Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 23

Capítulo 7: El Antiguo Territorio de la Perra Iracunda

 

 

Se sintió como una eternidad llegar al Santuario de la Espada, un lugar desagradablemente frío cubierto eternamente de nieve. Incluso dentro de la vasta franja de tierra que constituía los Territorios del Norte, este lugar era único.

La primera impresión de cualquier viajero sería que era una ciudad normal; había casas hechas de piedra, columnas de humo saliendo de sus chimeneas, y el tentador aroma de las cenas cocinándose sobre el fuego llenaba el aire. Todas las personas estaban abrigadas cálidamente, aunque aún sentían frío a causa de las temperaturas bajo cero mientras hacían lo suyo. Esta era una escena típica aquí en el norte.

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Era solo después de pasar la pequeña ciudad que uno descubriría el salón de entrenamiento de esgrima. Sus terrenos eran más extensos que cualquiera dentro del Reino de Asura. De aquí provenían los ecos sin fin de espadas de madera chocando entre sí. Aquí eran donde los pupilos destacados del Estilo del Dios de la Espada se reunían para practicar su arte—y era esto lo que le daba el nombre Santuario de la Espada.

Espadachines de todo el mundo viajaban grandes distancias para llegar aquí. Cuando, por fin, arrastraban sus exhaustos pies para dar los últimos pasos hacia su destino, sin duda pensaban, Ah… Al fin. He llegado. Una vez que terminaban sus largas formaciones en estos salones, ellos mirarían atrás hacia la escena que yo estaba viendo en este preciso momento y pensarían para sí mismos, Y ahora comienza mi verdadero viaje.

—Extracto de Viajando por el Mundo, por el aventurero Bloody Kant

***

 


 

Eris y Rudeus habían llegado al Santuario de la Espada.

“Recuerdo que el Santuario de la Espada aparecía al final de Viajando por el Mundo. Eso debe significar que fue el último lugar que visitó Bloody Kant. La forma en que era descrito este lugar era muy diferente de los otros lugares en el libro. Eso me pareció muy extraño,” comentó ausentemente Rudeus, con su rostro carente de emoción mientras caminaba. Sin embargo, Eris inmediatamente se dio cuenta de que él estaba en guardia. “Supongo que tú caminaste por esta zona regularmente cuando entrenabas aquí, ¿eh?”

Eris dio un vistazo hacia sus alrededores. Ahora que lo pensaba, ella no visitó mucho la ciudad cuando vivía aquí. Eris fue un par de veces por órdenes del Dios de la Espada, pero ella no era del tipo que iba a caminar.

“No tenía el tiempo para eso,” dijo bruscamente ella.

Para ella, esta ciudad se veía como cualquier otra de los Territorios del Norte. Dado su tamaño y población, era más preciso llamar al lugar una aldea en vez de una ciudad. Cuando ella vivía en Roa, cuando todo se sentía nuevo, Eris con frecuencia vagaba por el lugar. Lo mismo podía decirse cuando ella se mudó a Sharia y adquirió el hábito diario de ir a pasear con Leo. Sin embargo, esta ciudad no le inspiraba esa urgencia de recorrerla. Este simplemente no era el lugar para ello, al menos no en su mente.

“De seguro hay un montón de herrerías y tiendas de armas,” murmuró Rudeus. “Sí.”

Los únicos que se molestaban con vivir aquí eran los espadachines. Sin importar la edad o el género, la mayoría de las personas de aquí tenían una espada en su cintura. Eso no quería decir que cada uno de ellos era un practicante del Estilo del Dios de la Espada, pero todavía era una práctica común que los ciudadanos estuvieran armados.

“¡Mira por dónde vas, ¿quieres?!”

“¿Qué es esto? Ni siquiera vales mi atención.”

“¡Así que quieres solucionar esto con espadas, ¿hah?!”

Una discusión había estallado en medio de la calle. Dos personas habían desenfundado sus hojas y estaban mirándose fijamente. Un segundo después, cada uno realizó su ataque. Aquellos a su alrededor apenas escatimaron en dar un vistazo antes de apartarse, como si todos estuviesen acostumbrados a esto. No hubo aclamaciones, ni abucheos. Era algo rutinario.

Eris pudo darse cuenta de que ninguno de los combatientes era particularmente hábil. Ellos a lo mucho estaban en el rango Intermedio. Sus posturas eran abismales y se movieron de forma torpe y pesada mientras hacían chocar sus hojas. Un rápido vistazo le dijo que ninguno tenía la intención de tomar la vida del otro.

“¿Qué dem…?” se sorprendió Rudeus, mientras todo su cuerpo temblaba. Él se quedó un paso por detrás de Eris, como tratando de ocultarse detrás de ella. Él parecía alguien que había sido abandonado en Johannesburgo.

“Párate derecho y camina apropiadamente,” rugió Eris hacia él.

