Mushoku Tensei: Isekai Ittara Honki Dasu (NL)

Volumen 23

Capítulo 3: Aluce, la Ciudad del Continente Divino

 

 

Ahí estábamos.

Cuando tratamos de orientarnos después de salir de la caja, una amplia y abierta llanura se extendió ante nosotros. Puede que fuera por el frío, o tal vez por la escasez de aire, pero no había ni un solo árbol creciendo. El suelo estaba cubierto solo por pasto corto y arbustos.

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Bueno, estábamos a tres mil metros por sobre el nivel del mar. Nuestros alientos se volvieron blancos del frío. Por suerte, no había nada de nieve, y la tierra era suave y pareja. No sería demasiado difícil avanzar. Parecía ser que seríamos capaces de llegar a Aluce dentro de un día.

Pero, por ahora, la luna estaba en lo alto del cielo. Las estrellas brillaban intensamente sobre nosotros, posiblemente porque estábamos mucho más cerca de ellas. La noche ocultaba bastantes monstruos, y era fácil perderse en la oscuridad.

Por lo tanto, montamos un campamento.

Decidimos comernos las cabras que habíamos cazado hace poco. Prendimos una fogata, calentamos algo de agua en una olla que fabriqué con magia de tierra, y arrojé algunos huesos de cabra para preparar un caldo. Agregamos la carne una vez que el agua estaba hirviendo, como también algunas especias que trajimos con nosotros. Y listo, sopa de cabra.

Fue Geese quien me enseñó a cocinar monstruos de esta forma. Él ahora era mi enemigo.

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Nunca se sabe hacia dónde puede llevarte la vida.

En fin, hacía frío al aire libre, así que moví la caja para dejarla sobre el continente. Todos nos acurrucaríamos y dormiríamos en su interior. No había nada de leña cerca, pero yo había traído la suficiente para una noche desde nuestra reserva solo por si acaso. Movimos la fogata dentro de la caja, fabriqué una chimenea en el techo, y dormimos dentro de una habitación cálida.

Los adultos presentes habían viajado lo suficiente como para no importarles el frío, pero teníamos que considerar el cuerpo de Sylphie y a Sieg. Las mejillas de Sieg tenían un color rojo brillante, pero no parecía que tuviera fiebre. Él estaba bien. Tal como Orsted había dicho, su cuerpo era fuerte. Aun así, los infantes podían enfermarse de la nada, así que tenía que mantenerlo vigilado.

Si bien la caja dentro de la que estábamos era resistente, siempre existía la posibilidad de que un monstruo con forma de jabalí pudiera arremeter hacia nosotros desde el otro lado de la llanura y lanzar toda la estructura por el precipicio. Tomamos turnos individuales mientras los otros tres dormían.

Acurrucarme con las señoritas causó que mi pequeño (y no me refiero a los llamados Sieg y Ars) despertara con mucha energía, pero me controlé. Lo siento, Sieg, pero un nuevo hermanito o hermanita tendrá que esperar.

***

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Al día siguiente comenzamos a caminar.

La ciudad de Aluce estaba al noreste de nuestra ubicación actual, con nada más que llanuras amplias y vacías entremedio. No parecía haber ningún punto de referencia a la vista… al menos al principio.

Hace mucho tiempo, un héroe vino a esta tierra y cruzó el Continente Divino. En la era de la Guerra de Laplace, él escaló hacia el Continente Divino desde el lado del Continente Demoniaco, y más adelante obtuvo una habilidad secreta que probaría ser invaluable para su victoria. En caso de que al final encontrase su muerte, el héroe dejó puntos de referencia mostrando el camino hacia la técnica que él obtuvo.

Por cierto, ese héroe se llamaba Perugius.

Dado que la tierra aquí tenía pasto corto y pocos árboles, los puntos de referencia destacaban mucho. Todo lo que tuvimos que hacer fue mirar a nuestro alrededor una vez llegada la mañana, ¿y qué creen? Uno estaba justo ahí.

Mientras nos acercábamos, descubrimos que los puntos de referencia eran pilares. Tenían cerca de metro y medio de alto, y probablemente fueron fabricados con magia de tierra. Eran lo suficientemente gruesos como para que pudieras envolver tus brazos a su alrededor. La parte superior del pilar estaba desgastada y deteriorada por el tiempo. Si hacías un corte transversal, podrías ver que el pilar no era cilíndrico, sino que en cambio tenía la forma de una gota. La punta cónica de esa gota apuntaba hacia la ciudad.

