Loop 7-kaime no Akuyaku (NL)

Volumen 4

Capitulo 1 : Ese No Es El Príncipe Curtis.

Parte 2

 

 

Su visita a la ciudad costera de Galkhein se había decidido unos días antes, aproximadamente una semana después de que regresaran de la Gran Basílica del Reino Sagrado de Domana. Rishe había retomado su rutina en el palacio independiente. Se levantaba temprano para entrenar y reponer fuerzas, cuidaba de su campo y supervisaba el trabajo de sus criadas. Al mismo tiempo, tenía otros deberes que atender: sus negociaciones en curso con la Compañía Comercial Aria, las cartas de Michel que necesitaban respuesta y la preparación de su boda y la de Arnold. A pesar de todo este ajetreo, una nube inexplicable se había posado sobre el corazón de Rishe.

Tal vez fuera natural que su cuñado, Theodore, se diera cuenta de lo que le preocupaba.

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“Oh, Hermanaaaaa.” Dijo en tono cantarín mientras él y Rishe caminaban por los pasillos del palacio. Los ojos de Theodore se entrecerraron con regocijo mientras la miraba a la cara. “¿Me estás escuchando?”

“¡Hrk! P-Por supuesto que sí. Me alivia saber que usted y el Sr.

Tully trabajan tan bien juntos.”

Rishe había llegado a un acuerdo con la Compañía Comercial Aria, con la que había estado muy involucrada en su primera vida. Había enseñado a Tully a fabricar su esmalte de uñas y cedido a la Compañía Comercial Aria los derechos exclusivos para venderlo. A cambio, contratarían a trabajadores de los barrios marginales para fabricar el producto.

En ese momento, el proyecto era de Theodore, que conocía mejor que nadie la situación de los barrios marginales. También sabía más que Rishe sobre la circulación de mercancías en Galkhein y sobre cómo conseguir los materiales necesarios. Al principio, Theodore dudó en aceptar el puesto porque no quería robarle la gloria a Rishe, pero cuando éste insistió —“¡Mi objetivo ahora mismo no es hacer negocios, sino vivir una vida de absoluta indolencia!”—, cedió exasperado.

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Pero Rishe se estaba ocupando del interés de Theodore, le gustara o no. “Mi hermano me dijo que te apoyara, así que por supuesto estoy haciendo todo lo que está en mi mano para ello. Sin embargo, eso no es importante ahora. ¿Qué te preocupa, Hermana?”

Rishe bajó la mirada ante la pregunta directa de Theodore. “No es tanto que algo me moleste…”

Últimamente, a Rishe le dolía el pecho cada vez que estaba cerca de Arnold. Tampoco se sentía completamente libre de preocupaciones cuando estaban separados. Cuando él no estaba a su lado, su soledad le oprimía el corazón.

“Estoy preocupada por el Príncipe Arnold.” Murmuró Rishe. Cuando Theodore frunció el ceño, ella se sintió nerviosa y se apresuró a explicarse. “¡No es que esté actuando raro ni nada por el estilo! Es que está… muy ocupado.”

“Ah, eso. Sí, te entiendo.” Theodore asintió en señal de comprensión, así que Rishe le hizo una pregunta adicional.

“Tu hermano se encarga de un gran número de tareas él solo, ¿no es así? Aunque últimamente le ayudes más.”

“Sí. He oído que ahora mi hermano se encarga de casi el mismo número de tareas que mi padre… Pero mi padre tiene muchos criados leales, ya sabes.” Theodore hizo una pausa para respirar mientras caminaba por el pasillo. “En cambio, mi hermano tiene muchos enemigos en palacio.”

“¿Enemigos?”

“Es porque su forma de actuar es muy diferente a la de nuestro padre. Algunas personas ya no se benefician de la forma de hacer las cosas de mi hermano o han perdido sus puestos por su culpa.”

Ahora que Rishe pensaba en ello, recordaba haberse cruzado una vez con el Príncipe Arnold durante su enfrentamiento con el conde mariscal de Galkhein. El conde mariscal había parecido confiado en aquel momento; Rishe se daba cuenta ahora de que debía de estar actuando bajo la autoridad del emperador.

Todas las personas importantes de Galkhein son criados del emperador. En este momento, Arnold Hein aún no tiene los criados que tendrá en el futuro. Siguiendo esa línea de pensamiento, Rishe recordó los nombres de los futuros líderes militares de Arnold.

Había otra cosa que Rishe ansiaba preguntar, algo que se le había ocurrido durante su estancia con Arnold en la Gran Basílica.

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“Hablando de Su Majestad, ¿dónde residen las esposas de su padre?”