Rudeus no tendría problemas derrotando a estos dos—o a cualquier otro en los alrededores. Eris sabía que su magia era más rápida que un espadachín promedio, incluso a corto rango. Además, el propio Rudeus era un espadachín de rango Intermedio. Eso tal vez lo mantuvo humilde. Él actualmente estaba usando una armadura tan pesada que encontraría difícil infligir daño incluso sobre el más trivial espadachín. Si una batalla a corto rango era inevitable, él escogería esquivar por sobre pasar a la ofensiva. Rudeus no se arriesgaría a ver quién podía moverse más rápido.

“Es solo que… no quiero tener problemas con nadie,” explicó Rudeus. “Meterse en peleas como esa solo tendrá un efecto negativo en las negociaciones futuras. En momentos como este, es casi seguro que atraeré a tipos desagradables que buscan pelea. Quiero evitar tanto como sea posible un desastre como ese.”

“Estarás bien.”

Él miró hacia ella. “¿Tú crees?”

“Estos tipos son unos idiotas,” dijo Eris. “Tú puedes encargarte de ellos.” “Eso… no fue lo que quise decir.”

Fue en ese momento que Eris sintió malas intenciones en la zona. Ella dio vuelta su cabeza en la dirección de la que venían. Rudeus siguió su mirada.

“Ah, mierda,” chilló él, desviando su mirada. “¿Ves? Las personas te escucharon y ahora estamos metidos en esto…”

Había un hombre de pie ahí, mirando con intención asesina hacia ella. Las venas de su frente eran visibles de la ira. “Oye, tú, niñita. Esas son palabras ofensivas.” Él miraba hacia ella mientras hablaba. Solo cuando Eris fijó una mirada asesina sobre él fue que el hombre se congeló y jadeó. El color rápidamente abandonó su rostro. Él apartó su mirada de ella, y el resto de su cuerpo pronto hizo lo mismo.

“¡Hmph!” resopló Eris hacia él.

El hombre de seguro la escuchó, pero él debe haber estado lleno de alivio. Un paso más y ella le habría cortado la cabeza. Él podía sentirlo.

“¿Ves?” dijo Eris.

“Creo que fue tu presencia intimidante lo que lo espantó.” Sus ojos brillaron como los de una damisela anonadada y embelesada por la demostración de fuerza de su esposo.

En el pasado, Eris habría gruñido triunfantemente, pero ella ahora sabía que asustar a debiluchos como ese no era una causa de orgullo. Él era insignificante. Rudeus fácilmente pudo haberlo derrotado.

“Oye, mira por ahí.”

“Ese cabello rojo… Esa es la Reina de la Espada Iracunda, ¿cierto?”

“Así que regresó.”

“Hagas lo que hagas, no la mires a los ojos.”

“También habla en voz baja. Trata de ser tan silencioso como sea posible. La harás enojar si no lo haces…”

“Sí. Ella no necesita una razón—te atacará por nada.” Los murmullos llenaron el aire.

“Eris,” dijo Rudeus en forma de susurro, “¿qué hiciste?” “Nada,” dijo firmemente Eris.

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Ella estaba diciendo la verdad. Eris no le había hecho nada a estas personas. Era posible que ella simplemente no lo recordase, pero la mayor parte de las personas de aquí no tenían el talento necesario para entrar en el salón de entrenamiento. Por supuesto, no todas ellas; algunos de los mejores practicantes del Estilo del Dios de la Espada visitarían ocasionalmente la ciudad en busca de suministros, mezclándose con la gente de la ciudad. La propia Eris raramente se había aventurado fuera del salón de entrenamiento, así que no tuvo la oportunidad de hacerle nada a estas personas.

“Entiendo,” dijo Rudeus, de alguna forma convencido. Él se mantuvo pegado a la espalda de Eris mientras ellos caminaban a través de la ciudad.

“En serio, ¿por qué te estás escondiendo?”

“¡No me estoy escondiendo! Es solo que te ves muy bien desde atrás, ¿sabes? No es como si yo creyera que has hecho papilla con tus puños a cada una de estas personas y ahora ellas buscan venganza. Nop, para nada.”

“¡De verdad no les he hecho nada!” gritó Eris.

Eris sabía que, si la situación lo amerita, Rudeus no dudaría en ir en su ayuda. Él solo no podía manejar bien las confrontaciones abiertas con extraños.

“Estarás bien,” volvió a insistir Eris. “Ahora vámonos.”

Las personas se apartaron para abrirles el paso mientras caminaban—como Moisés separando el Mar Rojo. Ella avanzó con su cabeza en alto, claramente sin pensar demasiado en esto.

***

 

 

Rudeus

La inmensidad del Santuario de la Espada sobrepasaba mi imaginación. “Vaya. Este lugar es enorme.”

