historia Extra: El Nacimiento de Chihiro Hashima

Parte 1

 

 

Imouto Sae Ireba Ii Vol.10

 


 

Keisuke Hashima nació como el tercer hijo de un hombre adinerado de la prefectura Gifu. Criado severamente por sus padres, recibió una educación de primera clase y fue admitido en una lujosa escuela, que ofrecía tanto secundaria como preparatoria, de la región de Kanto. Incluso lejos de sus padres y viviendo en una residencia, se dedicó a sus estudios y acabó ingresando en una importante universidad tras aprobar el examen de ingreso en el primer intento. Tras graduarse, fue contratado por una gran empresa que cotizaba en la Bolsa de Tokio—una carrera de élite de principio a fin.

A la edad de veinticuatro años, se casó con una mujer tres años más joven que él después de que sus respectivas familias los emparejaran. Ella pertenecía a un famoso clan con lazos multigeneracionales con los Hashima; su nombre era Nodoka. No era una belleza despampanante, pero tenía una sonrisa encantadora y no temía usarla, pues se reía hasta de las cosas más insignificantes. Sin embargo, como mujer de “buena familia”, era elegante en todo lo que hacía y, gracias a su avanzada formación, manejaba todos los asuntos domésticos a la perfección. Keisuke la quería de corazón y el sentimiento era mutuo.

Itsuki, su hijo, nació aproximadamente un año después de la boda. La pareja también compró su propia casa por aquel entonces y siempre pasaban

juntos los fines de semana.

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Itsuki era un niño inteligente, aunque un poco reservado, y prefería leer en casa a jugar en el exterior. Pero cuando Nodoka le preparaba la comida y los tres juntos salían, él reía y jugaba como cualquier niño normal. En casa, los padres de Keisuke lo regañaban hasta el cansancio sobre cómo debía manejar la educación de Itsuki, pero por lo demás, eran una familia feliz con un futuro brillante por delante.





Pero justo cuando Itsuki comenzó la escuela primaria, Nodoka empezó a sufrir frecuentes ataques de enfermedad. Finalmente tuvo que ser hospitalizada. Como Keisuke era un hombre muy ocupado y a menudo no podía llegar a casa hasta altas horas de la noche, contrató a un ama de casa para que cuidara de Itsuki mientras él se tomaba el tiempo libre que tenía para visitar a Nodoka. Pero el estado de Nodoka empeoró gradualmente y—dos años después de su primera hospitalización, falleció.


Tras perder a su esposa, Keisuke se dedicó a su trabajo como si estuviera poseído. Concentrarse en su trabajo le proporcionaba al menos un poco de distracción de aquella tristeza. Al cabo de un año, se había acostumbrado a ella—no curado, pero sí acostumbrado—y su adicción al trabajo había empeorado aún más.

Finalmente,  algunos  de  sus  compañeros, preocupados por sus aberrantes hábitos laborales, prácticamente lo obligaron a abandonar su puesto una noche para salir a beber.

“Conocemos un buen lugar. ¿Quieres venir con nosotros?”.

“Es muy incómodo siempre dejar a nuestro jefe solo en la oficina mientras nosotros salimos a relajarnos”.

“¡Por favor, ayúdanos pensando en cómo podemos ayudarte!”.

Incluso antes de la muerte de Nodoka, Keisuke era visto como un hombre que, aunque nunca fue una persona sociable, trabajaba más duro que nadie en su departamento. Cuando alguien a sus órdenes metía la pata, no lo criticaba más de lo necesario; siempre se limitaba a decir “Para eso está el jefe” y lo enmendaba él mismo. Eso le valió una enorme popularidad entre su personal. Cuando su esposa vivía, solía tomarse una copa por la noche, pero desde entonces había dejado de beber excepto cuando recibía a clientes. Si recurría al alcohol para olvidar su tristeza, sentía que probablemente perdería el control y se ahogaría en él. Todavía tenía que cuidar de Itsuki, la otra parte de su familia.

Pero:

“…Bueno, está bien. Solo un momento”.


Se dio cuenta de que sus compañeros estaban sinceramente preocupados por él, así que Keisuke decidió aceptar la oferta.

…Realmente no debería haber venido.