“¿No la emperatriz, sino sus otras esposas?”

“Sí. ¿Viven en palacios independientes como el mío?”

“Bueno, eran bastantes, pero aparte de Su Majestad, ya están todas muertas.” Dijo Theodore con despreocupación.

Rishe se quedó inmóvil, mirando al príncipe.





Theodore se detuvo varios pasos delante de ella y giró sobre sí mismo, con una hermosa sonrisa en el rostro. “¿No te lo había dicho? No encontrarás la felicidad casándote en nuestra familia.”

Rishe tragó con fuerza, mientras Theodore seguía tan fresco como una lechuga recién cosechada.

“¡Oh, eso es!” Dijo. “Un mensaje de Tully: ‘Tendré la información que pidió en unos días’.”

“Er, gracias.”

“Además, si estás preocupada por mi hermano, entonces deberías dejar de ser tan imprudente. ¡¿Recibir una flecha envenenada en el cuello mientras proteges a alguien?! ¡Eres increíble!”

Rishe no pudo responder, pero se preguntó de dónde había sacado la información. Una vez más, se sintió impresionada por su red de inteligencia.

Con un “¡Bueno, nos vemos!” y una sonrisa, Theodore se marchó. Rishe respiró hondo. Sus guardias aún se alejaban un poco para darles un poco de intimidad. Al regresar al palacio independiente con ellos a cuestas, Rishe se topó por casualidad con Arnold en el vestíbulo.

“Rishe.”

Casi se le subieron los hombros a las orejas cuando la llamó por su nombre, pero se negó a mostrar tal respuesta. Forzó una sonrisa y miró a Arnold. “Buenos días, Príncipe Arnold.”

Sintió que sudaba internamente cuando él volvió sus ojos azules hacia ella. Intentaba relacionarse con él como siempre, pero ¿había metido la pata?

Si lo había hecho, Arnold no lo mencionó. En su lugar, dijo: “Es un buen momento. Estaba a punto de mandar a alguien a buscarte.” Con voz neutra, añadió: “Dejaré el palacio por poco tiempo.”

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“¿Eh?” Rishe parpadeó rápidamente.

“Estarás sola, pero no te preocupes, dejaré muchos guardias contigo. Utilízalos como quieras.”

“¿Necesitas salir por un asunto oficial?”

“Debo reunirme con unos invitados extranjeros. Vendrán a nuestra boda y se quedarán en Vinrhys hasta entonces.”

Faltaba aproximadamente un mes para su boda. No era raro que ya hubieran empezado a llegar invitados de todas partes, teniendo en cuenta los posibles retrasos en la carretera. Por parte de los anfitriones, era costumbre alojar cómodamente a estos invitados en un castillo. Arnold probablemente planeaba ir solo porque esto no era más que un saludo preliminar antes del evento.

“¿Vinrhys está lejos?”

“Está en la costa oeste. Probablemente cuatro días en carruaje.”

“¿No será inconveniente ir tan lejos cuando estás tan ocupado?” “Experimenté a mantenerme en contacto con Theodore en nuestro

viaje a Domana, y fue bien. Si empleo los mismos métodos y trabajo en la carretera, no debería presentar ningún problema.”

Eran buenas noticias, pero Rishe aún no estaba satisfecha. El Príncipe Arnold no estará por aquí por un tiempo…

Sin querer, frunció el ceño. También sin querer, agarró la manga de Arnold.

“¿Qué pasa?” Preguntó Arnold suavemente.

“¿Qu…?” La confundió escucharlo ser tan tierno, pero no fue por eso que la pregunta se atoró en su garganta. “¿Qué… es esto?”

Nadie estaba más sorprendido que Rishe por sus propios actos. Arnold se iría, y el efecto que esa noticia tenía en sus emociones era incomprensible.

¿Es que…? Dirigió su mirada al suelo. ¿Es que yo…?

“¿Quieres ir?”

“¿Eh?” Rishe levantó la cabeza sobresaltada. Sintió como si Arnold le hubiera leído la mente.

“Al océano.” Aclaró Arnold, con cara de pocos amigos. Rishe asintió varias veces. “¡S-Sí! Quiero ir al océano.”

Arnold la miró, pensativo. “Pero debes prepararte para la boda. Si vienes conmigo, ¿no estarás forzándote demasiado otra vez?”

“Mi parte del trabajo es bastante fácil de hacer allí.” Ahora no era Rishe quien estaba más ocupada, sino los diplomáticos y los obreros que preparaban la boda. Rishe tenía cada vez menos cosas que hacer.