Así estaba escrito en La Leyenda de Perugius. Este punto de referencia sin duda solo tenía sentido para las personas que leyeron ese libro. Como esperarías de una prueba dada por el propio Perugius, su libro contenía bastantes pistas. Tampoco creía que lo hubiese escrito él mismo.

Pasaron algunas horas mientras viajábamos.

Tal vez era porque estábamos en una llanura y no en una carretera, pero había muchos monstruos por los alrededores. En su mayoría caían dentro de uno de tres tipos: las Cabras Aladas que aparecieron primero a los dos mil metros de altura, los Mustela Celestiales que se veían como comadrejas de cuatro metros de largo, y las enormes aves de presa bípedas conocidas como Avestruces Nidhogg. No parecía haber muchos monstruos anfibio o insecto, presumiblemente porque aquí era frío todo el año. En términos de fuerza, yo los pondría al mismo nivel que los monstruos de la parte norte del Continente Central. No eran tan débiles como aquellos alrededor del Reino de Asura o Millis, pero al mismo tiempo no eran tan fuertes como aquellos en el Continente Demoniaco o el Continente Begaritt. Los únicos monstruos que formaban bandadas de más de dos dígitos eran las Cabras Aladas, con los Mustela Celestiales y Avestruces Nidhogg vagando ya sea solos u ocasionalmente en pares.

Yo pondría a las Cabras Aladas en el rango D, y los otros dos en el rango C. Sin embargo, todos ellos eran capaces de volar, así que tendría que subirlos un rango si aparecían en el Continente Central. Las personas tienen una debilidad psicológica contra las cosas que pueden volar.

Para los aventureros como nosotros, no hace falta decir que ellos casi no eran una amenaza. Eris desvió la atención de las Cabras Aladas mientras Roxy se quedaba atrás para disparar un hechizo de alto rango para acabarlas. Eris podía acabar con los otros dos tipos por su cuenta sin tener que esforzarse mucho. Ellos no podían llegar a mí, y mucho menos con Sieg o Sylphie. ¡Ah, estaba tan agradecido con el hombre de la casa por protegernos!

Nos mantuvimos en guardia. El Continente Divino de seguro tenía mayores retos que ese. Incluso si no pasábamos a través de ellos en nuestro viaje, los bosques, montañas, o como mínimo los laberintos tendrían monstruos más fuertes que estos.

El laberinto del Continente Divino conocido como Infierno albergaba hordas de los monstruos más peligrosos del mundo, con su santuario interior protegido por un violento slime llamado Vita. La mención de un slime me recordaba al Rey Demonio que vivía dentro de la Biblioteca Laberinto. De acuerdo a Orsted, este estaba a otro nivel. No queríamos acercarnos a él.

Yo no iba a mencionarle ni una sola palabra de esto a Eris. Ella querría ir si lo supiera. O, esperen—Eris ahora era una adulta madura. Ella era mucho más lógica y servicial de lo que era en sus días de princesa malcriada. En lo profundo podría querer ir, pero no lo demandaría. ¿Cierto?

De casualidad las oí hablando del asunto… solo de forma trivial.

“Ahora que lo pienso,” comentó Eris, “el Continente Divino tiene un laberinto llamado Infierno, ¿cierto?”

“Así es,” dijo Roxy. “Oí que es muy peligroso. De hecho, es uno de los Tres Grandes Laberintos.”

“Desearía poder ir.”

“Veamos… Creo que podríamos llegar bastante lejos con nuestro grupo actual. Aunque a Rudy no le gustan mucho los laberintos. Después de todo, perdió a Paul dentro de uno…”

“Ah, es cierto…”

Roxy rechazó su idea en consideración mía. “Sylphie, ¿qué hay de ti?”

“¿Mm?”

Di vuelta mi cabeza para ver que Eris le había arrojado la pregunta a Sylphie, quien estaba jugando con el bebé en la mochila portabebés en mi espalda.

“¿Te gustan los laberintos?”

“Mmm… supongo que no. Ahora mismo ms hijos son más importantes para mí.”

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Sylphie estiró una mano y acarició la cabeza de Sieg mientras respondía. Parecía ser que su salud mental estaba comenzando a recuperarse.