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Keisuke ya se estaba arrepintiendo. Su equipo no lo había llevado a un bar ni a un izakaya, sino a un cabaret japonés, donde en cada mesa había una o más mujeres que servían de compañeras de conversación. Nunca había estado en uno de ellos, ni personalmente ni como parte de una reunión de negocios, de modo que todo esto le resultaba nuevo. Con el endurecimiento de las leyes japonesas sobre este tipo de establecimientos en los últimos años, sabía que estos lugares ya no eran tan indecentes como antes, pero seguía sin tener la mejor impresión de ellos. Además, en realidad no quería tener una charla casual con ninguna mujer—sólo quería a su difunta esposa.

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Aun así, así fue como Keisuke acabó conociendo a Natsume, la mujer con la que acabaría casándose.

El grupo de Keisuke fue conducido a una mesa con tres mujeres: “Natsu”, “Ririka” y “Megu”. Natsu era una belleza tranquila y serena de sonrisa amable, aparentemente la chica más popular entre el personal del club. Ririka era más del tipo dama de compañía estereotipada que Keisuke imaginaba—un poco más maquillada y con un atuendo más revelador. Megu tenía un rostro hermoso y bien definido, pero su sonrisa era algo torpe y, en general, parecía más difícil de abordar.

Los compañeros de trabajo de Keisuke habían acordado con antelación la presencia de estas señoritas, y Natsu fue la chica junto a la que acabó sentándose y con la que mantuvo la mayor parte de la conversación. Al principio, Keisuke se limitaba a estar allí sentado, bebiendo un poco de shochu caliente y participando de vez en cuando en las charlas de sus compañeros, pero cuando Natsu lo introdujo activamente en el círculo, empezó a relajarse poco a poco.

Natsu, al ser la dama número uno del club, era una excelente conversadora. Nunca dejaba a Keisuke como un extraño en la mesa, pero se cuidaba mucho de no convertirlo también en un participante irritado. Así, entre el alcohol y la forma en que la suave sonrisa de Natsu le recordaba a la de Nodoka, Keisuke empezó a relajarse por completo y a disfrutar de la charla con ella.

Era la primera vez que se divertía tanto desde el día en que Nodoka ingresó en el hospital.

Dos semanas después, llevaron a Keisuke al mismo club. Natsu estaba allí en la mesa, bebiendo y divirtiéndose. La última vez, hablaron sobre todo tipo de problemas laborales y otros acontecimientos de la oficina, pero esta noche, el tema principal eran sus años escolares y la zona rural en la que crecieron. El hogar natal de Natsu se encontraba tan lejos como el de Keisuke, por lo que congeniaron hablando de los altibajos de la vida rural.

Dos semanas después, Keisuke fue solo al club y pidió a Natsu. Volvió a hacerlo la semana siguiente, y la siguiente. Divagar con Natsu mientras tomaba unas copas hizo que el cansancio de su rutina diaria pareciera desvanecerse.

Natsu también empezó a ser menos reservada con Keisuke y a hablar más de sí misma. Se había casado a finales de su adolescencia, pero perdió a su marido muy pronto en un accidente automovilístico. Su hija nació después de que él muriera, pero ella también había estado en el hospital durante varios años, por lo que Natsu tenía trabajos diurnos y nocturnos para cubrir sus gastos médicos. Sus padres se habían opuesto al matrimonio desde el principio, por lo que ella fue desheredada de facto, incapaz de depender de su familia para casi nada. Natsu solía ser muy sonriente, pero cuando la conversación tomó este giro, pareció algo dolida a los ojos de Keisuke.

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“Oh, lo siento… Esta conversación no es muy

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divertida, ¿verdad?”. “No…”.

Perder a su amado compañero, trabajar duro cada día por el bien de su hija—la misma situación en la que él estaba.

Al sentir un vínculo común con Natsu, Keisuke

empezó a involucrarse más y más emocionalmente en su relación—pero nunca la invitó a pasar tiempo con él fuera del club. Sólo venía a reponer fuerzas después de un largo día; no tenía segundas intenciones. Así fue como se quitó la culpa de encima mientras seguía visitando el club.

Una noche, Keisuke, quien normalmente se tomaba su tiempo para no excederse, empezó a beber a un ritmo inusualmente rápido en cuanto entró en el club.