Arnold observó la mano de Rishe en su manga con mirada desapasionada. Después de un rato, dijo en voz tan baja como antes: “Entonces te llevaré conmigo.”

Rishe estaba tan contenta que sentía como si en su corazón brotaran flores.

¡El océano de Galkhein!

Había aceptado sin pensarlo, pero era cierto que quería visitar el océano. A una ciudad portuaria que veía el ir y venir de tantos barcos extranjeros no le faltarían espectáculos. Sus ojos brillaron al imaginarlo.

“Oliver, haz los arreglos.” “Como usted diga.”

“¡Gracias, Oliver! Por cierto, ¿a quién saludamos?”

Si iban a la costa occidental, sus visitantes procederían del continente occidental o del meridional. Rishe estaba repasando su lista mental de invitados cuando Arnold respondió.

“La realeza de Siguel. El Príncipe Curtis y su hermana, Harriet.”

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Siguel era un país con el que Rishe estaba muy familiarizada. Nunca conocí a la Princesa Harriet, pero sé todo sobre su alteza el Príncipe Curtis.

Rishe respiró hondo cuando el hombre apareció en su mente.

Después de todo, serví a su familia en mi vida como cazadora.

***

 

 

Situado en el continente occidental, Siguel era llamado el país de la escritura debido a su plétora de libros. La familia real poseía una imprenta, y al pueblo no le faltaba material de lectura. Pero, sobre todo, a la familia gobernante le encantaban los libros.

Cuatro años después de que Rishe empezara a servir a Siguel en su quinta vida, la familia real se enteró de la terrible noticia.

“El Príncipe Curtis lleva días sin salir de la cama.” Dijo apenado uno de los miembros de la tropa de caza de Rishe.

“No le culpo. Quiero decir, su hermana fue ejecutada. Debe haber cambiado después del matrimonio.”

“No puedo creerlo. ¿La Princesa Harriet vació el tesoro nacional y llevó a su pueblo a la pobreza con gastos suntuarios?”

Sus voces se silenciaron dentro de la habitación que les habían asignado. Curiosa, Rishe se volvió hacia uno de sus compañeros cazadores. “¿La Princesa Harriet fue ejecutada?”

“Oh, es cierto. No viniste a este país hasta después de que la Princesa Harriet se mudara con la familia de su prometido.”

Rishe asintió, y uno de los cazadores completó los detalles por ella. “La Princesa Harriet se marchó por un matrimonio político. Era necesario para Siguel mantener su relación con una nación aliada. Pero fue ejecutada como una criminal atroz por la familia con la que se casó.”

“Sí, y ahora Siguel tiene que pagar reparaciones por los crímenes de la Princesa Harriet. También será eliminada de la alianza.”

Sin duda, eran malas noticias. Mientras Rishe contemplaba esto, una mano se posó sobre la capucha que cubría su cabeza. “¡Eep!”

“Hey, Rishe. Amigos. Estoy de vuelta.”

Un revuelo recorrió la sala ante el regreso del hombre que todos esperaban.

“¡Jefe! ¿Cómo fue tu reconocimiento del terreno de caza?”

“Bueno, estoy cansado. Te lo aseguro. Fabrannia está en un estado realmente lamentable. Las zonas rurales se mueren de hambre, y toda la riqueza se concentra en la capital. Incluso allí se puede ver una enorme brecha entre ricos y pobres.”

Las caras de los cazadores se desencajaron ante el informe excesivamente alegre del hombre.

“Los comerciantes me lo contaron todo. Me confirmaron que Harriet gastaba el dinero como si creciera en los árboles, comprando joyas y vestidos en el extranjero. Qué dolor de cabeza, ja, ja.”

Rishe también quería ver bien al hombre, pero su mano en la cabeza se lo impedía. Se movió inquieta, zafándose de algún modo de su agarre, y se volvió hacia él.

“Hey, Ra—”

“Siguel va a la guerra con Galkhein.” Los cazadores jadearon.

“Jefe, ¿es eso cierto? Antes, Su Majestad dijo que no tenía intención de involucrarse.”

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“Se presentó como un método alternativo de reconciliación con Fabrannia. Si Siguel apoya a Fabrannia en sus esfuerzos bélicos, no tienen que pagar reparaciones y pueden seguir siendo aliados.”

La jovialidad había desaparecido de su voz y una mueca de desprecio había borrado la sonrisa de su rostro.

“La Reina Harriet fue una criminal atroz. Fabrannia quiere que Siguel asuma la responsabilidad por ella.”