No, esa era una forma cortoplacista de decirlo. No podía asumir algo a partir de la superficie. Necesitaba recuperar su confianza. Cuando Paul tuvo una aventura que embarazó a Lilia, le tomó mucho tiempo recuperar la confianza de Zenith. Hubo un tiempo donde no entendía por qué Zenith estuvo enojada por tanto tiempo, o la razón por la que solo no lo perdonaba. Ahora lo entendía; era porque Paul solo reaccionaba a lo que veía en la superficie, y solo se humillaba a sí mismo hasta que conseguía lo que quería.

Yo no tenía que estar buscando una sonrisa. Tenía que hacer todo en mi poder para recuperar su confianza. No iba a lograrse en un día, pero sin importar cuánto tiempo tomara, yo tenía que demostrar con mis acciones que no solo amaba a Sylphie, sino también a mis hijos.

Pensar en cómo hacerlo exactamente, bueno… esa era la parte difícil. Tendría que aprovechar cada oportunidad que tuviera para pensar en algo.

Seguimos nuestro viaje mientras yo estaba reflexionando al respecto.

*** Ya era de noche cuando vimos la ciudad. “¿Esa es Aluce?”

“Se ve un poco… humilde.”

Roxy no estaba bromeando. Todo lo que veíamos a través de la llanura era una serie de casas construidas de roca, tierra, y huesos, todas rodeadas por una cerca bastante baja. No había murallas fortificadas—una rareza para las ciudades en este mundo. Pero tal vez ellos estaban en lo correcto. Una muralla de cualquier altura no haría mucho para detener a los monstruos que podían volar. Aun así, ¿era sabio no tener ninguna línea de defensa para tu ciudad?

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Yo tenía mis dudas mientras me acercaba a la cerca, pero mientras lo hacía… ¿Cómo describirlo? Sentía que un velo había sido colocado sobre la ciudad. Era como mirar hacia la ciudad a través de una lámina de vidrio.

“Parece una barrera. Y una grande.”

Al escuchar las palabras de Roxy, mi mente finalmente llegó a la conclusión de cómo la ciudad estaba protegida. Por supuesto. No había forma de que estuviera completamente desprotegida.

“¿Creen que nos permitirán entrar?” preguntó Sylphie.

“Es difícil saberlo,” respondí, acercándome a la barrera. “Orsted no dijo nada sobre esto.”

Por otro lado, no muchos de mis conocidos sabían sobre la gente del cielo. No veías a gente del cielo en otros continentes, así que no tenía idea sobre cómo eran. ¿Eran exclusionistas, o eran amigables hacia otras razas?

Sylvaril era prácticamente la única persona del cielo que había conocido, y dado que yo no parecía agradarle mucho, eso parcializaba mis suposiciones. Por otro lado, ella era bastante indulgente con las personas que Perugius estimaba, como Zanoba. Tal vez las cosas no eran tan malas como temía.

Hablo de la personalidad de Sylvaril. No de toda la gente del cielo.

En fin, si nadie pensó en advertirme de antemano, entonces de seguro no había ningún peligro. En cualquier caso, ninguno de la variedad de ser atacado repentinamente.

Llegamos a un borde de la barrera junto a una porción de la cerca de la ciudad. Las barreras en este mundo comúnmente actuaban como murallas, circundando un área específica. Dicho eso, las barreras podrían actuar de una forma totalmente diferente en el Continente Divino. Digamos que tal vez podrían lanzar una descarga eléctrica al contacto, una que te dejaba crujiente…

“Esta es bastante resistente. Me pregunto si podría cortarla.” Mientras tanto, Eris estaba golpeando la barrera.

“¡Espera, Eris! ¡Tenemos que tener cuidado tocando eso! ¿¡Qué tal si te electrocuta!?” “¿¡Eh!? E-eso ya lo sé…”

Un escalofrío recorrió el cuerpo de Eris. Hablando de imprudencia, viniendo a quién sabe dónde y colocando sus manos sobre quién sabe qué.

“Y bien, ¿qué hacemos?”

“Esa es… una buena pregunta.”

Si gritábamos desde fuera de la barrera, ¿nuestro grito llegaría a alguien dentro de la ciudad? A partir de lo que podíamos ver, el interior de la cerca solo eran tierras de cultivo.

Esperen un momento, ¿acaso la gente del cielo siquiera tenía cultivos? Bueno, supongo que sí. No es como si las personas con alas no necesitaran comer. Incluso esa raza telepática que vivía en lo profundo del Continente Demoniaco todavía cultivaba cosas. Cultivar es clave para la vida.