Los edificios estaban construidos de piedra y madera, y de alguna forma tenían un parecido a las arenas de artes marciales japonesas. El estado del complejo sugería que su construcción era más antigua que la ciudad vecina. La vista de la entrada principal difícilmente era lo suficientemente adecuada como para tener una idea del tamaño del lugar, pero podía notar que había varios edificios. Probablemente se había expandido y alterado a lo largo de los años, culminando en la estructura enorme que vemos hoy.

“Ah.”

Vi a mi primer residente del lugar cerca de la puerta: un joven usando un uniforme simple. Él sostenía una pala, la cual estaba usando para limpiar la nieve. Asumí que era un estudiante de aquí. Él parecía estar congelándose. Me hizo preguntarme si las reglas le prohibían usar un abrigo.

Miré hacia Eris. “Parece que va a congelarse.” “¿De verdad? Para mí se ve bien.”

Su respuesta confirmó mis temores de que realmente existía tal regla aquí. Este lugar prácticamente era la capital atlética del mundo. Si alguien se quejaba, ellos probablemente le dirían, “Solo se siente frío cuando careces de la fuerza de voluntad necesaria.”

“Um, disculpa,” le hablé al joven.

“¿Sí? ¿Qué ocurre?” Él miró hacia arriba, y en el momento que sus ojos aterrizaron sobre Eris, este no pudo evitar jadear. La pala cayó de sus manos, y él corrió dentro del salón de entrenamiento.

Miré intensamente hacia Eris. “¿Estás segura de que no hiciste nada?” “Entrené con él muchas veces.”

Uff. Pobre sujeto. Apuesto a que todavía está traumado. Podía sentir su dolor. Cuando nosotros vivíamos en la Ciudadela de Roa, yo entrenaba diariamente con Eris, y ella me daba una paliza cada vez. En ese entonces ella no conocía el significado de la palabra contenerse; yo solo podía imaginar lo feroz que era ella en la actualidad. Debido a su deseo por mejorar sus habilidades, ella era más poderosa que nunca. El tipo tenía suerte de aún tener todos sus dientes. Yo sabía que no estaba bien disculparse, ya que lo que sea que pasó entre ellos fue durante un entrenamiento, pero él todavía me preocupaba.

Mientras yo estaba perdido en mis pensamientos, Eris comenzó a abrirse paso dentro del salón de entrenamiento.

“Oye, espera un poco,” dije. “¿Por qué?”

“¿De verdad está bien que nosotros solo… entremos?”

“Sí,” respondió ella, claramente exasperada, mientras entraba como si fuese su casa.

Yo no tenía más opción que seguirla de cerca si no quería ser dejado atrás. Además, tenía que recordarme a mí mismo que ella era una de las aprendices del Dios de la Espada. De seguro eso le daba el derecho de entrar, ¿cierto? Aunque personalmente, yo había esperado que un guía nos escoltase hacia una sala de recepción, donde yo movería mis manos ansiosamente hasta que el Dios de la Espada viniera a recibirnos. Yo pondría mi mejor sonrisa de negocios y empezaría la conversación diplomática. Eso habría sido mucho más preferible que esto. Nosotros estábamos entrando como si fuésemos dueños del lugar.

Un frenesí de pasos hizo eco desde el corredor frente a nosotros. Varios hombres usando uniformes venían en nuestra dirección, y lo que sostenían en sus manos no eran espadas de madera. Eran reales.

¡Ah, mierda, mierda, mierda! ¡Creen que somos intrusos!

“¿¡Eris!?” jadeó de la sorpresa uno de ellos.

Ups. Ese no era un hombre. La atmosfera amenazante a su alrededor me había distraído, pero uno de ellos ciertamente era una mujer. Ella tenía una piel ligeramente oscura, cabello azul marino, y unos ojos afilados y amenazantes. No había error. Ella era un espadachín—es decir, espadachina. Sus movimientos eran precisos y bien ensayados, los cuales no dejaban ni una sola abertura. Yo era un completo aficionado en la esgrima, pero incluso yo podía darme cuenta de que ella era fuerte. Esos matones que vimos en la ciudad ni siquiera podían empezar a compararse a ella.

Esperen un segundo. Ya he visto antes a esta chica. Estoy bastante seguro de que ella fue a la coronación de Ariel. Fue en ese momento que finalmente recordé su nombre: Nina. Ella ciertamente era una luchadora formidable que podía enfrentarse mano a mano con Eris. A partir de lo que recordaba de esa vez, ella había prometido ayudarnos cuando lo necesitáramos. Aunque hablar es fácil; no hay garantía de que ella lo vaya a cumplir.

“Nina. Ha pasado tiempo,” la saludó Eris. “Sí, tienes razón. ¿Por qué estás aquí?”

Eris movió su hombro en mi dirección. “Rudeus quiere hablar con él.”