Una vez casada con la familia real de Fabrannia, la Reina Harriet saqueó las arcas del país mientras su marido luchaba contra una enfermedad. El pueblo pasaba hambre, circulaba dinero falso y la reina no prestaba atención a la ruina de su nación. Finalmente, el rey se recuperó con la ayuda de cierto boticario, y cuando se enteró de las fechorías de su esposa, se desesperó y la envió al hacha. Ésa fue la historia de la Reina Harriet que escuchó Rishe.

Sin embargo, tengo algunas dudas.

En una habitación de un pequeño castillo situado en lo alto de un acantilado, Rishe observó a una joven sentada en una silla y lloriqueando.

“Urgh… ¡Hic!”

Era la futura Reina Harriet.

No parece una reina malvada que vive opíparamente mientras su pueblo pasa hambre, pensó Rishe.

Aunque no siempre se puede juzgar a un libro por su portada, los valores y la moral de las personas suelen ser evidentes por su comportamiento.

Harriet tenía el cabello rubio hasta la cintura. Aunque claramente bien cuidado, estaba en total desorden. A Rishe le pareció que había renunciado a él, simplemente dejándolo crecer. Su flequillo era lo suficientemente largo como para taparle los ojos, como un escudo que la protegía de las miradas indiscretas de los demás.

Rishe se sentó frente a ella y le dijo: “Por favor, cálmese, Princesa Harriet.” Intentó organizar la información que le había dado la princesa llorosa. “Permítame asegurarme de que entiendo su situación. Estás visitando Galkhein desde Fabrannia, donde residirás hasta tu matrimonio. Tu hermano, el Príncipe Curtis, viene en otro barco desde Siguel. ¿Estoy en lo cierto hasta ahora?”

“S-Sí.”

“Entendido. Así que en tu barco tenías un destacamento de guardia de unas cuantas damas caballero, pero todas se intoxicaron con la comida.” Rishe hizo una mueca, sintiendo lástima por los pobres caballeros desde el fondo de su corazón. Debían de estar en muy mal estado después de no soportar más que náuseas a bordo del barco que se balanceaba. Siendo de la realeza, Harriet debía de haber escapado al mismo destino porque era la única que comía otra comida.

“También debería haber otro grupo de damas caballeros de mi país en el barco de mi hermano, para situaciones como ésta, pero… p- pero…” Harriet moqueó con fuerza, incapaz de continuar.

“Como tu hermano tomó una ruta diferente, su barco sigue de camino, así que has sido la primera en llegar a Galkhein.” Mientras hablaba, Rishe miró a Arnold. Éste permanecía en silencio detrás de ella, exudando un aura cien por cien desinteresada y reacia a involucrarse. No obstante, preguntó: “Príncipe Arnold, ¿podríamos utilizar a algunos de sus Guardias Imperiales para escoltar a la Princesa Harriet?”

“Eso es lo que debemos hacer.” Respondió. “Oliver.” “Por supuesto. Haré los arreglos.”

“Lo…” La voz de Harriet, espesa por las lágrimas, llegó en sílabas entrecortadas. “Lo siento… Agradezco su consideración… ¡Pero no puedo aceptar su amabilidad! Estoy bajo estrictas instrucciones de mi prometido, ya ves…”

El prometido en cuestión es el rey de Fabrannia.

“¡No se me permite estar cerca de ningún hombre que no sea mi marido!”

No era una estipulación tan extraña.

“Me temo que su generosidad se desperdicia conmigo… ¡Lo siento, lo siento mucho!” Se disculpó profusamente entre sollozos entrecortados, con voz diminuta. Harriet susurró, sin duda con la intención de que nadie la oyera: “Sólo quiero meterme en un agujero…”

Harriet estaba al límite.

Oh, esto no servirá. No esperaba que se postrara ante nosotros en nuestro primer encuentro. Le preocupa molestar a Galkhein porque no tiene a sus propios guardias con ella.

Y he aquí que sus preocupaciones se habían hecho realidad.

Perplejo, Oliver susurró a Arnold: “¿Qué hacemos, mi señor?”

“No podemos tener aquí a un huésped extranjero sin guardias. No podemos hacer otra cosa.”

Mientras Arnold hablaba con su ayudante, Rishe se acercó por detrás.

“Galkhein no tiene ninguna mujer caballero.” Señaló Oliver.

“Apenas hay países que las tengan. Incluso en el continente occidental. Y…” Arnold hizo una pausa y miró a Rishe, que estaba de pie esperando a que él se dirigiera a ella. “Suponiendo que de algún modo logremos encontrar a una mercenaria hábil, no es el tipo de persona en quien podemos confiar para custodiar a la realeza extranjera.”

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“Hey, Su Alteza.”

