Hell Mode (NL)

Volumen 5

Historia Secundaria 4: Inconquistable

El joven emperador de Giamut, Regalfaras von Giamut Quinto, había sido coronado después de que cada uno de sus hermanos mayores muriera oportunamente. Debido a esto, había quienes lo llamaban el Emperador Sangriento a sus espaldas.

En ese momento, Regalfaras estaba sentado ante un pesado escritorio de aspecto lujoso y miraba con desaprobación al hombre y a la mujer que tenía delante. La pareja permanecía de pie en lugar de sentarse, ya fuera porque se sentían fuera de lugar o porque no querían quedarse ni un momento más de lo necesario, posiblemente ambas cosas. Sentado junto al emperador estaba el héroe Helmios.

“Y así es básicamente Allen”, dijo Helmios. “Estoy bastante seguro de que lo único que tiene en la cabeza es ir a la mazmorra de Rango S.”

“Así es. ¿Y por eso rechazó mi citación?”

Había una razón para el mal humor del emperador. El hombre y la mujer que tenía delante eran su ministro de Asuntos Exteriores y uno de los enviados del ministro, respectivamente. Y se habían reunido para entregar un cierto informe.

El informe en cuestión era un relato de cómo la enviada, por orden directa del emperador, se había acercado a Allen mientras estaba en un barco mágico y le había transmitido que el emperador deseaba reunirse con él cuando el barco desembarcara en la capital de Giamut. Sin embargo, Allen la había rechazado en términos inequívocos.

“Lo sentimos profundamente.”

El ministro de Asuntos Exteriores se disculpó en nombre de su subordinada, que había mantenido la cabeza gacha todo el tiempo. Antes de esta audiencia, le había dicho que permaneciera callada a menos que se dirigiera directamente a ella y que le dejara a él toda la conversación.

“Allen es un antiguo siervo de un pequeño país, ¿no es así?” El emperador frunció el ceño. “No debe de haber entendido bien lo que decías. Parece que el plan de estudios de la Academia requiere una revisión.”

Al parecer, pensó que Allen no había comprendido el peso y el significado de que el emperador de Giamut solicitara su presencia. Una audiencia de un siervo con el jefe de un estado tan grande era probablemente la primera vez que algo así sucedía en la historia.

“Podría ser así”, respondió obsequiosamente el ministro de Relaciones Exteriores, mientras lanzaba miradas a Helmios con los ojos entornados. “Es impensable que alguien rechace una invitación de Su Alteza Imperial.”

El Héroe suspiró, lamentando el hecho de que él siempre estaba cerca cada vez que el emperador recibía noticias inoportunas últimamente. Había venido por otro asunto cuando el ministro de exteriores y el enviado aparecieron de repente.

“Le preguntaré a Allen qué piensa”, ofreció Helmios, a pesar de que ya tenía una idea general de la actitud de Allen hacia la realeza después de pasar tiempo con él en Rohzenheim.

Lógicamente, era imposible que Allen, que se había matriculado en la Academia con la nota más alta de todos los tiempos en el examen de ingreso, no comprendiera lo que significaba una convocatoria de un emperador. Sin embargo, decirlo en este momento sólo prolongaría la conversación sin ningún beneficio real, por lo que optó por concluir las cosas dejando el asunto vago.

El ministro de Asuntos Exteriores dio un pequeño suspiro de alivio y sacó a su subordinado de la sala.

“La gente parece haber olvidado cómo mostrar respeto últimamente”, gruñó Regalfaras. No era estúpido. Sabía que sus ministros y nobles aplazaban a propósito las malas noticias hasta la visita de Helmios.

“Estoy seguro de que eso no es—”

Toc, toc.

Los dos volvieron los ojos hacia la puerta. Cuando el emperador dio permiso para entrar, la guardia real que estaba fuera dejó pasar a dos hombres. Uno era un anciano vestido con ropas caras que no parecía un noble ni un funcionario del gobierno. El otro era un hombre corpulento de mediana edad con cierto aire de aventurero.

El emperador Regalfaras entrecerró los ojos. “Aquí estás. Por fin.”

“Jamás se me ocurriría ignorar una llamada de Su Majestad Imperial.” El anciano se acercó sin prisa y tomó asiento frente a él y Helmios.

“¿Qué he dicho? Ningún respeto”, dijo el emperador, provocando una sonrisa irónica pero sin compromiso por parte de Helmios.

“¿De qué estamos hablando?” El anciano enarcó una ceja.

“De nada. A ver, general Makkaron. El motivo de la convocatoria de hoy es Allen.”