Mostré mi mejor sonrisa de negocios y dije, “Es un placer conocerlos. Mi nombre es Rudeus Greyrat. He venido a—”

“¿Él?” Nina ni siquiera se molestó en mirarme. Aparentemente, mis encantos para los negocios no funcionaban con ella.

“El Dios de la Espada,” dijo Eris.

El rostro de Nina se puso sombrío. No, peor aún—una repentina aura de hostilidad venenosa salió de ella. Eso no hizo mucho contra Eris—ella se mantuvo firme. Mis piernas estaban temblando como gelatina, pero era más miedo que confusión lo que me abrumaba. Solo estamos aquí para reunirnos con él. No hay razón para que actúes como si estuvieses lista para asesinarnos.

“Gal Farion,” reiteró Eris. “¿No está aquí?”

La expresión de Nina se suavizó en una mirada de sospecha cautelosa antes de finalmente relajarse. “Al menos deberías llamarlo Maestro.”

“Por supuesto que no. Ghislaine es la única Maestra que tengo,” dijo obstinadamente Eris.

“¿Sí? Bueno, como sea.” Nina dejó salir un gran suspiro. Podía darme cuenta de que ella ya había lidiado muchas veces con la petulante negativa de Eris de adherirse a las normas. “El resto de ustedes, sigan adelante. Le explicaré las cosas a Eris.”

“Pero Nina-sama, este no es el momento para—”

“Estamos hablando de la Reina de la Espada Iracunda Eris.”

Los hombres miraron hacia Eris de la sorpresa. Yo no sabía qué alboroto había causado ella durante su estadía aquí, pero su solo nombre los convenció de dar marcha atrás.

“Entendido.”

Los hombres bajaron sus cabezas respetuosamente y volvieron a correr por el pasillo, yendo más profundo dentro del complejo. Esta vez no escuché sus pasos. Ellos casi no hicieron sonidos, y su postura era impecable. Ninguno de ellos se veía particularmente memorable, casi como personajes de fondo en un videojuego—NPCs—y, aun así, a partir de la forma en que se movían, podía suponer que eran del rango Santo o superior.

Eso es aterrador, pensé. Esas eran justo las personas con las que no quería comenzar una pelea.

“Muy bien, síganme.” Nina apuntó con su mentón, y Eris la siguió. Yo las seguí obedientemente.

***

 

 

Fuimos guiados hacia uno de los edificios de entrenamiento principales del complejo, el cual aparentemente se llamaba salón de práctica. La habitación tenía piso de madera con un buen número de espadas de madera colgadas sobre la pared. Me recordaba a un salón de kendo japones. Curiosamente, noté un patrón moteado a través de todo el suelo. Había manchas, lo cual planteaba la pregunta: ¿qué había estado siendo derramado aquí? Jajaja, reí incómodamente dentro de mi cabeza en el momento que todo encajó. Esto es sangre.

Nina siguió caminando hasta que llegamos al centro de la habitación, donde ella repentinamente se sentó. Eris hizo lo mismo. Ellas se sentaron con su pierna izquierda doblada y su rodilla derecha levantada. Pensé que era una postura un poco inapropiada para una chica, pero pensándolo bien, Ghislaine me había enseñado a sentarme de la misma manera. La postura facilitaba que un espadachín se pusiera de pie y desenfundara su arma. Esto significaba que, si Nina así lo deseaba, ella podría cortar mi cabeza en un instante con la hoja realmente peligrosa que tenía a su lado.

“Nina,” dijo Eris, “Rudeus no puede sentarse tan cerca. Lo pondría en el rango de tu hoja.”

“¿En serio? Tu esposo es un cobarde.” “Él es un mago. Es práctico.”

La atmosfera a nuestro alrededor era tensa.

Bueno, eh, tal vez solo debería reunir mi coraje y sentarme cerca. Vine aquí a ver al Dios de la Espada, así que estoy decidido a tomar algunos riesgos.

“Lo siento, no tuve la intención de faltar el respeto. Simplemente estaba abrumado por la sensación que da este lugar,” dije mientras me sentaba a un lado de Eris. Activé mi Ojo de la Premonición por si acaso.

Nina finalmente posó su mirada sobre mí. “Y bien. ¿Por qué han venido?”

“Estaré luchando contra cierto individuo en el futuro, y estaba esperando reclutar la ayuda del Dios de la Espada.”

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Ella frunció sus cejas de la confusión. “Creí que no ibas a necesitar ayuda con ninguna batalla hasta varias décadas en el futuro.”

“Ah, veo que recuerdas nuestra conversación en el Reino de Asura. Gracias por eso,” dije, genuinamente impresionado.

Nina resopló. “Por supuesto que lo recuerdo. No soy Eris.”