La noche anterior había discutido con su hijo Itsuki, quien cursaba el último año de secundaria. Itsuki tenía que empezar a esforzarse para que lo admitieran en una preparatoria decente, pero se pasaba el tiempo leyendo en su habitación.

“Tienes que estudiar”, le había advertido Keisuke. “Sí, sí”, fue la respuesta.

Esto había llevado a un enfrentamiento en el que Keisuke preguntó a su hijo qué quería hacer con la escuela y su futuro.

Pero las respuestas que recibió fueron todas las mismas:

“Me da igual”. “En realidad no importa a qué preparatoria  vaya”.  “No  es que  ir a  una  buena preparatoria y entrar en una buena empresa me vaya a hacer feliz”. Y lo peor de todo:

“Yo no… no quiero tener tu vida, papá”.

Keisuke no entendía muy bien a qué se refería Itsuki con lo de “tu vida”, pero lo puso tan furioso que la vista se le nubló.

¿Quién demonios creía este chico que trabajaba hasta altas horas de la noche por él todos los días? Él nunca se quejó, siempre contuvo la tristeza tras perder a su amada esposa, ¿y así se lo agradecía?

A Keisuke le dieron ganas de gritar y golpear a aquel niño desagradecido en la cabeza, pero se resistió y se limitó a decir: “Sólo estudia, hazlo por mí, ¿de acuerdo?”, antes de salir de la habitación.

Al día siguiente, sus emociones seguían agitadas y, por desgracia, esa tarde tenía una reunión con un cliente que no le caía especialmente bien—un alto ejecutivo y arrogante de una empresa asociada. Keisuke actuó con la debida modestia y humildad, bebiendo cosas que ni siquiera le gustaban y al finalizar, se dirigió a su club habitual para relajarse.

Ahora Keisuke intentaba volver a animarse. Había otra chica en su mesa, ya que Natsu estaba ocupada con otros clientes, pero no era tan buena conversadora. Cuando la conversación se interrumpía, ella le sugería otra copa. Normalmente se marchaba si Natsu no estaba disponible, pero hoy aceptó todas las ofertas que le hizo la chica y siguió bebiendo hasta la una de la  madrugada, hora del

cierre.

Caminando torpemente, se dirigió a casa. Podría haber tomado un taxi, pero en su mente nublada creyó que caminando se le pasaría un poco la borrachera—pero había perdido el sentido de la orientación y, tras unos veinte minutos de deambular, se golpeó el hombro contra un poste de luz y acabó apoyando el cuerpo en él mientras se desmayaba.

Mientras esto ocurría, Natsume abandonaba el cabaret y se dirigía a su casa. Como su casa estaba bastante lejos de la estación de tren y de la zona de entretenimiento en la que trabajaba, tenía que caminar por calles poco iluminadas y sin mucha gente. Llevaba consigo algunas herramientas de defensa personal, pero hacer ese viaje sola como mujer seguía poniéndola nerviosa. De ser posible, quería tomar un taxi, pero su situación económica no se lo permitía.

Así que, caminando lo más rápido que pudo, llegó a un punto justo antes del edificio de su apartamento. Allí, por el rabillo del ojo, vio de repente a un hombre trajeado sentado contra un poste de electricidad. Eso la hizo jadear y ponerse tensa.

Con cuidado, lo examinó. Parecía inconsciente, probablemente borracho. No era raro ver a un asalariado desmayado y durmiendo en la vereda. Normalmente, si estaban en carreteras bien pobladas, los dejaba en paz, suponiendo que algún policía que  patrullara o algún buen samaritano los ayudaría. Aquí, sin embargo, decidió que llamaría a la policía si no obtenía respuesta.

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Natsume se acercó al hombre, y entonces se dio cuenta de que conocía su cara. “¿Señor Hashima?”.

Este cliente se había convertido en uno habitual en los pocos meses que llevaba viniendo al club. Al parecer, trabajaba para una gran empresa de la que todo el mundo conocía el nombre. Ririka había estado atendiéndolo esta noche, y a Natsume la había puesto un poco nerviosa el ritmo de bebida que su compañera de trabajo había estado fomentando… y, tal y como había temido, aquí estaba el resultado.

“¿Señor Hashima? … ¿Señor Hashima?”.

Intentó sacudirlo un poco mientras le hablaba. Él no mostraba signos de despertar.

Bueno, ¿qué debería hacer?

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