Dejemos de lado la agricultura por ahora—¿cómo se supone que entremos? Mi instinto me decía que camináramos alrededor de la cerca hasta ver algo que se viera como una entrada, pero, por lo que podía ver, no había ninguna brecha. Tampoco había nada que se viera como un camino, así que ni eso teníamos.

De hecho, ¿acaso una raza de personas que podían volar incluso tenía el concepto de dejar brechas como una puerta para que sirvan como entradas? Si no caminabas sobre el suelo, no necesitarías fabricar caminos. ¿Eso quería decir que debimos haber buscado una entrada en el cielo? No preparé una forma de volar… Hmm. Destruir la barrera estaba comenzando a verse como la mejor idea. Por supuesto, la repararíamos más tarde, pero no llegaríamos a ninguna parte hasta entrar.

“Muy bien, vamos a romperla.” “Creí que nunca lo pedirías.”

“De hecho, Eris, yo estaba pensando usar mi Cañón de Piedra para—”

“Lamento interrumpir,” dijo Roxy, quien estaba mirando más allá de la barrera. “Pero parece que tenemos compañía.”

Seguimos su mirada para ver aves volando hacia nosotros desde dentro de la ciudad. A pesar de lo lejos que estaban, podía notar que eran bastante grandes. Probablemente del tamaño de personas… Esperen. Esas eran personas. Personas con alas. Gente del cielo.

“¿Acaso el haber golpeado su barrera los alertó?” preguntó Sylphie.

Ella podría tener razón. La mejor respuesta a la aparición de monstruos fuera de tu ciudad era exterminarlos, incluso si todavía estaban fuera de una barrera.

Bueno, sea cual sea el caso, las primeras impresiones eran importantes. Es hora de sacar algunas de las habilidades de servicio al cliente que mi trabajo había estado puliendo.

“…”

La gente del cielo descendió ante nosotros sin hacer más ruido que el aleteo de sus alas. Había tres de ellos. Usaban túnicas simples de… bueno, suena extraño describirlas como pieles de aves, pero algo parecido. Sostenían lanzas en sus manos. Eso era un poco inusual; la única raza que había visto usar lanzas eran los Superd.

Ellos nos miraban con sospecha. No podía culparlos. Los humanos prácticamente nunca subían el precipicio hasta aquí. Yo, por otro lado, estaba sonriendo. Les di la bienvenida con mi Sonrisa Marca Rudeus.

“Ejem, lamentamos llegar tan de improviso. Yo soy Rudeus Greyrat. Vine porque Perugius-sama demandó que debía bautizar a mi hijo aquí. ¿De casualidad están familiarizados con él?”

“…”

Inicié los diálogos en la lengua Humana, pero ellos respondieron en un lenguaje que yo no entendía. Miré hacia mis esposas en busca de ayuda, mientras el interlocutor de la gente del cielo miró hacia sus dos compañeros.

“Sí, esa es la lengua del Dios del Cielo,” dijo Roxy. “¿Qué hacemos?”

Eso tenía sentido. El lenguaje por defecto del Continente Divino era la lengua del Dios del Cielo. Mierda, se me pasó completamente… es algo que habría pasado por alto el antiguo Rudeus. Pero ahora yo era el subordinado de Orsted. Evidentemente estaba preparado para un pequeño obstáculo como este.

“No te preocupes, vine preparado.”

Simplemente hablé en la lengua Humana para comenzar la conversación. Incluso si mis palabras no eran comprendidas, mi intención de conversar sí. Nuestra interacción debería haber comunicado rápidamente que no éramos hostiles.

“Ejem.”

Aclaré mi garganta. Si bien ciertamente me había preparado, no tuve mucho tiempo para estudiar las sutilezas de la lengua del Dios del Cielo. Esto pedía comunicación escrita. Saqué un rollo de papel desde dentro de mi chaqueta, llegué a una hoja en específico, y se la mostré a nuestros recepcionistas. Sobre él había una transcripción de lo que acababa de decir en la lengua del Dios del Cielo. Todo lo que quedaba era confiar en sus habilidades de lectura…

“¡¡¡…!!!”

La reacción de la gente del cielo fue dramática. Ellos inmediatamente sacaron un poste desde el frente de la cerca, y luego extendieron sus brazos y alas para darnos la bienvenida.

Entramos a Aluce, la ciudad del Continente Divino.