La regla primordial para comunicarse con los practicantes del Estilo del Dios de la Espada era mantener las cosas honestas y fáciles de entender. Ellos no eran tan erráticos como Atofe, pero sí tenían una tendencia a sacar sus espadas en el momento que su ánimo comenzaba a deteriorarse. Incluso alguien con rasgos delicados como Nina no era la excepción—o al menos era más seguro asumirlo.

“Lo que dije en ese entonces no ha cambiado, pero estoy aquí por un asunto distinto.

Verás, estaré luchando contra un hombre llamado Geese…” “Mmm…”

Continué, “Estoy seguro de que el Dios de la Espada debe estar muy ocupado, pero

¿podrías ponerme en contacto con él…?”

Nina puso mala cara. Asumí que ella no quería que alguien en quien no confiaba—como yo—se reuniera con el hombre.


“En fin, también traje un obsequio para mostrar mis respetos al Dios de la Espada—algo que estoy seguro que le gustará.” No había preparado una espada mágica para la ocasión. Nada así. Había traído una hoja menor forjada por el maestro herrero Kuelkin hace cien años.

De acuerdo a Orsted, el Dios de la Espada era un conocedor de espadas que había coleccionado una gran cantidad de hojas. Esta en particular era especial para él, ya que era una que había buscado desde joven sin resultados. A lo largo de varias décadas, esta hoja ha pasado de dueño a dueño hasta finalmente llegar a las manos de un noble de rango medio en el Reino de Asura. Este noble vivía una vida que nunca requirió el uso de una espada. Si nadie se hubiese dado cuenta de su presencia, esta podría haber permanecido ahí por siempre, decorando la sala de este hombre. Trágicamente (para él), yo usé el nombre de Ariel para congraciarme con el hombre. Visité su casa y lo llené de cumplidos por su buen gusto en las decoraciones de su sala. A cambio de algunos favores, él aceptó entregarme la hoja. Todo lo que tenía que hacer ahora era entregársela al Dios de la Espada, y las negociaciones con algo de suerte terminarían bien.

“Déjenme aclararlo una última vez. La persona que quieren ver es Gal Farion,

¿correcto?”

Fruncí mis cejas de la confusión. “¿Eh? Bueno, sí. Eso es correcto.” Ella lo dijo como si hubiese otro Dios de la Espada aquí además de Gal Farion.”

“Entonces no está aquí.”

“Ah, ya veo…” asentí pensativamente. “¿Entonces dónde está? ¿Y cuándo puedo esperar su regreso?”

Nina se encogió de hombros. “Quién sabe. Dudo que alguna vez regrese.”

“¿Mm?” Mi voz estaba cargada de sorpresa. Definitivamente había algo extraño. Miré hacia Eris, quien entrecerró sus ojos de la sospecha.

“¿De qué hablas?” demandó ella.

La expresión de Nina se puso seria mientras devolvía la mirada de Eris. Ella abrió su boca para hablar, pero su frente se frunció y las palabras no salieron. Sea lo que sea que estaba pasando, ella encontraba difícil hablar de ello.

¿Qué, acaso él fue hacia Asura para hacerse una cirugía de hemorroides o algo así?

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“El Dios de la Espada Gal Farion… perdió en combate,” dijo Nina. Eris no pudo evitar apretar sus labios. “¿Contra quién?”

“Gino Britz.”

Por lo que podía recordar, Gino Britz era un Santo de la Espada cuya fuerza palidecía en comparación a la de Eris y Nina. De acuerdo a Orsted, el hombre tenía talento, pero su florecimiento dependía de factores que tenían poco que ver con el propio hombre.

Esperen un segundo. ¿Gino Britz de verdad derrotó al Dios de la Espada Gal Farion?

Pero eso significaba que…

“Lo que tratas de decir es que,” dije, tratando de clarificarlo, “¿Gino Britz es el actual Dios de la Espada?”

“Sí. Mi padre—no, es decir, el Dios de la Espada Gal Farion se fue del Santuario de la Espada el día que perdió.” Nina agregó que no tenía idea sobre su paradero actual.

Estaba sin palabras. Es más, sentía lástima por obligarla a discutir algo que tenía que ser muy difícil para ella. Nina estaba obligada a tener en alta estima a su padre, así que su derrota con un espadachín mucho más joven tenía que haber sido un verdadero shock. Este no era un simple cambio de liderazgo—la propia Nina había sido sobrepasada por alguien que supuestamente era inferior a ella.

“Él huyó con la cola entre las piernas,” murmuró Eris para sí misma.

Sí, gracias, Eris. Pongamos de malas a la aterradora señorita de la espada. Un escalofrío recorrió mi espalda, y todo el pelo sobre mi cuerpo se puso de punta mientras contemplaba las posibles repercusiones de su comentario sin tacto. Me lo imaginé: en cualquier segundo, Nina se pondría de pie de un salto y desenfundaría su espada en dirección de Eris. Por suerte, eso solo ocurrió dentro de mi cabeza. Mi Ojo de la Premonición me informó que Nina permanecería tranquilamente sentada.