El hombre en la cima de la jerarquía del Gremio de Aventureros, Makkaron, asintió. “Hmm. ¿Te refieres al joven que logró herir al Héroe Helmios?”

“Se dice que ese joven es el responsable de salvar Rohzenheim de una fuerza del Ejército del Señor Demonio de varios millones. ¿Es eso posible?”

“Interesante.”

El país de los elfos había hecho un anuncio oficial dando al Héroe Helmios gran parte del crédito por su victoria en la guerra que acababa de terminar. Sin embargo, el emperador había escuchado de Helmios cómo Allen había estado involucrado. Suponiendo que fuera cierto, el emperador quería saber qué habilidades tenía el chico y cómo lo había conseguido.

“Helmios me contó lo que Allen ha hecho en el campo de batalla. Quiero que me expliques lo poderoso que tendría que ser de una forma que pueda entender.”

Como gobernante, Regalfaras no podía limitarse a decir: “Oh, ha aparecido alguien fuerte”, y no hacer nada al respecto.

“Voy a repasar todo de nuevo”, dijo Helmios. “Los logros de Allen van más allá de los poderes que tenía cuando luchó contra mí en el Torneo de Artes Marciales de su Academia.”

El Héroe relató cómo los Jugadores Sin Vida habían desembarcado en el extremo sur de Rohzenheim y salvado a la reina de los elfos, luego ganaron batalla tras batalla hasta derrotar finalmente incluso a una Deidad Demoníaca. Le hizo saber al General Makkaron todo lo que había presenciado personalmente, así como lo que había oído decir a los soldados elfos.

El hombre que estaba junto a Makkaron escuchaba con el ceño fruncido.

Cuando Helmios terminó, Makkaron respondió lentamente: “No esperaba que fuera tan poderoso. Si todo lo que has dicho es cierto, significa que Allen y su grupo mataron a millones de monstruos ellos solos.”

Fue cerca del final del otoño del año pasado cuando el General Maestro del Gremio Makkaron escuchó que un estudiante llamado Allen había logrado herir al Héroe Helmios durante un Torneo de Artes Marciales en la Academia Ratashian.

“Eso es lo que significa, sí”. El emperador asintió. “¿Es posible?”

Makkaron se volvió hacia el Héroe. “Helmios, ¿podrías lograrlo?”

“No. Ni siquiera si tuviera a todo mi grupo conmigo.”

“¿Ves? ¡Maldito sea el rey Ratashian por tratar de sacar una sobre los ojos del mundo! No puedo esperar a la próxima cumbre de la Alianza de los Cinco Continentes”, espetó el emperador Regalfaras, sin hacer ningún esfuerzo por ocultar su disgusto.

Uno de los artículos de los estatutos de la Alianza de los Cinco Continentes exigía a los países signatarios que anunciaran cada vez que se encontrara entre sus ciudadanos a alguien con un Talento de tres o más estrellas. El hecho de que Helmios y sus diez miembros del grupo con Talento de tres estrellas no pudieran lograr lo que supuestamente había conseguido el grupo de Allen con incluso menos miembros decía mucho de lo poderoso que debía ser Allen. No informar de esto a la Alianza era una clara violación de los estatutos.

El emperador de Giamut estaba contento con el statu quo en el que un héroe nacido en Giamut iba por ahí acumulando hazañas milagrosas. Alguien de otro país jugando al héroe por todas partes y acaparando la atención era algo con lo que el emperador quería lidiar — más aún si esa persona rechazaba su convocatoria, socavando así su autoridad como emperador. El emperador Regalfaras estaba deseando despedazar al recién coronado rey Invel de Ratash en la próxima cumbre de la Alianza de los Cinco Continentes.

“Vamos, vamos, no hay necesidad de precipitarse”, advirtió Makkaron.

“¿Qué quieres decir?” Regalfaras frunció el ceño.

“Helmios.” El general maestro del gremio se volvió hacia el Héroe. “Si lucharas contra Allen ahora, ¿cómo resultaría?”

“Fue bastante fuerte durante nuestra pelea con la Deidad Demoníaca, pero creo que aún soy mucho más poderoso que él.”

Allen aún no había subido de nivel su habilidad de Invocación desde que estaba en la Academia. Y como estaba dedicando Invocaciones a ayudar a sus aliados y a los elfos, su producción de daño era ahora incluso menor que cuando luchó contra Helmios.

“Como pensaba.” Makkaron asintió. “Parece que la habilidad de este Allen, ‘Invocación’, está especializada en apoyar a otras personas.”