***

 

 

La ciudad de Aluce era un poco más simple de lo que esperaba. Las casas ciertamente estaban fabricadas de huesos, roca, tierra, y heno. Muchos de los edificios llegaban a los tres o cuatro pisos. Si tuviera que escoger algo que fuera particularmente inusual, era que no podía ver ninguna escalera. Supongo que las personas de aquí no las necesitaban, ya que podían volar.

La gente del cielo cuidaba las tierras de cultivo vestida con una especie de chaquetas de cuero con plumas. La diferencia más llamativa aquí era que las personas tenían alas, así que volaban incluso para recorrer las más cortas distancias. Algunas desde nuestra llegada habían estado volando en círculo sobre nosotros para dar un buen vistazo a sus nuevos visitantes.

Aparte de eso, era la clase de pueblucho agricultor que encontrarías en cualquier parte.

Supongo que era casi igual a la Aldea Buena.


Yo estaba esperando algo más, ya saben, parecido a la arquitectura romana, o tal vez algo un poco más angelical o que diera vibras celestiales… pero oigan, la gente del cielo eran personas que tenían alas. Nada más, ni nada menos. Aluce probablemente era un asentamiento apartado al borde del continente, así que no destacaba.

Aquí no había alojamientos, y nadie hablaba la lengua Humana. Dicho eso, había una palabra que ambos entendíamos. Perugius. Dado lo rápido que nos dieron la bienvenida, estas personas deben albergar una profunda gratitud hacia el hombre.


Fuimos guiados hacia alguna clase de lugar de reunión. Ellos nos trajeron comida, mientras un tipo que se parecía a un sabio de la aldea hablaba sobre algo con una sonrisa. Luego él sacó el alcohol.

Hubo una cosa que encontré un poco extraña: todos los locales querían tocar los pies de Sieg. Al principio estuve alerta, pero el sabio de la aldea comenzó la tendencia. Todos los locales lo imitaron, uno tras otro, y yo se los permití. Él era el bebé que vino para la prueba de Perugius, así que tal vez pensaban que les traería buena suerte.

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Bajo circunstancias normales pude haberme sentido un poco nervioso por un trato tan generoso, pero ellos parecían tener buenas intenciones, así que acepté su bienvenida y pasamos la noche en el salón de reuniones.

Esa noche, después de poner a dormir a Sieg, yo hablé un poco con Sylphie. “Al final este lugar es bastante normal,” dijo Sylphie.

“Sí. Esperaba alguna clase de maravilla natural desconocida ya que se llama Continente Divino, pero todos los que viven aquí solo son personas normales. Si dejas de lado que pueden volar.”

“Yo nunca había salido del Continente Central. ¿Los demás también son normales?”

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Escuchar eso me recordó el esplendor salvaje del Continente Demoniaco. El borde noroeste de Biegoya. Los residentes de ahí se veían diferente, hablaban diferente, y vivían en casas como las de ningún otro. Aparte de eso, sí, eran prácticamente iguales.

“Sí, supongo que lo son. Aunque cada lugar tiene algunas costumbres ligeramente diferentes.”

“Sí, Ranoa y Asura tienen algunas diferencias en cuanto a eso…”

Sylphie se quedó en silencio después de decir eso. Su rostro estaba tenso, como si estuviera pensando detenidamente en algo. Ella no se veía deprimida.

“¿Hay algún problema?”


“Solo estaba pensando que nadie trató a Sieg de forma extraña.” “Ah, sí, tienes razón.”

La gente del cielo del Continente Divino no participó en la Guerra de Laplace. Su aislamiento en el Continente Divino les permitió ser una de las razas que escapó de la invasión de Laplace. Por supuesto que no le tendrían miedo a los Superd. Era por eso que los guerreros de la aldea todavía usaban lanzas, y por eso no mostraron ninguna reacción al ver los colores de cabello de Sieg o Roxy.

De acuerdo a Orsted, hace mucho tiempo… hace alrededor de cuatro mil años, durante la época de la Segunda Gran Guerra entre Humanos y Demonios, ellos odiaban a los demonios. Pero sin importar lo longeva que sea tu raza, cuatro mil años es mucho tiempo. Muchas generaciones. Ese odio debe haberse marchitado.

Esperen… No, era posible que escuchar la palabra Perugius los hubiera obligado a ser cuidadosos de no ventilar su hostilidad.

“Si tan solo todos pudieran ser como ellos,” dijo Sylphie. Vi sus labios curvarse en una sonrisa que se veía casi forzada.

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