“Sí,” estuvo de acuerdo Nina. “Supongo que es cierto. Gino siempre fue menos cualificado y experimentado en comparación al resto de nosotros.”

Eris estuvo en silencio por un momento antes de decir, “Pero ¿lo sigue siendo?”

“No, ya no. Gino es más fuerte que cualquier otro. De eso estoy segura.” Una clara mezcla de emociones se mostró a través del rostro de Nina mientras hablaba de él, una parte siendo miedo y otra admiración. La fuerza de Gino tenía que ser real para que ella reaccionase así.

Mi objetivo había cambiado. Tal vez era grosero de mi parte rendirme con Gal Farion tan fácil, pero quizás hacerme aliado de Gino Britz era la mejor opción en la actualidad. El único problema con eso era que Orsted no me había dado ninguna información sobre él. Ni tampoco tenía un regalo para congraciarme con él. Sería genial si aceptaba esta espada, pero dudaba que lo hiciera muy feliz. Solo tenía importancia personal para Gal Farion. Para otra persona, no sería la gran cosa.

Hmm. ¿Qué hago? Si él es lo suficientemente fuerte como para llegar a la cima y obtener el título de Dios de la Espada, puedo apostar a que tiene una actitud violenta. Considerando que las negociaciones podrían fracasar, lo más seguro probablemente sería retirarnos por el momento… Por otro lado, ya estábamos aquí.

“Eris, ¿tienes ganas de luchar contra Gino?” preguntó Nina. “¿A qué te refieres?”

“Podrías convertirte en Diosa de la Espada si lo derrotas ahora mismo.” Eris se encogió de hombros. “No me interesa.”

Nina dejó salir un suspiro de alivio. “Bueno. Sí, entiendo. Eso creí. Es bueno escucharlo.”

Ahora que lo pienso, ya había escuchado algo de parte de Orsted. Él dijo que había personas que se convertían en Dios de la Espada solo para desaparecer con el paso del tiempo, perdiéndose en la historia. Después de todo, no era un sistema de sucesión hereditaria. Dios de la Espada era un título otorgado a los practicantes más fuertes del estilo. Era por eso que, en el momento que el Dios de la Espada reinante perdía, este también perdía su posición. Para la mayoría, la derrota significaba morir. No era solo una pérdida de posición, sino también de la vida.

Todo lo que tenías que hacer para convertirte en Dios de la Espada era derrotar al anterior en batalla. Si el Dios de la Espada era derrotado por alguien que no era del Estilo del Dios de la Espada, su pupilo más fuerte tomaría su lugar. Sea cual sea el caso, había un buen número de Emperadores de la Espada y después Reyes de la Espada que no eran menos hábiles que sus contrapartes de mayor rango. Eso hacía fácil suponer lo que haría un cambio de régimen como ese—crearía caos dentro del Santuario de la Espada.

Lo mismo había ocurrido cuando Gal Farion obtuvo el título. Aquellos de fuerza equivalente desde los Reyes de la Espada hasta los Emperadores de la Espada decidían retar al nuevo Dios de la Espada con la esperanza de quedarse con el título para sí mismos. Hubo Dioses de la Espada que estuvieron en el cargo por un solo día antes de ser despojados del título y caer en el olvido.

Fácilmente lo mismo podría ocurrirle a Gino Britz.

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“Nina, ¿qué hay de ti? ¿No vas a tratar de ser Diosa de la Espada?” preguntó Eris. “Yo… ni siquiera puedo considerar esa opción,” dijo Nina, acariciando su barriga.

Ella está actuando un poco reservada al respecto. ¿Acaso estaba con la regla o algo así? ¿Era eso? Nah, no es como si las mujeres solo acariciaran su barriga cuando tienen su periodo. No es bueno hacer suposiciones. Apuesto a que está estreñida.

Miré hacia Eris. Ella se veía perpleja por la respuesta de Nina. Aparentemente, esto la había tomado desprevenida.

“Ah…” Eris puso mala cara, delatando su decepción y desconcierto.

Yo no sabía mucho sobre la relación entre estas dos, excepto por el hecho de que eran de la misma edad, y que no había muchas personas que pudieran pararse como iguales de Eris y ser sus amigas. Su conexión parecía ser decididamente diferente de la que Linia y Pursena compartían. No tenía ni la más mínima idea de qué sentía Eris hacia esta mujer.

Sin embargo, había una cosa que sí podía notar: Nina era aliada de Gino Britz. Ella se había convertido en Reina de la Espada antes que Gino y era mayor que él, pero eso no le había impedido reconocer su fuerza y legitimidad como el nuevo Dios de la Espada. La manera en la que había hablado demostraba que, hasta que escuchó la respuesta de Eris, ella estaba preocupada de que Eris pudiese ser otra retadora de Gino por el título. Si esa hubiese sido la intención de Eris, Nina podría haber querido retarla a un duelo primero.