Helmios asintió, recordando a los soldados elfos que le dijeron que se sentían más poderosos que de costumbre cuando luchaban durante la guerra. La razón por la que Allen había traído a Helmios para la lucha con Rehzel era porque el muchacho comprendía perfectamente sus propias fortalezas y debilidades y había determinado que no podría ganar en un mano a mano con la Deidad Demoníaca.

“Entiendo. Aun así, ¿estás diciendo que logró repeler a una fuerza de varios millones con la sola ayuda de su grupo?”

“Cierto país derrochó en la contratación de escuadrones de elfos, financiando efectivamente a Rohzenheim con grandes cantidades de dinero. Gracias a ello, disponen del mejor equipamiento que el dinero puede comprar. Sus soldados también son lo bastante poderosos como para luchar contra monstruos de rango B uno contra uno. Ahora, suma todo esto con los potenciadores que Allen supuestamente les lanzó, y podrás ver lo que realmente sucedió.”

Makkaron se refería a que el dinero que Rohzenheim recibía a cambio de prestar a otros países curanderos elfos les había permitido equipar a todas sus tropas con equipo de mithril. Si el número de soldados y monstruos era más o menos el mismo, las posibilidades de que los elfos perdieran eran escasas. Más aún si libraban batallas defensivas desde detrás de fortalezas que les daban aún más ventaja.

Por supuesto, el Ejército del Señor Demonio había enviado tres millones al principio, el doble que el ejército elfo. Al final, los elfos consiguieron derrotarlos, por lo que la interpretación del general del gremio del relato de Helmios era que este resultado no se debía únicamente a las Invocaciones de Allen, sino que los propios soldados mejorados seguramente desempeñaban un papel importante.

“Entiendo.”

“¿Giamut no recibió también una gran cantidad de elixires élficos? Tal vez los elfos que podían fabricar estos objetos de recuperación también fueron potenciados, aumentando significativamente su tasa de producción.”

“Podría ver que eso ocurriera. Eso explicaría que los elfos le dieran a Allen un título tan grandioso como el de gran estratega. Asegurárselo significa poder fabricar tantos objetos de recuperación como quieran.”

La noticia de que Rohzenheim había instalado a Allen como gran estratega había llegado también a Giamut. El emperador, incapaz de imaginar que era el propio Allen quien fabricaba los llamados elixires élficos, consideró que las palabras del general Makkaron tenían sentido.

“Entonces, ¿esto es todo en lo que puedo ayudarle hoy, Su Majestad Imperial?”

“No, hay más. Este Allen se encuentra actualmente en la mazmorra de Rango S en Baukis. Helmios se le unirá pronto.”

“¡Con la guerra apenas terminada! Envidio a los jóvenes por su energía.” dijo Makkaron riendo.

“He oído que la Torre de la Tribulación nunca ha sido despejada. ¿Exactamente qué tan difícil es hacerlo?”

“Hay un límite a la fuerza que pueden alcanzar incluso los más grandes héroes y campeones. Muchos de esos campeones que alcanzaron sus límites se han estrellado contra la Torre.”

Este mundo tenía un sistema de niveles, lo que significaba que todos tenían un tope de nivel. Todos los que llegaban a este tope se dirigían invariablemente a la mazmorra de Rango S en busca de armas y equipo de oricalco.

“Sin embargo, ¿nadie la ha superado todavía?”, volvió a preguntar el emperador para aclararlo.

Makkaron asintió. “Efectivamente. Hace un tiempo, el aventurero de rango S Bask, también conocido como el Rey de Shura, también se rindió al llegar al último piso. Y si hablamos de tiempos pasados, el campeón Astel hizo lo mismo.”

“Esa sí que es una vieja historia”, comentó el emperador.

Reunir equipo de oricalco de la mazmorra de rango S y superar la mazmorra eran dos cosas muy distintas. Para demostrarlo, el general Makkaron sacó a colación a un campeón de hace miles de años. Existían registros históricos, muy anteriores al nacimiento del Señor Demonio, de campeones que tuvieron un destino trágico al desafiar el último nivel de la mazmorra de Rango S. Según un relato, una persona que salió con vida había dicho: “Esa planta es el patio de recreo del jefe de mazmorra Dygragni. No es lugar para que un mortal lo pise.”

“¿Así que confirmas que despejarla es una hazaña imposible?”

“Es indudablemente imposible.”

“¿Así que permanecerá sin conquistar?”

“Este personaje de Allen aprenderá el significado del término ‘inconquistable’ por las malas.”

El hombre en la posición más alta de todo el Gremio de Aventureros confirmó con total certeza que la mazmorra de Rango S, la Torre de la Tribulación, era insuperable.