“No hay manera de que podamos encontrar a alguien con tan poca antelación que sea lo suficientemente hábil para servir como su guardia, cuyos antecedentes podamos verificar, y que conozca la etiqueta adecuada para…”

Rishe tiró de la manga de Arnold. “Psst. ¡Príncipe Arnold!”

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Tras varios segundos, Arnold suspiró y miró a Rishe con resignación. “¿Qué pasa?”

No es propio de Arnold hacer una pregunta de la que ya sabe la respuesta, pensó Rishe mientras levantaba la mano. “¡Puedo servir como guardia de la Princesa Harriet!”

“¡¿Qué está diciendo, Lady Rishe?!”

En contraste con la conmoción de Oliver, Arnold se agarró la frente, con la cabeza inclinada. El aire que le rodeaba decía claramente: Temía que esto ocurriera.

“¿Cree que me falta dominio de la etiqueta, Príncipe Arnold?” “No.”

“¿Alguna vez ha sospechado que mis antecedentes no son legítimos?”

“Por supuesto que no.”

Rishe sonrió al ver la cara de disgusto que ponía Arnold. “Bueno, en ese caso, ¿y qué hay de mis habilidades con la espada?”

“…”

No había nadie más cualificada que Rishe. Aunque estaba prometida al príncipe heredero, no era más que la hija de un duque de un pequeño país. Las jóvenes de su estatus solían servir como doncellas de princesas. En la mente de Rishe, nombrarse a sí misma guardia durante un breve periodo de tiempo no era una idea descabellada.

“Sólo quieres hacerlo por diversión.” “¡Urk!”

“Y estás tramando algo otra vez, ¿no?”

“Bueno, ¿tiene algún argumento en contra, Alteza? Si algo le ocurre a la Princesa Harriet mientras está sin escolta, será responsabilidad de Galkhein, ¿no?”

Arnold seguramente deseaba evitar tal complicación.

“Es cierto que mi habilidad palidece en comparación con la suya y la de sus Guardias Imperiales, pero creo que podría resultar bastante útil como escolta.”

“Ése no es mi problema con esto.” Arnold miró a Rishe con seriedad y luego bajó los labios hasta su oído. “Lo que más me preocupa es tu seguridad.”

Rishe escuchó con atención, con su voz retumbante haciéndole cosquillas en el tímpano. Estoy segura de que esas palabras tienen segundas intenciones, ¡pero aun así!

Dio un paso atrás, nerviosa, resistiendo el impulso de responderle. “En lugar de considerarme alguien a quien hay que proteger, ¡preferiría que me consideraras capaz de defenderme de la mayoría de los enemigos!”

“Nunca dije que no confiara en ti. Creo en tu valor y en tu habilidad con la espada.” Dijo Arnold con cierta reticencia antes de volver a suspirar. “Sin embargo, me gustaría saber qué estás tramando.”

“Ese es mi pequeño secreto.”

“¿No es siempre así?” Pensó un momento. “¿Puedo pedirte que hagas esto por un rato?”

Rishe sonrió aliviada. “¡Sí! ¡Déjamelo a mí, Alteza!” Se estaba girando hacia Harriet cuando Arnold la agarró del brazo. “¡Ah!”

“Pero no lo olvides.” La voz de Arnold era tranquila, como si estuviera grabando cuidadosamente las palabras en su memoria. “Puede que seas capaz de ‘defenderte de la mayoría de los enemigos’, pero sigues estando bajo mi protección.”

“¡S-Sí! Entendido.” El corazón de Rishe palpitaba a punto de estallar. Deseó que fuera un poco más suave con ella.

Dispuesta a que sus mejillas no enrojecieran, Rishe se dirigió hacia Harriet. La princesa extranjera estaba doblada sobre su silla, abrumada hasta las lágrimas.

“Disculpas por la espera, Princesa Harriet.” Rishe se arrodilló ante ella. ¡Vaya, esto me recuerda a mi vida de caballero!

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Con gracia y aplomo, Rishe tomó la delicada mano de Harriet. No la apretó suavemente, como habría hecho cuando iba vestida de chico. Aun así, sonrió, deseando consolar a la princesa.

“Por favor, no llores. Te protegeré de cualquier desgracia que pueda ocurrirte.”

“¡¿Eh?!”

Siguiendo todas las reglas de caballerosidad que le habían inculcado, Rishe hizo un voto a la dama que tenía delante. “Juro que la defenderé… así que, por favor, esté tranquila, ¿verdad, mi señora?”

Con un chillido, el rostro oculto tras el flequillo de Harriet enrojeció al instante.

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