Solo ahora que habíamos establecido que Eris no tenía interés en la posición fue que Nina bajó su rodilla derecha, doblando ambas piernas debajo suyo.

“¿Es posible que podamos mostrarle nuestros respetos al nuevo Dios de la Espada?” pregunté esperanzadamente.

Nina sacudió su cabeza. “No ahora mismo. Él ya tiene sus manos llenas.” “Tenía la corazonada de que dirías eso.”

Sin duda espadachines de todo el mundo estaban inundando el Santuario de la Espada ahora mismo. No tenía idea de cuántos Emperadores o Reyes de la Espada había, pero además de ellos, probablemente había espadachines de otros rangos que hicieron el viaje bajo la impresión de que tenían una oportunidad de derrotarlo. Nina y el resto de aquellos aquí que habían aceptado a Gino como el Dios de la Espada estaban jugando el papel de eliminar a los indignos.

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Eris parece un poco avanzada como para que Nina la elimine, pensé, pero supuse que esa probablemente no era la razón para esta reunión privada. Ella solo debe haber querido informar la situación en privado.

A pesar de que ella parecía conocer a Eris bastante bien. Tal vez pensó que, si dejaba sola a Eris, nuestra Reina de la Espada Iracunda bien podría irrumpir en las profundidades del Santuario y comenzar una pelea con Gino. Aun así, Nina-san, debo informarte que nuestra Eris es mucho más madura que en el pasado.

“Si quieren hablar con Gino, mmm…” hizo una pausa Nina, reflexionando al respecto. “Las cosas deberían calmarse en un tiempo. Pueden volver entonces.”

Yo asentí. “Muy bien. Ah, pero solo por si acaso, me gustaría preguntar algo. Un hombre llamado Geese no ha venido por aquí, ¿o sí? Él es un demonio con cara de mono.”

“¿Un demonio? ¿Aquí? No, eso es muy improbable.”

“¿Has tenido algún sueño sobre un hombre que insiste en que él es un dios y que trata de darte un mensaje divino?”

Ella levantó una ceja hacia mí, claramente confundida. “No.” Nina dio un vistazo hacia Eris, demandando en silencio saber de qué se trataba todo esto.

Eris devolvió su mirada, molesta de que Nina esperase que ella explicara algo.

Sí, um… lamento la pregunta extraña.


“De no ser así, entonces no hay nada de qué preocuparse. Los dos que acabo de mencionar son estafadores infames, así que, si alguna vez aparecen, ten mucho cuidado.”

“Entiendo.”

Entonces supongo que el Santuario de la Espada fue un gran fracaso. Planeaba buscar el paradero de Gal Farion más adelante, pero por el momento, no podíamos hacer más que retirarnos.

“En ese caso, he logrado todo lo que vine a hacer aquí.” Miré hacia Eris. “¿Qué hay de ti? ¿Te gustaría quedarte un poco más? Este lugar debe traerte recuerdos.”

“No hace falta.”

Uff, eso sí que fue frío.

Nina se veía aliviada. El ambiente alrededor del Santuario ya era sombrío. Imaginen a Eris, dando un pequeño paseo, atacando a los transeúntes con su espada. Ella había madurado, pero no lo suficiente como para estar dispuesta a contenerse si alguien buscaba pelea.

“Bueno, entonces volveremos aquí más adelante, Nina,” dijo Eris.

“Suena bien, Eris. Regresa una vez que las cosas se hayan calmado un poco más.” Sus voces se hicieron más gentiles mientras se despedían brevemente.

***

 

 

Salimos del salón de entrenamiento para escuchar una cacofonía de ruidos provenientes de más adentro en el complejo. Ya sea Gino estaba batallando contra los otros practicantes del Estilo del Dios de la Espada, o sus simpatizantes estaban haciendo su mejor esfuerzo por derrotar a cualquier posible retador.

Eris se detuvo por un momento y miró atrás sobre su hombro. Ella cruzó sus brazos. Sus piernas estaban separadas a la altura de sus hombros, tal como siempre, y sus labios estaban fruncidos.

¿Acaso hice algo que le molestó? pensé. Aunque ella ni siquiera estaba mirando hacia mí. Sus ojos estaban pegados en el salón de entrenamiento.

“¿Qué sucede?” finalmente pregunté.

“Es como si ya no conociera este lugar.” Su expresión se nubló con una tristeza indescriptible. Era raro ver tanta emoción en ella. Eris permaneció impávida incluso cuando miró hacia la desolada Región de Fittoa.

Sí, pero ella estaba preparada para ver eso, me recordé a mí mismo. Esta vez ella había regresado a su antiguo territorio, segura de que nada habría cambiado… pero no era así.

Tenía que ser como graduarse de la preparatoria solo para regresar más adelante como un exalumno. Pasas a ver tu antiguo club y, por supuesto, los miembros y consejeros son diferentes, pero el ambiente y los objetivos que tratan de alcanzar también han cambiado. Es cuando eres golpeado con la sensación de que ya no hay un lugar aquí para ti.

Por cierto, yo nunca formé parte de algún club, así que mi conocimiento sobre ellos proviene de los mangas.

“¿Mm?” Cuando miré hacia arriba, vi a un hombre cargando dos espadas de madera, corriendo hacia nosotros desde el interior del salón de entrenamiento.

Supongo que es un retador huyendo con la cola entre las piernas. Pronto me di cuenta de que estaba usando un uniforme. Él era un estudiante de aquí. Una inspección más detallada reveló que él era la misma persona a la que yo le había hablado antes, el tipo que estaba apaleando nieve en la entrada.

“¡Eris-sama!”

Él arrojó una de las espadas de madera hacia ella. Vino zumbando hacia ella a una velocidad increíble, pero Eris no tuvo problemas para tomarla en el aire—un fuerte sonido de aplauso hizo eco mientras esta golpeaba su palma. Él había regresado para ajustar cuentas. Lo sabía. Ella le hizo algo aquí, ¿no?

“¿Le importaría tener una batalla de practica conmigo?” preguntó él, probando instantáneamente que yo había estado en lo correcto.

Sin perder un segundo, Eris respondió, “Claro. Ven por mí.”

Yo me aparté de ellos para poder observar su combate. Para ser honesto, estaba teniendo algunos problemas para seguir los eventos. Las conversaciones entre los practicantes del Estilo del Dios de la Espada apenas eran una serie de gruñidos, y las acciones que les seguían eran físicas y abruptas.

El silencio se posó sobre ambos mientras cada uno tomaba una postura con sus espadas de madera. Eris sostenía su espada en lo alto, mientras el estudiante la sostenía cerca de su centro. Recé para que Eris no se pasara de la raya.

“¡Sshk!”

En el instante siguiente, una inhalación aguda rompió la tranquilidad del aire. La figura del estudiante se volvió borrosa. Eris escogió ese preciso instante para realizar su movida. Un sonido metálico hizo eco. Antes de saber lo que estaba pasando, el estudiante estaba sobre una rodilla, y su espada de madera estaba girando a través del aire. En el lugar que él había ocupado hace escasos segundos, un soplo de aire estaba girando—los restos de su aliento— el cual desapareció mientras su espada chocaba contra el suelo, enterrándose en la nieve.

Todo ocurrió en un parpadeo. Yo solo fui capaz de seguir lo que ocurrió gracias a mi Ojo de la Premonición. El estudiante había liberado su Espada de Luz y Eris había respondido con la misma técnica.

Lo realmente aterrador aquí es que este joven que estaba apaleando nieve hace solo momentos repentinamente arremetiera hacia ella con una técnica como la Espada de Luz. Todavía estoy vivo, ¿cierto? ¿Mi cabeza sigue conectada a mi cuello? No es como si me hubiesen cortado la cabeza cuando estaba caminando a través de ese corredor dentro del complejo y ahora solo estoy teniendo un sueño loco antes de morir… ¿cierto?

“Tu agarre con tu mano izquierda es débil al final de tu balanceo,” dijo Eris. “¿¡Qué!?”

“Es por eso que tu espada salió volando.”

Hubo algunos segundos de silencio antes de que él dijera, “¡Increíble! ¡Se lo agradezco mucho!” Él ya se había levantado de la nieve, pero al recibir su comentario, el joven quedó con una rodilla en el suelo y bajó su cabeza.

“Hmph.” Eris gruñó hacia él y arrojó la espada de madera al suelo antes de caminar hacia mí. “¿Qué?” Ella frunció sus labios y miró hacia mí cuando se dio cuenta de que la estaba mirando.

“Ah, no es nada.”

Un peso significativo había sido levantado de sus hombros. Su expresión decía lo que ella no estaba expresando: Sí. Así se supone que sea este lugar.





“El lugar está un poco caótico con todo lo que está ocurriendo. Estoy seguro de que, cuando todo se calme, será exactamente como lo recuerdas,” dije.

“Como sea. No me importa.”

A pesar de sus protestas, ella se veía aliviada de escucharlo.

Volveremos. Por supuesto, siempre y cuando salgamos vivos de nuestra batalla con Geese.

Nuestra visita al Santuario de la Espada llegó a su fin. Ni se acercó a lo que esperaba, pero así es la vida. Incluso si Gal Farion ya no era el Dios de la Espada, él aun así sería un aliado formidable en batalla. Yo dejaría en manos del grupo de mercenarios el rastrearlo y me preocuparía de localizar a alguien más. A continuación: el Dios del Norte Kalman III.

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